Capítulo 6

Ariana saliendo de unos de sus tantos conciertos.

Ariana llegando al gimnasio muy temprano por la mañana.

Ariana en un restaurante charlando con su amiga Bella.

Ariana yendo por su bebida de Starbucks.

Ariana saliendo de su disquera.

Ariana entrando y saliendo del edificio en el que vivía.

Furioso, Emmet arrojó el montón de fotografías sobre la mesa, y casi deseó golpear algo.

Aquellas fotos sólo demostraban una sola cosa...

El acosador estaba cerca. Muy cerca, y se estaba burlando de él, eso era seguro. De otro modo no se habría atrevido a enviarlas.

Resultaba obvio que su intención había sido desconcertarlo, y demostrarle que por más protección que tuviera la famosa cantante, él siempre estaría cerca, al acecho.

La furia dominó a Emmet de inmediato, y colocó ambas manos en la planicie intentando controlarse.

Debía proteger a Ariana costara lo que costara, porque ese era su maldito trabajo, pero lo llenaba de frustración el hecho de no saber a quién estaban enfrentándose.

Cuando Emmet continuó analizándolas, intentando encontrar algo, una pista o lo que fuera que lo acercara a la identidad de aquel maldito, su celular comenzó a sonar.

Respondió de inmediato al darse cuenta de que quien llamaba era el viejo Butera.

–¿Sí?–

–Wyatt, mi equipo de seguridad ya me ha mostrado las fotografías que enviaste por fax. ¿Cuándo las recibiste?–

La voz de Robert se escuchaba plenamente preocupada, y en el fondo Emmet se alegró de saber que sufría por algo, aunque desde luego no le alegraba ni un poco la situación. No le alegraba en absoluto saber que aquel cabrón sin rostro ni nombre, se encontraba todavía merodeando a Ariana, gozando del completo anonimato.

–Hace una hora aproximadamente– respondió.

–Bien. Sabes lo que hay que hacer. Sabes que debes protegerla hasta con tu vida–

–Lo sé muy bien, señor–

–Me tranquiliza saber que lo tienes bien en claro–

Emmet exhaló irritado simplemente porque odiaba a aquel hombre.

–La vida de mis custodiados siempre será primero–

–Grandioso. Debo volver a los asuntos de mi empresa, pero antes debo darte unas cuantas instrucciones a seguir. He llamado a Scooter para exigirle que cancele todos los compromisos de Ariana, al menos los que quedan de esta semana. Estuvo de acuerdo conmigo, entonces ahora lo siguiente está en tus manos. No la dejes salir por ningún motivo ni siquiera por un café a la esquina. Enciérrala bajo llave si es necesario. Tienes mi total permiso, con tal de que ella no ponga un pie afuera, y se exponga a ese degenerado–

–Entendido, señor– Emmet asintió y prontamente colgó la llamada.

Lo primero con lo que se encontró fue con Toulouse, el horrible perro de Ariana.

Ambos se miraron desafiantes, y entonces comenzó a gruñirle. Con el pasar de los días no habían aprendido a convivir.

Emmet lo rodeó intentando pasar lo más lejos posible de él, y luego exhaló de nuevo con irritación, detestando la idea de tener que prohibirle algo a la princesita dorada, como recién la había bautizado en secreto, y no por el hecho de tener problemas al mostrarse autoritario con ella, sino porque estaba seguro de que esa pequeña perrita no le pondría las cosas para nada fáciles.

Lo presentía, casi podía olérselo.

¡Maldición!

Siempre era demasiado exhaustivo tener que tratar con ella, pero tuvo que recordarse que era su trabajo, y debía hacerlo.

Como si aquello fuese obra del destino, Ariana apareció al instante.

Se veía guapísima con su diminuta faldita glitter, la delgada blusa de tirantes, y los altísimos tacones.

Llevaba el cabello suelto, y parecía muy ocupada intentando colocarse uno de los pendientes de su oreja.

Emmet se enderezó en cuanto la vio llegar hasta él.

–Es hora de marcharnos. Scooter no llamó para confirmar la cena con los productores, así que supongo que tengo noche libre, y pienso aprovecharla–

Inexpresivo, el guardaespaldas negó de inmediato.

–Usted y yo no saldremos a ningún lado– declaró con voz seca.

Ariana dio un respingo y lo miró sin comprender.

–¿Disculpa? ¿Podrías repetir lo que has dicho? Es que creo que escuché mal–

Pero Emmet negó.

–Ya me ha oído, señorita. No saldremos–

Sin poder evitarlo, Ariana rió. No pudo creerse que aquel hombre realmente estuviera atreviéndose a darle órdenes, e incluso a negarse a salir.

–Creo que estás tomándote muchas atribuciones, guardaespaldas. Tú no decides si salgo o no. Eso lo decido yo, ¿has entendido? Así que toma las llaves de mi camioneta, y llévame al Night Club

–La que no ha entendido es usted, señorita. Su padre me ha pedido que le prohíba la salida a cualquier lugar, y dado que es él quien paga mi nomina...– se hundió de hombros con obviedad. –...está claro que a quien obedeceré será a él–

El enojo de Ariana se hizo entonces evidente, y miró al guardaespaldas completamente furiosa. Furiosa con él, y aún más furiosa con Robert Butera.

¡¿Quién se creía que era?!

Pero ya le demostraría a él y a ese guardaespaldas que no iba a dejarse dominar por nadie. Ella ya era una mujer adulta, y podía tomar sus propias decisiones. Su papá tenía que entenderlo ya.

–Pues no pienso tomar en cuenta sus ridículas órdenes, ¿queda claro? No pienso seguir las órdenes del hombre que me dio la vida, y aún menos las tuyas, así que me largo– Ariana tomó su bolso y estuvo a punto de caminar hacia la salida, pero Emmet la detuvo.

