🔥 Capítulo 18
Ver comer a Rem era un espectáculo terrorífico.
No sabía si se debía al hambre voraz que tenía o si siempre sería igual, pero sus ojos seguían emitiendo ese brillo dorado como la miel que podría considerarse un rasgo más de su hermosa complexión de no ser por los enormes colmillos que desgarraban la carne del cervatillo que Lana había cazado y cocinado para Calaham, él y ella.
Su nariz se arrugaba como la de un animal salvaje devorando a su presa de manera insaciable, incluso sus manos cambiaron. Estaban en tensión, apretando su alimento como si fuera a salir corriendo de un segundo a otro y clavándole las uñas. Era horrible.
En cambio, Lana devoraba su parte de una forma más decente. Era una loba y comía como tal, mas no era comparable a lo que Rem hacía con los animalillos. Ella se alimentaba con las manos y desgarraba la carne con su dentadura, pero no era tan brusca como nuestro compañero. Y, bueno. Calaham comía como cualquier otra persona.
Opté por dejar de observar al mestizo y continuar comiéndome las setas que la rubia me había buscado; hasta las había cocinado un rato en la hoguera como le pedí. La primera impresión que tuve de ella, era la de una criatura peligrosa y sanguinaria. No parecía tan mala chica después de todo, por mucho que ella se empeñase en demostrar lo contrario.
—Oye, Lana —llamé su atención—. ¿Puedo preguntarte algo?
—No —dijo arrancando un trozo de carne del hueso.
—Ah.
—Sí, venga. ¿Qué pasa?
Carraspeé con la garganta, notando los ojos de todos puestos en mí. Que me mirasen con tanta fijeza, me ponía nerviosa. Estaba acostumbrada a que esas miradas expectantes fueran para buscar el momento oportuno para reírse de mí; tenía un pequeño trauma que arrastraba desde la infancia por ser físicamente diferente a los demás.
—Cuando has venido a ayudarnos —le pongo en situación—, ¿por qué los lobos que te acompañaban no herían a los licántropos y viceversa? Pensaba que entrarían en una especie de lucha sangrienta.
—Nuestra moral no lo permite. —Se encogió de hombros—. Son parte de nuestra familia y a la familia no se le hace daño. Eso cambia cuando hay un castigo de por medio.
—¿Por qué te obedecían a ti más que a ellos? —intervino Calaham con aire curioso—. Tenía entendido que los lobos os daban lealtad a todos por igual.
—Pues eso no es así —rio—. Suelen obedecer más a los líderes de las manadas, pero al expulsarme, conviví por mucho tiempo con ellos. Digamos que formé mi propia manada.
—Eres su líder —afirmé.
—Sí. Y no me lo merezco.
Sabía a lo que se refería porque Calaham me lo había estado traduciendo cuando estuvo discutiendo con los guardias. Al expulsarla, mató a esos lobos en vez de dejarse matar por ellos. No se dejó castigar.
Sin ninguna intención de querer seguir hablando del tema, le pegó otro bocado a la comida. Me hubiera gustado seguir preguntando, sin embargo, era consciente de que Lana no quería continuar por ese camino, así que lo respeté y me centré en mis deliciosas setas. Todo lo que había comido en aquel mundo me resultaba exquisito, podría llegar a acostumbrarme. Nada más terminar la misión, le pediría a Rem y a Calaham que me pagasen con comida; raíces de sauce, setas... ¡Lo que fuera!
Al acabar de cenar, Cal apagó la hoguera y Lana nos hizo subir hacia la estancia que se ocultaba tras una falsa pared, solo cubierta por más lianas y enredaderas. Allí pude ver un par de antorchas puestas contra las esquinas para que alumbrasen un poco, el suelo de la zona del fondo a rebosar de mantas de piel animal, los laterales con muebles destartalados de madera llenos de herramientas afiladas que podrían utilizarse como armas, diferentes tipos de hierbas, ropa y huesos. Estaba un poco desordenado, pero limpio.
