CAPITULO XXV: El pasado (III Parte)
Fueron días terribles los que siguieron a la traición de Rowan, días en los que Eirian estuvo preso en una suerte de torbellino que amenazaba con despedazarlo. Brenda fue su consuelo, la roca a la cual se aferró en medio de la tormenta. Esa mujer pálida, delgada y amable lo sostuvo. Entraba cada mañana a sus aposentos y permanecía con él; le llevaba los alimentos; lo obligaba a bañarse; escuchaba sus penas, las mismas una y otra vez: el tiempo pasado en el que Rowan se convirtió en el centro de su universo. Brenda pacientemente recibió como una ofrenda cada una de sus palabras y el dolor que significaba la traición del hombre a quien amaba más que a sí mismo.
Hasta que poco a poco esa pena incapacitante fue dando cabida a la rabia. Su estado de ánimo pasó de la tristeza más extrema la cual no le permitía ni siquiera levantarse de la cama a un odio asesino. Eirian se despojó de la pena y se levantó con el único propósito de no dejar piedra sobre piedra en Ulfrgarorg.
El décimo día de la cuarta lunación, las tropas estuvieron listas para partir. Eirian quería llegar a Ulfrgarorg lo mas pronto, antes de que el invierno hiciera del viaje un imposible y dejara a su ejército congelado en la nieve. Esa mañana se vistió con cota de malla, túnica y capa de terciopelo verde forrada en piel. En el cinto se colgó la espada, llegado el momento volvería a usar a la Quebrantahuesos. Y si el dios del cielo era justo, con ella le daría muerte a Rowan.
—Cuidaos, esposo mío, y que Nu-Irsh os bendiga e ilumine vuestro camino. —Brenda besó sus mejillas con delicadeza.
A Eirian le hubiese gustado sonreírle, pero era como si los músculos de su cara hubieran olvidado como hacerlo. Le acarició el abdomen prominente que guardaba al hijo que tal vez nunca llegaría a conocer. Si es que moría, al menos su legado no lo haría con él.
—Cuidad bien de nuestro hijo y de mi imperio, mi señora. —Eirian correspondió el beso.
Luego miró a su hermano Eribel fue como si lo viera por primera vez. Se preguntó cómo fue que nunca lo asesinó si no era más que una serpiente a la espera de atacar. Seguramente ahora que él partía, lo haría. Estaría haciendo planes en su mezquina cabeza para apoderarse de su esposa y su reino. Si el dios del cielo le daba la victoria y lo obsequiaba con el milagro de conservarle la vida, a su vuelta vería cuál era la verdadera naturaleza de su hermano bastardo. Eribel se inclinó sobre él y besó una de sus mejillas.
—Confío en que regresaréis victorioso, hermano.
—Gracias.
Eirian se despidió de Erickson encomendándole el cuidado de Brenda, quien sería la gobernante en su ausencia; de su hijo y su reino. Se mantendrían informados en adelante a través de la correspondencia con haukres.
Por último, de pie, en lo alto de las escalinatas del palacio, entre las personas que lo despedían en esa mañana gris, se encontraba Breogan. Eirian lo observó con una mezcla de nostalgia y tristeza. Días atrás, mientras estaba sumido en la desesperación del dolor de saberse traicionado, Breogan fue a hablar con él. «Mi señor» le había dicho sentándose en el borde de su cama. «Os vi crecer a ambos, he sido testigo del amor que compartís con el príncipe. Sé que ambos os amáis».
En aquel momento, Eirian se aferró a su brazo y apoyó la cabeza en él mientras lloraba.
«No me ama» le contestó él entre sollozos. «Nunca lo hizo. Nunca».
«Escuchadme, mi señor, en nombre de todos estos años en los que os he cuidado, os pido que me escuchéis» le suplicó Breogan acariciándole el cabello. «Cuando llegue el momento y estéis frente a frente, en lugar de cruzar vuestras espadas, os imploro que habléis». La voz de Breogan se volvió temblorosa debido al llanto «No dejéis que el odio os ciegue, mi señor».
Los rayos plateados del amanecer hacían brillar las canas de Breogan, el mayordomo inclinó la cabeza cuando Eirian se acercó para despedirse. Para sorpresa de todos, a Breogan fue al único a quien abrazó. El mismo mayordomo por un instante se puso rígido, pero después rodeó los hombros fuertes con sus brazos.
—Mi señor —le dijo muy bajito, de modo que solo Eirian lo escuchara—, no dejéis que el odio os ciegue. Cuando llegue el momento, en lugar de cruzar vuestras espadas, hablad.
