Capítulo 49
Ariana condujo su auto rumbo al supermercado de la ciudad.
Nonna se encontraba sentada a su lado en el asiento del copiloto, mientras Nicholas permanecía en los asientos traseros, perfectamente protegido por su sillita para bebés.
Antes de tomar la dirección correcta hacia el K Mart, la cantante se encargó de dar un montón de vueltas para así perder a los muchos reporteros que habían estado siguiéndola desde que saliera de la finca.
Cuando por fin consiguió deshacerse de ellos, tomó la avenida principal y condujo hasta llegar al supermercado.
Sin embargo de entre todos esos, hubo un auto que se mantuvo siempre a distancia, pero sin perderla de vista, el cual continuó siguiéndola sin que ella lo notara.
–Cielos, me desacostumbré muchísimo a esto de conducir por mí misma. Desde que Emmet llegó a mi vida ha sido él quien se ha encargado de esto–
Su abuela sonrió.
–Oh, bueno, pero dejar de conducir tu propio auto valió la pena, ¿o no? Ahora tienes un hijo con ese hombre, y vas a casarte con él–
Ariana no pudo evitar dirigir su mirada hacia el anillo en su dedo. Su corazón se inundó de cálidos sentimientos por aquel guapísimo rubio que tanto amaba.
Pronto se casaría con Emmet, y los dos serían muy felices junto a su pequeño.
Anhelaba ya que aquel momento llegara.
Pensaba en ello cuando terminó de aparcarse.
–Bien, Nonna. Ve por esas manzanas, y mientras tanto Nick y yo te esperaremos aquí–
Sonriendo, la anciana asintió.
–Prometo que no tardaré–
Ariana sacó entonces el celular de su bolso, y se dispuso a llamar a Emmet, sin embargo mientras intentaba marcar, el aparato se le cayó de las manos cayendo cerca de sus pies. Tuvo que agacharse para poder alcanzarlo.
Gracias a esto no pudo de ver por el retrovisor al hombre que se acercaba al auto, y abría la puerta sin problema alguno.
Cuando Ariana alcanzó su celular, y se enderezó en su asiento, fue cuando lo vio.
Ella frunció el ceño con gran sorpresa y nerviosismo también.
–¿Qué tal te va, Ariana?– le preguntó aquel hombre amistosamente, sin embargo antes de que ella pudiese responder, o siquiera preguntarle qué se le ofrecía, o qué demonios estaba haciendo ahí, él sacó una pistola, y la apuntó con ella. –Sorpresa– le sonrió malévolamente.
La castaña palideció al verla. Se quedó en shock, y fue incapaz de reaccionar de primer instante.
El hombre teniendo buen cuidado de que nadie en el estacionamiento fuese a darse cuenta de lo que ocurría, entró al auto sin dejar de apuntarla.
–Conduce– le ordenó con voz fría.
Ariana miró por el retrovisor a su hijo, y fue entonces cuando despertó del trance, dándose cuenta del peligro que ambos corrían ahora.
–¡¿Q...qué es lo que quieres?! ¡No nos hagas daño!– le rogó.
–¿Vas a hacer que lo repita, pequeña? Conduce– él habló con toda calma, pero no dejó de apuntarla con el arma.
Horrorizada, y sobre todo intentando proteger la vida de su bebé, Ariana decidió que debía hacer lo que ese hombre le pedía.
Con manos temblorosas, ella giró la llave y encendió el motor.
–¿Por qué haces esto?– la castaña comenzó a llorar. Quizá nunca antes había estado tan asustada.
No comprendía por qué él estaba ahí, en su auto, amenazándola con una pistola.
–¿Por qué?– el sujeto le mostró una sonrisa.
Oh, ya le mostraría por qué.
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Aquella era la quinta vez que Emmet llamaba a Ariana sin obtener respuesta.
No deseaba enloquecer de terror, pero... ¡Infiernos! Estaba enloquecido de terror.
Intentaba decirse una y otra vez que quizá aquel tatuaje no tenía nada que ver. Que no habían cometido una equivocación de nuevo. Que todo era coincidencia, sin embargo esa sensación en las entrañas le decía completamente lo contrario.
Decidió entonces llamar al teléfono de la finca.
La empleada respondió al instante.
El rubio se quedó helado cuando le dijo que Ariana había salido junto con Marjorie y el bebé.
–Mierda, mierda, mierda– repitió un sinfín de veces.
La angustia lo llenó. Pisó el acelerador y la velocidad en su kilometraje aumentó.
No pensaba perder ni un solo segundo más.
Necesitaba encontrar a Ariana.
Inmediatamente llamó a Liam.
