Capítulo XVII: Caos en Doromir

 Anto relinchó cuando Rowan tiró de las riendas para detener su avance, corcoveaba inquieto mientras la multitud esquivaba sus largas patas, así como la del resto de los caballos de los soldados. Varios tarantines se hallaban en el suelo, la mercancía pisoteada bajo los cascos de las monturas, mientras los gritos de las mujeres resonaba en sus oídos. No estaba acostumbrado a lidiar con civiles, tampoco sus hombres, debía restringir el uso de la fuerza y evitar herir a inocentes. No obstante, eso podría acarrear que los alborotadores escaparan, si es que ya no lo habían hecho.

—¡Todos quietos! —gritó con fuerza para hacerse oír por encima del alboroto—. ¡Necesito interrogaros! No les haremos daño. —Luego Rowan miró a uno de sus hombres—. ¡Qué nadie salga de las inmediaciones del mercado!

De inmediato, el soldado acató la orden junto con otros más y se apostaron en la calle principal y otras que conectaban con el mercado, frenando a todo aquel que tratara de huir.

Una sexta después y luego de mucho esfuerzo, Rowan logró que todos los que se encontraban en el mercado en el momento del nuevo atentado formarán una fila. Hombres y mujeres, comerciantes y compradores lo miraban con ojos aterrados mientras él se paseaba sobre Anto, observándolos con detenimiento.

Finalmente, descendió del caballo y comenzó el interrogatorio. Varios soldados custodiaban a las personas y otro hacía de escriba, anotando en un pergamino el nombre y las señas del interrogado y si vio algo que pudiera ser útil para atrapar a los que continuaban desestabilizando Doromir.

En la última semana, casi a diario sucedía algún acto de sabotaje. Tres días atrás habían agregado un colorante a la represa que abastecía de agua a Noor. Las personas entraron en crisis al ver las aguas ennegrecidas como si se hubiesen enmohecido y fueran en extremo venenosas. Uno de los sanadores del palacio la examinó y determinó que no había nada tóxico, solo una sustancia que la teñía de negro.

Luego hubo una estampida de ganado caprino y ovino. Los animales descendieron desde las aldeas en las montañas poco antes del alba. Atravesaron enloquecidos las calles de la ciudad y ocasionaron daños a varias viviendas de Noor. Al interrogar a los ganaderos, ninguno supo decir qué había asustado a los animales, al punto de ocasionar la estampida desde diferentes fincas distantes entre sí.

La situación se volvió un caos cuando los terratenientes, furiosos por haber perdido gran parte de su ganado, y los habitantes damnificados pidieron que se les indemnizara por los daños. Unos culpaban a los otros y varios se enfrentaron con cuchillos y palos. Rowan tuvo que intervenir y prometerles que el imperio se haría cargo y los compensaría.

Lo último fue lo ocurrido en el templo de Nu-Irsh. Desde el atentado contra la emperatriz, ella y su séquito dejaron de frecuentarlo. El sacerdote se trasladaba al palacio el séptimo día de cada semana y realizaba la ceremonia para la emperatriz. Luego, el religioso regresaba al templo y oficiaba para el resto de los habitantes de la ciudad. En el último de esos oficios ocurrió algo impensable.

Cuando el sacerdote entró al templo encontró las paredes de este y el alto techo abovedado goteando sangre. Pequeños charcos se esparcían por el suelo brillante como si acabara de sucederse una cruenta matanza dentro de él. Los ciudadanos no tardaron en percatarse de lo que ocurría y comenzaron a suponer que todas las desgracias que sufrían se debía a que el Dios del Cielo se hallaba enojado con los emperadores. Desde ese día fue frecuente ver extremistas religiosos en las plazas y el mercado, achacando cada uno de los sabotajes a hechos sobrenaturales, alegaban que el emperador no veneraba a Nu- Irsh como correspondía y por eso el dios se había enojado y los castigaba. Eirian no ofrecía sacrificios, no ayunaba y por si fuera poco, no se le había visto en el templo, ni siquiera para agradecer la próxima llegada del heredero.

Por eso Rowan intentaba poner orden en el mercado. Las cosas se habían salido de control y se había formado una revuelta, una más de tantas en la última lunación. Doromir rápidamente se convertía en un caos.

Luego de pasar casi toda la tarde interrogando personas, tenía identificados a los extremistas religiosos que se daban a la tarea de exaltar a las multitudes. Al menos tenía nombres. Dejó ir a los detenidos con la condición de no participar en nuevas revueltas y junto a sus hombres regresó al palacio, solo para encontrar una nueva calamidad.

—Alteza. —Un joven sirviente se inclinó frente a él en cuanto cruzó el umbral abovedado de la entrada del Amanecer—. El emperador requiere vuestra presencia de inmediato en el salón del trono.

