Capítulo 20
El abuelo Frank se encontraba cumpliendo 90 años aquel día, y para Ariana esa significaba una de las fechas más importantes en su vida. Tan importante, que a pesar de su agenda apretadísima de trabajo, lo había retrasado todo para poder estar esa tarde en la Festa Grande.
Los dos bajaron de la camioneta en la que habían sido trasladados del aeropuerto hasta la residencia Butera.
Emmet le ayudó caballerosamente a hacerlo, y sonriéndole con complicidad, Ariana le agradeció con un gesto discreto.
En aquel segundo, a Emmet le pareció de nuevo la mujer más hermosa del mundo.
Estaba divina aquella mañana con un top color celeste, una faldita blanca, y altísimos zapatos de plataforma.
Llevaba el cabello más oscuro, pues en días siguientes grabaría el videoclip de su próximo sencillo, y al guardaespaldas le fascinaba.
Seguido de ella, salió Kylie, que como la nueva asistente de la famosa cantante, estuvo encantada con la invitación a acompañarla.
–Cielo santo, jamás había entrado a una casa como esta– exclamó la pelinegra al ver tal magnitud de la vivienda. –¿De verdad vives aquí?–
Ariana se hundió de hombros.
–La verdad es que hace mucho dejé de considerarla mi hogar, pero aquí vive mi familia, así que sí–
–¡Wow!–
Ariana rodó los ojos divertida, y de inmediato la tomó del brazo para poder conducirla adentro.
–Ven conmigo. Te mostraré mi habitación. La conservo tal y como cuando era una adolescente–
–Apuesto a que todavía tienes tus Barbies– bromeó Kylie pero la risilla de Ariana la delató.
–¡Andando!–
Ambas chicas se adentraron pronto a la gigantesca casa, pero Emmet permaneció un segundo más en el patio.
De inmediato sacó el celular, y comenzó a llamar al señor Jenner, como él mismo se hacía llamar.
A veces James era demasiado imbécil, pero era un gran amigo, pensó mientras esperaba a que atendiera su llamada. Por fortuna lo hizo a los pocos segundos.
–¿Emmet? ¿Ya han llegado a Boca? Dime cómo está mi princesa, la reina de todos mis reinos, la más bella y delicada flor del campo–
–Kylie está bien, James. Tranquilo. Ella y Ariana no se despegan, se han convertido en las mejores amigas–
–Eso suena bien, y estoy feliz por ella y por verla tan contenta con ese empleo que le ha ofrecido tu novia, pero no puedo evitar sentirme triste de no tenerla aquí conmigo. Esta es la primera vez que nos separamos desde nuestra gloriosa boda–
–Gloriosa boda– replicó Emmet. –Ya claro– recordó la borrachera en Las Vegas, y prontamente negó.
–Te aseguro que cuidaré bien de tu esposa, pero ahora quiero que intentes comunicarte con Gosling. Viajó a Sudamérica hace algunos días, y no he tenido noticias de él–
–De acuerdo, cuenta con eso. Pero yo pensaba que detestabas a Ryan, ¿por qué ahora te preocupas tanto por él?–
–Contraté sus servicios en el asunto de una investigación sobre el caso de Jackie Radinsky, y verdaderamente me urge, así que mientras más pronto lo localices, mejor–
–Entendido. Te llamaré en cuanto tenga algo–
–Gracias, Jimmy. Te lo agradeceré muchísimo–
–Creo que ahora Ariana es lo más importante para ti, ¿no es así, Emmet?–
El rubio no fue capaz de negarlo. Ni siquiera hizo el esfuerzo.
Exhaló.
–Así es, James. Así es...–
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Ariana y Kylie entraron a la casa mientras reían por alguna broma tonta que había dicho la pelinegra momentos antes. Parecían divertidas, y evidentemente disfrutaban de su mutua compañía.
Sin embargo en el momento en que pasaron al recibidor, las risas cesaron.
Perlman Sykes se encontraba bajando los escalones, y al mirar a Ariana, sonrió.
Por lo contrario de la castaña que se quedó inexpresiva al verlo.
No había esperado encontrarse a su ex suegro aquella mañana, y el hecho le desagradó demasiado.
Se quedó congelada en su sitio sin saber qué demonios debía decir o hacer.
La sonrisa en el rostro de Perlman perduró.
–Qué grato es verte, Arianita– la saludó, aunque mantuvo las distancias.
A Ariana no le quedó más remedio que responder al saludo.
–¿Qué tal, Perlman?– emitió una forzosa sonrisa sólo para no hacer del tenso momento, uno aún más incómodo.
–Estás radiante. Y te ves más feliz que nunca–
Si lo decía sarcásticamente, Ariana no fue capaz de averiguarlo.
–Gracias. ¿Está papá?– ella deseaba que se marchara de inmediato. Ni siquiera tenía intenciones de presentarlo con Kylie.
–Claro. Dijo que bajaba en un momento. Estuvimos desayunando en la terraza–
Ariana asintió como esperando a que saliera por la puerta, pero Perlman no lo hizo. Sino que exhaló, y volvió a mirarla fijamente.
–¿Sabes, Ariana? Qué bueno que nos hemos encontrado, así aprovecho para decirte que no te guardo ningún rencor por el hecho de haber terminado el compromiso con mi hijo–
Ariana de pronto recordó la mañana en que Nathan había descubierto lo que ella tenía con Emmet, y de pronto temió lo peor. Si Nathan le había contado a Perlman, seguro Perlman le había contado a su padre y...
Sin embargo su ex suegro no actuó como si estuviese enterado de su nueva relación.
Sino todo lo contrario. Continuó sonriendo elocuentemente.
–No niego que me desilusionó mucho porque sabes que te quiero como a una hija pero estabas en todo tu derecho de anteponer tus sentimientos. Comprendo que Nathan no fue el hombre de tu vida. Sólo espero que no vayas a equivocarte con tu próxima elección–
Ariana tragó saliva. No pensaba responder nada a eso, sin embargo, para su buena, o mala suerte, en ese momento su padre apareció.
Robert bajó escaleras, e ignorando completamente a su hija y a su invitada, se dirigió únicamente a su socio y amigo.
–Muchas gracias por la compañía, Perlman. Nos vemos más tarde en la empresa–
–Claro, Rob. Gracias por el almuerzo. Todo estuvo delicioso, y la plática sobre la bolsa de valores, le dio el toque–
Los dos hombres rieron, y enseguida Perlman se giró para marcharse.
–Señoritas– les dijo a ellas como despedida, y enseguida salió de la casa.
Por su parte, Ariana miró a su progenitor.
–Papá...– intentó hablarle. Resultaba difícil dado que no lo había visto ni hablado con él desde que se marchara de Boca la última vez tras terminar su compromiso con Nathan. Y la presencia de Perlman esa mañana ahí había sido la cereza en el pastel.
Pero Robert ni siquiera le dio oportunidad de hablar.
–Ahora mismo no quiero ni verte, Ariana. Todavía me muero de vergüenza con los Sykes, por tu culpa. Gracias al cielo, Perlman ha decidido dejar pasar la ofensa hacia su familia, y seguir considerándome su amigo, pero yo no te lo perdonaré tan fácilmente– entonces la rodeó, ignorando por completo a Kylie, y se alejó.
Ariana exhaló irritada. De inmediato miró a su amiga con expresión avergonzada.
–Lamento que hayas tenido que presenciar esto– le dijo.
Kylie rió y negó.
