Capítulo 32
22 Enero 2017.
A quien corresponda.
Antes que nada. Me gustaría comenzar dando las gracias a todas esas personas que durante todo este tiempo han estado dándome muestras de cariño y preocupación. Considero importante darle a mis fans y a los medios que me han apoyado por todo lo largo de mi carrera, una explicación sobre todo lo que ha acontecido en mi vida personal.
Hago uso de este escrito para hacer frente a rumores y falsas noticias que han estado circulando sobre mi persona durante el último par de meses. Dado que soy la única que puede aclarar cualquier cuestión, voy a empezar a hacerlo.
En primer lugar, no padezco ningún tipo de desorden alimenticio. Hace tiempo fui detectada con hipoglucemia y anemia, dos enfermedades que tengo controladas conforme a las indicaciones médicas.
El motivo por el que estuve ingresada en el Centro Médico de Wellington el 27 de Diciembre de 2016 se debió a una complicación con mi actual estado de gestación.
Gracias al cielo no hubo nada que lamentar, y al día de hoy mi embarazo lleva cuatro meses.
En este momento estoy confirmando que a mediados de este año me convertiré en madre.
Cabe aclarar que el papá de este hijo no es Nathan Sykes, y cualquier nota relacionada con esto está completamente alejada de la verdad al igual que el supuesto hecho de que hemos retomado nuestro compromiso.
El bebé que espero tiene un padre, del cual me reservo su identidad.
De la manera más atenta, le pido a cada persona que esté leyendo estas palabras, respeto por mi intimidad y la de mi hijo.
XOXO, Ariana.
Desde su asiento en el avión, Ariana se dejó caer soltando un largo suspiro e intentando relajarse.
Después de haber escrito aquel comunicado en el bloc de notas, y haberlo publicado desde un tweet que rápidamente se hizo viral, la cantante decidió apagar su celular y olvidarse del mundo por un instante.
Ya había dicho lo que tenía que decir, y lo había hecho únicamente porque era su obligación siendo figura pública.
De cierta manera llegó a experimentar un poco de tranquilidad, sin embargo no consiguió sentirse contenta.
Pensó entonces en que muy probablemente tardaría muchísimo en volver sentirse de aquel modo, al menos no completamente, y eso se debía solamente a la ausencia de Emmet.
Pensar en su rubio guardaespaldas siempre causaba estragos en Ariana.
No había minuto o segundo del día en que no lo extrañara, en que no le hiciera falta.
Lo necesitaba. Necesitaba abrazarlo, y fundirse en sus brazos, que él le dijera que la amaba, que la protegería, y que todo estaría bien.
Necesitaba esa seguridad y confianza que le daba.
Pero también necesitaba ser paciente aunque hubiesen momentos en que sentía que paciencia era lo último que tenía.
Debía ser fuerte y resistirlo, de otro modo terminaría vuelta loca.
Emmet estaría de regreso, todavía no sabía cuándo, pero estaba segura de que así sería.
Sonrió para sí, aunque fue más una sonrisa triste, y entonces se preguntó qué estaría haciendo su amado en aquellos momentos. Si la estaría extrañando al igual que como ella lo extrañaba a él.
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Emmet la extrañaba más de lo que Ariana imaginaba.
El guardaespaldas se sentía incompleto.
La pensaba a cada instante. No había momento del día en que no la tuviera en la cabeza.
Su necesidad por esa pequeña castaña era más fuerte que todo, sin embargo con el pasar de los días, había aprendido a ser fuerte para poder resistirlo.
Miró la hora en el reloj que se encontraba colgado de una de las paredes, y supo que en esos momentos Ariana ya se encontraba en el avión que la llevaría de regreso a Los Ángeles.
