Capítulo 1
Una mujer daba a luz a su hijo, mientras su esposo se retrasaba a llegar al parto. Este estaba demasiado ocupado debido a su trabajo, cosa que aquella mujer no reprochaba, ya que entendía que era importante puesto que en sus manos recaía la responsabilidad de muchas vidas. Estaba tan enamorada, vivía por él, veía por sus ojos, el amor es ciego después de todo, pero no para siempre.
Con el tiempo, el pequeño crecía rapidamente, sus progenitores esperaban que heredara la genética de su fuerte padre para ser un digno sucesor, cosa que por supuesto logró, y que con el tiempo la madre odiaría. El por qué os preguntaréis, y no os decepcionaré al contarlo, pero... mejor esperemos un poco más. Primero será mejor explicar eso de la "genética", no creeis...
Según las leyendas y los informes que se conservan, algunas especies animales comenzaron a desarrollarse de forma distinta, es lo que conocerías como evolución, sin embargo, no era exactamente así, sino que de buenas a primeras como si de algún hechizo se tratara, animales de muchas especies comenzaron a tomar forma humana y convivir con las personas sin más. Con los años se adaptarían, pero al tener a sus cachorros estos volverían a sus orígenes, pudiendo tomar forma animal. Tras estudiarlos y catalogarlos, se decidió nombrarlos como Bestars, término que se usó como abreviatura y que al día de hoy era muy familiar para todo el globo.
Como resultado de lo anterior, comenzaron a nacer algunos especímenes con cierta particularidad, era poco común, pero algunos machos nacían con la capacidad de quedar embarazados y dar a luz, serían los llamados donceles. A su vez, se decía que los hijos de estos últimos, estaban destinados a desarrollar un potencial enorme, por lo que muchos deseaban hacerse con alguno.
Otra característica que los diferenciaba de los animales comunes, era que aunque crecieran rápido, su esperanza de vida eran mucho mayor, por lo que serían adultos en tres años, pero morirían en noventa por poner un ejemplo.
Volviendo al presente, Alatus crecía por días, y su padre comenzaba a entrenarlo y enseñarlo para que se convirtiera en un digno sucesor. Demostró grandes dotes de guerrero además de tener un carácter muy parecido al de su padre, esto preocupaba a su madre ya que en principio pensó que su hijo se comportaba de una forma que no le gustaba despreciando a los que eran más débiles que él, y mofándose de su fortaleza y sus habilidades. Al intentar enfrentarlo, la cosa cambió drásticamente, su hijo la despreció completamente a ella también, ya que la consideraba débil. Para terminar aquel encuentro, una frase la hizo comenzar a replantearse si el haberse unido a esa persona había sido una buena decisión por su parte.
A la larga volvió a quedar embarazada, pero esta vez estaba aún más preocupada. ¿ Qué haría si su pequeño se volvía igual a su hermano?, era algo que no quería que ocurriera, es por ello que hablaría con su esposo. Un error. En el momento en que se acercó a la puerta, una conversación daba lugar. Al principio no entendía nada, pero pocos segundos faltaron para saber que se refería a aquel pequeño en su vientre. Lágrimas brotaron de sus ojos, no podía creer lo que escuchaba, su pequeño no era un hijo querido, sino uno necesario como moneda de cambio. En cuanto creciera sería desposado para conseguir su objetivo, que no era otro que hacerse con territorios y con más poder. Solo una frase vino a la cabeza de la pobre mujer, su esposo era un auténtico bastardo.
Días después de aquello, tomó su decisión, y con ayuda de un par de personas consiguió escapar. En cuanto su esposo se percató, se dió la voz de alarma, pero ya era tarde, estaba lejos y no podría encontrarla.
Tiempo pasó, y unos hermosos mejizos nacieron. Sus nombres eran Xiao y Kara. Para temor de la mujer, su pequeño hijo se parecía demasiado a su padre, y aunque su hija no lo hacía tanto, ambos heredaron sus genes. Temía que además, pudieran parecerse a él en el peor sentido posible, por lo que en su corto tiempo de infancia los educó lo mejor que pudo, y tomó una dolorosa decisión, usaría una última carta en su mano para vengarse en cierto modo de este. Quizás la odiaran por ello, quizás no, pero esperaba que al menos de aquella manera fueran un poco más libres.
A la larga como era de esperar, fueron encontrados. La mujer era consciente de que aquella escapada no sería para siempre, pero al menos serviría para alejar a lo más preciado que tenía del bastardo que la había engañado, la había usado y ahora pretendía hacer lo mismo con sus retoños.
- Por fin te encuentro, Rosaria... - La nombrada miraba al hombre frente a ella.
- Si crees que volveré contigo, estás muy equivocado, no vas a volver a engañarme. - Tomó un papel y lo quemó, cosa que hizo que se iluminara un círculo a alrededor de ambos, mientras esta sonreía.
- Qué demonios... -
- Con esto tu sangre no perdurará. Tu maldición acabará contigo y nuestros hijos. - Reía de forma un tanto neurótica. - Conseguí mi venganza. - En su cabeza pensaba, "Solo servirá con mis hijos pequeños y los que tengas a partir de este momento, pero no lo sabrás. "
- ¡Qué quieres decir!. - En ese momento lo empujó. Buscaba la forma de terminar con aquel ritual, cosa de lo que este no se percató, por lo que la siguió y acorraló. - ¡Habla o terminaré contigo, qué hiciste.! - Decía con tono autoritario, mientras tanto Rosaria tan solo sonreía, conseguiría lo que se proponía, tanto si él quería como si no. - ¡Responde!. - Sacaba su espada a la par que seguía demandando. Fue entonces cuando la mujer aprovechó para avalanzarse sobre él y consiguió que la apuñalara, cumpliendose así el último requisito para que su maldición surtiera efecto.
Mientras esta caía al suelo sonreía. No había encontrado el mejor modo, pero al menos no tantos de sus descedientes sufrirían aquello.
- ¡ Madre! - Unos jóvenes llegaban al lugar. Lloraban mientras se apresuraban a llegar al lado del cuerpo que yacía en el suelo. Estos sujetaban sus manos, mientras la mujer tan solo pedía perdón por dejarlos solos y terminaba por dar su último suspiro.
Terminado aquello, ambos jóvenes fueron llevados por su padre, a quien poco importaba lo ocurrido, lo único que tenía en mente ahora, era la forma de usarlos a su antojo, aunque el futuro le tendría preparada más de una sorpresa.
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