—¿Ha sucedido algo? —preguntó el príncipe con el ceño fruncido.

—Más temprano llegaron varios hawkres.

—¿Malas noticias?

El sirviente alzó los hombres y negó. Rowan entendió que no sabía, así que fue directo a dónde Eirian lo esperaba.

Encontró las puertas del salón del trono entreabiertas y a Eirian analizando el mapa de sus territorios desplegado en la larga mesa de madera. Hablaba solo o al menos eso le pareció.

—¿Deseabas verme?

El emperador alzó el rostro y lo miró muy serio. Sobre la mesa, además del mapa, había varios pergaminos pequeños, del tamaño de los que solían transportar un hawkr.

—Así es —respondió con voz grave y le entregó dos de aquellos mensajes.

Rowan los leyó. Ambas notas eran de Ulfrgarorg, ninguna tenía remitente, ni sello, y decían más o menos lo mismo: Andreia había enloquecido y asesinado a los dos primos de Eirian. Su hermana se negaba a pagar el tributo a Doromir y declaraba libre a Ulfrgarorg.

El emperador apoyó las dos manos en el borde de la mesa y se inclinó sobre ella con la cabeza gacha, los rizos ígneos se desplazaron hacia adelante cubriéndole el rostro.

—Te lo advertí —dijo Rowan—. Era cuestión de tiempo que la situación se saliera de control.

Eirian ladeó la cabeza hacia el otro lado.

—¡Ya cállate!

—Si no quieres que hable, ¿para qué me has mandado a llamar, entonces? —preguntó enojado.

Eirian se enderezó y suspiró, cuando volvió a mirarlo lucía cansado.

—Lo siento, no te lo decía a ti. A veces hay una vocecita molesta susurrándome cosas, advirtiéndome. Creo que goza cuando me equivoco.

—Si esa vocecita te aconsejó sobre esto, debiste escucharla.

Eirian lo observó largamente, lo evaluaba o quizás buscaba qué palabras decir.

—Tus tíos no han podido hacer entrar en razón a tu hermana —dijo finalmente—. Dicen que está decidida a enfrentarnos.

Rowan miró las notas sobre la mesa, una de esas debía ser de ellos. Eirian se acercó más a él, colocó la palma de la mano en su mejilla y le giró la cara para que lo mirara.

—No quiero hacer esto, Rowan, pero ella no me deja opciones. No puedo perdonar una sublevación.

—Es mi hermana, Eirian.

—Lo sé y ha escogido ser también nuestra enemiga.

Rowan se apretó los ojos con el índice y el pulgar, aturdido por la situación.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó el príncipe.

—Iré por ella. No puedo dejarla vivir. Lo siento mucho, mi amor, pero si no doy una respuesta contundente, el resto de las provincias se sublevarán también.

Rowan había temido ese momento y cuando finalmente se presentaba no era menos difícil de lo que imaginó. De haber podido se habría cambiado con cualquier persona, seguro de que el más mísero pordiosero del Distrito Rojo era más afortunado que él.

Bajo ninguna circunstancia podía acceder a qué Eirian fuera a Ulfrgarorg y menos de que matara a su hermana.

—No puedes ir tú —dijo disimulando el desespero que lo agobiaba—. La situación en Noor no es buena. Los extremistas religiosos cobran cada vez más fuerza. Si te vas, no dudarán en decir que abandonas el reino y que Nu- Irish te da la espalda, sería el caldo ideal para una guerra civil. Debes quedarte, hacer sacrificios públicos para el Dios del Cielo y penitencia.

—¡¿Qué?! —Eirian sonrió incrédulo—. No estás hablando en serio, ¿verdad?

—Muy en serio —respondió Rowan—. Hoy otra vez hubo revueltas en la ciudad, cada día son peores, muchas más personas participan. Si te vas, ¿a quién dejarás encargado del reino? ¿A Brenda? Su embarazo está muy avanzado, tantas preocupaciones podrían hacerle daño a ella o al bebé. ¿Dejarás a tu hermano, quien siempre ha sido un incompetente? ¿O al primer consejero?

Eirian lo observó un instante.

—Podría dejarte a ti.

—¿Estás loco? Ese sería un gran error, el peor de todos. No tengo línea con la corona, la corte y todos los que no me quieren aquí se nos vendrían encima, tu hermano el primero. No, quédate. Déjame hacerme cargo de Ulfrgarorg y de mi hermana.

Eirian apretó la mandíbula y le dio la espalda, de nuevo se concentró en el mapa. Rowan sabía la verdadera razón de porqué lo esquivaba, él no quería dejarlo ir. Se acercó a él y buscó sus ojos, retirándole los largos mechones rojos hacia atrás.