Eirian tragó y se separó del abrazo cálido y reconfortante, miró sus bondadosos y preocupados ojos azules y miles de recuerdos de su feliz adolescencia lo golpearon inclementes, por un instante las piernas le fallaron. Ojalá pudiera hacer lo que pedía Breogan, hablar con Rowan y solucionar todos los problemas entre ambos. Pero eso era un sueño imposible porque ellos ya estaban más allá de cualquier reconciliación.
—Has sido el mejor hombre que he conocido después de mi hermano —le dijo Eirian forzando la voz a mantenerse firme—. Fuiste el padre amoroso que nunca tuve. Quiero agradeceros por darme un poco de vuestro afecto.
—Mi señor, os he amado como a un hijo, a ambos los he amado. —La voz se le quebró—, por favor, hablad con él.
Finalmente, Eirian le sonrió para tranquilizarlo, asintió y le besó ambas mejillas. Luego se dio la vuelta, bajó las escalinatas del castillo y montó su caballo; afuera, los hombres lo esperaban.
El ejército de Doromir tenía una rígida disciplina, estaban acostumbrados a descansar solo lo necesario por las noches, luego de montar rápidamente un campamento provisional que desmantelarían al alba. Eirian no quería que los pesados carros de guerra que portaban los cañones y las catapultas los retrasaran, por eso estos, a diferencia de los soldados, nunca se paraban, sino que tenían dos conductores que se relevaban durante la marcha. Así, la pesada artillería los acompañaba al paso.
Durante el día los haukres iban y venían con información de los espías, Eirian se mantenía ocupado ideando estrategias y avivando su odio. Pero al caer la noche, en la soledad de su tienda, los recuerdos lo atormentaba.
Eirian tenía once años y Eirick quince cuando este se convirtió en el príncipe coronado heredero al trono de Doromir. Todos esperaban grandes cosas de su hermano mayor, y no era para menos. Eirick era gentil, nunca solía hacer distinciones entre clases sociales, lo mismo podía ayudar al dueño de uno de los castillos vasallos del reino, como a una pobre campesina viuda. También era talentoso, dominaba la esgrima y la equitación, era tan bueno como Rowan en cualquier deporte. El maestro de espada y cuantos lo veían, elogiaban sin parar su técnica y la elegancia con la que se desenvolvía en los combates. Era inteligente y a menudo entraba las reuniones del consejo con su padre. Cardigan solía apreciar sus consejos como si fuera uno de sus ministros. Eirick iba a ser el mejor rey que Doromir hubiera visto jamás y Eirian se sentía orgulloso de él.
Porque aparte de un maravilloso príncipe heredero, Eirick era su amado hermano y su sostén. Lo admiraba profundamente y soñaba con llegar a ser como él. Eirian quería estar con su hermano en todo momento, él era su refugio y su lugar seguro. En aquella época Eirian no siempre entendía que no pudiera acompañarlo como quería. Ahora, al recordar el pasado, se daba cuenta de lo difícil que tuvo que ser para Eirick tener siempre consigo a un muchacho escuálido y torpe, y más cuando su hermano pasaba tanto tiempo junto a Cardigan, a quien la sola presencia de Eirian hacía enojar terriblemente. Así que la mayor parte del tiempo Eirian permanecía solo, admirando desde lejos a su hermano y anhelando su compañía al finalizar la tarde, cuando terminaban todos sus pendientes.
Fue por aquel entonces que apareció ese muchacho arrogante, de pelo negro y extraños ojos amarillos. Al principio surgió entre ellos una rivalidad por demostrar quién era el mejor, pero poco a poco eso quedó relegado al punto de que fue Rowan quien lo ayudó a perfeccionar su técnica de espada al revelarle los secretos heredados de su familia. Terminaron haciéndose grandes amigos, tanto que Eirian le confió las penas más hondas que había en su corazón.
Al caer la tarde, cuando terminaban las clases de esgrima, ambos corrían al que se convirtió en su lugar secreto, donde nadie los molestaba y que solo Eirick conocía porque a veces los acompañaba en sus huidas.
Eirian empujó la puerta de acero y cristal polvoriento, se hizo a un lado y dejó que Rowan atravesara el umbral del viejo invernadero abandonado. Imaginaba que el sitio, el cual alguna vez le perteneció a su madre, tuvo que ser precioso, pero en aquel entonces era solo ruinas, suciedad, maleza y arañas. Así que nadie sospechaba que un lugar como ese fuera el escondite secreto de los príncipes.