–¿Emmet? ¿Qué ocurrió? ¿Está todo bien?–
–¿Has visto a Ariana? ¿No están contigo ella, mi hijo y Nonna?–
–No. ¿De qué hablas? Se quedó en la finca contigo–
–Tuve que salir a casa de los padres de James. Ella salió mientras tanto–
–¿Pero por qué te escucho tan tenso, Emmet? Tranquilo, hombre. Recuerda que ya no hay peligro–
Oh, mierda. Liam se equivocaba. Se equivocaba muchísimo.
–Liam. Hoy descubrí algo que no termina de cuadrarme. Además ni Ariana ni Nonna responden sus celulares. ¿Puedes llamar a Ansel para preguntarle si sabe algo de ella?–
–Claro, claro que sí, Emmet. Ya empecé a preocuparme. Te llamaré en cuanto sepa algo, pero por favor, tú también llámame si consigues localizarla–
Emmet asintió y sin más le colgó.
–¿Crees que ese hombre tenga a Ariana?– le preguntó James.
La pregunta no hizo sino convertir la sangre de Emmet en lava hirviente. Se controló apretando con gran fuerza el volante del vehículo.
–Primero necesito confirmar nuestra teoría. Sea cierta o no, más valdrá que ese cabrón no tenga a mi mujer, porque si no juro que es hombre muerto. Esta vez no tendré piedad. No la tendré– repitió por si no había quedado claro.
James que iba de copiloto asintió. Ryan que viajaba en los asientos de atrás exhaló.
Los tres iban llenos de tensión, sin embargo lo que Emmet sentía en su interior no podía compararse con nada. Sentía que el corazón iba a salírsele en cualquier momento. La angustia era demasiada.
Luego de algunos minutos, el rubio estacionó el auto, y todos bajaron de él.
Emmet no esperó a los demás. Tenía una sola cosa en mente.
–¿Cuál es la habitación de Nathan Sykes?– preguntó un tanto alterado en cuanto llegó a la recepción del hospital.
–¡¿Qué haces tú aquí?!– la voz de Nicole Sykes lo llamó, y evidentemente no de manera amistosa.
–Señora, será mejor que no interfiera en esto– le advirtió Emmet. No tenía tiempo que perder, y tampoco deseaba acabar con su paciencia.
–¡Por culpa tuya y de esa Ariana, mi hijo pasará toda su vida en una cárcel! ¡Él es inocente!–
El rubio exhaló, y decidió ignorarla.
–Necesito hablar con él– le habló de nuevo a la enfermera.
–¡¿Qué?! ¡No te acercarás a mi Nathy! ¡Ya bastante daño le han hecho!– Nicole seguía enfurecida.
–Lo lamento, será imposible, señor. Como sabe, este no es cualquier paciente. Está bajo custodia–
Sí, Emmet lo sabía. Observó a los dos guardias de policía que vigilaban la entrada de la puerta.
Inmediatamente se giró con Ryan y James que recién llegaban.
–¿Puedes ayudarme con esto, Gosling?– le señaló a los custodios.
Ryan bufó y sonrió.
–Pan comido–
Inmediatamente se acercó a ellos.
No compartió palabra alguna. Tan sólo les mostró su placa del FBI.
Ni siquiera era vigente. Había trabajado ahí muchísimos años atrás como agente secreto, sin embargo hacía mucho que había renunciado. La había conservado de recuerdo pero siempre la llevaba consigo precisamente para situaciones como esa.
Era muy atrevido, y le encantaba jugársela.
Pero Emmet se lo agradecía eternamente.
Los guardias de inmediato se hicieron a un lado. No pensaban poner objeción alguna para que un agente del FBI entrara e hiciera lo que fuera que necesitara hacer.
–Emmet, puedes entrar– le dijo entonces a su amigo.
El rubio le agradeció en silencio, y prontamente entró.
Lo primero con lo que se encontró tras cerrar la puerta a su espalda, fue a Nathan postrado en aquella cama.
Como le habían dicho, le habían realizado un lavado gástrico. Lo habían traído ahí en situaciones lamentables con respecto al uso de las drogas.
En cuanto se recuperara sería trasladado al reclusorio y empezaría a cumplir con su condena.
Emmet apretó sus puños, y se quedó de pie frente a él, observándolo.
Había deseado muchísimo tenerlo frente a frente, y machacarlo con sus propias manos, desde que se enterara de que en realidad él era Cobra.
Sin embargo en esos momentos más que acabarlo, necesitaba respuestas.
Continuó mirándolo lleno de tensión, y de poco en poco Nathan fue abriendo los ojos hasta despertar por completo.
–¿Q...qué estoy haciendo aquí?– preguntó. Su voz parecía muy ronca.
–¿Te atreves a preguntar, hijo de puta?– Emmet se contuvo con todas sus fuerzas para no golpearlo.
Nathan estaba muy confundido. Lo miró con el ceño fruncido.
