Capítulo 46
Luego de que se enterara de la muerte de su madre, Emmet, Ariana, Nicholas y todo el resto de la familia habían abordado el avión privado de vuelta a Boca Ratón.
Allá en su ciudad natal, el rubio se había encargado de darle un entierro digno, y de despedir a la mujer que le había dado la vida.
Con lágrimas en los ojos, había observado cómo el ferreteó bajaba a lo más profundo, y después era cubierto con tierra.
Había querido mostrarse duro, fuerte, sin embargo por más intentos que hizo no pudo evitar demostrar el dolor que aquella partida le causaba.
Heather no había sido la mejor mamá, y desde luego tampoco la mejor esposa para su padre, pero a final de cuentas... ¿Quién era él para juzgarla?
Desde lo más profundo de su corazón, Emmet deseó no haberse mantenido apartado de ella, haberla visitado con más frecuencia, que ella hubiese conocido a su hijo. Sin embargo no podía cambiar nada de aquello, a pesar de que había estado dispuesto a cambiar las cosas desde la última visita que le hizo.
El cielo y el destino no lo habían querido de ese modo, y él simplemente debía aceptarlo.
La ceremonia luctuosa terminó luego de unos minutos, y todos los presentes comenzaron a marcharse.
No había sido mucha gente en realidad. Nonna, Liam, Ansel, Bridgit, Scarlet, Kylie, James y los padres de James habían sido los asistentes de aquella triste y nublosa tarde.
Emmet se quedó muy quieto frente a la tumba de su madre, y la miró. Ariana se quedó con él, y lo tomó de la mano.
–Es hora de marcharnos– le dijo suavemente.
Él asintió.
Juntos caminaron por todo el pasto del campo santo hasta que llegaron con el resto.
–Muchas gracias por haber estado aquí– les dijo con una sonrisa un tanto apagada.
–Para eso está la familia– Liam apoyó su mano en su hombro.
–Así es, hermano– le secundó James.
Emmet saludó con un beso en la mejilla a Christine Franco, y después se despidió de Collin Franco.
–Vamos– Ariana de inmediato lo condujo hasta el coche dejándolos a todos atrás, comprendiendo que en esos momentos necesitaban un poco de intimidad.
–¿Cómo te sientes?– le preguntó ella antes de que arrancara.
El rubio exhaló, y metió la llave pero no la giró.
–Supongo que... bien. Quiero decir, me duele mucho que mamá ya no esté aquí, que yo no haya podido cumplirle lo que le prometí, pero... lo superaré. Superé ya una vez la muerte de mi papá, podré con esto también– aseguró. –Podré porque tú estás a mí lado. Te amo infinitamente. Lo eres todo para mí–
La castaña le sonrió, él tomó su mano con la suya, y la apretó mientras depositaba un beso en el dorso.
–Te amo– fue la respuesta de ella. Las manos femeninas fueron entonces a su rostro para acariciarlo con dulzura. –Siempre estaré a tu lado, Emmet. Siempre– prometió.
Él no pudo sino agradecerle al cielo, a la vida y al destino por haber cruzado en su camino a aquella espléndida, maravillosa, dulce y bondadosa mujer.
Estaba seguro que de no ser por ella, él no habría podido contra nada. Era esa pequeña damita quien le daba el coraje y las fuerzas.
La amaba con toda su alma. Había jurado protegerla, y eso era exactamente lo que haría.
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Ariana y Emmet decidieron entonces que su estadía en Boca Ratón se prolongaría por unas cuantas semanas. Eso era mucho más práctico a hacer que la familia entera volara de regreso a Los Ángeles.
Aquella mañana muy temprano en la fina, ambos, junto a Liam, Ansel y Nonna, tomaron el almuerzo en el jardín trasero.
Nick ya había despertado, y había desayunado primero que todos, así que se encontraba jugando con su cuchara de plástico, golpeándola contra la mesa de su sillita alta.
Charlaron, y todos le dieron ánimos a Emmet para que se sintiera mejor. Él les agradeció a todos, y agradeció también el tener una gran familia.
Después de aquello se despidió, pues tenía que ir a arreglar algunos papeles del testamento de su madre y su acta de defunción.
Ariana se puso en pie para despedirlo en la entrada.
–Iré a hacer algunas compras con Kylie y Scarlet. Scarlet desea encontrar un local para empezar su escuela de ballet– le informó antes de que se marchara. –James irá con nosotras, así que no debes preocuparte–
El rubio soltó un suspiro en desacuerdo.
–Nena... Sabes que no me gusta que salgas y te expongas. Con ese bastardo de Cobra suelto, no sabemos si atacará en Los Ángeles o aquí en Boca–
–Lo sé, lo sé– Ariana intentó ser racional. –Pero no voy a pasarme todo el tiempo encerrada. Necesito salir a distraerme todo ha sido trabajo y tensión por culpa de ese loco. Quiero vivir mi vida libremente–
–Y lo harás– prometió. –Sólo déjame atrapar a ese desgraciado, y te juro que volverás a ser libre– Emmet se sintió muy mal al ver la carita de decepción. Maldijo a aquel hijo de puta una y otra vez. Finalmente exhaló. –De acuerdo, de acuerdo. Demonios, Ariana, siempre terminas convenciéndome. Bien, James irá con ustedes. No quiero que te separes de él ni un solo instante. Terminaré mis pendientes y después los alcanzaré–
La castaña le sonrió, y lo abrazó.
