Capítulo 37
«Prematuro»
Hasta entonces la palabra había sido vaga, lejana, e insignificante para Ariana.
Sin embargo ahora era madre de uno, y ella jamás en su vida pensó que pudiese sentirla tan cercana.
Al inicio de su embarazo, no había imaginado que tendría aquel desenlace.
Sus muslos escurriendo sangre, y horas más tarde su pequeño bebé debatiéndose entre la vida y la muerte.
Ella había pensado siempre en aquel día como el más feliz de su vida, ¿pero cómo pensar siquiera en alegría, cuando lo único que la embargaba era la tristeza y la preocupación?
¡Su hijo estaba gravísimo, maldita fuera!
Durante toda aquella mañana había estado siendo víctima del desespero y la impotencia, escuchando el llanto de todos esos bebés de la planta neonatal, llorando en silencio, preguntándose cuándo podría coger al suyo en sus brazos. Cuando podría conocerlo.
Hasta el momento Ariana no había podido levantarse de la cama debido a la cicatriz de la cesárea, el doctor le había pedido que no hiciese ningún esfuerzo, sin embargo ella no estaba dispuesta a obedecer.
Necesitaba salir de ahí, necesitaba verlo... Necesitaba conocerlo. Ver esa carita que la había hecho soñar por tantas y tantas noches. Respirarlo, sentirlo. Comprobar si era real o tan solo un sueño.
En ese momento la puerta se abrió, y de ella entró Emmet Garrett, transformando por completo la atmósfera de la habitación.
Al verlo, los ojos de Ariana inundados en lágrimas resplandecieron, pero estas se multiplicaron y comenzaron a desbordarse más y más de ellas.
Lo primero que la castaña deseó fue correr hacia él porque necesitaba de su fuerza y de su calor, pero antes de que cometiera aquella imprudencia, el rubio llegó hasta ella, y la envolvió entre sus brazos para abrazarla y consolarla con todo su amor.
Y ahí, rodeada por su esencia y su protección, Ariana lloró hasta desarmarse, aferrándose a él, el hombre al que amaba, y el padre de su hijo.
Su bálsamo en medio de aquella tormenta.
Los ojos de Emmet se cristalizaron con nuevas lágrimas, la sintió temblar y estremecerse, y la apretó con más ansia y devoción, acurrucándola en su pecho, protegiéndola e intentando borrar toda angustia de ella.
–Tranquila, preciosa– susurró él contra su cabello. –No llores más–
–Nuestro hijo, Emmet...– sollozó Ariana destrozada. –Nuestro hijo se nos muere–
El rubio negó.
–No, Ariana– su voz fue clara y firme, se alzó para poder mirarla mientras acariciaba los mechones castaños. –Nuestro pequeño no morirá. Él ganará esta batalla, no tengo duda de eso. Es un niño muy fuerte–
Ella llevaba la bata de hospital, tenía ojeras de cansancio en el rostro, y su piel parecía demasiado pálida. De pronto el llanto en ella se detuvo, y su corazón bombeó con fuerza.
–¿Lo... lo has visto?–
Sonriendo, Emmet asintió.
–Es hermoso. Nena... somos padres, ¿te das cuenta?–
Sí, sí. Tenían un bebé. Una diminuta personita mitad ella y mitad él.
Ariana volvió a abrazarse de su amado, porque no soportó la avalancha de sensaciones que de nueva cuenta la embargaron.
Ella apretó con sus puños la tela de su camisa, y después de eso levantó la cabeza mirándolo fijamente.
–Quiero verlo– suplicó. –Emmet, necesito verlo...–
El dolor en los ojitos marrones, y la súplica de su voz hicieron añicos el corazón del rubio.
No podía negarle aquello. No podía negárselo porque la comprendía. Comprendía esa angustia y ese desespero que veía en ella, porque era exactamente lo mismo que él había sentido momentos antes, y quizá todavía sentía.
La abrazó de nueva cuenta, y depositó un suave beso en su frente.
–Yo te llevaré con él– le prometió.
Lo siguiente que hizo fue ayudarla a incorporarse en la cama.
La cicatriz de la cesárea estaba demasiado reciente, así que no debía hacer ningún tipo de esfuerzo.
Emmet la tomó en sus brazos con todo cuidado para llevarla hasta el lugar en el que su hijo se encontraba.
Al salir de la habitación, las enfermeras lo miraron como si se hubiese vuelto loco, pero antes de que alguna de ellas pudiese protestar, la doctora Banks apareció.
