Capitulo XXVII: Atentado
Rowan y el resto entraron a Veirin poco antes del crepúsculo, luego de viajar a campo traviesa durante cinco días.
Miró al dreki, quien cabalgaba un poco por delante de él, tenía ojeras, el cabello rubio desaliñado y su piel pálida había adquirido un tono entre dorado y rojizo a causa del sol que, a pesar de ser invernal, no quemaba menos. Sonrió con disimulo, lucía lamentable. No debía estar acostumbrado a ese tipo de viajes, sino a pasar los días en los salones del palacio, bebiendo vino y comiendo panecillos en charlas amenas con otros aristócratas iguales a él.
—Alteza —lo llamó Cedric acercando su montura a la suya—, vuestra capucha.
Rowan se cubrió la cabeza con su capa oscura de lana y armiño. Habían quedado en que lo mejor era pasar desapercibidos, pues Eirian debía tener espías desplegados en Ulfrgarorg. En todo el norte el cabello negro era inusual, dejarse ver era como tocar un tambor y anunciar a los cuatro vientos que el príncipe se hallaba en la ciudad.
—Me adelantaré para buscar alojamiento —dijo Declan.
—Nada ostentoso —ordenó Rowan.
Cedric sonrió de lado y le dirigió una mirada a Daviano.
—Al señorito no le gustará, parece que está acostumbrado a dormir en colchón de plumas.
Declan soltó una carcajada y Daviano giró a verlos con el ceño fruncido.
—Basta ya —dijo Rowan parando la burla—, id pronto.
Continuaron la cabalgata en silencio. Veirin no era una ciudad grande ni ruidosa, la mayoría de sus gentes se dedicaban a la siembra y la cría de ganado, así que siguieron por el camino principal contemplando las pequeñas fincas aledañas, hasta que poco a poco las casas se volvieron más cercanas entre sí y ausentes de huerto o corral. Llegaron al centro de la ciudad, dónde las calles eran estrechas y los comercios más numerosos. Tuvieron precaución de evitar el mercado.
Después de casi una sexta, Declan se encontró con ellos y los llevó hasta la posada que había reservado.
Desde afuera se veía espaciosa, una construcción sólida de piedra caliza y madera, con amplias ventanas y dos plantas. Declan y Finn se encargaron de los animales, mientras el resto entraba al establecimiento.
Un mozo adolescente los recibió en la puerta.
—Bienvenidos. Os llevaré a vuestras habitaciones.
La planta baja servía como taberna, varias mesas las ocupaban grupos de hombres que bebían y comían. En una pequeña tarima un grupo de músicos tocaba una canción alegre con flauta, gaita y pandereta. No era precisamente lo que Rowan tenía en mente, pero al menos no había prostitutas ofreciendo sus servicios, ni juegos de azar o peleas. Se alegró de que Declan siguiera sus instrucciones y les hubiera conseguido un lugar tranquilo y discreto.
Subieron a la planta alta, allí se repartieron en cuatro habitaciones, Rowan y Daviano tenían cada uno una habitación, los soldados se compartían entre las otras dos. El príncipe entró a la suya y una vez estuvo libre de la mirada del mozo, se descubrió la cabeza.
Era un cuarto sencillo con una cama de dos plazas, una mesa, dos sillas, un pequeño armario para acomodar las pertenencias y detrás de un biombo, una tina de madera. A través del cristal de la ventana se veían las nubes colorearse del rojo atardecer. Rowan suspiró al contemplarlo.
—Alteza —lo llamó Cedric, Rowan giró hacia él—, ¿os parece si envío a Finn y Declan por provisiones? No llegaremos a Enframia hasta dentro de cinco días y ya se nos acaba la comida.
—Sí, por supuesto. Si gustáis, podéis luego compartir abajo en la taberna.
—¿Vos no nos acompañaréis?
Rowan negó y echó una rápida mirada al cielo encarnado afuera antes de contestar.
—No sería prudente, me quedaré aquí arriba. Pedidle al mozo que me prepare un baño y que luego traiga la cena hasta acá, por favor.
Cedric asintió y salió de la habitación. Rowan se acercó a la ventana y la abrió para contemplar el cielo. El crepúsculo siempre traía a su mente el recuerdo de Eirian. Su ausencia le dolía en el cuerpo.
Las almas gemelas se complementan, había dicho su nana, Rowan se sentía como si le faltara un pedazo por dentro ¿Era amor o era costumbre? ¿Cómo se podía querer a una persona que le había hecho tanto daño? Más le valía enfocarse en las cosas malas de su relación y no en los recuerdos placenteros o acabaría por rendirse a la añoranza.
