Capítulo 11

Aterrado al imaginar que encontraría a Ariana desangrándose en su habitación, muriéndose de agonía, Emmet entró corriendo a toda velocidad, mientras los golpeteos de su corazón le hacían añicos todo su interior.

Se llevó una inmensa sorpresa, combinado con profundo alivio cuando la encontró en perfecto estado.

El acosador no se encontraba ahí, tampoco ningún peligro que pudiese hacerle daño.

Con el ceño fruncido, Emmet la miró.

–¿Por qué demonios ha gritado como loca?– le cuestionó molesto. –Casi me mata de un susto–

Pero su molestia no se comparaba en nada con el enojo que ella sentía

–¿Matarlo? ¡A la que van a matar es a mí, de un coraje!–

Emmet no comprendió el motivo de su ira, pero infiernos si no lo averiguaría.

–¿Por qué está tan enojada?–

–¡¿Cómo te atreves a preguntarme?!– lo acusó, y enseguida le lanzó una almohada, que desde luego él esquivó.

–A ver, a ver, ¡tranquilícese!– le exigió.

–¡No me digas que me tranquilice!– continuó arrojándole más y más almohadas, y Emmet continuó esquivándolas.

El guardaespaldas comenzó a perder la paciencia, y le gritó.

–¡Dígame por qué está tan furiosa!–

–¡Por eso!– señaló entonces la bolsa de papel que se encontraba sobre la cama.

Más confundido que en un principio, Emmet decidió acercarse y tomarla preguntándose qué podría albergar que hubiese hecho enfurecerla tanto.

Cuando la abrió, lo comprendió todo, y se quedó paralizado.

Lencería, tanguitas, brasieres semi transparentes, ligueros, medias hasta el muslo, cada prenda más pequeña, más atrevida, y más inmoral que las que ella vestía en esos momentos bajo la chaqueta.

–Como no estoy aquí para rodar una película porno, evidentemente no son nada prácticos. ¿Es una broma o un error?–

Emmet cerró los ojos, irritado. Eso tenía que ser cosa de James, a quién iba a estrangular en ese instante.

–¡James!– lo llamó.

El chico que se encontraba en el pasillo junto a Kylie, se acobardó al ver a su amigo tan furioso, de inmediato se colocó tras la pelinegra intentando protegerse, pero fue en vano porque de todos modos Emmet lo alcanzó tomándolo del cuello de la camisa y arrastrándolo hasta él.

–¿Qué tienes que decir de esto?– dijo alzando la aparentemente inocente bolsa de papel.

James que ya había empezado a sudar, comenzó a tartamudear.

–Bu...bueno, Emmet. Fue todo lo que pude encontrar a esta hora. No hay ninguna tienda de ropa que abra a las casi medianoche–

–¿Y dónde conseguiste esto? ¿En el Keeping Up?– lo apretó aún más.

James asintió.

–S...sí. Lo tomé de ahí–

Emmet soltó un suspiro de cansancio combinado con irritación, y finalmente soltó a su amigo.

Kylie rodó los ojos pensando en lo estúpido que era.

–Yo le prestaré ropa– dijo de inmediato. –Sólo necesito ir a mi casa, dame las llaves de mi camioneta–

Sin embargo Emmet negó de inmediato.

–Olvídalo, no dejaré que salgas a esta hora. Yo lo solucionaré, sólo déjenme solo con ella–

Kylie y James obedecieron marchándose al instante.

Enseguida el guardaespaldas se acercó su armario, y pronto rebuscó entre sus cajones y luego de unos segundos alzó una camiseta negra que ponía las siglas del FBI, seguido de Federal Boobie Inspector.

Ariana la miró horrorizada. Era una de las cosas más feas que hubiera visto nunca.

–¿Dormiré con esa cosa puesta?–cuestionó con desagrado.

Emmet asintió.

–Bueno, justo ahora no tengo más ropa aquí, porque toda me la llevé a Los Ángeles cuando empecé a trabajar para usted, así que tendrá que conformarse con eso–

Pero Ariana negó rotundamente.