–¿Qué? ¿Pero yo qué hice?– cuestionó. –Garrett, ¿qué demonios ha ocurrido? ¿Y por qué me duele tanto la cabeza? ¿Qué estoy haciendo aquí?–
–Estás aquí porque se descubrió toda tu mierda, cabrón–
–¿De qué hablas? ¡Maldición! ¿Qué es esto? ¿Dónde está el doctor? Necesito explicaciones–
–¿Por qué no dejas de fingir que no sabes nada, y empiezas a hablar, Sykes?– comenzó entonces a acercarse a él hasta que consiguió tomarlo del camisón que llevaba, y apretarlo. –Dime, ¿tu padre era tu cómplice? ¿Todo este asunto de Cobra fue planeado por los dos? ¡Habla, maldito!–
–¡¿Qué?!–
–No pienso repetirlo, Nathan. Sólo responde si no quieres que te mate ahorita mismo– lo apretó aún más. Casi lo ahorcó.
–¡Perdiste la cabeza, Garrett! Ni siquiera sé qué estoy haciendo aquí. ¡No recuerdo nada!–
Emmet deseaba no perder su autocontrol.
–¿Ah, de veras? ¿No recuerdas el momento en el que te detuvieron en tu guarida? Ese lugar en el que planeabas todos tus ataques hacia Ariana?–
Nathan negó de inmediato.
–¡Por supuesto que no recuerdo nada de eso!–
–¿Cómo vas a recordarlo? ¡Estabas drogado, joder!–
–¿Yo estaba drogado?–
–Nathan, estás hartándome. Fuiste atrapado. No saldrás de prisión al menos hasta que se te caigan los dientes, y tus bolas estén tan flácidas y arrugadas como dos pasas. ¡Contesta mi pregunta! ¿Es Perlman tu cómplice? ¡Ya no lo niegues! ¡He visto el tatuaje en su espalda!–
–¿Ta...tatuaje en su espalda? ¡Te volviste loco! ¡Mi padre no...– pero entonces Nathan se detuvo en seco. Él jamás había visto a su padre sin camisa. No podía asegurar algo de lo que no estaba tan seguro. –¿Papá tiene un tatuaje?–
–Una cobra, Nathan. ¿Vas a decirme que no lo sabías?– una vez más, Emmet apretó su cuello. Estaba enfurecido.
–Pues no– Nathan era sincero.
–¡No te creo! ¡No hagas que pierda los estribos porque lo lamentarás! ¿Entiendes? ¡Abre tu boca y empieza a soltarlo todo!–
Nathan se removió y consiguió soltarse de él.
–¡Es la verdad!– replicó. –¡Yo jamás vi a mi padre sin camisa! ¡Nunca me permitió entrar a su habitación!– cielo santo, ni siquiera a su madre se lo permitía. Ellos tenían habitaciones diferentes. Eran un matrimonio muy extraño, sin embargo hasta entonces Nathan no se había cuestionado nada. –Tampoco lo vi entrar nunca a la piscina, o en la playa...– su mirada bajó y el tono de su voz también. –Siempre lo he visto en traje y corbata. ¡Lo juro!–
Emmet frunció el ceño. Aquello estaba confundiéndolo demasiado. Algo le decía que debía creerle, pero enseguida negó.
–Si estás mintiendo te juro que...–
–No te estoy mintiendo– aseguró.
–¿Entonces jamás has visto ese tatuaje?–
–No. ¿Una cobra, dices?–
–Sí– siseó Emmet duramente. –Una cobra–
Nathan se quedó congelado por unos instantes mientras intentaba comprenderlo todo.
–Emmet... Papá y yo no somos cómplices en nada. Este último año apenas y hemos hablado. Te juro que digo la verdad–
El rubio empezaba a creerle sin embargo todavía no podía hacerlo.
¡Mierda! ¡Toda esa confusión era un caos!
–¿Entonces cómo explicas todo esto?–
–Yo... yo... ¡Yo no lo sé! ¡Estoy diciéndote la verdad! ¡No sé qué coño es todo esto! ¡Ni siquiera recuerdo haber estado en ese escondite de Cobra! ¡¿De qué demonios hablas?!–
–¡Mierda! Fuiste encontrado ahí, Nathan. Te detuvo la policía, pero estabas tan drogado que tuvieron que traerte primero aquí–
–¡Pero yo nunca me he drogado!– se defendió. –Yo... yo salí del departamento en el que estoy quedándome mientras volvía a Londres. Iba a cenar con unos viejos amigos de la universidad, me dirigí hacia mi auto y... después alguien se acercó a mí. Pensé que iban a asaltarme pero no recuerdo nada más. Creo que me golpeó la cabeza porque me duele muchísimo. Es todo lo que recuerdo–
Los pensamientos de Emmet fueron entonces de un lado a otro con toda velocidad.
Entonces lo entendió todo.
