Capítulo 50

Perlman sabía que debía tener el fuego preparado para ese momento. Sabía que debía ser únicamente mediante el fuego que podría deshacerse de ese malnacido.

El fuego purificaba. Era cierto. Pero también destruía, aniquilaba. Dejaba todo reducido a cenizas. A nada.

Y así era como deseaba que terminara Emmet Garrett. Ese era el final que había decidido para él, y exactamente así sería simplemente porque le placía.

–Yo amo el fuego...– le comentó entonces a Ariana que lo miraba horrorizada, mientras él vertía toda aquella gasolina por el balcón. –El fuego es mi vida entera. El fuego ha sido mi mejor amigo. Mi mejor aliado– sus ojos destellaron... Todavía puedo recordarlo, ¿sabes? Todavía recuerdo ese momento. La sensación que recorrió mis venas, el olor a quemado, los gritos de esos bastardos... Vietnam, 1980. Jamás lo olvidaré. Sospecharon de mí, pero nunca pudieron comprobar nada....– comenzó a reírse. –¡Nada! ¡Fueron tan imbéciles!– las risas macabras aumentaron.

Ariana no podía entender a qué se refería, sin embargo las palabras eran escalofriantes. La hacían estremecerse de horror.

Ella se preguntó cómo un demonio semejante podía haber pasado por humano durante tanto tiempo. Cómo había conseguido engañarlos a todos haciéndose pasar por un hombre respetable.

–Es usted un demonio– lo acusó una vez que consiguió deshacerse del trozo de tela que rodeaba su boca.

Él parecía herido.

–En absoluto. Tengo un corazón muy tierno– volvió a sonreírle.

El tono amable que él estaba usando la aterraba mucho más a que si estuviese vociferando encolerizado.

Los asesinos con más dominio de sí mismos solían ser los que mataban a sangre fría y sin el menor remordimiento.

Perlman Sykes estaba loco. No tenía duda de ello. Su vida y la de Nicholas corrían peligro, y ahora también la de Emmet.

¿Cómo había sabido que los tenían ahí? ¿Podría rescatarlos?

Sí, ella confiaba mucho en él, aun así no dejaba de tener miedo. Tenía muchísimo miedo de que fuese a resultar herido, incluso muerto.

Emmet no era inmortal.

¡Cielo santo!

Ariana comenzó a tirar de las sogas que ataban sus muñecas, pero sus movimientos sólo sirvieron para estrechar más las ataduras.

Aquello era toda una pesadilla, y casi no se podía creer que en realidad estaba viviéndola.

La sonrisa en Sykes era astuta y maliciosa. Los ojos que no habían dejado de mirarla parecían las ventanas del infierno, desprendían un penetrante efluvio de perversidad. Toda aquella maldad parecía extenderse hacia ella como si fueran resbaladizos tentáculos que la hicieran sentirse sucia por dentro. Ahí en su interior, donde era más vulnerable.

Ese miedo la paralizaba. No podía respirar porque también la debilitaba. Sin embargo se dijo enseguida que no podía permitirse ser débil. Estaba en juego la vida de su bebé y también la suya.

–¡Suéltame! ¡No! ¡No me toques, infeliz!– la castaña comenzó a remolinearse una y otra vez, intentando huir de su agarre, desesperada por evitar el tacto de sus manos cuando él empezó a tocarla.

–Quédate quieta, amorcito– musitó Perlman mientras la desataba. –Quiero que cuando ese cabrón entre aquí te vea en mis brazos– sonrió espeluznante.

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Emmet, James, Ryan y Robert tenían ya un plan.

Rescatar a Ariana y a Nicholas. Sólo eso. Que ellos no sufrieran ningún daño. Ni un solo rasguño.

En esos momentos se maravillaba de poder mantener la calma. De otro modo el rescate de su mujer y su hijo peligraba.

Aun así el rubio no estaba tan seguro de poder controlarse una vez que tuviese a aquel cabrón de frente.

Lo mataría.

Ese pensamiento atravesaba su mente una y otra vez. Tenía que matarlo.

Sin embargo primero debía asegurarse de que ellos estuviesen bien. Ellos eran lo más importante.

Exhaló.

–¿Ya todos saben lo que tienen que hacer?– les preguntó.

Los demás asintieron.

–Voy a llamar a la policía ya mismo– anunció Robert mientras se alejaba con el teléfono en mano.

Emmet le asintió en acuerdo. Él creía que la policía no haría falta, aun así no podía dar nada por sentado.

Si algo salía mal, esperaba al menos que los oficiales se encargaran de que Ariana y el bebé estuviesen a salvo.

–¿Qué es ese olor?– cuestionó James. –Huelo a humo–

–Sí– confirmó Ryan detectándolo con su olfato. –Debe haber un incendio muy cerca de aquí–

–Creo que más que cerca– le respondió James mientras miraba por una de las ventanas. –El patio trasero de la casa se está incendiando–

Prontamente los demás se acercaron para mirar.

–Debemos darnos prisa– Emmet de inmediato avanzó hacia las escaleras, no sin antes preparar su arma.

Ryan y James lo siguieron.

Con cautela comenzaron a subir escaleras. Los tres listos para la acción.

Al llegar a la habitación principal, el rubio la abrió de una patada.

No encontró nada.

De una en una fue abriendo cada una de las habitaciones por lo largo del pasillo, encontrándolas vacías, hasta que finalmente consiguió llegar hasta la última.

–Pasa. Emmet. Estábamos esperándote– le dijo incluso antes de que entrara.

Al rubio se le heló la sangre.

Por un instante se quedó congelado. Al siguiente reaccionó.

Utilizó otra fuerte patada para abrir.

Lo que encontró lo hizo palidecer. fue como si el mundo y su corazón se pararan juntos a un mismo tiempo.

Perlman Sykes mantenía cautiva a Ariana mientras la apuntaba con el arma.