–Tranquilo, Emmet. Todo saldrá bien. Pronto atraparemos a Cobra, nuestras vidas volverán a la normalidad, y toda esta pesadilla quedará olvidada–
Él asintió, y la abrazó. Aquello era lo que más deseaba en el mundo.
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Aquella mañana la abuela Marjorie fue la más feliz encargándose de cuidar de su bisnieto.
Ariana, junto a las hermanas Jenner recorrieron un montón de tiendas mientras un muy alerta James, las seguía de muy cerca, mirando a todos y todo a su alrededor, cerciorándose de que nada extraño las amenazara.
Scarlet, quien había llegado el día anterior de Miami, se encontraba feliz y muy emocionada, pues había comenzado ya su mudanza a Boca Ratón. Se establecería en aquella ciudad, y comenzaría su tan deseada escuela de ballet y ritmos contemporáneos.
Aquella había sido una gran noticia para Liam. El chico se encontraba muy ilusionado por aquella noticia, pues así estaría más cerca de ella.
Era un gran paso para su relación.
Ariana lo sabía, y por eso estaba tan contenta como ellos. Le agradaba muchísimo la idea de que Scarlet fuese a ser su cuñada. Y le agradaba aún más la idea de ver a su hermano enamorado.
–¿Qué les pareció el local?– preguntó Scarlet con gran emoción.
–Yo creo que es perfecto– le respondió Kylie.
–También yo. Es espacioso, y tiene paredes muy amplias– secundó Ariana.
–¡Lo sé! El lunes traerán los espejos para instalarlos. Ya puedo imaginar cómo se verán–
–Seguro tienes ya a un montón de niñitas esperando la apertura–
Aquello era cierto. Scarlet había abierto las inscripciones en un sitio online, y hasta el momento estaba saturado.
–Sí, sí, y no puedo creer que mi sueño está a muy poco de volverse realidad–
Kylie le sonrió.
–Estoy muy orgullosa de ti, Scar. Ve todo lo que has logrado–
La hermana mayor negó.
–Todo lo que hemos logrado. Salimos de las calles, Kylie, no teníamos nada, y ahora...–
–Ahora somos muy felices–
Scarlet asintió. Nunca antes se había sentido tan feliz, tan realizada. Su escuela de baile la hacía feliz. Liam también.
Kylie se acercó a su esposo, y lo abrazó. James le devolvió la sonrisa y le guiñó un ojo coquetamente.
–Hace demasiada calor, ¿no lo creen?– comentó entonces mientras tiraba del cuello de su camisa, pues había comenzado a sudar.
Los cuatro se dirigieron hasta el centro del lugar donde prosiguieron a despedirse.
–Scarlet y yo iremos a su nuevo departamento a dejar todas las cosas que compró– le dijo Kylie a su esposo.
–Muy bien, amor, en cuanto deje a Ariana con Emmet iré a alcanzarlas–
Los Franco se despidieron con un beso en los labios, mientras los demás agitaron simplemente sus manos, recordándose que esa noche tendrían una cita cuádruple. Ariana y Emmet. Kylie y James. Liam y Scarlet. Ansel y Bridgit. Irían a un partido de Miami Heat, y después saldrían a cenar por ahí en la gran ciudad.
Caminaron entonces hacia las puertas de salida. James se distrajo un segundo mirando los peluches de un aparador, decidiendo cuál le compraría a Kylie en su próxima ida. Distracción que lamentó al instante cuando se dio cuenta de que un hombre extraño se había acercado a Ariana sin que él lo advirtiera primero.
Era Nathan Sykes, y en cuanto lo reconoció todas las alertas en su interior se encendieron.
–¡Aléjate!– le ordenó furioso.
Ariana se encontró perpleja de ver a Nathan ahí, y también por la reacción de James. De inmediato se colocó de mediadora entre ambos.
Avanzó con James alejándose dos pasos.
–James, tranquilo. Por favor no armes un escándalo aquí– le pidió.
Pero el pelinegro no dejaba de mirar a Nathan con gran amenaza.
–No voy a permitir que se acerque a ti, Ariana. ¡Maldición! Emmet me mataría. Este imbécil es uno de los principales sospechosos sobre la identidad de Cobra. ¿Entiendes? Déjame partirle la cara– hizo ademán de acercarse a él, pero la castaña lo detuvo.
–Alto, James, de acuerdo, de acuerdo. Yo sólo me despediré de él. Es mi amigo–
–Tu amigo, y un cuerno. Emmet enfurecerá en cuanto sepa que...–
–Él no se enterará. Sólo es Nathan. Se portó muy bien conmigo cuando el abuelo murió, así que al menos se merece un saludo de mi parte–
Aquella mujer era más terca que una mula. James tuvo que resignarse, sin embargo no estaba dispuesto a bajar la guardia bajo ninguna circunstancia.
Se acercó junto con Ariana sin importarle parecer un entrometido.
Nathan mostró una expresión irritada, sin embargo no deseaba ocasionar un problema así que lo ignoró.
–¿Cómo estás, Ari?– le preguntó sonriente aunque nervioso.