–Señor Garrett, ¿qué es lo que pasa?– le preguntó con sorpresa y preocupación. –La paciente no puede...–
–Lo sé, lo sé, doctora– le aclaró Emmet de inmediato. –Pero ella necesita ver al bebé. Le prometo que yo la cuidaré–
Cualquier cosa que la doctora estuviese a punto de decir, no salió de sus labios. Se quedó en silencio, y después suspiró.
Aquel hombre la había impresionado cuando lo conoció. Demasiado devastador, demasiado apasionado y determinado. Había visto el inmenso amor que tenía para con su hijo, y ahora podía ver el inmenso amor que tenía hacia su mujer.
De nuevo se sintió conmovida, e incapaz de interponerse. Jamás había conocido a alguien como él.
–De acuerdo. Por favor vengan conmigo– concedió.
Con su bonita castaña en los brazos, Emmet siguió el camino hasta la unidad de cuidados intensivos neonatales teniendo buen cuidado de que ella estuviese bien en todo momento.
Inmediatamente los tres entraron al lugar.
Lentamente, Emmet fue colocando a Ariana en el suelo para que pudiese acercarse por ella misma, sin soltarla de la mano, desde luego.
El corazón de la cantante explotó con mil sensaciones cuando al fondo de la habitación visualizó la incubadora que albergaba al pequeñito que había llevado en sus entrañas durante todos aquellos meses.
Su instinto le pidió a gritos que se acercara. Aquella visión la atrapó por completo, atrayéndola sin pensar en nada más.
Movió un pie y después el otro, y así fue avanzando.
Emmet intentó ayudarla, sin embargo con un gesto la doctora le pidió que la dejara acercarse por ella misma.
–El niño sigue muy delicado– comenzó a explicar ella. –El análisis de sangre y el ecocardiograma han detectado problemas en el funcionamiento de su corazoncito y sus pulmones. Su respiración y frecuencia cardiaca son débiles–
Ariana escuchó las palabras a medida que avanzaba. El nudo en su garganta se hizo más y más denso, y los pedazos de su corazón volvieron a quebrarse.
–Le hemos suministrado antibióticos para evitar infecciones, y también otros fármacos en forma de vapor aerosolizados para estimular su sistema respiratorio. Aún no podemos sacarlo de la incubadora porque debe conservar la temperatura corporal simulada del vientre materno. Debido a eso se le ha conectado una sonda de alimentación–
Aquello sólo significaba dos cosas para Ariana. La primera, que no podría sostenerlo en brazos, y la segunda que ni siquiera podría alimentarlo como la madre naturaleza había estipulado.
Todo aquello fue más de lo que podía soportar, y antes siquiera de poder asomarse para mirarlo, dio media vuelta sabiendo que Emmet se encontraba detrás, y se hundió en su pecho sollozando.
Con pesar, la doctora decidió salir de ahí para darles su propia privacidad.
Emmet de nuevo la abrazó, rodeándola y proporcionándole el consuelo que tanto estaba necesitando. Sus brazos apretaron el delicado y esbelto cuerpo contra sí, y sus manos la acariciaron intentando detener los temblores de los que estaba siendo víctima.
–Shhh...– susurró el rubio contra el cabello castaño. –Tranquila– repitió.
Ariana negó todavía sumergida en su pecho, y se aferró a él con más y más fuerzas.
Soltando un suspiro, Emmet se inclinó hacia ella, sujetándola de los hombros para que lo mirara fijamente. Los ojos grises le demostraron amor y toda ternura.
–Lo asustarás– le sonrió al tiempo que acariciaba su rostro. –Él está bien, ¿lo ves?– señaló. –Sólo está durmiendo en su cajita de cristal. Vamos, tienes que verlo–
Las palabras dulces del rubio causaron su efecto en el corazón de Ariana. Lo miró, sus ojos marrones con nuevas ilusiones.
Emmet le asintió.
–Acércate...– susurró.
Y acercarse era lo que ella más anhelaba, lo que su corazón estaba pidiéndole a gritos que hiciera.
Dio un paso más, y colocó ambas manos contra el cristal, entonces lo miró...
Miró a su hijo, y su ser se desbocó.
El bebé se encontraba despierto, y seguramente muy confundido por las condiciones en las que se encontraba. Sus ojitos miraban hacia todas partes, quizá en busca de respuestas. Estaba cubierto únicamente con un pañal que le quedaba un tanto grande. Se movía con lentitud, y respiraba mediante tubos conectados.
