Capitulo XLVIII: La reina y su guardia real
Como diferentes caminos que llevaran a un mismo destino, Andreia tenía varias ideas en la cabeza, y todas derivaban en un solo objetivo: la venganza.
Desde que Cardigan puso los ojos en su nación y obligó a su padre a rendirle vasallaje, entregándole a Rowan como muestra de sumisión, Ulfrgarorg se convirtió en el reino de los débiles, o eso creían los demás, que podían pisotearlos y humillarlos. Pues bien, ella se encargaría de demostrarles que estaban muy equivocados.
Sus dedos se cerraron alrededor de la muñeca de Xena y tiró de su brazo delgado; con ella aferrada, caminó por las galerías del palacio. La muchacha protestaba e intentaba liberarse, pero Andreia la tenía bien sujeta. Entró al salón azul y Lena cerró la puerta detrás de ellas, solo entonces soltó a Xena.
—¡¿Qué demonios os ocurre?! —La muchacha se frotó la muñeca.
Andreia vio que sus dedos dejaron marcas rojizas en la piel morena y se arrepintió de su brusquedad y pérdida de control. Exhaló un par de veces para calmarse antes de hablar.
—Xena, os pido disculpas. Por favor sentaos. Necesito precisar algunas cosas contigo.
La chica la miró con desconfianza, sin embargo, tomó asiento en el diván frente a ella.
—Decidme, ¿cómo es que vuestra tribu supone que los cambiaformas volverán a la vida? ¿Hay algún hechizo para lograrlo?
—¿Por qué quieres saber eso?
—¡Solo decídlo, maldita sea! —Perdía el control otra vez. Se alisó el cabello hacia atrás e inhaló con fuerza—. Estamos en problemas, Xena. Es cierto, mi hermano fue secuestrado y la espada con él, por eso necesito que me ayudéis. Si los cambiaformas vendrán me gustaría saber cómo la harán. Quiero estar preparada cuando el momento llegue.
—¡La única forma de estar preparados es con La Espada de Hielo y la habéis perdido!
—Ya. Es cierto, tienes razón —le contestó con voz cansina—. No será fácil recuperarla, por eso necesito de vuestros conocimientos. En la época de la leyenda, cuando Do.mirh los venció, ¿cómo eran ellos? ¿Eran monstruos sin raciocinio o tenían algún líder? Dices «cambiaformas» y eso sugiere que pueden transitar de bestia a humano, ¿cómo lo hacían?
Xena la miró confundida.
—Yo... No.... No estoy segura.
—¿Cómo no estáis segura? ¡Sois la sacerdotisa de La Espada!
—Sí, pero todavía no termino mi formación. ¡Hay cosas que desconozco! Siempre han existido seres con magia como los alferis o las hadas, así eran los cambiaformas o los Bregna. Cuando los humanos llegaron a Olhoinnalia, los cambiaformas se salieron de control, atacaban a los humanos, hasta que apareció Do.mirh con la espada y los venció.
Esa explicación no la ayudaba en nada, era demasiado vaga y ella necesitaba precisión. Para ser honesta, le hubiera gustado que la explicación incluyera de algún hechizo milagroso que los volviera a la vida. La leyenda daba a entender que La Espada de Hielo y los cambiaformas estaban conectados de alguna manera: cuando uno regresara lo haría el otro. La espada estaba unida a Do.mirh que era un vermishei. Cientos de años después, otro vermishei había encontrado la espada. La asociación estaba ahí: vermishei y cambiaformas se enlazaban. Solo tenía que descubrir como o por qué lo hacían.
—Iremos a vuestra aldea, a hablarle a los ancianos de lo que ocurrió con la espada.
La chica la miró con temor.
—Si les decís que perdí la espada, me castigarán.
—No fuisteis vos quien la perdió, fui yo.
—Era mi misión cuidar de ella.
La chica suspiró y agachó la cabeza, acongojada. Andreia casi se compadeció, no obstante, necesitaba ir con esa tribu y encontrar respuestas.
—No os preocupéis, la recuperaremos.
La muchacha asintió y salió del salón, dejando a Andreia y a Lena a solas.
Andreia se tumbó en uno de los divanes, acarició su frente y suspiró. Se sentía agotada, pero todavía no era momento de descansar. Había otro asunto que debía resolver, uno cuyo objetivo era la venganza.