–Muy bien, Nathan, ¿y tú? Pensé que estabas en Londres–
–Llegué ayer por la mañana. No estaré aquí mucho tiempo. En una semana regresaré. Dejé mucho trabajo pendiente–
–¿Acaso Butera Corporation tiene negocios allá?–
Él negó de inmediato.
–Veo que nadie te lo contó. Yo... yo renuncié a la empresa, y bueno estoy trabajando de otra cosa–
–¿A qué te dedicas?– quiso saber ella.
–Nada del otro mundo– admitió. –Estoy dando clases de marketing en una universidad londinense. Me gusta y me va bien–
–Es impresionante. Me da gusto saber que te está yendo muy bien–
–Gracias– no dijo nada más por unos cuantos segundos. –¿Cómo está tu... tu hijo?–
–Se llama Nicholas– Ariana sonrió. –Y está muy bien, gracias. Cada día más grande–
–Me alegro... El otro día vi una fotografía suya. Se parece mucho a Garrett–
El silencio que siguió después de su comentario fue entonces bastante incómodo.
–Yo... Nathan, es hora de irme. Emmet me está esperando para comer juntos–
Él asintió.
–Sí, sí, claro. Nos vemos luego, Ari. A mí también me da gusto ver que eres feliz–
Ambos se sonrieron, y con una sacudida de mano se despidieron.
James de inmediato la condujo a otro sitio mientras los demás los seguían.
Nathan simplemente se marchó.
–Ya, James, tranquilo. Se ha ido, y no me ha hecho ningún daño, ¿ves?– bromeó.
El pelinegro exhaló.
–No deberías confiar tanto en él–
Ariana negó.
–Nathan es inofensivo–
–¿Cómo lo sabes? Tiene el perfil perfecto para ser tu acosador, y si es así ten por seguro que lo descubriremos y Emmet lo matará–
Lo único que la castaña pudo hacer fue suspirar. Ella pensaba que Nathan no era mala persona. Dudaba muchísimo que en serio él fue el verdadero Cobra, sin embargo ese era un tema de conversación que no deseaba mencionar.
–De acuerdo, de acuerdo, Jimmy– le sonrió. –¿Puedes llevarme ahora con Emmet? Seguro está esperándonos–
El pelinegro se relajó un poco.
–Bien, andando–
James y Ariana caminaron entonces hasta la camioneta.
–Espera aquí, encenderé la camioneta para poner a andar el aire acondicionado. Hace demasiado calor–
La castaña asintió en acuerdo, y esperó a que él le diera indicación de que subiera.
Lo demás ocurrió solamente en un segundo...
James abrió la puerta, y puso en marcha el motor. Su oído perfectamente entrenado fue quien detectó el ruido extraño. Ese apenas perceptible pillido que anunciaba que algo estaba a punto de suceder.
Él lo supo, lo supo de inmediato.
Se giró para alejarse de ahí tan pronto como fuese posible e imposible. Tomó a la castaña cargándola con ambos brazos. Ella sujetó no comprendió qué demonios ocurría.
Soltando un grito de horror, James corrió, corrió por su vida, por la vida de Ariana y por la suya propia.
Al instante, la bomba explotó tras sus espaldas.
La premonición estalló. El cielo se tornó de rojo y después de gris.
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El auto de Emmet entró a la Finca Grande a toda velocidad. Antes siquiera de que el vehículo detuviera su movimiento al aparcarse, él ya había salido dejando la puerta abierta sin importarle nada que no fuese llegar hasta Ariana.
–¡Ariana!– gritó mientras la sangre corría a toda velocidad por sus venas. –¡Ariana!–
Después de entrar a la casa y llegar a la sala, pudo visualizarla.
Estaba sentada en uno de los sofás mientras era rodeada por sus hermanos.
Él avanzó entonces, arrodillándose ante ella. Sus manos acariciaron la delicadeza de su rostro, subiendo a su cabeza, y bajando después por todo su cuerpo, asegurándose de que estuviese bien, a salvo, entera, de que no tuviese ni un solo rasguño en su hermosísimo cuerpo.
–¡Mierda!– exclamó luego de comprobar que no hubiese sufrido ningún daño. El grito fue su liberación. La abrazó entonces con todas sus fuerzas. –Estás bien, preciosa, gracias al cielo estás bien...– de nueva cuenta se enderezó para volver a tomar su rostro y darle un beso. –¡Nicholas!– el horror y el miedo volvieron a paralizarlo. –¡¿Dónde está mi hijo?! ¡Joder, ¿dónde está mi hijo?!– comenzó a buscarlo con la mirada y al no encontrarlo, su corazón se aceleró aún más.
–¡Emmet, tranquilo!– Liam lo tomó de los hombros intentando calmarlo. –Nick se quedó en casa con Nonna cuando todo ocurrió. Ahora está arriba, Karen lo está cuidando–
Emmet estuvo a punto de llorar de alivio.
Ariana estaba bien. Su hijo estaba bien.
–Ahh, gracias al cielo– llevó ambas manos a su cara, y la estrujó. El alivio que sintió era inmenso. Cuando James lo había llamado para informarle sobre lo ocurrido, Emmet había sentido que la vida se le iba.
¡Joder!
Habían colocado una bomba en la camioneta de su mujer. Una bomba había estallado.
Ariana había estado a punto de morir.
Regresó con ella y volvió abrazarla. La acunó entre sus brazos, protegiéndola con su calor.