La castaña se encontraba atada de manos mientras un trozo de tela caía rodeándole el cuello.

El cuerpo inerte de Nicholas se encontraba a un costado de ellos, justo detrás del maldito desalmado.

Más valía que estuviese dormido, porque de otro modo.

–¡Ariana! ¿Qué te hizo este hijo de puta? ¿Qué tiene Nick?–

–Y...yo estoy bien... Nick estás dormido. ¡Emmet, por favor, ten cuidado, Perlman está dispuesto a todo!–

–Así es, Arianita...– asintió el hombre sonriendo como si se alegrara mucho de verlos. –Así es. Estoy dispuesto a todo–

Emmet alzó su mentón. Algo brilló en sus ojos masculinos, una llamarada de ira, de determinación.

–Suéltala, cabrón– le ordenó. –¡Maldita sea, suéltala!–

Deseaba tanto poder matarlo. Sin embargo no podía hacerlo todavía. Cualquier movimiento en falso podría ser fatal. No podía permitirse el lujo de actuar por impulso.

Tenía que utilizar la cabeza.

–¿Crees que  voy a soltarla sólo porque tú lo dices?– se burló.

–Estás acabado, cabrón– soltó Emmet. –Si sabes lo que te conviene déjala ir a ella, y a mi hijo–

–¡Ariana es mía!– exclamó Perlman casi desquiciado. –¡¿Lo escuchas, maldito?! ¡Es mía, y nunca más te voy a dejar que la toques! ¡No dejaré que vuelvas a mancharla! ¡Me pertenece!–

Estaba loco.

Emmet podía verlo en su expresión. Podía ver la máscara tras la que siempre se había ocultado.

Era un enfermo.

–Deja de decir locuras, Perlman–

–¿Locuras?– él soltó una larga carcajada. –No estoy diciendo más que la verdad, mi querido Emmet. Arianita es mi propiedad. Yo la vi primero que tú. ¡No tenías ningún derecho de quitármela! ¡No lo tenías!–

Con ceños fruncidos y expresiones de horror, Ryan y James miraron al enloquecido hombre.

Emmet mantuvo la paciencia, pero su mente se encontraba maquinando un nuevo plan.

–Firmaste tu sentencia de muerte en el mismo instante en que te atreviste a ponerle los ojos encima– continuó hablando Perlman. –Te atreviste a tocarla, a engendrarle un hijo, y pagarás por ello, maldito. Esta noche morirás. Tus amigos también morirán. Desearás nunca haberte entrometido en mi camino–

–¿Sabes qué es lo que creo?– le dijo Emmet. –Que estás loco–

Perlman soltó un montón de carcajadas más.

–Puede ser– le concedió. –Pero tú eres hombre muerto. Tu bastardito también morirá. Todos morirán, salvo Ariana y yo. Nos iremos de aquí juntos. Viviremos nuestro amor lejos de toda esta porquería. Nos iremos a donde nunca nadie pueda encontrarnos–

–¡No!– la castaña se revolvió en sus brazos, pero no consiguió librarse. –¡No iré contigo a ningún lado, te odio!– le escupió.

Su captor la ignoró.

–Eres un maldito cobarde. Jamás diste la cara. Siempre te escondiste detrás de Cobra. Ni siquiera eras real–

–¡Claro que lo soy!– Perlman enfureció. –Cobra soy yo. ¡Siempre he sido yo! Ni Nathan, ni Jackie ni Pete Davidson! ¡Sólo yo, ¿me escuchas?! ¡Yo! ¡Yo amo a Ariana!–

–¿Y por qué nunca diste la cara? ¿Por qué no luchaste como hombre?–

La verdadera intención de Emmet era hacerlo cabrearse y estaba lográndolo.

–¡Mis razones no te importan!–

–Claro que me importan, Perlman. Siempre fuiste un cobarde. Dices amar a Ariana, pero lo único que hiciste fue hacerle daño–

–¡Noo! ¡Jamás le habría hecho daño, yo.... yo... ¡Sólo quería hacer que te dejara!–

–¿Y por eso la tienes ahora secuestrada? ¿Planeas llevártela aún en contra de su voluntad?– inquirió.

–Aprenderá a amarme. ¡Se olvidará de ti, y aprenderá a quererme sólo a mí!–

Esta vez fue Emmet quien rió.

–¿De veras?–

Perlman enfureció aún más.

–¡Aaaah! ¡Tú fuiste el que siempre estorbó! ¡Por eso morirás!– entonces dejó de apuntar a la joven como rehén, para apuntarlo a él.

–Ariana, me ama a mí. Nunca dejará de amarme. ¡Jamás te amará a ti!–

–¡Cállate!– le ordenó Perlman con toda furia. –¡Cierra la maldita boca!– continuó apuntándolo.

El plan de rubio había dado resultado.

Había conseguido sacarlo de quicio. Perlman se había olvidado de lo demás y únicamente se centraba en la ira que dominaba su ser.

Lo locura había comenzado a apoderarse de él.

Entonces Emmet se preparó para lo que tenía que hacer.

–¡Emmet, no!– le gritó Ariana adivinando sus pensamientos. No podía dejarlo que disparara. Nicholas se encontraba a unos cuantos metros. Corría peligro. Una bala podría alcanzarlo mientras Perlman se mantuviera en aquella posición.

Emmet comprendió el miedo de la castaña. Aunque tuviese perfecta puntería no podía arriesgarse. No podía arriesgar la vida de su hijo.

Entonces con la mirada le pidió que actuara.

Ariana sabría qué hacer.

Y eso fue exactamente lo que hizo.

–¡Yo jamás seré tu mujer!– aprovechando la distracción, la enfurecida mujer se giró para patear al malvado que la mantenía sujeta, y empujarlo lejos de ella utilizando únicamente sus piernas.

Todo sucedió en un segundo. Ariana escapó de su dominio, y consiguió correr. Perlman intentó detenerla pero antes de que pudiese hacerlo una bala atravesó uno de sus muslos.