–Oh, descuida– exclamó de inmediato. –Estoy acostumbrada a todo tipo de dramitas familiares. Siempre hubo de eso en todas las casas en las que viví–
La castaña rió porque le agradaba muchísimo esa parte de ella. Que siempre tomara lo bueno o encontrara lo gracioso de cada situación.
–Eres increíble, Kylie– sonrió.
Las chicas estaban por seguir su camino cuando un estruendoso ruido atrapó sus atenciones.
Al mirar en su dirección se encontraron con Ansel tirado en el suelo junto a un montón de platillos, tambores y piezas más.
De inmediato corrieron a ayudarlo.
Kylie rió, pero amablemente le ofreció su mano para que se pusiese en pie.
Ansel aceptó su ayuda, y prontamente comenzó a sacudirse.
–¿Qué ha ocurrido?– preguntó Ariana con el ceño fruncido.
–Supongo que debí haber dado dos viajes en vez de uno– respondió refiriéndose a haberse creído que podía cargarlo todo en una sola vuelta.
–¿Es tu vieja batería?– cuestionó la castaña al reconocer los artefactos desarmados. –¿Por qué has sacado tu batería del sótano?–
Dicha batería llevaba guardada más de ocho años por eso le parecía extraño verla.
Ansel le sonrió a Kylie.
–¿No vas a presentarme a tu amiga? Hola, soy Ansel–
–Kylie– sonrió la pelinegra, divertida por la escena.
–Claro, Kylie, este es uno de mis hermanos. Ansel, ella es Kylie, mi amiga y nueva asistente–
Ansel frunció el ceño.
–¿Y qué pasó con Raven?–
–Ha decidido que quiere ser actriz, pero eso no es de lo que estábamos hablando. ¿Por qué has sacado tu batería?–
El chico se hundió de hombros.
–Bueno, yo... Yo tuve esta idea loca, ¿sabes?–
–¿Cuál idea, Ansel?–
–Revivir Macaroni Cheese–
Macaroni Cheese había sido la banda secreta que habían tenido en su adolescencia, justo antes de que ella saltara a la fama.
–¡¿Qué?! ¡¿Piensas revivir Macaroni Cheese sin mí?! ¡¿Sin la voz principal?!–
Ansel se hundió de hombros ante el tono fuerte de su voz. Fingió destaparse el oído a manera de broma.
–A decir verdad... Tengo voz principal– respondió inocentemente.
Pero Ariana lo tomó bastante mal.
–¡¿Qué?!–
–¡Ari, Ari, no vayas a enojarte!– le rogó su hermano. –¡Es que estás siempre ocupada!–
–¡Ese no es motivo para sacarme de la banda, Ansel Martin Butera! ¿Qué opina Liam de todo esto?–
–Bueno, Liam no ha opinado nada porque a él también lo saqué de la banda. Estoy en busca de un nuevo guitarrista para su reemplazo–
Ariana se sintió incluso más ofendida y le lanzó de inmediato uno de los artefactos.
–¡¿Cómo pudiste, Ansel?!–
Ansel se protegió para que su hermana no fuese a golpearlo.
–¡Ya te lo dije, Ari! Siempre estás ocupada, ni siquiera vives en esta ciudad. Y con Liam es igual. Hay días enteros en que ni nos vemos porque se la pasa metido en esa oficina siendo el perrito faldero de papá. Me hacen sentir abandonado, y además me aburro mucho. Por eso los he botado de la banda, y he decidido formar la mía propia–
Ariana suspiró. E intentó detener su enojo. Ya más tranquila le preguntó:
–¿Quién es esa chica que me reemplazará? ¿La conozco?–
–No, no la conoces. Se llama Bridgit y acabo de conocerla en la universidad. Pero canta hermoso, Ari, de verdad–
Para Ariana no pasó desapercibido el brillo en la mirada de Ansel al hablar de aquella chica misteriosa, lo cual le resultó demasiado curioso.
–Eso tendré que decidirlo yo cuando la escuche. ¿Cuándo la conoceré?–
La emoción abarcó todo el rostro del castaño.
–¡Esta misma tarde! La llevaré al cumpleaños del abuelo–
–Hablando de la fiesta del abuelo. Me hubiese gustado arreglar las cosas con papá antes de esta tarde, pero ni siquiera me dejó hablar–
Ansel realizó una mueca alzando las cejas.
–Ni lo intentes, hermanita. Ni siquiera quiere hablarnos a Liam o a mí, salvo lo necesario. Se ha ensañado con todos, así que es muy poco probable que asista a la fiesta–
Ariana suspiró.
–Lo lamento–
Pero Ansel negó de inmediato.
–¿Lo lamentas? No lo lamentes, Ari. Todos incluyendo el abuelo y Nonna, estamos más que felices de que hayas terminado tu compromiso con ese pesado de Nathan. Que papá no nos hable no importa. Después se le pasará el berrinche y tendrá que aceptar que es tu vida, y tú tomas tus propias decisiones. Me parece increíble que no lo haya hecho desde que te mudaste a Los Ángeles para ser famosa en contra de su voluntad–
Ariana sonrió.
Era cierto.
Robert Butera tendría ya que haber aprendido.
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Fue en 1933 cuando a la edad de 7 años, Frank Grande emigró junto a sus padres y a su hermana pequeña, desde Venecia, Italia hasta el sur de Florida en Estados Unidos.
Específicamente habían arribado en aquellos terrenos rurales que el mismísimo Coronel Arthur Grande había bautizado como la Finca Grande.
Ahí, Frank había pasado los mejores momentos de su niñez, y debido a eso, ahora la administraba con gran amor y orgullo.
Justo ese día se encontraba cumpliendo sus noventa años, y no podía decir que no se encontraba feliz de todo lo que había conllevado todo aquel tiempo. Lo vivido, y lo no vivido, lo que disfrutó y lo que sufrió, de la mujer que amaba y con la que había compartido toda su vida, la hija que tuvo y que después perdió, y por los tres nietos que le dejó. Cada uno de ellos enorgulleciéndolo a su manera, llenándolo de dichas y alegrías. Liam con su inteligencia, Ansel con su locura, y Ariana con su talento. Los tres con gran capacidad, carisma y sobre todo nobleza.
–Grazie millie por estar aquí, miei bambinos, li amo cosí tanto– rodeó con sus brazos a los tres retoños, y en su rostro demostró que lo último dicho por sus labios era verdadero. Los amaba.
–Abuelo, ¿cómo crees que podría perderme tu fiesta de cumpleaños? Nunca. Yo ti amo molto di piú– le respondió Ariana empleando un perfecto italiano. Desde pequeños se les había inculcado como su segundo idioma. Después se abrazó de él.
–Feliz cumpleaños, abuelo– Liam se inclinó para besar la mejilla del padre de la mujer que le diera la vida, y también lo abrazó.
Ansel hizo lo mismo.
–Te amamos, abuelo. Ojalá seas eterno–
Frank sonrió con nostalgia. Le hubiese gustado mucho serlo, y de igual manera que su hija lo fuera. Lamentablemente así no era la realidad.
–¿Quién tiene hambre?– preguntó con entusiasmo.
Había un montón de platillos italianos en el bufete. Lasagna a la boloñesa, pizza de todos los tipos posiles y existentes, fettuccini, calzone, pastas por doquier, ravioles, y una variedad muy extensa de panes, galletas y más postres.
–También he cocinado un poco de pollo a la parmesana– exclamó Nonna quien traía un gran sartén de la cocina, con aquel manjar recién cocinado. –Era el favorito de mi Jessica. Ojalá ella estuviera aquí...–
Todos pensaron igual que la abuela, y por un instante se quedaron en silencio.
