Capítulo 30

–Tienes que dejar de comportarte como una niña pequeña, Ariana. ¡Por el cielo santo! ¿Sabes lo que pensamos cuando encontramos a tu guardaespaldas inconsciente?–

Ariana exhaló un tanto cansada de los regaños de Liam.

Evidentemente él no podía comprender lo que la había impulsado a ir a esa prisión de Boca Ratón. No lo comprendía porque jamás se había enamorado.

¡Maldición!

–¡Tuve que hacerlo!– exclamó enfadada. –No me dejaron otra opción. Tenía que ver a Emmet, y ni ustedes ni nadie me lo iba a impedir–

–No creo que tenga que recordarte los motivos por los que te prohibimos ir. Los peligros a los que estás expuesta. ¡Encima estás embarazada! ¡¿Cielo santo, es que no piensas en tu hijo?!–

Ansel se interpuso de inmediato entre sus dos hermanos, pidiéndole a Liam que se tranquilizara.

Sin embargo Ariana enseguida saltó a la defensiva.

–¡Por supuesto que pienso en mi hijo, Liam! ¡Mi hijo necesita a su padre!– le recriminó.

Liam consiguió calmarse, y restregó la palma de su mano en su rostro. No hubiese querido gritarle, porque él comprendía por lo que ella estaba pasando, sin embargo no podía evitar preocuparse por ella. Era su hermana pequeña y tenía que cuidarla.

–Escucha, Ariana, calmémonos, ¿sí? No quiero que nada malo te pase, ni a ti ni al bebé. Recordemos que casi lo pierdes. Por favor, sé más cuidadosa. El acosador sigue al acecho. No puedes andar desprotegida por la calle. La cárcel es un sitio poco adecuado para ti. Sé que ahí está Emmet, y que tú lo amas, lo entiendo. Pero tú tienes que entender que eres mujer, y ese sitio está repleto de hombres, policías y criminales, da lo mismo, son hombres. Encima vas a tener un hijo, y además eres famosa. Dos razones más–

Ariana también se tranquilizó, y comprendió su punto.

Exhaló cansada de seguir discutiendo.

–Entiendo su preocupación. Y he prometido que no volveré a hacerlo, pero ya, Liam, por favor, deja de regañarme. Haces que me sienta como una niñita rebelde cuando lo único que hice fue querer ver al amor de mi vida–

Liam exhaló. Realmente esperaba que su hermana fuese a cumplir lo que decía.

Estaba por acceder a dejarla ir, cuando unos gritos provenientes desde la entrada los hicieron voltear.

Era Robert Butera, y se encontraba furioso. Apareció en la sala como un remolino.

–¡Ariana!– gritó con verdadero enojo. –¡Ariana, maldita sea! ¡¿Dónde estás?!–

–¿Papá, tranquilo– le pidió Ansel preocupado.

Robert negó. Inmediatamente los oscuros ojos marrones localizaron a la persona que buscaba. Avanzó hacia ella con toda intención de tomar sus hombros y sacudirla, pero los dos hermanos intervinieron de inmediato.

–¡Papá, por favor! ¡Está embarazada!– le recordó Liam consternado.

La ira de Robert incrementó.

–¡Maldición, no me lo recuerdes!– exigió. –¡Ni siquiera lo menciones!–

Ariana no se inmutó, sino que permaneció firme observando a su padre y la furia que desprendía.

Robert no parecía dispuesto a tranquilizarse.

–¡¿A dónde demonios fuiste cuando te escapaste?! ¡Dímelo, Ariana, maldita sea! ¡¿A dónde?!–

La castaña permaneció muy quieta, furiosa porque le hubiesen avisado, sin embargo mantuvo la calma.

–Creo que ya sabes en dónde estaba, papá. No es necesario que te lo diga–

Y eso precisamente era lo que más hacía rabiar a Robert, además del hecho de que estuviese embarazada de aquel delincuente, lo enfurecía terriblemente saber que su hija seguía aferrada a él.

–¡Tienes que dejar ya de ser tan estúpida, Ariana! ¡Arruinarás tu carrera, arruinarás mi buen nombre, lo arruinarás todo! ¡Ya olvídate de aquel infeliz!–

–¡Aquel infeliz, como tú lo llamas, es el papá de mi bebé!– le recordó ella con toda intención. –Así que no voy a olvidarme de él, no voy a alejarme de él, y ten por seguro que tampoco dejaré de amarlo–

La ira reflejada en los ojos marrones de Butera pareció ser letal. Ariana pensó que en cualquier momento su padre estallaría de nuevo, y ella estaba preparada. Sin embargo eso no ocurrió.

Robert la miró fijamente.

–Déjenme a solas con mi hija– les ordenó a sus otros dos hijos en tono calmado. Pero calma era lo último que sentía.

Ni Liam ni Ansel parecieron de acuerdo en que aquello fuese buena idea.

Los dos dudaron.

–Papá... no creo que...–

–¡Que nos dejen solos!– gritó todavía enfurecido. –No le haré ningún daño. ¡Por todos los cielos, sólo quiero que nos dejen a solas!–

Los chicos se miraron, sin embargo decidieron hacer lo que su padre les pedía.

En silencio se marcharon de la sala.

La mirada de Ariana y la de Robert Butera se mantuvieron alzadas, fija la una en la otra.

La castaña se preparó.

Robert no explotó, tal y como había creído, sino que se acercó a ella.

–Hija, tienes que recapacitar– le pidió casi desesperado. –Estás encaprichada, pero tienes que ser racional. No puedes echar todo a la borda–

Ariana lo miró con el ceño fruncido.

¿Encaprichada? ¿Después de todo su padre creía que lo que sentía por Emmet era solamente un capricho?

¿Cómo se atrevía a decirlo?

–¿Y según tú, cómo sería ser racional, papá?– le preguntó desafiante. –¿Abortar a mi bebé simplemente por el qué dirán? ¿Eso es ser racional para ti?–

Robert no se inmutó.

–No he venido aquí a pedirte que te deshagas de tu hijo, sino a exigirte que aceptes la propuesta de matrimonio que Nathan te ha ofrecido. Entiende que él nos salvará de esto. Es lo mejor para ti, y también para ese niño. Es lo mejor para todos. ¡Por el cielo santo, deja de ser tan insensata!–

Ese hombre era increíble.

Ariana no podía creerse lo obstinado que era, y peor aún, su nivel de crueldad.

Lo desconocía. Ya no era su padre. No podría serlo.

La castaña permaneció firme y negó.

–Ya te dije que no pienso casarme con Nathan nunca, y si sólo viniste a eso, será mejor que te marches, papá, porque pierdes el tiempo intentando convencerme–

Pero Robert no pensaba darse por vencido. Habían muchas cosas en juego. Su reputación, que era lo más importante. Era un hombre intachable en Florida y en todo el país. No podía permitir que Ariana manchara el nombre de la familia teniendo al hijo de un maldito delincuente.

–¿Qué pasará cuando todos se enteren de quién es el padre de esa criatura? ¡La prensa te destruirá y me destruirán también a mí! ¡Ariana, no puedes ser tan egoísta!–

¿Realmente su padre estaba hablándole de egoísmo?

¡Era un cínico!

–¡Piensa en ti, piensa en mí, piensa en toda esta familia! ¡Incluso tu hijo saldría perjudicado!–

Ariana cubrió su vientre con ambas manos, y de inmediato dio un paso hacia atrás.

Miró a su padre con recelo.