Él le había pedido a manera de exigencia que no volviese a visitarlo en prisión, y aunque le había dolido en el alma tener que hacerlo, había sido necesario. Prefería tenerla lejos, a la sola perspectiva de pensar en ella, tan hermosa, delicada y embarazada, en un lugar como ese, donde se encontraban encarcelados criminales de la peor calaña, violadores, asesinos, pederastas, traficantes... ¡Joder! Emmet se sentía histérico al imaginarla cerca de esos malditos.
¡Ni hablar!
No se arrepentía de su decisión.
Había sido lo mejor, aunque aquello significara no volver a verla más al menos durante un largo tiempo. No besarla, no acariciarla, no despertar con ella cada mañana, perderse del crecimiento de su hijo dentro de su cuerpo...
Aquello era quizá lo que más le dolía.
El vientre de su mujer crecería día a día con la evidencia de ese pequeño bebé, y él no podría ser testigo.
Se perdería de los ultrasonidos, de sus primeras pataditas, de verlo nacer...
Ariana estaba atravesando por su cuarto mes, mientras Emmet seguía ahí encerrado en esa maldita celda.
¿Quién se ocuparía de abrazarla durante las noches? ¿Quién se ocuparía de decirle que era hermosa, y aún más con la existencia del hijo de ambos en sus entrañas?
–Ojalá pudiera estar contigo, Ariana... Perdóname por no poder hacerlo–
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Luego de haber aterrizado en LAX, Ariana, Kylie y James abordaron la camioneta que había estado esperándolos en el aeropuerto.
Al entrar por la puerta de su penthouse, la sensación de tristeza volvió a invadir a la cantante.
James que llevaba todas las maletas las colocó de inmediato en el suelo. Kylie que sujetaba a Toulouse en los brazos, hizo lo mismo con él para que pudiese correr a explorar el departamento y pudiese volver a acostumbrarse.
Ariana en cambio permaneció en silencio.
Se sentía extraña de estar ahí, y que Emmet no estuviese.
Todo el lugar perdía su encanto si él no se encontraba.
La castaña podía mirar hacia cualquier espacio en ese departamento, y los recuerdos acudirían a su mente.
Habían hecho el amor en cada rincón... En el sofá, en las escaleras, en la piscina, contra la pared de cristal...
Ariana cerró los ojos y se deshizo de aquellos pensamientos.
No era momento de soltarse a llorar.
Para fortuna en ese instante Bette apareció haciendo alarde de su peculiar personalidad.
–¡Oh, señorita Grande! ¡Qué bueno que ya está aquí!– lo primero que hizo la empleada doméstica fue correr a abrazarla.
Sin poder evitarlo, Ariana sonrió. No podía negar que esa mujer era bastante simpática.
–Me extrañaste mucho, ¿cierto, Bette?– le preguntó con la ceja arqueada.
–Por supuesto que sí, señorita. Hizo falta quien le diera vida a este departamento, oh, pero ahora que ha vuelto, y que... bueno con esta buena nueva– la sonrisa de Bette se amplió, y colocó una de sus manos en el vientre ligeramente hinchado. –Estoy segura de que ese pequeño alegrará por completo este lugar. ¡Muchísimas felicidades!–
Ariana comprendió que Bette se había enterado por los programas de farándula o alguna revista. La noticia de su embarazo había dado la vuelta al mundo.
–Supongo que está feliz. Yo lo estoy. La ayudaré a cuidar a su bebé, y también le daré algunos consejos si usted me lo permite–
–Por supuesto que sí. Te lo agradeceré muchísimo– de nuevo se abrazaron. Enseguida la castaña recordó a sus amigos, y prontamente los presentó. –Chicos, ella es Bette, quien se encarga de mantener este penthouse impecable, y además es una excelente cocinera. Bette, ellos son Kylie y James Franco, son mis amigos, y estarán viviendo aquí una buena temporada–
–Encantada, Bette– saludó Kylie de inmediato.
–¿Qué tal?– le sonrió James. –Muero de ganas por comprobar si en efecto es usted tan buena cocinera como cuenta Ariana–
Las mujeres rieron debido al comentario de James.
