Capitulo XIV: Sueños, decepciones y un atentado
Sentía el aliento tibio sobre su cara, también percibía el olor a bosque húmedo, maderas y rocío, de su cuerpo. Unos ojos castaños lo observaban, barba rojiza, rasgos atractivos.
—Rowan. —El susurro ronco de la voz de Idrish le erizó la piel.
De pronto el rostro comenzó a derretirse.
Abrió los ojos de golpe y el dolor de cabeza intenso le hizo apretarlos de nuevo. Tenía la respiración desacompasada, el corazón le latía desbocado y no sabía si era a causa de la pesadilla o por la resaca. Arrugó la frente y se dio cuenta de que la cabeza no era lo único que le molestaba. Se llevó la mano a la cara: un emplaste medicinal sobre la ceja derecha y otro en el pómulo. Trató de sentarse y tuvo que sujetarse las costillas, ahí también dolía.
—¡Maldita sea!
Poco a poco logró incorporarse. En la mesita junto a la cama había una jarra con agua fresca y un vaso, bebió ávidamente y el dolor de cabeza calmó un poco. Cuando se tranquilizó trató de recordar la noche anterior. Había ido a La Flor de Fuego como casi cada noche desde que regresó a Doromir; bebió, jugó a los dados, perdió, insultó a algunos tipos, se peleó con otros y ya no recordaba más. De alguna forma regresó al palacio, aunque se le escapaban los detalles. Tenía la sensación de haber cabalgado con Eirian, percibía una leve estela de su olor adherido al cuerpo.
—¿Será posible? Bueno, ya lo esperaba. —Rowan miró el vendaje alrededor de su torso—. ¿Y esto? ¿Quién lo hizo?
Fue a buscar la campana que descansaba sobre la mesita y se dio cuenta de que había un ramo de las flores negras que cultivaba Eirian en un jarrón. Eran sus flores favoritas, las que solía obsequiarle. Tocó la campana y luego de lo que tarda en consumirse una brizna de paja en el fuego, un par de sirvientes entraron. Lo ayudaron a levantarse, a lavarse y finalmente a vestirse.
—¿Sabéis quién... curó mis heridas anoche?
—El emperador y el señor Breogan, Alteza —respondió uno de los sirvientes.
—Así que si estuvo conmigo anoche —se dijo a sí mismo.
El sirviente iba a ponerle la levita, pero Rowan la rechazó, se quedó vistiendo únicamente la camisa de seda negra y el pantalón.
—Traedme el desayuno hasta acá, no quiero ver a nadie. Ah, y traed hidromiel.
Los ayudas se inclinaron y salieron de la recámara. Rowan continuó intentando recordar qué había sucedido exactamente la noche anterior. Continuaba con esa sensación de haber estado junto a Eirian, pero no lograba estar seguro.
Un instante después, la puerta se abrió y los sirvientes entraron trayendo los alimentos seguidos de Eirian, quien lo hizo con una botella de hidromiel en la mano. El corazón empezó a latirle con fuerza, llevaba más de media lunación sin hablar con él y todavía no se sentía preparado para hacerlo.
—¿Qué haces aquí? Dije que no quería ver a nadie.
Eirian dejó la botella sobre la mesa y lo miró muy serio.
—Creo que tienes un problema con tu forma de beber.
Rowan sonrió, el dolor de los golpes en su cara hizo que la sonrisa se transformara en una mueca.
—Tengo varios problemas y mi forma de beber es el menos importante de todos ellos.
—No cuando casi hace que te maten.
—Me imagino que perder tu juguete sería una tragedia para ti.
Eirian caminó hasta detenerse frente a él.
—¿Qué tratabas de hacer anoche, Rowan? —preguntó molesto.
—A ver. —El príncipe se dio un par de golpecitos en el mentón, luego alzó los hombros—. Lo que se hace en una taberna: beber, apostar y si se presenta la ocasión, fornicar.
Los ojos azules de Eirian se oscurecieron, su ceño se apretó. Rowan sintió satisfacción al verlo enojado.
—Estabas inconsciente en el suelo recibiendo una paliza.
—No es tu problema lo que hago o dejo de hacer.
