Capítulo XXI: Hermanos
Andreia tardó en recordar dónde se encontraba, estiró los dedos y rozó la orilla de la colcha tibia, entonces abrió los ojos. La luz del sol se filtraba entre los pliegues de las pesadas cortinas bermellón de su cuarto, ya no estaba en esa oscura, fría y mohosa celda donde había permanecido varios días. Rowan finalmente regresó y juntos, tal como quería su padre, restituirían la gloria de su reino.
Sí, fue una jugada arriesgada dejarse atrapar, pero solo así los traidores se revelaron. Ante la inminencia de la guerra contra Doromir, Andreia necesitaba saber si podía confiar en sus generales y sus tropas. Fue un alivio descubrir que estos le eran leales. El general Viktor, incluso trató de luchar contra Alestei y sus mercenarios, pero su tío igual que hizo con ella, lo sorprendió desprevenido y no dudó en asesinarlo cuando el hombre se opuso a ser apresado. Fue un valiente, un héroe a quien le rendiría honores.
La reina tocó la campanilla. Después de lo que tarda en consumirse una brizna de paja en el fuego entraron sus doncellas para ayudarla con el baño y a cambiarse el camisón por un atuendo adecuado. Quería aprovechar al máximo el tiempo, había demasiadas cosas por discutir sobre la inminente guerra con Doromir.
—Majestad. —Lena entró a los aposentos con su habitual aire serio, como si no hubiese pasado una semana encarcelada y apenas la noche anterior hubiera podido dormir en una cama decente.
—Mi buena Lena —la saludó Andreia con una gran sonrisa, se acercó y apretó el dorso de su mano. En todo ese tiempo en prisión lo único que hizo fue rogar al Dios del Cielo por ella y por Daviano—. Estuve muy preocupada por vos, temí que os hicieran daño.
—Su majestad me explicó la situación, me ordenó no pelear y yo obedecí —contestó Lena con la vista en el suelo.
Andreia se mordió el labio, no sabía muy bien cómo tomar la obediencia ciega de ella.
—Te conté a último momento que mis tíos iban a revelarse, que nos apresarían y que esperaba que mi hermano nos liberara. ¿Nunca dudaste de la orden que te di de que no pelearas?
—Sois mi reina, estoy para cumplir vuestras órdenes, no para cuestionarlas.
Andreia suspiró, tomó los costados de su rostro y la obligó a mirarla.
—No quiero tu obediencia ciega, puedo equivocarme.
Los ojos de Lena eran azules, claros y brillantes. Nunca había estado tan cerca de la comandante de la Guardia del Rey, mucho menos había tenido clavada esa mirada celeste y profunda en sus ojos de esa manera. Creyó que los vería temblar de timidez, pero no fue así. Lena la observaba serena, con el azul de sus ojos tornándose tan intenso que de pronto era lo único que existía, un cielo inmenso que todo lo abarcaba.
—Es cierto —dijo Lena sin dejar de mirarla—. Mi reina puede equivocarse, pero aun si lo hace, gustosa, le confío mi vida.
El calor ascendió a sus mejillas y el corazón se le desbocó en el pecho. Andreia carraspeó esforzándose por sostenerle la mirada.
—Aun así —dijo intentando que no le temblara la voz—, quiero que si en algo no estáis de acuerdo me lo digáis. De ahora en adelante no os ocultaré absolutamente nada. No hay nadie en quien confíe más que en vos.
Lena parpadeó lentamente todavía con los ojos fijos en ella, el aliento ligero escapaba de sus labios como una suave brisa. El corazón de Andreia no tenía sosiego.
—¡Así que ese era tu plan! —exclamó Daviano entrando a los aposentos privados de la reina sin esperar a ser anunciado. Andreia respingó y tanto ella como Lena dieron un paso atrás—. ¡Confías en Rowan! ¡Ahora veo porque no me querías decir! Sabías que no lo aceptaría, y ¿sabes por qué?
—Porque odias a Rowan —contestó Andreia con voz cansina, observando de reojo a Lena.
—No lo odio.
—¿Ah, no?
