Capítulo 28
En cuanto llegaron al hospital, y las enfermeras vieron el estado en el que había llegado la joven castaña, le pidieron a Emmet que la colocara en una de las camillas.
–¡Está embarazada!– gritó él desesperado. –¡Está embarazada y no deja de sangrar!–
–¡Emergencia! ¡Emergencia!– gritaron ellas comenzando a realizar la rutina para aquellos casos.
–¡Llamen al doctor Denzel!–
–¡Revisen los signos vitales!–
Ariana se encontraba recostada sobre la camilla. Le habían colocado oxígeno, y revisaban su presión mientras era llevada a toda velocidad hacia el quirófano.
Emmet tomaba su mano y corría junto a ella, sin soltarla.
Los ojos grises inundados en lágrimas, mirando a la mujer que tanto amaba, pálida, frágil y más vulnerable que nunca. Tan débil que le dolía a él mismo.
El doctor Denzel que había sido solicitado momentos antes, apareció rápidamente.
–¿Cuál es el cuadro de la ingresada?– preguntó prontamente.
–Embarazo con posible aborto natural. Disminución de la frecuencia cardiaca y la presión arterial. Su respiración es nula–
–¡Llévenla a terapia intensiva!– ordenó entonces el doctor. –¡Intervendremos de inmediato!–
–Emmet...– Ariana abrió la boca con gran esfuerzo, y lo llamó en medio de su convalecencia.
Emmet limpió sus lágrimas.
–Vas a estar bien, preciosa, te prometo que vas a estar bien– él tomó su mano, y besó el dorso.
–Huye– le susurró ella. –Vete. Te...te atraparán–
Pero el rubio negó.
–Jamás te dejaré, Ariana. Jamás– juró.
Entonces llegaron hasta las puertillas del quirófano.
El doctor detuvo a Emmet.
–Lo lamento, señor, pero no puede entrar–
Los ojos del rubio no dejaron de mirar a Ariana hasta que la vieron desaparecer mientras el corazón le explotaba de angustia.
Entonces Emmet lo tomó de las solapas de su bata, apretándolo y sorprendiéndolo un tanto por tal reacción.
–Sálvela, doctor– le suplicó con voz rota. –Por favor sálvela, y salve a mi hijo–
El doctor sintió pesar por el dolor que vio en el rostro de ese hombre, y comprendió su violenta reacción.
Alzó las manos en señal pacífica.
–Haré todo lo que esté en mis manos. Se lo prometo. Por favor guarde la calma, y sea paciente– intentó tranquilizarlo, y después de eso entró por las mismas puertillas en las que habían metido a Ariana momentos antes.
Emmet se quedó entonces en la quietud de la sala de espera.
Colocó ambas manos hechas puño en la pared, e inclinó su frente sobre ella.
Nunca en su vida se había sentido tan inútil, tan aterrado.
Un aborto espontáneo, habían dicho las enfermeras.
Él había escuchado antes aquella expresión, sabía lo que significaba, pero jamás había imaginado que pudiese implicar tanta sangre, o que causara tanta desesperación, tanta angustia.
Un dolor incomprensible se desenvolvió en su interior.
El corazón le bombeaba con descomunal fuerza, y su mente continuaba torturándolo con los recuerdos... Recuerdos de Ariana envuelta en sangre. El color rojo descendiendo de entre sus piernas, manchando el vestido color melocotón que había llevado.
Emmet palideció, y tuvo más miedo que nunca. Se sintió mareado, y de pronto la vista se le nubló.
Tuvo que apoyarse de nueva cuenta en la pared, y entonces comenzó a hacer lo que hacía mucho tiempo no hacía... Se puso a rezar.
Rogó al cielo por Ariana, rogó que ella estuviera bien, que se salvara, y también rogó por el bebé de sus entrañas. El pequeñito que se había formado mediante su simiente dentro de ella.
Apesumbrado, Emmet cerró los ojos, y contuvo las lágrimas.
Tenía que ser fuerte. Tenía que serlo por su amada, y por el hijo de ambos.
Ellos eran lo más importante, y entonces no pudo seguir siendo más egoísta.
Sacó su celular, y comenzó a marcar.
–¿Diga?– la voz de Liam fue quien respondió.
Emmet tragó el nudo de su garganta.
–¿Liam?–
–Él habla, ¿quién es usted?–
La voz de Emmet se encontraba irreconocible debido a su llanto.
–E...Emmet– respondió.
–¿Emmet? ¡Cielo santo! ¡Emmet, dime en dónde está mi hermana! ¡Dime si ella está bien! ¡Maldición, dilo ya!–
–Liam, tu hermana está en el hospital. Ella... Ella tuvo una especie de... de aborto involuntario–
–¡¿Qué?! ¡¿Perdió al bebé?!–
–N...no... ¡No lo sé!– respondió Emmet. –No lo sé. No sé nada todavía–
–¡¿En dónde está?!–
–Estamos en el Centro Médico de Wellington–
–Vamos para allá. Lo lamento, pero tendré que decirle a papá de esto, y seguro él también querrá ir–
Emmet comprendió, y estaba preparado para aquel hecho.
–Lo sé. Lo importante ahora es Ariana– colgó la llamada, y después de eso se permitió derrumbarse.
Sabía que si perdía a su hijo le destrozaría la vida, pero si perdía a su preciosa castaña de ojitos color miel... ¡Oh, joder! Sí la perdía Emmet no iba a soportarlo.
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Liam y Ansel encontraron a Emmet sentado en uno de los asientos de la sala de espera, con los codos apoyados sobre las rodillas, la cabeza entre las manos, y los dedos formando túneles entre su pelo, mientras su gran cuerpo no dejaba de temblar.
Alzó la cara cuando escuchó que lo llamaban, y entonces los hermanos de Ariana observaron el desconsuelo en sus ojos.
Prontamente corrieron hacia él. Los dos parecían demasiado asustados.
–¿Có...cómo está mi hermana?– Ansel fue el primero en hablar.
–¡Habla, Emmet!– exigió Liam de inmediato.
Pero el doctor no había salido a dar noticias.
Hacía tres horas que Emmet no sabía nada de Ariana, y desde entonces el tiempo se había hecho su peor enemigo, y él estaba a punto de enloquecer ante la desesperante espera.
–Todavía no lo sé. El doctor no ha aparecido, y no me dicen nada. ¡No sé si Ariana está bien, tampoco sé si el bebé está bien, y yo no sé qué hacer, me estoy volviendo loco!–
Liam y Ansel exhalaron, y cerraron los ojos consternados.
Habían llegado ahí con la esperanza de que su hermana y él bebé se encontraran ya fuera de peligro.
Lamentablemente no era así.
Sin embargo aún en medio de su preocupación, tenían que decir algo sumamente importante.
–Escucha, Emmet, papá también está aquí, y vino con un montón de policías, lo mejor será que huyas. Puedes salir por la puerta trasera– le dijo Liam, y Ansel asintió en complicidad.
Emmet exhaló.
Les agradecía, pero no pensaba huir, no con Ariana ahí, a punto de perder al hijo de ambos.
Se quedó muy quieto, y por un segundo permanecieron todos en silencio. Justo en ese momento Robert Butera apareció.
Cuando Emmet lo miró, su mente permaneció bloqueada.
La mirada furiosa y marrón se fijó en él en primer instante, y entonces su dedo lo apuntó.
–¡Atrápenlo!– dio la orden casi de inmediato, y detrás de él aparecieron un montón de policías preparados para su detención.
El rubio permaneció congelado. Ni siquiera pensó en huir. Se quedó de pie esperando lo peor.
Fue hasta que lo esposaron cuando Emmet fue consciente de que lo llevarían a prisión en ese instante, y comenzó a forcejear de inmediato.
