Capitulo XLI: La sacerdotisa y el lobo
Rowan parpadeó y salió del hechizo en el cual cayó nada más que al observar los ojos amarillos del enorme lobo.
Daviano dio un paso hacia atrás y asió con fuerza la empuñadura de su espada al ver acercarse al animal. Detrás de él entró una muchacha de unos quince años, con ojos y cabello negro y la piel más oscura que la mayoría de las personas que conocía.
—Tranquilizaos, no es agresivo —La chica acarició el pelo corto del lobo entre las orejas.
—Ella es Xena —la presentó Andreia, luego se volvió hacia Lena—. Por favor, llevad la espada con el maestro forjador y decidle que su prioridad será restaurarla.
Lena hizo una reverencia y tomó el arma, pero antes de que pudiera irse, Xena se le acercó con el ceño fruncido.
—Esta espada no irá a ninguna parte. El trato fue que estaría en tus manos, Majestad.
—No —la corrigió Andreia—. El trato fue que yo usaría la espada cuando el momento llegara. Tienes que reconocer que un hierro cubierto de óxido no será muy útil en contra de esos supuestos cambiaformas.
—No perderé la espada de vista —insistió la chica—. Es mi deber como sacerdotisa cuidar de ella.
«¿Sacerdotisa?» preguntó Rowan.
«Así es», le respondió Andreia. «Esos ancianos insistieron en que Xena debía venir para cuidar de la espada».
—No tenéis por qué separaos de ella—. Intervino Rowan en voz alta—. Id con la espada mientras es restaurada.
La chica por primera vez lo miró a los ojos, lo observó un largo rato con curiosidad.
—¡Son dos! —exclamó finalmente con las cejas enarcadas.
—Somos gemelos.
—Increíble —susurró, luego dijo en voz alta—: De acuerdo, iré con la espada, pero Foeri se quedará contigo.
—Parece que eres prisionera de esta chica y su lobo —se burló Daviano.
—Algo así —aceptó Andreia con un pequeño mohín—. Lena, por favor, llevad la espada. Y vos —Andreia miró a Daviano—, convocad al consejo, por favor. Necesitamos precisar qué haremos con Doromir de ahora en adelante.
Daviano asintió y salió del salón junto a Xena y Lena.
—Así que el guardián —dijo Rowan mirando al lobo echado a sus pies— y la sacerdotisa.
—Es todo tan extraño —admitió Andreia—. Siempre supe que en la sangre de nuestra madre había cierta magia, pero nunca imaginé que su tribu estuviera emparentada con Do.mirh.
Rowan asintió pensativo.
—Es irónico cuando lo analizas.
—¿El qué?
Rowan se sirvió un poco de hidromiel de la jarra sobre la mesa y habló mirando distraído al animal.
—Los doromireses odian a los lobos como si estos fueran a convertirse en cambiaformas en cualquier momento. Protagonizan sus pesadillas y las historias de terror con la que asustan a sus niños. Veneran a Do.mirh, tanto que el nombre de Doromir es en honor al héroe. Se ufanan diciendo que él les pertenece, es que me parece que incluso aseguran que nació al sur del Dorm.
Rowan bebió más de la copa y rio, tenía tiempo que no lo hacía. Andreia lo miró con curiosidad.
—Ahora resulta que su flamante héroe no solo no nació en Doromir, sino que lo hizo en Ulfrgarorg, el reino que tanto han despreciado, y además un maldito lobo es quien cuida su tumba.
Volvió a reír.
—Dales un poco de crédito —dijo Andreia con una sonrisa y acariciándole el hombro—. Las personas que vivían al sur del Dorm en lo que ahora es Doromir fueron quienes más sufrieron a manos de los cambiaformas. Digamos que Do.mirh murió salvándolos.
Rowan asintió sin perder la sonrisa burlona. Durante un rato solo bebió de su copa sin decir palabra. Pensaba en el relato de su hermana, en la historia antigua de Doromir y en sus sueños con lobos.
—Soñé con este lobo —Ya no había sarcasmo en su expresión— y contigo cayendo por un agujero en la montaña.
Andreia lo observó sin sorprenderse.
—También sueño cosas que luego se cumplen —dijo ella con un suspiro—. Somos más parecidos de lo que creemos. Hablemos con nana Eliza, también es una vermishei, tal vez tenga respuestas.