El corazón de la cantante se encontraba dividido en esos instantes. Una parte, maravillándose al ver por primera vez a ese pequeño niño que hasta hacía muy poco tiempo había llevado en el vientre. La otra mitad, asustada por su aspecto diminuto y frágil.
El torbellino en su interior la atacó entonces despiadadamente, y ella se esforzó grandemente por controlar sus sentimientos.
Ver a su hijo de aquel modo la estaba haciendo pedazos.
Esa cosita enferma y débil era ahora su vida entera. ¿Cómo aceptar o siquiera lidiar con el hecho de que posiblemente lo perdería?
–Sigue luchando, mi amor... Te lo ruego, sigue luchando– suplicó, y la voz se le quebró de dolor.
No le había dicho Te amo, ni Bienvenido al mundo, sino le había suplicado que luchara por su vida.
En aquellos momentos Ariana no se preguntaba a quién se parecía, ni cuándo diría su primera palabra. Las únicas preguntas que vagaban por su mente eran... ¿Sobreviviría? ¿Tendría secuelas? ¿Podría llevar una vida normal? ¿Era capaz de reconocerla como la mujer que le había dado la vida?
Lágrimas fueron derramadas apareciendo en el tormento de sus ojos marrones, y deslizándose hasta caer por su mentón.
Desde el momento en que se había enterado de que llevaba algo dentro, el mundo de Ariana había cambiado, sus prioridades también.
Nunca más volvería a ser la misma, no después de él.
Su amor por ese pequeño era infinito, indescriptible, inimaginable. Irracional.
A partir de entonces no le importaba nada más salvo que él estuviese bien, que sobreviviera, que creciera seguro y protegido, que fuera feliz.
Oh, cielo santo, la vida se le iría con tal de verlo feliz, de ver en su preciosa carita una dulce e inocente sonrisa.
Era su niño, su precioso niño. Quién la había hecho vomitar durante tantos meses, quien la había hecho dormir horas y horas cada tarde, quién la había pateado durante las noches provocándole el más hermoso de los insomnios.
Ahí estaba... Debatiéndose entre vivir o morir. Respirar o no respirar. Tan indefenso y vulnerable.
Pequeña criatura.
Ariana deseaba con todas sus fuerzas poder inyectarle vida, ser capaz de dar la suya a cambio con tal de que él viviera.
Emmet la observó con el alma hecha un nudo.
Los cálidos sentimientos inundándolo y haciéndolo sentirse débil pero poderosos a partes iguales.
Eran las debilidades de un hombre lo que lo hacían fuerte.
Él supo que moriría por ellos dos. Daría su vida por mantenerlos a salvo.
Lo eran todo. Su pequeña familia. Su mujer y su hijo.
–Todo es culpa mía– la escuchó decir entonces.
Emmet negó.
–No, Ariana–
Pero no habría manera de convencerla de lo contrario.
–Me dijiste que me cuidara– el llanto quebró de nueva cuenta su voz. –Me dijiste que no trabajara tanto... Y yo... yo no hice... Yo...–
El rubio se acercó a ella para volver a abrazarla.
–No, no digas eso– le pidió. –Ariana, la doctora dijo que en nada hubiese cambiado si te hubieras pasado los últimos meses en cama–
–Sigue siendo culpa mía– respondió ella, y las lágrimas la embargaron.
–No quiero que pienses eso–
–¿Entonces qué quieres que piense, cuando mi cuerpo no ha sido capaz de cuidar debidamente al ser que más amo? Cielo santo, Emmet, por momentos siento que ya no puedo más...–
A Emmet se le rompió el corazón de nueva cuenta. Él también sentía que no podía soportarlo. Ninguna madre, y especialmente ella, debía iniciar su camino hacia la maternidad de aquella manera. Era desolador. Sin embargo no podía desmoronarse. Uno de los dos debía mantenerse fuerte, y ser el soporte del otro.
Eso era exactamente lo que él haría.
–Claro que puedes... Mírate. Haz pasado por una larga operación, estás agotada y hormonal, pero aquí estás a su lado, y aquí seguirás. Porque ahora eres mamá, y tu fortaleza es única. Aunque te derrumbes, aunque sientas que ya no puedes, tu amor de madre te dará las fuerzas–
Ariana lo miró, su mirada llorosa se inundó aún más, y en medio de todo aquel dolor, consiguió sonreírle un poco.
Emmet aún la abrazaba, y depositó un beso sobre su frente.
Sintiéndose más valiente, la castaña se acercó de nueva cuenta a la incubadora.
El bebé permanecía despierto todavía. Seguía sin moverse, pero de un momento a otro esos ojitos perfectos la miraron con fijeza.