—No. Solo no confío en él, tampoco tú deberías hacerlo. Ha vivido en Doromir más tiempo que aquí, es el amante de Eirian, el artífice de todas sus victorias «La Espada del Conquistador», ¿recuerdas? ¿Qué te hace pensar que todo esto no es una trampa para asesinarte?
Andreia puso los ojos en blanco y se sentó a la mesa donde una de las doncellas había servido el desayuno.
—Estuvimos en los calabozos por más de una semana, Eirian pudo ordenarle a mis tíos que nos mataran. ¿Por qué iba a esperar por Rowan para que fuera él quien lo hiciera después de engañarme? —Andreia sonrió en dirección a Lena antes de hablar—. Por favor, acompañadme a desayunar.
Lena asintió y se sentó en el lugar vacío en la mesa redonda de la antecámara. Daviano también se sentó y se sirvió frutas picadas en el plato de porcelana.
—Hay decenas de razones —dijo el joven dreki—. Una puede ser que te odia, otra que quiere vengarse de ti personalmente por arrebatarle el trono. Y la más evidente de todas: ¡Es el puto amante de Eirian, nuestro enemigo!
Andreia negó con la cabeza mientras se llevaba un trozo de melón a la boca, lo masticó con cuidado y luego de tragar habló:
—¿No se te ha pasado por la cabeza que Rowan durante todos estos años no ha sido otra cosa que un prisionero?
Daviano la miró incrédulo antes de romper a reír.
—Permíteme contradecirte, Majestad. En el tiempo que ambos compartieron aquí no parecían amo y esclavo. De hecho, el ánimo melancólico de Rowan por la muerte del rey Andrew cambió en cuanto Eirian llegó y se veían bastante a gusto el uno con el otro.
—No negaré que mi hermano tiene sentimientos por Eirian, pero estos también involucran el miedo y el odio. No te rías, sé de lo que hablo.
En el tiempo que Rowan estuvo en Ulfrgarorg, Andreia se percató de que escuchaba una voz proveniente de un lugar desconocido, como si le llegaran los pensamientos de alguien directamente a su cabeza. Al principio creyó que eran los suyos, pero cuando presenció aquella pequeña discusión entre Eirian y Rowan durante el banquete de su nombramiento, no le quedó duda, podía escuchar los pensamientos de su hermano, tan claros como si fueran los propios.
Pero lo que percibió en Rowan aquella noche en que Eirian la nombró regente de Ulfrgarorg no fue amor, ni devoción. Fue miedo. Rowan estaba aterrado de Eirian. Los pensamientos de su hermano al principio del banquete giraban en torno al odio y la frustración de haber sido dejado de lado, pero luego algo debió percibir él en Eirian que se asustó al límite y fue cuando ella entendió que él seguía siendo su prisionero.
Trató de ir con él cuando se marchó del banquete, pero Eirian lo impidió. No supo más de Rowan, hasta una lunación después, cuando él de improviso le envió una carta por medio de un haukr.
Se sorprendió mucho al ver la nota y más al leer lo que decía. Su hermano se disculpaba por los largos años de ausencia y le deseaba éxito en su reinado. La felicitaba. Andreia la leyó con lágrimas en los ojos, sin dudar de que cada una de aquellas palabras eran sinceras. Ella le escribió de vuelta y le suplicó que volviera a su tierra, que dejara a Eirian, que ella lo protegería de él. De nuevo, él la sorprendió al contarle que dejaría Doromir y que además había puesto un peligroso plan en marcha para alejarse definitivamente de Eirian.
Su hermano arriesgaba la vida, ella no podía hacer menos, así que entre los dos planearon la sublevación.
Rowan le contó que Eirian pensaba obligarla a casarse con el príncipe de Enframia para controlarla. También le advirtió que sus tíos eran unos traidores y le pidió que se cuidara de ellos. Andreia vio más allá, una oportunidad única de desenmascarar a todos los traidores y se dejó apresar.
Por eso, después de todo lo que Rowan había hecho y arriesgado, luego de conocer lo que se ocultaba en su corazón, ella confiaba en él.
—Te parecerá una tontería —continuó Andreia—, pero él y yo somos gemelos y compartimos una conexión que va más allá de la sangre. Conozco su corazón y sé que es sincero.