–El gusto es mío, y tenga por seguro que así será, señor Franco. Sean bienvenidos por favor. La señorita Grande me avisó que vendrían así que preparé una habitación para ustedes–
–Bette, y tendrás que preparar una más, porque esta noche tendremos una invitada extra– sonrió Ariana.
Aquello era cierto, Scarlet, la hermana de Kylie estaría visitándolos aquella noche, pues se encontraba de paso por la ciudad.
–Es verdad, Scarlet no debe tardar– miró su reloj, y justo cuando lo hizo, el timbre de la puerta se escuchó.
Bette se apresuró a abrir, y quien apareció en el arco fue precisamente de quien hablaban.
Scarlet Jenner mostró su mejor sonrisa. Alta y atractiva, la mujer era idéntica a su hermana.
Lo primero que hizo en cuanto la vio fue correr a abrazarla.
–¡Kylie!–
–¡Oh, Scar, al fin!–
Ambas chicas se abrazaron fuertemente sin querer soltarse.
A pesar de la distancia eran muy unidas. Habían pasado juntas demasiadas situaciones, tantas que habían hecho sus lazos inquebrantables. Miedo, hambre...Y sobre todo lealtad. Se habían defendido mutuamente. Ambas recordaban aquel terrible episodio en suadolescencia cuando un borracho había estado a punto de abusar sexualmente deKylie cuando habían estado en una de las casas de acogida. Scarlet había tomado un cuchillo de la cocina, y había acuchillado al hombre por la espalda. Desde aquel día se habían escapado, y habían sido libres.
–Te he extrañado tanto– le dijo Kylie emocionada.
–Yo te he extrañado más, no sabes la falta que me haces– respondió Scarlet abrazándola de nuevo. En ese instante miró a la cantante, y una emoción redoblada la llenó. –¡Oh, cielo santo, Ariana Grande!–
–Hola, Scarlet– le sonrió. –Qué gusto que al fin podamos conocernos–
Se saludaron con otro abrazo y un beso en la mejilla.
–Wow, apenas y puedo creer que esté en tu penthouse. Cuando Kylie me dijo que trabajaba para ti, me pareció increíble–
–Bueno, y no sólo trabaja para mí, es una gran amiga, y ahora espero que tú y yo también podamos serlo–
Scarlet asintió contenta.
–Claro, claro que sí, me encanta la idea. Muchas gracias por recibirme–
Ariana negó y le restó importancia.
–No agradezcas por eso, esta es tu casa y puedes venir siempre que quieras–
–¿Sabes que soy tu admiradora? Siempre escucho tus canciones en mi IPod–
–Bueno, la próxima vez no me escucharás en el IPod, sino en uno de mis conciertos. Prometo que serás mi invitada VIP–
–¿Hablas en serio?–
–¡Claro!– asintió Ariana. –Aunque... bueno, tendrá que ser después de que dé a luz. Mucho después–
–Es cierto– secundó Scarlet. –Te felicito por tu hijo–
Ariana le agradeció, y enseguida la pelinegra recordó algo importantísimo.
–¿En dónde está mi cuñado? He venido hasta aquí sólo para conocerlo–
Kylie estaba contentísima, y con ese entusiasmo, empujó a James que había permanecido en silencio.
Como si hubiese recibido un golpe de alguna parte, y no supiera de dónde, el simpático guardaespaldas se plantó en el centro.
Con ojos entornados, Scarlet lo miró y comenzó a analizarlo, mientras él se ponía más y más nervioso.
Tenía miedo de no agradarle o de que no le pareciera lo suficientemente hombre para Kylie.
Su cuñada tenía una expresión extraña en el rostro.
Cuando creyó que ella estaba a punto de girarse con Kylie para preguntarle si no había podido encontrarse algo mejor, Scarlet amplió su sonrisa y corrió a abrazarlo.
–¡Hermano!– lo llamó con cariño.