–Mami está aquí– le hizo saber en medio de sus sollozos. –Mami te ama, y nunca te dejará solito, mi amor... Lucharemos juntos– depositó un beso sobre sus dedos, y después lo estampó contra el cristal, justo a la altura de su cabecita.
Ariana continuó mirándolo por unos instantes más. Pero de un momento a otro levantó el rostro hacia Emmet.
–Quiero que se llame Nicholas–
«Nicholas Garrett»
El corazón del rubio explotó en su pecho.
Lo que Ariana estaba diciéndole era que quería que se llamara como su padre.
¡Joder!
Se quedó pasmado, y entonces la castaña avanzó a su lado, para hundirse en sus musculosos brazos.
Los dos se consolaron mutuamente.
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Ariana y Emmet salían de la unidad de cuidados intensivos, cuando Liam, James y Kylie llegaron hasta ellos.
El ceño de la castaña se frunció cuando observó que no venían solos.
Un par de policías los acompañaban.
Ella deseó gritarles que no, que se fueran, que dejaran a Emmet en paz, sin embargo las palabras no salieron de su boca. Lo único que consiguió hacer fue sujetar su mano, y apretarla con fuerza negándose a soltarla.
–Tus veinticuatro horas han terminado, Garrett– le anunciaron burlonamente.
–No te preocupes...– le susurró Emmet para transmitirle calma, y de inmediato se giró para cubrirla, y evitar así que ellos la miraran por más tiempo. No deseaba que descubrieran su identidad, y debían ser cuidadosos en ese aspecto.
Kylie que había estado al pendiente de todo aquello, se unió a él.
Liam y James hicieron lo mismo con discreción.
Los policías permanecieron distantes afortunadamente.
Emmet se inclinó hacia su mujer.
–Tranquila– volvió a susurrarle. –Tengo que irme, por favor ve con Kylie. No quiero que ellos te vean–
–Emmet, no quiero que te vayas– su voz dolorosa le rompió el alma, pero las cosas eran de ese modo.
–Me mata pero debo hacerlo. ¿Qué fue lo que te prometí que haría?–
–Prometiste que volverías a mi lado–
El rubio asintió.
–Y eso es exactamente lo que haré– luego de aquello alzó su mirada hacia el cristal por donde se apreciaba la incubadora con su hijo dentro. Otro ser al que proteger. –Ahora con mayor razón tengo que volver. Sólo ten paciencia. Confía en mí–
Ariana asintió.
–Confío en ti más que en nadie– le respondió, después tomó su rostro con ambas manos, y lo besó lentamente.
El pecho de Emmet hirvió, y mil sensaciones lo recorrieron.
Se desprendió de ella porque ya era hora de marcharse.
–Te amo, Ariana–
–Te amo, Emmet–
Él le sonrió. Luego se dirigió a su amiga.
–Kylie llévatela por aquella zona– le pidió señalando la dirección contraria.
La pelinegra asintió, y enseguida ambas se marcharon.
Con el corazón en un nudo, Emmet vio cómo su amada desaparecía por el pasillo.
Liam le había dicho que los abogados no le habían dado buenas noticias con respecto a su liberación, sin embargo en esos instantes, después de haber conocido a su pequeño vástago, estaba dispuesto incluso a negociar con el mismo diablo. Nada le impediría volver.
–¿Ya te despediste de tu noviecita, Garrett? No tenemos todo tu tiempo– le soltó uno de los guardias un tanto irritado.
Sin embargo antes de que Emmet pudiese avanzar hacia ellos, Liam y James lo detuvieron.
–Espera, hay algo que debes saber– le dijo su amigo.
El rubio frunció el ceño.
–¿Qué ocurre?– por su expresión supo de qué trataba. –¿Es sobre Cobra?–
Inmediatamente Liam le mostró su celular. En él se encontraba la reciente nota de incendio a las afueras de Palm Beach. Se había quemado un establo con aproximadamente seis caballos dentro. Habían encontrado galones de gasolina vacíos aproximadamente un kilómetro adelante, en clara señal de que había sido provocado.
Emmet no comprendió sin embargo.
–¿Qué tiene que ver esto con ese hijo de puta?–
–Tiene mucho que ver, Emmet– le informó Liam. –Díselo, James–
–Entre los restos encontraron esto– James tomó el celular y rebuscó lo que necesitaba. Una fotografía en la que se apreciaban grabadas las letras claras y precisas COBRA sobre una pared quemada. –Ese bastardo dejó su firma–
Los ojos grises de Emmet analizaron con cuidado la imagen.
