Te vi. Se me revolvió el estómago.

Estabas fumando. Y estabas con tipos que vivían de negocios ilícitos, sucios; no comprendí porque, comprendía que te doliera todo aquello pero... ¡no era motivo para dejarte caer así!

Estabas en un callejón, miré tu cuello, estaba un poco inflamado y rosado. ¡Por Dios, te habías tatuado! Apenas tenías dieciséis años, me enfadé tanto que fui directo donde estabas y no me importó que aquellos tipos estuviesen ahí.

Te di una cachetada. Con toda la fuerza que pude ejercer, tenía que hacerte reaccionar y a ti ya no te importaban mis palabras; vi como tu mejilla rápidamente adoptaba un color rosado con la silueta de mi mano.

Me miraste sorprendido y a la vez molesto.

Te arrastraré como pude a pesar de tus quejas, lejos de allí. Estaba molesta, sumamente nerviosa y preocupada, sentía que cada vez te perdías más y más; y yo simplemente era una espectadora.

Quería ayudarte, pero es que tú, eres imposible cuando no quieres poner de tu parte.

—¿¡Qué haces!? Suéltame Caroline —estabas rabioso, nunca jamás me habías llamabas por mi nombre completo—. ¿¡Qué te pasa estás loca de remate!?

—Eso mismo te pregunto yo a ti. ¿¡Estás loco!? —observé de nuevo tu mejilla hinchaba, por un momento sentí arrepentimiento— ¿Qué carajos haces con esos tipos?

—Eso es algo que no te concierne, chica hippie —pronunciaste más calmado.

—¡Todo lo que tenga que ver contigo me concierne, idiota! —no me importaba que estuviera al borde de las lágrimas, seguí hablando— ¿Que no vez que te estás haciendo daño? Y no solo a ti mismo, también a las personas que te quieren. Adam por favor recapacita.

—Cori... —ya no pude retener más el llanto y comencé a sollozar— No llores, sabes que odio verte llorar y que yo sea la causa.

—Por favor, recapacita —repetí— No mereces dañarte así, por nadie.

—Está bien —me alivió escuchar de ti aquellas palabras—. Ven aquí, ya deja de llorar —sentí tus brazos y tu calidez alrededor de mi cuerpo, y me sentí feliz.

Att: Un corazón roto.