James recibió su abrazo, y tras su espalda le sonrió a su esposa quien le mostró el pulgar satisfecha.
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Aquella tarde las chicas decidieron ponerse sus bikinis y entraron a la piscina activando las aguas termales.
A Ariana poco le importó lucir su pequeña pancita de cuatro meses.
Kylie y Scarlet proclamaron exclamaciones de ternura al mirarla.
–Te ves muy tierna, Ari!– le dijo su amiga.
–Es increíble que tengas cuatro meses y todavía luzcas un cuerpazo– secundó la recién llegada.
A Ariana realmente la tenía sin cuidado el engordar, así que no tenía vergüenza alguna. Al contrario, la llenaba de emoción saber que el motivo era su hijo.
–Sí, bueno, no me siento la mujer más sexy del planeta, pero sí una mamá muy orgullosa–
–¡Salud por eso!– Kylie alzó su copa de martini y Scarlet hizo lo mismo.
Ariana brindó con su vaso de jugo de naranja enriquecido en vitamina C.
Las tres estuvieron la tarde entera disfrutando del agua, y de la compañía, mientras James era alimentado en la cocina por Bette, quien había cocinado un montón de platillos sólo para su disfrute.
–Fue una buena decisión quedarnos aquí– dijo Kylie completamente relajada.
–Tampoco es como que tuviésemos otra opción– apuntó Ariana refiriéndose al montón de paparazis que tenían como tarea seguirla a todas partes hasta conseguir hablar con ella, aun a pesar del comunicado que había enviado esa misma mañana. –Lamento que tengas que estar aquí encerrada por mi culpa– le dijo entonces a Scarlet.
Ella negó de inmediato.
–¿Qué? ¿Bromeas? Pero si estoy pasándola increíble. Nunca he sido fiestera, ¿sabes? Creo que tuve demasiada fiesta cuando era stripper–
Aquel era un dato que Ariana casi había olvidado. Kylie le había contado que tanto ella como su hermana se habían dedicado por años al arte del tubo.
Era fascinante y realmente interesante. Eran chicas estupendas.
–Kylie me ha dicho que tienes tu propia escuela de danza. Eso suena genial–
–Así es, mi hermanita es la dueña y señora de un instituto de ballet en Chicago–
–Se llama Jenner Academy. Damos clases a niñas pequeñas y no tan pequeñas. Les enseñamos Ballet, las entrenamos, y las ayudamos a alcanzar sus sueños–
–Suena maravilloso– dijo Ariana. –De pequeña siempre quise aprender Ballet–
–¿Y aún lo quieres? Nunca es tarde– le dijo Scarlet.
Ariana rió.
–Ahora mismo no puedo hacerlo– se miró entonces el vientre.
–Después de que tengas a tu hijo, yo misma vendré a darte unas cuantas clases–
–¡Me encantaría!–
–También podríamos enseñarle un poco de pool dance– bromeó Kylie, y todas rieron a carcajadas.
–¿Yo haciendo striptease? Ya claro, jamás podría–
–Ari, llevas la sensualidad en la sangre– le dijo su amiga. –Tus coreografías son muy sexys, y te salen naturales. Creo que tienes mucho potencial para el tubo–
Ariana rió y negó. ¡Ni hablar!
–Prefiero que me cuenten cómo es que pasaste de convertirte en la dueña de esa escuela. Debió haberte costado mucho– le dijo a Scarlet.
Ella asintió.
–Sí, muchísimo. Como seguro Kylie ya te habrá contado, al ser niñas de la calle tuvimos que pasar por muchas situaciones, pero cuando crecimos y descubrimos que éramos bonitas, nos convertimos en meseras topless en un lugar de mala muerte, y de ahí pasamos a bailar en un burdel. Ambas comenzamos a ahorrar, y sorpresivamente un día de esos nos dimos cuenta de que ya teníamos el dinero suficiente para emprender nuestro propio negocio. Aprovechamos que nuestro ex jefe estaba huyendo de la policía, y se iría al extranjero, y conseguimos comprarle el Keeping Up, aunque antes no se llamaba así, ese nombre lo escogimos juntas–
–¿Cómo olvidarlo?– sonrió Kylie con nostalgia.