–Te amo, te amo, te amo, Ariana. Te amo muchísimo. No hubiese soportado que algo malo te hubiese pasado. Jamás me lo habría perdonado–
–No fue tu culpa, mi amor– respondió la castaña, que aunque se encontraba bastante afectada, intentaba no demostrarlo para no empeorar las cosas.
–No– negó. –Esto es culpa de Cobra. Todo esto es su maldita culpa– ese cabrón había cruzado la línea. –Pero lo pagará, nena. Pagará por esto y por todo lo demás– depositó un beso en su frente, y enseguida se puso en pie. –¿Cómo ocurrió todo?– le preguntó a James.
El pelinegro todavía se encontraba en estado de conmoción.
–Y...yo... Nosotros salimos del centro comercial... Se supone que debía llevar a Ariana a ese restaurante donde te vería... Le dije que esperara un poco, porque primero quería poner el aire acondicionado, pero entonces... Ese pillido– cerró los ojos sintiéndose atormentado todavía. –¿Recuerdas cuando papá nos dio esa plática sobre bombas y explosivos? Supe que era una bomba, lo supe, Emmet. Tomé a Ariana en brazos, y corrí, corrí todo lo que pude... Gracias al cielo los dos están a salvo. Creo que era uno de esos dispositivos que estallan al poner en marcha el vehículo–
Emmet se dio cuenta de la expresión de angustia en el rostro de su amigo, la herida en su brazo. Al parecer se había lastimado y ni siquiera lo había notado.
De inmediato lo rodeó.
–Gracias, Jimmy... Gracias por cuidar de mi mujer. Eres mi mejor amigo, y nunca podré pagarte esto–
El pelinegro negó.
–Somos, hermanos. Siempre estaré para ti y para los tuyos–
El abrazo que compartieron fue fraternal y lleno de cariño.
–Debes ir al médico. Tu herida tiene que ser atendida–
Sólo en ese momento James se dio cuenta de lo ensangrentado que llevaba el brazo.
–Yo puedo llevarte, James– se ofreció Liam. –Es lo menos que puedo hacer después de que le salvarás la vida a mi hermana–
Antes de que se marcharan, Ariana se puso en pie y fue hacia él.
–Espera, James. Muchas gracias por lo que hiciste. Siempre me has cuidado, incluso desde que estaba embarazada de Nicholas. Eres el mejor amigo de Emmet, y también el mío–
James le sonrió.
–Tú eres mi mejor amiga, Ari. Te quiero como a una hermana–
Inmediatamente la castaña lo abrazó. Ella también lo quería como a un hermano más.
–Cuídala mucho, Emmet–
El rubio sonrió ante aquel comentario.
–Claro que lo haré–
Liam y James salieron juntos de la casa.
En la entrada se encontraron con Ryan quien recién llegaba. Le deseó suerte al pelinegro, y enseguida tocó a la puerta.
Fue recibido por la empleada quien lo dejó entrar y lo condujo hasta la sala.
Emmet se encontraba junto a Ariana y Marjorie cuando vio a su amigo que llegaba.
Se puso en pie, y les dijo a ambas que en un momento regresaba. No quería hablar nada frente a ellas.
–Buenas noches– saludó Ryan educadamente. –Ariana, me da gusto ver que estés bien– por primera vez le habló en tono amistoso. Lo último que quería en esos instantes era bromear con Emmet, haciéndolo enojar con sus tonterías de siempre.
Enseguida los dos pasaron al estudio que en vida había pertenecido al señor Grande.
–Gracias por venir, Gosling. Necesito de tu ayuda más que nunca–
–Y aquí estoy, Emmet. Precisamente por eso es que vengo a decirte esto...–
–¿Qué cosa?–
–Es Pete Davidson, bueno, yo... Hice caso a tu corazonada, y no dejé de seguirle los pasos. Iba a hacerlo en cuanto estuviera de vuelta en Nueva York, ya sabes, en su estúpido show, pero el imbécil no voló para allá. ¿Sabes en dónde está ahora?–
–No lo sé, pero estoy seguro de que me lo dirás, y de que no va a gustarme nada–
–Está aquí en Boca Ratón, Emmet. Cerca de ti, cerca de Ariana–
El rubio sintió entonces ese choque de emociones que le puso a hervir la sangre.
–Fue él...– susurró. –¡Joder! ¡Fue él!–
Ryan asintió.
–Comienzo a creer lo mismo. No termino de explicarme cómo diablos hizo para tener esas coartadas referentes al asesinado del guardia de tu casa, y del intruso en el departamento de Los Ángeles, pero tiene que ser él, Emmet, tiene que ser Cobra. ¿Si no qué mierda estaría haciendo aquí en Boca? Justo el día en que la camioneta de Ariana estalla en mil pedazos–
–¡Mierda! Iré por él– dijo decidido. –Iré por él. ¿Tienes su ubicación exacta?–
Ryan asintió.
–Ahora mismo te la enviaré por texto, pero Emmet, ¿qué harás?–
–¿Cómo puedes preguntarme, Gosling? Voy a matarlo. Tan sencillo como eso. Ese hijo de perra firmó su sentencia de muerte desde el momento en que puso sus ojos en Ariana. Le ha llegado el momento–
–Bien. Yo iré contigo–
Emmet negó de inmediato.