Luego del baño y la comida, Rowan se tumbó en la cama boca arriba y casi de inmediato, se durmió.
Rodó a un lado en la cama justo a tiempo para evitar al hombre que se inclinaba sobre él. A pesar de la oscuridad reinante, gracias a la luz que se filtraba por la ventana, Rowan alcanzó a distinguir la figura de tres hombres, dos de ellos con espadas desenvainadas, y el tercero, él que intentó atraparlo, con cuerdas de cáñamo en las manos. Rápidamente, se levantó y esquivó la estocada de uno de los atacantes. Miró en derredor y no vio a Osadía por ninguna parte, luego la localizó en manos de uno de los hombres. Desarmado y en una posición de tres contra uno, si sobrevivía sería gracias a algún milagro.
Caminó hacia atrás, hasta quedar a pocos pasos de la pared en la cual se hallaba la ventana, sus oponentes lo rodeaban.
—Si os rendís no os haremos daño —dijo el que tenía las cuerdas, acercándose.
—Su Majestad os quiere vivo —añadió el que tenía a Osadía.
Rowan volvió a mirarlos evaluando la situación y estiró ambas manos a modo de rendición. El hombre con las cuerdas se acercó más para atárselas, mientras los otros dos permanecían alerta con las espadas en alto. En lo que trató de sujetarlo, Rowan le agarró con fuerza la muñeca, se la dobló hacia atrás, partiéndosela y le arrebató la cuerda. Los otros dos se abalanzaron sobre él, pero Rowan, de una patada, les arrojó al primer tipo, luego azotó la cuerda como si fuera un látigo y comenzó a atacarlos sin piedad. La cuerda le rompió la cara a uno. El que tenía a Osadía, lo embistió con la espada en la mano. Rowan lo esquivó, sin dejar de azotar al otro, le propinó un codazo en la cara y le arrebató a Osadía. Armado, por fin, con su espada, la situación era diferente.
Soltó la cuerda y empezó a pelear con los dos hombres a la vez.
—Así que Su Majestad me extraña y quiere que vuelva a su lado —se burló. Empujó a uno y cruzó espadas con el otro. Cuando se engancharon, lo repelió hacia atrás de un empujón y bloqueó el ataque del otro—. Decidle a vuestro amo que si tanto me quiere, que venga él mismo por mí.
Y dicho eso, se afanó en profundidad en bloquear y atacar a los dos hombres al mismo tiempo, hasta que la puerta de la habitación se abrió. Por un momento temió que fueran más atacantes, se sorprendió al ver a Daviano con una espada bastarda en la mano.
Sin decir una palabra, el dreki tomó por contrincante a uno de los agresores, mientras Rowan se hacía cargo del otro. Arremetió con la espada haciendo un barrido en diagonal, pero el tipo lo bloqueó, era fuerte y también hábil. Rowan no lo conocía, debía ser de uno de los destacamentos de Osgarg.
De soslayo observó la pelea de Daviano. Jamás lo había visto usar la espada, se sorprendió al ver que tenía habilidad. El dreki se movía rápido, bloqueaba y atacaba con fuerza, casi dominaba por completo a su oponente, así que Rowan se relajó y se dedicó a su propia pelea.
Volvió la vista al frente y casi no logró esquivar el ataque, la espada de su oponente le cortó el brazo desde el hombro y casi hasta el codo. Envalentonado por su hazaña, el hombre se le fue encima con la espada dispuesta para arremeter justo en su pecho. En el último momento, Rowan se movió a un lado y terminaron intercambiando posiciones, quedando el atacante contra la pared que tenía la ventana.
Rowan adelantó el pie derecho y cuando fue a dar la estocada, sintió una cuerda que le presionaba con mucha fuerza la garganta.
—Rendíos ambos —gritó el hombre con el que había estado peleando Rowan—, si no, lo mataremos.
Por el rabillo del ojo, Rowan observó a Daviano arrojar al suelo su espada, su contrincante yacía herido en un rincón. Le hubiera gustado poder decirle que no se rindiera, dudaba de que realmente se atrevieran a matarlo, no creía que Eirian hubiera ordenado algo como eso. De quererlo muerto estaba seguro de que Eirian desearía arrancarle la piel con sus propias manos. No obstante, no podía hablar, la cuerda en su cuello cada vez se apretaba más, tampoco respiraba bien.
—¡Soltadlo! —gritó Daviano—. ¡¿No veis que lo asfixiais?! —El dreki intentó acercarse a Rowan, pero el hombre con la espada en alto lo detuvo, colocando la punta de la filosa hoja en su pecho—. ¡Ya nos hemos rendido!