–Nos fue tan bien que poco a poco conseguí ahorrar para cumplir mi sueño que era tener mi escuela de danza. Bailar fue algo que me enamoró desde pequeña, así que no quise darme por vencida con respecto a eso, y bueno, aquí estoy, tengo a más de cien alumnas inscritas, en septiembre ganamos el nacional, e iremos por el bicampeonato este año. Deseo romper mis propios records–
–Wow, admirable– le dijo Ariana. –Pues te felicito, Scarlet. A ambas. De ser niñas de la calle, consiguieron salir adelante juntas, y de manera triunfante–
–El secreto fue ese, estábamos juntas– Scarlet abrazó a Kylie.
Luego de aquello pusieron un poco de música, y comenzaron a bailar en la piscina.
Ariana podía ver ahora de dónde había sacado Kylie su lado divertido. Scarlet era increíble, llena de energía y alegría. Le había agradado muchísimo, y se lamentó que sólo fuese a estar un día con ellas.
La chica era muy bonita, y tenía una chispa que le daba mucho carisma, y además parecía tener una energía arrolladora.
De pronto Liam apareció abarcando toda su mente, y a los pocos segundos la cantante se encontró preguntándose si Scarlet tendría novio, sin embargo enseguida se deshizo de esos pensamientos.
Imposible, se dijo.
Eran diferentes. Demasiado, entonces sin más se olvidó de aquel asunto.
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Para Ariana fue de gran distracción pasar la tarde entera junto a Kylie y Scarlet, la había pasado muy bien, se había divertido, y se había reído como hacía mucho tiempo no lo hacía, sin embargo ahí, en su habitación a media noche, comenzó a resentir la soledad que dejaba la ausencia de Emmet en aquella gran cama.
Lo extrañaba muchísimo, y sin poder evitarlo comenzó a llorar.
Lágrimas silenciosas fueron derramadas, y aunque ella intentó limpiarlas, no pudo detenerlas.
Ese guardaespaldas rubio era su fortaleza, su protección. Se había convertido en parte de ella. Lo primordial en su vida.
Todavía podía recordar el primer instante en que lo conoció.
Alto, arrogante, viril y peligroso.
La había mirado de manera devastadora, haciéndola temblar. Por primera vez en su vida Ariana se había sentido débil y vulnerable. Había sentido que aquellos ojos grises eran capaces de desnudar su alma y mucho más.
Vivir con él en los días siguientes la había dejado completamente desarmada.
Emmet era un hombre tan único y especial que había sido imposible no amarlo.
Mientras más iba conociéndolo, ella más había estado enamorándose.
Su masculinidad, su peculiar sentido del amor, su sonrisa coqueta y traviesa, su mirada penetrante, y la pasión que lo formaba junto a su seguridad y determinación habían hecho en ella estragos.
Ariana no había podido resistirlo, había dejado que ese hombre la besara, y ella lo había besado también, se había arrojado a sus brazos, aferrándolo con ambas manos, y ahora jamás podría dejar de amarlo como lo amaba.
Su corazón estaba compenetrado con el suyo. Eran uno solo.
Un pequeño bebé venía en camino como prueba de ello.
Con sus dos manos volvió a limpiar el llanto, y se abrigó con la enorme camiseta que tantas veces Emmet había usado.
Usar sus camisas y hoddies era una costumbre que Ariana había adquirido durante todas esas solitarias y frías noches.
El aroma que desprendían las prendas la arropaba y la consolaba.
La camiseta era tan enorme que ella la sentía como brazos rodeándola. Un muro a su alrededor que la protegía. Un escudo que la mantenía siempre a salvo, y la hacía sentirlo cerca.