Intentando controlar el deseo de golpearlo, la castaña se contuvo.

–Fuera de mi camino, Wyatt, o no respondo–

Pero Emmet no sentía ni un poco de miedo hacia ella. Pequeña mujer menuda. ¿Qué daño podría hacerle?

Como un rayo que atravesó en su mente recordó la patada en las bolas. Prontamente se apartó.

–Venga conmigo– la tomó de la mano, y la arrastró hasta la mesa del comedor, en dónde todavía tenía esparcidas el montón de fotografías.

Al mirarlas Ariana frunció el ceño sin comprender.

–¿Qué es esto? ¿Por qué sacaste estas fotos mías de internet?–

Emmet negó.

–No las saqué de internet– corrigió. –Tampoco son fotos tomadas por reporteros. Son fotos que su fan número uno envió aquí mismo–

Todavía sin comprender, Ariana dio un respingo.

–¿Mi fan número uno?–

–Su acosador, señorita– contestó por fin. –Las ha enviado su acosador–

Ariana se mostró impresionada, y no supo qué decir durante los primeros instantes, sin embargo al segundo negó.

–Pudo haber sido algún paparazi. ¿Es que acaso no te has dado cuenta todavía? Soy famosa, la prensa me sigue a todas partes, es por eso que hay fotos de mí incluso hasta cuando salgo a pasear al perro–

–¿Y esto le parece obra de un reportero?– Emmet enseguida le mostró la nota que había acompañado al montón de fotografías.

Siempre estoy cerca.

Cobra.

Sin aliento, Ariana soltó la nota, y esta calló al suelo sin hacer ruido alguno. Consternada, ella la miró intentando todavía reponerse de la impresión.

Cuando lo consiguió, regresó a su expresión molesta de antes.

–Tengo a un fan muuuy enamorado de mí. No es ninguna novedad. Ahora, ¿puedo continuar con mi vida, por favor?– preguntó de manera irónica.

Emmet soltó el aire un tanto estresado.

–¿Pero es que acaso no entiende la gravedad de la situación? Esto no es sólo un admirador muuuuy enamorado como usted dice. Se trata de alguien peligroso. Antes únicamente enviaba cosas, pero ahora se ha atrevido a estar cerca de usted más de lo normalmente permitido. No sabemos qué es lo siguiente que hará. Podría estar en el vestíbulo de este edificio esperando a que usted baje–

Pero ninguna de las palabras del guardaespaldas consiguieron que Ariana se atemorizara.

–Bueno, si eso sucediera tú estarías ahí para protegerme, ¿o no?– arqueó una ceja de manera inocentona y burlona al mismo tiempo. –Podrías darle una de esas patadas que conoces. He oído que eres cinturón negro en Karate–

Desde su altura, y con los ojos bien entornados, Emmet miró a Ariana con el rostro serio.

–Taekwondo– tuvo que corregir, pero a la cantante no le importó que fueran dos artes marciales diferentes.

–Sí, como sea. ¿Entonces vienes o no?– al parecer seguía empeñada en querer salir.

–¿Saldría aun conociendo el peligro del que ya le he hablado?– preguntó Emmet.

Ariana asintió decidida.

–Claro que sí–

–¿Y si me niego a ir?–

Ella se hundió de hombros.

–Iré sin ti, y ya–

Emmet no se pudo creer su insensatez.

–Sería una estupidez si usted decidiera salir sin mí– respondió molesto.

Ariana estuvo de acuerdo, aunque el sarcasmo brilló por completo en su respuesta.

–Así es– consintió. –Seguro mi acosador me encontraría, me violaría, y después me asesinaría. Y todo sería culpa tuya, guardaespaldas. Así que ve pensando en qué le dirás a mi papá cuando la noticia llegue a sus oídos– sin más, le sonrió, agitó la mano a manera de despedida, y caminó hacia la puerta, sin embargo antes de que pudiese abrirla, Emmet la interceptó.

–¿No me ha oído?– le recriminó él. –Usted no sale de aquí. Ni conmigo, ni sin mí. Tiene prohibido abrir esa puerta. Punto– se cruzó de brazos y la miró con burla.

Los ojos marrones de la cantante destellaron llenos de furia. El control se fue al diablo.

Emmet supo que la batalla había iniciado. Él, ella... y una tonelada de furia.

Ariana se lanzó entonces contra él dispuesta a usar los puños para golpearlo, sin embargo los reflejos de Emmet eran increíblemente rápidos. Enseguida la atrapó en el aire, y consiguió inmovilizarla. Luego la levantó del suelo para llevarla a alguna otra parte.

–¡Suéltame, idiota! ¡Suéltame!– gritó ella verdaderamente cabreada ahora, y humillada también. –¡Que me sueltes te digo! ¡¿Cómo te atreves?! ¡Gritaré tan fuerte que todos en el edificio pensarán que tú eres mi acosador!–

Emmet la miró esta vez con furia, y la sujetó aún más fuerte de las caderas, pegándola por completo a su pecho.

Por un instante, y debido a la cercanía, Ariana se quedó sin aliento. Sus ojos fijos en los suyos, la respiración entre cortada. El corazón comenzó a latirle agresivamente. Las palabras no salieron. Ariana quiso gritarle que no tenía derecho a darle órdenes en su propio hogar, que no tenía derecho a sujetarla de aquella manera en que lo estaba haciendo. Pero algo sucedió en su interior en ese instante. Se daba cuenta de que le gustaba tenerlo ahí, viviendo bajo el mismo techo que ella. ¡Oh, cielo santo! Y le gustaba sentir sus manos en su cuerpo, respirar su aroma viril, tenerlo cerca. Tan inmenso y poderoso...

La boca de la cantante se secó y le costó tragar, pensar. Se sintió débil, y Emmet aprovechó aquel momento para soltarla y alejarse tan lejos como fuese posible.