Emmet había disparado en su contra haciéndolo gritar de dolor.

–¡Aaaaaah! ¡Maldición!– aulló  pero no dejó de apuntarlos. Inmediatamente corrió junto al niño, y fue cuando Ariana volvió a gritar.

–¡Mi bebé! ¡Emmet, no dispares más! ¡Nicholas sigue en su poder!–

Resistiendo todo el dolor, Perlman consiguió sujetar al niño que seguía dormidito.

–No se acerquen– les advirtió.

Arrastrando la pierna ensangrentada caminó de poco en poco hasta el balcón con el pequeño rubiecito en sus brazos.

–¡Devuélveme a mi hijo! ¡Suelta a mi bebé!– Ariana se remolineaba intentando alcanzarlo, llegar a él, pero James tenía órdenes de no soltarla. No podía hacerlo porque sabían que bien era capaz de hacer cualquier locura.

Emmet se encargaría de rescatar al niño.

–Es a mí a quien quieres muerto, Perlman. Deja a mi hijo libre– intentó negociar con él.

–En realidad los quiero muertos a ambos. Y yo mismo me encargaré de que así sea–

–No te dejaré que mates a Nicholas– le advirtió Emmet. Estaba dispuesto a todo. –Te lo advierto, Perlman. No permitiré que le hagas daño. ¡Entrégamelo, y arreglemos esto como hombres!–

Perlman se hundió de hombros con gran descaro.

–Si maté a Nicholas padre, no veo por qué no pueda matar también a Nicholas nieto–

–¿Qué?– el rubio no comprendió de primera cuenta de qué estaba hablando realmente. –¿Qué mierda acabas de decir, infeliz?–

–Lo que oíste, Garrett– se burló de él. –Creo que ya va siendo hora de que te enteres de esto. Escucha, te vas a morir de risa– Perlman comenzó a reír de su gran hazaña. –Todo este tiempo estuviste intentando vengarte del hombre equivocado– más carcajadas se escucharon por toda la habitación. –¿No es gracioso? ¡Fuiste tan imbécil! ¡Creíste que había sido culpa de Robert! ¡Robert es un idiota! ¡Jamás habría podido maquinar este plan a la perfección como lo hice yo! ¡Yo defraudé a Nicholas Garrett! ¡Yo le quité hasta el último centavo y todo lo que poseía! ¡Yo follé con su mujer, y después entré a su oficina para matarlo de un plomazo en la cabeza! Todos creyeron que se había suicidado... ¡Estúpidos! ¡Jamás me atraparon! ¡Jamás sospecharon de mí!–

–¡Nooo! ¡Nooo!– Emmet gritó. El choque de emociones lo dejó después paralizado.

Alzó su penetrante mirada gris y la clavó en el asesino de su padre.

El asesino...

Las entrañas se le revolvieron. La sangre corrió a toda velocidad por sus venas.

La magnitud del engaño en el que había vivido durante casi toda su vida lo golpeó fuertemente.

Habían sido años de odiar a Robert Butera. Años de planear la venganza contra él. Y también años de reprocharse a su padre el haberse quitado la vida, el no haber sido un poco más valiente.

Ahora sabía la verdad.

El dolor lo desgarró.

Lo habían asesinado. Y lo habían hecho de la manera más cobarde que pudiese existir.

Rabiando volvió a mirar a Perlman. El odio que sentía por él se multiplicó. También el deseo de matarlo.

Quizá fue lo más difícil que hizo en su vida pero se contuvo. Él todavía tenía a su hijo.

¡Maldición!

Entonces Perlman realizó su siguiente movimiento.

Colocó al niño en el suelo, y abrió la reja del barandal.

Un pequeño empujoncito bastaría para que Nicholas cayese a las llamas del fuego.

–¡Noooooooo!– Ariana gritó horrorizada mientras lloraba con desesperación. –¡Por favor, no! ¡Nooooo!–

James se encargó de sujetarla pero no estaba siendo tarea fácil.

La castaña tiraba de las ataduras frenéticamente, sin importarle desgarrarse las muñecas. Lágrimas le escocían en los ojos al ver lo que pretendía hacer aquel lunático.

Ryan y Emmet continuaron apuntado a Perlman pero sabiendo que no podrían disparar.

La angustia llenó al rubio. No supo qué debía hacer. Por segundos se quedó congelado. El miedo fue lacerante.

Vio en su mirada que estaba dispuesto a todo.

–Perlman, no lo hagas– le habló con extrema quietud.

–Claro que lo haré. Me has quitado a la mujer que amo. Yo te quitaré a tu hijo–

–¡Nooo!– Emmet se lanzó contra él, pero antes de que pudiese llegar, el arma de Perlman se disparó.

Ryan Gosling cayó al suelo con una bala en el vientre.

Se había atravesado para recibir el disparo y salvar a su amigo.

Horrorizado, Emmet lo miró. Después alzó la mirada hacia Perlman.

–Mataste a mi amigo– lo acusó.

–Y también mataré a tu hijo. No se te ocurra acercarte porque juro que lo empujaré– amenazó, después mostró su macabra sonrisa.

El fuego seguía avanzando. Pronto crecería aún más, y rodearía la segunda planta de la casa.

Los ojos de Emmet relampaguearon de pánico.

Un miedo primitivo e intenso atenazaba todo su cuerpo. Un violento estremecimiento de pánico y horror lo sacudió.

A sus espaldas Ariana gritó aún más. Sollozó aún más.

Perlman estaba a segundos de hacerlo, sin embargo en ese momento otra cosa más sucedió.

Dos balas atravesaron su pecho.

Todos se miraron consternados preguntándose quién había disparado.

Robert Butera se encontraba de pie en el arco de la puerta, con la pistola empuñada en ambas manos.

–No te atrevas a hacerle daño a mi nieto– fueron las palabras que escupió.