De nuevo habían usado un chivo expiatorio. De nuevo habían intentado engañarlos.
La diferencia era que ahora conocía la verdadera identidad de aquel bastardo.
Ya no había margen de error. Todo estaba descubierto.
El verdadero Cobra era Perlman Sykes. ¡Siempre había sido él!
El tipo estaba loco, y las entrañas le decían a Emmet que ese hijo de puta era capaz de todo.
¡Maldita fuera!
Debía encontrar a Ariana y Nicholas, debía encontrarlos ya mismo.
Perlman era hombre muerto.
Lo mataría.
No estaría respirando ni siquiera dos minutos después de que lo encontrara.
–Te han inculpado de ser Cobra, Nathan– le dijo entonces. –Pero Cobra en realidad es tu padre. ¿Estás seguro de que no sabías nada de esto?–
Nathan estaba muy impresionado. Tanto que le costó articular palabra alguna durante unos cuantos segundos.
–Jamás lo sospeché– su voz se quebró. Cerró los ojos y fue cuando su mente comenzó a atar todos los cabos. –¡Es un maldito enfermo!– apretó los puños con furia. –Por esa esa obsesión que tenía por casarme con Ariana. Todo Ariana, ¡siempre Ariana! ¿Por qué no lo vi antes? Siempre fue un padre desalmado, pero esto...–
Emmet entendía la decepción que Nathan debía estar sintiendo en esos instantes hacia su propio padre, sin embargo ya no había tiempo que perder.
–Nathan, escúchame. Creo que Perlman tiene a Ariana y a mi hijo. Temo por la vida de ambos. Por favor, si tienes idea de dónde pueda tenerlos, serías de gran ayuda–
El joven estaba ya demasiado alterado. Intentó responderle sin embargo en esos instantes su respiración se volvió trabajosa.
Frunciendo el ceño, Emmet dio un par de pasos hacia atrás, observando lo que ocurría.
Al parecer Nathan estaba teniendo un paro respiratorio.
–Mierda...– el rubio inmediatamente salió de ahí. –¡Un doctor!– comenzó a pedir auxilio.
Por fortuna uno de ellos se encontraba cerca.
Con rapidez entró a la habitación, en compañía de unas cuantas enfermeras.
–¡¿Qué fue lo que le hiciste a mi hijo, cretino?!– Nicole Sykes se acercó a él y comenzó a golpearlo.
Sin embargo Emmet consiguió quitársela de encima.
–Señora, ahora no–
Enseguida se acercó a James y Ryan.
Ellos le tenían malas noticias.
–Emmet, Liam ha llamado– le informaron. –Encontraron a Nonna en el estacionamiento de un K Mart. Estaba desorientada, y no recuerda nada de lo que sucedió–
–¿Ariana y Nick estaban con ella?–
–No, amigo. Ya han dado parte a la policía, y ellos simplemente creen que ellos han sido secuestrados–
El corazón del rubio latió con gran fuerza. El aire colapsaba en sus pulmones.
–Perlman se los llevó– el pánico en su propia voz lo estremeció. –Tengo que encontrarlos–
Tanto James como Ryan asintieron.
–Cuenta con nosotros–
Emmet no esperaba menos de ellos.
–Somos un equipo–
–Los encontraremos, Emmet. Tranquilo–
Pero esta vez él negó.
–No voy a estar tranquilo hasta que no vea a ese malnacido sin vida–
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–¿Qué... qué hacemos aquí– preguntó la voz temblorosa de Ariana.
Miró entonces la enorme casa que tenía enfrente. Era inmensa y muy lujosa, pero desconocida también.
Sin duda aquella no era la residencia Sykes, y todavía no entendía por qué estaban ahí.
–Bájate– le ordenó.
Pero ella negó.
–¿Perlman, qué es lo que pretendes? Dímelo de una vez– Ariana había comenzado a llorar ya. Sabía que el supuesto mejor amigo de su padre no tenía buenas intenciones. –¿Estás haciendo esto por Nathan?–
El hombre no respondió a su pregunta.
–Toma a tu mocoso. Vamos, hazlo–
La castaña miró a su pequeño. Nicholas dormía en su asiento, ajeno a todo lo que sucedía.
–Te lo ruego, no le hagas daño a mi bebé. ¡Por favor, déjanos ir!–
–He dicho que tomes a tu bastardito– le exigió él de nueva cuenta.
Ariana odió que él se atreviera a llamar a su hijo de aquel modo. Deseó lanzársele encima y golpearlo. No tenía ningún derecho a insultarlo de aquel modo. Nicholas tenía a un padre que daría la vida por él sin pensarlo. Y también una madre que estaba dispuesta a protegerlo a toda costa.
Sin embargo Perlman seguía apuntándolos con esa arma.