Ya recuperada del trance, Ariana recuperó su furia, y odió entonces aquellas significativas diferencias de tamaño y fuerza. Odió ser tan baja y delgada solamente porque deseaba poder ser capaz de darle su merecido a aquel simio cabeza de chorlito.

El guardaespaldas se mantuvo en pie, y la miró burlonamente desde su altura.

–Puede gritar todo lo que quiera. Pero nadie va a oírla. Le recuerdo que estamos en la planta más alta del edificio, así que no logrará nada más que estropear su bonita garganta, lo cual sería una pena porque canta usted muy bonito–

Ariana enfureció increíblemente más. Intentó soltarle un golpe, pero de nuevo él lo impidió.

–¡Haré que te despidan, ¿me has oído?!– amenazó la cantante. –¡Le diré a mi padre que me has maltratado! ¡Le diré que eres un bruto que ha intentado golpearme, y te despedirá porque creerá más en mi palabra!–

Emmet escuchó atento cada una de sus declaraciones, y entonces respiró hondo como indicando un supremo aburrimiento.

–Genial. Hágalo–

Pero la serenidad con que él aceptaba las amenazas de Ariana, solo sirvió para hacerla enfurecer más. Los ojos castaños relucieron de rabia y abrió la boca como si es­tuviera a punto de rebatirle, sin embargo en ese momento decidió permanecer serena.

Sabía que en nada valía enojarse ni perder el control. Tampoco funcionaría escaparse. Lo que debía hacer era ser más inteligente que él

Ese guardaespaldas poseía la fortaleza de su sexo, así que ella debería utilizar los atractivos ardides del suyo. Valerse de hasta la última gota de los recursos que tenía a su favor como mujer.

Solía lograr que Nathan le cumpliera hasta el más ridículo de sus caprichos con una suave sonrisa y un dulce susurro al oído. ¿Por qué no hacerlo con Emmet Wyatt?

Podía hacerlo. Se dio ánimos. Coquetear y ser sensual era algo que con certeza, Ariana sabía emplear, y no sólo ante las cámaras.

Además... pensó de nuevo sin aliento. Además una cosa era bien cierta. Tal vez no le caía muy bien, y la creía una niñita berrinchuda y presumida, pero Ariana sabía que no le era indiferente. No comprendía porque se sentía tan segura respecto a eso, pero así era. El guardaespaldas se sentía atraído por ella, y lo aprovecharía.

–Escucha, Emmet...– comenzó hablándole con extrema paciencia, y llamándolo por su nombre como rara vez. –Estoy harta de estar peleando, ¿tú no?–

Emmet no supo qué responder.

¿Qué se tramaba esa ingrata? ¿Qué demonios pretendía ahora?

Debía andarse con cuidado, porque aunque era pequeña y de apariencia tierna, era peligrosa. Demasiado quizás.

–Pues sí. Estoy harto– admitió. –Usted no coopera conmigo. Está volviéndome loco–

<–Volviéndome loco–>

Esas fueron las dos palabras que retumbaron por toda la sala.

Ariana notó el cambió perfecto en el ambiente que habían proporcionado. Y para su mala suerte, Emmet también lo hizo.

¡Joder!

–¿Así que estoy volviéndolo loco?– preguntó Ariana sonriéndole.

El guardaespaldas la miró y tragó saliva.

–Sabe a lo que me refiero–

De manera inocente y parpadeando con sus larguísimas pestañas, ella negó.

–No– respondió suavemente. –No lo sé. Explícame– le pidió en un femenino ruego.

Emmet comenzó a ponerse nervioso, y fue inevitable tartamudear ante aquella bella, coqueta y manipuladora mujer.

Sabía lo que estaba haciendo. Sabía que intentaba engatusarlo así como cuando se se conocieron.

Él había cometido un error al caer aquella vez, pero ahora... sencillamente debía mandarla al carajo.

Sin embargo no podía... ¡Mierda!

Exhaló.

–Hablo de que su vida está a mi cargo. Yo soy responsable de usted. Su padre me mataría si dejo que le pase algo, y usted a veces... no me deja cumplir con mi trabajo–

–Estoy segura de que retenerme por la fuerza no entra en tu lista de responsabilidades–

–Por supuesto que no. Pero esta vez ha sido una orden del señor Butera. Está preocupado, y cree que lo más conveniente es que usted se quede aquí esta noche–

Ariana se acercó dos pasos, y aunque Emmet se dijo que debía alejarse, no lo hizo. Se mantuvo quieto, y la miró fijamente mientras ella comenzaba un coqueto jugueteo con la corbata azul que él llevaba.

–¿No crees que ya soy bastante mayorcita como para seguir recibiendo órdenes de mi padre? ¿No crees que soy toda una mujer, Emmet?– la pregunta sonó demasiado caliente.

Tan caliente que la sangre del guardaespaldas hirvió en sus venas.

Apretó la boca con fuerza, y también los puños para así evitar a toda costa decirle que en efecto... Era demasiado mujer. Una hembra sensual y provocativa.

>Peligrosa< se repitió. >No lo olvides<

No iba a caer. No lo haría, pero dejaría que siguiera sólo para ver hasta dónde era capaz de llegar. Sólo por esa razón, y nada más, se dijo intentando convencerse de ello.

–No se trata de eso–

Ella sonrió.

–Claro que sí, Emmet–

¡Maldita sea! La vena en la sien del guardaespaldas pareció a punto de reventar.

¿Podía dejar de llamarlo por su nombre?

Estuvo a punto de pedir clemencia, pero lo siguiente que ella hizo lo dejó congelado.

Ariana se colgó de su cuello, y lo hizo bajar hasta quedar a su altura haciendo que ambos quedaran mirándose fijamente, con sus alientos entremezclándose, los labios demasiado cerca.