–No pienso ponérmela. Olvídalo, qué horror–

Emmet se dijo que no insistiría más. Ella podía hacer lo que le viniera en gana, a final de cuentas.

–Bien, esa es decisión suya, y se respeta– se hundió enseguida de hombros. –Pero si no acepta ponérsela, tendrá que dormir... desnuda–

Las mejillas de Ariana ardieron en un rojo escarlata. La furia apareció una vez más, y sin replicar le arrebató la camiseta de las manos, dándose la vuelta sin decir una sola palabra.

Una vez en el cuarto de baño, cerró la puerta y corrió el pestillo mientras parpadeaba furiosa, intentando recuperar el control de su respiración.

Todo aquello quedó en segundo plano cuando se colocó la prenda, comenzando a sentirse diferente.

Al igual que la chaqueta, la camisa la envolvía por completo, la tela suave y cálida. Pareciendo demasiado grande para ella, demasiado larga rozándole las rodillas.

El aroma a Emmet; viril, personal y lleno de algo vital, emanaba de la camiseta. Era como oler testosterona en estado puro.

Ariana se sintió atrapada en un hechizo.

La excitación creció de pronto dentro de ella, y no pudo hacer nada por ahuyentarla.

Se preguntó entonces cómo podría dormir, sabiendo que se encontraba en la cama de Emmet, sin nada que la cubriera salvo su ropa...

Enfadada consigo misma, cerró los ojos negando numerosas veces. No quería sentirse de aquel modo. Lo negaba, lo rechazaba, sin embargo era tarde ya.

Aquella noche, Ariana se quedó con el pensamiento de que dormiría abrazada por su guardaespaldas.

Él la rodearía y la protegería.

No tuvo duda de eso.

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Ariana era hermosa a cada instante.

Emmet lo había descubierto al verla dormir.

Ahí, en su cama, durmiendo plácidamente, la castaña parecía el ser más vulnerable y frágil que él hubiese podido conocer, y eso, de una extraña manera, le rompía el corazón.

Había caído rendida después de aquel infierno de tarde, y el pequeño suspiro que soltó no fue más que una secuela de su tormento de lágrimas.

Deseando que ella no hubiese tenido que pasar por todo aquello, Emmet cerró los ojos y negó. En silencio salió de la habitación, y cerró la puerta tras de sí en completo silencio para no despertar a la bella durmiente.

En la sala se encontró con James que trabajaba en la mesa con su computadora portátil, y a una Kylie demasiado adormilada recostada sobre los cojines del sofá.

–Son casi las dos de la mañana, y ya no aguanto más– la pelinegra se puso en pie. –James, dormirás en el sofá, porque tu habitación es toda mía ahora– enseguida se marchó sin darle oportunidad al chico de replicar.

James la miró irritado pero no mencionó nada al respecto. A pesar de todo era un caballero.

–¿Has hecho lo que te pedí?– le preguntó Emmet a su amigo al tiempo que se dejaba caer en uno de los sofás.

Sonriendo satisfecho, James se puso en pie y caminó hacia él.

–La pregunta ofende. Claro que lo he hecho. Aquí tienes– enseguida le mostró el preciado disco recién salido.

Al verlo, Emmet se enderezó y los ojos le brillaron.

–¡Estupendo!– sonrió. Pronto lo tomó. –Gracias, Jimmy–

–Bueno, sé que en el fondo tampoco te decepcioné con la ropa que le conseguí a Ariana. Te hubiera gustado muchísimo verla usándolos, ¿o no?– rió.

Por más que Emmet hubiese querido molestarse con su amigo, o incluso fulminarlo con la mirada, no lo hizo. Muy a su pesar estalló en carcajadas.

–Eres un imbécil– le dijo entre risas. Luego encendió el televisor y el reproductor DVD, introdujo el disco, y sin más volvió a tomar asiento para dedicarse a verlo.

Comenzó como hubiese tenido que comenzar. La calle que daba a la entrada de la feria, autos pasando a velocidad moderada, personas arribando al lugar, comprando sus entradas en la caseta de boletos, niños emocionados, padres contentos de ver a sus hijos felices. El sol parecía iluminar significando que debía ser temprano.