La loba nos preparó unas camas improvisadas con los pelajes de los animalillos que ya había cazado con anterioridad. Cada uno se tumbó en una de ellas y conciliaron el sueño. Yo decidí dormir en el suelo y hecha un ovillo, no iba a aceptar dormir con pieles que no me pertenecían. Era tal el cansancio que tenía encima, que no tardé en quedarme dormida.
🔥
Esa noche soñé con mi familia, en cómo estarían y en lo preocupados que debían de estar por mí. En cómo Alice pudo sentirse al ver que me había ido de casa y aún no regresaba. Llevaba dos días desaparecida y me dolía en el alma no poder decirles a mis seres queridos que me encontraba bien, por el momento. Porque Dracones era tan peligroso que ni siquiera podía saber con certeza si saldría con vida, herida o peor.
El miedo me hizo tener pesadillas durante algunas horas de sueño, las cuales se veían interrumpidas por el recuerdo de Ronan abrazándome. Era lo único bueno que tenía sin tenerlo. Aún le echaba de menos. Hasta el punto de sentir que lo estaba estrechando entre mis brazos de verdad, aunque notaba su cuerpo algo más frío, pequeño y duro. Y olía algo raro.
Aquel olor logró que me despertara y abriera los ojos. La luz de la madrugada se colaba entre los huecos de las lianas y no me costó mucho vislumbrar el objeto al que estaba abrazada. Era un hueso. ¡Un puñetero hueso! ¿¡Cómo había acabado ahí!?
Me incorporé de inmediato y lo empujé lejos de mí. Una carcajada ronca resonó por el lugar, lo que me hizo seguirla hasta dar con el propietario: Rem. Este se encontraba sentado cerca de las escaleras, con sus brazos apoyados sobre las rodillas y mascando una de esas ramitas de limpieza bucal. Miré al resto de camas, estaban vacías.
Nos habían dejado solos.
—He intentado quitártelo, pero te agarrabas a él como una garrapata —notificó el mestizo entre risas—. Qué, por cierto. ¿Quién es Ronan?
«Mierda, he hablado en sueños», me maldije.
—Mi exnovio —suspiré.
Rem ladeó la cabeza.
—He escuchado eso alguna vez en tu mundo, ¿estás casada?
—No, solo nos queremos —carraspeé con la garganta—. Queríamos.
—¿Qué os pasó?
—Nuestra relación se rompió.
—¿Por qué?
Fruncí el ceño.
—Porque tu maldito corazón me dejó en coma por cinco años —espeté con rabia.
Agh, ya no podía alejar el odio y el rencor que sentía por él.
—No sé cómo lo haces que siempre encuentras un motivo para enfadarte conmigo —se mostró ofendido—. No todo es mi culpa.
—Pero sí una gran parte. —Me crucé de brazos y finalicé la conversación.
—Cascarrabias —escupió con burla.
Y ahí me enervé. ¿Es que ese chico se tomaba todo a cachondeo o qué? Sentía como la rabia me invadía, lo que no era nada bueno para Rem. Acabaría detonando y esa explosión se llevaría por delante su corazón, avanzando la maldición. Es más, estaba comenzando a provocarle daño sin quererlo. Las muecas de dolor del mestizo y su mano aferrada a la tela de su pecho me lo decían.
—Eh, relaja. Que ya escuece —advirtió.
Apreté los puños, cerré los ojos y respiré hondo para calmarme. Después de unos segundos, logré que mis emociones se estabilizaran. Pude mantener a raya ese rencor que despertaba todo sentimiento malo y perjudicial para él.
En cuanto abrí los ojos, me puse en pie y decidí marcharme para dar una vuelta lejos de Rem y poder despejarme. Sin embargo, en el instante en el que llegué a las escaleras, una de sus manos enganchó con suavidad mi muñeca, haciéndome parar y mirarle con neutralidad.
—¿Cuándo me perdonarás? —indagó.
Me zafé de su agarre.
—¿Por qué te importa tanto?
—Principalmente porque tu estado de ánimo influye en mi estado de salud —respondió y yo rodé los ojos—. Pero también porque quiero estar de buenas contigo. Soy un buen chico, en serio. Y te lo demostraré si me lo permites.