Andreia le pidió a uno de los guardias de la puerta que fuera por la mujer. Luego de lo que tarda en consumirse una brizna de paja en el fuego, ella entró al salón.
—Majestad, Alteza. —La mujer se inclinó en una pronunciada reverencia.
—Nana, por favor, disculpadnos por molestaros —dijo Andreia y con la mano le señaló uno de los sillones para que se sentara—, pero queremos conversar con vos.
—Estoy para serviros.
—¿Podéis hablarnos de nuestra madre y los vermishei? —preguntó Rowan.
—¿Qué queréis saber, Alteza?
—¿Por qué nunca nos contaste que vuestra tribu erais los guardianes de los restos de Do.mirh y La Espada de Hielo? —preguntó Andreia.
Nana Eliza suspiró.
—Vuestra madre así lo quiso. Ella no deseaba que estuvierais relacionados con los vermishei.
—¿Por qué?
Si bien era cierto que la madre de ambos nunca ocultó que procedía de una antigua tribu de las montañas de Ulfvert y que tenía dotes para la magia, también lo era que nunca fue muy explícita con su origen. Ellos no conocían a ningún familiar de ella, no sabían si tenían tíos o abuelos vivos, mucho menos estaban familiarizados con sus costumbres y creencias.
—Majestad, Alteza —En la expresión de Eliza había duda—, no sé si deba...
—¿Si debéis contarnos? —preguntó Andreia—. La Espada de Hielo ha aparecido. La encontré mientras estuve perdida en las montañas.
—¿Vos la habéis encontrado, Majestad?
—Así es y quiero saber qué significa eso.
—Significa lo que ya sabéis, lo que dice la profecía: «De las montañas descenderán y tornarán el mundo en oscuridad. Solo La Espada de Hielo los detendrá». Según la leyenda, un día los cambiformas regresarán y también lo hará la espada. Nuestra tribu veneraba la tumba de Do.mirh donde las hadas sepultaron la espada, aguardábamos su regreso. La leyenda también dice que regresará en manos del Lobo Negro.
—¿Soy el Lobo Negro? Ellos dijeron que lo era. ¿Por qué mi madre quería mantenernos alejados de los vermishei?
—La reina Elowen fue escogida cuando todavía era una niña para dedicar su vida a venerar la tumba, es decir, ella iba a ser una sacerdotisa de La Espada. Eso implicaba tener que vivir para siempre en la cueva y dedicar su vida a venerar la tumba.
—Y ella no quería eso —concluyó Rowan.
—La reina Elowen escapó a Ulfrgarorg. Aquí conoció a vuestro padre y se casaron. Ella nunca más regresó a Ulfrvert, aunque tampoco olvidó del todo sus tradiciones y sus creencias.
Eliza señaló las muñecas de ambos en donde portaban un brazalete de plata con la forma de una espada. Rowan acarició la joya. Durante los años en Doromir, ese fue el único recuerdo que tuvo de su madre.
—¿Qué se supone que debo hacer ahora con esa espada, nana?
—Esperar, Majestad. Si ha vuelto debe ser por alguna razón.
—¿Los cambiaformas? —preguntó Rowan, Eliza asintió—. El lobo que guio a Andreia hasta la espada es el mismo de mis sueños, él que dicen que es el guardián de la espada. ¿Qué tengo que ver en todo esto?
—Tal vez... —La mirada oscura de Eliza se volvió intensa—. Tengo que consultar a los espíritus antes de responder a eso, Alteza.
—Está bien, nana. Gracias por vuestra ayuda.
La mujer se levantó, hizo una reverencia y salió del salón. Rowan y Andreia quedaron otra vez solos.
—No tenemos tiempo para esto, Andreia. —Rowan caminó hasta la mesa y se sirvió más hidromiel—. Pronto tendremos a Eirian a las puertas de Dos Lunas. Sé que estás intrigada y creí que la vieja nana aportaría respuestas, pero...
—Antes de que abandonaras Doromir, tuve un sueño donde dos ejércitos marchaban en la nieve. El primero era de personas comunes, pero el segundo parecían seres hechos de humo y ceniza. Nana consultó a sus espíritus y dijo que habría dos guerras, en una un sacrificio la terminaría y en la otra lo haría La espada de Hielo. ¡Y ahora aparece en mis manos! ¡No puede ser casualidad! Creo que debemos prepararnos.
