Capítulo VI: Amistad y deseo

«Amado hermano, nuestro padre agoniza y es su último deseo verte a los ojos antes de partir al reino de los cielos, junto a Nu- Irsh.

Tu hermana que te extraña, Andreia».

Rowan leyó de nuevo la carta. Acarició el brazalete de plata con forma de espada que siempre llevaba en la diestra, el único recuerdo que conservaba de su madre. Pensó en Andreia, en su padre y en el reino que dejó muchos años atrás y el cual en algún momento fue su casa. ¿Qué le esperaría al llegar? ¿Cómo lo recibiría su gente? ¿Luego de tanto tiempo podría volver a llamarlo hogar? ¿O debía considerar como tal a Doromir, donde había vivido los últimos años? La duda le produjo un tremendo desasosiego.

Contaba once años cuando, luego de una larga guerra intentando liberarse, Ulfrgarorg se rindió ante Doromir. El rey Cardigan, el padre de Eirian, obligó al suyo a jurarle lealtad y como máxima prueba de sumisión, Cardigan le exigió que le diera a su único hijo varón para que se criara en Doromir, junto a Eirian. Cuando llegara el momento de la sucesión, Cardigan prometió que lo regresaría a Ulfrgarorg para tomar su puesto como regente, pero sometido al mandato del emperador de Doromir.

Parecía que ese momento había llegado, la hora de volver a Ulfrgarorg y convertirse en el rey regente de uno de los reinos vasallos del imperio de Eirian.

Dejó la nota a un lado y se cambió deprisa la ropa de montar por otra que estuviera limpia, mientras su ayuda de cámara le preparaba el equipaje. En poco tiempo estuvo listo. Cuando salió a los establos en busca de su caballo, Idrish lo estaba esperando junto a un par de soldados de su batallón.

—Lamento que tengas que dejar tu casa y acompañarme —le dijo Rowan montando a Anto.

—No es molestia —le contestó Idrish, subiendo a su propio caballo.

No, claro que para Idrish no era una molestia, pero sí para él. El príncipe suspiró. Con todos los pensamientos que se arremolinaban en su mente, lo que menos deseaba era dedicarle ni siquiera uno a sentimentalismos, pero con Idrish tan cerca, mirándolo con anhelo, sería imposible no hacerlo.

Cabalgaron sin descanso durante todo el día, excepto el necesario para vaciar la vejiga. Al anochecer acamparon a un lado del camino del bosque, en las laderas de las montañas de Ulfrvert. Habían hecho buen tiempo y Rowan calculaba que de seguir con ese ritmo estarían en Ulfrgarorg a más tardar en dos días. Montaron las carpas y el príncipe se encerró en la suya. Desde afuera le llegaban las voces de sus hombres y el olor de la carne asada de alguna liebre que seguramente habían cazado. No quería salir, no deseaba la tentación de un acercamiento con Idrish. Rebuscó entre sus cosas, sacó una botella de hidromiel, su diario, pluma y tinta. Se sentó en el lecho y empezó a escribir los pensamientos que lo atormentaban sobre quién era él en realidad y cuál debía ser su destino.

—Alteza, vuestra comida —llamó uno de los hombres desde afuera.

—Entrad. Dejadla en la mesa —ordenó Rowan sin apartar los ojos del cuaderno.

—¿Te quedarás aquí toda la noche? —La voz de Idrish lo sacó de sus pensamientos. Erróneamente, creyó que quien le traía la comida era uno de los soldados—. ¿Estás huyendo de mí?

—Huir no sería la palabra.

—Me gustaría hablar contigo.

Rowan suspiró y dejó a un lado el cuaderno, la pluma y el tintero.

—¿De qué quieres hablar?

—No quisiera que te mostraras tan frío conmigo —dijo y Rowan observó atentamente cómo se sentaba a su lado, en las pieles que conformaban el lecho—. Sé que no puede haber más nada entre nosotros, no te preocupes, pero quisiera que siguiéramos siendo los buenos amigos que fuimos durante todo el año que vivimos en la frontera con Osgarg.

—Claro —contestó el príncipe con sinceridad—. Sigues siendo mi amigo, eres mi mano derecha, tampoco quiero que eso cambie.

Idrish suspiró como si se quitara un peso de encima y sonrió.

—Siendo así, ¿puedo comer con un amigo? No hemos hablado durante todo el viaje y sé que debes tener miles de pensamientos en este momento. Verás a tu padre y a tu hermana después de mucho tiempo. ¿Te preocupa?