Impactado por lo ocurrido, Perlman se tocó el pecho escurriendo en sangre. El olor metálico inundó sus fosas nasales. El dolor lo condenó. Alzó de nuevo su mirada al frente. De poco en poco sus ojos se fueron quedando sin vida.

No consiguió sostenerse por mucho más tiempo. Soltó la pistola, y después cayó de bruces. Un solo movimiento más bastó para que su cuerpo cayera al precipicio del balcón, perdiéndose entre las llamas del incendio que él mismo había provocado momentos antes.

Así Ariana vio morir al hombre que durante tanto tiempo había estado atormentándola. Y Emmet vio morir al asesino de su padre.

Inmediatamente corrió por su hijo. Nicholas seguía dormido, y temía que hubiese respirado demasiado humo.

Lo tomó en brazos, y después corrió junto a su mujer, quien ya había sido desatada con la ayuda de James.

El rubio depositó un beso en su frente, y ambos se abrazaron junto a su bebé.

James ayudó a Ryan a ponerse en pie.

–¡Está vivo!– vociferó el pelinegro contento. –¡Este hijo de perra está vivo!–

–¡James, nada de malas palabras frente a Nick!– le recriminó Ariana.

–Oh, vamos, Ari, el enano está dormido–

–¿Por qué te atravesaste, Gosling?– le preguntó entonces Emmet a su amigo.

Ryan se hundió de hombros.

–Porque sabía que tú no traías chaleco antibalas. Yo sí– le mostró de inmediato mientras abría su camisa. –¿Ves? Además todavía no rescatabas a tu hijo. Debías seguir vivo–

Emmet le sonrió.

Sin duda era un buen amigo. Se lo había demostrado a lo largo de toda aquella batalla.

Se estrecharon la mano, pero enseguida James los interrumpió.

–¡No hay tiempo que perder!– les dijo.

–El fuego lo consumirá todo– secundó Ryan.

James inmediatamente prestó su hombro para que Ryan pudiese apoyarse.

Ariana tomó en brazos a su bebé, y después Emmet la cargó a ella.

Salieron de aquella casa hecha ruinas a toda prisa.

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A las fueras de la residencia, la policía los esperaba con un par de ambulancias.

Mientras Emmet, James y Ryan rendían su declaración, Ariana y Nicholas eran atendidos por los paramédicos. Robert se encontraba junto a ellos.

El bebé se encontraba en perfecto estado de salud.

–Ha sucedido un milagro– les informó una enfermera a bordo. –No encontramos ni un poco de humo en los pulmoncitos de este pequeñín– les sonrió. –Parece que tiene a un ángel de la guarda que lo cuida muy bien–

Ariana también sonrió.

A ella terminaron de vendarle las muñecas, y después le dieron una pastilla analgésica para controlar el dolor de sus heridas.

Le revisaron la presión y también algunas otras cosas más.

Al final le dijeron que se encontraban ambos en perfecto estado, y que no había necesidad alguna de que fuesen al médico.

La castaña les agradeció, y enseguida la dejaron con su hijo y su padre. Ella continuó sentada en el borde de la ambulancia.

–Me alegra mucho que no les haya pasado nada malo– comentó Robert mientras le sonreía al niño.

–También yo– secundó Ariana. –La enfermera habló de que Nick tiene a un ángel en el cielo que cuida de él, pero la verdad es que tiene a más de uno. Sus tres abuelos, y su bisabuelo–

–Pobre niño. Le quedó el peor– dijo refiriéndose a él mismo.

Ariana negó de inmediato.

–No eres el peor. Le salvaste la vida– le recordó. –Muchas gracias por lo que hiciste, papá. Creí que ese loco arrojaría a mi bebé al fuego–

Robert negó.

–No se lo hubiese permitido. Gracias al cielo ese malnacido está muerto... No puedo creer que fuera amigo de ese monstruo. Jamás sospeché que... que tuviese esta obsesión contigo, que él fuese tu acosador. De haberlo sabido lo habría matado desde hace mucho, te lo aseguro, Ariana. Pero jamás sospeché nada...–

–Lo ocultó demasiado bien. Nos engañó a todos–

–Si te hubiese hecho algo nunca me lo hubiese perdonado. Yo mismo le abrí las puertas de mi casa, a ese desgraciado. Yo hice que convivieras con él. Por favor perdóname–

–Papá, no tengo nada que perdonarte–

–Claro que sí. Fui un desgraciado contigo, con Emmet. Todo fue influencia de Perlman. Ahora entiendo que él quería que lo alejara de ti para que así quedaras desprotegida. Lo lamento muchísimo, y comprendo si no quieres perdonarme porque ni siquiera yo me puedo perdonar. Esto pudo haber terminado de manera fatal, y todo por mi arrogancia–

Ariana negó de inmediato. Lo tomó de las manos.

–¿Lamentas todo eso?–

Robert asintió con expresión de tristeza.

La castaña en cambio le sonrió.

–Entonces estamos bien, papá–

–Fui un padre terrible para ti–

–Yo tampoco fui la mejor hija que digamos–

–Siempre has sido una hija maravillosa. Tu madre y Frank deben estar muy orgullosos de ti–

–¿Y tú lo estás?– preguntó Ariana mirándolo fijamente.

–Mucho–

Entonces se abrazaron.

–Te quiero, papi–

–Y yo a ti, princesa–

–Creo que le caíste bien– comentó ella observando cómo el pequeño Nicholas hacía intentos de tocarlo para llamar su atención. –Estoy segura de que te querrá muchísimo–

La mirada de Robert se ablandó aún más. El amor fue evidente.

–¿Crees que merezca que me quiera?–

–Desde luego que sí–

Robert lo tomó en sus brazos.

–No soy perfecto, amiguito– comenzó a hablarle enternecidamente. –Pero me esforzaré en ser un buen abuelo para ti–

En respuesta Nicholas rió y con ambas manitas acarició sus ásperas mejillas.

