Capitulo XLVII: Melancolía

Las paredes de lona verde se movían ligeramente a causa del suave viento que silbaba afuera. La calidez y la tenue luz de los braseros esparcía por toda la tienda una sensación de calma luego de una furiosa tempestad. Eirian suspiró. Con cuidado de no despertarlo, se levantó del lecho y arropó a Rowan con las gruesas pieles. Él se cubrió con una túnica de terciopelo verde decorado con arabescos dorados, echó agua en una palangana de cobre y la calentó en el fuego de uno de los braseros. Luego volvió con él y lo descubrió.

Rowan todavía tenía sangre seca de la batalla en el rostro y restos de fluidos en los muslos y el abdomen. Eirian, suavemente, con la toalla, se dedicó a limpiarlo. No pasó mucho tiempo antes de que despertara.

—¿Qué mierdas estás haciendo? —El príncipe lo miró enojado y medio dormido.

Eirian exhaló con la toalla a medio camino entre la palangana y su piel.

—Te aseaba. No querrás dormir así.

—Es tu obra —respondió con el ceño fruncido—. Creo que dijiste que querías verme siempre goteando tu semen.

Eirian carraspeó un poco arrepentido. Cuando recordaba lo que había hecho momentos antes, se sentía como si de alguna forma no hubiera sido él del todo.

—¿Quieres que yo lo haga o... prefieres asearte tú mismo? —ignoró el comentario punzante del príncipe.

—Como si te importara lo que yo prefiera. —Rowan cerró los ojos y se acomodó de nuevo entre las mantas, dispuesto a seguir durmiendo—. Siempre haces lo que te da la gana. Haz como quieras también ahora.

Eirian volvió a suspirar y dejó la toalla dentro de la palangana.

—No has comido. Iré a pedir que traigan algo para ti.

—¿A qué juegas? —Rowan giró entre las pieles y lo miró con una de sus oscuras cejas alzada—. Acabas de drogarme. Dijiste que sería tu esclavo, que me encadenarías en un calabozo donde me violarías hasta cansarte. ¿Ahora sales con que quieres limpiarme y darme de comer, todo como si fueras un dulce amante?

—Rowan... yo... —¿Yo qué? ¿Qué podía decirle? ¿Que lo perdonara? Lo hecho, hecho estaba. Endureció el gesto y habló entre dientes—. Intento ser gentil, pero veo que no sirve de nada.

—¿Gentil? —Rowan rio y volvió a cerrar los ojos—. Tienes razón, no sirve de nada.

Eirian lo miró entre dolido y furioso, pero no volvió a hablar. Se colocó una gruesa capa negra encima de la túnica, salió de la tienda. El suspiro salió de entre sus labios y se perdió en el aire, una pequeña nube de vapor disolviéndose en la frialdad del invierno. Tenía de nuevo a Rowan, era lo que importaba.

—¿A qué costo? —Su hermano se materializó junto a él—. Desataste una guerra solo por recuperarlo. Miles murieron, y ¿para qué? ¡Para violarlo! ¡Rowan te odia más que nunca!

Eirian caminó unos pasos alejándose de la tienda y los soldados que la custodiaban. Algunos que prestaban guardia y se calentaban frente a las fogatas se inclinaron a su paso.

—Me odia desde hace mucho, ¿qué más da? —dijo cuando estuvo solo por las calles del campamento—. Es mío y es lo que importa.

Eirick negó un par de veces.

—No sigas lastimándolo —le suplicó.

Eirian giró y lo miró incrédulo, los ojos opacos de Eirick eran como dos faros que intentaran iluminar la negrura de una noche neblinosa.

—¿Y qué hay de todo el daño que él me ha hecho a mí? ¡Eres mi hermano, pero no te importa cuánto he sufrido! —Luego murmuró—: Nunca te ha importado, te suicidaste dejándome. ¡Si no vas a apoyarme mejor desaparece!

Tenía un regusto amargo en la boca y el pecho le dolía al pensar en Rowan. Respiró profundo para tranquilizarse y continuó caminando entre las tiendas de rústica lona, con Eirick flotando a su lado y susurrando una reprimenda que parecía interminable. Escuchaba la voz hueca y grave, sabía que le reclamaba por su conducta, la cual en algún momento de la perorata llamó vergonzosa y reprobable, pero no quería prestar mayor atención a sus palabras, si lo hacía se sentiría infinitamente peor.