Robert por su parte se puso en pie desde el asiento en el que había estado sentado la última media hora sin hablar con nadie, y se dirigió a su suegro.
–Te deseo un feliz cumpleaños, Frank– le entregó su obsequio de inmediato. Un paquete de los más caros y añejos puros importados desde Suecia. –Pero ahora debo marcharme. Me ha surgido un imprevisto– sin decir una cosa más, abandonó el lugar.
Liam, Ansel y Ariana se miraron con expresiones de tristeza en el rostro. Era evidente que su padre no había conseguido superar la muerte de mamá, porque seguía teniendo la misma reacción cada vez que la mencionaban.
La castaña exhaló, y lamentó estar peleada con él en esos momentos. Aun así sabía que cuando un Butera se sentía mal en algún aspecto, lo mejor era dejarlo solo.
Enseguida se acercó a Nonna, y sonrió. No tenía intención alguna de arruinar el cumpleaños de su abuelo poniéndose triste.
–Fue una grandiosa idea haber traído un poco de Italia a la fiesta del abuelo. Le ha encantado– comentó animada, y pronto miró todo a su alrededor.
Italia se encontraba por todas partes. Los tres colores patrios que lo representaban, rojo, blanco y verde adornaban la casa esquina del gigantesco patio de la finca, globos y más arreglos. Había Limoncello, que era la bebida típica italiana, fotos antiguas de su infancia en su país natal, y un esponjoso y estupendo pastel en forma de Torre de Pisa.
–Fue idea de Ansel, ¿puedes creerlo?–
–La verdad es que no– rió Ariana, pero sólo bromeaba. –Pero fue estupenda. Mira qué feliz está– dijo señalando a su abuelo que abría la botella de champaña mientras reía junto a Ansel y Kylie, quien le había agradado mucho cuando se la presentó al inicio de esa tarde.
–¿Sabes cuál fue una idea aún más grandiosa?– le preguntó de pronto Nonna.
Ariana la miró con el ceño fruncido.
–¿Cuál?–
–Esa que tuviste de terminar tu compromiso con Nathan. Lo mejor que se te pudo haber ocurrido, mi niña. No sabes las gracias que le doy al cielo por eso–
La castaña sonrió.
–Lo sé, Nonna. ¿Recuerdas el audio que enviaste gritando de felicidad el día que te lo conté por llamada?–
La anciana sonrió.
–Claro. Estaba muy feliz. Aún lo estoy. De haberte casado con él, habrías arruinado tu vida, y me llena de alegría que hayas recapacitado a tiempo–
–Nunca me hubiese casado con él, Nonna. Por fortuna no fue demasiado tarde cuando me di cuenta–
Nonna tomó su mano, y la apretó con cariño.
–Ahora sí debes estar preparada, linda, porque estoy segura de que en cualquier momento puede aparecer el amor de tu vida. Un hombre como el que te hablé hace algún tiempo, que haga latir tu corazón frenéticamente, y convierta tus piernas en mantequilla, que te haga sentir más sexy que nunca. Ese del que no querrás separarte ni siquiera un instante–
Involuntariamente, Ariana miró en dirección a su guardaespaldas.
Emmet se encontraba en uno de los extremos del patio. Erguido en su metro noventa, con los brazos cruzados hacia atrás, y la expresión más inescrutable que sabía poner, y que junto a sus lentes de sol que lucían tan viriles puestos en él, lo hacían mirarse tan caliente como el infierno. Un macho devastador que también la miraba a ella.
A Ariana le dio un vuelco, y enseguida regresó su atención a Nonna que por fortuna se había distraído con Ophelia, la amorosa labradododle que habían adoptado un par de semanas atrás.
–Oh, hola, Ophelia, ¿estás feliz de ver a Ariana?– le preguntó al ver cómo la simpática perrita se alzaba para atraer los cariños de la cantante.
Ariana rió, y le hizo muchos mimos. Resultaba gracioso porque Ophelia era casi de su tamaño. Sin embargo en ese momento Bella apareció, toda sonrisas.
–Buenas tardes, a todos. Lamento llegar a esta hora, pero tuve que resolver algunos pendientes–
Al instante en el que se acercó a ellas, Ophelia comenzó a ladrarle ferozmente, lo cual resultaba bastante extraño, dado que la mascota no había mostrado signos de ser agresiva con nadie hasta el momento. Ni siquiera con el cartero.
Nonna de inmediato la sujetó del collar, evitando que se abalanzará contra la recién llegada.
–Tranquila, cariño– le habló con paciencia para hacer que se calmara.
–Cielos, creo que no le caí muy bien– rió Bella nerviosamente. –Pero de todos modos estoy feliz de estar aquí. Muchas gracias por la invitación, señora Grande–
–Fue Ariana quien te invitó, no yo– Nonna no pudo evitar sonar un tanto ruda. A su edad era difícil guardarse lo que realmente pensaba. Prefería siempre ser honesta. –Ansel, ayúdame a llevar a Ophelia adentro–
De inmediato su nieto obedeció.
Ariana y Bella se quedaron en su pequeño círculo de privacidad.
–Disculpa a Nonna, suele ser a veces muy...– le dijo la cantante un tanto apenada.
La pelirroja negó despreocupándola.
–No pasa nada, mi abuela también está loca, y por eso la ignoro todo el tiempo–
Ariana estuvo a punto de replicar el hecho de que hubiese dado a entender que Nonna estaba loca, sin embargo enseguida Bella cambió de tema.
–Pero olvídate de eso, y ahora explícame cómo es que no estás triste ni nada parecido. Sólo han pasado un par de semanas desde tu rompimiento con Nathan. Cualquier mujer en tu lugar estaría ahora atravesando por un terrible proceso de depresión. Por los cielos, llevaban más de un año juntos, y estaban a punto de casarse. Por lo que he escuchado él la está pasando bastante mal, y en cambio tú luces muy bien. Incluso recuerdo esa llamada en la que me dijiste que estabas muy feliz. ¿Acaso tienes ya a otro hombre?–
Ariana tragó saliva, y su mente volvió a evocar a Emmet. Utilizó todas sus fuerzas en evitar que sus ojos lo miraran en ese instante porque bien sabía que Bella no sería tan distraída como Nonna, y la descubriría.
Por más que ella deseaba contarle acerca de lo que tenía con su atractivo guardaespaldas, no podía.
–No, no, Bella. No tengo a otro hombre, tan solo estoy feliz conmigo misma, pero ven, ven, quiero presentarte a alguien– enseguida tomó la mano de su amiga, y la condujo hasta donde se encontraba Kylie, quien había hecho buenas migas con el abuelo y con Nonna, pues ambos se encontraban riéndose de todo lo que ella decía. Hacía menos de dos horas que la habían conocido, y ya la adoraban.
–¿Kylie?– la llamó Ariana. –Ven aquí, quiero que conozcas a Bella. Bella, esta es Kylie, mi amiga y nueva asistente–
La pelinegra y la pelirroja se miraron fijamente. Algo cruzó la mirada de ambas. Posiblemente algún tipo de desafío femenino.
Las sonrisas falsas en el rostro de cada una, aparecieron.
–¿Qué tal?– Kylie fue la primera en hablar, y alzar su mano.
–Enchanté–
Kylie rodó los ojos sin disimular ni siquiera un poco, y enseguida se disculpó argumentando que debía volver con los abuelos porque se había quedado a mitad de una anécdota muy graciosa.