El gesto le llegó al alma, al patriarca Butera. De inmediato lo abrazó acunándolo en su pecho.

Su nieto...

No podía tener mejor herencia.

La sensación de su interior fue inexplicable.

–Eres un niño muy afortunado, Nicholas– comenzó a decirle con voz amigable. –Tienes a una madre maravillosa. Y a un papá que daría la vida por ti. Por ambos– enseguida miró a su hija.

Ariana se quedó en silencio.

Fue entonces cuando Emmet se acercó.

Lo primero que hizo Robert fue ponerse en pie. Le entregó al niño a Ariana para que ella lo cargara.

–Señor Butera...– habló Emmet. –El agente de policía lo espera para que rinda su declaración. Pero no se preocupe. Todos hemos declarado que usted disparó en defensa de Nicholas. No habrá ningún cargo en su contra–

Robert asintió.

–Gracias–

Emmet negó.

–Gracias a usted. Le salvó la vida a mi hijo– señaló.

–Es mi nieto– respondió Robert justificando el hecho. –También... Quiero disculparme contigo, Emmet. Por favor perdóname por todo lo que te hice. Te encarcelé injustamente. Fui malvado contigo–

Pero el rubio negó.

–Usted sólo protegía a su hija. El que debe disculparse soy yo. Estaba equivocado, señor Butera. Usted no hizo nada de lo que yo lo culpé en un inicio. Usted no estafó a mi padre. Fue Perlman Sykes, y él... él lo asesinó. Estuve todos estos años odiándolo, y persiguiendo al hombre equivocado. Por favor, perdóneme–

Conmovido, Robert lo miró.

–No pidas perdón por querer vengar el honor de tu padre. Creo que fuiste y sigues siendo un buen hijo para Garrett. Gracias al cielo Perlman ya está muerto. No nos atormentará más–

–¿Entonces estamos bien?– preguntó Emmet.

–¿Cómo no voy a estar bien con el hombre que cuida a mi hija y a mi nieto con su propia vida?–

–Los amo. Ariana y Nick son la razón de mi existir. Le aseguro que siempre cuidaré de ellos–

–Lo sé, y no puedo estar más contento por ello. Entonces... ¿amigos?– alzó su mano para que la estrechara como símbolo de aquel pacto.

Emmet negó, pero respondió a su saludo.

–Familia. Eso somos ahora, señor Butera. Familia–

Robert asintió contento.

–Tienes razón. Somos familia–

Así Emmet, y el hombre que había creído su peor enemigo, compartieron un gran abrazo. A los dos los unía algo muy grande, y era el amor que sentían por Ariana.

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La Navidad de aquel año fue diferente.

Esta vez se encontraban todos juntos.

Aunque sin duda Ariana siempre resentiría la ausencia de su madre y de su abuelo, se sentía completa, dichosa, más feliz que nunca.

Ella y Emmet se habían casado un par de semanas atrás en una ceremonia privada a orillas de una playa de Boca Ratón.

Había sido la boda del año, según los medios de comunicación.

Los reporteros no habían tenido acceso, desde luego, sin embargo ellos mismos habían salido unos momentos para obsequiarles la fotografía exclusiva de recién casados, en donde compartían su primer beso como marido y mujer.

La fiesta había sido sensacional, y todos se habían divertido mucho.

Liam y Scarlet habían sido el rey y la reina de la pista de baile. La pelinegra había demostrado bien sus dotes artísticos en cuanto al movimiento de cuerpo, y los había dejado impresionados. Después Liam se había emborrachado, y había subido a cantar Put Your Head On My Shoulders, mientras su novia lo miraba encantada. Después ellos dos habían tenido su propia fiesta en una de las habitaciones del hotel, según se habían enterado al día siguiente.

Kylie y James se habían encargado de dar el discurso para los novios , pues habían sido ellos quienes vivieron su amor de muy cerca, y estuvieron a su lado en cada circunstancia. Además eran y siempre serían sus mejores amigos.

Robert también había dado algunas palabras, felicitándolos a ambos.

Nonna había atrapado el ramo, pero a pesar de las bromas había asegurado que nunca más volvería a casarse pues su único y gran amor sería Frank Grande, por toda la eternidad.

Ansel y Bridgit se habían divertido como niños pequeños lanzándose a la piscina con todo y ropa, y animando a que los demás también lo hicieran.

Pero sin duda el alma de la fiesta había sido Nicholas, quien tenía todo el carisma y la chispa de su madre, y pintaba para ser tan guapo y encantador como su padre. Había robado suspiros y miradas, había corrido por todo el lugar con su inagotable energía, sin embargo al final del día se la había terminado completita, y había acabado dormido en los brazos de sus tíos.

Ahora, después de haberse jurado amor eterno frente a su familiares y amigos con el hombre de su vida, Ariana se sentía muy feliz.

Su familia estaba más unida que nunca, y eso era algo que agradecía al cielo profundamente.

La relación entre Robert y Emmet había mejorado bastante. Los dos pasaban ahora horas y horas charlando sobre partidos de fútbol y programas de lucha libre. Habían descubierto que tenían gustos muy parecidos, y eso había facilitado muchísimo el rumbo de las cosas. Incluso ya hasta hacían sus apuestas y bromeaban entre ellos.

En cuanto a su papel como abuelo, Robert lo estaba llevando bastante bien

Nicholas lo adoraba, y el cariño era mutuo.

Robert parecía un hombre diferente, nuevo. Tanto como si hubiese vuelto a nacer.

El recuerdo del implacable empresario era ahora sólo eso... Un recuerdo. Ahora era el abuelito más consentidor y amoroso de todo el universo. En sus ojos podía verse todo el amor que sentía por el pequeño rubiecito.

Justamente en ese momento se encontraban tomándose una fotografía junto al árbol navideño.