–Quizá el padre de este bebé esté lejos de él, por culpa tuya, pero tiene a su madre, y yo lo defenderé como leona. Yo haré todo por protegerlo. No dejaré que tú, ni los Sykes, ni la prensa, ni nadie le ponga un dedo encima, porque seré capaz de todo, así que mejor márchate. No quiero seguir escuchándote, y tampoco quiero volver a verte nunca más. ¡Fuera de mi vida!–

El rostro de Robert se contrajo. La miró incrédulo, todavía sorprendido de las palabras que le había arrojado, y también dolido.

–¿Estás segura, Ariana?– le preguntó mientras alzaba el mentón dignamente.

Ella asintió. Le dolía, porque era su padre, y hasta hacía muy poco tiempo, todavía le quería, pero después de darse cuenta del tipo de persona que era, ya no estaba muy segura de eso.

–Ya le hiciste demasiado daño a muchas personas– a Nicholas Garrett, a Shailene, a Emmet, a ella misma. –No dejaré que hagas lo mismo con mi bebé... Vete–

El patriarca Butera tensó la mandíbula. Dio media vuelta, y sin más se marchó.

No fue hasta que su padre salió de la casa cuando Ariana consiguió sentirse tranquila. Sin embargo cuando tocó sus mejillas, pudo darse cuenta de que estaba llorando.

Lágrimas y más lágrimas fluían, y la tristeza la invadía.

Cerró los ojos, intentando recuperarse del mal momento, pero antes de que pudiese hacerlo, Karen, la empleada doméstica, apareció.

–Señorita Ariana, la buscan– anunció.

Para sorpresa y horror de la castaña, Nathan entró a la sala luego de que la empleada se marchara.

¡Lo que le faltaba!

¿No había sido suficiente la visita de su padre? ¿Ahora era el turno de Nathan?

De inmediato negó.

–Nathan, no quiero hablar contigo. Será mejor que te vayas– le pidió con voz firme.

Pero el chico que había sido su prometido hasta hacía poco tiempo, negó prontamente.

–He venido a hablar contigo, y no pienso irme sin hacerlo– le respondió.

La castaña soltó un suspiro de irritación, y lo siguiente que decidió fue irse ella misma. Avanzó e intentó rodearlo para salir de ahí, sin embargo Nathan lo detuvo.

–Ariana, te lo suplico. Será sólo unos minutos. Seré breve, lo prometo–

–No voy a casarme contigo– le aclaró. –No quiero que seas mi marido, no quiero que seas el padre de mi hijo, y ni él ni yo necesitamos de tu apellido. ¿Te queda eso claro, Nathan? Cualquier cosa que digas no me convencerá de lo contrario, así que creo que perderás tu energía y tiempo–

Nathan la miró dolido. Evidentemente había ido hasta ahí para hablarle de su ridícula propuesta de matrimonio.

Ariana estaba harta de escucharlos hablar de eso. De algo que nunca ocurriría.

–¿Lo ves? Márchate, Nathan. Márchate y no vuelvas– le pidió quedamente.

El joven que hasta entonces había permanecido quieto, de pronto se giró, y llevado por la violencia golpeó la pared, soltando una palabrota que resonó por toda la sala.

–¡¿Por qué, Ariana?!– soltó lleno de rabia. –¿Por qué no quisiste tener hijos conmigo, mientras que al de Garrett lo defiendes con uñas y dientes?!–

La cantante parpadeó un tanto sorprendida por la reacción de su ex novio. Instintivamente avanzó un paso hacia atrás, alejándose de él.

–Nathan, no voy a hablar de esto contigo. Esta conversación ya no tiene sentido, así que te lo pido por última vez... Vete de aquí–

Pero él negó.

–No. ¡Ariana, por favor no me eches!– le suplicó. –Por favor déjame convencerte. No será tan malo ser mi mujer. Haré todo por complacerte, te lo juro. ¡Te daré todo lo que me pidas! ¡Te trataré como reina!–

Ariana no podía creerse lo patético que parecía.

Lo miró entonces con desagrado.

–Mi respuesta sigue siendo la misma–

Los ojos de Nathan se llenaron de lágrimas. Ariana no pudo evitar pensar en lo que haría Perlman si lo viera llorando. No toleraba que los hombres lloraran, y aún menos su hijo.

–¡Maldita sea! ¡¿Por qué, Ariana?! ¡¿Por qué si antes de ese maldito guardaespaldas tú me amabas?!–

La cantante exhaló y después negó. Aquello ya la tenía cansada.

–La verdad es que nunca te amé, y ya es momento de que lo aceptes. Nuestro compromiso ni siquiera debió suceder–

Casi derrotado, Nathan la miró.

–Ariana, yo te amo...– estaba suplicándole.

Ella no le creyó ni una sola palabra.

–Si me amaras como dices, no me hubieses traicionado con mi mejor amiga– no había querido mencionárselo, pero para ese momento no pudo evitar echárselo en cara.

Nathan dio un respingo sorprendido de que ella supiera aquello.

–¿Qué dices?– prontamente saltó.

A Ariana le pareció estúpido que se hiciera el sorprendido.

–Nathan, no creo que sea necesario repetirlo. Ya lo has oído–

Pero Nathan continuó mirándola horrorizado.

–¿De dónde has sacado esa infamia? ¡Ariana, te volviste loca! ¡¿Cómo puedes siquiera pensarlo?!–

Ariana negó, pidiéndole con sus señas que evitara aquel teatrito de hombre indignado. Ella no iba a tragárselo.

–Es que no lo pienso. Lo sé. Sé que ambos estuvieron viéndome la cara desde hace tiempo, así que de nada vale que intentes defenderte porque no voy a creerte. Oh, ¿y podrías decírselo a Bella, por favor? Así me evitaré volver a mirarle la cara–

Nathan se quedó atónito ante las palabras y la actitud de su ex novia. La miró perplejo, sin saber de primer instante cómo debía defenderse.

Supo que ya no podía seguir ocultándolo. Lo había descubierto.

–¡¿Y qué querías que hiciera, Ariana?!– le recriminó ahora enfadado. –¡Tú nunca me diste sexo! ¡Jamás permitiste que te tocara!–

La cantante enfureció no sólo por las patéticas acusaciones, sino también por el hecho de que estuviese gritando aquello precisamente ahí en casa de sus abuelos sin ningún tipo de respeto.

No pudo evitar una risa irónica.

–¿Y eso te dio derecho a acostarte con otra mientras estábamos comprometidos?–

Nathan se hundió de hombros.

–Bueno... yo tuve que tomarlo de dónde pude. ¡Soy hombre, Ariana! ¡No puedes estar enojada conmigo por eso!–

Ariana miró al hombre que tenía delante, y se preguntó cómo pudo haberse planteado convertirse en su esposa alguna vez. Era débil y patético.

–Tienes razón– asintió ella con toda tranquilidad. –No es contigo con quien estoy enojada, Nathan, sino con Bella. A final de cuentas tú nunca me importaste, pero ella era mi mejor amiga– y mentiría si no admitía que aquel hecho le dolía.

Algo destelló en la mirada de Nathan Sykes. La humillación que sintió en esos momentos lo llenó de rabia.

Avanzó hacia ella con toda violenta intención, obligándola a intentar alejarse de él con pasos hacia atrás. La tomó del codo agresivamente, utilizando una fuerza poco común, y entonces la pegó a su pecho

Sin embargo en ese momento, y antes de que pudiese hacer algo, la voz autoritaria de Frank Grande lo detuvo.

–Suéltala– le dijo.