Rowan había robado panecillos rellenos de crema de las cocinas y Eirian licor de cerezas. Casi nunca bebían el licor, a ninguno de los dos les agradaba, pero tenerlo los hacía sentir unos rebeldes transgresores. Rowan sacó su cargamento dulce de la bolsa y lo extendió sobre una manta en el suelo cubierto de ramas secas, Eirian tomó uno y se deleitó con su sabor. Una araña inmensa caminó por una telaraña cercana y polvorienta. Rowan tomó una rama y empezó a juguetear con ella.
—A menudo me imagino que este lugar está encantado —dijo el príncipe haciendo temblar la telaraña—. Ya sé que es lúgubre, pero hay algo hermoso en este sitio. Puedo entender por qué te gusta tanto venir aquí.
Eirian enarcó las cejas y observó al príncipe. Rowan estaba de pie junto a la polvorienta tela de araña que se extendía entre dos ramas medio secas, su figura recortada contra el crepúsculo y los ojos amarillos brillando como el oro.
—¿Cómo encantado? —preguntó con una emoción contenida.
—No sé. Como si de repente una bruja o un animal mágico fuera a salir de entre las sombras y a revelarnos algún misterio. O como si alguien estuviera atrapado en este lugar.
Eirian quedó en silencio lo que tarda en consumirse una brizna de paja en el fuego, luego habló con los ojos gachos.
—Una vez a una de las cocineras se le escapó y me dijo que mi madre pasaba mucho tiempo aquí cultivando rosas y otras flores. Tuvo que ser muy bonito, ¿no crees?
—Estoy seguro de que sí. Tu mamá también tuvo que ser muy hermosa. ¿Por qué lo abandonaron?
La araña había huido y no se veía por ninguna parte, comenzaba a anochecer y la luz se hacía escasa. Eirian se estremeció un poco antes de responder.
—Creí que te sería obvio, porque ella lo amaba. Mi padre odia todo lo que le recuerde a ella, por eso me detesta. —A pesar de la confianza que le tenía, para Eirian seguía siendo difícil hablar de algunos temas. Sin embargo, una vez que empezó, sintió la necesidad de abrirse por completo. Sintió que Rowan había girado para mirarlo, pero él continuaba esquivando sus ojos, garabateando el suelo—. No sé muy bien qué fue lo que pasó, porque hablar de ella está prohibido, pero de vez en cuando a alguien se le escapa alguna frase. Creo que mamá tenía un amante y mi padre los descubrió. —Eirian se estremeció—. La mandó a decapitar.
En el invernadero reinó el silencio solo interrumpido por el ruido de la rama al rasgar la tierra del suelo. Eirian alzó el rostro al cabo de un instante y se encontró con el brillo dorado fijo en él.
—¿Te das cuenta de que tú y yo nos parecemos mucho? —dijo Rowan soltando la rama y sentándose a su lado—. Mi madre también murió, ya no recuerdo su rostro. Enfermó cuando yo era muy pequeño.
De ninguna manera era lo mismo, pero Eirian agradeció internamente que Rowan no lo compadeciera.
—Creo que ambas nos están cuidando, tal vez por eso este lugar se siente hechizado. Te diré algo —dijo el príncipe lleno de entusiasmo—, recuperemos este sitio, ¿qué te parece?
Eirian lo miró sorprendido.
—¡Estás loco! —rio nervioso—. ¡Papá me mataría si me descubre!
—¡Bah! Cardigan nunca está, no se dará cuenta. Preguntémosle a Eirick. Verás que este lugar restaurado será mágico.
Eirian sonrió con timidez. Quizás Rowan tenía razón al creer que el sitio estaba encantado, Tal vez el alma de su madre sí se hallaba en alguna parte de ese invernadero fantasmagórico y se pondría feliz si él recuperaba su lugar favorito.
Al día siguiente le contaron a Eirick su plan.
El príncipe se quedó en silencio largo rato con los dientes apretados. Tenía un gesto concentrado y Eirian creyó que lo regañaría por siquiera considerar una idea como esa. Pero no fue así. Muy serio, los miró a ambos.
—He evadido por tanto tiempo su recuerdo... —Inesperadamente, abrazó con fuerza a Eirian y lloró en su hombro—. Es hora de volver a recordarla, no dejaré que muera aquí. —Él señaló su frente y volvió a abrazarlo.
Solo en su tienda, en medio del campamento, Eirian se dijo a sí mismo que de haber sabido que esa idea iba a ser el fin de su hermano, jamás se la hubiera planteado.
***Hola, preciosuras. me encantan Eirian y Rowan en su tiempo pasado, ojalá se hubieran quedado así.
Por otro lado, ¿tienen alguna idea de como este invernadero se relaciona con la muerte de Eirick? ¿Que creen que le pasó al principe heredero si era tan maravilloso?
En el próximo capítulo continuaremos con el pasado, espero que no los aburra.
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