20. Vampyr
Una chica viaja en el metro al atardecer, como cualquier otro asalariado promedio. Puedes ver sus tobillos huesudos asomarse bajo la falda larga; los brazos a medio marchitar, dejándose caer con desenfado al igual que los tirantes de su blusa amarilla. Una suave capa de sudor sobre su frente delata su temperatura corporal, mientras la mirada castaña se extravía sobre sus propios tenis sucios.
En realidad, fantasea con ser un vampiro y comer chicos lindos... tipo idols, no menos. Piensa en que le gustaría caer desde las azoteas; en la excitante sensación de impactar y trepar por una espalda tan frágil como la de un jovencito con tales características. Imagina el perfume de sus cuellos blanquísimos, la violencia, el forcejeo, las piernas alrededor de sus cinturas quebradizas, el crujido... el sabor de la sangre surgiendo a borbotones de una yugular reventada.
¡Ah! Si fuese un vampiro, en verdad sería glotona. Cazaría cada noche, viajaría cuando se acabaran las presas más bonitas del pueblo, y nunca se cansaría de hacerlo. Viviría para el placer, el amor y la belleza.
Aprieta las piernas con sólo pensarlo. Y sonríe solitaria, camino a casa, en el atardecer.
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