–Estuvimos investigando, y descubrimos que han habido más incendios como este, en los que han muerto más animales de granja– le dijo Liam.
–Y en los que ha dejado su nombre plasmado– completó James. –No existen pruebas de que se trate del mismo Cobra, y quizá por eso la policía ha sido tan imbécil que no ha podido relacionar un caso con el otro–
–No lo harán. El caso del acosador está cerrado, ¿recuerdan? Para ellos, nuestro Cobra es Jackie Radinsky–
–A mí todavía no me cuadra todo este asunto. Quizá estemos equivocados, pero de cualquier manera nos pareció extraño–
–Hicieron bien en decírmelo. Por favor manténganme informado si ocurren más de estos incendios. Llámenme loco, pero algo me dice que sí se trata del mismo cabrón. Lo mejor será estar al pendiente–
–Garrett, suficiente– la dura voz del policía se acercó. Le hizo una seña al otro, y enseguida comenzaron a esposarlo.
Emmet exhaló, y cooperó con ellos.
Era hora de empezar a agilizarse.
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La botella de whisky estaba casi vacía.
Robert Butera había comenzado a beber desde temprano.
¿El motivo?
Simple, el nacimiento de su primer nieto.
Había aterrizado en Boca Ratón esa misma mañana, y había estado comunicándose con Liam por teléfono, sin embargo no se había atrevido a acercarse al hospital.
Ni siquiera sabía qué era lo que sentía.
¿Estaba feliz o furioso?
Probablemente las dos cosas al mismo tiempo.
Por un lado lo embargaba de dicha saber que un varoncito de su sangre había nacido, pero por el otro lo llenaba de rabia saber que aquel niño llevaba también los genes de Emmet Garrett, aquel desgraciado que había planeado destruirlo.
–Malnacido...– siseó y se empinó la botella, olvidándose del vaso en el que había estado bebiendo. –Maldito seas por haberte entrometido en mi vida...– le dio otro largo sorbo y después alzó la botella. –Maldito seas por haber enamorado a mi hija... Y maldito seas por haberla embarazado, cretino...– entonces como acto final, la lanzó contra la pared para romperla.
Millones de pequeños cristales salieron disparados en un estruendo justo al momento en que la puerta se abría.
De ella se asomó Perlman Sykes.
–Caramba, sí que estás eufórico– comentó emitiendo una sonrisilla. –No pensé que a tu regreso te encontraría de este modo. ¿Acaso estás celebrando el nacimiento del primogénito de Ariana?–
Robert gruñó.
–No quiero hablar de eso–
–Pero si en todos lados están hablando de eso. Nathan llamó para contármelo– no comentó el hecho de que su hijo estaba destrozado. –Escuché que está un poco delicado de salud–
El patriarca Butera asintió mientras se llevaba una mano a la sien.
–Nació antes de tiempo, y... creo que está teniendo dificultades para... para sobrevivir–
Sí, Perlman también se había enterado de aquello.
Hacía aproximadamente una hora en que la noticia se había desatado por todos los medios de comunicación.
–Bueno, pero eso es bueno para ti, ¿no es así?– inquirió Perlman en tono casual.
Los ojos marrones de Robert miraron entonces a su amigo, de manera exaltada.
–¿Qué demonios dices?–
Lo único que su amigo hizo fue hundirse de hombros como si no hubiese dicho nada tan poco delicado.
–Oh, vamos– se excusó de inmediato. –Tú querías deshacerte de él si mal no recuerdo. Querías obligar a Ariana para que abortara–
Prontamente Butera se puso en pie.
–Eso era lo que quería, pero ahora es distinto, ¿no lo ves?– parecía exaltado. –En ese momento era sólo un embrión. Ahora es un niño de carne y hueso, y desde luego que no deseo la muerte de ningún nieto mío–
Perlman soltó una carcajada larga.
–¿Pero es que has reconocido a ese... bebé como nieto tuyo? ¿Olvidas que lleva en sus venas la sangre de...–
–De Emmet Garrett– lo interrumpió. –Sí, sí, lo sé. No tienes que recordármelo–
–Entonces lo que debes hacer es odiarlo, y no pensar en él como tu nieto. Conociendo lo obstinada que es Arianita, ni siquiera le pondrá tu apellido, seguro tendrá el de ese rufián–
Sí, Robert ya había pensado en ello. Tampoco le sorprendería si decidían nombrarlo igual a él.