—Vamos, Lena —dijo, levantándose de nuevo—. Hay otro asunto que debemos resolver.
Andreia caminaba por los corredores del palacio de dos Lunas acompañada de Lena y seguida por soldados de su guardia personal. Estos últimos, llegados a un punto, se dividieron y tomaron distintos rumbos. Unos tenían como orden apresar a las doncellas de la princesa Odeth y otros a Dana, su guardia personal, mientras ella y Lena iban por la princesa.
Lena tocó la puerta de la recámara con fuerza, una de las doncellas fue la que la recibió.
—Majestad —dijo la joven, inclinándose al verla.
—¡Levantad a vuestra ama!
La joven abrió grande los ojos y, nerviosa, entró a la recámara. Luego de lo que tarda en consumirse en el fuego una brizna de paja, regresó junto con la princesa. Odeth, despeinada y en camisón, miró a Andreia con sus enormes ojos azules asustados.
—¡Odeth Oberseth de Enframia, vos y vuestra familia habéis cometido traición contra el reino de Ulfrgarorg! —dijo Andreia mirándola con frialdad—. ¡Desde ahora estaréis confinada en vuestra recámara hasta que decida cuál será vuestro castigo!
Odeth sonrió dulcemente, ¿había entendido algo de lo que le dijo? A Andreia en realidad la traía sin cuidado. Sabía que la princesa no tenía un ápice de cordura, no obstante, pertenecía a la familia real y era su deber hacerlos pagar, así que empezaría por ella. A la princesa solo la recluiría, pero a la capitana que entregó la nota que aseguraba la lealtad de Manfred, a ella la enviaría en pedazos con su maldita ama.
Dio la orden de que dos soldados de su guardia real custodiaran día y noche la puerta de la princesa y que su séquito fuera encarcelado en las mazmorras, excepto una doncella que permanecería con Odeth para atenderla.
—¿Crees que soy una villana? —le preguntó casi en un susurro a Lena, una vez que las dos entraron a los aposentos de la reina.
Andreia cerró la puerta y caminó hasta la mesa donde había una bandeja con frutas frescas, quesos y vino de uvas, sirvió dos copas y le ofreció una a Lena.
—No —contestó la comandante—. Solo creo que hay mucho dolor en vuestro corazón.
Andreia bebió de su copa y suspiró. Sí, había mucho dolor. En el transcurso de su vida lo había perdido todo y cuando creyó recuperar a su hermano, Eirian volvió a arrebatárselo.
—Me siento acorralada, Lena. Necesitó un ejército invencible y se me ocurrió una idea, una que me fascina, pero al mismo tiempo me aterra.
—Decidáis lo que decidáis, Majestad, os apoyaré.
—¿Así sea una locura?
—Confío en vuestro buen juicio, no seréis capaz de tomar una mala decisión.
Andreia miró esas enormes esferas celestes y deseó tener en sí misma la confianza que Lena tenía en ella.
—Te admiro tanto. Perdiste tu familia y aquí estás, con tu dignidad intacta.
—Eso es porque decidí perdonar y seguir adelante, majestad. —La voz serena, los ojos diáfanos—. El príncipe Rowan fue quien comandó la batalla donde fallecieron mis hermanos. Durante algún tiempo lo odié y soñaba cada noche que lo asesinaba. —Andreia tragó, se arrepintió de haber dirigido el tema a esas aguas pantanosas—. Durante algunas lunaciones no encontré más propósito que odiar, Majestad. Pero luego me di cuenta de que eso no tenía sentido y no me llevaría a ninguna parte, ni siquiera si lograba asesinar al príncipe, tendría a mi familia o mi antigua vida de regreso. Fue cuando decidí perdonar. Así son las guerras, unos ganan y otros pierden. En mi caso perdí yo.
Andreia no sabía qué decir, apuró más vino mientras contemplaba la serena expresión de la mujer frente a ella. Era cierto, Rowan, bajó el mando de Eirian, masacró a muchas nobles familias de los reinos que conquistó para él, ¿ahora pagaba el precio de sus crímenes? No deseaba pensar en su hermano como en un asesino. El culpable era Eirian que lo obligó a todo eso.
—Lena, yo no debí mencionar nada de esto. Lamento mucho lo que has pasado y más porque fue a manos de mi hermano.
Lena negó con una diminuta sonrisa.