Tenía que proteger a su hijo, se repitió. Cielo santo, debía evitar que ese hombre le hiciese daño.
–Dime qué es lo que pretendes o no iré contigo a ninguna parte–
Entonces él sonrió.
–¿No quieres entrar a esta bonita casa, Arianita?–
Ariana miró la gran casa de nueva cuenta. ¿Dónde demonios estaban?
–Iba a ser mi obsequio para ti y para Nathan, una vez se hubiesen casado–
–Yo no tengo la culpa de que vayan a encarcelarlo– respondió ella entonces. –Fue él quien decidió hacer todo lo que hizo. Fue él quien amenazó mi vida, quien asesinó a todas esas personas–
–¿Y tú estás segura de eso, pequeña?– la sonrisa de Perlman era ahora mayor. –¿Estás segura de que el culpable es Nathan? Quizá sea alguien más el culpable de todo aquello...–
Ariana lo miró sin comprender.
–¿A...a qué se refiere?–
–¿A qué me refiero? Ahora mismo vas a enterarte, amorcito. Pero antes tú y tu Emmet junior deben entrar–
Un escalofrío la sacudió. La castaña sintió muchísimo miedo. Aquel no parecía el Perlman de siempre. Veía algo diferente en él. Algo extraño en su mirada. Una especie de... ¿Locura?
Sí, ese hombre estaba loco. Ahora podía verlo. El miedo la inundó.
>Oh, Emmet, por favor ven por nosotros, mi amor<
–Ya...ya te dije que no iré a ninguna parte contigo–
–¿Ah no?– Perlman ahora apuntó un árbol que se encontraba a unos cuantos metros de ellos. Un segundo después disparó contra él, destrozando el tronco por completo. Haciéndolo añicos.
El estruendo ocasionó entonces que Nicholas despertara llorando y asustado.
–No tengo miedo de disparar, Arianita. Toma a ese niño, y hazlo callar si no quieres que lo haga yo mismo–
A Ariana no le quedó otra opción más que sacar a su hijo del auto, tomándolo en sus brazos.
El bebé lloraba cada vez más fuerte, lágrimas saliendo de sus preciosos ojitos grises, su carita enrojecida y humedecida por el llanto. Ella lo abrazó contra su pecho.
–Mami va a protegerte, mi cielo. Nada malo te ocurrirá, lo juro– comenzó a arrullarlo.
–Entra a la casa. No hay tiempo que perder–
Ariana se vio obligada a obedecer. Todavía no terminaba de entender nada, pero sabía que por el momento debía hacer todo lo que él ordenara.
Sus piernas temblaban pero consiguió avanzar llegando hasta la puerta de entrada.
–Esta es la llave–
Perlman la arrojó hacia ella.
Inclinándose, aún con su inconsolable hijo en los brazos, Ariana la tomó del suelo.
Con manos temblorosas consiguió abrir.
Fue cuando Perlman se acercó a ella, colocándose tras su espalda, y presionando la punta de la pistola contra ella.
–Te dije que entraras. Hazlo rápido y sube las escaleras–
Ariana tragó saliva y asintió.
Al entrar pudo darse cuenta de que la casa estaba desamueblada. Se suponía que eran ella y Nathan quienes tenían que amueblarla y decorarla, sin embargo eso jamás habría podido suceder.
Ella ni siquiera podía imaginarse viviendo ahí. Imposible de pensar.
Subió escalones uno a uno, todavía sintiendo el frío metal que en cualquier momento dispararía una bala.
>Cielo santo, protege a Nicholas. Es lo único que te pido. Protégelo<
Finalmente él la condujo hasta la última habitación del segundo piso.
Una vez entraron ahí, su hijo se calmó, y dejó de llorar. Ariana lo abrazó y depositó un beso en su frente.
–Ese niño debió haber llevado mi sangre– la dura voz de Perlman la hizo girarse y mirarlo de frente.
–Yo no amaba a Nathan. Jamás hubiese podido tener un hijo suyo porque no lo amaba– tenía que dejárselo claro.
La larga carcajada del hombre se escuchó en toda la habitación haciéndola estremecerse de miedo.
–¿Tú crees que hablo de la simiente de Nathan?– evidentemente estaba burlándose. –No, Arianita. Hablo de la mía. Tú no debías tener un hijo de Nathan y aún menos de esa escoria de Garrett, ¡sino mío!–
Ella lo miró sin comprender.
¿De qué estaba hablando? ¿Qué demonios era aquello? ¿Una pesadilla?
Tenía que serlo. ¡Cielo santo, tenía que serlo! Y deseaba despertar ya mismo.
–¿Sorprendida? ¿Todavía no has entendido por qué estás aquí?– su sonrisa era ahora macabra, demoniaca.
La dejó helada.