–¡Nooo!– gritó en medio de su desesperación. –¡Necesito saber cómo está Ariana! ¡Necesito saber cómo está! ¡Por favor no me saquen de aquí!!– suplicó desolado. –¡Por favor no me lleven! ¡No sin saber si ella está bien!–
Pero a pesar de sus suplicas, Robert no tuvo piedad.
–Llévenselo de aquí, y no permitan que vuelva a escapar. ¡Lo quiero refundido en la cárcel!– ordenó.
Liam y Ansel observaron la escena atónitos.
–Papá, no tenías que ser tan duro con él– exclamó Ansel, pero refrenó su boca antes de que se le saliera que aquel era el padre del hijo de Ariana.
Robert lo miró con furia.
–Esa escoria no se merece ni una pizca de mi bondad. ¡Secuestró a tu hermana, y por culpa suya ella ahora está ingresada en este maldito hospital! ¡Lo acabaré!–
–Bueno, papá, disculpa que te lo diga, pero resulta obvio que no secuestró a Ariana, más bien ella fue con él por voluntad propia–
La respuesta de Ansel aumentó por mucho el enojo de Robert que estuvo a punto de ponerse a saltar por las paredes.
–¡Nunca vuelvas a repetir eso!– le exigió. –Ese infeliz se la llevó a la fuerza. Ariana no habría ido con él, no después de haberse enterado de su asquerosa farsa–
Liam decidió entonces no compartir su punto de vista con respecto a aquel tema. Exhaló tenso, y cerró los ojos anhelando con todo su corazón que su hermanita pequeña y el hijo que llevaba en sus entrañas estuviesen bien.
Eso era todo lo que importaba.
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Ariana se encontraba en aquella cama de hospital. La bata celeste haciendo contraste con la palidez de su piel.
Conectada a mangueras de oxígeno, y una bolsa de suero intravenoso, con el rostro demacrado y poquísimas fuerzas, la cantante consiguió sonreír y cerrar los ojos en agradecimiento.
El doctor acababa de decirle que su bebé estaba bien, que habían conseguido detener la hemorragia, y que con ello habían logrado detener el desprendimiento del embrión.
Lágrimas de felicidad aparecieron.
Después de haber pasado por horas y horas de angustia, aterrada ante la posibilidad de perder a su hijo, Ariana no pudo evitar los sollozos de alegría.
Su bebé estaba bien. Ella había luchado por él, y había vencido. Se había aferrado a él, y no había permitido que le fuese arrebatado.
Sabía que Emmet iba a estar orgulloso de ella, y no pudo evitar sentir su corazón rebozando de amor.
Pensar en aquel rubio de ojos plateados al que amaba con toda su alma, y en el hijo que ambos habían procreado, hacía que su cuerpo se llenara de cálidos sentimientos, y un montón de ilusiones, sin embargo en ese momento a pesar de la felicidad que la llenaba, había en su interior algo que la mantenía demasiado inquieta.
Necesitaba saber de Emmet. Necesitaba saber que él seguía ahí.
>¡Cielo santo, no permitas que mi padre lo haya encontrado!< suplicó desde el fondo de su alma.
Emmet era su vida entera, y si volvían a encerrarlo...
¡No!
Enseguida se enderezó e intentó salir de la cama.
El doctor la miró con verdadera preocupación.
–¡Señorita Butera, por favor no se mueva!– le pidió. –El estado de peligro todavía no ha pasado. Debemos tenerla en observación–
Ariana intentó tranquilizarse un poco, aunque no lo logró del todo.
–Quiero ver a Emmet. Se lo ruego, quiero verlo–
El doctor dedujo que Emmet debía ser el hombre que la había llevado hasta ahí, ese hombre que parecía amarla más que a nada en el mundo, el que había llorado por ella en la sala de espera durante horas.
No quería tener que decirle que las personas que habían llegado proclamando ser sus familiares, habían llegado con un séquito de policías que se lo habían llevado esposado seguramente con destino hacia alguna prisión.
–Dígale que venga, se lo ruego. Necesito verlo– Ariana continuó desesperada.
El doctor carraspeó nervioso.
–Eh... Escuche, señorita, avisaré a sus familiares que...–
Ariana negó y parpadeó casi en shock.
–¿Mi...mi familia?– repitió dentro de su propio trance emocional.
Entonces todo estalló.
Ella supo al instante lo que había sucedido.
Su padre estaba ahí. Y eso significaba que Emmet había sido atrapado.
Las lágrimas aparecieron una vez más, pero esta vez fueron de angustia.
>¡No, no, noooo! Por favor, por favor, que haya huido, que Emmet se haya ido antes, por favor< rogó internamente, sin embargo su corazón le decía que él se había quedado, que Emmet no se había marchado.
El doctor pareció entonces bastante consternado por verla en aquel estado. Se sintió de pronto como un inútil porque verdaderamente no tenía idea de qué hacer para tranquilizar a aquella mujer.
–Yo... yo iré a llamarlo, pero por favor tranquilícese–
Pero Ariana no iba a tranquilizarse hasta que no viera a Emmet.
Soltando un largo suspiro, el doctor salió de la habitación, y fue directo con la familia de la paciente.
–¿Familiares de la señorita Butera?– preguntó un tanto alterado.
Por la expresión en el rostro del doctor, Ansel y Liam se temieron lo peor. Casi pudieron escucharlo decir que su hermana había perdido al niño.
Gracias al cielo no fue aquello lo que escucharon.
–La paciente está bien. Hemos conseguido estabilizarla, y el aborto ha sido interrumpido. Tanto ella como el bebé siguen en observación porque el período de peligro no ha pasado en su totalidad. Sin embargo las posibilidades son favorables–
Liam y Ansel fueron entonces los hermanos más felices del mundo. Sonrientes, se miraron el uno al otro, y compartieron un abrazo fraternal.
Sin embargo no todos ahí compartieron la misma felicidad.
La expresión en el rostro de Robert Butera fue legendaria. Se quedó petrificado.
Todo color lo abandonó, y sus ojos marrones se convirtieron de pronto en carbones.
Por un instante creyó haber escuchado mal, sin embargo al segundo se dio cuenta de que todo había sido real.
El doctor había hablado de su hija, y también de un bebé.
¿Un bebé?
–¡¿Qué demonios ha dicho?!– le preguntó al doctor, y por segunda vez en aquella noche, el pobre hombre fue sujetado de las solapas de su blanca e impecable bata médica. –¡Repita lo que dicho!– exigió furioso.
Liam fue el primero en intervenir. De inmediato los separó, y se colocó entre ambos, evitando que su padre fuese a hacer una estupidez.
–¡Papá, cálmate!–
Esta vez toda la atención de Robert fue hacia sus dos hijos.
–¡Ustedes lo sabían, ¿cierto?! ¡Ustedes lo sabían!– los acusó enfurecidamente. –¡¿Por qué nadie me lo dijo?!–
Tanto Ansel como Liam creyeron que en cualquier segundo su padre estallaría debido a la furia. Jamás lo habían visto tan rabioso y arrebatado.
Tuvieron miedo de su siguiente reacción, sin embargo lo que sucedió los dejó todavía más perplejos.
A Robert Butera lo derrumbó un dolor en el pecho. Colocó su mano justo en el lado de su corazón, pero nada pudo evitar su caída.
Al segundo los paramédicos actuaron. Lo cogieron del suelo, y prontamente lo colocaron sobre una de las camillas para trasladarlo.
El doctor Denzel también fue rápido.
–¡Controlen la presión arterial, el pulso y la temperatura!– exigió de inmediato. –¡Preparen todo para el electrocardiograma!–
Ansel y Liam intentaron correr junto con él, sin embargo antes de ir, el doctor los detuvo.