—No os preocupéis, Majestad. No le guardo rencor a Su Alteza. Lo que quiero deciros es que la única forma en que lograréis estar en paz es cuando os liberéis del odio y la venganza.
Los ojos de Lena eran océanos de calma mientras ella por dentro se sentía azotada por una tormenta.
—No puedo. No soy tan buena como tú. Quiero que Eirian pague por lo que ha hecho al igual que Manfred y por sobre todo, deseo rescatar a Rowan.
—Yo os ayudaré, Majestad. Estaré siempre de vuestro lado.
Andreia sonrió y se acercó más a ella. De inmediato, un adorable carmín se extendió por las mejillas de Lena.
—Deja de decirme «Majestad» cuando estamos solas.
Sin poder contenerse, Andreia se puso de puntillas y la besó. Los labios de Lena eran como sus ojos, tenían el poder de abstraerla de la realidad. Sin embargo, estos no le traían calma, sino que la arrojaban a las llamas, ¡y por el Dios del cielo que deseaba quemarse hasta volverse cenizas!
Lena se congeló un instante que no duró mucho. Cuando superó la sorpresa, cerró los ojos y atrajo hacia sí a Andreia, profundizando el beso de una forma apasionada. La lengua de la comandante penetró su boca sin ningún respeto, la saboreaba y se paseaba adueñándose de ella. Las manos fuertes apretaron su torso por encima del uniforme de cuero que aún no se quitaba.
Andreia gimió en medio del beso y enredó los dedos en las puntas rubias que se sentían igual a seda. De un momento a otro y casi sin pensarlo, empezó a desatar las correas que sujetaban las piezas de la armadura ajena, las cuales cayeron al suelo con un sonido metálico. Pronto ya no hubo avambrazos, hombreras, ni coraza que cubrieran a Lena. Pasó las manos por encima de su espalda cubierta por el uniforme de cuero y sintió el cuerpo delgado de músculos firmes.
Andreia dejó su boca y la miró a los ojos con la sangre y el corazón vueltos un caos, anhelaba quitarle el uniforme y tocarle la piel.
Un cordón unía los extremos en el pecho, atándolo firmemente en una cadeneta, la cual iba desde el cuello y hasta la cintura. Los dedos delgados de Andreia se extendieron en tanto se disponía a jalar de las puntas y desvestir a Lena, pero esta sujetó su mano antes de que pudiera hacerlo.
—¿Qué sucede? —preguntó Andreia, confundida por su actitud—. ¿No quieres?
—Lo deseo mucho, Majestad, pero...
—En este momento no quiero ser tu reina, Lena. ¿Es eso a lo que temes? Por favor, olvida que soy tu reina. Solo soy Andreia, una mujer que te desea.
Lena tragó y deslizó los ojos por su figura, era como si librara una lucha interior entre lo que deseaba y lo que creía correcto. Andreia no quería que luego se sintiera culpable o se arrepintiera, tampoco quería lastimarla.
—Está bien —Andreia acarició su mejilla pálida y sonrió—, no tenemos que hacer esto si no quieres.
Lena fijó los ojos en su boca y la acercó a su cuerpo tomándola por la cintura. Esa mirada azul que ya no era serena, sino ardiente y agitada, fija en sus labios, la estremecía. Andreia empezó a respirar con dificultad, hasta que finalmente, Lena la besó. Las manos de la comandante parecieron dejar atrás cualquier reticencia, pues se afanaban en desatar las correas y quitar las partes de la armadura, mientras sus labios, brasas encendidas, continuaban quemándola.
Pronto no quedó ninguna pieza de metal sobre su cuerpo. Lena se apartó un poco y ladeó la cabeza, con suavidad desamarró los cordones de su uniforme de cuero y los extremos se abrieron. Andreia tenía el corazón desbocado, otra vez esos orbes la recorrían como si quisieran devorarla. La comandante deslizó los dedos por la piel expuesta desde el nacimiento del cuello y entre los senos mientras Andreia temblaba.
Andreia había mantenido relaciones tanto con hombres como con mujeres, no era una jovencita inexperta y, sin embargo, era justo así como se sentía frente a Lena, no lo entendía. Cruzó las manos sobre el pecho, invadida por un pudor repentino, pero Lena, con delicadeza, las apartó y abrió el uniforme, dejando expuestos sus pechos. Los ojos azules brillaron al contemplarlos. Lena acarició uno, luego lo apretó un poco.