Más adelante se encontró con el capitán Brand Orson. El joven se cubría del frío con una capa gruesa, se acercó e hizo una reverencia en cuanto lo vio.

—Majestad, Iba a vuestra tienda a entregarle esto. —La esbelta mano enguantada le tendió un pergamino enrollado—. Un haurk acaba de traerlo desde el palacio del Amanecer.

La pequeña nota que tenía un lacre con el sello de su consejero Drustan. Eirian la tomó de forma distraída. Había recibido otras desde hacía media lunación provenientes del Amanecer, las cuales se acumulaban en su arcón. No había leído ninguna.

—¿Se os ofrece algo más? —preguntó el joven con los ojos castaños brillantes y una pequeña sonrisa—. ¿Desea que le sirva de algún modo?

—Eh... —Eirian titubeó.

Dos noches atrás habían estado juntos y la entusiasta actitud del capitán le hacía vislumbrar lo que esperaba en ese momento. Tal vez debía complacerlo y de esa forma olvidarse de Rowan, aunque fuera por un instante. Más tardó en considerar la opción que en revivir parte de los besos de hacía un momento. Vio de nuevo los ojos dorados del príncipe ardiendo como el fuego y le pareció escuchar en su oído los gemidos contenidos. Carraspeó antes de hablar.

—Decidle a alguno de los soldados que me lleve comida a la tienda.

—¿Comida? ¿Solo eso deseáis?

—Sí.

—¿Nada más? —Y ahí estaba de nuevo el brillo ilusionado que Eirian decidió ignorar.

—De hecho... Que también lleven una botella de hidromiel y que la carne sea de cerdo.

El capitán Orson se despidió con un decepcionado «sí, Majestad» y se alejó para cumplir la orden.

En algún momento de la caminata, Eirick desapareció, quizá decepcionado de que no le prestara atención. Eirian regresó a la tienda y se sentó en la silla frente a la mesa, desde ahí observó a Rowan dormir. Su elegante perfil apenas iluminado por la luz de los braseros, tenía los labios entreabiertos y su pecho subía y bajaba con tranquilidad.

—Majestad, aquí está lo que me habéis... —Brand tardó en llegar con los alimentos lo que tardan en consumirse en el fuego dos briznas de paja.

—Shhh —lo calló Eirian levantándose para recibir la bandeja—. Silencio.

—¿Es... el príncipe Rowan? —preguntó el capitán en voz baja, con el ceño fruncido, mirando las mantas donde Rowan dormía—. ¡Él os traicionó! —Brand lo miró estupefacto—. Cuando en el Valle del Colmillo dijisteis que deseabais que lo atraparan, pero que no le hicieran daño, pensé que era porque queríais matarlo vos mismo. ¡Ahora él está en vuestro lecho! ... No lo entiendo.

—¡No es necesario que entendáis nada! —lo cortó fríamente Eirian—. Salid ahora.

—Toda esta guerra ...

—¡He dicho que salgáis!

El muchacho lo miró dolido, pero de inmediato recompuso el gesto y abandonó la tienda con una reverencia. Eirian resopló molesto ante los absurdos reclamos del joven; no obstante, no le dio mayor importancia y volvió a sumergirse en sus pensamientos y la contemplación de Rowan. No estaba seguro de si despertarlo para comer sería una buena idea dado su mal humor anterior, así que prefirió esperar a que él se levantara solo.

Dormido lucía tranquilo y en paz, como en aquella época en la que no habían ocurrido infinidad de cosas horribles entre ellos y eran felices juntos. El viento rugió afuera y las paredes de lona se agitaron, incluso las llamas en los braseros temblaron y crearon infinidad de sombras que danzaron sobre la piel del príncipe durmiente. Eirian metió la mano entre su propia ropa y sacó el colgante de madera y cuero. Rowan seguía llevando el suyo. No creyó que lo conservaría. Cerró los ojos y vagó por los recuerdos recientes y distantes; por las peleas y los besos; por las decepciones y las esperanzas. Navegando entre reminiscencias, se durmió sin darse cuenta.

***

Eirian, que seguía en la silla, abrió los ojos. Los quejidos provenientes del lecho lo despertaron. El príncipe se removía en un sueño intranquilo, su rostro se contraía, murmuraba y gemía en medio de una pesadilla.