—Lo único que voy a pedirte es que no te confíes —dijo con un tono serio Daviano—. Todo este repentino apoyo puede ser un simple parapeto, una venganza de Rowan hacia Eirian por arrebatarle la corona de Ulfrgarorg. No tardaran en hacer las paces. El amo tocará la flauta y Rowan bailará a su ritmo.
En el salón azul, Andreia hizo un recuento de los últimos acontecimientos junto a su primer consejero. La mayoría de los nobles de Ulfrgarorg estaban muertos, fueron ajusticiados por Rowan, sus familias exiliadas y sus bienes confiscados se usarían para financiar la guerra contra Doromir.
La segunda mañana luego de retomar el poder, los espías que mantenía en Doromir le enviaron un haukr donde informaban que Eirian todavía no se enteraba de la traición de Rowan, no había movimientos en las tropas de Noon. Era una buena noticia, pues le daba tiempo de trazar una estrategia y prepararse para el asedio que seguro vendría.
Ella había esperado que Rowan la acompañara en todo momento, que por fin volvieran a ser los hermanos unidos que fueron alguna vez, pero él no había salido de sus aposentos en esos dos días.
—Majestad, ¿me habéis escuchado? —preguntó el primer consejero.
—Disculpad. ¿Podéis repetir?
—Os decía que en total nuestras tropas ascienden a dos mil quinientos hombres. Las de Doromir son alrededor de seis mil ¿Creeis que el príncipe pueda decirnos que tan bien preparadas están?
—Creo que eso está bien difícil —respondió Daviano cruzado de brazos en su silla—. Según me han dicho los sirvientes, Su Alteza Real se ha alimentado en estos dos días a base de hidromiel. ¡Menuda ayuda tenemos, no es más que un borracho!
Andreia apretó los dientes y miró enojada a su amigo.
—¿Podéis dejar de criticarlo, por favor?
—Puedo —contestó Daviano—, pero eso no hará su existencia menos patética.
—Preguntadle a nuestros espías en Doromir que tan preparadas están las tropas de Eirian —le contestó Andreia al primer consejero—. En cuanto mi hermano esté en condiciones, hablaré con él.
Daviano bufó y Andreia lo ignoró, no entendía por qué lo odiaba tanto.
—Lo más inteligente sería contratar mercenarios, Majestad —contestó Lennox.
Ella asintió y dio una última ojeada al mapa sobre la mesa. Llevaban más de un tercio de vela de Ormondú discutiendo posibles estrategias e intentando adivinar que acciones tomaría Eirian una vez supiera de la traición de Rowan. Estaba cansada, deseaba un baño caliente, pero antes debía hablar con su hermano.
—Estoy de acuerdo —contestó Andreia y se levantó de la mesa—. Encargaos de eso, continuaremos mañana.
El primer consejero Lennox hizo una reverencia, Daviano también se levantó, pero ella salió antes de que él pudiera alcanzarla. Lo que menos le apetecía era continuar escuchando a su amigo hablar mal de Rowan.
El frío del invierno comenzaba a sentirse con fuerza y más por la noche, Andreia se ciñó la capa y atravesó el jardín hasta la puerta que daba al lago. Antes fue por Rowan a sus aposentos y no lo encontró allí. Uno de los guardias personales del príncipe le informó que él había dejado sus habitaciones por la tarde y dado la orden de que nadie lo acompañara.
El soldado abrió la puerta y el camino flanqueado de árboles deshojados debido al invierno apareció ante ella, iluminado por las lámparas de aceite en lo alto de los postes de madera. Andreia giró y miró a los guardias detrás.
—Esperad aquí —dijo—, seguiré sola.
En los ojos de los soldados apareció la duda y la contrariedad ante la orden, sin embargo, obedecieron. Ella recorrió la senda hasta el lago y tal como lo esperaba, vio a su hermano sentado en el columpio frente a la masa de agua. Suspiró y fue a sentarse a su lado.
Rowan volteó a verla, pero no dijo nada, dirigió de nuevo la mirada al frente antes de empinar la botella de hidromiel. Estuvieron en silencio la que tardan en consumirse dos briznas de paja en el fuego, mirando el reflejo de la luna en el agua.
—¿Piensas amanecer aquí? —preguntó Andreia sin apartar la vista del frente—. Hace frío.