–Señorita...–

–Ariana– susurró ella, y Emmet no pudo concentrarse en otra cosa que no fueran sus labios rojos moviéndose. –Deja de llamarme así, y empieza a llamarme por mi nombre–

Con el corazón en la garganta, el guardaespaldas negó casi imperceptiblemente.

–Yo...– no fue siquiera capaz de articular una oración.

Ariana sonrió coqueta.

–Ya que no quieres que salga, tú y yo podrímos encontrar algo de diversión aquí...– al decirlo posó su mirada directo a la boca masculina como si estuviese pensando en besarlo.

Emmet tragó con fuerza. Se sintió más débil que nunca, y no le gustó.

¡Era demasiado tentador, joder! La tenía ahí, a su merced. Podía acariciarla y darle un beso.

Pero debía mantenerse cuerdo. Se lo ordenó la misma bestia que le pedía a gritos que la follara.

Sin embargo el deseo estuvo a punto de vencer.

Ariana lo supo. Supo que él estaba pensando en tocarla, y desde alguna parte de su cerebro una voz severa le advertía que se estaba pasando de la raya, que estaba siendo demasiado provocativa, que se detuviera ya, pero no quiso escucharla.

Emmet la pegó a su pecho una vez más, tomándola con brusquedad de las caderas. Estuvo a punto de devorarle la boca. Sin embargo no lo hizo, sino que la arrojó en el sofá más próximo, sin delicadeza alguna.

No se acercó, a ella sino todo lo contrario.

La cantante lo miró sin dar crédito a lo que acababa de suceder.

El guardaespaldas se autofelicitó aunque todavía no conseguía comprender cómo mierda se había contenido a no tomarla ahí mismo.

–Es usted una niña muy traviesa e imprudente– le dijo con los brazos cruzados y una mirada de censura. –Debería saber ya que hay ciertos juegos con los hombres... en los que usted no debería intentar jugar si después no sabrá cómo manejarlo–

Completamente ofendida, Ariana lo miró furiosamente.

–¡Te odio!– le gritó, y entonces se puso en pie y comenzó a arrojarle los cojines del sofá.

Emmet intentó esquivarlos pero no lo logró con todos.

–¡Tranquilícese! ¿Lo ve? Se porta usted como una niñita–

–¡No soy ninguna niñita, imbécil! ¡Y además para que sepas, estaba fingiendo! ¡Tú no me gustas! ¡Ni siquiera me agradas, así que jamás podría...– la palabra quedó flotando en el aire. No la mencionó.

Emmet sonrió.

Pero entonces Ariana comenzó a llorar.

Emmet se quedó perplejo en cuanto la vio. Y sorprendido también.

¡Qué buena actriz que era!

En menos de un minuto había pasado de ser la más sensual, a parecer el ser más vulnerable, sollozando lastimosamente.

Lo de esa mujer sí que era talento, reconoció y le dio su mérito.

–No le creo nada, así que deje de llorar–

Milagrosamente las lágrimas desaparecieron al instante. Ventajas de su sexo.

Ariana se indignó aún más. Hizo una rabieta pateando el suelo, y profanando un femenino gruñido. Se alejó después con toda la gracia arrogante de una princesa ofendida.

El guardaespaldas exhaló con cansancio.

Esta vez Ariana se había cabreado verdaderamente con él, le había declarado la guerra, y a Emmet no soportó el hecho de que aquello le importara.

Todavía pensaba en eso cuando escuchó un ruido afuera del departamento. Frunció el ceño, y enseguida salió a ver de qué demonios se trataba, no sin antes sacar su arma y prepararla.

Sin embargo en el instante en que puso un pie afuera, Ariana regresó a la sala, corrió hacia él, y lo empujó. Después cerró la puerta y colocó el seguro. Se recargó en ella sonriendo traviesamente mientras Emmet intentaba abrir para poder entrar.

–¡Abra! ¡Abra en este instante!– le gritó él desde afuera.

Pero Ariana no estaba dispuesta a hacerlo.

–Tengo prohibido abrir esta puerta, ¿recuerdas, Wyatt?– la sonrisa no desapareció, y entonces se marchó a su habitación dispuesta a dejarlo ahí toda la noche sólo para darle su merecido.

Afuera Emmet, guardó el arma donde siempre solía llevarla, después continuó con sus intentos de abrir.

Cuando se dio cuenta de que era inútil, exhaló irritado.

¡Aquella insolente! Era peor que una pesadilla.

Emmet se dio cuenta entonces de que tenía tres opciones.

La primera, romper el pomo con un balazo. La segunda, derribar la puerta con sus propias fuerzas. Y la tercera, ir con el guardia por una copia de la llave.

Aquella última no sonaba tan tentadora como las primeras dos, pero aun así decidió que no haría ninguna.

Si Ariana quería que él pasara ahí la noche, entonces así sería. A pesar de lo ocurrido esa noche, ella tenía derecho a su propia privacidad.

Sin más, Emmet se sentó en el suelo, y recargó la cabeza sobre la puerta.

Inevitablemente su padre acudió a sus pensamientos.

Todo lo hacía por él. Tuvo que recordarse. La memoria de su progenitor tenía que ser honrada. Y su muerte debía ser vengada.

Nunca debía olvidarse de aquello. Nunca debía desviar su atención de lo que verdaderamente importaba... Su venganza.

Una hora transcurrió, y Emmet continuaba ahí todavía sentado, con el saco en el suelo, la corbata desanudada, y la camisa arremangada. Pensando en su papá. En su infancia a su lado, en el niño tan feliz que había sido, y en lo desgraciado que era ahora, y desde el día en que él murió.

El guardaespaldas no escuchó cuando Ariana regresó, y abrió la puerta.