Emmet ubicó entonces la entrada al edificio abandonado que se encontraba al cruzar la calle. No quitó la vista de ahí, y entonces con el control remoto adelantó la sintonización.

Fue entonces cuando el guardaespaldas encontró lo que buscaba.

Un hombrecillo que parecía no medir más que la misma Ariana, vestido de negro para pasar desapercibido.  La capucha sobre su cabeza aportándole una obscuridad que hacía imposible distinguir sus rasgos.

Llevaba una mochila, y Emmet estuvo seguro de que ahí era donde seguro había llevado su arma.

Lo vio entonces entrar al edificio, y cualquier duda quedó disipada.

Era él.

Sin embargo su rostro no era visible.

Frustrado, Emmet repitió la escena casi un centenar de veces, pero todas y cada una resultó inútil porque no consiguió obtener nada más.

Un tanto resignado, el guardaespaldas se dijo que al menos ya tenía una seña bastante particular del acosador.

Su estatura era casi la de un enano.

Sin embargo aquello le resultaba bastante extraño.

Ni Nathan Sykes, ni Ricky Álvarez, y tampoco ninguno de los ex novios de Ariana tenían aquella complexión.

Emmet se quebró entonces la cabeza intentando averiguar qué maldita relación podría tener con alguno de ellos, pero no logró nada.

Sus ojos grises se clavaron entonces en la televisión con la imagen pausada, y estuvo más determinado que nunca a encontrarlo.

Ese degenerado no sabía con quién se había metido.

Estaba loco, eso era seguro. Obsesionado y enfermo también lo cual no resultaba ser una buena combinación. Además era listo, podía sacarle fotos a las personas sin que alguien lo notase, sabía abrir cerraduras, manejar las armas... Pero nunca podría contra Emmet, de eso el guardaespaldas estuvo aún más seguro.

Aquel bastardo había decidido que si no podía tener a Ariana, entonces nadie más podría hacerlo. No estaba lo bastante cuerdo, y eso tarde o temprano lo haría cometer un error.

Regresaría por la chica, eso podía firmarlo. No había conseguido su objetivo, y no podía dejarlo así.

Emmet sabía que debía estar preparado.

Entonces su propia locura lo hizo sonreír.

>Aquí te espero, hijo de puta<

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–Pasé la noche en casa de Bella, ¿queda claro?– le dijo Ariana a Emmet justo al momento en que él estacionaba la camioneta en el patio de la residencia Butera. –Ya le he pedido que me cubra– completó mostrando el celular. Quizá no iría a ser necesario, puesto que no tenía ninguna llamada perdida, ni tampoco mensajes. Cabía la posibilidad de que ni siquiera hubiesen notado su ausencia en casa. Eso esperaba, pero de todos modos se quedaba más tranquila teniendo una coartada.

Bella le había respondido que podía contar con ella para lo que fuera, claro con la condición de que después debía darle detalles.

Era una buena amiga, después de todo.

Emmet contuvo el deseo de decirle que no debía confiar tanto en aquella chica, y se dedicó solamente a apagar el motor. Muy temprano esa mañana había regresado al estacionamiento de la feria a recoger el vehículo. Para su fortuna lo había encontrado intacto. No quería deberle uno más.

Salió, le abrió la puerta a Ariana para que pudiera bajar, y ella así lo hizo.

–Creo que papá y Liam ya han salido porque no están sus autos– dijo un tanto contenta con aquel hecho, sin embargo su rostro continuaba todavía triste y apagado.

Emmet la miró una vez más, y se sintió realmente mal sólo de saber que no podía hacer nada para ayudarla a sentirse mejor en esos instantes.

Ariana entró a la casa en absoluto silencio, casi como si fuese uno de esos maridos infieles que llegan casi al amanecer, evitando cometer cualquier tipo de ruido.

Para su mala suerte justo al cerrar la puerta, lo primero con lo que se encontró fue con su hermano Ansel que bajaba las escaleras todavía adormilado.