Se acercó para tranquilizarlo, Pero antes de que pudiera hacerlo, Rowan se incorporó con los ojos desenfocados y muy abiertos.

—¡Los lobos! —dijo con la respiración acelerada—. ¡Ella está en peligro!

Rowan apartó las pieles que lo cubrían, se levantó sin darse cuenta realmente de donde estaba. Cuando no pudo caminar, movió la cabeza de un lado a otro y despertó del todo.

—¡¿Qué mierdas es esto?! —Miró hacia el suelo, a la cadena anclada a él y a un grillete en su tobillo derecho. Luego observó a Eirian con los ojos convertidos en llamas—. ¡Maldito infeliz, te dije que no huiría! ¡Te di mi palabra!

—Así es. Perdóname por no confiar en ella—. Eirian se levantó de la silla con los músculos del cuello y la espalda adoloridos por haber dormido toda la noche en una posición incómoda.

—¡Libérame, asqueroso bastardo!

—Por si lo olvidaste, eres mi prisionero. Estarás encadenado en adelante.

Rowan lo miró entre el horror y el enojo y volvió a jalar de la cadena.

—¡Te haré pagar por todo esto! ¡Juro que voy a matarte!

—No espero menos de ti —murmuró solo para él. Se dio la vuelta y antes de salir de la tienda volvió a hablar—: Pediré algo de comer. Anoche trajeron cerdo, pero está frío.

A sus espaldas, Rowan continuó insultándolo y jalando inútilmente de la cadena. Eirian, afuera, dio la orden a uno de los soldados para que trajeran el desayuno. Permaneció un instante observando el cielo de la mañana de un gris plomizo y los restos de las pocas fogatas que permanecían encendidas. Finalmente, suspiró y volvió a entrar, resignado a enfrentar la furia del príncipe.

—¡Rata asquerosa! ¡Malnacido! —le gritó Rowan en cuanto entró de nuevo—, ¡Quítame esta mierda!

Eirian lo ignoró y fue directo al arcón donde guardaba sus ropas. Revolvió hasta encontrar lo que quería: una elegante levita de terciopelo verde con bordados y botones dorados que caía un poco más abajo de la rodilla, un jubón negro de seda, y una capa negra de lana y piel de armiño en los hombros para proteger del frío.

—¡En cuánto tenga oportunidad te sacaré los ojos! —continuó gritando Rowan—. ¡Te ahorcaré con tus entrañas!

—Vístete —ordenó y le entregó las prendas—. En poco tiempo partiremos.

—¡No voy a ponerme tu puta ropa! —Rowan se la lanzó a los pies y de inmediato empezó a toser en un fuerte acceso.

Eirian no se inmutó, se agachó y recogió cada pieza.

—Hubo un tiempo en que lo hacías con gusto —dijo y volvió a dejar las prendas en el lecho—. Te aconsejo que dejes el estúpido berrinche y te vistas. Afuera hace más frío que en el jodido Desierto de Hielo y no querrás viajar solo con el pantalón puesto.

Un soldado pidió permiso desde afuera para entrar con los alimentos.

—¡Ah, y come también! —dijo Eirian con la voz más calmada de la que fue capaz, mientras el soldado dejaba la bandeja con pan, frutas y queso sobre la mesa—. Anoche no cenaste.

Cuando paró de toser, los ojos de Rowan seguían destilando odio, su boca se curvó con desprecio.

—¡Te aborrezco! ¡Maldito hijo de puta, voy a matar...! —No pudo terminar de hablar porque volvió a toser.

—Lo sé. También yo te aborrezco. —Eirian sonrió con malicia—, pero no quiero que mueras todavía. Anda, vístete y come por las buenas, no me hagas obligarte.

La mitad del ejército iniciaba la marcha y un par de soldados subía a Rowan al carruaje dónde viajaría junto a Eirian. El príncipe tenía los tobillos y las manos encadenadas y una expresión de profundo desprecio en el rostro. Eirian Iba a entrar detrás de él cuando el capitán Orson llegó a caballo.

—Majestad. —El joven inclinó la cabeza, Eirian lo observó—. Una caravana de mercaderes de esclavos ha preguntado si tenemos prisioneros para vender.

—¿Y? ¿Por qué venís a molestar con esa trivialidad?

—Es que el único prisionero que tenemos es... —El joven se detuvo y Eirian observó la duda en sus ojos, entonces entendió.