De pronto se cayó de espaldas, ya que su cuerpo fue incapaz de reaccionar a tiempo para sostenerse. Al segundo quedó tumbado boca arriba en el suelo, contemplando el par de piernas más increíbles que había visto nunca.

Después Ariana asomó la cabeza, y se miraron fijamente.

–Levántate de ahí, Wyatt– le ordenó de inmediato, y Emmet obedeció al instante tomando su saco. –¿Qué demonios hacías en el suelo?–

Él se hundió de hombros.

–Bueno, necesitaba ponerme cómodo, ya que usted me ha prohibido la entrada a su hogar–

Ariana negó de inmediato.

–No seas, ridículo. Entra–

Emmet metió ambas manos a los bolsillos de su pantalón, y la miró arqueando una ceja.

–Aun así no pienso dejarla salir– apuntó.

–¿Acaso me ves lista para salir?– extendió los brazos para que él viera la pijama que llevaba puesta. Un conjunto de satén rose gold, una delgada bata encima del mismo color, y sandalias Chanel.

–Pues no– contestó.

–Como ves, no pienso salir. Pero porque yo lo he decidido, no por todo ese teatrito que hiciste–

En cualquier otra circunstancia, Emmet hubiese reído, sin embargo los recuerdos de su padre todavía lo mantenían un poco afectado.

Asintió cabizbajo, y entró de inmediato pasando junto a ella.

–Espera– Ariana lo llamó, y entonces sus ojos quedaron fijos en aquellos grises, sorprendiéndose al ver una sombra de tristeza en las órbitas masculinas, y aunque sabía que no debería importarle... Le importó.

–¿Qué te pasa? ¿Estás bien?–

Emmet que no se había esperado que ella le preguntara eso, dio un respingo. Luego asintió.

–Sí. Estoy bien. Es hora de dormir... Hasta mañana, señorita–

–Hasta mañana, guardaespaldas– respondió la castaña mientras lo observaba marcharse, pero el rubio no la escuchó.

Entonces Ariana pensó en que Emmet era igual que ella... Él también llevaba una gran tristeza en el alma.

¿Pero cuál sería la suya?

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Ariana Grande se encontraba en Nueva York, y estaba siendo la sensación.

En ese momento un séquito de profesionales de la cosmetología la rodeaban para dejarla espléndidamente maquillada.

Desde su lugar, en la entrada con los guardias del estudio, Emmet no dejó de observarla.

Se veía hermosa aún sin maquillar.

Hermosísima, era una palabra más adecuada para describirla.

La miró y tuvo que admitir que cada día se sentía más fascinado por esa cantante de tan baja estatura. Y no sólo por tal belleza, sino también por su peculiar personalidad. Era amable con los demás, era la más dulce con sus fans, era valiente, era graciosa, divertida, y muy profesional también.

Poseía una energía y una alegría tan arrolladoras, que incluso lo atraían a él como un imán, tanto, que para Emmet era difícil aburrirse en horario laboral.

Ella conseguía arrancarle risas y una que otra sonrisa.

Recordó de pronto esa mañana cuando había ido a un programa matutino donde había acompañado al conductor a dar el clima, y después se habían puesto a bailar juntos uno de sus tantos éxitos. Después cuando habían ido a los estudios de MTV, y a pesar de la lluvia, un montón de admiradores se habían dado cita abajo del lugar para esperarla. Preocupada, Ariana les había pedido desde la ventana, durante el show en vivo, que corrieran a sus casa y se mantuvieran a salvo para que no fuesen a enfermarse.

<–¿Qué hacen? ¿Está lloviendo? ¡Cielo santo, vayan a sus casas, protéjanse, no se enfermen!–>

Emmet sonrió al recordarlo.

Sin duda única.

–¡Wyatt, ven aquí!– lo llamó ella de pronto, y como buen guardaespaldas eficiente, él se acercó al instante.

–Necesito que me des tu opinión–

Sorprendido, Emmet frunció el ceño.

–¿Mi opinión? ¿Mi opinión sobre qué?–

Era extraño que lo solicitara precisamente a él, cuando por ahí junto a ella se encontraban sus dos asistentes, y su asesora de imagen.

–¿Qué vestuario le parece más convincente?– le preguntó mientras le mostraba la pantalla de su IPad donde aparecían dos conjuntos de vestimenta.

Sin embargo a Emmet le confundió bastante el hecho de que no fuesen vestiditos cortitos y llenos de brillantina, sino más bien ropa ordinaria. Ropa que utilizaría alguna chica amante de los libros, el café y la soledad, no precisamente una famosa cantante extrovertida.

–¿De verdad utilizará eso para su presentación de esta noche?–

Ariana rió.

–No, bobo. Es sólo un vestuario para uno de los sketches de Saturday Night Live. Tengo que actuar como si fuera muy tímida–

–¿Entonces no cantará?–

Esta vez la que frunció el ceño fue ella.

–¿Pero es que acaso nunca has visto ese programa? Cantaré, obviamente, pero también actuaré, y esa es la razón por la que me gusta tanto ir–

–Oh, ya entiendo. Bueno en ese caso...– miró con atención las dos opciones. –¿Qué es exactamente lo que quiere proyectar?–

–Quiero lucir lo más sencilla posible. Ya sabes algo así como un ratón de biblioteca o la cerebrito de la preparatoria–

–Este– señaló de inmediato el vestidito oscuro floreado, junto a un suéter café, y zapatitos de suela baja. La imaginó vestida de aquel modo, y él supo sin lugar a dudas que aun así se vería muy linda.

Ariana pareció satisfecha con la elección porque sonrió.

–Perfecto, me agrada. Gracias, guardaespaldas–

–¿Necesita ayuda con algo más? ¿Escoger más vestuarios?– le preguntó.

Ella negó.