Frunció el ceño, y abrió los ojos por completo en cuanto la vio.

–¿Ariana? ¿A dónde fuiste? ¿Y por qué llevas puesta la misma ropa que traías ayer?–

La cantante se quedó entonces pasmada frente a su hermano.

–Eh... Yo... yo...– maldición. El supuesto plan alterno que había ideado de pronto había sido sustituido por un gigantesco muro en blanco. Por fortuna a los pocos segundos lo recordó –Con Bella– fue su respuesta automática. Después se aclaró la garganta. –Estaba en casa de Bella. Hacía mucho que no nos veíamos, y anoche tuvimos noche de chicas, ya sabes, chismes, maquillaje...–

Ansel pareció caer en su mentira, sin embargo no se quedó sin replicar.

–Pero creí que papá te había prohibido salir de casa. Todos creímos que estabas dormida–

–Por eso  debes guardar el secreto. ¿Lo harás, hermanito?– lo miró revoloteando las pestañas.

–Jamás te he delatado en algo, Ari, y lo sabes, pero creo que deberías ser más cuidadosa. Recuerda el asunto del acosador. De verdad estamos preocupados por ti–

Ariana asintió sintiéndose tranquila de ver que Ansel le había creído todo. Sin embargo en ese momento Emmet entró por la puerta, luciendo las secuelas de haber trasnochado, y luciendo igual que la castaña, la ropa del día anterior.

–Buenos días– saludó cortésmente, y sin más se retiró directo a los cuartos de servicio.

La expresión en el rostro de Ansel cambió al instante. La miró de manera traviesa.

–¿Con que en casa de Bella, eh?–

Ariana de nuevo se quedó sin respuesta.

–N...no, Ansel, no es lo que crees– se apresuró a aclarar, sin embargo su hermano no la escuchó.

–Descuida, hermanita, tu secreto está a salvo conmigo– le guiñó el ojo con complicidad. –¿Sabes? Me encanta esto. El guardaespaldas y tú, justo después de tu rompimiento de compromiso con el pesado de Nathan– sonrió contento e incluso emocionado. –¡Estupendo!–

Ariana abrió los ojos horrorizada ante lo que Ansel decía. Intentó hacerlo callar, alzando las manos hacia él, pero el chico se movió con rapidez hacia la puerta.

–Vive tu vida, Ari, ama y sé feliz, te mereces ser feliz. Sólo no olvides una cosa... ¡Usen condón!– soltó una risotada, y enseguida salió de la casa sin darle oportunidad a Ariana de explicarle el gran error en el que se encontraba.

Un tanto irritada, la cantante se dijo que después se ocuparía de aquel bobo. En esos momentos todavía se sentía demasiado abatida por todo lo ocurrido el día anterior.

Caminó entonces directo hasta la sala, y se echó en el sillón donde permaneció inexpresiva casi cuarenta minutos en los que estuvo volviéndose loca con sus propios pensamientos.

–Debería almorzar algo– la voz de Emmet llamó por completo su atención, haciéndola despertar del trance.

–¿Disculpa, qué?–

Emmet exhaló. Había tomado una ducha rápida, y se había cambiado de ropa.

–Que debería comer algo. No quiso comer nada hace un rato–

Ariana no tenía apetito, pero asintió simplemente porque no deseaba discutir con él.

Se puso en pie y pronto se encaminó hacia la cocina.

Ahí la empleada colocó frente a ella un plato de cereales y otro con fruta fresca del día.

Sin embargo Ariana ni siquiera lo tocó.

Emmet que se había quedado en el arco observándola, se dio cuenta de que la tristeza no la había abandonado todavía.

Su carita marchita lo hacía pensar únicamente en cargarse a aquel cabrón que quería hacerle daño.

Maldita fuera...

El guardaespaldas rogó desde lo más profundo tener la oportunidad de poner las manos sobre aquel pequeño hijo de puta.

Había intentado luchar contra aquella ira que se había construido desde sus adentros, pero no podía hacer nada en su contra, lo que lo enfurecía aún más.