–Su hermana...– les dijo un tanto agitado. –Ella está muy inquieta. Alguien debe ir a tranquilizarla. Tienen pase libre a su habitación– después de aquello corrió para atender la nueva emergencia.
Al enterarse de que los necesitaba, los hermanos Butera fueron corriendo a toda prisa hacia la habitación en la que sabían que Ariana se encontraba.
Como niños pequeños pelearon por ser el primero en entrar quedando atorados por unos segundos en el arco de la puerta.
En cualquier otra circunstancia, la castaña hubiese sonreído al verlos peleando de aquel modo, sin embargo en esos momentos lo único que deseó fue ser abrazada por ellos.
Y exactamente aquello mismo fue lo que ambos hicieron.
Abrazaron a su hermana, y le demostraron en aquel abrazo que la amaban incondicionalmente y que siempre, siempre, en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia, iban a estar con ella apoyándola hasta el final.
–Necesito ver a Emmet– suplicó su voz rota.
Sus lágrimas fueron como puñaladas para los dos.
–Ariana...– Liam intentó encontrar la manera de decírselo, pero no pudo hallarla en aquel momento.
–Necesito verlo, por favor– Ariana continuó sollozando, y todo su dolor fue traspasado hacia sus hermanos, que lamentaron profundamente verla tan destrozada y herida. –¡Yo lo amo! ¡Y él me ama también! ¡Quiero que esté aquí!–
Entonces Liam exhaló y tomó una importante decisión.
–Yo iré por él, hermanita...– se acercó a ella, y acarició su cabello mientras depositaba un tierno beso sobre su frente. –Y lo traeré. Voy a traer al papá de tu hijo, pero por favor, tranquilízate–
Más tranquila, Ariana sorbió sus lágrimas, y miró fijamente a su hermano mayor.
–¿Me lo prometes?–
Liam asintió mirándola con emotividad.
–Te lo prometo, Ari– fue una promesa. Entonces salió de la habitación.
Ansel ocupó entonces un lugar en la cama junto a Ariana, y la abrazó con gran fuerza.
–Tranquila, Ari– le sonrió. –Liam se encargará de que dejen libre a Emmet, y entonces los dos podrán ser felices junto a su hermoso bebé–
Ariana cerró los ojos, y deseó aquello con toda su alma. Su más grande anhelo. Rogó al cielo por ello.
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Liam salió del pasillo de habitaciones, y lo primero que hizo fue exhalar con tensión mientras cubría su rostro con una mano para calmarse un poco.
Le había prometido a su hermana que le traería a Emmet de vuelta, sin embargo no tenía idea de cómo demonios haría para lograrlo, y lo más importante... ¿Cómo demonios haría para ponerse en contra de su propio padre?
En ese momento se sintió dentro de un dilema, sin embargo supo bien qué era lo que debía hacer, y eso era cumplir lo que había prometido.
Ariana confiaba en él, y Liam simplemente no iba a fallarle.
Se acercó a una enfermera para preguntarle sobre el estado del patriarca Butera, y cuando le dijeron que habían conseguido estabilizarlo en cuestión de minutos, no se dirigió a su habitación para verlo, sino que buscó de inmediato la salida del hospital, sin embargo antes de que lograra salir, encontró a sus abuelos que recién llegaban.
Nonna y el abuelo parecían demasiado angustiados. Hacía apenas un par de horas que se habían enterado de lo sucedido, y no habían dudado ni un instante en ir hasta ahí para verla.
En cuanto lo vieron, los dos ancianos corrieron hacia él.
Marjorie se abrazó de su nieto mayor, y besó su mejilla con cariño.
Frank colocó la mano en el hombro de Liam, y lo estrujó.
–¿Cómo está mi niña?– preguntó la anciana verdaderamente preocupada.
–Dinos que mi principessa está bien. Por favore, Liam, dinos que ella está bien–
–Tranquilos, tranquilos– respondió el chico prontamente. –Ari está bien. Ha sido una guerrera, y consiguió salir de esta–
–¿Significa eso que el pequeño bambino ha sobrevivido? ¿No lo perdió?– la sonrisa ilusionada en el rostro de Frank Grande fue gigantesca.
Liam miró a su abuelo con sorpresa.
–¿A...abuelo, pero tú cómo sabes sobre...–
Nonna lo interrumpió.
–Yo se lo dije. Ariana me lo contó la mañana de Navidad. Quería esperar a que fuese ella quien se lo contara, pero después de esto tuve que decírselo–
Liam comprendió, y luego de aquello sonrió ampliamente.
–Consiguieron detener el sangrado, y no hubo ningún aborto espontaneo. El bebé sigue creciendo dentro de mi hermana–
La felicidad se reflejó al segundo en sus rostros. También la emoción y la ternura.
Su nieta iba a tener un hijo. Ellos iban a tener un bisnieto.
Sangre de su sangre.
Su dinastía.
–¡Grazie al cielo!–
–¡Qué maravilla!–
–¡Sí!– Liam compartió su alegría. –Igual que su madre, el pequeño fue muy valiente–
Lágrimas de felicidad y tranquilidad aparecieron en el rostro de la abuela.
Frank también estuvo a punto de llorar, sin embargo él se contuvo, aunque la sonrisa ilusionada perduró.
–Lleva sangre italiana en sus venas... ¡Mio piccolo!–
–Quiero ver a Ariana– dijo Nonna un tanto alterada.
–También yo– secundó el abuelo.
–Claro– asintió Liam. –Está en la habitación 15, y tenemos entrada sin restricciones. Sólo... hay un pequeño inconveniente–
–¿Un inconveniente?–
–Se trata de Emmet– respondió Liam. –La historia es larga, y... bueno, complicada de explicar, la cosa es que él está ahora en prisión, y Ariana se encuentra demasiado alterada por eso. Justo voy de camino a Boca para intentar solucionar este asunto. ¿Abuelo, vienes conmigo?–
Frank que deseaba ver a su nieta más que a nada, pero también deseaba verla bien, también deseaba su paz mental, que ella fuese feliz.
–Claro, claro, Liam. Andando–
–Nonna, ve con Ari, y abrázala muy fuerte. Ella está sufriendo mucho. Oh, y por favor dile a Ansel que esté pendiente de papá, él tuvo un malestar y tuvieron que ingresarlo–
La anciana asintió aunque se sorprendió de aquello último.
Esta vez Frank habló.
–Por favor dile a mi nieta que la amo, y que junto con Liam, haremos lo posible para que Emmet vuelva a su lado–
Los ancianos compartieron un suave beso de despedida, y luego de aquello abuelo y nieto abordaron el auto de Liam.
Marjorie por su parte entró de inmediato al hospital ansiosa por ver a su niña.
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Dos horas más tarde, Liam y el abuelo Frank consiguieron llegar a la Delegación de Boca Ratón, donde bien sabían que tenían a Emmet.
De camino, Liam había tenido que contarle al abuelo todo lo sucedido para que él pudiese comprenderlo todo.
Para ese momento Frank no podía negar que se sentía demasiado confuso, y en parte molesto y decepcionado de Emmet.
No podía creerse que aquel hombre los hubiese engañado a todos, y hubiese aparecido en sus vidas con semejantes intenciones.
Era inaudito.
Antes de que entraran al lugar, detuvo su caminar, e hizo que su nieto hiciera lo mismo.
–Liam...– le dijo seriamente. –No estoy seguro de que esto sea buena idea–
–¿Qué cosa?–
–Lo de sacar a Emmet de la cárcel, y permitir que vuelva con Ariana–
Liam exhaló.