—Es el príncipe Rowan. —dedujo y Brand asintió—. ¿Y creísteis que querría venderlo? ¡No seas imbécil y lárgate! ¡No vuelvas a preguntar tonterías!

Brand Orson lo miró dolido, no obstante, asintió sin quejarse.

—¡Sí, Majestad!

El joven dio vuelta al caballo y se perdió entre las tropas.

Eirian subió al carruaje y observó a Rowan vestido con las ropas que le había dado. El príncipe no se inmutó con su llegada, sino que continuó mirando a través del cristal de la ventanilla, ignorándolo como si el paisaje fuera más interesante que su presencia en el vehículo. El emperador apretó la mandíbula y ocupó el asiento enfrente, cada vez más frustrado y enojado.

El carruaje avanzaba entre bamboleos con un traqueteo suave. Rowan no había volteado a verlo ni una sola vez, concentrado en el insípido blanco de afuera. Eirian, molesto por su indiferencia, estaba a punto de tomarlo por los cabellos y obligarlo a que lo mirara.

—¿Dónde está mi espada? —preguntó de pronto, sorprendiéndolo cuando al fin volteó hacia él.

Eirian achicó los ojos antes de contestar.

—No pensarás que soy tan estúpido como para darte una espada, ¿verdad?

—No te la estoy pidiendo, solo quiero saber donde está.

—No era Osadía la que tenías en el Valle del Colmillo.

—No. —Rowan tosió un poco—. La espada que tenía es importante, necesito saber donde está, Eirian.

—¿Y el colgante? —preguntó Eirian con una leve esperanza—. Todavía lo usas.

El príncipe bufó molestó.

—¡Déjate de mierdas! El colgante lo uso en honor a la memoria de Eirick. ¡Ahora dime dónde está la espada que llevaba en el Valle del Colmillo!

Eirian lo observó con suspicacia. De pronto, los celos irrumpieron en su pecho como una tormenta repentina. Osadía fue un obsequio suyo y Rowan la había cambiado por esa otra.

—¿Por qué es tan importante? ¿Es el regalo de algún nuevo amante?

—¡Ja! —exclamó Rowan con burla, en medio de una sonrisa ladeada—. ¡Eres increíble!

Desde afuera tocaron la portezuela del carruaje. Eirian la abrió y se encontró con el capitán Brand cabalgando junto a ellos.

—¡Otra vez tú! —le reclamó enojado—. ¡¿Qué quieres, maldita sea?!

El capitán pareció un instante desconcertado, carraspeó.

—Majestad, están siguiéndonos. Los vigías han identificado a varios hombres, creen que pueden ser soldados de Ulfrgarorg.

—¿De Ulfrgarorg? —Eirian miró de soslayo la sorpresa mal disimulada en el rostro de Rowan y sonrió levemente—. No me extraña. En Ulfrgarorg son incapaces de obedecer.

—Espero vuestras órdenes, Majestad.

—¿Qué debería hacer, Rowan? —Los celos, el enojo y la frustración que llevaba experimentando toda la mañana clamaban por venganza—. ¿Matarlos o tomarlos prisioneros y venderlos como esclavos a los mercaderes?

Rowan no respondió, pero de nada valía su aparente estoicismo, a leguas, Eirian notaba su preocupación.

—Apresadlos a todos —le contestó a Brand—. Creo que mataremos a unos y venderemos a otros. Tal vez el príncipe pueda ayudarnos a escoger a quién dejar con vida y a quién no.

—Eirian... —El ceño de Rowan se contrajo y en sus ojos brilló el peligro.

—¿Eirian qué? ¿Me rogarás? —sonrió lascivo—. Confieso que eso me gustaría. ¡Me encanta cuando suplicas!

El príncipe tensó la mandíbula.

—Si les haces daño...

—¿Me ahorcarás con mis entrañas? —Se rascó el mentón cubierto de una incipiente barba—. No lo creo muy posible. —Señaló las cadenas en sus manos y tobillos—. Por otro lado, si ruegas podría ser benevolente.

El orgullo y el odio en sus ojos dorados permanecían intactos, sin embargo, Rowan debía saber que no tenía opción.

—De acuerdo. —Eirian sonrió y miró al capitán—. ¡Que los maten a todos!

—¡No! —exclamó Rowan, su orgullo doblegándose al fin.