–Ya los tengo listos. No fue difícil elegir porque en uno seré una monja, en otro una sirena, en otro una astronauta, y en otro Jennifer Lawrence–

–Genial– murmuró el rubio, y pensó en que no podía esperar para verla vestida de sirena.

En ese momento volvió el maquillista de Ariana, y continuó con su labor.

Emmet sabía que ya debía volver a su puesto, pero no lo hizo de inmediato.

Miró todo el montón de cosméticos, y después la miró a ella.

¡Joder!

Esta mujer era una obra de arte, y él sintió el fuerte impulso de decirle que no necesitaba toda esa mierda en la cara porque su belleza era natural, inusual.

Pero no lo hizo. Se quedó en silencio, y pronto volvió a la entrada para continuar vigilando.

A los pocos segundos apareció el productor del programa que estarían grabando esa tarde. Un talk show muy conocido. Le dijo que estaban a punto de comenzar, y que debía correr a su sitio para ser presentada por Jimmy Fallon.

Emmet se colocó muy cerca del set, porque verla siendo entrevistada siempre era muy divertido. Ella solía dar las más épicas y graciosas respuestas.

Cuarenta minutos más tarde, terminaron con todas las tomas.

En cuanto Ariana terminó Raven y Darren se acercaron corriendo.

La asistente le entregó su infaltable té de Starbucks con pajita verde, y el asistente se ocupó de pasarle su celular con una llamada entrante, a la que atendió de inmediato pues se trataba de Scooter, que no había podido viajar con ella.

Cuando colgó, Emmet se acercó. Parecía extrañamente preocupado.

–¿No va a comer nada?– le mostró la mesa de comida que habían servido sólo para ella. Normalmente no le hubiese preguntado eso, pero sabía que no había desayunado, y se había rehusado a tomar algo durante el vuelo. Tampoco había ingerido bocado durante aquellas horas de trabajo.

Ariana negó.

–No tengo tiempo para comer. Debo llamar a Nathan antes de llegar a los NBC Studios. Nicole me dijo que amaneció un poco enfermo–

Emmet no pudo evitar sentir molestia al escuchar el nombre de aquel sujeto.

–¿Y por qué se preocupa, si él jamás la llama ni siquiera para saber cómo está, si tuvo un buen día, si su acosador envió más fotos, si la ha seguido molestando?–

Enojada por su atrevimiento, Ariana lo miró.

–Es mi prometido, y ultimadamente, ¿a ti que te importa, Wyatt? No es tu problema–

Pero el guardaespaldas la ignoró. Apretó su boca en una línea sombría.

–¿Ah sí? ¿Su prometido? ¿Y dónde ha estado él durante la última semana?–

–Estuvo fuera del país por asuntos del trabajo–

Emmet rió por la típica excusa de siempre.

–Claro, mientras usted es acosada por un loco. Qué buen prometido–

–Él no quería irse– lo defendió. –Él preferiría mil veces estar aquí conmigo, pero es su trabajo, tiene obligaciones porque es un hombre responsable–

Los ojos grises del guardaespaldas la miraron con fijeza. No entendía porque aquel niñito no se ocupaba de cuidar a su prometida, y aún menos entendía la tranquilidad de Ariana con respecto a que él estuviera lejos.

Eran una pareja muy extraña.

–Si usted fuera mía...– comenzó con un ronco susurro, y continuó mirándola como si la estuviese escudriñando. –No la dejaría sola ni un solo instante, y menos aun sabiendo que alguien ahí afuera la desea de manera enferma–

Tampoco la dejaría sabiendo que compartía techo con un tipo como él, pero eso decidió no mencionarlo.

Ariana se quedó sin aliento mientras lo miraba sin saber qué responder, con el corazón golpeteando su pecho de manera descontrolada.

Para su fortuna, él desapareció al instante dejándola sola.

La cantante resistió el estremecimiento e intentó recuperarse del impacto que siempre significaba mirar a aquel hombre a los ojos. No se sintió capaz de llamar a Nathan, así que dicha llamada quedó olvidada.

Giró su mirada únicamente para encontrarlo de nuevo, y cuando lo hizo, su estómago dio un vuelco.

«Emmet»

En guardia, y siempre atento a lo que ocurría. Siempre protegiéndola.

Ariana le dio la espalda rápidamente pero sólo para que no pudiese ver que todavía llevaba el vergonzoso rubor sobre sus mejillas.

Inhaló y exhaló, y deseó con toda su alma que aquel rubio de tan imponente altura, y ojos tan platinados como la luna llena, no fuese su guardaespaldas.

Deseó también que no fuese tan guapo ni tan masculino.

La ponía demasiado nerviosa. La afectaba demasiado.

¡Maldición!

Ariana dio entonces un paso para alejarse, pero en ese momento un fuerte mareo la envolvió.

Todo a su alrededor comenzó a tornarse oscuro, y las voces en el fondo fueron más y más lejanas a cada segundo que pasaba...

Un segundo después, la cantante se encontró desmayada en el suelo del estudio.

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Emmet casi no podía creerse lo preocupado que estaba. Lo asustado. Pero así era, y no podía contenerse, ni siquiera disimularlo un poco.

Caminaba de extremo a extremo ahí en el pasillo de los camerinos, desesperado, esperando a que el doctor saliera pronto, y pudiesen así saber qué demonios había ocurrido y por qué Ariana se había desmayado.

¡Cielo santo!

¿Estaría ella bien?

El miedo a lo contrario le encogió el pecho al guardaespaldas.

Hasta ese momento Emmet no se había planteado lo importante que era la seguridad de ella para él.

¿Importante solamente?

¡Joder! Lo primordial.

En esos instantes de su vida, Ariana Grande era lo primordial. Su prioridad, le gustara o no.

Decidió no cuestionárselo durante más tiempo. Corría el riesgo de llegar a terrenos indeseados, y debía evitarlo a toda costa.