Casi no podía creerse que la hija del asesino de su padre estuviese causando todo aquello en él. Pero así era, y de pronto se sintió maldito.

La necesidad de proteger a esa mujer no tiene nada que ver con el deber, o con la venganza, era cuestión de instinto. Primitivo y oscuro instinto.

¡Joder!

Emmet se acercó a ella, y soltó un suspiro.

–Debería denunciar el ataque de ayer– le dijo.

Ariana dejó el tenedor que ni siquiera había utilizado.

–No insistas más en el tema. Estuve en casa de Bella, y eso fue todo–

Emmet había estado de acuerdo en ocultar el asunto de la feria, la noche anterior, pero en ese momento ya no estaba tan confundido.

Sabía que debían hablar, pues sólo así podría atrapar realmente a aquel criminal.

–Debería pensárselo mejor–

–Ya lo pensé bien, Emmet. Te despedirán si hablo–

Pero él negó.

–¿Y cuál es el motivo de que usted piense que valgo tanto la pena?–

Ella lo miró esta vez enfadada.

–Ya te dije por qué lo hago. No quiero a otro monigote con los ojos puestos en mí todo el condenado día. Contigo es más que suficiente–

–¿Acaba de llamarme monigote?

Ariana lo miró desafiante.

–¡Sí! ¿Y qué? Yo puedo llamarte como se me dé la gana–

Pero Emmet que ya se había encontrado tenso por todo aquello, la tomó del brazo y la puso en pie.

–Guardaespaldas. Soy su guardaespaldas– le dijo con voz dura.

Ariana no se acobardó ni siquiera un poco.

–¡Pues como prefieras llamarte!– argumentó. –Al final sigues siendo el simio que papi contrató para que me vigiles las veinticuatro horas–

Los dos se encontraban de pronto llenos de adrenalina, un efecto secundario de todo lo que habían tenido que vivir hacía tan solo unas cuantas horas.

Lo peor del caso fue que ninguno de los dos supo cómo controlarlo.

Emmet la sujetó con más fuerza, y esta vez la pegó a su cuerpo mientras una corriente eléctrica los recorría por dentro.

–Le encanta, admítalo– su voz fue exigente. –Le encanta que yo la mire. Le encanta cómo la miro...–

Ariana lo miró con ofensa e incredibilidad, y pronto intentó soltarle un golpe. Sin embargo el enfado fue lo que la dominó.

Estaba furiosa ante aquello que el guardaespaldas había soltado sin más.

–¡¿Cómo te atreves?!–

–Me atrevo porque es la verdad, a usted le excita saber que me tiene ahí...–

Sin pensar en nada más que en el horror de que él estuviese diciendo la verdad, Ariana le soltó una bofetada que resonó en toda la cocina. Levantó entonces la otra mano para golpearlo de nuevo, pero Emmet la sujetó fuertemente, y la pegó a su cuerpo con extrema violencia.

Después de aquello ambos se miraron. El gris haciendo estragos contra el marrón. La descarga aumentando en potencia. Los golpeteos de su corazón haciendo que casi se les saliera del pecho.

Las declaraciones quedaron de pronto flotando en el aire.

Tanto Emmet como Ariana se dieron cuenta que de pronto habían perdidos los estribos, pero ninguno se preocupó por recuperarlos.

La cantante lo miró de pronto como él realmente era... Devastador, tentador y poderoso. Un hombre de metro noventa al que deseaba besar con todas sus fuerzas.

Y Emmet lo mismo sintió.

Desde su altura pudo ver todo cuanto había que ver. Una mujer pequeña de sensuales formas, preciosa criatura que lo miraba mientras la punzada de pasión atacaba su pecho y otras partes.

Ariana era tan hermosa, una fascinante combinación de fragilidad y fuerza, inocencia y sensualidad, que él guardaespaldas no pudo resistir más.

Las grandes manos se aferraron entonces a la estrecha cintura con más ansias que en un principio.

Sus miradas volvieron a cruzarse en lo que pareció una milésima de segundos. Después sucedió... Sus bocas se devoraron.