—Sois muy hermosa, Majestad.
Acto seguido se lo metió en la boca mientras acariciaba al otro. Andreia echó la cabeza hacia atrás, entregada al placer de sentir la lengua húmeda y los dedos endurecerle los pezones. Cuando Lena abandonó sus pechos, Andreia aprovechó para desvestirla.
Le quitó la parte de arriba y contempló un cuerpo delgado y atlético, con pechos pequeños y la piel surcada de algunas cicatrices. Pasó los dedos por ellas, mirándola a los ojos. Se preguntó cómo se las había hecho, quiso conocer la historia detrás de cada una de sus heridas. Luego, con delicadeza, acarició sus senos apenas con la yema y, como si fueran flores nocturnas que se abrían al anochecer, así comenzaron a endurecerse bajo su toque ligero. Volvió a besarla en los labios, dejando cada vez más de lado la timidez que había sentido antes.
Mientras se tocaban y besaban, se quitaron también los pantalones y quedaron desnudas frente a frente. Volvieron a abrazarse, dejaron que sus pieles se reconocieran, que el calor de una impregnara a la otra y que sus salivas se mezclaran mientras las lenguas no se separaban.
Andreia quería fundirse en ella. Había estado tan sola siempre, incluso cuando su padre vivía y lo único que hacía era pensar en Rowan, a quien todos creían un traidor. Y después, cuando él volvió, siguió sintiéndolo distante, en una isla lejana en la que peleaba con sus demonios. En cambio, Lena estaba allí, callada, serena, a su lado siempre, entendiéndola.
Abrazadas avanzaron hasta que Lena la tumbó de espaldas en la cama, la miró un instante antes de dejar un reguero de besos por todo su cuerpo y descender a ese húmedo lugar entre sus muslos que parecía presa de un incendio. Lena la recorrió con la lengua, separando cada pliegue y hundiéndose dentro de ella, que había dejado de pensar. Las piernas de Andreia, flexionadas y muy separadas, permitían el espacio necesario para que la capitana pudiera acceder con facilidad.
Entonces cambió la boca por los dedos, Andreia gimió de placer al sentir los corrientazos que la recorrieron y dejaron su cuerpo tembloroso. Quería más, necesitaba más. Lena, sobre ella, se hundía una y otra vez sin dejar de besarla en la boca. Si seguía, se correría muy pronto y ella también quería retribuir algo del placer que recibía. Como pudo, hizo lo mismo, palpó su zona baja y la encontró empapada y caliente. Introdujo primero un dedo y la sintió estremecerse. Lena gimió contra su oído, el aliento ardiente le erizó el vello del cuerpo. Entonces, Andreia metió un segundo dedo, seguido de un tercero. Mientras con el pulgar tocaba ese pequeño bulto, Lena perdió el control y empezó a retorcerse y jadear en voz alta.
Las bocas ya no se besaban, pues los suspiros y gemidos las ahogaban. Las gotas de sudor perlaban las pieles, los párpados apretados y los dedos que salían y entraban empapados, sin detenerse. Soldados dispuestos a ganar una batalla, que las acercaban cada vez más a ese lugar tan anhelado, mientras sus corazones temblaban consumidos por la pasión.
El grito del orgasmo de una se confundió en la garganta de la otra. Lena se derrumbó sobre su pecho y Andreia abrió los ojos en medio del espasmo, sintiendo cómo todo su interior se contraía rítmicamente en oleadas deliciosas una y otra vez. En algún momento se quedó dormida en una isla junto a Lena, muy lejos de los monstruos, del dolor y el odio.
*** Bueno, fue mucho porno sáfico, que espero que les haya gustado. Jeje tengan en cuanta que esta es mi primera vez escribiendo este tipo de escenas.
Los cambiaformas... ya vienen jajaja ToT no desesperen. Por ahí me preguntaron ¿cuanto falta para el final? Bueno, falta todavia, entre 10 y 15 capitulos, no estoy segura porque no he hecho la escaleta por capitulo, pero aun falta desarrollo de personaje (Eirian es contigo).
Nos leemos el próximo viernes y déjenme en comentarios que les pareció el capitulo por fis, si les gustó la escena, si hubiesen preferido que fuera mas explícita, si no les gustó para nada, todo comentario es bien recibido, incluso los que me hacen llorar jajaja.
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