—Lo es si para vengarte de mí tratas de lastimarte.
—¿Vengarme de ti lastimándome? Crees que todo gira en torno a ti, ¿cierto? Ese es tu maldito problema, ¿sabes? Estás convencido de que todo es sobre ti. —Rowan se sentó a la mesa, mientras Eirian permanecía de pie—. Vete, por favor, deseo comer en paz.
—Quiero que hablemos. No podemos continuar así.
—En eso tienes razón. Invéntate alguna guerra y envíame a ella. —«Tal vez tenga la suerte de morirme» pensó Rowan.
—Por favor —rogó Eirian.
Rowan bufó fastidiado.
—Sois el emperador. —Señaló la silla frente a él e hizo una reverencia—. Haced como gustéis, Majestad.
—Debes dejar de ir al distrito Rojo —dijo Eirian sentándose— y moderar tu forma de beber. Sería muy triste que te asesinaran en una taberna de mala muerte.
—De acuerdo. Trataré de morirme en una de tus guerras, con honor. ¿Eso era todo?
Eirian tragó, luego apretó la mandíbula.
—¡Puta mierda! —El emperador golpeó la mesa y Rowan se sobresaltó—. ¡Ya basta! ¡Hablo en serio, Rowan! —Exhaló varias veces y cuando volvió a hablar su tono era más calmado—. Quiero que hagamos las paces. Me lastimaste mucho. Es doloroso saber que a pesar de todo, mi amor no es suficiente y tienes que buscar a otros. Entiende que te amo, no puedo aceptar tus infidelidades.
—¿Me amas, dices? —Rowan rio incrédulo—. De acuerdo, no más infidelidades. Entiende también que debes contarme las cosas y más si me involucran. ¡Me humillaste delante de toda la corte de Ulfrgarorg al nombrar reina a mi hermana! ¿Cómo crees que me hizo sentir eso? También yo confiaba en ti. No sabes cómo fue estar en ese palacio, sintiéndome un maldito extraño, viendo a mi padre languidecer un poco más a cada instante, deseando tu consuelo y todo para descubrir que sabías desde una lunación atrás que él estaba enfermo y no me lo dijiste. Ha sido una traición tras otra. Pero tú dices que me amas.
—Está bien, hice mal en no contarte sobre tu padre, también en que pensaba nombrar reina a Andreia.
Rowan frunció el ceño.
—¿Desde cuándo pensabas en nombrar reina a Andreia? —Volvió a reír con amargura—. ¡Es peor de lo que pensaba! ¡Nunca has tenido la intención de liberarme de esta puta prisión!
—¡¿Quieres quedarte en Ulfrgarog?! ¡¿En una tierra donde no te quieren?! ¡Aquí lo tienes todo, conmigo! Gobernando junto a mí. —Eirian se levantó y caminó hasta el lado de Rowan, le colocó la mano en la mejilla y lo miró a los ojos—. No quiero ser una prisión para ti, deseo ser tu refugio. Por favor, te necesito a mi lado. Sin ti no soy nada.
Se inclinó y besó sus labios. Rowan se maldijo a sí mismo. Maldijo el calor que ascendió a sus mejillas, el golpeteo inclemente en su pecho, el cosquilleo en su vientre y la necesidad que tenía de creerle. Cuando se separaron, Eirian volvió a hablar mientras acunaba su mejilla.
—Te amo y sé que tú también lo haces, pero no logro entender por qué te comportas de esta manera. Disfrutas lastimándome.
—¿Quieres que disfrute siendo tu prisionero?
Eirian lo soltó y se enderezó.
—¿Hasta cuándo debo decirte que no eres mi prisionero? Eres mi compañero. Compañero significa estar juntos.
Rowan cerró los ojos, cansado. No estaba listo para continuar peleando contra Eirian. Seguía enojado, pero ya no tenía muy claro el porqué. ¿Era por Brenda, por Andreia o por su padre? ¿O por qué no quería sentir lo que sentía, esa vulnerabilidad frente a él? Quería escapar de sus sentimientos, pero por sobre todo deseaba escapar de Eirian.