Rowan apuró todo el contenido de la copa de un trago.
—¡¿Prepararnos para qué?! ¡¿Para luchar contra cambiaformas con una espada que es más herrumbre que nada?!
—¡El maestro forjador la restaurará, tú mismo lo sugeriste!
—Honestamente, no creo que se pueda hacer mucho por ella. Está en muy mal estado.
—¡¿Antes dijiste que me creías, por qué dudas ahora?!
—No es que dude, es que tenemos una prioridad y es Doromir. El ejército de Eirian es real, los cambiaformas... ¡No existen! O al menos todavía no han dado señales de haber vuelto. —Rowan se acercó a ella, sujetó los costados de su rostro y la miró a los ojos—. Estoy seguro de que hay una explicación para que ese lobo aparezca en mis sueños y te haya llevado con la espada, pero ahora debemos concentrarnos en vencer a Doromir.
—Tienes razón, es solo que... —Los ojos dorados de Andreia se humedecieron al contemplarlo—. Siento que algo muy malo está por pasar y esa espada tal vez pueda impedirlo.
De pronto una visión llegó a la mente de Rowan; Se vio a sí mismo de pie, en la nieve cubierta de sangre. Su sangre. Frente a él se hallaba Eirian y su ejército. Entendió que ese era el sueño del que ella habló. Luego vio a nana Eliza que le explicaba el significado: la guerra con Doromir terminaría porque él se sacrificaría. Andreia le había mostrado su pensamiento sin advertirlo. La abrazó y sonrió con tristeza. Ella quería creer en la espada porque era una esperanza de acabar con Eirian sin tener que perderlo a él.
El consejo formado por los generales, el primer consejero, Daviano y Rowan se reuniría con Andreia al comienzo de la tarde, debían acordar nuevas estrategias ahora que la reina había vuelto.
Rowan llegó antes al salón azul, solo su hermana estaba en él, sentada a la larga mesa de madera de roble, estudiando los mapas del reino. Ella se levantó en cuanto lo sintió y lo saludó con un beso.
—¿Sabes que hueles a él?
Rowan caminó hasta la mesa, apoyó las manos en el borde y observó los mapas.
—No sé a qué te refieres.
—Claro que lo sabes. —Ella sonrió y cruzó los brazos sobre su pecho—. Me di cuenta ayer.
—Esto de estar hurgando en la mente del otro, llega a ser molesto.
—No he hecho tal cosa, Rowan. Me bastó con observarlos: las miradas cómplices entre ustedes, las pequeñas sonrisas. ¡No pelearon ni una sola vez! Y ahora te presentas oliendo a Daviano.
—Pasamos la noche juntos. —Rowan suspiró—. ¿Estás conforme? Querías que nos lleváramos bien.
Andreia lo giró, le rodeó el cuello con los brazos y lo miró a la cara. No lucía enojada, al contrario, una pequeña sonrisa se dibuja en sus labios pintados con carmín.
—¿Qué mayor felicidad que ver a mi mejor amigo y a mi amado hermano juntos? Pero sé que no amas a Daviano.
—Supuse que eras más práctica y menos romántica, hermana. El amor está sobrevalorado.
—¡Ja! ¡Mira quién habla! —Andreia perdió todo rastro de sonrisa—. No quiero que lo lastimes, Rowan.
—Pretendo hacernos felices a ambos. Puedo al menos intentar esto, ¿no crees? No lloraré por Eirian el resto de mi vida.
—¿Y Daviano es tu consuelo?
—No, es mi esperanza.
Un soldado entró con una reverencia, seguido de Lena.
—Majestad, Alteza —saludó la comandante de la guardia real—, hay noticias.
—Los vigías han enviado esto. —El soldado les entregó un pequeño pergamino.
Andreia lo leyó y su ceño se frunció, luego se lo dio a Rowan. Los vigías apostados en las montañas les informaban que el ejército de Doromir se movilizaba. El momento decisivo cada vez estaba más próximo.
Majestad —habló Lena—. También tenemos noticias del ejército de Enframia, las ha traído la princesa Odeth en persona.
Las cejas de Rowan se juntaron todavía más. ¿Cómo que su prometida estaba en el palacio y con un mensaje de Enframia?
*** Dos capitulos para que estalle la guerra.
Nos leemos el proximo viernes en la antesla de la batalla. Besitos.
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