Miró a su alrededor, y se encontró con un montón de personas preocupadas al igual que él.

Los productores de aquel programa, el famoso conductor, personal del staff, y los dos asistentes.

Emmet se restregó la cara con ambas manos, todavía lleno de tensión, y enseguida tomó asiento en una de las sillas.

Un par de segundos más tarde su celular comenzó a sonar.

Era Scooter Braun el manager de Ariana, así que enseguida atendió.

–¿Emmet, cómo está Ariana?– le preguntó al instante. –Internet está vuelto loco con el rumor de que Ariana se ha desmayado. ¿Es cierto eso?, ¿y por qué nadie me avisó?– parecía alterado y preocupado.

–Lo lamento, Braun. Creí que Raven o Darren lo harían. Seguro lo olvidaron por la preocupación. Ariana sufrió de un desmayo hace algunos minutos, pero el médico del canal la está atendiendo ya mismo. En cuanto salga a darnos razones te llamaré–

–Te lo agradezco. No puedo estar ahí porque mi esposa se puso de parto, pero por favor hazte cargo de ella. Cuídala, Emmet–

El guardaespaldas exhaló.

–Por supuesto... Es mi trabajo– respondió y enseguida colgó.

Al instante el doctor salió del camerino. Medio segundo transcurrió cuando Emmet ya se encontraba frente a él casi rogándole que le dijera cómo estaba la cantante.

Para fortuna suya, no fue el único en hacerlo. Todos se acercaron de inmediato y comenzaron a preguntar por ella.

–No tienen nada de qué preocuparse. La señorita Grande ha despertado y se encuentra mucho mejor–

–¿Habla en serio, doc?– preguntó Emmet aliviado.

El doctor asintió.

–Por supuesto. Ella ya está recuperándose y comiendo un poco para recuperar energías. Sin embargo será necesario que se haga unos estudios cuanto antes. He recibido su expediente médico y ahí he visto que padece de hipoglucemia desde hace años, y además es alérgica a algunos alimentos, así que puede ser muy probable que haya desarrollado algún tipo de anemia. ¿Alguno de ustedes es familiar o amigo cercano?–

–Nosotros somos sus asistentes personales– intervino Raven señalándose a sí misma y a Darren. –Y él es su guardaespaldas. Somos los únicos que viajamos con ella–

–Deben cuidar que mantenga una alimentación sana, pero sobre todo equilibrada, y por favor no se olviden de esos análisis, son verdaderamente necesarios–

–Yo mismo me encargaré, doctor– asintió Emmet decidido.

–Le agradezco mucho, Alec– le dijo enseguida el productor ejecutivo del programa, y prontamente ambos se alejaron de ahí.

–Voy a entrar– les dijo Emmet a los asistentes, y ellos asintieron.

Cuando el guardaespaldas entró al camerino, Ariana se encontraba recostada sobre el sofá mientras comía un plato de ensalada, y eso lo dejó estático.

–¿Ensalada?, ¿es una broma?– cuestionó casi incrédulo.

Ariana lo miró con el ceño fruncido.

–¿De qué hablas? ¿Qué tiene de malo mi ensalada?– replicó.

–¿Cómo que qué tiene de malo? Acaba usted de sufrir un desmayo por falta de proteínas, y encima me entero que sufre de hipoglucemia, ¿y me la encuentro comiendo ensalada?– enseguida comenzó a rebuscar en el montón de platillos que le habían proporcionado.

Un tanto sorprendida, la castaña lo miró sin decir nada.

El guardaespaldas tomó entonces un plato de pasta a la boloñesa y un tenedor.

–Esto servirá– enseguida se lo acercó. –Carbohidratos es lo que usted necesita justo ahora–

Ariana se rehusó a tomarlo, y lo alejó de ella.

–Olvídalo. ¡Engordaré!–

Emmet la miró como si hubiese dicho la cosa más ridícula de todo el mundo.

–Oh, vamos, usted no engordaría ni aunque se cenara esta misma noche una vaca completa–

La mueca de asco en el rostro de la cantante apareció de inmediato.

–¡Ewww! No vuelva a decir eso, soy vegetariana–

–Bueno, eso es muy conveniente porque esta pasta es vegetariana, así que la comerá ahora mismo–

Ariana que estaba ya cansada de recibir órdenes de parte suya, se puso en pie.

–Wyatt, tú no eres mi padre, deja de comportarte como si lo fueras–

La sonrisa irónica en el rostro del guardaespaldas apareció.

–Oh, no estoy comportándome como un padre, créame– respondió con burla para sí mismo.

–Entonces no me digas qué debo comer, y qué no–

Emmet ignoró sus palabras y comenzó a abrir el recipiente de plástico.

La pasta se veía deliciosa, y su olor era exquisito.

–¿Está segura de que no quiere?–

Por ironías de la vida, Ariana miró la pasta y el antojo le ganó.

–De acuerdo. Deme eso– sin más se la quitó de las manos, y comenzó a comer. Después de su desmayo comenzaba a resentir las largas horas sin comer.

Satisfecho, Emmet sonrió y se sentó en el sofá junto a ella. Luego se acercó a la mesa y tomó un pastelillo de chocolate. Luego se lo puso enfrente.

–También necesita un poco de azúcar–

De mala gana, Ariana lo aceptó mientras se decía mentalmente que duplicaría su sesión de spinning en cuanto volviera a Los Ángeles.

–¿Puedo hacerle una pregunta?–

La voz del guardaespaldas la sorprendió. Luego se encogió de hombros.

–Supongo que sí–

–¿Tan importante es para usted mantenerse delgada? ¿Aun arriesgando su salud?–

Ariana lo miró fijamente.

