Capitulo XLV: Prisionero
El olor a óxido de la sangre y las vísceras derramadas en el lodo le llenó las fosas nasales y le produjo náuseas, más cuando los ojos azules de la basura traidora de Manfred se cruzaron con los de Rowan. El príncipe de Enframia lo miró un instante fugaz antes de que hundiera los talones en su caballo y saliera fuera del campo de batalla con Andreia de rehén.
«Me las pagarán tú y tu madre, malnacido».
Al apartar la mirada se encontró con la de sus hombres. Le dolió pensar que tal vez estaban decepcionados de él; sin embargo, Finn le sonrió con discreción, Cedric hizo una leve reverencia y Declan se llevó la mano al corazón mientras asentía una vez con la cabeza.
—¡Yo os admiraba! —le gritó uno de los soldados que vestía la armadura verde de Doromir—, siempre quise pertenecer a vuestro batallón, pero no erais más que mierdecilla.
Declan levantó la espada, antes de que tomara represalias contra el doromirés, Rowan le indicó que no con la cabeza, no quería que se derramara sangre sin necesidad. Otro soldado se acercó al príncipe, le ató las manos a la espalda, luego lo amordazó y por último vendó sus ojos sumiéndolo en la oscuridad.
—¡Mierda de traidor! —gritó otro con desprecio—. ¡Espero que el emperador os arranque la piel a latigazos!
Unas manos firmes lo sujetaron por los hombros y lo obligaron a andar.
—Vamos principito, sube.
Le colocaron un pie en un estribo, levantó el otro y se impulsó hacia arriba. Ahora estaba sobre un caballo. Percibió como una persona subía detrás de él y, entonces, lo sintió muy sutil, enmarañado con el aroma de la sangre, la tierra y el sudor: el perfume de las cerezas. El calor de un cuerpo a sus espaldas.
«Eirian».
El caballo echó a andar.
Por segunda vez lo alejaban de su hogar. Le hubiera gustado despedirse de Andreia y decirle a Daviano que lo sentía, pedirle perdón por haber sido tan egoísta. Porque en el fondo siempre supo cómo terminaría.
Alrededor, los oficiales del ejército de Doromir daban órdenes, los soldados sobrevivientes hablaban, la mayoría en voz baja, otros se atrevían a reír celebrando que vivían, pero ellos cabalgaban en silencio. Eirian no había dicho una sola palabra, ni siquiera lo había tocado más que lo inevitable como consecuencia del movimiento del caballo.
Hasta que, quizás debido al anochecer, los oficiales dieron la orden de detenerse. Eirian bajó del caballo y él quedó solo a merced del viento helado que soplaba con fuerza y le quemaba la cara.
Intuyó que preparaban el campamento. Tenía la garganta seca y hubiera dado lo que fuera por un poco de agua, sin embargo, adivinaba que sus captores no serían tan bondadosos como para dejarlo saciar la sed.
El viento soplaba cargado de diminutos trozos de hielo, hacía tanto frío que las mejillas le ardían y cada músculo le dolía. Fantaseó con una manta mullida, un hogar encendido y una bebida caliente.
El frío y el anhelo de estar a cubierto le jugaron una mala pasada. Recordó aquel clima salvajemente helado de Vindrgarog y los días junto a Eirian en la fortaleza de piedra negra.
Había pasado una lunación entera en ese lúgubre castillo. Apenas si los sirvientes le dirigían la palabra y a menudo terminaba solo, hablando con las paredes.
Hasta que Eirian llegó a sacarlo de allí.
Los tres días que aguardaron a que cesara la tormenta se convirtieron en el recuerdo más preciado de su relación con él. Fueron tardes y noches perfectas colmadas de besos, caricias y promesas dulces frente al fuego del hogar. Sin preocupaciones, ni temores, con la certeza de que el amor que se tenían alcanzaría para toda la vida.
¿Qué fue lo que les pasó? ¿Cuándo el amor que lo hacía suspirar de felicidad se convirtió en esa cosa amarga que solo le traía dolor?
¿Cuándo Eirian dejó de amarlo?
Rowan suspiró bajo la mordaza, un par de lágrimas brotaron de sus ojos y se perdieron en la tela que los cubría.
No, Eirian jamás lo amó.
Solo él dio todo de sí.
Él, que escogió ese amor condenado por encima de su familia, su reino y su honor. Él, que aceptó pelear sus guerras porque era una forma de estar a su lado. Él, que fue el más tonto entre los tontos.
Y pronto moriría a manos de ese amor.
—Vamos.
Alguien lo jaló de los hombros y lo hizo bajar del caballo, luego lo condujo a una de las tiendas.