–Abuelo... A mí también me está costando mucho perdonar lo que él hizo, y el sufrimiento que le causó a mi hermana, pero... Ellos se aman, y esa es la realidad. Emmet es el hombre al que Ariana le entregó su corazón, y no sólo eso, sino que además va a darle un hijo–
–Sí, pero ¿y él? ¿Qué nos asegura que no sigue mintiendo y todo esto es parte de su plan?–
–Emmet la ama, abuelo– muy a su pesar Liam respondió. –Se lo he visto en la mirada cuando llegamos al hospital. Las lágrimas que vi en sus ojos, el dolor y la preocupación... No lo sé, abuelo, pero yo le creo. Creo en que ama a mi hermana, y al bebé que ella espera. Y no me olvido de que siempre la protegió–
Frank permaneció en silencio.
No dijo más respecto al tema, sino que se encaminó hacia la entrada.
Liam lo siguió.
Cuando estuvieron dentro inmediatamente se acercaron con la persona encargada de recibir a las personas.
Era un hombre de mediana edad que les dio los buenos días y les preguntó si se les ofrecía algo.
–Quiero información sobre Emmet Garrett– le dijo Liam.
El sujeto rebuscó en su computador toda la información necesaria.
Al segundo apareció.
–Ha sido detenido por diversas acusaciones, la más reciente haber golpeado a tres guardias de seguridad, y después de ello haber huido de prisión. Se encuentra ahora arrestado sin posibilidad de fianza, y mañana será trasladado a la prisión del estado–
Liam frunció el ceño.
–¿Tan pronto?– preguntó consternado. –¿Por qué?
El oficial se hundió de hombros.
–Desconozco aquellas razones, sólo puedo decirle que eso ocurre con los delincuentes más peligrosos–
A Liam le pareció ridículo todo aquello. Emmet no debía ser catalogado como peligroso.
–¿Podemos verlo?–
–¿Son familiares?–
–Sí– técnicamente aquello no era mentira. Al estar con Ariana, Emmet se convertía en parte de la familia.
El oficial asintió y prontamente dio la orden para que los dejaran entrar.
Liam y Frank caminaron por el largo pasillo gris en compañía de un guardia, hasta que finalmente llegaron a la celda en la que Emmet se encontraba.
Aquel rubio que había estado sentado en el suelo, con las rodillas doblabas, y el rostro cubierto con ambas manos, se puso en pie en cuanto los vio.
Sus nudillos apretando los barrotes tan fuerte que por momentos se creyó capaz de volverlos polvo.
–¡Ariana!–gritó con desesperación. –¡Te lo ruego, Liam! ¡Dime cómo está Ariana! ¡Dime cómo están ella y mi hijo! ¡Dime que están bien, te lo suplico, dímelo!–
La agonía en la voz de Emmet parecía desoladora. El hombre estaba destrozado.
Liam de nuevo tuvo la certeza de que estaba haciendo lo correcto al ayudarlo.
–Emmet, tranquilo. Ellos están bien. Ambos–
La paz que Emmet sintió en ese momento le regresó el alma.
Sus lágrimas no cesaron, y poco le importó dar la apariencia de un ser débil.
No pudo controlar la emoción. Los sentimientos viajaron rápidamente hasta hacer explosión en su pecho.
–¡Promételo, Liam!– le exigió en tono abrumado. –¡Prométeme que los dos están bien!–
A pesar de las circunstancias, Liam le sonrió.
–Te lo juro, viejo. Están bien. En perfecto estado. Tienes que estar orgulloso de ellos. Ariana fue muy valiente y muy fuerte, puso todo de su parte para retener al bebé, y en cuanto a él...– la sonrisa se volvió más amplia. –Tu hijo luchó por su vida como un campeón–
El corazón de Emmet se llenó entonces de los más cálidos y poderosos sentimientos. El orgullo fue uno de ellos.
Sonrió.
–Gracias– le agradeció. –Muchas gracias, Liam. Estaba muriéndome de angustia aquí sin saber nada–
Liam estaba a punto de responder a sus agradecimientos, diciéndole que no tenía nada que agradecer, puesto que él tenía derecho, sin embargo antes de que pudiese hacerlo, el abuelo que había estado en silencio y un par de pasos alejado, decidió intervenir.
–Tú y yo tenemos que hablar–
Hasta ese momento Emmet fue consciente de la presencia del abuelo de Ariana. Exhaló, y alzó la frente en alto. Iba a darle la cara porque eso era lo que los verdaderos hombres hacían.
–Señor Grande...– la voz salió tensa. La vergüenza abarcó su expresión. –Yo... yo deseo disculparme con usted. Nunca quise...–
El abuelo negó y alzó la mano cortando de una sus disculpas.
–Me sentí muy decepcionado cuando me enteré de todo lo que hiciste. De tus engaños y de tus mentiras... De la manera en la que engatusaste a mi nieta–
Emmet permaneció en silencio. Incapaz de interrumpirlo, o de siquiera defenderse.
Dejó que el anciano continuara.
–Me sentí traicionado porque mirándome a la cara, me juraste que la amabas–
A pesar de que Emmet no deseaba faltar al respeto que sentía por aquel hombre, no consiguió quedarse en silencio ante aquello último que él había dicho.
–Jamás mentí con respecto a eso. Señor Grande, mis sentimientos por Ariana no fueron mentira. Me equivoqué. Hice algo horrible al entrometerme en su vida con malas intenciones, pero nunca deseé hacerle daño. Nunca deseé herirla de la manera en la que la herí cuando todo esto se descubrió. Yo me enamoré de ella, y esta es mi verdad. La amo... La amo con mi vida entera, ¿y sabe qué? No importa si ustedes me creen o no. Me quedó feliz, de saber que Ariana creyó en mí, y que nuestro amor es más fuerte que nada–
–Yo te creo, Emmet– le dijo y lo dejó sorprendido. –Creo en que eres un hombre de honor, y creo en lo que dices. Es por eso que vamos a ayudarte–
Atónito, el rubio miró al anciano sin poderse creer lo que había dicho.
–Es cierto lo que dice mi abuelo, Emmet– secundó Liam. –Te sacaremos de aquí. Yo se lo he prometido a mi hermana, y es justo lo que haré. Contrataremos abogados, los mejores de Florida–
Emmet los miró con una mezcla de impresión y agradecimiento.
Sin embargo hubo una sola cosa que él deseaba. Lo único que les pediría.
–Sólo quiero... quiero que cuiden a Ariana. Quiero que la cuiden– ahora parecía angustiado.
–Claro que lo haremos, Emmet. Siempre cuidaremos de mi hermana. No tienes ni qué pedirlo– aseguró Liam.
Pero Emmet negó.
–No, no. No están entendiéndome. Necesito que la cuiden. Necesito que la mantengan a salvo... Cobra sigue en libertad–
–¿Qué?– Liam cuestionó consternado, y la expresión del abuelo demostró la misma preocupación. –¿Hablas del acosador?–
–Él mismo– asintió Emmet.
–Pe...pero creí que habían atrapado a ese niñato– exclamó el abuelo.
El rubio negó.
–Radinsky fue sólo un chivo expiatorio. El verdadero está en la calle buscando el momento indicado para acercarse a Ariana. Por eso necesito que la protejan, ahora no sólo a ella, sino también a mi hijo. Se los ruego, prométanme que la protegerán–
Liam y Frank asintieron decididos. Al igual que Emmet, Ariana era lo que más querían. No la dejarían desprotegida nunca.
–Cuenta con eso– le dijo el abuelo.
–Ese maldito Cobra no les tocará ni un pelo, te lo aseguramos, Emmet– concluyó Liam.
Sólo así Emmet consiguió quedarse más tranquilo. Sabía que ya no había posibilidad de huir de nuevo. Sabía que aumentarían la vigilancia, y eso lo dejaba atado de manos. Sin embargo lo único que le importaba era que ese malnacido se mantuviera lejos de Ariana.
Ahí encerrado se las ingeniaría para encontrarlo.
Aquel hijo de puta era hombre muerto.