Cuando estuvieron solas de nuevo, Bella miró a Ariana con gran horror.
–Por todos los cielos, ¿de dónde la sacaste? ¿De un club de strippers?–
Daba gracia la exactitud con la que Bella había hablado, sin embargo Ariana no pensaba darle la razón porque sabía que lo había dicho despectivamente.
–Bella, a veces eres una perra–
La pelirroja le guiñó un ojo.
–Lo sé–
Todavía discutían sobre aquello, cuando Ansel habló llamando la atención de toda la familia.
–Atención, por favor. Atención–
–¿Qué pasa, Ansel?– le preguntó el abuelo, con el ceño fruncido al igual que todos los demás.
–Quiero que conozcan a Bridgit–
Enseguida presentó a una simpática rubia de sonrisa agradable.
–Buenas tardes a todos, espero no molestar– parecía nerviosa y un tanto insegura, lo contrario de Ansel que la había presentado con mucha emoción, y continuaba mirándola del mismo modo.
–No, no, tú no molestas, Bridgit. Al contrario, eres bienvenida aquí– le dijo de inmediato.
Todos los presentes se quedaron más que sorprendidos de ver a Ansel actuando de aquella manera.
El abuelo fue el primero en hablar.
–Por supuesto. Por supuesto, Bridgit. Siéntete bienvenida. Esta es tu casa. Yo soy el abuelo de este muchacho–
–Muchas gracias, señor Grande. Oh, y feliz cumpleaños, esto es para usted– le mostró enseguida el obsequio que había traído para él. Una botella de vino. –Es de la cosecha de mi padre, espero que le guste–
Frank miró la botella con agradó.
–Muchas gracias, linda. Te presento a mi esposa, es hermosa, ¿cierto?–
Bridgit sonrió.
–Por supuesto. Es usted muy guapa, señora Grande–
–Mucho gusto, querida–
–Bridgit, este es mi hermano Liam. Ella es Bella, amiga de mi hermana, ella es Kylie, amiga y asistente de mi hermana, aquel es Emmet, el guardaespaldas de mi hermana, y esta es mi hermana Ariana–
La rubia los saludó a todos y cada uno de manera educada, y al llegar a Ariana, su emoción se incrementó.
–Es increíble poder conocerte. No sabía que eras hermana de Ansel, hasta hace diez minutos, así que no estaba preparada. Te admiro mucho. ¡Cantas maravilloso!–
Ariana decidió que le caía bien, a pesar de que estaba ahí para reemplazarla en Macaroni Cheese, así que le devolvió la sonrisa.
–El gusto es mío, Bridgit. Y muchas gracias. Me ha dicho Ansel que tú también cantas, quizá después pueda darte algunos tips–
La emoción al no poderse creer que en serio la gran cantante Ariana Grande acababa de decirle aquello, apareció en el rostro de la chica.
–¿Hablas en serio?–
–Por supuesto– continuó sonriendo.
Tras Bridgit, Ansel miró a su hermana con expresión de eterno agradecimiento. Ariana le guiñó un ojo.
–Bueno, pero eso será luego, ahora mismo quiero llevar a Bridgit a las caballerizas para que vea los caballos que tenemos aquí. Andando, Bri– le sonrió embobado.
Prontamente los dos jóvenes desaparecieron de ahí y tomaron camino más a fondo de la finca.
El abuelo aplaudió.
–Me encanta que Ansel haya traído al fin a una chica. Aunque no me hubiese importado si hubiese traído a un trapeador, con tal de que ya siente cabeza ese jovencito–
Todos estuvieron más que de acuerdo.
–Por cierto, ¿dónde está Dakota, Liam?– le preguntó Bella de pronto al mayor de los hermanos Butera.
Liam se encogió de hombros.
–Bueno, mañana hará un viaje a Alaska por el asunto de una de sus investigaciones, así que debía descansar, por eso no pudo venir– contestó con simpleza.
Enseguida el abuelo llamó a su nieto.
–Ha comenzado el primer partido de pretemporada. Buccaneers vs Dolphins, clásico de Florida. No nos lo podemos perder, hijo–
Liam estuvo más que de acuerdo. Él y su abuelo eran muy aficionados al football y a la NFL, así que salieron volando rumbo a la sala para encender el televisor.
Ariana sonrió ante el hecho de que a pesar de que por las venas de su abuelo, corría sangre completamente italiana, había adoptado algunas costumbres americanas.
Todavía pensaba en ello, cuando discretamente, Emmet se acercó a ella pidiéndole un poco de privacidad.
Ariana se la concedió alejándose con él unos cuantos pasos, aprovechando que nadie los miraba en ese momento.
Aun así ninguno de los dos se arriesgó a que los descubrieran, y actuaron con profesionalidad, aunque lo que la castaña deseaba era lanzársele encima y poder besarlo.
–Tengo que salir a resolver algo– le informó el rubio un tanto serio. –Te juro que no tardaré. Debes esperarme aquí, ¿de acuerdo?–
–¿Qué cosa tienes que resolver?– le preguntó ella sin comprender.
James le había llamado minutos antes para avisarle que había conseguido comunicarse con Ryan Gosling, quien le había dicho que le enviaría toda la información que tenía sobre Jackie Radinsky por fax, dado que en el lugar donde se encontraba, no tenía conexión a internet.
Desde luego, Emmet no podía contarle aquello a Ariana, así que decidió mentir. Odiaba seguir mintiéndole pero era necesario.
–Debo recoger un paquete de James que ha llegado a nuestro antiguo departamento, y enviárselo a Los Ángeles. Sólo me tomará media hora. Regresaré por ti para llevarte a tu casa. ¿Prometes que no saldrás sola?–
Ariana asintió sonriéndole levemente.
–Te lo prometo–
Los dos desearon poder besarse, pero se resignaron a que no podían hacerlo. De inmediato Emmet se despidió agitando su mano, y Ariana realizó la misma acción.
Sin llamar la atención, el guardaespaldas salió de ahí a toda prisa.
Necesitaba saber ya todo lo que hubiese que saber sobre la vida de aquel chico. El supuesto acosador de Ariana.
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Emmet abrió la puerta del departamento que había compartido con James durante los últimos años, y prontamente entró, dejando las llaves en la mesilla como lo había hecho siempre.
Se quitó el saco que a veces los asfixiaba, y lo arrojó a uno de los sillones. No se detuvo para nadamás, sino que caminó directo a donde tenía el telefax, y de inmediato notó que la información todavía se encontraba siendo recibida, así que tendría que esperar a que se completara el recibimiento.
Exhaló, y tomó asiento en una de las sillas del comedor, mientras concentraba toda su visión y sus dos oídos en cada hoja que aparecía, y en el sonido que estas emitían.
Pasaron un par de minutos, que a Emmet se le hicieron interminables.
No entendía por qué se sentía tan nervioso e impaciente cuando solía ser un hombre paciente y controlado.
Ariana era la culpable de la nueva ausencia de su disciplina.
Pensaba en ello cuando se dio cuenta de que al fin se había completado el proceso.
De inmediato se acercó, y tomó todos los papeles en sus manos. Volvió a la mesa dispuesto a analizarlos hoja por hoja, pero antes de tomar asiento, se sirvió un poco de tequila para disminuir los nervios.
–Jackie Radisnky...– murmuraron sus labios mientras comenzaba con la lectura.
En el encabezado aparecían dos fotografías del chico. Una de cuando era más pequeño, posiblemente 5 o 6 años, y la otra más actual.