Rowan aprevechó la distracción que sin intención armaba Daviano y echó la cabeza hacia atrás con toda su fuerza, golpeando a su captor en el rostro, luego le propinó un codazo, el hombre soltó la cuerda. Daviano recuperó su espada y atacó al otro oponente, mientras Rowan, entre toses, trataba de recuperar el aliento.
Rowan se giró rápidamente, el de la cuerda se había levantado. Sin perder tiempo, le dio una patada que lo envío hacia atrás, lo remató con un puñetazo en la nariz. Cuando quedó desmayado en el suelo, Rowan tomó de nuevo a Osadía y se unió a Daviano. Cedric, Owen y el resto entraron a la habitación.
—¡¿Estáis bien, Alteza?!
—Decidle a vuestro emperador —dijo Rowan con la voz rasposa debido a la lesión en su garganta— que si me quiere atrapar y matar, tendrá que hacerlo él mismo.
Y acto seguido, Rowan le cortó una mano, hizo lo mismo con los otros dos. Luego se dio la vuelta y salió de la habitación tosiendo, dejándolos desangrarse ahí dentro.
—¿Estás bien? —Daviano lo tomó de la muñeca e hizo que se girara—. Sus ojos acaramelados le inspeccionaron el rostro, luego bajaron hasta detenerse en su cuello.
—Sí —contestó ronco.
—¡¿Y vosotros dónde estabais?! —Daviano se giró enojado hacia Cedric y el resto—. ¡Casi matan al príncipe!
Los tres soldados, mudos debido a la culpa, agacharon la cabeza.
—Sentimos mucho nuestra negligencia, Alteza —se disculpó Finn sin levantar el rostro.
Dos mozos subieron corriendo las escaleras. Al llegar al rellano, arriba, se detuvieron de golpe y observaron al grupo con rostro pálido.
—Asaltadores —dijo Rowan con la voz cada vez más ronca, Uno de los mozos dirigió la mirada a su cuello—, trataron de robar.
El otro muchacho entró a la pieza, desde afuera se oyó su grito ahogado junto a los sollozos y quejidos de los heridos. Rowan no les prestó atención, sino que continuó caminando por el pasillo.
—Falta poco para el amanecer, nos iremos en cuanto aclare.
—Vigilaremos hasta entonces, Alteza —dijo Cedric—, descansad en nuestra habitación, si lo deseáis.
Antes de que Rowan contestara, habló Daviano.
—Quedaos en la mía, estaréis más cómodo.
Rowan lo miró sin entender, de pronto Daviano era amable, hasta parecía preocupado por su seguridad.
—Además, estáis herido. —El dreki le señaló el brazo. Rowan lo había olvidado, al verlo se dio cuenta de que la sangre le empapaba la manga de la camisa hasta la muñeca—. Iré por vendajes limpios.
Daviano bajó las escaleras, seguido de Owen y dejó tanto a Rowan como al resto, mirándose entre ellos, perplejos.
—No deberíais dejar que os trate la herida —sugirió Finn—, tal vez envenena la venda o algo.
Rowan se echó a reír y el cuello le dolió. No dijo nada más, entró a la habitación de Daviano a esperarlo.
El cuarto era del mismo tamaño que el suyo y con idéntico mobiliario. La cama se hallaba revuelta, el dreki dormía cuando lo atacaron. Debía tener el sueño muy liviano si fue capaz de percibir el asalto. En el armario, las alforjas se encontraban cerradas y sobre la mesa los restos de la cena. Como él, no había bajado al salón de la posada, sino que prefirió comer en el dormitorio.
La puerta se abrió, Owen y Daviano entraron, el primero con una bandejita y en ella diferentes implementos. El segundo traía una botella de hidromiel en la mano.
—Os agradezco que os toméis la molestia —dijo Rowan sentándose a la pequeña mesa de madera—. También por haberme ayudado.
Daviano lo miró a los ojos y asintió. Owen dejó la bandeja sobre la mesa.
Rowan tomó el orillo de su camisa de lino blanca y lo llevó hacia arriba, era un poco incómodo quitársela con una sola mano, por suerte, Owen lo ayudó.
Los ojos de Daviano repasaron su pecho desnudo buscando alguna herida y se fijaron otra vez en su cuello. Rowan extendió el brazo herido.
—Es profunda —dijo el dreki, sentándose a su lado— y en tu brazo zurdo. Te será difícil manejar la espada hasta que sane.