–La cosa es que no puedo odiarlo, Perlman– confesó en medio de su embriaguez. –Nunca podría hacerlo. ¿Cómo me pides eso? Es mi sangre también–
–¿Entonces piensas tener el rol del abuelito consentidor en su vida?–
Robert emitió una amarga sonrisa.
–Ariana jamás lo permitiría. Ella no querrá siquiera que me le acerque al pequeño. Y Emmet aún menos–
–Ese desgraciado está en prisión–
–Ahora mismo seguro que lo está, pero sus abogados consiguieron un permiso para que estuviera junto a Ariana y el niño. Él sí pudo estar cerca de ellos y yo no–
Perlman frunció el ceño.
–¿De verdad?–
–Liam me lo dijo, y me dijo también que sólo su presencia consiguió tranquilizar a mi hija. Ella... ella lo necesitaba–
–¿A dónde quieres llegar con esto, Rob?– cuestionó Perlman.
–Yo... yo no lo sé– respondió. –Es sólo que... a veces pienso en que lo mejor sería... quitar la demanda en su contra. Hacer que el juez lo libere–
–¡¿Pero te has vuelto loco?!– exclamó Sykes exaltado y después lo tomó de los hombros para sacudirlo. –¡No puedes hacer eso! Ese hombre te destruirá, esperará el momento adecuado y te destruirá, no puedes bajar la guardia justo en este momento. ¡Robert, reacciona, maldición!–
–No quiero que mi hija siga odiándome– respondió Robert entonces.
Perlman negó.
–Ella no te odiará por siempre. Eres su padre. En algún momento volverá a quererte, pero el asunto de Garrett debe quedar tal y como está. Piensa siempre en que estás protegiendo a tu hija, todo lo haces por su bien y el tuyo, pero aún más por el suyo propio–
Robert exhaló y bajó la cabeza.
–No sé qué hacer, Perlman...– comenzó a llorar desvergonzadamente. –No sé qué hacer... Lo único que me queda claro es que soy un desgraciado...–
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La noticia se había dado a conocer, y el escándalo había explotado.
Ariana Grande había tenido otra amenaza de aborto, lo que había terminado en el nacimiento prematuro de su bebé. El pequeño se encontraba en un hospital privado de la ciudad, con un alarmante y delicado estado de salud. Se hacía un llamado especial para que todos aquellos fans de la cantante enviaran sus más sinceros rezos.
El Cedars Sinai Medical Center pasó de tener un ambiente tranquilo, a estar repleto de cámaras y reporteros esperando tener una noticia sobre Ariana o su hijo.
Estos parecieron multiplicarse, y de un momento a otro, la cantidad de ellos fue impresionante a tal grado que el hospital se vio obligado a reforzar el número de sus guardias. La policía apareció al instante, pero ni siquiera ellos consiguieron mantenerlos a raya.
No pensaban tranquilizarse hasta saber con exactitud qué era lo que estaba sucediendo.
Por fortuna Scooter Braun apareció en ese momento. Llevaba a su propio equipo de seguridad, y él mismo se encargó de hacer frente.
–¡Cálmense todos!– les pidió con autoridad. –En nombre de Ariana y de toda su familia, quiero pedirles respeto por ella, por su hijo y por su privacidad. Ellos ahora se encuentran pasando por una situación bastante difícil, así que lo último que necesitan es la presión de los medios de comunicación–
–¡Queremos saber cómo están Ariana y el bebé!–
–¡Sólo queremos un poco de información!–
Algunos de ellos comenzaron a protestar.
Scooter alzó los brazos en señal de paz.
–Lo sé, lo sé. Sabemos que ustedes sólo quieren cumplir con su trabajo, y también entendemos que tras esas pantallas hay un montón de fans preocupados por la situación. Yo, como amigo y manager de Ariana me comprometo con ustedes a dar cualquier declaración en cuanto nosotros también sepamos algo–
Sin decir una sola cosa más, el representante dio media vuelta, y se adentró al hospital.
Los reporteros se quedaron un tanto más tranquilos, sin embargo ninguno estuvo dispuesto a marcharse. Su deber consistía en estar ahí.
Dentro de la clínica, Scooter se encontró con Liam.
–¿Los has tranquilizado?– cuestionó el mayor de los hermanos Butera.
–Estaban vueltos locos, pero creo que sí. Les dije que en cuanto supiera algo yo mismo les informaría–
Liam asintió.
–Bien–
–¿Cómo sigue Ari?–
Liam realizó una mueca de cansancio y tristeza.
–Sigue destrozada–
–¿Ya dejó de llorar?–
El castaño negó.