–Por supuesto que no–

–¿Entonces por qué lo hace? ¿Por qué no come como es debido?–

Ella se dio cuenta entonces de que nunca se lo había planteado de aquel modo.

–Bueno...– empezó. –A veces se me olvida–

Emmet no se lo pudo creer. Dio un respingo sorprendido.

–¿Qué? ¿Se le olvida comer? ¿Está hablando en serio?–

–Pues... sí– confesó.

Entonces Emmet lo comprendió todo.

–Claro. Ahí empieza su problema. Usted no ve el comer como una necesidad básica, y eso es grave. El ser humano necesita alimento para sobrevivir–

–Wyatt, tal vez deberías ahorrarte ese sermón. El doctor ya lo hizo por ti–

–Bueno, espero que haya aprendido la lección, y si no, yo me encargaré de que lo haga, y de que sus hábitos alimenticios cambien– Ariana estuvo a punto de replicar, pero él la interrumpió. –Estoy hablando en serio, señorita. No soy su padre, pero sí soy su guardaespaldas, y si es necesario convertirme en su niñera, también lo haré–

Ariana lo miró con ojos entornados, pero se abstuvo de decir algo.

Ese hombre era una pesadilla.

Dejó enseguida el plato de pasta y suspiró.

–Deberíamos irnos. Necesito estar en el set de Saturday Night a las 7–

Los ojos grises de Emmet se abrieron consternados.

–¿Piensa ir?–

–Claro que pienso ir–

–¡Pero si hace unos minutos se desmayó!– inquirió él.

Ariana se hundió de hombros.

–No es necesario que me lo recuerdes. Lo sé perfectamente, pero ya me siento mejor gracias a tu maravillosa pasta– le mostró. –Y seguro con este pastelillo mis energías aumentarán– estaba hablando con ironía, pero al menos estaba dispuesta a comérselo todo.

–No creo que sea conveniente...–

–Eso lo decido yo–

–Creo que es cierto lo que dicen de usted...– murmuró Emmet entonces.

–¿Ah sí? ¿Y qué es lo que dicen de mí?–

–¡Qué es una adicta al trabajo!– exclamó.

Ariana sonrió de lado.

–No se trata de que sea adicta al trabajo, sino de que no quiero defraudarlos–

–¿A quiénes?–

–A mis fans– respondió Ariana con obviedad. –Han estado el mes entero promocionando mi participación en ese programa, y todos están muy emocionados. No pienso decepcionarlos–

–No creo que los defraude si se trata de su salud–

–Puede que eso sea verdad, pero en estos momentos me siento bien. El día en que yo sienta que no puedo hacer un show, entonces lo expresaré y me quedaré en cama–

Emmet suspiró convencido de que ella era pura fuerza y voluntad. La admiró en secreto por ello, y aún más por ese amor y compromiso que siempre demostraba con su público. De inmediato se puso en pie y se acercó a la puerta para salir.

–Pues bien. Entonces ahí estaré cerca de usted para cuidarla– no la miró a la cara, sino que salió de inmediato cerrando la puerta tras sí.

El corazón de Ariana dio mil vuelcos y sus mejillas se tiñeron de un vergonzoso rubor que para su fortuna él no miró.

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Aquella noche el guardaespaldas se quedó tan sorprendido como nunca antes.

Había sabido con anterioridad que Ariana era graciosa naturalmente, pero verla actuando en cintas cómicas había sido una experiencia completamente diferente y digna de ver.

Sin duda una magnifica actriz, y estupenda comediante.

Le había arrancado un montón de carcajadas a todos en el set, y se había llevado ovaciones por sus excelentes actuaciones.

Emmet que pensaba que no podía sentirse más fascinado con aquella pequeña cantante, se dio cuenta que había cometido un error declarando aquello cuando al final fue testigo del sketch final de la noche.

El de la chica tímida que trabajaba en Tidal, plataforma musical famosa por sus fallas en el servicio.

Según la trama, en determinado momento los programadores comenzaban a tener dificultades para el streaming de una canción, y de inmediato le preguntaban a Chloe, el personaje de Ariana, si ella era capaz de entonarla. Un tanto dudativa, y aparentemente asustada, ella les respondía que podía intentarlo.

Entonces abrió la boca y comenzó a cantar Baby One More Time, imitando a Britney Spears de una manera tan idéntica como si fuera ella misma.

El guardaespaldas abrió la boca por completo, y la impresión lo dejó sin palabras. Tanto que de pronto se sintió desorientado.

¿Esa era Ariana?

¡Oh, joder! Claro que era ella.

Pequeña y talentosa mujer que parecía no ser de ese mundo.

Emmet había leído y escuchado muchísimas cosas sobre esa famosa cantante a la que custodiaba. Sabía que, según los más expertos en la industria musical, Ariana Grande poseía un registro soprano lírico, ideal para interpretar ópera, abarcando cuatro octavas y un semitono, lo que le permitía hacer notas muy graves o muy agudas, según le diera la gana. En pocas palabras ella había sido bendecida por la madre naturaleza con un tipo de voz tiple, el registro vocal más alto en la voz humana.

Pero aquello... ¡Maldición! Ariana sabía imitar a otras cantantes, y eso no hacía sino dejar reafirmada toda su capacidad y su talento.

La boca del guardaespaldas se abrió un poco más cuando la castaña imitó a Shakira, a Rihanna, y a Celine Dion. Pero sin duda el momento en que se quedó sin aliento fue cuando comenzó con una interpretación de Whitney Houston...

And I wish to you joy and happiness, but above all this, I wish you love... And I......... will always love youuuu... I will always love youuuuuu... I will always love youuuu... I will always love youuuuuu... I will always love youuuuu... I, I will always love youuuuu... You, darling, I love you... Oh, I'll always, I'll always love youuuu

–Mierda...– susurró el guardaespaldas con la boca seca, y el corazón martillando en su pecho.

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