Robert sostenía a Nicholas como si fuese horizontalmente, mientras Ansel y Liam sostenían la capa de superhéroe que le habían obsequiado momentos antes simulando que el pequeño se encontraba volando.

Bridgit se encargó de capturar el momento con su cámara fotográfica.

–¡Digan whisky!– les pidió.

–¡Whisky!– exclamaron los mayores.

–¡Wizy!– soltó el rubiecito con su tierna vocecita.

Sin duda era un niño muy feliz, muy amado.

Luego de la fotografía, Robert lo abrazó y volvió a dejarlo en el suelo, no sin antes depositar un sonoro beso en sus mejillitas.

–Nick cada día se parece más a Emmet. la buena noticia es que eres apuesto– comentó Robert a manera de broma con su cuñado.

Emmet soltó una carcajada y brindó al aire con su copa de vino.

–La mala noticia es que tiene el carácter de los Butera– bromeó, y todos rieron con él.

Ahora eran una gran familia. Todos se querían y bromeaban, y esos eran los momentos que más disfrutaban.

–¡Videollamada con Kylie y James!– informó Scarlet y prontamente colocó su celular para que todos pudiesen ver.

–¡Feliz Navidad!– exclamaron ellos desde la casa de los señores Franco.

–¡Feliz Navidad!– vociferaron los demás, contentos de verlos.

–Hacemos esta llamada porque tenemos algo muy importante que decirles...– les dijo Kylie con completa emoción.

–Así, es, y bueno, después de Scarlet y mis padres, queremos que ustedes sean los primeros en saberlo– secundó James con la misma emoción.

–¿De qué se trata?– les preguntó Ariana expectante.

–¡Habla ya, Jimmy!– le pidió Emmet.

Desde la pantalla Kylie y James se miraron, lucían más que contentos.

–¡Vamos a ser papás!–

Las expresiones de todos fueron de asombro y de felicidad.

Inmediatamente comenzaron las felicitaciones.

–¡Esa es una gran noticia!– les dijo Ariana enternecida. –Felicidades a los dos–

–¿Así que por fin nos harán tíos?– Emmet también estaba muy feliz por ellos.

–Hermana, muchas felicidades, James. Es el mejor regalo de Navidad– les dijo Scarlet contenta mientras era abrazada por Liam que también compartió su felicidad.

Luego de unos momentos más Kylie y James terminaron la llamada.

–No puedo creer que ese tontorrón vaya a ser padre– exclamó entonces Emmet. –Estoy muy feliz por él–

–Yo también lo estoy. James y Kylie son mis mejores amigos en el mundo. Al fin Nick tendrá con quien jugar–

–La cena está servida– les informó entonces Nonna, que desde luego siempre se enorgullecía de consentir a los suyos con los más deliciosos platillos italianos.

–Eh, bueno, familia– los llamó Ansel a todos una vez que estuvieron sentados en la mesa, haciendo el típico ruido con su cuchara y una copa, y poniéndose en pie. –Aprovechando que James y Kylie han dado la noticia de que la familia se agranda, Bridgit y yo también tenemos algo que decirles–

La rubia lo miró con el ceño fruncido.

–¿Sí?– le preguntó confundida.

Ansel sonrió de oreja a oreja.

–Claro que sí– enseguida tomó su mano para hacer que ella también se parara. –Queremos decirles que Bridgit y yo estamos en la dulce espera de...–

Todos los demás los miraron entonces con ojos bien abiertos, evidentemente más que sorprendidos.

–... ¡Nuestro primer perrito!–

Entonces la familia entera que había esperado o creído que se trataba de la llegada de otro bebé, no hicieron otra cosa más que abuchearlos.

Emmet estalló en risas. Liam les arrojó un pedazo de pan de ajo, golpeando a su hermano menor en la cabeza.

–Ansel, eres un idiota– le dijo Ariana entre molesta y divertida.

–Sí que lo es– secundó Bridgit. –Pero es mi idiota– después le dio un beso en la mejilla, sintiéndose muy enamorada de él y de su sentido del humor.

–Hijo, esa es... una noticia maravillosa– le dijo Robert que ahora atravesaba aquella faceta en la que apoyaba a sus hijos hasta en la más mínima decisión. –Estoy seguro de que será un gran perro, y tú y Bridgit harán un buen trabajo criándolo– lo felicitó palmeando su hombro.

–Por cierto, ustedes dos. ¿Cuándo piensan casarse?– les preguntó él, quien gozaba de una relación oficial con Scarlet, pues casi un mes después de que se hicieron novios, se habían comprometido, y estaban a solo unos cuantos meses de dar el gran paso hacia el altar.

Ansel que había estado bebiendo de su copa, orgulloso de haberles jugado la broma de la noche, escupió todo el líquido que bebía, ocasionando más risas.

Entonces el joven comenzó a ponerse realmente nervioso.

Bridgit también.

Para nadie era un secreto que los dos le rehuían al matrimonio como si fuese la peste.

–Eh, bueno, ¿quién tiene hambre? ¡Yo estoy hambriento! Nonna, tú preparas los raviolis más deliciosos del mundo entero–

–Yo también deseo saber eso, Ansel Martin Butera– le dijo Nonna seriamente.

–Obviamente Bridgit y yo nos casaremos– les dijo Ansel muy seguro.

–¿Cuándo?– cuestionó Liam muy interesado.

Ansel balbuceó.

–Pu...pues, algún día, ¿cierto, linda? Todavía no tenemos fecha pero lo haremos–

–Salud por eso– la rubia alzó su copa, y brindó al aire.

Todos rieron de nueva cuenta.

Situaciones como aquella eran bastante divertidas. Burlarse de Ansel sería siempre el pasatiempo favorito de todos en la familia.

Más tarde, mientras abrían los obsequios y tomaban las fotografías del momento, Liam se acercó a su hermana.

Los dos observaron cómo Bridgit y Scarlet competían por la atención de Nicholas al momento de entregarle su regalo.