Rowan lo observó. Era cierto, miles de dudas lo atormentaban y no tenía a nadie con quien hablarlo.

—No te imaginas cuanto.

El príncipe sirvió hidromiel en un vaso y se lo ofreció. Idrish le acercó la comida.

—Debe ser difícil. Espero que lleguemos a tiempo y puedas ver a tu padre con vida. ¿Qué crees que dirá cuando te vea?

Rowan rio entre dientes por la pregunta y bebió un gran trago de licor.

—Si tiene la fuerza suficiente me abofeteará por no haber acabado hace mucho con Eirian. O me matará si es que sabe que me acuesto con él.

Ante el comentario, Idrish también rio.

Los dos continuaron comiendo, bebiendo y hablando amenamente. La charla de Idrish era ligera, le evitaba pensar en las decisiones difíciles o cómo sería realmente cuando llegara a Ulfrgarorg. Avanzada la noche, la botella de hidromiel se había acabado y Rowan estaba algo mareado, además de somnoliento.

—Creo que es hora de despedirnos —dijo el príncipe—, mañana debemos ponernos en marcha temprano.

—Sí, tienes razón.

Rowan le ofreció la mano para despedirse, pero en lugar de chocarla, como era lo habitual entre ellos, Idrish se la agarró y lo jaló hasta acercarlo a su cuerpo. El mareo le impidió reaccionar a tiempo. Cuando se dio cuenta, el coronel lo tenía en sus brazos besándolo hambriento.

Las manos de Idrish se colaron por debajo de su camisa de lino. La caricia de las palmas cálidas y ásperas lo estremeció al pasearse por su abdomen mientras la cabeza continuaba dándole vueltas. «Debo dejar de beber» pensó Rowan.

El coronel era un hombre atractivo. Llevaban peleando juntos desde hacía cinco años, cuando Eirian ascendió al trono y se dedicó a su empresa expansionista. Sin embargo, mientras Eirian los comandó en el campo de batalla, las interacciones entre Rowan e Idrish se limitaron a aquellas estrictamente profesionales. En los momentos de ocio y descanso que les permitía la guerra y la posesividad de Eirian, quien lo monopolizaba el mayor tiempo, Idrish y Rowan interactuaban como lo haría un par de compañeros de armas: algunas bromas, risas grupales y nada más.

Fue en el último año, cuando estabilizaban la frontera con Osgarg, que él y el coronel se volvieron muy cercanos, tanto que una noche en la que discutían una estrategia para desarticular la guerrilla, terminaron enredados en el lecho en medio de mapas y notas de informantes. A partir de ese momento pasaron juntos en las montañas casi todas las frías noches en las que no combatían.

Pero ahora que habían vuelto a Doromir la relación de ambos debía sepultarse en el olvido y nunca más revivirse.

Idrish dejó su boca y pasó a besarle el cuello. Le agradaban los besos, le gustaban las caricias del coronel, pero a pesar del alcohol y de que lo estaba disfrutando, Rowan lo alejó con un suave empujón.

—Basta. Tienes que irte.

Idrish lo miró con ojos empañados tanto por el hidromiel como por el deseo y volvió a prenderse de sus labios. El príncipe cerró los ojos y se olvidó de la petición que había hecho. En poco tiempo la tienda se llenó de suspiros y jadeos contenidos. Idrish lo tendió de espaldas en las mantas y pieles que formaban el lecho sin separarse de su boca. Luego, tomó los orillos de la prenda de lino y tiró de ella hacia arriba. El torso moreno y bien torneado de Rowan quedó a disposición del coronel, quien se dedicó a acariciar y besar cada palmo bajando hasta detenerse frente a su caderas.

Rowan sentía el miembro duro aprisionado por el pantalón. Tembló a la expectativa cuando los dedos ágiles comenzaron a desatarlo y en menos de lo que tarda en consumirse una brizna de paja en el fuego, terminaron de desnudarlo. Idrish, a diferencia de Eirian, era un amante dulce y cariñoso. En el año que llevaban juntos se dedicó en cada encuentro a descifrar su cuerpo, a descubrir qué le gustaba y que tipo de caricias lo llevaban al borde. El príncipe apretó las pieles al sentir las yemas acariciarle los muslos. Idrish le mordisqueaba la cara interna de estos mientras deslizaba las manos por sus caderas. Rowan, se estremeció. El coronel lo conocía, sabía que esas caricias lo encendían.

—¡Maldita sea! —exclamó el príncipe—. No deberíamos... ¡Ah!

No pudo terminar la oración porque Idrish se introdujo su pene en la boca.