Emmet la bebió por completo, adueñándose por ese instante de sus labios, convirtiéndose en su único amo y señor, alimentándose de todo su fuego, sujetándola bien de las caderas, negándose a soltarla.

Ariana le devolvió el beso con la misma ansia y el mismo ardor, estremeciéndose entre sus brazos, su cuerpo rogando por más de aquello que le estaba siendo entregado a manos llenas, solo porque ese lugar en su pecho que durante tanto tiempo había estado frío y hueco, parecía estar ahora lleno, pleno.

La pasión de Emmet incrementó entonces, y también la de ella. La hoguera apareció, y no hubo posibilidad alguna de apaciguarla, sino que a su vez crecía, mientras la propia bestia se hacía más y más grande.

El placer fue tan intenso que casi la hizo gritar, mientras él gruñía fieramente.

Sintiéndose como un animal, Emmet la arrastró hasta la barra de la cocina, y ahí la pegó dejándola atrapada contra su propio cuerpo.

Oh, pero Ariana no se sentía atrapada, sino todo lo contrario... Libre, viva, más mujer que nunca.

Y él se sentía del mismo modo. Aquella parte de Emmet que hasta entonces había permanecido dormida, despertó gigantesca, voraz, apasionada, haciéndolo olvidarse de todo, todo lo malditamente importante, quién era él, quién era ella... Quién era Robert Butera.

¡Infiernos!

Continuaron besándose hasta la locura, Emmet empuñando la ropa femenina, deseando arrancársela y tocar su piel. Ariana aferrada a su cuello, a la nuca, a su exquisito y viril cabello rubio, alzándose de puntas para poder alcanzarlo. Sus bocas entregadas, enlazadas una con la otra, sus lenguas compartiendo el mismo baile candente.

Un beso terminando, y uno nuevo comenzando, el ciclo no paró.

Ambos parecían estar dentro de un hechizo, o un mundo donde sólo existían tres elementos... Ariana, Emmet, y el deseo.

La pasión y la entrega, como una cuarta y una quinta.

Sin embargo al instante todo se detuvo yéndose a la mierda. La magia desapareció y el hechizo se rompió.

El celular de Ariana comenzó a sonar.

Sólo hasta que fueron conscientes de la llamada entrante, la cantante desprendió su boca de aquella masculina sintiendo como si además se hubiese desprendido de una parte primordial de todo su ser.

Con labios hinchados, mejillas sonrosadas, y ojos dilatados por tal sensación, Ariana tardó poco más de medio minuto para poder recuperarse.

El celular continuaba sonando.

¡Maldito celular!

–E...es papá– anunció ella todavía dentro de su propio shock.

La suave, femenina y ronca voz, penetró entonces la consciencia del guardaespaldas, trayéndole de vuelta a la realidad, haciéndolo quedarse inmóvil

Ariana cerró los puños a los costados para no rodearle el cuello con los brazos una vez más, para no envolverlo entre sus piernas, para no suplicarle todo aquello que él podía darle: seguridad, tranquilidad... un febril deseo, un inusitado placer.

¡Cielo santo!

Jamás se había sentido más acalorada.

De inmediato respondió.

–¿A...aló?–

Justo al instante en que Ariana atendió su celular, el de Emmet también comenzó a sonar con una llamada proveniente de Van Damme. A diferencia de ella, él contestó al segundo.

–¿Qué ocurre, Van Damme?– preguntó.

Entonces tras la línea, los dos recibieron la noticia que tenían para darles.

Ariana bajó su celular y colgó. Emmet realizó lo mismo.

Se miraron fijamente, y entonces lo dijeron...

–Han capturado al acosador–

–Capturaron al acosador–

Las declaraciones los hicieron ser conscientes del peso de su significado.

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Ariana bajó corriendo de la camioneta sin darle oportunidad a su guardaespaldas de que la ayudara a hacerlo.

–¡Espere!– le gritó Emmet justo antes de salir tras ella.