–Prefiero que te quedes con Ariana. James está en el hospital y no quiero dejarla sin protección. ¿Podrías hacerme ese favor, Gosling?–
–Claro, claro que sí, ¿pero no crees que necesitarás ayuda? Algún tipo de apoyo, alguien que te cubra las espaldas–
La sonrisa que apareció en el rostro del rubio fue helada.
–No sabes durante cuánto tiempo he deseado tener frente a frente a ese cabrón. Yo solito acabaré con él, no te preocupes–
Sin más, Emmet salió del estudio, y se dirigió a la puerta de entrada.
Al verlo, Ariana corrió para alcanzarlo.
–¿Emmet? ¿Emmet, a dónde vas?– le preguntó confundida.
Él se detuvo únicamente un segundo para darle un beso en la frente y despedirse de ella.
–No tardaré. Ryan cuidará de ti. Por favor no te preocupes. Te amo–
–¿Qué?– la castaña comprendió aún menos, pero Emmet no tenía tiempo de darle explicaciones. Inmediatamente salió y abordó su coche para marcharse. –¡Emmet!–
Consternada, Ariana volvió dentro, y se encontró con Ryan.
Él le sonrió con inocencia a ella y a Nonna, quien tampoco entendía lo que sucedía.
–¿Quieren ver una película?–
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Pete Davidson se encontraba en el porche de una casa bebiendo cervezas y fumando marihuana en compañía de su primo, mientras los dos reían por algo sin sentido, cuando el auto de Emmet llegó a toda velocidad.
Lo primero que hizo al bajarse fue abalanzarse contra el susodicho, tomándolo de su camisa y estampándolo contra la pared de la casa.
–¡Maldito infeliz!– le gritó enfurecido.
–Hey, a mí también me da gusto volver a verte– fue la respuesta sarcástica de Pete.
–¡Te voy a matar, cabrón! ¡Te voy a matar!– Emmet comenzó golpearlo puño tras puño, golpe tras golpe, haciendo que su sangre brotara, rompiéndole los dientes con feroz audacia.
–¡Su...suéltame, joder!–
–¡Lamentarás todo lo que hiciste! ¡Te arrepentirás por todo, bastardo! ¡Te atreviste a amenazar a mi mujer, a mi hijo, a mi familia, y sólo por eso morirás!– soltó entonces un puñetazo más, dos, tres, cuatro hasta que se hicieron incontables...
El rostro de Pete Davidson fue convirtiéndose en una papilla sangrienta ante los ojos de su primo, quien en cuanto pudo reaccionar se lanzó encima de la espalda de Emmet intentando ayudar a su primo.
En un rápido movimiento el rubio consiguió quitárselo, derribándolo y arrojándolo al concreto para seguir golpeando a su súbdito.
–¡Jodido hijo de puta!–
–¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mamá!– desde el suelo, el primo de Pete comenzó a vociferar dentro de la casa intentando conseguir ayuda.
–¿Pero qué ocurre aquí...– la mujer que llevaba en sus manos una jarra con limonada y un cucharón, dejó caer todo al suelo en cuanto se dio cuenta de lo que ocurría en su porche.
–¡Cielo bendito! ¡Suelte a mi sobrino!–
La distracción que causó la aparición de aquella mujer fue de gran ayuda para Pete, quien aprovechó para huir de las manos que estaban a punto de matarlo.
Emmet reaccionó rápido e intentó ir por él, pero la mujer fue más rápida al interponerse entre ambos.
–¡No toque a mi Pete o lo lamentará!– amenazó enojada.
–Apártese– ordenó. –Apártese, maldita sea. No quiero herirla. Esto no le incumbe a usted–
–¡Claro que me incumbe, este es mi sobrino, y usted no es más que un sucio bribón que ha venido a irrumpir en mi casa! ¡Lárguese ahora mismo o llamaré a la policía!–
Las amenazas de la mujer fueron ignoradas por Emmet.
–Ven aquí, Davidson– el rubio estaba perdiendo la paciencia. Necesitaba acabar con él en ese preciso instante. –No puedes esconderte detrás de las faldas de tu tía. Si tuviste las suficientes bolas para acosar a mi mujer por dos años, también las tendrás para venir aquí y enfrentarte a mí–
–¡Escucha!– a pesar de los golpes, y la sangre en su rostro, Pete fue capaz de hablarle. –¡No soy yo a quien buscas, ¿escuchas, amigo?! ¡No soy yo!–
Emmet enfureció aún más, y estuvo a punto de pasar sobre la tía para poder llegar a él.
–¡Deja de mentir! ¡Acepta tu verdadera identidad! ¡Acepta que eres Cobra! ¡Nos seguiste hasta aquí! ¡Tú pusiste esa bomba en la camioneta de Ariana! ¡Ella casi muere por tu culpa! ¡Te mataré!–
–¡No tengo idea de quién es ese Cobra del que hablas, ¿de acuerdo? ¡Sólo estoy aquí porque vine a visitar a mi tía y a mi primo! ¡Yo no sabía que tú y Ariana vendrían aquí! ¡Tampoco fui yo quien colocó esa bomba en tu coche! ¡Esto es una patada en los huevos! ¡¿Por quién me tomas?! ¡¿Por un puto sádico enfermo?!–
–Eso es exactamente lo que creo que eres, Davidson, un puto sádico enfermo de mierda, y si no vienes aquí, iré por ti cabrón, y te despedazaré–
De nuevo hizo ademán de adentrarse pero Pete alzó sus manos pidiéndole un segundo de clemencia.