Un indicio de sonrisa quiso abrirse paso por mis labios, pero no la dejé aparecer. La forma que tenía de hablar y de expresarse me hacían caer.
—Está bien. Demuéstramelo.
—¡Estupendo! —Se puso en pie de un salto—. Tienes hambre, ¿no? Lana se ha ido a cazar y Calaham ha ido a ver si hay peligro por los alrededores, así que tenemos tiempo para buscarte algo de desayunar.
No me dio tiempo a decir nada, solo tomó mi mano, me condujo escaleras abajo y corrió por el pasillo de la cueva hasta que llegamos a la salida. Ambos anduvimos en línea recta, adentrándonos en el bosque. Su cabeza se movía de un lado a otro, en busca de algo que debía de estar en lo alto de los árboles. No pude evitar fijarme en nuestras manos entrelazadas, no parecía querer soltarme hasta llegar al lugar que él viese correcto y algo en mi interior no quería que lo hiciera. Luego de unos pocos minutos de caminata, Rem paró.
Le observé expectante mientras él seguía con la mirada perdida en las ramas más altas. Fui a preguntarle lo que pretendía hacer, pero no me dio tiempo. Tras soltarme la mano, pegó un brinco que me hizo perder el equilibrio y caerme de culo. Al mirar hacia arriba, le perdí el rastro.
Las copas de los árboles eran tan espesas que podían llegar a ocultar a cualquier animal del tamaño que fuese entre sus hojas. La única referencia que tenía para saber que él estaba cerca, era el crujido que este provocaba al revolotear por ahí arriba haciendo a-saber-qué.
—¡Rem! —le llamé, buscándole—. ¡Cómo me estés cazando una ardilla, juro que te mato!
Me levanté y di vueltas sin cesar, siguiendo el ruido que causaba a su paso. Justo cuando el sonido cesó y me di la vuelta, el mestizo apareció ante mí, boca abajo y con las piernas colgadas de una rama a la altura perfecta para que su cabeza estuviera alineada con la mía. Me eché un poco hacia atrás para no estar tan cerca de su rostro. ¿Qué tenía? ¿Complejo de Spiderman? Si era así, no le iba a besar.
—Dime, por favor, que no has matado a ninguna criatura para mí —supliqué.
—Tranquila, Clades. —Me enseñó una especie de fruta morada y con las mismas proporciones de una manzana, aunque algo más estirada—. Pruébalo, está dulce.
Lo tomé de entre sus dedos y le di un bocado. Una explosión de dulzor y jugo invadió mi paladar, hasta el punto de que se me saliera un poco por las comisuras sin permiso. Me apresuré para limpiarme con mi mano libre y le di otro mordisco. Su sabor estaba delicioso, no sabía a nada que hubiera probado antes.
Sabía de sobra que intentaba comprarme con una fruta de su mundo, pero no podía negar que me parecía adorable. Tampoco podía negar que, si él había hecho las cosas mal conmigo, había sido solo por una buena razón y la única que importaba: su vida.
Él dependía de mí y todo lo que hizo fue para salvarse, no le culpaba de querer beneficiarse a sí mismo aun si eso conllevaba consecuencias para los demás. Ayer llevaba razón, se le permitía ser egoísta. Estaba en una situación de vida o muerte.
Una vez que terminé de tragar, me dispuse a hablar.
—De acuerdo, Rem. Te perdono.
Una sonrisa de oreja a oreja en la que mostraba su entera dentadura, se hizo presente en su boca.
—No la vayas a cagar, no te paso ni una más. Ya no me valdrán tus sobornos con la gastronomía de por aquí.
—Promissum. —Me tendió la mano—. Significa promesa, venga.
Reí y se la estreché. Sus iris mieles se mantuvieron clavados en los míos y sus pequeños colmillos se asomaron entre la sonrisa de sus labios. Lana tenía toda la razón, era un ser bello, aunque letal cuando se trataba del dragón que llevaba dentro.
Nos quedamos en aquella posición por unos segundos más, como si nuestros ojos fueran imanes de polos opuestos que buscaban encontrarse siempre por muy lejos que estuviesen. Ni siquiera me di cuenta de que nuestras manos seguían entrelazadas hasta que su dedo pulgar se atrevió a acariciar el dorso de la mía con suavidad, a pesar de lo áspera que era la piel de sus yemas.