Gracias a lo grandes que tenía las piernas, consiguió alcanzarla y arrebasarla. Se colocó de inmediato frente a ella, impidiéndole el paso, y colocó sus dos manos sobre los hombros esbeltos de la cantante.

–¡Hazte a un lado, Emmet!– le exigió. –Necesito entrar ahí, y saber quién demonios es ese desgraciado–

Sí, el rubio la comprendía mejor que nadie porque era lo que él mismo deseaba. Conocer la identidad de aquel maldito, y después hacer que pagara, sin embargo debía guardar la compostura, y también debía hacer que ella la guardara.

–Recuerde que estamos en la delegación de la ciudad. Si llega haciendo un escándalo, todo el mundo sabrá que es usted, y tenga por seguro que la prensa se enteraría de esto. ¿Eso es lo que quiere?–

Un tanto impresionada, Ariana negó con la cabeza. Inhaló y después exhaló.

–De acuerdo– asintió como niña regañada.

–Bien. ¿Quiere entrar ahí ya mismo?–

La cantante asintió.

Emmet alzó el brazo en señal de caballerosidad para que ella entrara primero, y después lo hizo él.

A su costado, pudo ver entonces a su amigo James, que parecía hacer guardia, una de las órdenes de Butera.

Ambos chicos se hicieron sólo una seña, y después él entró.

Emmet apresuró el paso para ir a la par de Ariana.

La castaña que se había prometido a sí misma autocontrol, comenzó a sentirse de pronto exasperada.

No la hizo sentirse mejor el hecho de encontrar a su padre y a sus hermanos en la sala.

Maldición, incluso Nathan y Perlman se encontraban ahí.

Al verla, de inmediato Liam y Ansel corrieron a abrazarla.

–Ya puedes estar tranquila, Ari– le dijo su hermano mediano. –Han atrapado a esa sabandija, y ya no te molestará más–

–¿Entonces era cierta la llamada?–

Liam asintió sonriéndole.

–Claro que era verdad. Ese loco ya está bajo custodia de la ley, y te aseguro que le darán su merecido–

Ariana se sintió entonces tremendamente aliviada.

Le parecía increíble, después del tiroteo del día anterior, que esa mañana al fin estuviese celebrando el encarcelamiento de su acosador, y el final de sus pesadillas.

–¿Pe...pero quién es?– exclamó todavía incrédula. –¿Dónde está?–

Robert negó.

–Resultó ser un niñito imbécil, pero te aseguro que lo pagará caro–

Ariana dio un respingo y frunció el ceño.

–¿Un niño?–

Entonces el licenciado Smith, abogado de la familia, se adelantó para hablar.

–Se llama Jackie Radinsky, y fue encontrado esta mañana portando un arma por los alrededores de su residencia–

Aquello sorprendió bastante a la cantante, tomando en cuenta que al llegar a su casa no había visto nada extraño. Quizá había estado muy bien oculto.

–¿Qué edad tiene?– preguntó de pronto ella.

–Cumplirá 18 en un mes–

Aquella nueva información dejó a Ariana bastante perturbada. ¡¿18?! ¡Cielo santo!

Entonces Robert intervino.

–Pero será procesado como adulto, de eso me encargaré yo. ¡Quiero la pena máxima para ese desgraciado! ¿Me oyes, Smith?–

–Por supuesto, Rob– secundó entonces Perlman Sykes con voz tan fría y amenazante como la misma muerte. –Ya estoy moviendo mis contactos para que así sea. Ese delincuente de pacotilla se arrepentirá incluso hasta de haber nacido–

Ariana desvió su mirada hacia Emmet, sólo para ver si él estaba tan horrorizado como ella.

Y en efecto así fue.

El guardaespaldas miraba al abogado, con un montón de incógnitas y bastante desconcierto.

¿Cómo era posible?

Ambos habían estado seguros de que tendría que tratarse de un hombre mayor o de un adulto joven, jamás se habían imaginado la posibilidad de que fuera un adolescente.

–Exijo una explicación de todo esto–

–¿Qué más necesitas saber, Ariana?– cuestionó su padre. –Es culpable, ya se ha probado–

Pero la castaña negó todavía sin comprenderlo todo.