Casi como si él estuviese ahí. Casi...
Ariana sabía que al día siguiente tendría un día bastante ocupado y debía descansar, sin embargo en esos momentos se sentía incapaz de dormir.
La razón estaba muy clara.
Suspirando, la castaña se enderezó de la cama, encendió la lámpara de lado, y sacó de uno de los cajones aquella libreta en la que solía escribir sus más profundos pensamientos.
Al abrirla el bolígrafo en sus manos pareció tomar vida.
Las palabras salieron mágicamente.
Ariana escribió sin detenerse.
Sabía que eras perfecto después del primer beso. Respiré profundamente. Cariño, se siente como si fuera para siempre. Nunca pensé que fueses a ser tú...
Bésame y quítate la ropa. Imagina un mundo así... Podríamos encendernos hasta que me duerma en tu pecho. Adoro cómo mi rostro encaja tan bien en tu cuello...
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♪Tale as old last as time. True as it can be. Barely even friends, then somebody bends unexpectedly... ♫
Una princesa vestida de rojo.
Ariana se encontró de pronto viviendo su propio fantasioso cuento. Ante sus ojos la chispa de magia saltó y comenzó a encender todo a su alrededor convirtiendo el mundo en un mágico e irreal universo.
En la torre más alta del castillo, la pequeña castaña comenzó a ser testigo de lo que habitaba ahí.
Vestido como un príncipe, John Legend la acompañaba en el piano mientras ella comenzaba con la canción.
Bella y la Bestia aparecieron tomados de la mano, dirigiéndose hacia el centro del gran salón, para comenzar a bailar al son de la melodía que los cantantes interpretaban con excelencia.
El candelabro, la tetera y el reloj los observaban con ojos llenos de ternura y emoción.
Más que una princesa, Ariana Grande era en esos momentos la emblemática rosa encantada, encargada del medir el hechizo de la Bestia, junto a sus bailarinas convertidas en suaves pétalos que a su alrededor realizaban la sublime danza.
Aquella escena pretendía representar cuál era el verdadero amor. Ese que no entra por los ojos, sino por el corazón. Un amor que conectaba las almas y transportaba a experimentar la más pura fantasía.
Un amor que no tenía explicación. Ilógico e irracional. No comprendido, pero real.
Tan cierto como que el sol saldría...
♪Ever just the same. Ever a surprise. Ever as before. Ever just a sure as the sun will rise ♫
Las luces comenzaban a destellar añadiéndole el toque. Ariana continuó entonando la canción en compañía de John, que movía sus dedos con destreza por todas las teclas.
Bella y Bestia absortos en su pequeño escape de la realidad, ajenos a cualquier otra cosa que ocurriese tras sus espaldas, bailaron y bailaron, quizás por horas, por años, por siglos...
Aquello que los unía perdurando por toda la eternidad.
Ariana volvía a la torre, y ahí terminaba su último verso mientras observaba la noche en Villanueve, y aquel pequeño destello se apagaba.
–Y... ¡Corte!– exclamó Dave Mayers, quien se ocupaba de dirigir la filmación del vídeo.
Enseguida la cantante salió de su papel y sonrió relajada.
–¡Esta última toma quedó sensacional!– de nuevo vociferó el director. –¡Felicidades, equipo, han hecho un gran trabajo!– prontamente se acercó hasta las voces estelares. –Legend, Ariana, son increíbles– los alagó a ambos. –Disney estará encantado, estoy seguro de eso–
En ese momento Todd Lieberman, uno de los productores de la película apareció.
–Disney ya está encantado– aseguró contento. Saludó a ambos hombres estrechando sus manos cortésmente, y a la cantante le dio un beso en la mejilla. –Estamos felices y muy satisfechos con su aportación. De verdad muchas gracias–
–Gracias a ustedes por invitarnos– les respondió John entusiasmado.