–Escuché sobre ese incidente con la bomba. Fue a mediodía, ¿no es cierto? Yo estuve todo el día en casa. Mi tía puede confirmártelo. ¿Verdad, tía?– la anciana afirmó con rapidez. –Mi primo y yo estuvimos pintando el interior de la casa, ¿no es así, Steven?–
Su primo asintió prontamente.
–¡Así es! ¡Pete no miente! ¡Estuvimos pintando la sala y la cocina de mamá, y no paramos hasta hace un momento para beber un par de cervezas! ¡Lo juro!–
Emmet casi deseó reír ante aquellos estúpidos argumentos.
–¡¿Esperas que crea esas mentiras?! ¡¿Tengo cara de imbécil?! ¡Déjate de boberías, y ven a pelear como hombre, maldito hijo de perra!–
–¡¿Sabes qué?! ¡Estoy harto! ¡Harto de todo esto! ¡Tía, llame a la policía en este mismo instante! ¡He sido atacado por este individuo dos veces!– miró a su amedrentador fijamente. –¡Ahora tú estarás en problemas!– lo amenazó.
Entonces, sucedió algo que Emmet no había esperado que sucediese.
Steven, el pequeño primo de Pete sacó una pistola de alguna parte, y lo apuntó con ella.
–¡Lárgate, imbécil! ¡Lárgate ahora mismo!–
En aquel instante el rubio lamentó haber ido hasta ahí sin un arma. Su único objetivo había sido machacar a Cobra con sus propias manos.
Miró entonces con fijeza al hombrecillo que lo apuntaba.
Era un tipo bastante bajito. Un fanfarrón, igual que Pete. Por lo que veía eso venía de familia.
Se mantuvo muy quieto, y entonces un solo pensamiento atravesó su mente.
Un recuerdo. Algo pasado.
El ataque que habían sufrido en la feria de Hillsboro. En la cinta de vídeo había alcanzado a ver a un hombre de baja estura al igual que ese que tenía en frente.
De pronto un montón de cosas comenzaron a encajar.
Esos dos trabajaban en equipo. Por eso las coartadas de Pete Davidson, porque mientras él se mantenía ocupado, ese pequeñín hijo de puta era quien se encargaba de lo demás.
–Ustedes dos...– la furia de Emmet había aumentado. Crecía en su interior, le despojaba de toda lógica y control, le hacía querer saborear sangre. –Ustedes dos par de bastardos... ¡Trabajan juntos! ¡Son Cobra!–
Pete comenzó a reírse. Una risa desagradable bañada en sangre.
–¿Qué pruebas tienes de eso, putito?– lo cuestionó.
–No me queda ninguna duda, idiota. Te mataré, los mataré a los dos–
Emmet era perfectamente capaz de desarmar en un segundo a esos malditos, y acabarlos a ambos en otro más.
–¿Ah sí?– Pete no se mostró impresionado ni temeroso. –¿Y qué pasará después de eso? Ten por seguro que mi tía llamaría a la policía y ellos te refundirían en la cárcel. Entonces, tu preciada Ariana quedaría desprotegida del verdadero Cobra, ¿porque sabes qué? ¡Nosotros no somos esa cosa de la que tanto me acusas!–
Por primera vez en ese instante, Emmet tuvo miedo de que en verdad Pete estuviese diciendo la verdad. Sin embargo... No podía creerle. Era demasiada la coincidencia de él ahí en Boca Ratón, justamente el mismo día en que amenazan su vida con una bomba en su vehículo.
¡Maldición!
–Escúchenme una cosa, ustedes dos– habló fuerte y claro. La amenaza fue palpable, amedrentadora. Sus ojos grises relampaguearon de ira. Sus fosas nasales se ensancharon, la necesidad de vengarse hizo rugir su sangre y sintió el martilleo de la adrenalina en las sienes. –Voy a vigilarlos, voy a conseguir pruebas, y cuando las obtenga... Vendré por ustedes, los perseguiré hasta donde quiera que se encuentren–resopló, y Emmet dejó asomar un gruñido en su voz. –Jamás he matado a nadie, pero por Ariana...– una sonrisa peligrosa apareció en su duro rostro. –...Por Ariana, desgarraría sus entrañas, les hablo a los dos– miró a Pete y después a Steven. –Cuando consiga demostrar que ustedes son Cobra, desgarraré sus entrañas desde su ombligo y los estrangularé con sus tripas. ¿Me entienden?– la amenaza se sostuvo en el aire por varios segundos más.
La furia brillaba con intensidad en aquellas profundidades plateadas de los ojos del rubio, haciendo que la promesa de muerte ensombreciera el inusual color de esos ojos inmisericordes mientras apretaba los dedos, torciendo los labios en una terrible mueca de furia.
Sin otra cosa que añadir, Emmet se marchó de ahí.
Pete y Steven, que bajó el arma de inmediato, se miraron mutuamente.
La tía no hizo otra cosa más que persignarse como haría cualquier mujer de fe católica.
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–¡Emmet, estás loco!– le dijo Liam en cuanto Emmet les contó todo lo sucedido en casa de la tía Davidson.