–Has estado llorando el día entero. La doctora tuvo que inyectarle un calmante para que se relajara, pero aun así las lágrimas siguen y siguen... Creo que no dejará de llorar hasta que tenga a su bebé en los brazos–
Scooter exhaló con pesadez.
–Si Emmet estuviese aquí...–
–Si estuviese aquí, él sabría cómo consolarla. Nadie aquí ha podido lidiar con su dolor, ni siquiera los abuelos–
–Esto es muy difícil para todos, pero mucho más para ella. Es su hijo–
–Volveré a la habitación con ella– le dijo Liam.
Scooter asintió.
–Yo estaré en la sala de espera. No me iré de aquí hasta saber que nuestro sobrino y ella están bien–
A pesar de todo Liam sonrió.
–Gracias, Scooter, fuera de lo laboral, eres un buen amigo para mi hermana. Sé que ella te quiere y está muy agradecida contigo–
–Para eso estamos, Liam. En las buenas y en las malas– ambos hombres se apretaron el hombro mutuamente.
Enseguida Liam caminó hacia la habitación. Tomó el pomo de la puerta, y tras un par de segundos decidió abrirla.
Encontró entonces a su hermana sobre la cama, recostada lateralmente, el rostro apoyado contra la almohada, completamente en paz, tranquila, inmóvil gracias al efecto de los sedantes, pero con un sinfín de lágrimas brotando desde el marrón de sus desolados ojos.
A un costado, Ansel recargado sobre la pared, con la mirada pérdida, y la consternación embargándolo. Kylie y James a su lado, en silencio y con la misma tristeza.
Nonna y el abuelo se encontraban junto a Ariana tomando sus manos, y dándole palabras de aliento.
–Tienes que ser fuerte, mi cielo– escuchó Liam que la abuela decía. –Verás que el cielo hará un milagro– le sonrió.
Liam observó el rostro marchito de su hermana. Ni siquiera movió sus facciones. Permanecía indiferente.
La escena le dolió en el alma.
–¿Vino la doctora Banks?– le preguntó en un susurro a su hermano.
Ansel asintió.
–¿Y qué dijo?–
–Habló sobre los nuevos análisis que le hicieron al bebé. Creo que tendrá los resultados en un rato más–
–Ojalá traigan buenas noticias–
–Ojalá– secundó el mediano.
Enseguida Liam decidió que debía acercarse con su hermana.
Al verlo, Marjorie y Frank se hicieron a un lado, cosa que su nieto les agradeció.
Liam tomó asiento junto a la cama de Ariana, y enseguida la llamó.
–Ari... El bebé va a librarla– le dijo en tono seguro. –No debes dudar eso–
La castaña lo miró pero continuó sin responder.
Liam se acercó más para seguir hablándole.
–¿Acaso olvidas de quién es hijo?– le recordó con una sonrisa. –Ese niño lleva tus genes y los de Emmet. Las dos personas más determinadas que conozco. Recuerda que ya una vez luchó por su vida y salió victorioso. Él quiere vivir, hermana, quiere crecer a tu lado y el de su padre. Es un peleador, un guerrero, y vencerá de nuevo–
Ariana sintió su corazón llenarse. La imagen de su pequeño abarcó su mente llenando todos sus sentidos.
Consiguió sonreír.
–¿Lo... lo has visto?– preguntó.
Devolviéndole la sonrisa, Liam asintió.
–Sólo pude verlo por unos segundos, y a la distancia, pero incluso así alcancé a notar lo apuesto que es– aseguró. –Ari, es hermosísimo–
La ilusión en el rostro de la castaña transformó por completo sus facciones haciéndola resplandecer.
–Se parece a Emmet, ¿cierto?–
Liam no pudo evitar reír suavemente.
–Creo que es muy pronto para saberlo, pero probablemente vaya a parecerse mucho a él. Lo escuché decir que sus genes son fuertes, pero debe saber que los Butera también lo son– le guiñó el ojo cariñosamente.
Ambos hermanos volvieron a sonreírse.
En ese momento la doctora Banks hizo su aparición.
Llevaba en sus manos los resultados de los análisis del bebé.
Inmediatamente todos ahí le prestaron toda su atención. Al darse cuenta de que la doctora llevaba una sonrisa en el rostro, sus esperanzas aumentaron. Se acercaron pronto a Ariana para rodearla, y mostrarle su apoyo.
Las ilusiones de la mamá de ese bebé, revolotearon por todo su interior, sin embargo todavía no quería adelantarse. Necesitaba que hablara.
–Traigo buenas noticias– fue lo primero que dijo.