Emmet sintió una pena interna al darse cuenta de que a pesar de la diferencia de edades en ambas fotos, en las dos aparecía la misma mirada. Triste y apagada. No el brillo ni el entusiasmo que debía haber en los ojitos de cada niño en el mundo.
Exhaló, y de inmediato continuó.
La información decía que Jackie había nacido en Tallahassee, Florida, en un condado muy apartado de la ciudad.
Lindsay Radinsky era el nombre de su madre, una mujer de 34 años, que lo había tenido a la edad de 16. Drogadicta, alcohólica, y madre de otros cinco hijos, todos menores que Jackie.
A Emmet no le sorprendió del todo encontrarse con aquellos datos. Había resultado obvio que detrás de la expresión y las conductas del chico, se encontraba un pasado bastante turbio. Sin embargo no dejaba de ser lamentable.
En las siguientes hojas se encontró con el registro del número de veces en que la policía se vio involucrada en su domicilio por las constantes peleas que había entre su madre y su novio de aquel entonces, todas por motivos pasionales y de celos. La mujer se dedicaba a la prostitución con tal de conseguir más drogas y alcohol, y el hecho de que vendiera su cuerpo era algo que hacía enfurecer a Jhonny, como llamaba a su concubino. Dichas peleas terminaron algunas veces con fracturas y un dislocamiento de hombro.
La última vez, Jackie intentó defender a su madre, pero no salió bien librado. Por lo que Emmet leía, el chico casi no la cuenta.
Después de aquello tanto Jackie como sus demás hermanos, fueron separados de su madre, y situados en diferentes hogares con diferentes familias temporales, sin embargo cada vez que tuvo oportunidad, él se escapó para volver con su madre hasta que consiguió que los trabajadores sociales le permitieran vivir con ella bajo algunas condiciones.
Sin embargo, luego de aquello, a la edad de 14 años, había sido detenido por el robo a una tienda, sin embargo al ver que se trataba de un niño que no había querido más que obtener un poco de comida para su madre que se encontraba de nueva cuenta embarazada, el dueño había optado por retirar los cargos, siempre y cuando el chico no volviera a acercarse a su establecimiento bajo ninguna circunstancia.
Emmet cerró los ojos y se frotó la nariz, sintiéndose mentalmente exhausto por haber tenido que leer aquella terrible historia de un chico que no había tenido la culpa de nada, más que de nacer en el hogar equivocado para un niño.
Entonces las dudas comenzaron a hacerse más y más grandes.
¿Era Jackie realmente el acosador de Ariana?
El guardaespaldas lo dudó. Lo dudó aún más.
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Cuando Emmet volvió a la Finca Grande, se encontró con una grata sorpresa... Ariana se encontraba en el pórtico de la gigantesca casa, y al parecer lo esperaba sólo a él.
La chica sonrió en cuanto lo vio aparecer, y de inmediato corrió a su encuentro para colgarse de su cuello, y poder besarlo.
Muy a su pesar, el guardaespaldas respondió a su beso, sujetándola bien de la cintura, y pegándola por completo a su pecho, inclinándose para poder alcanzarla, sin embargo, aunque le costó un mundo entero poder hacerlo, de inmediato la apartó.
–Sabes que no podemos hacer esto aquí– susurró casi sin aliento.
Ariana sonrió coquetamente y se hundió de hombros como restándole importancia.
–Toda la tarde he estado deseando hacer esto. No me arrepiento–
–Yo también he deseado estar a solas contigo, pero será mejor que no levantemos sospechas por ahora. Volvamos dentro– respondió un tanto serio.
La castaña suspiró.
–No, no todavía. Aquí no hay nadie, y además todos piensan que estoy en una importante llamada con Scooter. Y no saben que tú ya has vuelto. Le pedí a Kylie que me cubriera– volvió a colgarse de su cuello.
Emmet la sujetó pero forzosamente miró hacia la entrada de la casa rogando porque nadie fuese a aparecerse por ahí.
Ariana solía ser muy atrabancada y descuidada en algunas circunstancias. Lo contrario de él que siempre se encontraba alerta y era bastante discreto.
–Si queremos que esto siga manteniéndose en secreto, debemos ser cuidadosos–
La astuta chica se abrazó de él, y cerró los ojos contra su pecho. Tarareó una suave canción, mientras con su mano acariciaba la extensión por encima de la camisa, y Emmet se volvió loco de poco en poco. La tomó de ambos brazos para apartarla, y mirarla fijamente. Y la miró con tal deseó que fue incapaz de reprimirlo.
–¿Dónde?– preguntó él de inmediato.
Ariana sonrió para sus adentros, dándose cuenta de que había vencido la batalla.
–¿Dónde qué?–
Emmet gruñó.
–Sabes a lo que me refiero, Ariana. Dime dónde puedo hacerte el amor inmediatamente, o terminaré haciéndotelo aquí a la vista de todos. Tú decides–
–Suenas tan salvaje...– susurró ella completamente excitada. Enseguida lo tomó de la mano. –Sígueme, Don Precavido. Tengo el sitio ideal–
A los pocos segundos llegaron a la planta alta. Por fortuna todos los empleados se encontraban en el patio atendiendo a los invitados de la fiesta, así que no había posibilidad de que alguien fuese a verlos.
Emmet se sentía desesperado.
Deseaba a aquella mujercita. La anhelaba. A todas horas y en cualquier instante.
Siguió como un bobo, el aroma de excitación que esa pequeña seductora dejaba a su paso. Sin embargo al cerrar la puerta de la habitación, el rubio puso especial atención en el interior.
Frunció el ceño de inmediato.
–¿Qué es esto?–
Ariana no comprendió.
–¿Cómo que qué es? Es una habitación, Emmet–
–Sí, pero...– el guardaespaldas continuó mirando a su alrededor.
Resultaba obvio que era una habitación, pero resultaba todo muy extraño. El decorado parecía sacado de los año sesenta. Las paredes estaban pintadas en colores pastel, había un ventilador de techo, adornos viejos, y la cama tenía dosel. ¡Joder, dosel!
¿Era una broma?
–¿Por qué aquí? Esto parece... Quiero decir, no creo que esta sea una habitación para tener sexo poco convencional–
Ariana no pudo evitar reír.
–¿De qué hablas? Además, aquí es donde suelo quedarme siempre que vengo, desde pequeña. No quise redecorarlo porque me encanta el estilo. No querrás que te lleve a la habitación de mis abuelos, ¿o sí? Ahí ellos hacen sus propias cositas– sin poder evitarlo se estremeció ante los recuerdos, pero pronto los ahuyentó de su mente.
–No, supongo que está bien aquí– respondió Emmet de inmediato. –Esta es una habitación para tener sexo a la antigua, entre personas bien educadas, y me gusta el reto. Mi sucia mente está dispuesta a todo– sonrió.
–Eso me encanta– Ariana le dio otro beso en los labios.
Emmet la sujetó de la cintura mientras la besaba ávidamente. Comenzaron a moverse tanto que mientras caminaban, chocaron con la parede, uno de los cuadros que colgaban de ella, cayó al suelo provocando un ruido estrepitoso.
–¿Y esto?– preguntó Emmet tomándolo con sus manos al recogerlo del suelo. –No me digas que es una reliquia de la familia Grande–
–Pues en realidad, lo es– admitió ella. –El cuadro es importado desde Roma en el año de 1942–
–Oh, mierda– el guardaespaldas contempló entonces el retrato a blanco y negro dentro del marco, y encontró en él a una joven dama, vestida con un traje de cuello alto y un sombrero de casimir. –No me lo digas, esta es la tía abuela Edna, ¿verdad?–
Ariana estalló en carcajadas por el tono tan gracioso en que él lo había dicho.