Causaba gracia porque la realidad era que esas dos se habían hecho muy buenas amigas. Después de todo compartían un gusto similar, su amor por un Butera.

–Me alegro mucho de que tú y Scarlet vayan a casarse. Ir al altar con el amor de tu vida es lo más maravilloso que pueda sucederte–

–Lo sé– asintió Liam contento. –Basta con verles la cara a ti y a Emmet. Amo muchísimo a Scarlet. Eso me asustaba en un principio, Ari, ¿pero sabes? Ya no más–

La castaña rió.

–Bueno, más te vale, ya que no puedes echarte para atrás ahora que casi todos los preparativos están listos–

Liam sonrió debido a la broma.

–Sabes a lo que me refiero–

–Claro que sí, tonto, y como ya te dije estoy muy feliz por ustedes–

El mayor de los hermanos volvió a alzar su mirada hacia su prometida.

¿Quién iba a decirle que una ex stripper iba a robarle el corazón? Y lo más impactante... ¿Quién iba a decirle que una ex stripper iba a hacer que encontrara al verdadero Liam?

Era fascinante.

Ella era estupenda.

–Es increíble cómo Scarlet hizo de ti un nuevo hombre–

Liam bajó la cabeza ruborizado y maravillado de que su hermana estuviese pensando lo mismo que él.

–¿Crees que no fue un gran impacto para mí? Esa chica me derribó por completo. Me obligó a enfrentarme al verdadero yo–

–Y mírate ahora...– le dijo Ariana orgullosa. –No queda ni rastro del Liam que lo máximo en lo que pensaba era en Butera Corporation

–Ese viejo Liam ha quedado en el olvido– aseguró él. –Ahora estoy dispuesto a correr por mis sueños, a hacer lo que realmente me inspira–

–Estás dispuesto a comerte al mundo, eso es lo que veo– sonrió Ariana.

Liam le asintió.

–Claro que sí. Solamente seguiré a mi corazón–

–Así habla mi hermano– la castaña chocó los cinco. Ambos se abrazaron con mucho cariño. –Tengo que decirte lo orgullosa que estoy de ti, Li– le comentó sin soltarlo. –De los dos, de hecho– dijo mientras miraban en dirección a Ansel que bromeaba con todos los demás como ya era costumbre.

Yo también estoy orgulloso de ustedes. De Ansel, bueno, creo que jamás dejará de ser un niño grande, pero me ha sorprendido muchísimo con su sentido de responsabilidad en todo lo que respecta a la finca. Creo que encontró su lugar y lo que realmente ama hacer–

–Exactamente– Ariana no pudo estar más de acuerdo.

–Y tú...– le sonrió a su hermana pequeña. –Ve la mujer en la que te has convertido. Todavía recuerda a esa niñita mimada que lloraba por todo...–

–¡Oye!– ella le recriminó graciosamente.

–Déjame terminar– le pidió él entre risas. –Decía que todavía recuerdo a la niñita que lloraba si no le cumplían todos sus caprichos. Pero también te recuerdo llena de determinación cuando papá te dijo que no podías dedicarte a cantar. No te importó lo que él pensara, y te fuiste a contra corriente detrás de tus sueños. En ese momento te admiré muchísimo, porque a pesar de lo joven que eras te atreviste a hacer lo que yo no pude. Después cuando lo lograste, grabaste tu primer disco y obtuviste el reconocimiento que merecías, fui el hermano mayor más orgulloso del planeta tierra. Ahora te veo, veo todo lo que has logrado en tu carrera artística, todos esos números en ventas, el montón de premios y todo el cariño que tus fans sienten por ti, me lleno de dicha, pero no tanto como cuando veo a la persona que eres, la gran mujer en que te convertiste, la maravillosa madre que eres... Wow. De verdad, inspiras. Tú también tienes parte en este nuevo Liam. Si me atreví fue gracias a ti–

Con lágrimas en los ojos, Ariana no pudo contenerse más. Lo abrazó de nueva cuenta, esta vez con mucha más fuerza.

–Eres el mejor–

Liam negó de inmediato.

–No. Tú eres la mejor–

Los hermanos continuaron abrazados unos momentos más.

Ansel se acercó de inmediato y los abrazó a ambos por encima.

El momento quedó capturado por la cámara de Bridgit.

En ese momento el timbre de la puerta se escuchó.

Todos fruncieron el ceño pues no esperaban a nadie más. Además era Navidad.

Emmet fue quien se encargó de abrir.

Frunció el ceño cuando se encontró a Nathan Sykes en la entrada de la casa.

–¿Qué quieres aquí?– no pudo evitar que su tono de voz sonara brusco.

–Eh... yo... quisiera hablar con Ariana–

En ese momento la castaña se acercó.

La sorpresa la abarcó cuando se dio cuenta de quién se trataba.

–¿Nathan?–

–Ho...hola, Ariana. ¿Crees que podamos hablar?– le preguntó pero giró su mirada hacia el rubio grandote que lo miraba amenazadoramente. –Te juro que no tardaré, Emmet. Tampoco le haré daño–

–Más te vale, Sykes–

–¿Todavía piensas que tuve algo que ver con todo el asunto de mi padre y Cobra?–

El rubio negó.

–No, es sólo. Es sólo... supongo que es la costumbre. Me alegra ver que ya estás recuperado–

–Gracias. ¿Entonces... vas a dejarme hablar unos minutos con Ari?–

–Si ella desea hacerlo, yo no se lo impediré– dijo sin más.

La castaña le sonrió. Quizá aquel era un hombre posesivo y controlador, pero sus propias decisiones las tomaba ella.

Le dio un beso en la mejilla, y después salió de la casa cerrando la puerta.

Ella y Nathan bajaron las escaleras quedando frente a la fuente en la explanada de la residencia.

–¿De qué quieres que hablemos?– le preguntó.

Nathan metió sus manos a los bolsillos de su pantalón y se hundió de hombros.