La calidez de los braseros encendidos lo envolvió, al igual que el olor a cuero, madera y licor de cerezas. La reconfortante sensación terminó cuando alguien sin previo aviso empezó a desvestirlo. Le quitaron la armadura, la camisa mojada y volvieron a amarrarlo, pero en esa oportunidad con las manos alzadas por encima de la cabeza, atadas al techo de la tienda
Después los pasos se alejaron y, además de la oscuridad de sus ojos vendados, reinó el silencio.
¿Qué haría Eirian con él a continuación? ¿Lo azotaría? ¿Le arrancaría las uñas, la lengua? ¿Lo golpearía hasta que perdiera el conocimiento?
Desde afuera le llegó el susurro de voces, aguzó el oído, pero no pudo determinar qué decían. La tela de la entrada hizo ruido cuando esta se abrió y una corriente de aire frío le golpeó el pecho desnudo. Alguien entró. El ruido metálico con el que resonaban las pisadas se detuvo a pocos pasos de él.
El aroma de las cerezas se intensificó, al igual que el del cuero. El zumbido de un látigo rasgó el aire. Rowan apretó los dientes, preparado para sentir el dolor, pero el golpe no llegó.
Otro zumbido y aunque el cuero vibró muy cerca, no tocó su piel.
Los pasos de Eirian se aproximaron. Inesperadamente, lo agarró por el cuello de una forma violenta.
—¿Creíste que podías burlarte de mí? —dijo entre dientes, con la rabia y el desprecio tiñendo sus palabras—. ¡Usaste las rosas negras para envenenar el agua de Noon! ¡Las rosas que cultivaba para ti!
Las rosas negras. Eirian descubrió que fue él quien ocasionó las revueltas en Doromir. Cuando urdió el plan lo hizo para que él, tarde o temprano, se diera cuenta y le doliera más la traición. Fue su forma de vengarse. No se equivocó, lo había lastimado.
Eirian le quitó la mordaza.
—¿No dirás nada, repugnante traidor?
Rowan se pasó la lengua seca por los labios cuarteados y frunció el ceño antes de hablar.
—¿Traidor? —Su voz sonó rasposa—. ¡Me quitaste todo y no feliz con eso, querías matar a mi hermana!
—¡¿Te lo quité?! —Eirian lo tomó fuertemente por el cabello a la altura de la coronilla y le subió el rostro—. ¡Te di todo, maldito desagradecido! ¡Te vestí de honor y gloria! ¡Yo te amaba, hubiera hecho cualquiera cosa por ti!
Rowan empezó a reír. En una situación como aquella no pensó que fuera posible, pero el descaro de Eirian no tenía comparación. ¿De verdad creía lo que decía?
—¡Eres un maldito loco! ¡Tú nunca me has amado! ¡Solo amabas la idea de que yo lo hiciera! —Volvió a reír—. Tu egoísmo y egolatría no permiten que quieras a nadie más que no seas tú.
—¡Todo lo que he hecho en mi jodida vida ha sido por ti! ¡¿Cómo puedes decir que no te amo?! ¡Esta corona, cada batalla y cada conquista fueron por ti!
—¡Sí, estás loco! ¡¿En qué momento te pedí algo?! ¡La idea de volverte el puto Conquistador de toda esta mierda fue tuya, no mía!
Eirian le quitó la venda de los ojos. Por un instante la luz, aunque escasa, lo deslumbró. Cuando su vista se aclaró vio los orbes azules muy cerca.
—¿Y sabes qué? ¡No valió una mierda! Pero ahora eres mío, Rowan, y jamás te dejaré ir. ¡Serás el esclavo que nunca fuiste!
Volvió a tirarle del cabello y lo besó con furia. Los labios se movieron posesivos sobre los suyos, la lengua penetró, ávida, su boca. Era como si Eirian quisiera despedazarlo y beberse su alma.
Rowan lo mordió. El sabor ferroso de la sangre le llenó la boca antes de que Eirian se separara.
—¡¿Qué crees que estás haciendo, bastardo desquiciado?! —lo increpó Rowan.
El emperador le dedicó una mirada cargada de burla mientras se limpiaba la sangre del labio.
—Eres mío, ahora. Tenemos un acuerdo, ¿recuerdas? Te entregaste a cambio de tu hermana. Cito tus palabras textuales: «Seré tu prisionero y podrás hacer conmigo lo que quieras. No me rehusaré ni trataré de escapar nunca». —Eirian se pegó a su cuerpo, sujetó firmemente su torso y haló con los dientes el lóbulo de su oreja. Al oído le susurró—. Y lo que quiero es divertirme contigo esta noche, Rowan.