De inmediato asintió.
–Al fin se conocen– contestó a manera de broma. –Esta solía ser su habitación cuando era soltera–
Emmet miró entonces fijamente a la chica de la antigua foto.
–Es un gusto conocerle, querida tía, pero por ahora creo que prescindiremos de su presencia aquí– entonces colocó la fotografía con vista al revés, y sin más volvió a tomar a la pequeña castaña entre sus brazos para continuar besándola.
Sin embargo a los pocos instantes, Ariana se separó de él y lo miró a los ojos.
–Quiero hacerte un reto–
De todas las cosas posibles que ella hubiese podido decirle en aquel momento, a Emmet le sorprendió muchísimo que dijera eso.
–¿Qué? ¿Un reto? ¿Qué tipo de reto?– intentó prestarle su atención, pero resultaba difícil dado lo excitado que estaba.
Ariana utilizó su dedo para juguetear con su pecho de manera inocentona. De inmediato realizó un puchero.
–Siempre eres muy dominante, y ahora quiero ser yo quien lleve las riendas–
Por instantes, Emmet no pudo creerse que su caliente conejita estuviese realmente proponiéndole aquello. La idea lo calentó aún más si todavía era posible. Maldición, casi lo hizo aullar de lujuria.
–Soy todo tuyo, nena– volvió a besarla.
Ella sonrió en medio de aquel beso debido a su pequeña victoria.
–¿Todo mío?– cuestionó con voz femenina y delicada.
Emmet apenas y fue capaz de asentir.
–Completamente–
–¿Lo prometes?–
–Lo prometo, muñeca–
Lo siguiente que Ariana hizo fue quitarle el sacó, y después la corbata. Lo tomó por ambos brazos y lo condujo hasta la cama que parecía más alta que las promedio.
Emmet se recostó sobre ella, y enseguida la cantante lo alcanzó colocándose a horcajadas de su cuerpo.
–¿Qué vas a hacerme?– Emmet sentía muchísima curiosidad de saber. Demasiado impaciente.
Le había otorgado el control, pero Ariana se dijo muy en el fondo, que quizá sería necesario atarlo a la cama, tomando en cuenta lo agresivo que era en el plan sexual.
Lo imaginó, y la idea la excitó aún más. Lamentablemente no tenía cuerdas a la mano.
Se inclinó hacia él para poder besarlo, devorándole la boca, y arrancándole gemidos de pasión que la hicieron aumentar su propia adrenalina.
Sintiéndose cada vez más atrevida, Ariana pasó sus labios al cuello masculino, justo debajo de la barbilla, y comenzó a darle caricias en forma de delicados besitos.
El roce de la barba le resultó excitante y más erótico que nada. No había sabido hasta aquel instante que una barba de varios días podía proporcionar tanto placer. Le fascinó, y enseguida la acarició con sus propias manos.
–Eres muy guapo, ¿te lo han dicho, Emmet?–
–Muchas veces– era sincero.
Ariana detuvo sus besos, y lo miró con enojo.
¡Maldición, qué celosa que era!
Emmet se hundió de hombros inocentemente.
–Pero sólo te creo a ti cuando lo dices– atrajo su rostro hacia él, y volvió a capturarla en otro beso que los dejó a ambos sin aliento.
Ella apartó enseguida sus labios de los de él, dejando caer una lluvia de besos en la dura línea de su mandíbula, mientras se encargaba de quitar botón por botón la blanca y reluciente camisa. Al abrirla se encontró de inmediato con el inmenso pecho repleto de vello oscuro que bajaba tentadoramente por el fuerte abdomen de hombre.
–Creo que me he hecho adicta a tu cuerpo, Emmet... Es hermoso– susurró la castaña ya sin respiración.
Él negó.
–El cuerpo de un hombre no tiene nada de especial, en cambio el de una mujer...– mientras hablaba los ojos grises la recorrieron completa. –...el de una mujer posee una belleza exquisita, con el poder de volver loco a cualquiera–
Ariana sintió que su corazón se desbocaba.
–Pues el tuyo es especial– aclaró de inmediato. –Te deseo tanto...– lo besó y lo besó y lo besó, mientras sus manos acariciaban todo cuanto podían.
De inmediato dejó de besarlo, e intentó respirar para recuperar aire. Se dirigió entonces hasta la hebilla de su cinturón dándose cuenta de que la gruesa erección amenazaba con romper los pantalones.
¡Oh, cielo santo!
La castaña se murió de deseo.
Él estaba tan excitado que ella tardó una eternidad en conseguir bajarle la cremallera.
–¿Cómo es posible que...– Ariana no supo cómo formular la pregunta. –¿Cómo es posible que la tengas tan...–
Emmet suspiró luchando por control.
–¿Tan dura?– completó él impaciente. –¿Cómo es posible que la tenga tan dura?–
Ariana asintió mientras sentía cómo aquel gran cuerpo masculino se tensaba, contrayéndose por la sensación.
–No es algo que pueda controlar, Ariana– joder, esa diminuta diva del pop había asumido el completo control de su pene. Se endurecía por ella y para ella. –Tampoco es algo que pueda evitar. Cuando te miro mi polla babea por ti. La tengo así desde el primer día en que te conocí– no mentía. Ella lo había mantenido en constante estado de excitación desde el instante uno.
La castaña abrió entonces la bragueta de un tirón, y bajó los pantalones para que la erección apareciera rígida ante ella, casi preparada para explotar.
Era enorme. Tan largo y ancho que cuando ella lo tomó con sus dos manos, estas parecieron empequeñecerse.
El gemido que exhaló el guardaespaldas al ser tocado por la preciosa cantante, nació de su corazón, en su alma.
Ariana cernió los dedos a su alrededor, y al notar con el pulgar una gota de líquido preseminal en la punta, la extendió por todo el glande con círculos lentos que lo hipnotizaron y estuvieron a punto de derretirlo.
Emmet cerró los ojos, y miró hacia el techo.
⎯Condenación, muñeca– apretó entonces los dientes. –Me vas a matar. Déjame un poco de control, maldición–
¿Control? ¿Por qué? Se preguntó Ariana. Ella no tenía ninguno.
Estaba hambrienta de él.
–Tú no quieres que nos mantengamos controlados– traviesa y ardiente, Ariana inclino la cabeza, haciéndolo sentir una descarga eléctrica en las terminaciones nerviosas de todo su ser. –Tú quieres esto, ¿no es cierto?– la voz fue aterciopelada, un placer tan dulce como el que sintió que atravesaba su cuerpo cuando ella le paso la lengua por la punta de su erección.
¡Oh, demonios, sí! Eso era lo que quería. La boca de Ariana chupándole la polla, apretada, caliente y muy dulce. Casi sin ser consciente, arqueo las caderas hacia ella cuando sintió su lengua en la parte inferior del glande, lamiéndole, presionando contra un punto especialmente sensible de aquella manera que había aprendido.
El rostro masculino se contrajo, volviéndose intenso por la fuerte necesidad. Emmet tembló ante lo que le hacía sentir. Gruñó ante el éxtasis que le produjo la caricia de su firme, húmeda y caliente boca. Soltó el aire, y se dejó caer contra las almohadas poniendo todo su empeño en no correrse ya mismo.
Al segundo volvió a incorporarse.
–Quítate la ropa, o voy a desgarrártela– amenazó en medio de su propio delirio.
Ariana se alzó para mirarlo.