Eirian volteó a verlo y se relamió en medio de la sonrisa. Rowan podía ser un lobo salvaje, gruñir y mostrarle los colmillos todo lo que quisiera, pero él era un lince y una vez más lo acorralaba.

—¿Qué estás dispuesto a ofrecer a cambio de mi piedad?

—Termina con este juego y di qué es lo que deseas —masculló otra vez enojado, mirándolo a los ojos.

Eirian, sin perder la sonrisa, se cambió de puesto y se sentó en el asiento forrado de terciopelo a su lado.

—Estoy seguro de que lo sabes. —Tomó un mechón negro y lo estrujó entre los dedos apreciando su suavidad—. ¿Qué dices?

Rowan apretó los dientes, el odio en sus ojos se intensificó. De haber tenido una espada, Eirian estaba seguro de que le hubiera cortado la cabeza ahí mismo. El pensamiento le causó gracia y sonrió divertido.

—Tsk. —El emperador chasqueó la lengua—. No me gusta esa mirada, mi amor—. Se giró hacia Brand—. Que los maten, capitán.

Rowan jadeó y le agarró el brazo.

—¡Espera!

Eirian lo observó con una sonrisa.

—¿Serás cariñoso?

El príncipe tensó la mandíbula, el odio seguía brillando en sus iris amarillos. No obstante, el gesto duró muy poco, cerró los ojos y asintió una vez.

—¡Excelente! —celebró Eirian—. Estoy amando esto de hacer tratos contigo. —Se giró hacia Brand con una sonrisa radiante—. Capitán, solo apréselos. El príncipe no quiere que los lastimen.

Brand dirigió la mirada a uno y otro, como si no entendiera lo que sucedía entre ellos. Si le sorprendía o molestaba la situación, a Eirian lo traía sin cuidado. Al final el joven asintió.

—Entendido, Majestad.

El capitán se alejó al galope y Eirian se giró hacia Rowan.

—¿Qué te parece si comenzamos con nuestro acuerdo ahora mismo, mi amor?

Rowan contrajo el ceño y apartó el rostro. Eirian lo tomó del mentón e hizo que lo observara de nuevo. Continuaba con el ceño fruncido y mirada amenazante.

Ninguno apartó los ojos del otro, mientras Eirian forzaba el beso.

El carruaje inició el movimiento con un traqueteo brusco, el cual no fue suficiente para lograr que lo soltara, a pesar de que Rowan se resistía, forcejeaba y no abría la boca. Eirian se separó y lo miró decepcionado.

—Me parece que acordamos que serías cariñoso. —Suspiró—. ¿Debería usar más de la botella? Fue difícil encontrar alguien capaz de refinar un afrodisíaco tan potente como ese, ¿sabes? Y no es mucha la cantidad , así que debo usarlo con discreción. —Acarició su mejilla—. ¿O prefieres que mate a tus hombres?

Rowan apartó la mirada a un lado y suavizó la expresión, su cuerpo se relajó. Eirian esbozó una diminuta sonrisa, se acercó de nuevo y con delicadeza tanteó sus labios. Como lo esperaba, no hubo resistencia. Colocó la mano en la nuca de él y acercó su rostro profundizando el beso, el cual fue aumentando la intensidad hasta volverse agresivo. Rowan abandonó la actitud pasiva y movió los labios sobre los suyos con rabia, pero también con pasión. Lo conocía, percibía el aumento del calor en su cuerpo, sentía como su lengua se tornaba cada vez más fogosa al irrumpir en su boca. Notaba su excitación creciente.

Eirian dejó sus labios y fue por el cuello, que siempre lo volvía loco. Apartó el cabello, también la camisa y se dedicó a besarlo y lamerlo; al poco tiempo, Rowan empezó a suspirar.

La voz grave de Rowan era un aliciente en su oído que le hacía hervir la sangre. Sin dejar de besarlo, deslizó los dedos por encima de la camisa, a la altura de la cintura, los paseó por la pretina del pantalón y lo desanudó. Metió la mano dentro y lo encontró más que dispuesto. Rowan gimió cuando lo apretó.

—Mi amor, sé que quieres —le susurró al oído.

No obstante, el príncipe se tensó y lo empujó.

—No.

—¿No? —preguntó Eirian de vuelta—. Mírate, Rowan, estás excitado. Hace un instante estabas perdido en el placer que sentías.

—¡Te odio! —La respiración acelerada lo delataba.