–Creo que voy a tener que decírtelo, ya que no eres tan lista como pensaba. Nathan no es Cobra. Nunca lo fue. Cobra soy yo... Siempre he sido yo– de nuevo comenzó a reír. –¿No soy un genio? Inculpé a mi propio hijo. Se los entregué en bandea de plata. El plan fue perfecto. Era el sospechoso principal, y fue encontrado en la escena. ¡Fue brillante!
Ariana negó. Estaba en shock por todo lo revelado.
¿Perlman era Cobra? ¿Siempre había sido él?
¡Cielo bendito!
Aquello no podía estar sucediendo.
Estaba aterrorizada, paralizada.
La conmoción la llenó.
–¡Enloqueciste, Perlman! ¡Estás loco! ¡Déjanos ir a mí y a mi hijo!–
–¿Que enloquecí? Sí, Arianita. Llevo años enloqueciendo por ti. Me enloqueciste desde que cumpliste 15 años–
A Ariana se le revolvió el estómago. ¿Por qué estaba escuchando todo aquello?
No podía ser cierto...
–Te deseé en cuanto vi lo divina que estabas poniéndote. Desde entonces me juré que serías mía. No me importó verte después del brazo de mi hijo. Nathan era un debilucho del que podía encargarme, pero tenía que entrometerse ese hijo de perra de Emmet. Él vino a arruinarlo todo–
La castaña lo miraba aterrorizada.
–¡¿Cómo puedes decir todo esto?!–
–¡¿Y tú cómo pudiste traicionarme con ese infeliz?!–
–¡¿Qué?!–
Ella no podía creerse que aquello en realidad estuviese sucediendo. Todo parecía tan irreal.
–Estaba muerto de celos por tu culpa. No sabes cómo me hiciste sufrir cuando dejaste a Nathan por ese malnacido. ¡Cuando supe que le darías un hijo! Oh, pero él también pagará por todo. ¡Te juro que pagará!–
–¡Perlman, estás enfermo! ¡Necesitas ayuda, ¿no lo ves?! ¡No estás bien mentalmente!–
Él rió y enseguida negó.
–Yo no necesito ayuda de nadie. Ya te tengo a ti, Arianita, y no te dejaré ir. No después de todos los esfuerzos que hice–
–¿Esfuerzos?– Ariana lo miró acusadoramente. –¿Hablas de los acosos, las amenazas, del chico inocente al que metiste a la cárcel, de toda la gente que murió por tus manos?–
Perlman frunció el ceño disgustado.
–Ese guardia no me las puso fácil. La chica fue solo una pequeña distracción, se parecía mucho a ti. Y en cuanto a esos inútiles que trabajaban para mí, se lo merecían, eran basura– Pete, Steven, Kenan y Russell se habían encargado del trabajo sucio. Habían golpeado a Emmet, los habían atacado en el lago, en la feria, les habían seguido la pista, pero habían dejado de servirle.
–¡Cielo santo, inculpaste a tu propio hijo de algo que él no cometió!–
–Deberías valorar todo lo que he hecho por ti, Arianita. Para que estemos juntos–
Ella negó.
Ese hombre había perdido la cordura. Sus ojos brillaban con locura, y eso la tenía presa del pánico.
–¡Emmet vendrá por mí! ¡Estoy segura de eso!–
Perlman rió.
–¿Ah sí? ¿Y por qué estás tan segura? Tu celular lo tengo yo–
Sí, él se lo había quitado de camino ahí.
–Tu noviecito no tiene manera de saber que estás ahí–
Lo peor era que él tenía razón. Sin embargo en el fondo de su alma Ariana sabía que Emmet siempre la protegería, que la encontraría donde quiera que ella estuviera, lo sabía en su propia alma.
–Tú eres mía, Arianita. Y será mejor que lo aceptes ya mismo. Después me encargaré de ese infeliz, así como me encargué del perdedor de su padre–
Ariana no comprendió. En medio de todo su terror, lo miró confundida.
–¿De qué hablas?–
–Como oyes. Fui yo quien cometió el fraude contra Nicholas Garrett–
–¿Entonces no fue papá?–
–¿Robert?– Perlman comenzó a reír. –¡Claro que no! Él es demasiado blando. Fui yo quien lo estafé, yo se lo quité todo a Garrett, incluyendo a su esposa. Después lo asesine– se hundió de hombros como si el acto fuese insignificante. –E hice parecer todo como un suicidio–
Ariana estaba demasiado sorprendida por aquellas revelaciones. Si Emmet lo hubiese sabido desde un inicio...
Pero antes de que pudiese decir algo Perlman volvió a hablar.
–El mundo es pequeño, y no pensé que años después iba a tener que deshacerme de un Garrett más... Dos Garretts más– miró entonces al más pequeño y rubiecito niño.
Los brazos de Ariana rodearon a su hijo con mucha más fuerza.