—¿Crees que nuestro padre nos está mirando en este momento? —Otro trago—. ¿O nuestra madre?
—No lo sé —respondió ella con un suspiro—. Supongo que sí.
—¿Crees que...? —La voz se le quebró. Andreia se dio cuenta de que tenía el rostro bañado por las lágrimas—. ¿Qué se sientan orgullosos de mí?
Rowan se llevó una mano al rostro para ocultar los sollozos que parecían ahogarlo. Andreia se sorprendió, no estaba preparada para eso, mucho menos para consolarlo. Aun así lo abrazó de costado y dejó caer la cabeza en su hombro.
—Siempre estuvieron orgullosos de ti, nunca dejaron de pensarte.
—Yo, yo los traicioné —sollozó—. Traicioné a mi familia y a mi reino durante años.
—No seas duro contigo, no tenías opción.
—Sí la tenía, siempre la tuve. —Rowan por fin volteó a mirarla. La barba de días, los ojos ojerosos llenos de desesperación y dolor—. Pero una y otra vez lo elegí a él. Hasta que...
—Hasta que se le ocurrió casarme con el príncipe de Enframia. —Andreia adivinó y Rowan asintió.
—Tú no ibas a aceptarlo. Yo no podía dejar que él te hiciera daño, eres lo único que me queda.
Rowan se abrazó a ella y a Andreia se le constriñó el corazón, los ojos le picaban. No conocía los pormenores de la relación de su hermano y Eirian, pero por como estaba de afectado, adivinaba que el emperador del Norte significaba mucho para él.
—¿Lo amas? —preguntó en un susurro.
Rowan se separó del abrazo y se limpió el rostro con las palmas de las manos. «Con toda el alma». El pensamiento le llegó con total claridad, no obstante, Rowan no respondió de inmediato. Miró largo rato el lago, tal vez esperaba que la luna que brillaba sobre él le diera algún consuelo o lo hiciera la botella de la que volvió a beber.
—Estoy enamorado de alguien que no existe, de un espejismo —respondió con la voz quebrada—. De lo que fue o tal vez de lo que pudo ser.
Andreia observó su rostro atormentado y luego la botella casi vacía en su diestra. Sintió miedo al recordar las palabras de Daviano: «En cuanto el amo toqué la flauta, Rowan bailará a su ritmo». ¿Podía confiar en su hermano que parecía tan roto debido a su amante, el cual era nada menos que el enemigo a vencer? ¿O en el último momento los traicionaría para volver con Eirian?
—Dudas de mí. —Rowan volteó a verla con una amarga sonrisa. Andreia comprendió que él también estaba escuchando sus pensamientos—. Lo entiendo, soy su puta, eso dicen todos. También soy un despreciable traidor. Primero los traicioné a ustedes, ahora lo traiciono a él. No hay honor en mí.
Andreia apretó su mano, Rowan rebosaba dolor y culpa, podía sentirlo en su propio pecho y era casi insoportable.
—No es así, no creo nada de eso de ti. Estás haciendo lo correcto ahora —dijo ella.
Él asintió poco convencido.
—Escucha, no te traicionaré ni a ti, ni a mi reino, antes me arrancaré el corazón. ¡Te lo juro!
Rowan tomó su mano y le besó los nudillos, luego exhaló un gran suspiro y volvió a mirar el lago.
«Lo destrozaré, no quedará nada de ninguno de los dos después de esto» pensó Rowan y ella, afligida, bajó la vista hasta su regazo.
—Iré por otra botella —dijo y Andreia alzó la vista para verlo de nuevo. Rowan escurría las últimas gotas de hidromiel en su boca.
—Deberías ir a dormir, creo que ya has bebido suficiente. Mañana hablaremos con calma, verás que a la luz de un nuevo día todo lucirá mejor.
Ella le dio la mano y lo ayudó a levantarse. Abrazados regresaron al castillo.
***Hola mis amores. Rowan está deshecho por su decisión de traicionar a Eirian ¿Soportará cuando finalmente se enfrenten o caerá frente a él como siempre?
Fotito de Andreia y Rowan frente al lago (aqui no parecen vampiros jajajaj).
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