–Bueno... yo... yo no te había dado la cara después de todo lo que pasó. Por eso vine aquí para pedirte disculpas–

–No tienes por qué disculparte– le dijo Ariana. –Fue tu padre quien hizo todas esas monstruosidades, no tú–

–De cualquier manera me siento avergonzado. Yo estuve muchos años bajo su influencia– bajó la cabeza aunque enseguida volvió a mirarla. –Pero te juro que jamás te habría hecho daño. Yo te quería mucho, Ari. Aún te tengo un cariño muy especial. Por eso no puedo perdonar a Perlman–

–Lo lamento– la castaña no sabía si hablaba por la situación o incluso por su muerte, ya que a pesar de todo lo sucedido no dejaba de ser su papá. Aun así sintió que debía decirlo.

Nathan no mencionó nada al respecto.

–Hace un par de semanas lo enterramos–

Sí, Ariana se había enterado de que mientras ella había estado casándose con el hombre al que amaba, Perlman Sykes estaba siendo dejado a muchos metros bajo tierra.

–Sólo estuvimos mi madre y yo. Pero no estuvimos ahí para despedirnos, ¿sabes? Sino para decirle que había sido el peor esposo y el peor padre del mundo entero, y también para decirle lo contentos que estábamos de saber que ya no tendríamos que verlo más– todavía había dolor en la mirada de Nathan.

Perlman le había dado la peor infancia. Lo había hecho ser débil e inseguro. Le había ocasionado traumas difíciles de dejar atrás.

Para Nicole tampoco había sido fácil. La habían obligado a vivir como sumisa.

Los dos tenían mucho que sanar, pero lo harían juntos. Se tenían el uno al otro.

–Mamá y yo volaremos mañana a Londres. La llevaré a vivir conmigo y nuestro vuelo saldrá por la mañana. Por eso me atreví a venir ahorita. Tenía que despedirme de ti y decirte cuánto lamento todo lo que ocurrió–

Ariana asintió. Había sabido por boca de su papá que los Sykes le habían vendido sus acciones en la empresa Butera. Evidentemente no querían nada que los uniera a Perlman.

–Nathan, ya te lo dije. No tienes que pedir perdón. Fuiste solamente una víctima de tu padre. Nada de lo que hizo fue culpa tuya. Él decidió ser malvado, tú eres bueno–

–Gracias por decirlo– le sonrió.

–Me da gusto saber que tú y tu madre empezarán una nueva vida. Les deseo todo lo mejor. Sé que lograrán salir adelante–

–Así será. No nos dejaremos hundir–

–Muy bien dicho– ella respondió a su sonrisa.

–Bueno, supongo que ya debo marcharme. De verdad deseo que sigas siendo muy feliz junto a Emmet y el hijo de ambos. Los dos lo merecen–

–Gracias, Nathan. Tú también mereces ser feliz–

–Y lo seré– aseguró. –A su debido tiempo, cuando todo esto sane, lo seré–

Ambos compartieron un fraternal abrazo.

–Feliz Navidad, Ari– le dijo antes de montar su auto.

La castaña agitó su mano mirándolo con nostalgia.

–Feliz Navidad, Nathan– le respondió al verlo marcharse.

Ariana no entró a la casa de inmediato con el resto de la familia, sino que se quedó ahí de pie unos cuantos minutos más.

Se giró cuando escuchó la puerta abrirse y vio a Emmet salir.

–No quería mostrarme sobreprotector pero tardaste mucho, me asomé por la ventana y te vi aquí sola. ¿Resultó todo bien con Nathan?– no pudo evitar preguntar.

Ella asintió.

–Se ha marchado. Mañana volará a Londres con Nicole. Los dos quieren comenzar una nueva vida–

–Creo que es lo mejor que pueden hacer– respondió sin más.

–Sí... supongo– Ariana parecía distraída, sin embargo cuando su amado la abrazó, regresó a su presente.

–¿En qué tanto piensas?– le preguntó Emmet mientras le sonreía, todavía sosteniéndola entre sus brazos.

Ariana suspiró, luego apoyó su cabeza en el inmenso pecho, contenta de que fuese un hombre tan grande y fuerte, que le brindara el apoyo y la protección que ella tanto necesitaba.

–En todo y en nada– contestó. Luego se alzó para mirarlo fijamente.

–Estoy muy feliz de haberte conocido, Emmet. No importa cómo hayan sido las cosas, pero siempre agradeceré el hecho de que fueses tú el guardaespaldas que me obligaron a llevar conmigo–

Todavía abrazándola, el rubio no pudo evitar reír. Recordaba muy bien aquellos tiempos. Cómo Ariana había hecho hasta lo imposible por quitárselo de encima. La ironía de la vida era que ahora no había manera en el mundo de que se alejara de ella. Antes helaría en el infierno.

–Yo siempre me arrepentiré por haber entrado a tu vida con mentiras y deseos de venganza. Pero no me arrepiento de haberte conocido. Eso jamás–

–De no haber sido por tu venganza, quizás tú destino y el mío jamás se habrían cruzado. Por eso no reniegues más de ella. Sólo... déjala atrás–

El rubio le sonrió y asintió.

–El vengador resultó vengado– bromeó.

Ariana rió con ternura.

–Claro que sí, mi amor, claro que sí–

Después los dos se besaron.

Aquel beso les llenó el alma, el corazón, todo su ser. Fue magia en sus labios.

Él estaba rendido ante ella. Era la razón de su existir.

–Te amo, preciosa–

–Yo te amo mucho más–

Oh, desde luego que no.

Emmet no podía imaginarse cuánto ella lo amaba. Lo amaba con cada latido, con cada respirar, y así sería por toda la eternidad.

Ella siempre amaría con todas sus fuerzas a su atractivo guardaespaldas.





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Falta el Epílogo y un par de sorpresitas más. No se lo pierdan! Será algo muy corto pero representativo. No se lo pierdan!

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