Nathan no la soltó de inmediato, pero se detuvo para poder mirarlo.

La ira no cesó, pero el sentido común le dijo que se mantuviera quieto.

–Abuelo, tranquilo– le pidió Ariana intentando calmar la situación.

Pero Frank continuó mirando a Nathan como si quisiese golpearlo.

–Podré ser viejo, pero si le tocas un pelo a mi nieta, juró que lo pagarás caro–

Un tanto nervioso, Nathan soltó de inmediato el brazo de la castaña.

–Vamos, Frank– sonrió. –Sabes que nunca le haría nada a Ariana. A pesar de todo yo la amo–

Pero el anciano se mantuvo impasible.

–Lárgate de mi casa, Nathan. Creo que Ariana ya te ha dicho suficientes veces que no se casará contigo, ten un poco de dignidad, y déjala en paz–

Las mejillas del joven empresario ardieron con indignación, pero no se atrevió a decir ni una sola cosa más.

Apretó los puños con indignación, y dando una infantil patada al suelo, salió de ahí a toda prisa.

Cuando Ariana y su abuelo se quedaron solos, ella lo miró agradecida.

–Gracias, abuelo–

El anciano negó, y entonces la castaña se acercó a él.

–¿Todavía estás enfadado porque me escapé?– le preguntó un tanto triste por ello.

Los ojos marrones de su abuelo pasaron de estar fríos a parecer cálidos y amorosos.

Prontamente él negó.

–Sé que lo hiciste por amor, y no puedo enfadarme por eso. Sin embargo no apoyo esos impulsos tan locos que de pronto tienes. Recuerda siempre que llevas a un bebé, y que tú eres la responsable de cuidarlo–

Ariana sonrió mirando hacia su vientre todavía plano.

–Lo sé, abuelo. Y pienso dar mi vida por él si es necesario. Yo... yo he prometido actuar con más sensatez–

El abuelo respondió a su sonrisa, y tomó un trazo de su cabello acaramelado para colocarlo tras su oreja.

–Ahora vas a ser madre... Las madres siempre actúan con sensatez–

–Bueno, quizá este bebé vaya a tener a una mamá un poco... atolondrada– rió, y Frank también lo hizo. –Pero siempre buscaré lo mejor para él–

–Estoy seguro de eso– asintió el anciano. –Y serás la mejor, puedo verlo, puedo verlo en tus ojitos llenos de amor y de ilusiones–

Esos ojos de Ariana se llenaron entonces de conmovedoras lágrimas.

–¿Te he dicho que eres el mejor abuelo?–

La sonrisa de Frank se hizo mayor.

–Creo que no lo habías mencionado– bromeó.

–¡Pues lo eres!– Ariana lo abrazó, y depositó un beso en su arrugada mejilla. –Muero de ganas porque mi hijo te conozca. Sé que te adorará como yo te adoro–

Emocionado, el abuelo asintió.

–Sé que será un niño. Será mi muchacho. ¡Mío piccolo!– exclamó más contento que nunca antes en su vida, y su alegría no podía ser para menos.

Su nieta estaba por darle a su primer bisnieto.

Un pequeñito con sangre italiana.

Hasta entonces Ariana se había referido a él como si de verdad se tratara de un niño, sin embargo no había sido consciente de aquel hecho.

Se imaginó entonces con un varoncito en los brazos. Una pequeña y diminuta versión de Emmet, con idénticos ojitos plateados.

El corazón le explotó entonces de manera inexplicable, y montón de cálidos sentimientos se adueñaron de ella.

Más que nunca deseó tenerlo ahí para poder cargarlo y abrazarlo. Criarlo con amor porque no podría ser de otra manera.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------

El embarazo no había sido evidente en Ariana, sino hasta el cuarto mes en que descubrió que una pequeña y redondeada protuberancia sobresalía de su vientre.

Con ilusión y gran alegría, observó su reflejo en el espejo, y no pudo evitar sentir que todo su ser rebosaba de amor.

La llenó de emoción el hecho de que su hijo comenzara a crecer, no importaba que ella también lo hiciera. Engordar la tenía sin cuidado.

Se acarició con ternura, e imaginó la forma que tendría su bebé, sin embargo a los instantes recordó algo que sí importaba, y le importaba muchísimo.

La evidencia de su bebé en su interior le traería felicidad, pero también le traería problemas.

La prensa descubriría su secreto, y ella no podía permitirlo.

Preocupada, Ariana corrió a su closet y rebuscó en él algo que pudiese servirle. Las blusitas entalladas, y los pantalones ajustados no ayudarían en nada, y eso la mantuvo angustiada por momentos.

Para su suerte, luego de unos minutos encontró la prenda perfecta.

Un hoodie rojo con estampado de Florida State. Lo mejor de todo era que pertenecía a Emmet, y seguro le quedaría enorme.

¡Su salvación!

Sonrió, y enseguida se la colocó. Se miró al espejo, y le encantó porque escondía su embarazo a la perfección. Además, todavía llevaba el aroma viril que Emmet siempre había desprendido. Olía a él, y Ariana lo sintió así más cerca de ella.

Llevar puesto su sudadera fue como sentir su calor, y sentir que él se encontraba ahí abrazándola, protegiéndola.

Más tranquila, la cantante salió de su habitación, bajó escaleras y llegó hasta la explanada principal de la finca.

Ahí se encontraba Jason Momoa, su guardaespaldas.

Ariana exhaló en cuanto lo vio. No había salido de casa durante las últimas tres semanas, salvo para ir a su primera cita con el obstetra, y debido a ello no había podido acostumbrarse a él. Sin embargo estaba decidida a llevar la paz.

Se acercó tranquilamente, y le dio los buenos días.

El hombre ni siquiera la miró, pero asintió cortésmente.

–Buenos días, señorita. ¿Desea que la lleve a algún lado?–

Ariana asintió.

–Tengo consulta con mi obstetra. ¿Podrías llevarme?–

–Por supuesto que sí. Ese es mi trabajo– enseguida Jason se movilizó y avanzó hasta la camioneta. Le abrió la puerta con caballerosidad, y después la ayudó a subir.

Luego de que él entrara, encendió el motor, y entonces salieron de la finca.

El camino rumbo a la ciudad fue silencioso en extremo. Ariana se recostó sobre el asiento trasero, y no pudo evitar mirar a su extraño guardaespaldas mientras este conducía.

Al igual que Emmet, este hombre conseguía reducir por mucho el espacio dentro de la camioneta. Su presencia imponía, y la oscuridad de sus ojos parecía esconder demasiados misterios.

Además notó que no era hablador, y era una suerte, ya que ella no tenía nada que decir.

–¿Podemos parar en un Starbucks?– le preguntó rompiendo así el silencio que por mucho había perdurado.

Por un par de segundos el guardaespaldas no respondió. Pareció completamente concentrado en conducir.

–¿No está usted embarazada?– señaló con su voz profunda.

De cierto modo Ariana sonrió. Todos a su alrededor la cuidaban y cuidaban del bebé. Le pareció muy tierno que él también lo hiciera.

–Claro que lo estoy– se miró el pequeño vientre. –Pero no te preocupes, Jason– lo llamó por su nombre con toda naturalidad. –Nunca pido nada con cafeína, y ahora mucho menos–

Satisfecho con aquello, el guardaespaldas giró el volante, y sin más condujo hacia el Starbucks más cercano.

–¿Qué quiere que le traiga?– preguntó él después de estacionarse.

Ariana negó.