Las manos cálidas se deslizaron por los costados de su torso desnudo y un escalofrío lo recorrió. Eirian le pasó la lengua desde el cuello hasta la oreja y se entretuvo en chuparla y lamerla. Rowan apretó los ojos y se mordió el labio inferior. Cómo pudo se removió hacia adelante y atrás hasta empujarlo.
Eirian se separó y lo miró con ojos entornados y una sonrisa lasciva.
—¿Qué pasa, mi amor? ¿No quieres? —Se colocó a sus espaldas y tiró de su cabello hacia atrás. Las palabras en un dulce tono se deslizaron en su oído, estremeciéndolo—. Solían enloquecerte los besos en el cuello.
—Eso fue antes.
Rowan tomó impulso y lo golpeó con la cabeza en la frente. De inmediato, Eirian lo soltó con un aullido de dolor. Volvió a ponerse frente a él y lo miró enojado. Su piel era tan blanca que ya la frente lucía enrojecida y se había hinchado el labio donde lo había mordido.
—Tal parece que no quieres cooperar. —Le apretó las mejillas y le subió el rostro para mirarlo a la cara—. Luego no te quejes. Quise ser gentil, pero no me dejas más opción.
Eirian lo soltó y se alejó de él. Rowan tragó preparándose mentalmente para sentir el dolor del látigo. No obstante, el sonido a sus espaldas lo desconcertó: era como si desenroscara una botella y vertiera un líquido.
Eirian volvió a acercársele por detrás.
—¡Aléjate, maldita sea! ¡Deja de jugar!
Intentó golpearlo otra vez con la cabeza, pero Eirian lo esquivó colocándose a un costado. Enrolló la mano en su pelo y tiró hacia atrás, inmovilizándolo. Rowan apretó los dientes para contener el dolor.
— No estés ansioso, mi amor, ya pronto.
Su voz aterciopelada sonó como una burla. Metió la mano dentro de su pantalón y se abrió paso entre sus nalgas. Rowan trató de zafarse, pero él volvió a tirar con fuerza de su pelo mientras metía dos dedos en su interior. Estaban embadurnados de algo viscoso y cálido que esparció en su agujero.
—¡Estás demente! ¡Prefiero mil veces que me golpees o me azotes con el látigo a esto!
—Veamos cuanto tiempo demoras pensando así.
Los dedos de él se deslizaron un par de veces adentro y afuera antes de que los sacara y volviera a alejarse. Un calor intenso comenzó a esparcirse desde donde él lo había tocado, los latidos de su corazón se aceleraron y su cuerpo se tensó.
La botella sonó otra vez y un instante después, Eirian volvió a aparecer frente a él con esa asquerosa sonrisa y ese brillo lascivo en los ojos. Rowan tuvo que abrir la boca, el calor seguía extendiéndose por todo su cuerpo dificultándole respirar. Eirian apenas deslizó las yemas por su costado derecho y fue como si se desatara un incendio dentro de él. No se dio cuenta en qué momento había empezado a jadear.
—¿Qué... me hiciste? —le preguntó con el aliento entrecortado.
El maldito pelirrojo sonrió más, se pegó a su cuerpo y volvió a colar la mano dentro de su pantalón, pero esta vez al frente.
—¡Vaya, vaya! ¡Qué rápido! ¡Mira cómo estás! —dijo en su oído con la voz destilando lascivia mientras apretaba su erección—. Creí que necesitarías más tiempo. ¿Será que lo estabas deseando, mi amor?
Eirian tenía en la mano una pequeña botella con un líquido viscoso de color ámbar en su interior. Desenroscó la tapa y vertió unas pocas gotas en la palma que lo había estado acariciando. Ante su mirada desesperada volvió a meterla dentro de su pantalón. Rowan trató de darle un rodillazo en la ingle, pero la excitación generada por el aceite hacía sus movimientos descontrolados, apenas si tenía fuerza para mantenerse de pie. Eirian rio al esquivarlo.
—Me preguntó, ¿qué pasará si froto un poco más?
Esos dedos, llamas aterciopeladas, se enroscaron en su erección y desataron mil calambres placenteros que lo dejaron en blanco. Dejó caer la cabeza hacia adelante jadeando debido a las caricias. La palma de la mano de Eirian mojada por el líquido, abrazaba todo su pene mientras el pulgar daba pequeños toquecitos en su glande. Iba a venirse sin que pudiera evitarlo.
—Por favor... —suplicó casi sin aliento.
Eirian dejó de tocarlo y sacó la mano, se rio en su oído antes de hablar.