Abrió los ojos y se encontró con los azules, que lo miraban con intensidad.
—¿Ya no quieres estar más conmigo, Rowan? —Eirian tragó y empuñó las manos—. Si no quieres, eres libre de irte.
De pronto, un recuerdo de años atrás acudió a su mente, cuando ambos se refugiaban en el otro en las tardes solitarias de ese castillo. Muchas veces se prometieron estar juntos por siempre. ¿Por qué quería huir si sentía que lo amaba más que nunca? Sin poderlo evitar una lágrima rodó por su mejilla. Eirian, pálido, esperaba una respuesta.
—No quiero que este amor siga siendo una prisión. —Rowan se levantó y fue él quien acunó la mejilla del otro—. No puedo soportarlo más. Tienes que dejarme ser libre.
—Entonces. —La voz grave de Eirian sonó como un puñado de cristales rotos, sollozante—, vas a irte.
—Ojalá pudiera, pero estás aquí adentro. —Rowan se señaló el pecho—. He tratado de sacarte y no lo consigo. ¿Cómo podría vivir sin una parte de mí? —Eirian sonrió entre lágrimas y se acercó para abrazarlo, sin embargo, Rowan se apartó—. Pero no estoy listo para volver a estar contigo. Por favor, vete.
—Rowan... —suplicó Eirian, con las lágrimas contenidas.
—No puedo.
Eirian asintió con tristeza, dio la vuelta y salió de la habitación. En la mesa, la comida se había enfriado.
Esa noche soñó con lobos.
Si bien mucha de la simbología de su reino estaba ligada a esos animales, desde que dejó Ulfrgarorg, Rowan no solía pensar en ellos. Cuando era niño, él y su hermana eran comparados frecuentemente con lobos debido a sus pieles más oscuras, al color negro de sus cabellos, nada usual en el norte de Olhoinnala, y a los ojos amarillos que les daban una apariencia salvaje. Sin embargo, esas comparaciones no eran malintencionadas, al contrario, el emblema de Ulfrgarorg era la cabeza del lobo y ellos los pequeños lobeznos que traerían gloria al reino.
Pero Doromir era un reino cuyo pasado se erigía en la heroicidad de haber librado al mundo de la amenaza de los lobos cambiaformas cientos de años atrás. La palabra lobo tenía una connotación distinta. Para los doromireses todo lo que tuviera que ver con lobos era maligno.
No fue una pesadilla, sino un sueño tranquilo. El suelo del bosque por el cual caminaba se hallaba cubierto de nieve, al igual que los picos de los pinos que lo rodeaban. Detrás de uno de ellos surgió un enorme lobo negro con ojos amarillos. En lugar de temerle, Rowan se le acercó. Ambos se miraron fijamente y sin temor, como si ya se conocieran. Después se acercaron más lobos, la manada del negro.
Rowan extendió la mano y la posó sobre el pelaje grueso y áspero de la cabeza del animal, entonces escuchó en su mente con toda claridad: «Ya vienen». Y despertó.
—¿A qué se refiere? ¿Quién viene?—se preguntó tendido en su cama y observando las vigas de madera del techo.
Llevaba toda la mañana dándole vueltas al sueño. Pero era solo un sueño y lo más probable era que no significara absolutamente nada.
Se levantó, se vistió sin ayuda de sus sirvientes y bajó a desayunar. Al llegar al salón ya Eirian lo hacía en compañía de la emperatriz.
—Bendiciones —saludó y se sentó a la mesa.
—Príncipe Rowan —saludó Brenda. Lo miró un instante y frunció el ceño, preocupada —. ¡Por el dios del cielo! ¿Qué os ocurrió?
Rowan inclinó la cabeza en una breve reverencia antes de hablar.
—¡Oh! ¿Esto? —Se tocó el pómulo amoratado y sonrió—. No os preocupéis. Anoche tuve un percance, pero no es nada grave. Vos lucís hermosa, vuestro embarazo os sienta estupendamente.
—Muchas gracias, sois muy amable.
Rowan tomó fruta picada de las fuentes, huevos cocidos y algunas rebanadas de pan de corteza que untó con una crema de queso y confitura de bayas rojas.