–No hace falta, iré yo misma– tomó su cartera y su celular, y abrió la puerta de la camioneta.

Jason se apresuró para ayudarla a bajar.

–Aquí la espero– le dijo, y continuó con el rostro inexpresivo.

La cantante caminó unos cuantos metros hasta la entrada del establecimiento, sin embargo antes de que pudiese entrar fue interceptada por un par de reporteros que se encontraban al acecho.

Dos cosas sucedieron entonces. Los flashes de las cámaras comenzaron a ser lanzados hacia ella, y a su vez, Jason corrió junto a ella para protegerla.

–Tranquilo– le dijo Ariana. –Son paparazis. De vez en cuando me acechan aquí en Boca, pero suelen ser pocos. En L.Á. es mucho peor–

Ella les sonrió, y los saludó cortésmente. Se sintió tranquila de saber que el gigantesco hoodie escondía perfectamente su embarazo de cualquier persona a su alrededor.

–De todos modos no pienso separarme de usted. Vayamos por esa bebida sin cafeína, y después volvamos a la camioneta– le dijo Jason decidido.

Ariana asintió en acuerdo.

Luego de entrar al lugar se dirigieron a la caja para ordenar. Después de haber recibido su latte, y pagar, la cantante se tomó un par de fotografías con unas fans que la reconocieron. Salió, y volvió a encontrarse con los reporteros.

Jason se mantuvo a su lado, haciendo que los sujetos con cámaras guardaran sus distancias. Condujo a la cantante hasta la camioneta, y encendió el vehículo para marcharse.

Todo marchó normal, hasta que Ariana notó que uno de los reporteros se encontraba siguiéndolos.

Antes de que pudiese decir algo, Jason se adelantó.

–Lo sé. Yo también lo he visto–

–Acelera, Jason– le pidió. –Tenemos que perderlo. Tengo mi consulta en veinte minutos, y no quiero que ese tipo nos siga hasta ahí. No quiero que se sepa nada sobre mi bebé–

El guardaespaldas asintió, y enseguida se puso manos a la obra. Puso el cambio, y pisó el acelerador. Maniobró el volante, y se dedicó a conducir por distintos atajos, esquivando autos y poniendo todo su empeño en lograrlo.

Diez minutos más tarde, Ariana vio por el espejo retrovisor que una sonrisa discreta se dibujaba en el rostro de Jason.

–Lo conseguí. Perdí al reportero de pacotilla– anunció satisfecho.

–Muchas gracias, Jason–

–No me agradezca, señorita–

Ariana sonrió. Había juzgado mal a este sujeto. Le agradaba y comenzaba a sentirse cómoda con él.

Momentos después, lo vio estacionarse, y se dio cuenta de que habían llegado al consultorio privado.

Jason desabrochó el cinturón de seguridad, e hizo ademan de abrir la puerta para salir y ayudarla, sin embargo antes de que pudiese hacerlo, Ariana lo llamó.

–Jason, yo... Creo que no me he disculpado contigo por el sartenazo, y eso. Lo lamento mucho–

El guardaespaldas negó de inmediato.

–No tiene que disculparse. Si sólo quería ver a su novio, debió decírmelo. Yo sé bien lo que es sufrir por amor...–

Ariana frunció el ceño.

–¿Lo sabes?– cuestionó. –¿Y quién es ella?–

La mirada de Jason se perdió en ese momento por un par de segundos. Después exhaló.

–Se llama Emilia, y... bueno, amarla está prohibido para mí–

–¿Acaso ella no te ama a ti?–

Una sonrisa amarga apareció en el tosco rostro masculino.

–Me ama tanto como yo la amo–

La confusión abarcó a Ariana.

–¿Entonces cuál es el problema?–

–El problema es que yo soy un simple custodio, mientras que ella es...–

–¿Millonaria?–

–Ojalá fuese sólo millonaria, pero es mucho más complicado– respondió Jason con tristeza.

Ariana comprendió que él no quería seguir hablando de aquel tema, así que no preguntó más.

Al instante el guardaespaldas volvió a adoptar su característica profesionalidad, y enseguida salió de la camioneta.

La ayudó a salir, y después la condujo hasta la entrada.

–La esperaré en la camioneta. Espero que todo le marche bien. Y si usted quiere... cuando salga puedo llevarla a prisión para que vea al padre de su hijo–

Los ojos marrones de Ariana se iluminaron de tal modo que parecieron resplandecer vivos.

–¿Lo... lo dices de verdad, Jason?– preguntó ilusionada.

Jason observó lo bonita que era cuando estaba contenta, y casi pudo entender a Emmet Garrett.

–Por supuesto. La única condición es que yo entraré con usted para protegerla–

Ariana no pudo contener su alegría, aplaudió emocionada, y lo abrazó amistosamente.

–Me agradas, Jason, me agradas mucho– le sonrió una última vez, y sin más entró directo al consultorio.

Jason también sonrió mientras la veía desaparecer por las puertas principales.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------

Ariana se encontraba mirando el techo, vestida con la bata médica azul, y recostada sobre la camilla mientras esperaba a que el doctor Cruise apareciera.

Exhaló, y jugueteó con sus manos, un tanto nerviosa.

Saber que vería a su bebé de nuevo la tenía bastante inquieta e impaciente. Siempre era así.

Su corazón bombeaba con fuerza, y no conseguía tranquilizarse.

Estaba ansiosa. Verlo siempre le llenaba el corazón, y le daba más fuerzas.

Ese pequeño era su fortaleza.

Deseó con todo su corazón que él pudiese estar ahí, que pudiese verlo con sus propios ojos.

Cerró los ojos, y se dijo que debía evitar todos aquellos pensamientos.

De nada valía volver a ponerse mal, su llanto y su angustia no lo sacarían de la cárcel, ni resolverían aquella situación, así que lo mejor que podía hacer era permanecer firme.

Se relajó y sonrió para sí misma cuando escuchó que la puerta del consultorio se abría.

Prontamente se incorporó, y lo vio entrar.

–Buenas tardes, Ariana– le sonrió mientras colocaba su bata, y quitaba el estetoscopio de su cuello. –¿Cómo estás?–

La cantante le sonrió en respuesta, luego alzó su mano para saludarlo.

–Me da mucho gusto verte. Vamos a comenzar con la consulta– el doctor de inmediato tomó asiento en el banco frente al monitor, y se ocupó de los registros. –¿Han desaparecido los síntomas?– le preguntó.

Ariana negó.

–¿Vómitos? ¿Mareos?–

Ella asintió.

Aquello lo hizo fruncir el ceño, luego se giró hacia la enfermera.

–¿Le han tomado el peso?– preguntó.

–En la última consulta– respondió la mujer de uniforme blanco.

El doctor se puso en pie de inmediato.

–Pasa a la báscula– le pidió.

La castaña bajó de la camilla, y obedeció al doctor.

En cuestión de segundos la enfermera tuvo los datos necesarios y se los entregó al doctor.

Ariana regresó a la camilla, y tomó asiento. Observó entonces la expresión de preocupación que puso su obstetra.

–¿Pasa algo?– preguntó con angustia.

El doctor Cruise exhaló.

–Pesas menos que en tu consulta anterior, y eso no es bueno, Ariana. Nada bueno. Tanto tú como el bebé necesitan nutrientes–

Y ella lo sabía, se sentía aterrorizada sólo de pensar que en que su hijo sufriera de alguna otra amenaza.

–¿Lo...lo voy a perder?– cuestionó al borde de las lágrimas.