—Por favor, ¿qué? —preguntó con voz risueña—. Estoy un poco confundido. ¿Quieres que pare o que siga?
—¿Qué... me hiciste, maldito desgraciado?
—Tsk. —Eirian chasqueó la lengua, colocó dos dedos bajo su mentón y le subió el rostro—. Deberías agradecerme, voy a hacerte pasar la mejor noche de tu vida, mi amor.
Eirian se acercó a su cuello y deslizó suavemente la nariz, apenas tocándolo con los labios. El aliento cálido cosquilleó contra su piel convertida en un madero seco, el cual habían abandonado en una hoguera. Se estremeció con todo el cuerpo erizado. Eirian empezó a alternar besos con pequeñas succiones y lamidas, entonces sus gemidos se descontrolaron y escaparon de su garganta como si fueran los eslabones de una cadena.
La erección, apresada en el pantalón, le palpitaba dolorosa y violentamente. Los besos y caricias solo lo encendían más, necesitaba liberarse con urgencia.
El emperador volvió a separarse y lo miró con una sonrisa.
—¡Si pudieras verte en este momento! Tus ojos dorados, húmedos, parecen fuego líquido. —Deslizó el dedo por su rostro y delineó los pómulos, la boca y el mentón—. Tus mejillas arden y tus labios son como jugosas cerezas rojas. Si los pruebo, perderé la cabeza. Nada puede compararse con tu boca, Rowan.
Eirian lo abrazó ceñido y se aventuró a besarlo. Rowan casi no podía pensar, tan solo sentía la lengua afanada, danzando con la suya, añadiendo otra capa de desesperada lujuria a su lamentable estado. Se pegó más a su cuerpo, hasta que sintió la erección de Eirian rozar la suya. En ese instante empezó a frotarse contra él, quería aliviarse de alguna manera, pero él volvió a soltarlo. Rowan dejó escapar un gruñido de frustración. Sin embargo, Eirian le desató el pantalón y este cayó hasta sus tobillos. El aire frío chocó contra la piel caliente de su erección y lo hizo temblar.
—Mira lo duro que estás. —Eirian le dio un toquecito y Rowan gimoteó—. Lo deseas, deseas que te haga acabar, ¿no es cierto?
Incluso su vista era borrosa, pero no iba a suplicarle. Se mordió el labio y apartó la vista de él. Eirian rio.
—Tan orgulloso —dijo—, pero no te preocupes, voy a darte lo que quieres.
Eirian volvió a ubicarse detrás de él, metió una pierna entre las suyas y se las separó, luego sintió la punta húmeda y caliente de su miembro abrirse paso en su interior. Se hundió con una facilidad pasmosa y cuando lo hizo, Rowan gimió en voz alta sin poder contenerse. La sensación de sentirlo dentro, llenándolo, era exquisita. Un atisbo de conciencia se asomó un instante, pero ya no podía hacer nada por evitar disfrutar del placer, al día siguiente lo mataría y luego se suicidaría, pero esa noche... volvió a gemir cuando él comenzó a moverse adentro y afuera con aterradora precisión. Esa punta daba justo en el blanco y cada vez que lo hacía la saliva escurría de su boca, las estrellas más brillantes que nunca aparecían frente a él.
Eirian se aferró a sus caderas para darle estabilidad cada vez que lo penetraba. El alucinante placer que experimentaba le atravesaba el cuerpo y lo recorría de la cabeza a los pies, lo elevaba a la cima, llevándolo cada vez más alto. No fue necesario mucho tiempo para que se viniera con un gruñido ronco. Las piernas se le aflojaron y medio se derrumbó sostenido por las cadenas que lo ataban al techo de la tienda. Eirian aceleró las embestidas y poco después también llegó al clímax.
—Agua —pidió cuando recuperó la conciencia.
—¿Cómo dices?
—Por favor. Tengo mucha sed.
Escuchó a sus espaldas los pasos de Eirian y luego el tintineo del metal de la jarra. Le acercó un vaso a los labios y Rowan bebió con avidez.
Empezaba a sentir frío.
—Me encanta la vista. De ahora en adelante quiero verte siempre así, goteando mi semen entre tus muslos. —Eirian volvió a acercarse y le levantó el mentón con dos dedos para que lo mirara, Rowan giró el rostro con rabia—. La noche apenas empieza, mi amor.
Rowan le escupió la cara, quería matarlo.
—¿Qué pasa? —Eirian se limpió el rostro con una sonrisa—. Prometiste que no te rehusarías. ¡Ah, cierto! ¡No tienes palabra!
Con horror renovado, Rowan vio como Eirian volvía a tomar la pequeña botella. Estaba muy cansado y los brazos le dolían, no tenía fuerzas para seguir luchando, a pesar de eso hizo un torpe intento por evitarlo.