—¡Mierda! ¡Por el Gran Lobo del Norte! ¡¿Cómo eres tan bueno haciendo esto?!

Flexionó las piernas y enterró los dedos en la mata de cabello rojizo, uno tras otro dejó escapar los gemidos que se habían acumulado en su garganta. Idrish abandonó la labor antes de que pudiera venirse, se incorporó un poco y con ambas manos apoyadas en el lecho, a los lados de su torso, lo observó un instante, luego volvió a besarlo en la boca.

—No quiero dejarte, Rowan —le confesó cuando se separó de sus labios.

El príncipe no le contestó, apretó los ojos y los labios en cuanto sintió la intrusión de los dedos en su interior. Vagamente, se daba cuenta del error que cometía, pero no tenía la voluntad de detenerlo. Poco a poco Idrish fue abriéndose paso, besándolo en los labios cada vez que Rowan hacía algún gesto de molestia, hasta que estuvo todo adentro y entonces, comenzó a embestirlo. Lento, profundo, calmado, tortuoso, así era siempre, muy diferente de Eirian que lo devoraba con vehemencia en cada encuentro.

No le disgustaba su parsimonia, por el contrario, lo volvía loco y parecía que era lo que Idrish buscaba, que se desesperara y acabara suplicándole.

—¡Más! —exigió Rowan con los ojos cerrados.

Idrish no atendió la orden y continuó con los movimientos lentos.

—¡Vamos, Idrish! ¡Mierda! ¡Hazlo!

No soportaba más, estaba al límite y necesitaba venirse. Iba a colocarse arriba, cuando el coronel incrementó el ritmo. Rowan empezó a jadear y maldecir a medida que su placer se incrementaba. Idrish era un experto, sabía qué lugares tocar, cómo acariciarlo y prolongar el placer hasta llevarlo a ese punto en el cual su sangre hervía desesperada. Entonces, atacaba inclemente con embestidas rápidas y profundas que lo hacían alucinar. Se vino y un instante después también lo hizo el coronel.

Idrish giró a un lado, la respiración de ambos era fuerte y sus cuerpos se encontraban cubiertos de sudor. El mareo de Rowan se había ido, fijó los ojos amarillos en las colgaduras de seda verde del techo de la tienda y se maldijo en silencio.

Debió contenerse y no ceder al deseo de su cuerpo, continuar con Idrish era peligroso, una terrible equivocación. Se dijo a sí mismo que en cuanto llegara a Ulfrgarorg terminaría definitivamente la relación. Idrish estiró el brazo y acercó a Rowan a su costado, le prodigó una caricia lánguida a lo largo de la espalda.

—No voy a dejarte —le escuchó decir. Él no le contestó y fingió que dormía. Al cabo de un instante, Idrish agregó en voz baja, como si hablara para sí mismo—. Eres mío, Rowan.

Al amanecer del día siguiente recogieron las tiendas y continuaron la marcha. El príncipe no le manifestó su decisión de terminar la relación, pero evitó por todos los medios volver a acostarse con él. Procuró no sobrepasarse con el alcohol y cada vez que Idrish lo buscaba, se disculpaba aludiendo a su preocupación por lo que tendría que enfrentar al llegar a Ulfrgarorg. Realmente Rowan se sentía inquieto, temeroso del recibimiento que le darían en su país, así como de volver a ver a su hermana gemela y a su padre, de que pudieran reclamarle que se hubiera convertido en el amante de su opresor.

De tal manera que Rowan no quería agregar a su maltrecho estado emocional el lidiar con una ruptura amorosa. También reconocía que tener a alguien durante el viaje a quien contarle sus preocupaciones era reconfortante, consideraba a Idrish un buen amigo y en el fondo le dolía lo que sucedía entre los dos. Nunca debió dejar que el coronel cruzara la línea y se preguntaba si llegado el momento, la amistad de ambos prevalecería por encima del enredo amoroso que tenían. De corazón, esperaba que sí.

GLOSARIO

Lo que tarda en consumirse una brizna de paja en el fuego: 5 MINUTOS

Ulfrvert: del lísico, Camino de lobos. Cadena montañosa que se extiende desde Northsevia y separa Doromir de Ulfrgarorg y atraviesa por la mitad el reino de Osgarg. Muchos años atrás estuvo sobrepoblada de lobos, en la actualidad hay pocos que rara vez son vistos por humanos, aunque algunos creen que todavia se ocultan cambiaformas en ella.


Espero que les haya gustado el capítulo, nos leemos el próximo miercoles con Rowan entrando en su reino. ¿Cómo lo recibirá su gente?

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