–No, no– aclaró el doctor al verla tan alterada. –Por favor, tranquilízate. No he dicho eso– se giró de nuevo con la enfermera y le pidió que empezara a untar el gel para el ultrasonido.

Haciendo grandes esfuerzos por tranquilizarse y no llorar, Ariana se recostó sobre la camilla, y exhaló con fuerza mientras el gel frío y viscoso le era esparcido por todo su vientre.

Al segundo el monitor fue encendido, y luego de algunos chequeos, el doctor giró la pantalla para que ella pudiese ver.

–¿Lo ves? Tu bebé se encuentra bien– le sonrió para calmarla.

Los ojos de Ariana se encontraban humedecidos debido a las lágrimas. Miró a su pequeño, y el alma le regresó. Se movía dentro de su vientre, y su corazón latía. Por esa razón el de ella también.

El doctor continuó hablando.

–Sin embargo es preocupante el hecho de que hayas bajado de peso en estas últimas semanas, cuando debió de haber ocurrido todo lo contrario. Sabemos que pasaste a tener un embarazo de alto riesgo después de la amenaza de aborto que sufriste al inicio, y es por eso que debes estar bien nutrida–

–¿Pero cómo puedo hacerlo si vomito todo lo que como?– estaba ya en su mes número cuatro, y aquellos malestares todavía no se marchaban a pesar de que según su libro de maternidad, estos debían desaparecer al finalizar su primer trimestre.

–Bueno, vamos a ser optimistas, y pensemos en que quizás para el sexto mes todos estos malestares se irán. Mientras tanto voy a recetarte vitaminas y suplementos alimenticios para que te repongas–

–¿Y me jura que mi hijo estará bien?– preguntó ella todavía preocupada.

El doctor sonrió y le asintió.

–Estoy seguro de que sí. Parece ser un bebé muy fuerte y resistente. Si te tomas los medicamentos él y tú estarán muy bien–

Ariana asintió inmediatamente, y fijó sus ojos en la pantalla que se lo mostraba.

Tan pequeñito, tan suyo y tan perfecto.

–A pesar de eso, el embarazo marcha bien. El bebé mide ahora 16 centímetros, y pesa 170 gramos. Su ritmo cardiaco se encuentra estable, lo que significa que su corazoncito late con normalidad, como podrás comprobarlo, así que, tranquila, Ariana. Mantente serena, tranquila, y ocúpate de seguir las indicaciones que te demos–

La cantante asintió, y limpió el llanto de su rostro.

Sus ojos no pudieron apartarse de la perfección de ese ser que tomaba forma en su interior.

Las lágrimas que había limpiado momentos antes reaparecieron, y esta vez fueron derramadas.

De nueva cuenta se juró que iba a cuidarlo, iba a hacer todo lo posible para que terminara de formarse, y pudiese nacer. Quería traerlo a la vida. No había nada que deseara más.

–Yo... yo... Por favor discúlpeme, doctor– le dijo apenada.

El doctor negó mientras le sonreía.

–No tienes por qué pedir disculpas. Yo te entiendo. Soy padre de tres niños, y lo son todo para mí– aquello bastó para que Ariana se hiciera una idea de cuánto él podía comprender lo que ella estaba sintiendo.

Le agradeció con una tenue sonrisa, después volvió su mirada a su hijo.

>Te amo... te amo, pequeño... Ojalá seas niño, y ojalá te parezcas a tu papá<

Una versión diminuta de Emmet. Rubio y de ojitos plateados, con aquella sonrisa encantadora.

Cómo lo amaba...

–Ahora, dime, Ariana– la llamó el doctor. –¿Vas a querer fotografías de este pequeño pingo?– le preguntó contento.

Todavía emocionada, Ariana le asintió.

Aquel iba a ser el mejor regalo para su amado.

Una fotografía del hijo de ambos.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------

Después de la consulta, Jason Momoa cumplió su palabra, y llevó a Ariana a la prisión de la ciudad, y no sólo aquello, sino que gracias a sus contactos consiguió introducirla  sin que tuviese que registrarse.

Ariana lo vio compartiendo unas cuantas palabras con un guardia, quien parecía ser el encargado de las celdas.

El nerviosismo volvió a llenarla por momentos. Sin embargo se tranquilizó cuando vio a su guardaespaldas volver junto a ella.

Supo que llevaba buenas noticias cuando vio la expresión de confianza en su rostro.

–¿Podré entrar?–

Jason le asintió.

–Sólo conseguí quince minutos. Pedirán su identificación si nos demoramos más, así que tendrá que ser breve–

Ariana asintió. Quince minutos no serían suficientes pero en esos momentos agradecía así fuese sólo unos cuantos segundos.

Lo abrazaría con toda su alma, le diría lo mucho que lo amaba, y después le entregaría las fotografías de su ultrasonido, para que en aquellos días en los que pudiese llegar a sentirse desanimado, tomara fuerzas con esa imagen.

–¿Está lista?– le preguntó Jason sacándola de sus pensamientos.

La castaña asintió, y juntos caminaron por el estrecho pasillo que los llevaría hasta el pequeño cuarto gris, mientras se preparaba para entrar.

Cuando llegaron, Jason la hizo detenerse antes de abrir la puerta.

–Estaré aquí afuera–

Ella le asintió.

–No sé cómo agradecerte esto, Jason–

El guardaespaldas negó.

–Sólo vaya a ahí, y dígale a ese hombre que lo ama, y que estará esperándolo. Le aseguro que él está necesitando escuchar eso–

Con una enorme sonrisa, Ariana asintió, y enseguida entró.

Emmet se encontraba ya ahí esperándola.

Hermoso ser de ojos plateados que la miraba con anhelo y desespero.

Lo primero que ella hizo fue correr hacia él para abrazarlo.

Para su sorpresa él no llevaba puestas las esposas, y pudo rodearla con sus brazos, fundiéndose con ella, y proporcionándole todo su calor y todo su amor. Su alma regocijándose en el placer de tenerla ahí, contra su pecho, de respirar su dulce aroma, y de sentir su piel tibia.

–Te amo, te amo, Ariana, te amo muchísimo, nena– acarició su rostro, y la besó tierna y lánguidamente.

La castaña le entregó sus labios, y respondió al beso con toda su pasión, alzándose de puntitas, y tomándolo del cuello para poder alcanzarlo.

Los dedos del rubio se hundieron en el largo y espeso cabello color caramelo. La apretó para besarla más hondamente, evitando así que pudiese separarse de él.

–Te amo...– repitió.

Ariana deseaba decirle que ella también lo amaba, que lo amaba muchísimo, sin embargo antes de que pudiese hacerlo, algo más salió de su boca...

–Tienes las manos libres– susurró contenta, y luego las tomó para estrecharlas con las suyas, acariciándolas tiernamente.

Emmet sonrió.

–Me he portado bien, por eso el guardia accedió a quitármelas–

Ariana respondió a su sonrisa, y alzó sus manos para tomarlo de las mejillas. Su barba cada vez se hacía más abundante, y le fascinó.

–Ese es mi hombre– entonces lo bajó hacia ella para poder besarlo de nueva cuenta llena de dulzura y de amor.

Las masculinas manos bajaron por sus brazos, dejando caricias a su paso, y finalmente se posaron en la cintura para después rodear el pequeño y redondo vientre.

La sonrisa del rubio se agrandó, y un grito de emoción salió de sus labios.

Inmediatamente se coló debajo del enorme suéter.

–Ya comienza a notarse– le dijo maravillado.