—¿Acaso no te gustó? —le preguntó Eirian mientras lo abrazaba de lado para evitar los golpes que trataba de asestarle con la cabeza y las piernas—. Sé que quieres repetir.
Su mano pegajosa del afrodisíaco la deslizó a lo largo de su miembro semi flácido y otra vez el incontenible calor se desató. Eirian sacó una daga de entre su ropa y cortó la cuerda que lo ataba al techo de la tienda. Los brazos de Rowan cayeron pesadamente, los sentía adormecidos y adoloridos. Eirian lo sostuvo para que no cayera y lo besó en la boca. Al principio suave, pero pronto fue escalando en intensidad hasta tornarse salvaje, ardiente y húmedo. Eirian lo llevó hacia atrás y lo tumbó de espaldas en el lecho. Sin dejar de besarlo se desvistió de prisa y en poco tiempo ambos volvieron a estar duros.
Eirian acariciaba con desespero su piel, lo mordía y succionaba, como si solo tocar no le bastara. Rowan jadeaba en su oído, deseoso de sentirlo. Abrió las piernas para recibirlo nuevamente y Eirian se deslizó en su interior húmedo y resbaladizo gracias a su semen. Tenía que rechazarlo, debía hacerlo, el problema era que el maldito afrodisíaco había hecho estragos con él. La tienda se llenó con la melodía del choque de sus cuerpos; de sus suspiros y gemidos enloquecidos; del olor del sexo. Un poco más y ambos volvieron a experimentar el clímax avasallante que los dejó un instante aturdidos.
Eirian, que yacía sobre Rowan, se recuperó primero, se incorporó un poco para verlo.
—Siempre serás tú, en esta vida y las siguientes —dijo mientras apoyaba la frente de la suya.
«Almas gemelas».
Rowan jadeó al escucharlo e inevitablemente una lágrima rodó por su mejilla.
No eran almas gemelas, era mentira. No era más que un mentiroso.
¿Por qué, maldita sea, por qué? Si sus palabras fueran ciertas, Eirian no hubiera hecho lo que acababa de hacer, no estaría destrozándolo.
Rowan los giró a ambos y quedó a horcajadas sobre él. Lloraba mientras veía los ojos azules que lo contemplaban vidriosos, inundados todavía de deseo, y sintió que el corazón se le partía en pedazos.
Estaba atado a Eirian, su corazón amarrado a él que le había quitado todo. No era nada. Continuaba con las muñecas atadas, aun así rodeó con los dedos su cuello y apretó mientras las lágrimas seguían derramándose. Tenía que matarlo, tenía que liberarse. Eirian colocó las manos sobre las suyas y creyó que lucharía, que se lo quitaría de encima, pero tan solo las dejó ahí, mientras sus ojos azules lo miraban con dolor.
No había miedo, ni odio, solo dolor.
—Haz...lo.
Y fue como una súplica.
—Ter... mi... nalo de... una vez —dijo entrecortado—. Porque... si no... lo ha... ces, jamás... te dejaré ir.
Su rostro se tornó azul. Rowan gimió en voz alta y lo soltó. Empezó a temblar y llorar sin control. No podía. No tenía el coraje de matarlo. Se cubrió la cara con las manos y siguió llorando. Eirian, tosiendo, se sentó y lo abrazó.
—Algún día voy a matarte —le dijo entre lágrimas—. Te odio, Eirian.
—Lo sé —le contestó contra su cabello sin soltarlo.
***LOS LECTORES
***LA AUTORA
Les voy a contar un secreto, toda esta novela la cree nada mas que para escribir esta escena, donde dos antiguos amantes se vuelven enemigos y uno apresa al otro para vengarse de él. Así que no se tomenel meme demasiado en serio. Estoy feliz con esta novela, es lo que en un principio quería plasmar y es por eso el meme. De ninguna forma estoy a favor de que Eirian haya violado a Rowan, eso está mal y es horrible como muchas otras cosas que ha hecho mi Cerecita putrefacta. Créanme, aunque Eirian es mi personaje favorito sé que es toxico y hace cosas malas.
Otra cosa, en Ig hice una pequeña encuesta preguntando si creen que Eirian va a cambiar y me sorprendí mucho porque el 71% espera que lo haga. Otro secreto: Eirian va a arrepentirse de todo esto.
Un agradecimiento especial a mi novia jakirasaga que me ayudó a darle forma al capítulo, aunque ella no llegó a leer esta última version con el afrodisíaco. Espero que te haya gustado
Besitos y nos leemos el próximo viernes.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top