–Debiste haber dejado que te acompañara– argumentó Ryan. –Esos tipos pudieron haberte hecho algo. ¿Cómo se te ocurrió ir sin un arma?–
–Ya, ya lo sé, soy un imbécil. Quería matarlo a la de ya, que no pensé en nada que no fuera llegar hasta él. Pero nada de esto se va a quedar así. Una vez que confirme que ese imbécil junto a su patético primo están detrás de Cobra, regresaré por los dos, y los acabaré–
–Sí, sí, todo suena muy bien, Emmet, pero en caso de que sí sean ellos, lamento recordarte que ya los has puesto sobre aviso. Seguro huirán de aquí–
El rubio negó de inmediato.
–Los encontrará así sea hasta el fin del mundo. Sólo necesito más pruebas. Necesito estar cien por ciento seguro. No quiero más equivocaciones–
No podía equivocarse. No podía cometer ningún error. No podía darle a Cobra la más mínima oportunidad de seguir escondiendo su identidad.
Exhaló, mientras el atisbo de violencia sacudía por completo su cuerpo.
Observó entonces a su amigo.
James se encontraba al otro lado de la sala. Permanecía callado aún. No había conseguido salir del estado de conmoción en el que había entrado desde que la bomba explotara a sus espaldas. Llevaba un vendaje en el brazo, y se veía más recuperado, aunque no lo estaba del todo.
–¿Qué dijeron en el hospital?– le preguntó entonces a Liam.
–No fue nada grave. Sólo se raspó con el concreto de la calle cuando cayó y amortiguó la caída de Ariana. James es un héroe–
Emmet sonrió.
–Sí que lo es. Vendré con él en un minuto. Antes quiero ver a Ariana. ¿Está arriba?–
–Está en la habitación de Nicholas–
–Bien. Iré a verla. Gosling, ¿puedes pedirle a tus detectives que investiguen todo lo que puedan sobre Steven Davidson. Es el primo de ese cabrón–
Ryan asintió, y de inmediato sacó su celular para hacer lo que le habían pedido.
A pasos rápidos, Emmet subió las escaleras.
Llegó entonces a la habitación.
Encontró a su mujer frente a la cuna de su hijo.
Ariana se encontraba de pie, y miraba fijamente a Nicholas, quien dormía como el angelito que era.
Fue sólo hasta que se acercó, que se dio cuenta de que ella estaba llorando.
Emmet sufrió de un vuelco en el corazón al verla.
Aquella no era la primera vez que Ariana lloraba. No era la primera vez que ese malnacido de Cobra causaba terror, desconcierto y desespero en ella.
Él se juró en ese instante que aquel bastardo pagaría por todas y cada una de sus lágrimas. Pagaría con sangre. Viviría el infierno. Suplicaría piedad pero no se la daría.
Cuando ella se dio cuenta de su presencia lo miró fijamente con esos desolados y humedecidos ojitos marrones que hicieron estragos en el pecho del rubio.
Al siguiente segundo ya estaba abrazada a él, hundiéndose en la protección que su calor masculino le proporcionaba.
–Tengo mucho miedo, Emmet– sollozó contra él.
Los brazos fuertes la rodearon para consolarla.
–Todo estará bien– susurró el rubio mientras sus manos acariciaban la sedosidad de su cabello castaño.
–¿Y si no?– replicó ella todavía llorando. –Esto se está saliendo de nuestro control. Ese hombre está llegando a nosotros. ¿Y qué va a pasar entonces, Emmet? ¿Qué va a pasar si Cobra consigue hacernos daño? Nicholas se quedará sin padres, ¿entiendes eso? ¡Nuestro bebé quedará desprotegido!–
Al ver que comenzaba a alterarse, Emmet la sujetó de los hombros e intentó tranquilizarla.
–¡No! No, Ariana, no será así. Cobra no nos hará daño. No llegará a nosotros porque jodidamente no se lo permitiré. Estoy aquí para protegerlos–
–¿Pero y si algo te ocurre a ti por esa obsesión que tienes de atraparlo? ¡Entonces yo me moriría de dolor, Emmet! ¡No podría soportarlo!–
Inmediatamente el rubio la sujetó para abrazarla.
–Ya te dije que eso no sucederá, Ariana. Estoy decidido a acabar con ese maldito, y te juro que no moriré en el intento. No lo haré. ¿Cómo puedes pensar que dejaré que ese cabrón me haga algo, cuando tengo toda una vida por delante contigo y con nuestro hijo? ¿Crees que querré perderme de eso?– negó prontamente. –Ni loco, nena. Ni loco dejaré que ese bastardo me quite mi futuro con ustedes–
Ariana se aferró a su abrazo porque de verdad deseaba aferrarse a las palabras que él decía. Deseaba confiar en que todo estaría bien. Ella confiaba en Emmet más en nadie, sin embargo temía tanto por él...
Nicholas comenzó a removerse en su cuna, mientras soltaba un adorable lloriqueo.
La castaña se encargó de limpiar las nuevas lágrimas que se habían acumulado en sus ojos, antes de que estas salieran a flote, y después se inclinó para tomar al niño y arrullarlo antes de que comenzara a llorar.
Emmet soltó un suspiró y después los rodeó a ambos en un abrazo protector.
–Así es como estaremos siempre, preciosa– le prometió mientras depositaba un beso en su frente. Nicholas seguro en los brazos de su madre, y calentado por el pecho de su padre. –Los tres juntos, mi amor– prometió.