Ariana se estremeció cuando sintió las callosas manos tocando su piel. Las cálidas sensaciones la inundaron, y su corazón explotó de amor.

Las caricias de Emmet sobre la ya perceptible hinchazón la hicieron sentirse más amada que nunca.

El amor de ese rubio de ojos tan grises como un día nublado, era lo más seguro que tenía en esa vida. Su gran tesoro.

–Me haces el hombre más feliz de este planeta, muñeca...– emocionado tomó el dorso de su mano, y depositó mil besos. Después la cogió entre sus brazos, y besó su mejilla amorosamente. Luego la miró con fijeza. Deleitándose en lo bonitos que eran esos ojitos luminosos con aquel brillo especial. Ese brillo que únicamente tenían las mujeres que pronto serían madres.

La abrazó mientras su alma se llenaba de más y más anhelo.

La amaba con cada poro de su ser. Con todo lo que era. Daría la vida por esa castaña de mirada color miel, y aún más.

–Tengo un regalo para ti– le dijo ella de pronto.

Se apartó y comenzó a rebuscar en su bolso.

Emmet la observó con curiosidad.

Entonces ella le mostró lo que tenía para él.

El corazón del rubio dio un vuelco cuando vio de lo que se trataba.

Una pequeña fotografía instantánea que llevaba impresa la imagen del bebé que los dos habían procreado hacía ya cuatro meses.

Si le hubiesen preguntado, el rubio no hubiese podido ser capaz de responder lo que sintió en esos momentos.

Con el corazón golpeteando su pecho, y sin aliento, Emmet tomó la foto que pareció empequeñecerse en contraste con sus toscos dedos, y la miró fijamente.

El bebé tenía ya la forma de uno. Con emoción, el rubio observó la cabecita, la línea de su brazo, el diminuto cuerpo, y el ángulo que daba forma a lo que seguro debía ser su piernita.

>Este es mi hijo< pensó, y la sola idea lo mareó por momentos. >¡Mío!<

Otra gigantesca sonrisa abarcó todo su rostro. La felicidad lo inundó, y un montón de emociones recorrieron todo su interior.

El amor que ya había sentido por esa criatura se incrementó. El sentimiento se multiplicó por diez, por cien, por mil.

Tomó la fotografía esta vez con ambas manos, y no pudo dejar de mirarla. Sus ojos se cristalizaron con lágrimas que le llegaron a Ariana al alma.

Conmovida, ella observó cómo el papá de aquel bebé lo conocía por primera vez.

Pasaron largos segundos luego de que Emmet por fin la mirara a ella, y hablara.

–Ariana...– su voz sonó ronca, intensa. –Esto es...– ni siquiera tenía palabras. No había nada que pudiese decir que describiera con exactitud aquel momento, aquel regalo. –Me siento enamorado– le dijo sonriendo al tiempo que limpiaba unas cuántas lágrimas de felicidad que habían brotado de las profundidades de sus ojos grises.

La castaña también sonrió.

–Sé de lo que hablas– le dijo, porque exactamente aquello era lo que ella había sentido.

La mirada de Emmet volvió a fijarse en la fotografía del ultrasonido.

–Ojalá sea niña– le dijo, y mostró una emotiva sonrisa.

Ariana frunció el ceño y lo miró sorprendida.

–¿Quieres que sea niña?–

Emmet asintió.

–Quiero que sea niña, y que se parezca a ti. Que tenga esos estupendos ojitos marrones, y el mismo color de cabello. Estoy seguro de que sería tan hermosa como tú, y eso me traería problemas– bromeó pero en el fondo hablaba en serio. Malditamente en serio. ¿Una hija con la belleza de Ariana? Eso lo convertiría en el papá más celoso y protector del mundo entero.

–Hoy tuve consulta con el obstetra, y me dijo que todavía no es visible el sexo–

–¿Y cómo marcha todo?–

–El doctor dijo que estoy baja de peso, pero me recetó vitaminas y suplementos–

Sí, Emmet la veía más delgada. Algo preocupante desde luego.

–Quiero que las tomes al pie de la letra, y que sigas cada indicación médica–

Ariana sonrió y asintió.

–Lo haré. Me esforzaré mucho para llegar al peso ideal, y que nuestro bebé crezca sano y fuerte–

Sin poder evitarlo, Emmet exhaló frustrado.

–No sabes lo que daría por haber estado ahí contigo. Por salir de esta maldita prisión, y poder estar a tu lado, viviendo esta etapa, cuidándote y cuidando también a esta pequeña cosita que llevas dentro. Muero de angustia sólo de pensar en que algo malo pudiese sucederles mientras yo estoy aquí...–

Ariana se acercó a él.

–Nada malo va a pasarnos– le dijo intentando tranquilizarlo. –He aceptado al guardaespaldas para que vaya conmigo a todos lados, y por el bebé no tienes que preocuparte. Yo me ocuparé de cuidarlo. Te prometo que lo haré–

Emmet cerró los ojos, y bajó la cabeza.

Confundida, la cantante se preocupó al ver el cambio en su expresión

–Ariana, quiero que me prometas algo– le dijo en un tono diferente.

De pronto Emmet parecía angustiado. Eso la confundió aún más.

–¿Qué cosa?– preguntó.

El rubio tomó aire y después lo soltó. Se había puesto demasiado tenso.

–Quiero que me prometas que no volverás a este lugar–

La cantante dio un respingo de sorpresa.

–¿Qué? No, no puedes estar hablando en serio– le pidió. ¿Dejar de ir a verlo? ¡Nunca! No podría.

A Emmet le dolía el corazón por tener que pedirle aquello, pero era necesario.

Ariana negó.

–No, no, Emmet. No puedo prometerte eso. ¿Cómo puedes siquiera pensarlo?– le recriminó con ojos llorosos.

Desolado, el rubio se acercó a ella, y acarició el femenino rostro mientras la observaba.

Ella era tan hermosa, tan delicada, sólo de pensar en que se encontraba respirando el mismo aire que los más peligrosos criminales, se ponía histérico. No podía soportarlo.

–Este no es sitio para ti, Ariana, y aún menos ahora que estás embarazada. No quiero exponerte ni exponer al bebé–

–Pero, Emmet...–

Él negó antes de dejar que continuara hablando.

–Pero nada. Sabes que tengo razón. Además no quiero que tu nombre se vea relacionado con este lugar, y tampoco quiero que alguno de estos días aparezca por ahí una fotografía en donde te vean entrando o saliendo de aquí. La prensa te acosaría sin piedad. Tendrás demasiado cuando el embarazo se dé a conocer, así que no debemos añadirle esto–

–No quiero que ellos se enteren nunca de que voy a tener un hijo. Quiero mantenerlo oculto para protegerlo–

–Un hijo es algo que no puedes esconder, Ariana– señaló él. –Quizás ahora puedas ocultar tu estado con esas sudaderas grandes, pero en un par de meses no podrás hacerlo, y cuando nazca mucho menos–

Ariana era consciente de ello, pero aun así se sentía reacia a compartirlo con el mundo.

–Me siento terriblemente mal de pensar en que tendrás que afrontar todo esto sola, pero Ariana, tienes que ser muy valiente, ¿me oyes? Te van a preguntar por el bebé, y también por el padre, pero tú debes permanecer en silencio. No puedes revelarles mi identidad porque el acoso será peor, y ten por seguro que nuestro hijo será el protagonista de las notas más amarillistas. Tenemos que evitarlo–

Sí, Ariana también había pensado en eso. No pudo estar más de acuerdo.