–¿Pero cómo íbamos a invitar a alguien más que no fuesen ustedes dos? En definitiva esta canción es hecha para ustedes y el tipo de voz que poseen. No vayan a sorprenderse cuando los nominen a un Oscar por mejor canción de banda sonora– les guiñó un ojo, y todos rieron.
Luego de un montón de felicitaciones y halagos más, Scooter que había estado muy pendiente de la filmación, y sobre todo de la seguridad de su cantante, se acercó.
Tanto el director como el productor lo saludaron elogiando a la estrella que tenía bajo su tutela. Estuvieron charlando un poco más, hasta que Ariana tuvo una emergencia y corrió al baño.
Desde que estaba embarazada hacía pipí cada media hora, y aunque ya se había acostumbrado, no dejaba de ser irritante.
Kylie la ayudó a sujetar el gran vestido para que ella pudiese hacer sus necesidades.
Al final Ariana exhaló.
–Gracias, Kylie, eres una gran amiga–
–Sí, debo serlo– bromeó la pelinegra y le sonrió. Luego la miró observarse en el espejo. –Ese vestido es hermoso, y lo mejor es que cubre por completo tu embarazo–
Sonriendo, Ariana se tocó el muy bien oculto vientre.
–Sí, la verdad es que Disney no habría estado muy contento si hubiese aparecido en el vídeo con una panza de ocho o nueve meses–
Kylie estuvo de acuerdo.
–Menos mal ya has cumplido con tu parte del trato–
La castaña asintió en acuerdo.
Al salir del baño, se encontraron las dos con Scooter.
–Has hecho un trabajo impecable, Ari– le dijo su representante.
La castaña le sonrió.
–De tantos elogios voy a terminar por creérmelos todos. Harás de mí la nueva diva de Hollywood–
–Sabemos que ya lo eres– bromeó Scooter, y Ariana rió ante su broma porque bien podría ser cierta. –Mayers me ha dicho que faltaron unas cuantas tomas, sólo por el aspecto de los distintos ángulos, pero por hoy hemos terminado–
Ariana frunció el ceño.
–Puedo grabarlas en este momento, bueno, si John no tiene problema en hacerlo–
El representante negó.
–John no tiene problema, pero el sindicato nos exige que las mujeres embarazadas no trabajen más de seis horas al día, así que usted, señorita, deberá irse a casa a descansar, que ya cumplió con su jornada–
–¿Qué? Pero si no estoy cansada– recriminó la cantante de inmediato. –Puedo seguir, Scoot–
Aun así el productor no aceptó.
–Olvídalo. Ya sabemos que eres una adicta al trabajo, incluso embarazada, pero primero debemos pensar en tu hijo, seguro él sí está cansado–
–Mi bebé deberá adaptarse a la apretada vida de una estrella– Ariana bromeaba dese luego. –Pero tienes razón. Él está primero que todo. Marchémonos entonces. Además, quiero llamar a Emmet–
Emmet...
¿Podría algún momento del día dejar de pensar en él?
La respuesta era clara.
No.
Su rubio de ojos plateados la acompañaba en la mente y el corazón a cada instante.
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Un mes después, Emmet se encontraba en el comedor de la prisión recibiendo su almuerzo.
Se veía muy poco apetitoso, y ni siquiera estaba seguro de lo que era, sin embargo para esas alturas se encontraba ya acostumbrado.
Comía únicamente para no dejarse morir, pero incluso aquella acción le resultaba mecánica.
Después de que sirvieran su bandeja, el rubio la sujetó y se dirigió hacia la mesa más cercana.
Tomó asiento, y sin más se dispuso a comer.
Se encontraba mordiendo un trozo de pan cuando por primera vez durante todo aquel tiempo, puso atención a la televisión que rara vez se encontraba encendida.
El pecho de Emmet se desbocó cuando la vio en la pantalla.