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En la habitación de hospital, Ariana abrazó fuertemente a su abuela, y sollozó en sus amorosos brazos.
Marjorie acarició el cabello de su nieta, y le susurró palabras tranquilizadoras.
–Todo estará bien, cariño, ya lo verás– repetía la anciana amorosa y maternalmente.
–Sí, Ari– secundó Ansel mostrándole una afectuosa sonrisa. –Verás que Liam y el abuelo conseguirán sacar a Emmet de prisión, y él podrá volver contigo–
–¡Es que yo no quiero que pase ni una noche en ninguna celda! ¡Quiero que lo dejen libre! ¡Él no hizo nada malo! ¡Emmet es bueno! ¡Es el hombre más bueno!– Ariana continuaba desconsolada.
Entonces su hermano soltó un suspiro.
–¿Sabes qué, Ariana? Es perfectamente comprensible que te sientas de este modo, pero... ¿Acaso tengo que recordarte a tu bebé, y el hecho de que casi lo pierdes?–
Solamente aquella mención consiguió que la castaña dejara de llorar por unos instantes.
Marjorie por su parte no dejó de abrazarla, pero estuvo de acuerdo en lo que Ansel pretendía hacerle entender.
–Tu hijo es lo más importante ahora, y justo en este momento tú eres todo lo que él tiene. Te necesita para estar bien, para estar sano, y es por eso que te necesita fuerte, no débil y lloriqueando a cada segundo. ¿Entiendes eso? Tienes que tranquilizarte, y confiar en que Emmet volverá. Además te aseguro que a él no le agradará nada saber que te pasaste el tiempo llorando. Emmet es muy valiente, ¿y qué es lo que un hombre valiente necesita en su vida?... Exacto, una mujer valiente. Tú lo eres, lo demostraste esta noche, y ahora tienes que seguir demostrándolo, ¿vale?–
Las palabras de su hermano la dejaron en silencio.
–Ansel tiene razón, mi cielo– le dijo la abuela tomándola de las mejillas, e intentando limpiar el llanto de su rostro. –Si tú estás mal, entonces tu pequeño también estará mal. Es por eso que tienes que ser fuerte, afrontar todo esto como la gran mujer que eres, y sobre todo tener fe, mucha fe en que todo se solucionará–
Entonces Ariana asintió porque lo comprendió todo. Comprendió que debía permanecer firme, y resistirlo todo. Tenía que hacerlo por el hijo de sus entrañas. Ese hijo por el que había luchado.
Sorbió sus lágrimas, y sonrió mientras con su mano aferraba su vientre.
–Lo haré, les prometo que lo haré–
Las sonrisas de Ansel y Nonna aparecieron, y de nueva cuenta la abrazaron.
Ariana les agradeció por estar ahí, y aún más les agradeció por no dejarla derrumbarse.
Todavía perduraba aquel emotivo momento, cuando alguien irrumpió a su habitación.
Los tres fruncieron el ceño cuando vieron al oficial McGraw en la puerta.
–Buenas tardes, y disculpen la molestia– saludó mientras quitaba su sombrero con caballerosidad.
–¿Qué es lo que quiere aquí?– le preguntó Ansel ceñudo.
–Necesitamos la declaración de la señorita Butera–
Entonces Ansel se mostró molesto por primera vez.
–¿No ve que mi hermana no está en condiciones? Creo que lo mejor será que se retire, oficial–
Sin embargo Ariana lo detuvo tocándole el brazo.
–No, no, Ansel. Quiero declarar– dijo con firmeza.
Su hermano y su abuela la miraron confundidos.
–Pero, Ari...–
Ariana negó.
–De verdad quiero hacerlo. Necesito hacerlo. Tengo que dejarle a la policía unas cuantas cosas bien en claro–
Ansel exhaló porque no estaba tan de acuerdo, pero aun así respetaba la decisión de su hermana.
–¿Quieres que los dejemos solos?– le preguntó a ella.
Ariana negó.
–Prefiero que se queden– la presencia de su hermano y su abuela la hacía sentirse más confiada. De cierta manera no confiaba en el oficial porque bien sabía que su padre lo tenía comprado.
–¿Entonces podemos comenzar, señorita Grande?–
La cantante asintió.
–Cuanto antes, mejor–
–Bien– el oficial tomó asiento en una de las sillas.
Ansel permaneció de pie, y Nonna sentada junto a su nieta, mientras la tomaba de las manos.
–Antes que nada, quiero que me diga si fue Emmet Garrett quien de alguna u otra manera... provocó que usted terminara en este hospital–
Ariana no pensaba hablar nada con respecto a su embarazo con aquel hombre, así que negó simplemente.
–No–
El oficial comprendió que aquello sería difícil. Soltó un suspiro.
–¿Está usted segura? Quizá quiera protegerlo, y por eso...–
El enojo apareció enseguida en la expresión de la cantante.
–Él no me hizo daño, y jamás me haría daño– aclaró.
McGraw asintió, y comenzó a hacer sus anotaciones.
–¿La amenazó mientras la tenía cautiva?–
Ariana intentó contener la rabia.
¿Pero es que aquel sujeto era sordo?
Llevada por la violencia, la castaña deseó golpearlo.
Inteligentemente no lo hizo.
–No me amenazó, y tampoco me tenía cautiva–
–¿Tiene usted miedo?–
–¿Miedo de qué?–
–De él–
Ariana no lo soportó más, y entonces estalló en cólera.
–¡Cielo santo, no! ¡No tengo miedo de Emmet! ¿Y sabe qué más? Antes de que lo pregunte, me fui con él por voluntad propia, no me obligó, no me llevó a la fuerza, tampoco me amenazó a punta de pistola. Yo fui con él porque quise, ¿lo escucha? Porque yo así lo decidí. No quiero saber que lo acusaron de secuestro, porque si lo hacen tenga por seguro que los demandaré, y llegaré hasta las últimas consecuencias. Mi declaración ha terminado, oficial McGraw, así que puede retirarse. Qué tenga buen día–
Ansel que hacía todo lo posible por permanecer serio, y no burlarse en su cara, se acercó entonces a la puerta, la abrió, y le hizo una seña para que saliera.
Carraspeando nervioso e incómodo, el oficial les agradeció por su tiempo, y sin más salió de ahí.
Nonna sonrió y abrazó a Ariana.
Ansel le guiñó un ojo.
–¡Esa es mi chica!– después la abrazó también. –Sin duda Emmet estará orgulloso de ti–
–No más de lo que yo estoy de él– sonrió Ariana recordando la valentía de aquel rubio, y recordando también todo lo que había dado por ella.
>Yo también lo daré todo por ti. Te lo juro, Emmet. Pronto estarás libre, mi amor<
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–¡Pero, señor Butera! ¡Todavía está usted delicado!– exclamó el doctor Denzel intentando evitar que se levantara de la cama en la que se encontraba.
Sin embargo el empresario no sólo era conocido por su capacidad de hacer dinero, sino también por ser terco, obstinado y poseer un temperamento del infierno.
–Cierre la boca, doctor, usted no es nadie para retenerme aquí–
–¡Pero, señor, es por su bien!–
Robert negó.
–Me siento perfectamente bien, y estoy listo para salir de esta maldita cama, así que muévase–
Sin más remedio, el doctor tuvo que hacer lo que se le exigía.
Se hizo a un lado, y con preocupación lo observó incorporarse mientras se arrancaba de un tirón todos los cables que lo mantenían conectado a los monitores médicos.
Sin pudor ni nada por el estilo, comenzó a ponerse los pantalones, y después la camisa, dejando arrumbada la bata de hospital en el suelo.
Arregló las muñequeras, y enseguida colocó su costoso reloj.
–Señor Butera, cualquier recaída que pueda usted tener será bajo responsabilidad suya– le advirtió.
Robert soltó una carcajada.