El alma de la cantante le volvió. Cerró los ojos, y esperó a escucharla.
–¿De verdad, doctora?– preguntó Nonna esperanzada.
–Por favor, explíquenos– le pidió Liam.
–Los pulmoncitos de Nicholas han respondido bien al tratamiento. Todavía les falta cierto proceso para poder alcanzar su nivel de maduración, pero ahora se encuentran más cerca de hacerlo. Lo mismo ocurre con su pequeño corazoncito. También hemos confirmado que no tiene ninguna infección ni secuela crónica, lo que nos indica que será un niño perfectamente normal y sano–
>Gracias, gracias, gracias, cielo santo< Ariana no se cansó de agradecer con la mente y con el corazón.
–¿Entonces podemos llevarlo a casa ya mismo?– cuestionó Ansel igual de aliviado que el resto de la familia.
La doctora sin embargo negó.
–Por ahora deberá permanecer en la incubadora, al menos unas cuantas semanas más mientras finaliza su estímulo y desarrollo. Él estará listo para irse cuando aumente de peso de forma constante, mantenga su temperatura corporal estable, y sobre todo que pueda respirar sin ayuda, pero por favor, Ariana, no vayas a desesperarte. En un par de días más comenzaremos las terapias de efecto canguro, y así podrás tenerlo en tus brazos–
Quizá Ariana no había recibido una mejor noticia en toda su vida.
Había estado llorando horas enteras debido al dolor, a la angustia, a la tristeza y su sufrimiento, sin embargo en esos momentos sus lágrimas eran de felicidad.
Su hijo la hacía feliz, no podía explicar cuánto.
Por instantes había creído que podía perderlo, sin embargo se daba cuenta de que todos a su alrededor habían tenido razón.
El pequeño Nicholas era todo un guerrero, y llevaba la fortaleza y la valentía en lo más profundo de su ser.
Emmet iba a ponerse muy contento. Y orgulloso también. Él sería el más dichoso de los padres.
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Aquella noche, Ariana se encargó de llamar a Emmet para darle la noticia por ella misma.
Los guardias nocturnos acudieron a la celda del rubio para informarle de la llamada entrante, no sin antes quejarse de todas las consideraciones que tenían con él a pesar del dinero que les pagaba.
Emmet estuvo dispuesto a aumentar la tarifa si con eso le permitían atender el teléfono. Mentalmente se dijo que le pediría a James que enviara más dinero.
Cuando consiguió convencerlos, fue llevado hasta la oficina del director que era el lugar en el que recibía tales llamadas.
–¿Liam?– fue lo primero que preguntó al tomar la llamada.
Pero del otro lado de la línea no escuchó la voz de su cuñado, sino la de su hermosa castaña de ojitos marrones.
El corazón le bombeó con fuerza, y sus latidos aumentaron cuando la escuchó sollozando.
>Oh, joder, no< suplicó internamente, temeroso por las malas noticias que seguro estaba a punto de recibir.
–¿A...Ariana, qué pasa?– cuestionó.
–Va a vivir...– fue la respuesta de ella. –Emmet, nuestro bebé va a vivir–
Al escucharla decir eso, Emmet sintió su mundo volver a su sitio. Una sensación muy grande en el pecho se apoderó de él. Sus sentimientos se desbordaron sin control.
Él también comenzó a llorar.
¡Por el cielo bendito! ¡Su hijo sobreviviría!
–Mi campeón...– susurró lleno de dicha y orgullo.
Lo siguiente que sucedió fue que Ariana le explicó todo lo que la doctora les había informado de principio.
Emmet apretó el teléfono con sus dedos hechos nudillo, y cerró los ojos sintiendo en su corazón el más grande amor junto al mayor de sus alivios.
–Gracias al cielo, preciosa– le dijo contento. –Gracias al cielo, nuestro Nicholas ganará la batalla–
Emmet escuchó de nueva cuenta las lágrimas de su mujer, y las sintió en lo más profundo de su alma, totalmente compenetradas con las suyas.
–Los amo, Ariana, los amo muchísimo, y muero por estar ahí con ustedes–
–Vamos a esperarte, Emmet. El tiempo que sea necesario–
El rubio de nuevo cerró los ojos, y su ser palpitó de anhelo.
–Te prometo que será pronto–
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Qué les parece Nicholas?? 👶🏼💙
pdta: intentaré ir muuuy rápido, o sea actualizar muy rápido para terminar pronto. Por favor voten y comenten mucho. Se viene lo bueno, Ariana, el bebé, Emmet libre de prisión, y COBRA!
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