Y esa era una promesa que pensaba cumplir sí o sí.
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Unos minutos más tarde, Emmet bajó escaleras para volver a la sala donde sabía todavía se encontraban.
Ryan, Liam y James.
Necesitaba un buen trago para calmar sus nervios, y la adrenalina de violencia que todavía lo sacudía.
Kylie y Scarlet habían llegado ya, y cada una se encontraba junto a su respectivo hombre.
Al parecer ya se habían enterado de lo sucedido, pues sus expresiones eran de absoluta consternación.
–¿Cómo está Ariana?– le preguntó un Kylie muy preocupada en cuanto lo vio aparecer.
Emmet soltó un suspiro de tensión, y talló su rostro con ambas manos.
–No se siente muy bien. ¿Quieren subir tú y Scarlet a hacerle compañía?–
Ambas hermanas asintieron de inmediato.
James y Kylie se besaron brevemente, y lo mismo hicieron Scarlet y Liam, antes de que las dos chicas subieran a la habitación de Ariana.
Cuando los hombres quedaron a solas, James se puso en pie dirigiéndose hacia su amigo.
–Emmet... Hay algo que yo no te dije...– le dijo un tanto nervioso.
–¿De qué se trata James?–
–Bueno... Sucede que... Quizá esta información te hubiese sido útil antes de que salieras corriendo en busca de Pete Davidson, pero... Yo... yo lo olvidé... Creo que el incidente me afectó un poco la memoria. Acabo de recordarlo hace sólo unos minutos–
–Empieza a hablar, Jimmy, estás jugando con mi paciencia– Emmet estaba ya bastante impacientado.
Finalmente James exhaló y lo dijo...
–Minutos antes de que la camioneta explotara... Sykes apareció en el centro comercial–
–¿Sykes?–
–Sykes hijo. Nathan–
–Ese imbécil está en Boca–
Justo aquel fin de semana, a todo mundo se le había ocurrido estar en Boca.
–¿Se acercó a ella?–
James asintió.
–Compartieron unas cuantas palabras. Nada del otro mundo. Fue algo así como una charla entre amigos. Ese junior le contó sobre su nuevo trabajo en Londres, y Ari le dijo que se alegraba mucho por él. Después se despidieron, y bueno, lo siguiente fue el asunto de la catástrofe–
La mente de Emmet comenzó a maquinar entonces velozmente.
Nathan, el ex prometido de Ariana, quien había estado a punto de llevarla al altar. El hombre al que había tenido en la mira durante tanto tiempo. El primero en su lista negra. El que más motivos tendría para hacer todo lo que hizo...
¡Mierda!
Sin embargo antes siquiera de que la furia de Emmet tomase posesión de todo su control, el teléfono de la casa comenzó a sonar rompiendo la atmosfera peligrosa.
Liam corrió a responder con rapidez.
–¿Alo?– luego de unos segundos en los que escuchó atentamente lo que decían del otro lado de la línea, apartó el aparato y se lo ofreció a su cuñado.
–Es el oficial Gibson. Quiere hablar contigo, Emmet–
El rubio tomó el teléfono sintiendo cómo el nudo en su estómago se hacía más denso.
–Eh... señor Garrett– aquel era el mismo hombre que lo había metido a prisión tiempo atrás. Por eso sonaba tan nervioso e incómodo.
–¿Qué pasa, Gibson? Mi mujer ya mandó su declaración por escrito, les pedí que no la molestarán más– Emmet se encontraba molesto. Tenía un sinfín de asuntos de los cuales debía ocuparse cuanto antes, y sin duda lidiar con los inútiles de la policía, no era una de ellas. Sabía que ellos no solucionarían nada. Los muy imbéciles seguían creyendo que Cobra era Jackie Radisnky, así que por él podían irse a la mierda.
–Bueno, llamo para informarle que hemos abierto el caso del acosador de la señorita Butera. Esta misma tarde hemos encontrado la guarida de ese hombre–
A Emmet le costó un par de segundos entender lo que el oficial acababa de decirle. Frunció el ceño, y después negó.
–¿De qué estás hablando? Sé claro– su voz sonó autoritaria. –¿Cómo que la guarida del acosador? ¡Explícame, maldita sea!–
Al ver lo alterado que se encontraba, James, Liam y Ryan se acercaron a él, sin comprender.
–Es una pequeña bodega a las afueras de la ciudad– continuó el oficial de policía. –Recibimos una denuncia anónima de que algo extraño sucedía ahí adentro, y al entrar mis hombres encontraron...–
–¡¿Qué encontraron, Gibson?! ¡Joder, responde!–
–Encontraron un montón de fotografías de la señorita, a decir verdad no eran sólo un montón, eran cientos de ellas tapizando las paredes, prendas, dibujos hechos a mano, poesía escrita en papeles...–
Cielo santo, todo aquello hablaba de la obsesión enfermiza que Cobra tenía con Ariana.
A Emmet le dieron ganas de vomitar, y su deseó de matarlo fue más grande.
–¿Encontraron algo más?– su instinto le había dicho que preguntara.
Gibson vaciló pero al segundo respondió.
–S...sí. Sí encontramos algo más... Nathan Sykes fue descubierto en el lugar–
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*últimos capítulos*
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