–Por eso es importante que me prometas que no volverás, y te mantendrás lejos de aquí, y de cualquier cosa que pueda relacionarte conmigo–

De lo contrario los descubrirían tarde o temprano, y los medios de comunicación terminarían chupándose los dedos. La noticia contendría todos los ingredientes jugosos y morbosos... La famosa diva del pop embarazada de su guardaespaldas, quien estaba encarcelado inculpado de robo y otro montón de delitos ilícitos. Sin duda el escándalo del año.

No, no podía hacerla pasar por eso.

–Emmet...–

–Ariana, me duele en el alma pedírtelo, pero es lo más sensato. Por favor, promételo–

A la castaña no le quedó más opción que aceptarlo. Se le quebraba el corazón, pero entendía que era lo mejor no sólo para ella, sino también para su pequeño.

Intentando contener el llanto asintió.

–Está bien, Emmet, yo... yo lo prometo–susurró, y se abrazó a él. –Todo el tiempo estaré extrañándote y pensando en ti. Te escribiré cartas–

El rubio acarició su cabello, y la pegó a su pecho.

–Yo también te escribiré, mi amor, y pensaré en ti cada día y cada noche– la abrazó, y besó su frente. –¿Sabes? Me siento muy afortunado de tenerte, de que me ames, y de que vayas a darme un hijo–

Ariana de inmediato negó.

–La afortunada soy yo. Nada me llena de más orgullo que llevar a tu hijo en las entrañas–

Se miraron a los ojos, y se sonrieron. Unieron sus bocas en un beso cargado de amor, felicidad y sufrimiento. Todo en un mismo sentimiento.

–Garrett... El tiempo se ha terminado– el guardia abrió la puerta, y les informó.

Emmet asintió, pero no dejó de mirar a su mujer.

No se acercó a ella, ni le dio un beso más de despedida. No podía, sin embargo bajó a su oído y le susurró...

–Te amo– se alejó, pero no dejó de mirarla.

Ariana dibujó en sus labios su respuesta... Te amo, fue su contestación.

El rubio la leyó a la perfección.

Le dedicó una última sonrisa, a pesar de que deseaba gritar sólo de pensar en que no sabía cuándo sería la próxima vez en que vería su preciosa carita.

Las lágrimas de la castaña salieron al instante, porque en aquel instante ella pensó exactamente lo mismo.

Su corazón dolió, pero estaba decidida a hacer lo que él le había pedido... Ser valiente.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------

Cubriéndose con una gorra de beisbol, y siendo escoltada por su guardaespaldas, Ariana salió de prisión por una de las puertas laterales, y ambos corrieron hasta la camioneta.

Jason la ayudó a entrar, y cuando cerró la puerta miró hacia cada punto a su alrededor asegurándose de que ninguna persona con cámara estuviese al acecho.

Cuando se aseguró de eso, prontamente entró y se colocó tras el volante.

Dio marcha al motor, y enseguida tomó camino hacia la carretera que los llevaría hasta la finca.

–¿Le fue bien?– preguntó él mientras conducía.

Ariana asintió.

–Gracias por haberme traído, Jason. Con esto te has convertido en mi amigo–

Muy a su pesar, el guardaespaldas se encontró de pronto sonriendo.

–Ya le dije que no tiene nada que agradecer. Me alegra haber contribuido a hacerla un poco feliz, y a Garrett también. Supongo que se emocionó mucho al verla, y al ver la fotografía del ultrasonido. Creo que cualquier hombre estaría loco de contento al saber que será padre con la mujer que ama–

La sonrisa de Ariana apareció, aunque no se encontraba del todo animada.

–Sí, está muy ilusionado–

–¿Y usted por qué ya no lo está?– le preguntó Jason con el ceño fruncido.

–Porque Emmet me hizo prometerle que no volveré a visitarlo–

El guardaespaldas asintió y lo comprendió.

–Bien. Yo hubiese hecho lo mismo– respondió. –Una mujer como usted, embarazada y todo, no debería siquiera poner un pie en esa cárcel. Él sólo está protegiéndola–

Ariana suspiró.

–Lo sé, y lo he aceptado. Pero... no sé cómo haré para resistir todo este tiempo sin verlo–

–Va a conseguirlo– le dijo el guardaespaldas. –Usted es de acero, y lo logrará–

De nueva cuenta la castaña le agradeció, y después de aquello permanecieron en silencio.

Veinte minutos transcurrieron cuando consiguieron llegar hasta la finca, sin embargo cuando lo hicieron, se encontraron con algo que los sorprendió bastante.

La castaña parpadeó por unos momentos hasta cerciorarse de que realmente se encontraba viendo bien.

Se dio cuenta de que no eran imaginaciones suyas, y entonces la confusión la llenó.

–¿Pero qué es esto?– preguntó consternada.

La misma pregunta se hizo Jason Momoa que detuvo la camioneta a unos metros de distancia.

Por alguna extraña razón, la entrada de la finca se encontraba repleta de reporteros y más reporteros asediando el inmenso portón.

Sin embargo cuando se dieron cuenta de que el vehículo había llegado, corrieron hasta él y lo rodearon mientras pedían a gritos que Ariana saliera y les concediera una entrevista.

–¡Ariana!–

–¡Ariana, por favor sal!–

–¡Ariana!–

–¡Arianaaa!–

El número de personas que se encontraban ahí afuera pidiendo por ella era sorprendente.

Ariana se sintió confundida, pues aquello resultaba completamente extraño.

Hasta entonces la prensa había sido respetuosa con ella y con su privacidad cuando se encontraba en Boca, y por ello no entendía qué demonios era lo que había ocurrido.

–¿Crees que haya pasado algo?– le preguntó Ariana a Jason.

El guardaespaldas no supo qué responderle porque no tenía idea. También le parecía extraño.

En ese momento el celular de Ariana comenzó a sonar.

Al ver que era Scooter quien llamaba, la cantante sintió un nudo en la garganta.

Algo no le dio buena espina, pero finalmente contestó.

–¿Scooter?– habló un tanto insegura.

–Ari, los medios de comunicación ya se han enterado de tu embarazo. Te captaron saliendo del consultorio médico, y ahora han esparcido por todo internet la noticia de que tendrás un hijo–

–¡Ay no!– exclamó la cantante angustiada. –¡Scooter, dime que es una broma!–

–Lo lamento, Ariana, pero es verdad, y puedes comprobarlo tú misma si entras a tus redes sociales–

La cantante cerró los ojos, y exhaló consternada.

–Esto no puede estar pasando...–

–Escucha, linda, sabemos que esto no será un simple rumor. Esta vez el rumor se volvió realidad, y sabes cómo será todo esto–

–Scooter, justo estoy viviéndolo. Los reporteros tienen rodeada la finca de mis abuelos–

–¿Estás con tu guardaespaldas?–

–Sí, sí. Estamos en la camioneta. No hemos entrado todavía–

–De acuerdo, entra de una vez, y no dejes que te vean. Lo mejor será que no salgas a la calle en los siguientes días, mientras encontramos la manera de quitárnoslos de encima–

Sintiéndose demasiado tensa, Ariana consiguió asentir.

–S...sí, está bien, Scooter, por favor haz algo–

–Lo intentaré, Ariana, pero quiero que seas consciente de que esta vez no puedo salir a desmentir nada–

La angustia de nuevo llenó a la cantante. Se despidió de su representante y enseguida colgó.

–¿Ya lo saben?– preguntó Jason que había sabido bien interpretar la llamada.