–¡No!– le gritó como leone. –¡¿Me escuchas?! ¡No te dejaré que le hagas daño a mi bebé! ¡No te lo permitiré, maldito!–
–Acabé con el padre. El hijo y el nieto no serán gran esfuerzo. Y una vez me haya deshecho de esos dos, serás sólo mía– sonrió. –¿Sabes? De pequeño yo amaba el fuego. Creo que ese amor está resurgiendo–
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Estaban igual que en un principio.
No tenía nada.
Pero a cada segundo que pasaba, Emmet se sentía más y más desesperado.
El no saber nada sobre Ariana y Nicholas lo tenía al borde de una crisis.
Iba a enloquecer. Estaba aterrorizada.
Perlman Sykes era peligroso.
Su mujer y su hijo estaban en verdadero peligro. Él tenía que rescatarlos. Protegerlos. ¡Maldición! No había podido protegerlos, y si algo malo les ocurría nunca se lo perdonaría.
–He llamado a todos mis contactos– le dijo Ryan mientras guardaba su celular. –Están siguiendo las cámaras de la ciudad intentando localizar el auto–
–Esa es una gran idea– le dijo James que intentaba mantener el ánimo.
Kylie lo abrazó. Lucía afligida. Estaba muy preocupada.
–¡Maldición!– Liam se llevó ambas manos a la cara. El miedo a que algo malo le ocurriese lo tenía paralizado.
–¡Tenemos que ir por mi hermana! ¡Emmet, haz algo!– le exigió Ansel en el mismo estado.
–¡Mierda!– explotó el rubio. –¡No sé qué hacer! ¡Estoy desesperado!– lágrimas de dolor y consternación salieron de sus ojos.
La policía no ayudaba en nada. Ellos seguían creyendo que Nathan era el verdadero Cobra. Pensaban que Ariana y el bebé habían sido secuestrados por delincuentes comunes y corrientes.
No pensaban mover ni un solo dedo para buscar a Perlman Sykes.
¡Esos imbéciles!
Estaba a punto de golpear algo, en consecuencia de su desesperación cuando para sorpresa de todos Robert Butera apareció.
Las miradas de los presentes se fijaron en él.
Su rostro estaba cargado de angustia.
–He venido aquí dispuesto a ayudar a encontrar a mi hija y al niño– anunció con firmeza–
Emmet fue el primero que lo enfrentó.
–¿Ya está enterado de que es su mejor amigo quien los tiene?–
Robert tragó saliva.
–Ese malnacido ya no es mi mejor amigo, y jamás volverá a serlo– aseguró. –Ahora mismo sólo es el bastardo al que quiero asesinar–
–Pues ya somos dos– le secundó Emmet. –La cosa es que no tenemos idea de dónde puedan estar, y yo temo por sus vidas–
–Yo creo saber dónde están– respondió entonces Robert.
–¿Hablas en serio, papá?– le cuestionó Liam con consternación.
–¡Por favor, hable ya!– le suplicó Emmet. –Se lo ruego, Butera. ¡Hable!–
–Perlman habló... hace tiempo de vender la casa que les obsequiaría a Ariana y a Nathan por su boda, pero después decidió quedársela. Algo que me pareció muy extraño, pues él nunca fue de tener propiedades por doquier. La casa está deshabitada, y un tanto retirada de la ciudad, así que pienso que pueden estar ahí. Andando, yo les mostraré el camino–
Todos asintieron, y se dedicaron a subir a sus vehículos.
–Nena, lo mejor será que te quedes con Nonna– le dijo James a su esposa.
Kylie asintió.
–Traigan de vuelta a Ariana– le rogó.
–Así será– prometió él.
Enseguida James se encaminó con los demás.
Emmet se acercó a Robert momentos antes de entrar a su auto.
–Venga conmigo–
El padre de Ariana asintió, y entró de copiloto al auto del rubio.
Los autos se pusieron en marcha, y enseguida todos salieron de la finca a toda velocidad.
–Le agradezco mucho por esto, Butera– Emmet no pudo evitar decírselo mientras conducía con rapidez.
–Se trata de mi hija y... mi nieto– reconoció. –No podré estar tranquilo hasta que estén a salvo. Sé que piensas lo mismo, así que... a pesar de las diferencias, esta vez debemos estar en el mismo equipo–
Emmet asintió porque él bien tenía razón. Se abstuvo de decir algo más. Pisó el acelerador.
Iba a encontrar a Ariana y al hijo de ambos, así fuese lo último que hiciera en la vida.
Oh, y ese cabrón de Perlman Sykes había firmado su sentencia de muerte.
No tendría piedad con él.
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Ariana se encontraba atada a una silla, mientras su hijo dormía sobre su chaqueta en el suelo.
Por fortuna se había quedado dormido, y no sería testigo de toda aquella atrocidad que Perlman estaba cometiendo.