–Sí, sí, como usted diga doctor– se burló. –Tengo demasiadas cosas de las que ocuparme, así que deje de quitarme el tiempo– prontamente salió de la habitación.
Se sintió contento de encontrarse en la sala de espera con su amigo y socio.
–Perlman, gracias al cielo estás aquí, hombre– le dijo un tanto aliviado.
–Rob, me dijo Ansel que habías tenido un ataque cardiaco, ¿qué fue eso? ¿Ya estás bien?–
Robert negó prontamente.
–Estoy bien, ¿no me ves? Como nuevo, y con unas ganas tremendas de refundir al desgraciado de Emmet Garrett– respondió con furia contenida.
En cualquier otra ocasión, Perlman habría sonreído con complicidad, sin embargo en esos momentos mostró una expresión preocupada.
–Con respecto a eso... Tenemos un problema... Arianita ha declarado que se fue con ese malnacido por voluntad propia. McGraw ha dicho que será imposible adjudicarle el delito de secuestro–
Robert soltó un suspiro largo y lleno de tensión.
–Tengo un problema aún mayor que ese–
Perlman frunció el ceño.
–¿Cuál?– preguntó.
–Ariana está embarazada–
La noticia dejó a Perlman Sykes bastante sorprendido. Tan sorprendido que tardó un par de segundos en recuperarse de la impresión.
Lo miró entonces con consternación.
–¿E...embarazada?– tuvo que repetir porque no había logrado asimilarlo.
Todavía furioso, Robert cerró los ojos, y asintió.
–Quisiera que todo fuera una pesadilla, pero es verdad... Mi hija lleva en el vientre al hijo de aquel infeliz, y no sé qué demonios hacer. ¡Sólo quiero matarla por haber sido tan estúpida!–
Perlman recuperó entonces su semblante, y permaneció sereno.
–Bien. Tranquilo, Rob, déjame esto a mí–
En ese momento Nicole Sykes apareció. Había ido por un café.
–Bueno, a Nicole y a mí– completó Perlman cuando su mujer volvió a su lado.
–¡Robert! Qué maravilla verte, nos dijeron que habías...–
De inmediato Butera negó.
–No, no fue nada. Ya estoy bien, pero agradezco tu preocupación. La de ambos–
–Querida, acompañame– le dijo entonces Perlman a su mujer.
–Claro, cariño, ¿a dónde?–
–A ver a Ariana– respondió él, luego se giró con su amigo. –¿En qué habitación está?–
–En la quince– respondió Robert.
Perlman asintió.
–Escucha esto, Rob, hablaremos con Ariana. La convenceremos de que se case con nuestro hijo, y así tu problema... quedará resuelto–
Robert miró entonces a Perlman, esperanzado.
–¿Estás hablando en serio? ¿De verdad harías eso por mí?–
–Claro que sí, amigo. Somos como hermanos, y tus problemas son los míos–
–Pe...pero esto es demasiado, Perlman–
El hombre negó.
–Estoy seguro de que en mi lugar tú harías lo mismo–
A decir verdad Robert no estaba muy seguro de ello, pero asintió asegurándole que así sería.
–Desde luego, Perlman, desde luego que lo haría por ti. ¿Pero crees que Nathan esté dispuesto?–
Perlman sonrió.
–Nathan hace lo que yo le ordeno. Además ama a Ariana. No será ningún sacrificio casarse con ella. Y en cuanto a lo del... bebé, tendrá que aprender a quererlo, o al menos a tolerarlo. Estoy seguro de que lo hará, si con eso obtendrá lo que tanto quiere que es hacer a Arianita su esposa–
–¿Bebé? ¿Qué bebé?– irrumpió Nicole bastante confundida.
Ambos hombres la ignoraron.
–Gracias, Perlman, no sé cómo pagarte esto–
–Sabes cómo puedes pagarme– respondió Sykes mostrándole una sonrisa.
Y sí, él lo sabía. Sabía lo que su amigo deseaba, y eso era un incremento del 20% en sus acciones de Butera Corporation. A Robert no iba a quedarle otra opción más que cedérselas, sin embargo no le importaba. De cualquier manera su sociedad era demasiado sólida.
–Dalo por hecho, Perlman, dalo por hecho– le sonrió y estrecharon su mano.
–Bien, entonces quédate tranquilo, Rob. Mi hijo salvará a Arianita de la deshonra y de la crítica pública, le dará nuestro apellido a tu querido nieto, y yo tendré lo que tanto he querido. Todos seremos felices–
Nicole los observó en desacuerdo y bastante impresionada, sin embargo permaneció en silencio por el momento.
–Ahora mismo iremos a verla– Perlman tomó la mano de su ignorada esposa.
Robert asintió.
–Mientras tanto yo iré a hablar con el gerente de este hospital, y con ese doctorcito Denzel. Tengo que encargarme de que nadie vaya a hablar–
–Bien. La estrategia es esta: ofréceles dinero amablemente, y después asegúrales que si no cumplen con el trato, se arrepentirán. Hazles saber que si te enteras de que alguna revista publica una sola cosa referente a Ariana con todo esto, tú simplemente los acabarás–
Ambos se sonrieron.
–Gracias por todo, Perlman–
–Es un placer, amigo, es un placer–
Prontamente Sykes caminó hacia el pasillo de habitaciones para poder hacer lo que había prometido, sin embargo antes de que pudiese entrar, Nicole se detuvo soltándose de su mano, y haciendo que él tuviera que detenerse también.
–Espera, Perlman– le dijo.
–¿Qué pasa?– preguntó él.
Nicole no se dejó inmutar.
–¿Qué demonios es lo que pretendes hacer? ¿Te has vuelto loco?–
–¿Loco por qué?– inquirió Perlman tan tranquilo como si en realidad fuese a un coctel.
Su esposa no pudo creerse que él no comprendiera la magnitud de todo aquello.
–¿Cómo que por qué? Esa Ariana se ha quedado embarazada de aquel vagabundo, ¿y tú pretendes que mi precioso bebé se case con esa ramera, y que encima adopte como suyo a aquel pequeño bastardo? ¡Olvídalo! ¡Me niego! ¡No lo aceptaré!–
Lo siguiente que se escuchó fue la risa de Perlman.
–No recuerdo haberte pedido tu opinión, querida. ¿O sí lo hice?– realizó un mohín fingiendo estar pensativo.
Nicole apretó los puños, y contuvo su rabieta.
–Pues no, no lo hiciste, pero Natty también es mi hijo, y...–
–Deja de llamarlo Natty. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? Es culpa tuya que sea tan débil. Gracias al cielo no salió marica como tanto me temí, así que cállate, Nicole. Esto es cosa de hombres. Tú no tienes voz ni voto aquí, y harás lo que yo diga, ¿queda claro?–
Quedaba bastante claro. A decir verdad, Nicole estaba ya acostumbrada. Humillada por su propio marido, se mantuvo en silencio, e hizo lo que él le pidió.
Cuando entraron a la habitación se encontraron a la susodicha recostada sobre su cama, rodeada por su hermano y por su abuela.
Ariana frunció el ceño en cuanto los vio.
¿Qué demonios hacían ellos ahí?, se preguntó sin comprender.
–Ansel, Marjorie, ¿podrían dejarnos hablar con Arianita a solas por favor?– les pidió Perlman educadamente.
Lo primero que hizo Ansel fue mirar hacia su hermana para saber si ella estaba de acuerdo o no.
Todavía confundida, Ariana les asintió.
Así Ansel y Nonna salieron de la habitación, no sin antes decirle a Ariana que estarían afuera por si necesitaba cualquier cosa.
–¿Cómo estás, Ariana?– Perlman fue el primero en hablarle.
Un tanto incómoda bajo su escrutinio, la castaña decidió ser directa.