—¡Sigue odiándome, entonces! —Eirian sonrió con rabia y lo jaló hasta sentarlo en su regazo—. Sigue fingiendo que no quieres. —Volvió a meter la mano dentro de su pantalón y acarició la erección caliente y húmeda mientras besaba su cuello y lo sentía estremecerse en sus piernas—. Convéncete a ti mismo de que no lo deseas, porque a mí no puedes engañarme. —Rodeó con la mano el miembro y comenzó a masturbarlo mientras intercalaba frases con besos en el cuello—. Yo te conozco. Conozco tu cuerpo, sé lo que te gusta, lo mucho que disfrutas mis besos.

Rowan lo miró: los ojos como afiladas cuchillas, las mejillas enrojecidas, el ceño fruncido. Eirian sonrió de medio lado y se hundió en su boca con el mismo desespero de siempre.

Podía ser que Rowan lo odiara, que verdaderamente lo despreciara, pero él estaba seguro de que al menos en esos efímeros momentos en los que compartían besos y piel, ambos llegaban a ser uno y por un instante sus almas se fusionaban.

Era todo lo que quería, cuánto necesitaba.

Rowan se incorporó un poco para facilitarle la labor de bajarle el pantalón, Eirian lo sostuvo de las caderas mientras lo acomodaba sobre su erección. Poco a poco fue deslizándose, descendiendo hasta enterrarse por completo. Cerró los ojos al sentirse dentro de él y dejó que fuera el príncipe quien marcara el ritmo.

No importaba que le dijera que lo odiaba, no importaba si de verdad lo hacía, no importaba porque ese momento lo valía todo.

Rowan apoyó las manos encadenadas en su pecho y empezó a moverse arriba abajo, adelante atrás y en círculos. Eirian acarició su cintura y no dejó de mirarlo en ningún momento: los ojos dorados, líquidos, perdidos en el placer; resplandecientes como el sol. El príncipe empezó a respirar fuerte y jadear a medida que incrementaba el movimiento. Eirian deslizó las manos hasta sus glúteos y los apretó para ayudarlo a descender más profundo y rápido.

El vaivén del carruaje parecía colaborar a que ambos alcanzaran pronto el clímax. A través de la ventanilla se veía el paisaje de las tierras heladas que recorrían, aunque adentro ellos se quemaban. Eirian estrujó la firme carne de los glúteos una vez más y comenzó a moverse también, la respiración de Rowan se aceleró, estaba a punto de venirse al igual que él. Eirian alzó la mano, tomó su rostro para acercarlo al suyo y lo besó hondamente mientras ambos explotaban en un orgasmo avasallador.

Se separaron con el aliento entrecortado, respirando el aire del otro. Rowan apoyó la frente sobre la suya y lo miró a los ojos.

—No les harás daño, promételo.

El corazón de Eirian se resquebrajó. ¿Qué había esperado? Por supuesto que lo había hecho por salvar a los prisioneros.

—Lo prometo.

Rowan se bajó de su regazo, sacó un pañuelo de uno de los bolsillos de la levita y se limpió sin decir una sola palabra o dedicarle siquiera una mirada. Eirian sintió deseos de salir del carruaje y echarse bajo sus ruedas, ya no tenía idea de qué estaba haciendo.

*** Jelou Bellezuras, espero que estén bien. Quiero mostrarles la preciosísima escena que dibujó Ross_V_heather . Creo que dos capítulos atrás les dije que hice toda esta novela solo por esa escena, así que me siento muy feliz de verla ilustrada y espero que les guste.

Tal vez algunos se sientan decepcionados de la novela y entiendo que sea así, tambien quiero decirles que si no desean seguir leyendo pueden dejarla, no se sientan obligados, igual los voy a querer jajaja. Yo sé que es duro leer todo lo que sucede entre Rowan y Eirian y que da impotencia y bueno, hay quienes quieren que Eirian muera, otros que Rowan se quede con Daviano y otros que son team Eiriam. Lamentablemente solo puede haber un final, así que los invito a que no esperen nada, lean solo por el placer de hacerlo y déjense sorprender por la trama, asi no se decpecionan si no ocurre lo que esperan.

Créanme que trabajo por darle el mejor final posible a la novela y espero no decepcionarlos (al menos no a la mayoria) cuando eso llegue.

Besitos y nos leemos el proximo viernes. Les dejo la ilustración.

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