–Aquí las órdenes las doy yo, querido– de inmediato cambió de táctica y comenzó a succionarlo.
Con ojos nublados, dientes apretados y el placer recorriendo salvajemente sus venas, Emmet observó cómo ella lo envolvía por completo, resultando fascinante el contraste en sus tamaños.
Era una provocadora, maldición. Una pequeña provocadora que le chupaba la polla.
Ninguna mujer debería tener tanto poder sobre ningún hombre, oh, pero Ariana tenía todo el poder sobre él.
–Así, preciosa...– gimió de éxtasis. –Justo así...–
Entonces la simiente hirviendo se desbordó mientras él mismo se estremecía.
Ariana sonrió. Esa pequeña sonrisa sensual y confiada. Una sonrisa maliciosa. La que esboza una mujer que tiene a un hombre en su poder. Que no solo posee su alma, sino también su polla.
Ella lo poseía por completo. Emmet lo sabía. Lo había sabido segundos antes, y lo sabría por siempre.
La cantante contuvo el aliento y se humedeció los labios, haciéndole sentir otro escalofrío de deseo. Luego la vio cruzar los brazos a la altura de la cintura, agarrar el borde del top y pasárselo por la cabeza. Seguido de la pequeña faldita que llevaba, y también los altos zapatos de tacón.
Emmet se sentía con tan pocas fuerzas, que por un instante no fue capaz de moverse. Por fortuna su pene se encontraba todavía en plena forma cuando fue cubierto por el látex del preservativo. Las bragas de Ariana desaparecieron al segundo.
Ella misma se alzó ante él para poder ser penetrada arrancando un gemido roto de los dos.
El rubio guardaespaldas sintió crepitar el fuego en su duro miembro. Comenzó por la punta, cuando ella lo lubricó con sus jugos, y bajo en una apremiante llama hasta la base. Recuperó entonces todo su vigor, pero Ariana se rehusó a cederle el control. Se lo había prometido.
Se dedicó a observarla únicamente, mientras ella subía y bajaba encima de él, hundiendo sus pequeñas manos en su estómago, al tiempo en que su apretada y sedosa cavidad se ceñía en torno a su grosor, con un ardiente placer que lo desarmó ayudándolo a tranquilizarse, y no rodarla sobre la cama para poseerla como el animal que era.
–Joder, esto... esto es demasiado, Ariana–
Demasiado para soportarlo. Demasiado placer. Demasiadas sensaciones. Demasiados sentimientos...
Los suaves gemidos femeninos fueron por segundos, más devastadores.
Ella era hermosa. Era su sueño hecho realidad, y Emmet no podía dejar de observarla, de fascinarse con lo pequeña y delicada que era.
Maldita fuera, todo en ella era diminuto comparado con él. Tan dulce y curvilínea, frágil, y femenina, pero con aquella voluntad de hierro que conseguía endurecerlo más y más.
Ariana continuó montándolo con intensa pasión, deslizándose lentamente, envolviéndolo en sus húmedos y cálidos pliegues, se inclinó para besarlo, y el rubio la recibió ansioso, voraz, desesperado. La acaramelada cabellera cayéndole y barriendo el pecho de hombro, los besos transportándolo a otro universo, el aroma a mujer caliente haciendo que la bestia en su interior rugiera por más.
Emmet se moría entre sus brazos y ella ni siquiera alcanzaba a imaginar la magnitud. Le atravesaba el corazón, le arrancaba el alma, y él no podía hacer nada.
Alzó entonces sus manos para tomar posesión de los redondos senos, y enseguida inclinó la cabeza hacia los preciosos y sonrosados pezones, succionándola con firmeza, escuchándola gemir su nombre.
Ariana se encontró fascinada con aquella nueva faceta suya. Calmada y silenciosa. Un nuevo Emmet. Uno sumiso.
Jamás lo había visto así. En paz. Dócil. Como si se hubiese rendido.
Le encantaba.
El placer de hacer el amor con aquella lentitud la rodeaba. Ella temblaba estremecida y perdida, mientras luchaba por aferrarse a algo, cualquier cosa que le permitiera conservar lo suficiente de sus sentidos para memorizar cada beso, cada caricia, simplemente porque deseaba albergar tales recuerdos para siempre en su corazón.
Bajó y subió sobre él de manera casi torturante, recreándose en cada penetración, en cada contracción de sus músculos internos ante el pene que la poseía.
Era delicioso.
Ariana jamás hubiese imaginado que alguna vez estaría disfrutando del arte del sexo justamente con su guardaespaldas, Emmet Wyatt, y sin embargo ahí estaba. Entregándole todo de ella, y tomándolo todo de él. Amándolo con su alma y con su cuerpo. Perteneciéndole en más de una manera.
Ese era su hombre, y ella era su mujer.
Luego de aquello los dos se corrieron casi al mismo tiempo.
El orgasmo la atravesó a ella, y un par de segundos más tarde, hizo lo mismo con él.
Emmet que debía estar exhausto, no lo estuvo en lo más mínimo, sino que antes de recuperarse, e incluso antes de dejar que ella se recuperara, bajó de la cama, y sacó de su pantalón un nuevo preservativo.
La tomó a ella de las piernas para acercarla.
–Ya te he cedido el control, ahora me toca a mí–
A Ariana le calentó la idea. Como pólvora la prendió.
Emmet comenzó a penetrarla, y ambos gimieron.
–He descubierto la ventaja de la antigua cama de la tía Edna– dijo en medio de un par de embestidas. –Tiene la altura perfecta para que pueda hacértelo de pie. Esta... ah, es como si hubiera sido hecha justo a la medida para mí–
Ariana rió mientras era follada.
Ese hombre siempre conseguía hacerla reír en los momentos menos indicados.
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Después de que Ariana y Emmet terminaran sus asuntos en la vieja habitación, acomodaron sus ropas y sus cabellos, asegurándose de no llevar ni siquiera en la expresión, algo de lo que habían estado haciendo en el último par de horas.
Tal y como acordaron momentos antes de salir, la castaña fue la primera en bajar.
Al aparecerse en el patio donde todavía se llevaba a cabo la fiesta de su abuelo, se encontró con un montón de rostros que le prestaron toda su atención.
Ariana se negó a ponerse nerviosa. De otro modo descubrirían su mentira.
–¿Dónde has estado, Ariana?– Bella fue la primera en cuestionarla. –Estaba preocupada por ti–
–Tranquila, Bel, no fui a ninguna parte– respondió de inmediato. –Kylie, ¿les dijiste que atendería una llamada de Scooter en el estudio?–
–Por supuesto que les dije, pero bueno, tu amiga no me creyó–
–Es verdad, Bella, mi manager tenía algo muy importante que tratar conmigo, y no podía esperar. Lamento la tardanza–
–Lo bueno es que ya estás aquí, mia bellísima, sigamos disfrutando de esta fiesta– el abuelo de inmediato acercó a su nieta hasta la barra de bebidas y le entregó una copa de vino.
Ariana bebió sólo un sorbo por su poca resistencia al alcohol, y prontamente se unió a la charla que mantenían junto con Kylie.
Bella miró a su amiga de manera extraña.
En ese momento por el rabillo del ojo vio que Emmet aparecía. Al segundo dirigió su completa mirada hacia él.
Bella odiaba que intentaran verle la cara de estúpida.
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Luego de que la fiesta de cumpleaños del abuelo Frank terminara, Ariana decidió volver a casa.