–Perlman... Nicole... ¿Qué hacen aquí?–
Resultaba bastante extraño tener a sus ex suegros visitándola en el hospital.
–Vinimos a ver cómo estás, Ariana– Nicole fingió una sonrisa, pero resultó evidente que deseaba estar en cualquier parte menos ahí.
La sonrisa de Perlman pareció más sincera, pero no más agradable.
–A eso y a algo más– respondió. –Queremos hablar contigo–
Ariana siguió sin comprender.
–¿Hablar sobre qué?–
–Sobre ti– contestó la voz dura de Perlman. –Y sobre tu hijo...–
Los ojos de Ariana se abrieron con desconcierto.
¡Cielo santo!
Ellos sabían sobre su hijo.
Aquello sólo podía tener dos explicaciones, la primera, y la que más temía: la noticia de su embarazo había sido dada a conocer por toda la prensa, y ahora todo el mundo conocía su estado. La segunda: su padre se los había dicho.
Ariana sabía que la segunda era más probable. Estaba segura de que además de andar de bocón, su padre también se habría ocupado ya de silenciar al hospital. Antes muerto que permitir un escándalo como el hecho de que su hija estuviese embarazada de su ex guardaespaldas.
Lo cual de pronto la llevó a las razones por las que Perlman y Nicole Sykes estaban ahí.
Los miró con atención.
–Le aseguro, Perlman, que ni yo ni mi bebé somos asunto suyo. Hace mucho que Nathan y yo terminamos nuestro compromiso– habló segura.
–Te recuerdo que fuiste tú quien lo terminó– apuntó Perlman. –Él estaba muy enamorado de ti, jamás te habría dejado–
Ariana comenzó a exasperarse. Intentó no perder la paciencia, pero no lo consiguió del todo.
–Preferiría que no habláramos de aquel tema. Ya lo he dejado atrás–
Pero Perlman negó.
–Es que precisamente es eso de lo que quiero hablarte– le dijo con seriedad. –Nathan todavía te quiere, Arianita, te quiere tanto que está muy preocupado por ti y por todo lo que estás pasando, y es por eso que quiere ayudarte–
Ariana frunció el ceño.
–¿Ayudarme?–
Perlman asintió.
–Está dispuesto a casarse contigo–
–¡¿Qué?!– la respuesta fue como un balde de agua fría para la cantante. –¿Pero es que están locos?–
–Probablemente– refunfuñó Nicole en voz baja, y enseguida rodó los ojos con enfado.
Perlman ignoró de nueva cuenta a su esposa y se concentró únicamente en Ariana.
–No, nadie ha enloquecido aquí– aseguró. –Sólo queremos ayudarte, Nathan más que nadie. Él quiere hacer de ti una mujer respetable, y quiere ser un padre para tu hijo. Le dará nuestro apellido, y así ese niño crecerá como un Sykes. No tendrás que preocuparte por nada–
¡El cielo lo librará!
Ariana no podía estar más contenta de que su bebé no fuese un Sykes.
Gracias al cielo su niño era todo un Garrett.
Intentó permanecer serena.
–Escuchen. Yo les agradezco por esto– a decir verdad no lo hacía. –Pero no puedo aceptar su propuesta–
–No nos des una respuesta ahora mismo, Arianita. Tómate tu tiempo, y piénsalo. Sobre todo porque me doy cuenta de que... realmente quieres al bebé– sonrió de nuevo. –Y si tanto lo quieres debes pensar en él. Debes darle un padre–
–Precisamente porque amo a mi hijo, es porque no puedo aceptar esta locura. Además él ya tiene un padre, y es Emmet Garrett–
Perlman no pudo contener la mueca de desagradó, y tampoco Nicole.
Ariana deseó arrojarles la jarra de agua que tenía en la mesilla de lado. Se contuvo aunque le costó.
–Eso es cierto– asintió Perlman. –El pequeño tiene un padre, pero es un padre que ahora está encarcelado, y que seguirá estándolo por lo menos durante los próximos setenta años. Un padre que no estará para él, un padre ausente, y encima de todo... Un padre que planeó destruir a su madre. ¿Es eso lo que quieres para tu hijo?–
Poco dispuesta estaba Ariana a discutir sobre aquello con Perlman Sykes. Eso era algo que no le incumbía a él en lo más mínimo. A final de cuentas no era nadie en su vida.
Estuvo a punto de replicarle cuando alguien más tocó a su puerta interrumpiéndola.
Ariana mostró una gran sonrisa cuando vio su representante en la puerta.
–¡Scoot!– exclamó alegremente.
Al ver a las visitas, Scooter se paró en seco.
–Oh, disculpen. Ariana, vendré más tarde–
–¡No, no, no!– negó la cantante prontamente haciéndolo volverse. –Los señores ya se iban, puedes pasar Scoot– le sonrió y a partir de entonces ignoró por completo a sus ex suegros.
Sin esperar nada más, Nicole salió de la habitación rápidamente haciendo resonar la aguja de sus tacones.
Perlman exhaló.
–De todos modos piénsalo, Ariana. Nathan estará esperando tu respuesta. Recupérate pronto– enseguida se marchó.
Scooter los vio marcharse bastante confundido, sin embargo no preguntó nada.
–Scooter, creí que ya estabas en L.Á.–
El manager negó y prontamente tomó asiento en los pies de la cama.
–Después de que grabáramos en Boca estuve en Miami un par de días, pero justo ahora me enteré de esto. Ansel me llamó y vine para acá volando. ¿Cómo estás? ¿Cómo pasó todo esto?–
Ariana exhaló.
–Es largo de contar, pero gracias al cielo estoy bien– respondió contenta.
–Me alegro, me alegro muchísimo, Ariana, sin embargo ahora... Debo hacerte una pregunta importante– se puso un poco serio.
–Claro dime–
–Ansel y Nonna me lo dijeron, pero prefiero que seas tú quien me lo cuente todo–
Ariana supo de lo que estaba hablando, así que sólo exhaló.
–¿Te refieres a... al hecho de que estoy embarazada?–
El representante asintió.
–Eso mismo. Cuando me lo dijeron... casi me voy de espaldas–
–Es verdad, Scoot. Voy a tener un hijo, y... estoy feliz– se hundió de hombros y mostró una tenue sonrisa.
Scooter también sonrió.
–Entonces yo también estoy feliz de verte tan contenta, y te felicito, Ariana. Pronto serás mamá, y es extraño, pero... ¡Muy bueno! Es una noticia maravillosa–
–Gracias, Scooter, tu apoyo significa mucho–
Él la tomó de las manos.
–Mi apoyo siempre lo tendrás. Y ahora más que nunca– le aseguró amistosamente. –Sin embargo como tu amigo y representante, hay algo que sí me gustaría saber, y es la identidad del padre de tu hijo... Aunque creo que ya lo sé. Si mi teoría no falla, se trata de Emmet Wyatt, ¿no es así?–
Ariana exhaló.
–Emmet Wyatt Garrett– corrigió. –Así es su nombre completo–
Scooter le puso poca atención a ese dato, puesto que él no estaba enterado del asunto de la venganza.
–Y no me he equivocado, ¿cierto?–
Ariana no lo negó.
–Pues no–
–¡Lo sabía!– saltó Scooter contento. –Yo sabía que había algo entre ustedes dos. Ese video de Into You... Desde ahí me las olí, y no te culpo por mantenerlo oculto. Sabes que respeto mucho tu intimidad. Pero ahora, dime dónde está el futuro papá, tengo que felicitarlo, y estoy seguro de que cuando esto se dé a conocer, todo mundo querrá felicitarlo también. Tendrá un hijo con la mismísima Ariana Grande, será un héroe– bromeó sin embargo cuando vio que la expresión de su cantante estrella, la miró preocupado, y aún más cuando vio sus ojos inundarse con lágrimas. –¿Qué?– le preguntó de inmediato. –¿Qué es lo que pasa? ¿Dije algo malo?–
Ariana negó.