Rowan lo observó de reojo cada vez más sorprendido. Primero lo tuteaba y no le hablaba de mala manera, sino que, por el contrario, parecía genuinamente preocupado por su estado de salud. Y lo segundo y más sorprendente, ¿Daviano sabía que él era zurdo? ¿Lo recordaba de cuando jugaban siendo niños o recién lo había notado durante la pelea?
El dreki humedeció una torunda en agua limpia y le limpió con ella la herida, Rowan apretó los dientes. El corte era largo y profundo, pero al menos ya no sangraba.
—Creo que será necesario coserla —dijo Rowan observando la herida—. ¿Puedes hacerlo?
Daviano vació un poco de hidromiel en un plato hondo, luego sacó hilo y aguja de la bandeja y lo sumergió en el licor.
—No soy tan inútil —le contestó mordaz, sin mirarlo.
—No creo que seas inútil.
—¿Ah, no? —preguntó con una media sonrisa de incredulidad.
Rowan no contestó. Las manos blancas y de dedos largos de Daviano se movían con destreza al manipular el hilo y la aguja, también la torunda con la cual limpiaba cada vez que introducía la aguja en su carne. Sabía lo que hacía, no le quedaba duda. Mientras el dreki cosía la larga herida, Rowan bebió un largo trago de la botella.
—Creí que me odiabas —dijo al dejar la bebida de nuevo en la mesa.
Daviano sacó la aguja y jaló el hilo con fuerza, el tirón hizo sisear a Rowan de dolor.
—¿Odiarte? No. Solo no me caes bien —introdujo la aguja sin ninguna delicadeza, Rowan apretó los dientes evitando jadear—. Y no confiaba en ti.
Rowan respiró profundo un par de veces antes de hablar.
—No confiabas, en pasado. ¿Quiere decir que ya confías en mí?
—Bueno, tu querido emperador envió a tres asesinos a matarte. Supongo que es una prueba de que realmente lo abandonaste.
—Que bien que por fin confías y que mal que haya tenido que estar a punto de morir para que lo hicieras.
Rowan fue a agarrar otra vez la botella, pero Daviano lo hizo antes. Le vació un chorro en la herida, el ardor lo hizo ver las estrellas.
—¿Te estás vengando? —preguntó, adolorido, en un hilo de voz muy ronca.
Daviano lo miró con una sonrisa radiante, enseñando sus blancos y perfectos dientes.
—Jamás, solo desinfecto tu herida. —Jaló de nuevo el hilo y Rowan apretó los ojos aguantando la respiración. Cuando los abrió, Daviano, gracias al dios del cielo, había terminado y cortaba el hilo.
Rowan bebió de un solo trago lo que quedaba de hidromiel. Iba a levantarse, pero Daviano lo detuvo.
—Echa la cabeza hacia atrás —ordenó. Rowan lo miró sin comprender—. La soga te escorió la piel, está muy enrojecida.
Rowan hizo lo que le pidió y dirigió la vista a las vigas de madera del techo, preparándose mentalmente para sentir más dolor. Daviano decía que no lo odiaba, pero a juzgar por como lo cosió, estaba seguro de que no debía ser cierto.
El dreki se inclinó un poco sobre él y le apartó el cabello de los hombros, apenas rozando con las yemas la piel desnuda de sus clavículas. La frialdad del ungüento en su cuello lo hizo respingar. Daviano comenzó a aplicar la crema con tal delicadeza, que se sentía como una caricia. La acción no era en nada parecida a la brusquedad anterior al suturarlo. A medida que esparcía la crema, Rowan más sentía la suave calidez de sus dedos contra su piel.
Al terminar, colocó un vendaje. Las manos alrededor de su cuello mientras ponía la tela, le recordaron a Eirian haciéndole el amor. Cerró los ojos, no quería pensar en él, no de esa forma y menos después de que enviara a tres tipos a secuestrarlo.
—Listo —dijo Daviano enderezándose.
—Gracias otra vez. Eres muy bueno en esto de atender heridas.
—¡Oh! —exclamó Daviano con exageración—. ¡Me siento honrado de que Su Alteza me considere bueno en algo!
—Ya te dije que no creo que seas un inútil. —Rowan suspiró—. Pensé que habíamos dejado atrás las diferencias.
—Me caes mal —dijo Daviano simplemente, sin ninguna expresión en el rostro.
—Ya. —Rowan se levantó y caminó hasta la puerta, antes de salir volvió a agradecer.
Ilustracion realizada con Bing de rowan y Daviano. Será que rowan si le cae mal a Daviano? jajaja.
Espero que les haya gustado el capítulo, nos leemos la próxima semana.
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