Con expresión preocupada, Ariana asintió.

–Están aquí en busca de mis primeras declaraciones– respondió enfadada y al borde del llanto.

–No pierda la calma– le pidió el guardaespaldas. –Entraré a dejarla sana y salva, y después volveré para encargarme de ellos. Mientras tanto no baje las ventanas. ¿Está lista?–

Ariana tomó aire y asintió.

Jason encendió la camioneta de nueva cuenta, y comenzó a avanzar obligándolos a hacerse a un lado.

El portón fue abierto al instante, y entonces consiguieron entrar cerrándola prontamente.

El guardaespaldas corrió a la puerta trasera para ayudarla a bajar, y decirle de nueva cuenta que no se preocupara, pero Ariana ni siquiera lo miró.

Ella bajó del vehículo a toda prisa, y sin decir nada más, entró a la gran casa.

Dentro, su familia ya la esperaba.

Todos estaban enterados de lo que había pasado.

–¡Ariana!– exclamó Liam, y prontamente avanzó hacia ella junto con Ansel.

El abuelo y Nonna los siguieron.

–Mi niña, ¿cómo te sientes?– le preguntó la anciana con preocupación.

Pero Ariana negó.

–Ahora no– les pidió. –Por favor déjenme sola–

Entonces subió las escaleras y segundos después se escuchó la puerta de su habitación cerrarse.

Allá dentro, Ariana no pudo seguir conteniéndose las lágrimas, y estas resbalaron por sus mejillas hasta caer por su mentón.

Ahora lo sabían. Sabían sobre su embarazo, todo el mundo, y ella no sabía cómo demonios debía lidiar con eso.

Se había dicho que iba a defender a su hijo, que lo haría contra todos y contra todo.

No había querido que ellos lo supieran, porque solamente de aquel modo conseguiría mantenerlo protegido, pero no lo había logrado.

No hubiese querido llorar por ello, hubiese querido mantenerse firme, sobre todo después de haber visto a Emmet, pero no podía evitarlo.

Aunque sabía que quizá el sentimiento podía deberse más a sus descontroladas hormonas y sus constantes cambios de humor, sollozó con gran fuerza.

En ese momento tocaron a su puerta.

En medio de su llanto, Ariana negó. No quería ver a nadie, se los había dejado bien en claro, sin embargo la voz que escuchó no perteneció a ningún miembro de su familia.

Era Kylie.

–¡Ariana!– le gritó la pelinegra desde afuera. –¡Ariana, ábreme, soy Kylie! ¡Vamos, me han dicho que no quieres hablar con nadie, pero yo no pienso irme sin antes verte! ¡Todos estamos preocupados por ti!–

Ariana exhaló, y decidió abrir la puerta para su mejor amiga.

Kylie entró de inmediato, y lo primero que hizo fue abrazarla.

–Cálmate, Ari– le pidió.

–Se han enterado, Kylie– exclamó Ariana entre sollozos.

–Ya lo sé– respondió. –Me he enterado y lo primero que he hecho es venir aquí a ver cómo estás–

La castaña intentó limpiar sus lágrimas aunque estas seguían brotando.

–Pues ya has visto que no estoy nada bien–

–Ari...– enseguida la tomó de las manos. –Tranquilízate, este no es el fin del mundo. De todos modos tenían que enterarse algún día–

–No, noo– contestó la cantante. –Yo quería que no se enteraran nunca–

–¿Querías mantenerlo oculto por siempre?– cuestionó Kylie.

Ariana asintió.

–Pues sí–

–Pero eso es una locura. Suena como a reality show. No creo que funcionaría– le dijo.

–No quiero que mi niño aparezca en ninguna de esas notas farándula, Kylie. No quiero que lo acosen sólo por ser hijo mío–

–Y eso sin contar que su padre está en la cárcel–

Ariana cerró los ojos en un gesto de angustia, y se tapó el rostro con ambas manos.

De inmediato Kylie hizo que la mirara.

–Hey, hey, Ariana, no te pongas así. Es cierto, la prensa muchas veces ha llegado a ser cruel, pero este pequeño tiene a una madre que lo defenderá con garras si es necesario, ¿o me equivoco?–

Muy a su pesar, Ariana negó.

Kylie no se equivocaba. Ella estaba en lo cierto. Iba a proteger a su bebé, costara lo que costara. Sin importar qué.

–Nada malo ocurrirá. Además... tienes que saber, que no todos en este mundo son malos. Hay gente buena, Ari, y gente que te quiere por quien eres. ¿Olvidas a tus Arianators? Quizás no hayas tenido ánimo alguno para entrar a Twitter, pero estos fans tuyos están vueltos locos con la noticia. Ellos están felices por ti, y tienes que verlo por ti misma– entonces tomó su celular, entró a la aplicación, y después se lo mostró.

Ariana comenzó entonces a leer dichos tweets.

Ahí pudo encontrarse con el cariño verdadero que sus fans le demostraban día a día, y en esos momentos más que nunca.

Tweets en los que le decían que la amaban, y que ahora amaban a su hijo también, que la apoyaban pasara lo que pasara, que estaban con ella, y que lo estarían siempre. ¡Cielo santo ellos incluso habían formado grupos para tejer chambritas y enviárselas!

Eran increíbles.

Las lágrimas continuaron pero esta vez ella sonrió.

Kylie también lo hizo.

–¿Lo ves? Adoran a este niño. ¡Ya tiene su propio club de fans! Eso sólo ocurre cuando tu madre es la mismísima Young Ariana Run Pop

Esta vez la sonrisa de Ariana se hizo mayor, y muchas ilusiones se albergaron en su corazón.

Abrazó a su amiga.

–Gracias, Kylie, gracias por ser como eres, y por nunca dejarme sola–

La pelinegra también le sonrió.

–No tienes que agradecerme nada. Quiero a Emmet como a un hermano, y desde que te conocí comencé a quererte como una hermana. Los hermanos se apoyan siempre–

---------------------------------------------------------------------------------------------------------

Aquella noche, en la serenidad de su habitación, Ariana se sintió en paz y tranquila por primera vez desde hacía muchas otras noches.

Era cierto que todavía le dolía en el alma saber que su amado se encontraba en prisión, pero estaba decidida a afrontarlo y a ser valiente, hacer que desde donde Emmet se encontrara, se sintiera orgulloso de ella.

El hecho de que ahora todo el mundo estuviese enterado de la existencia de su hijo la había puesto mal en primer instante, pero ahora ya no la afectaba más.

Sobrellevar la situación y dar lo mejor de ella era lo que Ariana haría a partir de ese instante.

Se dedicaría a estar relajada, y se ocuparía de cuidar a su criatura.

Casi se había llegado la hora de dormir, y Ariana se sentía un poco cansada después de todo el ajetreo, sin embargo no quería dormirse sin antes iniciar con eso que le había pedido su corazón...

Un diario.

Escribiría un diario en el que al final de cada día, le contaría al bebé cómo se sentía, y todo lo que pasaba por su cabeza.

Quizá cuando él fuera mayor podría leerlo, y eso la llenó de una interna emoción cálida.

Entonces tomó un bolígrafo y comenzó a contarle a su pequeño que aquel día había hecho felices a millones de personas en todo el mundo cuando se enteraron de que venía en camino.

_________________________________________________________________

¿Niño o niña?

Ariana quiere niño...

Emmet quiere niña...

¿Qué quieren ustedes? ¡Qué comiencen las votaciones!

👶🏼🍼👶🏽🎀

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top