Era algo increíble, no podía dejar de mirarle y mucho menos dejar de sentir su tacto. Rem seguía atrayéndome, aunque no de la misma forma que antes. Ahora tenía el poder sobre mi toma de decisiones y yo era la dueña de mi mente, no él. ¿Por qué tenía que ser tan condenadamente guapo?
Justo antes de que pudiera decir algo, una piedra impactó de lleno contra su cara, provocando que se cayera de cabeza al suelo entre quejidos de dolor. Eché un vistazo por los alrededores y no vi nada. Al menos, no hasta que Mahína se deshizo de su invisibilidad y se dejó ver para abalanzarse sobre el mestizo acompañando la acción con un grito de guerra.
—No te das por vencida, eh... —dijo Rem con media cara presionada contra el suelo.
—No —negó—. Y me quedaré aquí hasta que la Guardia de los Eternos venga. Están de camino.
—Hay que ver la pereza que me das.
Sin más, el muchacho se levantó de un salto, haciendo caer a la Katpanu de espaldas contra la tierra. Se sacudió la suciedad de la ropa y se alborotó el pelo. Ya no sabía si entrar en pánico porque nos estaban buscando o estar tranquila por la despreocupación que Rem transmitía. Me limité a prestar atención a lo que nos rodeaba para avisar de cualquier anormalidad.
No veía nada raro, ni siquiera la flecha que iba directa a mi entrecejo y que Rem paró al vuelo antes de que me atravesase; la punta quedó a tan solo unos milímetros de mí. Él y yo nos miramos, los dos asustados por lo que podía haber pasado si sus reflejos no hubiesen funcionado de aquella forma.
—Ahí están —advirtió Mahína.
De pronto, comenzaron a aparecer a lo lejos varias criaturas que corrían enfurecidas hacia nosotros. Eran un grupo de cuatro: distinguí a un minotauro, un hombre de apariencia humana subido a lomos de una especie de felino alto y, los dos restantes, que corrían a una velocidad desmesurada, deduje que se trataban de magos Vatores.
Retrocedí, poniéndome detrás del mestizo y aferrándome por instinto a su mano; él no me rechazó, me apretó con fuerza. Rem alzó su mano libre y ralentizó a aquellos seres de golpe, tanto a los que se encontraban a centímetros de nosotros como los que estaban más alejados. Todos se quedaron atrapados en un paro temporal.
En cuanto Mahína quiso interrumpir su magia, Rem me soltó y la obligó a estarse quieta. Solo podía mover los ojos y la boca para soltar palabras en latín a modo de queja.
Me quedé observándole con los ojos abiertos de par en par; sus brazos estaban comenzando a temblar y supuse que no aguantaría mucho más reteniéndolos. Eso de que los poderes de su especie durasen tan poco y afectasen a su salud, era algo horrible.
—Súbete a mi espalda —ordenó.
—Pero...
—¡Ya!
Hice lo que me pidió y aferré mis piernas a sus caderas y los brazos a su cuello con fuerza para no caerme.
—No puedes echar mano de tus poderes siempre.
—¿Qué otra opción tengo? —cuestionó con dificultad, debido al esfuerzo—. Agárrate fuerte, ya sabes cómo va esto.
Asentí y, después de que Rem respirase hondo, apartó las manos de sus objetivos y corrió hacia atrás a gran velocidad, huyendo de las criaturas que ya nos volvían a perseguir sin ningún tipo de impedimento. Nos atraparían en un pestañeo, lo sabía.
¡Holi! ¿Cómo estáis? ¿Qué tal vais con los exámenes? Yo ya no puedo más, necesito vacaciones urgentes. 🤧
¿Qué os ha parecido el capítulo? Mahía volvió a las andadas. 😎
¿Creéis que Rem y Gaia saldrán victoriosos? Son cuatro contra dos... 👀
En el próximo capítulo os adelanto que es muy probable que os llevéis un sustico, así que estad preparadas. 🤭
Besooos.
Kiwii.
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