–No, no, es sólo que... Emmet ahora se encuentra en prisión, lejos de mí y de nuestro bebé–
–¿Y eso por qué? ¿Qué fue lo que hizo?–
–Nada. No hizo nada salvo amarme y protegerme, pero papá lo ha condenado por... por un asunto que hubo entre él y el padre de Emmet–
–¿Entre él y el padre de Emmet? ¿Es que Robert y ese señor se conocían de antes?– Scooter comprendió cada vez menos.
–Algo así– respondió Ariana. –El asunto es que papá ahora lo odia, y junto con Perlman Sykes se han encargado de encarcelarlo. ¿Scooter, tú podrías hacer algo? Mover algún contacto que tengas, o... no sé, lo que sea que pueda ayudar. Liam y mi abuelo se están encargando, pero aun así tengo mucho miedo de que no salga libre–
Scooter se encontraba dividido entre la sorpresa y la confusión. No sabía de qué iba todo aquello, pero estaba dispuesto a ayudar a su cantante en lo que fuera que ella necesitara.
–Claro, claro que sí, Ari. Le diré a mis abogados que se pongan en contacto con Liam, si hacen equipo con los suyos, seguro Emmet saldrá de aquel embrollo pronto–
–Gracias, Scooter, eres un gran amigo. Justo ahora puedo decir que te quiero más que a mi papá. Es un desalmado–
El representante exhaló porque realmente no quería meterse en aquel asunto de padre e hija.
–Yo también te quiero mucho, Ariana, y saldremos de esta, ya lo verás– enseguida la abrazó.
–Hay algo más que quiero pedirte, Scoot–
–Lo que sea, tú sólo pídelo–
–No quiero que mi embarazo se haga público. Quiero mantenerlo oculto–
Scooter dudó un poco.
–Bueno, Ari...– se rascó un poco la cabeza. –Eso... Eso suena un poco difícil, ¿sabes? El bebé crecerá, y también tú– señaló. –Será imposible de ocultar, a menos que tengas en mente encerrarte en lo más alto de una torre–
–No, no hablo de eso– aseguró a Ariana. –Sé que en algún momento esto se tendrá que dar a conocer, sólo no quiero que sea tan pronto. Justo ahora siento que todo el peso del mundo ha recaído sobre mis hombros, por eso necesito tranquilidad en mi vida, al menos por un tiempo. No quiero que mi hijo esté en el centro de todo este embrollo– era su pequeño, y su deber era protegerlo. Si podía evitarlo, haría todo lo posible para que las revistas amarillistas no lo utilizaran como la noticia del año.
Scooter comprendió.
–Tranquila, hablaré de esto con Gordon– aquel era su publirrelacionista. –Él se encargará de todo, y tú podrás estar tranquila–
Sin embargo esa tranquilidad de la que Scooter hablaba no duró ni siquiera un segundo.
La puerta se abrió, y de ella entró Robert Butera.
Tanto Ariana como su representante se quedaron en silencio.
–Braun, necesito hablar con mi hija. Te agradecería que nos dieras un poco de privacidad–
La castaña se vio tentada a suplicarle a Scooter que no se marchara, que no la dejara sola con su padre, sin embargo se mantuvo muy quieta.
Scooter por su parte se despidió de ella con un beso en la mejilla, y le dijo que estaría pendiente de todo.
Enseguida salió.
Una vez que estuvieron solos, Robert cerró la puerta tras de él.
Ariana lo miró con aprensión.
–No quiero hablar contigo– le dijo de inmediato.
Pero eso no le importaba a su padre en lo más mínimo.
La miró enfurecido.
–¡¿Por qué no me dijiste que estabas embarazada de ese maldito farsante?! ¡¿Por qué no me lo dijiste?!– casi deseó sacudirla, abofetearla, sin embargo se contuvo, y se mantuvo alejado.
Ariana pudo ver la ira ardiendo en los ojos de su padre, el marrón que compartían derritiéndose en fuego líquido.
–¡¿Cómo fuiste capaz de embarazarte de ese infeliz?!–
Ariana exhaló, y rodó los ojos, sin embargo después lo miró fijamente. Enderezó su rostro, y decidió afrontarlo.
–Porque lo amo, papá. Porque jamás hubiese podido tener al hijo de otro hombre que no fuese él–
Robert no pudo creerse su respuesta. La miró afúrico. La vena en su cuello a punto de estallar. Su piel enrojecida. Las manos hechas puño.
–¡Cállate! ¡Deja de hablar así! ¡Pareces una fulana!–
–¿Una fulana por haberme entregado al hombre que amo, papá? Pues sí, soy una fulana o como tú quieras llamarme, no me importa, ¿sabes? No me importa ya nada que venga de ti–
Robert negó.
Robert negó.
–Sigo siendo tu padre, y te exijo en este momento que aceptes la propuesta de casarte con Nathan–
Ariana lo miró horrorizado.
–¡¿Qué?!– exclamó ahora furiosa. –¡Jamás, ¿lo oyes?! ¡Jamás! No me casaré con Nathan, y aún menos accederé a que críe a mi bebé, y le dé su apellido. ¡Eso nunca!–
–¿Te das cuenta de lo que estás perdiendo, Ariana? Nathan es tu mejor opción, a decir verdad es tu única opción, él está dispuesto a tapar tu deshonra, y olvidarse de todo lo que le has hecho, y aun así te atreves a despreciarlo. ¡Estás loca!– la acusó.
El asco llenó a Ariana, pero no le sorprendió en nada que su padre estuviese hablando de aquella manera. Aquel hombre era un troglodita, siempre lo había sido. Ahora compadecía a su madre.
–Entonces tienes que deshacerte de él– le dijo, y aquello terminó de romper cualquier lazo, cualquier cosa que pudiese unirlos.
Ariana no pudo contener las lágrimas. El poco amor que quedaba para su padre, desapareció en ese instante.
Le dolió el corazón, pero ese mismo dolor fue el que le dio fuerzas.
Se tocó el vientre protectoramente, dispuesta a defender a su hijo contra todos y contra todo. Se sintió de pronto como una leona.
–Yo no soy Shailene, papá. No puedes obligarme, así que ahora vete de aquí–
Robert la miró inescrutable.
–Bien, tenlo si es lo que tanto quieres, pero te aseguro que no volverás a ver a Emmet Garrett nunca. Yo me encargaré de que ese malnacido no vuelva a ver la luz del día–
Con aquella amenaza, Robert salió de la habitación.
Ariana intentó detener el llanto, pero no lo logró.
Lágrimas y más lágrimas fueron derramadas, sin embargo consiguió refrenarlas.
Su bebé estaba bien, y no iba a permitir que nada se lo arrebatara.
Recostada sobre su cama, Ariana comenzó a hacer aquello que ya se había convertido en una costumbre por las noches... Comenzó a hablarle a su pequeño.
–Te prometo que haré todo lo posible para sacar a tu papi de ese horrible lugar– acarició su vientre con ternura. –Te prometo que lo conocerás... Podrás conocerlo, y ver con tus propios ojitos lo valiente y maravilloso que es–
Esa era quizás la promesa más importante que Ariana haría en toda su vida, y estaba determinada a cumplirla.
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¡Ariana no perdió al bebé! (cómo seguro creyeron que pasaría, pero no soy TAN mala)
Celebremos!
Quiero dedicar este capítulo a una persona muy especial, que cumplió años el domingo, una gran amiga que Wattpad y este fandom me dio.
Phelan19, aka Mariana!
Gracias por tu amistad, por tu apoyo, tus consejos, y tu confianza. Eres increíble. Te quiero muuuchoooo!
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