—Escucha, tomaré Ulfrgarorg y apresaré a mi hermana y a sus seguidores. Estabilizaré el reino. Una vez que logre reducir la rebelión regresaré y tú... —Rowan apretó los dientes un instante, lo que diría iba en contra de todo lo que él era, de su linaje y las promesas que le hizo a su padre moribundo—. Tú puedes nombrar un nuevo regente. Regresaré a Doromir y me quedaré a tu lado.

Eirian lo miró estupefacto, tampoco él daba crédito a lo que estaba diciendo.

—¿Estás seguro? —preguntó Eirian, mirándolo a los ojos mientras acunaba su mejilla—. ¿Renunciarías a la corona de Ulfrgarog voluntariamente?

Rowan tragó.

—No soporto más que sigamos discutiendo, no quiero continuar viviendo de esta forma. Ya tomé mi decisión.

—Rowan —dijo Eirian sujetándole ambos costados de la cara—, perdóname por todo. Debí escogerte a ti antes que a ella. Debí confiar en ti.

—Sí, debiste hacerlo. —El príncipe tomó las manos de Eirian y las apartó de su cara—. Necesito saber qué nobles están contigo, quienes me apoyaran cuando llegue a Ulfrgarorg.

—Tus tíos, por supuesto. Se ofrecieron a matarla, tomar Dos Lunas y esperar mi llegada.

Rowan parpadeó aturdido, demoró un instante en volver a hablar.

—Pero ellos no tienen ejército, ¿cómo planean hacerse con el castillo?

—Con mercenarios de Las Aguas —respondió Eirian—. Ellos, el dreki de Svartgarorg y el de Ormhvert, están con Doromir, te apoyarán.

—Así que mercenarios. —Rowan sonrió, sus ojos recorrieron el mapa una vez más—. Me tomará máximo tres semanas llegar a Ulfrgarorg. Que no hagan nada. Si toman Dos Lunas se armará una resistencia para liberar a Andreia y no deseo una guerra civil. Mi presencia como legítimo heredero del trono debe bastar para apaciguar las aguas. Y si no es suficiente, el Batallón Estandarte lo será.

—Convocaré al consejo —dijo Eirian—. Si encuentras resistencia, no debería aguantar mucho, el ejército de Ulfrgarorg es casi inexistente, lo aplastarás con facilidad.

El emperador dio la orden a uno de los guardias en la puerta mientras Rowan observaba el mapa de las fronteras. El paso en las montañas de Ulfvert sería decisivo en caso de frenar una avanzada. De pronto sintió el brazo de Eirian enroscarse en su cintura, el pecho pegarse a su espalda y el aliento en su oído.

—Lo lamento mucho, mi amor. Debí confiar en ti y nombrarte regente de Ulfrgarorg. No volveré a cometer un error semejante.

Le besó el cuello y jaló con los dientes el lóbulo de su oreja, Rowan se estremeció, luego se dio la vuelta y quedó de frente a él.

—Dile a mis tíos que no lastimen a Andreia, ni a ella, ni a nadie.

—Rowan... —Eirian apartó los ojos de él, inconforme con la petición.

—Eirian, te estoy dando todo lo que soy. Escojo a Doromir antes que Ulfgarorg, a ti por encima de cualquier cosa. Por favor.

—Está bien —contestó Eirian, a regañadientes.

—Promételo.

—Te prometo que no la lastimarán.

—Gracias.

Eirian asintió y Rowan besó dulcemente sus labios. Al separarse, el emperador le sonrió con tristeza.

—Me hice la promesa de que no te enviaría a una nueva guerra, de que no volvería a arriesgar tu vida...

—Shh. —Rowan colocó el índice sobre sus labios—. No te preocupes, estaré bien, no va a pasarme nada.

Eirian lo abrazó con fuerza y apoyó la cabeza en su hombro. Rowan cerró los ojos y correspondió el abrazo. Hubiera deseado creer con todas sus fuerzas la mentira que había dicho, pero estaba seguro de que después de esa decisión, nada estaría bien.

GLOSARIO

Hawkr: Ave rapaz usada para enviar mensajes

Ulfrvert: Del lísico. Ulfr: lobo. Vert: Camino. La traducción literal sería Camino de lobos. Es una cordillera de altas montañas nevadas que parte desde Northsevia y atraviesa la región del norte. Algunos piensan que todavía hay lobos cambiaformas en ella. Se dice que en una cueva en una de sus montañas, el héroe Doh.mir encontró la Espada de Fuego con la cual venció a los cambia formas hace cientos de años.

Ulfrgarorg: del lísico. Garorg: Tierra. Tierra de lobos

***Hola mis amores. ¿Qué les pareció el capítulo? Andreia contra Rowan, ¿a quién le apuestan?

Nos leemos el próximo viernes, besitos.

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