Bella había argumentado que esa noche saldría con sus padres a un importante evento. Ansel había desaparecido prontamente con su amiga Bridgit, posiblemente para tener una cita romántica únicamente entre ellos dos. Liam se había adelantado en su auto, así que posiblemente se encontraría ya en su habitación leyendo alguno de sus libros de finanzas, dispuesto a dormir temprano. De su padre no tenía ni idea, así que ni siquiera se cuestionó acerca de su paradero. Sabía que no se encontraba en casa porque no veía por ninguna parte el auto que solía utilizar.
Emmet estacionó la camioneta, y prontamente ayudó a la cantante a bajar.
Ariana le sonrió. No mencionó nada, sino que juntos entraron a la casa.
La expresión de ambos demostraba lo bien que la habían pasado esa misma tarde.
–Que pase buena noche, señorita Grande– el guardaespaldas se colocó junto a la escalera, esperando a que ella subiera, pero la cantante únicamente subió dos peldaños antes de dirigirse de nuevo a él.
–No quiero subir–
Emmet frunció el ceño.
–¿Por qué?–
–Porque no quiero separarme de ti. Lo de esta tarde no fue suficiente–
Oh, maldición. Tampoco había sido suficiente para él. Tratándose de ella siempre desearía más.
–Lo sé, lo sé, preciosa, pero no podemos arriesgarnos. No pienso entrar a tu habitación–
–Subiste a mi habitación en la finca de mis abuelos–
–Sí, pero es diferente. Ahí la tía abuela Edna se convirtió en nuestra cómplice, aquí quizá no corramos con la misma suerte. Alguien más podría descubrirnos–
Ariana negó.
–Liam debe estar a punto de dormir, y papá y Ansel no están–
–Sí, ¿pero qué hay de la servidumbre? Si alguno de ellos llegara a vernos, estaríamos perdidos, Ariana–
El suspiro de la joven cantante apareció.
–Bien, si no quieres venir conmigo a mi habitación, entonces no lo hagas, pero yo iré contigo a la tuya–
–¿Qué?–
–Lo que oíste–
Emmet sabía que todo aquello era peligroso. Lo sabía muy bien, maldita fuera, pero no pudo resistirse a la tentación.
–De acuerdo, joder– la tomó de la mano, y con rapidez la condujo hasta las habitaciones de servicio, teniendo buen cuidado de que nadie más fuese a verlos.
La sonrisa de Ariana se hizo más y más grande al darse cuenta del gran poder que tenía sobre aquel hombre.
¡Cielo santo, lo amaba!
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Después del maremoto de emociones del que fueron víctimas, tras el orgasmo arrollador que los envolvió luego de las interminables horas haciendo el amor, Ariana y Emmet dejaron de besarse, intentando luchar por recuperar sus respiraciones normales. De inmediato se acomodaron en la cama, él apoyando su espalda sobre el respaldo, y ella apoyándose por completo en el fuerte y viril torso porque aquella era su posición favorita para acostarse, abrazada de aquel guardaespaldas, y bien protegida por la grandeza de sus músculos.
Con su largo y grueso brazo, Emmet se encargó de rodearla, y mantenerla bien pegada a él. Ariana se recostó sobre su pecho, colocando una de sus manos sobre la extensión.
Lo siguiente que sucedió, fue que el rubio encendió el televisor.
–Oh, mira, están pasando tu novela favorita– comentó él mientras dejaba el mando de lado.
A Ariana le causó gracia que Emmet ya no se rehusará a mirar telenovelas con ella, sino que incluso había comenzado a interesarse en Days Of Our Lives, lo cual resultaba bastante curioso.
Los dos permanecieron entretenidos durante algunos minutos, cuando le primero en exaltarse fue precisamente él.
–¡Maldita sea! ¿Por qué no EJ Dimera deja de engañar de ese modo a Abigail?–
Ariana no pudo evitar reír. Lo adoraba. Adoraba el hombre que era. Tan viril, y aun así todo un fan de ese tipo de programación dirigido especialmente para las mujeres. Le encantaba que rompiera estereotipos.
Media hora más tarde, la novela terminó.
Emmet se encargó de apagar la televisión.
–Espero que en el siguiente episodio Sami ya descubra toda la farsa de ese cabrón de EJ. Es un jodido infiel de mierda–
Ariana lo abrazó.
–Tú jamás me engañarías como EJ engaña a Sami con Abigail, ¿cierto?–
Emmet negó.
–¡Ni loco, muñeca! ¿Cómo podría siquiera mirar a otra cuando te tengo a ti?– la tomó de la cintura, y volvió a besarla. –Ni siquiera puedo imaginarlo–
Ariana le creyó. Ella tampoco podía hacerlo. No imaginaba a Emmet mirando a otra del mismo modo en que la miraba a ella.
Era suyo por completo, tal y como él mismo lo había declarado esa misma tarde.
–Buen chico– sonrió y le dio una palmadita.
Emmet rió, y comenzó a hacerle cosquillas. Los dos rieron divertidamente, pero enseguida tuvieron que detenerse.
–Quizá sea hora de que te vayas–
Ariana hizo un puchero.
Mierda, a Emmet lo volvían loco esos pucheros.
–No quiero hacerlo–
–Yo tampoco quiero que lo hagas, pero debes irte, nena. No quiero que cuando Van Damme regrese te encuentre aquí–
Ariana suspiró.
–Me urge regresar a L.Á.– allá podía hacer el amor con su sexy guardaespaldas libremente, y pasar toda la noche dormida en sus brazos.
–También yo, preciosa. Cuento los días– la besó.
–¿Soñarás conmigo?–
–Como siempre– asintió él traviesamente.
La risa de Ariana se escuchó, y compartieron entonces un último beso de despedida.
Ella salió de inmediato de la habitación, mientras Emmet la veía desaparecer.
Todo pareció marchar bien para la chica que se escabullía de las habitaciones de servicio intentando ser lo más silenciosa posible. Sin embargo en el momento en que traspasaba la puerta que los conducía a la casa, algo con lo que no había esperado, ocurrió.
Se topó con Van Damme, quien al parecer recién llegaba. El guardaespaldas de su padre la miró con el ceño fruncido.
Ariana se llevó el susto de su vida, casi como si hubiese sido pillada infraganti, pero gracias a sus dotes en la actuación, de inmediato disfrazó su reacción.
–¿Señorita Butera?–
–Me gusta que me llamen señorita Grande, Van Damme– le recordó.
–Sí, sí, señorita Grande, ¿qué hace usted aquí en el cuarto de empleados, y a esta hora?–
La chica se hundió de hombros despreocupadamente.
–Bueno, vine por algo que le di a cuidar a Emmet durante el día, y se me olvidó pedirle de regreso– no traía en sus manos nada para mostrar así que no lo hizo.
Van Damme no le creyó ni siquiera un poco.
–Yo que usted tendría cuidado, señorita– advirtió un tanto irritado. –No debería estar aquí, y usted lo sabe perfectamente. Su mundo es otro, no este– las palabras del hombre tenían otro significado, y Ariana las comprendió bien, pero no estaba dispuesta a admitirlo.
–Buenas noches, Van Damme– prontamente dio media vuelta, y se marchó de ahí con la cabeza bien en alto, negándose a permitirse descubierta a pesar de que todo había sido evidente.
Oh, aquel guardaespaldas se había equivocado, y se había equivocado muchísimo.
Emmet era su mundo entero, y para Ariana ya no existía ningún otro.
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Muchas gracias a todxs lxs que comentan, me encanta leer sus comentarios. Espero que sigan haciéndolo y también voten mucho plss
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