Ese malvado hombre le había explicado con lujo de detalle todo lo que haría con ella, con su cuerpo. Cómo la follaría y la convertiría en su mujer solamente.
Para esos momentos Ariana sentía que deseaba morirse del asco. Aquello era lo peor que le hubiese sucedido sin duda alguna.
Las náuseas hacían que quisiera vomitar. Ella sabía que no resistiría que aquel hombre le pusiese un dedo encima.
No quería dejarse vencer, porque estaba de por medio su hijo, sin embargo no tenía idea de cómo lograría sacarlo de todo aquello.
–Esta noche te haré mía, Arianita, tantas veces que al final de la medianoche no te quedará duda de ello– su promesa era horripilante.
La castaña se estremeció de asco.
–Mañana tú y yo nos iremos muy lejos de aquí, pero antes me encargaré de ese mocoso, y después del hijo de perra de Emmet Garrett. Ya tengo planeado cómo morirán–
–¡Nooo!– Ariana se removió en su silla. –¡No te lo voy a permitir, desgraciado! ¡Primero te mataré!–
–Oh, eso es lo que quiero que hagas, primor. Quiero que me mates de placer cuando me tengas entre tus piernas–
–¡Me enfermas, Perlman! ¡Te odio! ¡Te odio con toda mi alma!– Ariana le escupió. –¡Nunca dejaré que me toques! ¡Aún menos dejaré que lastimes a las dos personas que más amo en el mundo!–
Perlman entonces alzó su ceja.
–Oh, claro que no los amas, Arianita. Tú me amas a mí, y amarás a los hijos que después tendrás conmigo– declaró.
¡Estaba loco! ¿Cómo era posible tanta locura?
¿Por qué no la había visto antes?
Siempre había estado ahí, ahora lo sabía.
Había sido un hombre detestable, y su verdadero ser salía a la luz.
Era espeluznante.
–Creo que comenzaré ahora mismo– sonrió.
Esa sonrisa la hizo encogerse de miedo, de horror, de rechazo, mientras él se acercaba a ella.
–¡No! ¡NOOO!– le gritó. –¡Aléjate de mí! ¡No me toques!– sabía que sus gritos despertarían al niño, pero no podía evitarlo.
Tal y como imaginó Nicholas despertó llorando.
Ariana deseaba que Perlman ni siquiera lo mirara, pero la atención del hombre fue directo hacia él.
–Mierda, otra vez esos malditos lloriqueos. ¡Cállate!– le habló al pequeño, quien debido a sus gritos lloró más y más.
–¡Deja de gritarle! ¡Está asustado!– lo acusó Ariana. Su corazón se apretujó. Necesitaba darle consuelo, pero estaba atada a esa maldita silla.
Fue entonces cuando Perlman escuchó el ruido de motores afuera de la casa.
Sin soltar su pistola se dirigió hacia la ventana.
Vio el auto que aparecía, y a Emmet Garrett saliendo de él.
De alguna manera los había encontrado.
–Carajo...– siseó enojado.
Pensó con rapidez.
Sus planes no estaban arruinados aun así. Tan sólo debían cambiar.
Su sonrisa se agrandó.
–Creo que tu Romeo está ahí abajo–
La mirada de Ariana brilló entonces con gran esperanza.
–¡Emmet!– sonrió contenta. Él estaba ahí para rescatarlos. ¡Lo sabía! ¡Había sabido en su corazón que su amado no se quedaría de brazos cruzados, e iría a buscarlos! –Resiste, mi amor– le habló a Nicholas con ternura y amor. –Papi está aquí. Todo estará bien– prometió y después se giró hacia su captor. –Te dije que vendría por nosotros. Ahora estás acabado, Perlman–
Pero él comenzó a reír.
–Perlman Sykes jamás estará acabado, primor. Tu querido Emmet sólo ha venido aquí a cambiar de orden mis planes. Ya sabes, su muerte estaba programada para mañana, pero gracias a su interrupción... será hoy mismo–
–¡No!– volvió a gritarle Ariana. Se removió en la silla intentando librarse. Sus muñecas dolían debido a las cuerdas, pero no le importaba. Necesitaba proteger a Emmet, proteger a Nicholas. >¡Cielo santo, ayúdame!<
–Ni siquiera pienses en pedirle ayuda al cielo, porque no te ayudará, Arianita– le advirtió Perlman. –Se llegó el día en que por fin te reclamaré porque me perteneces. Ese malnacido lamentará haberte tocado, lamentará haberte hecho un hijo que jamás debió de existir. Me pagará con su vida– prometió.
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Esperen el siguiente, será capítulo final + epílogo!
Cómo podrán ver, algunxs de ustedes tuvieron correctas sus teorías con respecto a Perlman.
Alguien se sorprendió? Cuentenme!
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