—Hoy es séptimo día —dijo sirviéndose zumo de frutas—, ¿iréis al templo, Majestad?
—Como cada séptimo día. Espero poder hacerlo hasta el final de mi embarazo. —explicó Brenda, luego miró a Eirian y continuó—: Ojalá pronto podáis acompañarme, esposo mío, y recibir las bendiciones de Nu- Irsh.
«Esposo mío». La frase hizo que el estómago de Rowan se revolviera. Eirian asintió con una cálida sonrisa y dijo que la acompañaría pronto a recibir las bendiciones del dios del cielo para el bebé por venir. Rowan no odiaba a Brenda, pero de vez en cuando le afectaba las pequeñas muestras de cariño entre ellos. Aun así, comieron en completa paz, los tres charlando sobre la próxima llegada del bebé. Cuando terminaron el desayuno, la emperatriz se retiró a su paseo diario por los jardines, junto a sus damas de compañía. Rowan y Eirian permanecieron en la mesa un poco más.
—Antes de que me reúna con el concejo quiero decirte algo.
Rowan miró un poco desconcertado los ojos serios de Eirian.
—¿Es grave?
—Me pediste que te contara todo, más si te involucraba. No quiero ocultártelo o que te enteres cuando los demás lo hagan. Eres mi compañero.
La última frase hizo que su corazón diera un vuelco. ¿Sería posible que Eirian estuviera cambiando? ¿Que lo hiciera por él? ¿Que lo tomara en cuenta y no decidiera a sus espaldas?
Debido a la seriedad de Eirian, tenía la impresión de que lo que diría no le gustaría; sin embargo, el hecho de que quisiera discutirlo con él, lo llenaba de esperanza sobre el futuro de su relación.
—Cuéntame —pidió.
—Es sobre tu hermana.
—¿Andreia? ¿Le pasó algo?
—No. Ella está bien. He concertado un matrimonio para ella con el príncipe Manfred de Enframia.
El corazón de Rowan se rompió en pedazos una vez más. Era decepción tras decepción. No estaba consultándole, no discutirían nada, simplemente le informaba de una decisión que ya había tomado. Bajó los ojos a la mesa y bebió su jugo, lamentándose de que no fuera veneno. Se sobrepuso al dolor que sentía, al nudo en la garganta y habló como si nada.
—Ella no va a aceptarlo.
—¿Cómo estás tan seguro?
—Es mi hermana, lo sé.
—Hace mucho que no tienes trato cercano con ella, tal vez te equivocas.
—No, ella no lo aceptará. ¿Por qué quieres obligarla a casarse?
—Es una manera de aliarnos con Enframia, de esa forma no tendré que emprender una nueva conquista. No quiero arriesgarte en otra guerra.
—¡Por el Gran Lobo del Norte! —Rowan apoyó el rostro en sus manos—. ¿Y crees que casar a mi hermana con ese príncipe es la mejor forma?
—No es solo para forjar una alianza, Rowan. Debo asegurar la lealtad de Andreia y esa es la mejor forma.
—La mejor forma era nombrarme a mí regente de Ulfrgarorg. A mí que no te hubiera traicionado, pero te ganaron los celos y tu maldita posesividad. ¿Sabes qué? ¡Haz como quieras! Solo espero que esto no te explote en la cara.
Rowan se levantó y dejó a Eirian en la mesa. No quería seguir hablando con él, no deseaba una nueva discusión, además no tenía caso, Eirian nunca cambiaría.
Media lunación después, Eirian, los consejeros del reino y Rowan discutían sobre el atentado alrededor de la larga mesa de madera. El día anterior, las damas de compañía de la emperatriz habían sido atacadas mientras visitaban el templo de Nu-Irsh. Por suerte, la guardia real hizo su labor y evitó un desenlace fatal, por desgracia ninguno de los agresores fue atrapado.
Los reunidos estaban más o menos de acuerdo en que el objetivo del atentado era la emperatriz, pero debido a un afortunado malestar relacionado con su embarazo, ella no acudió al paseo ese día.