Ariana se encontraba ahí. En color rojo, el vestido de una princesa, sus ojitos resplandeciendo, la magia desbordándose por toda ella mientras endulzaba los oídos con su gloriosa voz en aquel misterioso castillo.
Emmet la extrañaba con todas sus fuerzas, y verla ahí tuvo efecto en su corazón.
Al rubio le dio un vuelco en el estómago, y lo único en lo que pudo pensar fue en volver a tenerla entre sus brazos. Besarla, respirar su femenino aroma, sentirla piel con piel. Sentir sus latidos contra los suyos. Acariciar la redondez donde albergaba al hijo de ambos.
Aquel preciso día ella debía estar cumpliendo los cinco meses de embarazo.
En poco tiempo aquel pequeñito estaría llegando al mundo, convirtiendo a Ariana en la madre más hermosa sus ojos podrían ver.
Lo doloroso del asunto era que quizás no fuese a ser posible que sus ojos lo vieran.
Oh, maldición.
Emmet clavó de nuevo la mirada en la televisión, justo cuando enfocaban aquella preciosa carita que ella tenía, e internamente comenzó a rogarle al cielo que se lo permitiera.
Al abrir su mirada de nuevo la encontró ahí.
Hermosísima mujer que lo llenaba de esperanza.
Él supo que regresaría en algún momento. Supo que tenía que hacerlo. Por esa sonrisa era capaz de todo...
–Muero de hambre, ¿tú no, Garrett?– lo cuestionó su compañero de celda que recién llegaba, sentándose justo frente a él y colocando su bandeja de comida sobre la mesa. –No has probado bocado. Y bueno, tampoco es como que esto fuera una hamburguesa con queso, pero luego de horas para mí se convierte en un manjar–
–Creo que he perdido el apetito– le respondió Emmet mientras empujaba su bandeja hacia el centro.
–¿Has perdido el apetito? Oh, vamos, eres la Bestia aquí– bromeó refiriéndose a su manera de entrenar con las pesas durante su tiempo libre. –Debes alimentar bien esos músculos–
Emmet exhaló. Aquel chico se llamaba Bryan, y le agradaba. Era muy alegre a pesar de su situación de encierro, y muchas veces llegaba a recordarle a James. De poco a poco había ido ganándose su confianza. Parecía buen tipo.
–Sí, bueno, hoy no tengo ánimos ni siquiera de entrenar–
Brian frunció el ceño.
–¿Y qué es lo que te tiene así? ¿Una mujer?– de nuevo lo decía en broma, pero por la expresión del rubio supo que era en serio.
Inevitablemente la mirada de Emmet se dirigió hacia la pantalla de televisión.
Curioso, Brian se giró para mirar, encontrándose con la imagen de Ariana Grande en el vídeo promocional de alguna película de hadas o princesas, según su propio criterio.
–Bueno, pues sea quien sea esa mujer que te trae así, estoy seguro de que no luce como esa– señaló a la cantante, y lo dijo de manera inocentona, tanto que no molestó a Emmet en lo absoluto.
El rubio miró a su amada. El video estaba por terminarse.
♪ Certain as the sun, rising in the east. Tales as old as time. Song as old as rhyme... Beauty and thre Beast...Tales as old as time. Song as old as rhyme... Beauty and thre Beast... ♫
Luego de unos segundos, volvió la mirada a él, y le sonrió.
–Te sorprenderías, mi amigo–
–¿Ah sí?– Brian alzó las cejas retándolo. A su parecer, la hora de comida se había vuelto más divertida gracias a ese pequeño debate.
Emmet simplemente sonrió, pero se dedicó solamente a comer sus alimentos.
Seguro estaba de que Brian se iría de espaldas si se enteraba de que aquella famosa y bonita cantante poseía su corazón, y además llevaba a su hijo en las entrañas.
Oh, pero ese era su secreto.
La sonrisa se hizo mayor.
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Este fue un relleno más, y además muy corto, pero vienen cosas emocionantes!
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