—¿Cómo es posible que algo como esto ocurriera? —preguntó Eirian, quien con el codo apoyado en la mesa acariciaba su frente en un gesto preocupado.
—Las damas de la emperatriz dicen que fueron hombres con el rostro cubierto. Los sacerdotes del templo insisten en no saber cómo entraron.
—¿Es posible que sean cómplices? —preguntó Eirian.
—Sería impensable —contestó tajante el dreki Erikson, primer consejero del reino—. Traicionar al rey o la emperatriz sería una ofensa directa hacia Nu-Irsh.
—¿Entonces cómo explicáis que una banda de asesinos haya entrado el templo y atacaran al séquito de la emperatriz?
—Envié a uno de mis soldados a registrar el templo —intervino Rowan—, no consiguieron nada. Sin embargo, uno de los sirvientes describió las espadas que portaban.
—¿Las espadas? —preguntó el príncipe Eribel, el hermano bastardo de Eirian, con cierta burla—. ¿Qué importancia pueden tener las espadas de unos asesinos?
Eirian lo silencio con un gesto de la mano, miró a Rowan y le indico que continuara.
—He peleado muchas batallas, Alteza —le respondió Rowan a Eribel sin perder la calma—, sé de espadas. Según la descripción del sirviente, usaban sables. Tal vez no lo sepáis, pero la mayoría en el norte de Olhoinnalia usa espadas bastardas, excepto en Osgarg. Allí pelean con sables.
—¿Osgarg? —Se extrañó el consejero Erikson—. Es absurdo. La emperatriz es de Osgarg, no querrían matar a su propia reina.
—¿Por qué no? —Rowan entrelazó los dedos por delante de su rostro con los codos apoyados en la mesa—. Según lo veo podrían tenerla por una traidora, está casada con el conquistador de su reino.
Los ojos de Rowan se desviaron a Eirian, quien le sostuvo la mirada e hizo un leve asentimiento de cabeza.
—Permanecisteis un año en Osgarg, ¿qué hicisteis allá si todavía hay rebeldes? —El tono de voz de Eribel era belicoso. Rowan se sorprendió un poco, nunca habían sido cercanos, pero sentía cierto resentimiento que antes no estaba—. Pudo ser la emperatriz quien falleciera a causa de vuestra incompetencia.
—¡Eribel! —bramó Eirian antes de que Rowan pudiera replicar—. Rowan acabó con la guerrilla en Osgarg, el atentado ha sucedido acá y no estamos seguros de que sean ellos. ¡Modera tu forma de dirigirte al príncipe o tendré que expulsarte de esta sala!
—¡Es más importante tu maldito amante que tu esposa! —replicó Eribel con ojos enrojecidos. ¡No es necesario que me eches!
El príncipe bastardo se levantó y abandonó la sala. Rowan continuó hablando sin prestarle atención, como si la interrupción no hubiese ocurrido.
—Si me permitís, Majestad, puedo hacerme cargo. Pondré algunos de mis espías en la ciudad y averiguaré quién está detrás del atentado.
Eirian tardó un poco en responder. Miró al primer consejero y este hizo un gesto afirmativo.
—Está bien —accedió el emperador—, averigua cuanto puedas. En quince días nos reuniremos de nuevo y discutiremos los resultados de tu investigación.
Rowan se levantó e hizo una reverencia antes de abandonar la sala. No regresó a sus aposentos, sino que fue al aviario donde estaban los haukres. Rápidamente, escribió una nota, la ató a la pata de una de las aves y la dejó libre para que llevara el mensaje. Después fue a los establos por su caballo. Debía ir a Noor a reunirse con algunos conocidos que le servían de enlace y otros de espías.
***GLOSARIO
Haukr: Aves rapaces inteligentes que son entrenadas para enviar mensajes. Algunos hechiceros con el suficiente poder pueden usarlas para espiar.
***Hola, mis amores. espero que les haya gustado el capítulo y no esten muy aburridos.
Me encanta la cancion de la cabecera, creo que les va perfecta al igual que la coreografia, resume la relación toxica de ellos. Hasta que Rowan se canse.
¿Qué creen que significa el sueño con lobos de Rowan?
Nos leemos el próximo viernes, besitos.
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