–Pues lo lamento pero yo no puedo acusar a alguien solamente porque lo encontraron merodeando por mi casa–

–No te olvides del arma, Ari– la interrumpió Liam. –No es inocente, y eso nos queda claro–

–Sí, pero...– aun así Ariana no terminaba de creérselo.

–Si todavía no está convencida, entonces debe saber que hay un registro de que este... jovencito, estuvo en Los Ángeles hace un par de días, exactamente la fecha en que su acosador entró a su penthouse, y usted recibió esa fotografía morbosa– antes de que el abogado continuara hablando, uno de los oficiales se acercó a él para pedirle que lo acompañara pues era necesaria su presencia en la sala de interrogaciones.

Entonces, por primera vez desde que llegaron, Emmet habló.

–¿Saben en dónde estuvo anoche?– aquello sería pieza clave para saber si en verdad era el acosador de Ariana.

Sin embargo todos se quedaron en silencio. Ninguno tenía aquella respuesta.

–¿Pero eso qué importa?– exclamó Robert molesto. –Es culpable, y punto. Lo refundiré y haré que se pudra en prisión–

–Sí, Ariana– Nathan se acercó entonces a ella, y colocó su mano tras su espalda. –Olvídate ya de todo esto, lo importante es que estás bien, y ese delincuente no te hizo ningún daño. De lo demás nos encargaremos nosotros–

Pero la cantante negó.

–Quiero hablar con él– dijo de inmediato. Sentía que necesitaba hacerlo.

–¡¿Qué?!– todos saltaron de inmediato, su padre y sus hermanos principalmente. También Emmet la miraron como si se hubiese vuelto loca.

–¡Claro que no!– respondió Robert tajante. –Tú no te acercarás a ese pequeño degenerado–

–Ariana, no te lo permitiremos– secundó Liam, y Ansel asintió en acuerdo.

–Yo no creo que sea buena idea, Ariana– incluso Perlman intervino.

Ariana exhaló un tanto exasperada porque ellos no comprendieran la necesidad que ella sentía de hacerlo.

–Tengo que hablar con él. Tengo que preguntarle por qué hizo todo esto. Por favor, déjenme entrar ahí. Quiero enfrentarlo. Tal vez haya una explicación... ¡Cielo santo, es casi un niño!–

–Bueno, no lo es tomando en cuenta que sólo le llevas cuatro años–

Ariana no quiso añadir que al día siguiente serían cinco, debido a su cumpleaños número veintitrés. Negó para sí.

–De todos modos tengo que hacerlo. Quiero que me lo diga mirándome a la cara–

Sin embargo en ese momento, el abogado reapareció.

–Eso no será posible– dijo de inmediato. –El chico ya ha declarado, y ha admitido toda su culpa. Admitió ser el que envió todos esos mensajes a Ariana, admitió haberla seguido durante todos estos meses, haber forzado la cerradura de su penthouse en Los Ángeles, admitió también... los actos inmorales que cometió ahí dentro–

Ariana se quedó paralizada escuchando.

–¿Y dijo por qué lo hizo?– preguntó Ansel.

El abogado asintió.

–Sólo dijo que Ariana le parecía una chica muy linda, con otras palabras, claro, y que ese había sido su único motivo–

Todavía dentro de su propio shock, Ariana tuvo que alejarse un poco de todos ellos, intentando recuperarse de todo aquel choque emocional.

Sin embargo en esos instantes, un montón de custodios aparecieron. Llevaban esposado a Radinsky.

Al verlo lo primero que Robert Butera hizo fue írsele encima intentando golpearlo. Lo que los policías impidieron de inmediato, separándolo del chico.

Con ojos impresionados, Ariana miró al chico, y no pudo evitar sentir algo hacia él... Lástima, y tristeza también.

Parecía demasiado joven, pero sus ojos eran los de alguien adulto. Alguien que había vivido ya los suficientes horrores de la vida, y que seguro eran el motivo de la dureza que mostraba su mirada.

Muy a su pesar, y muy a pesar de todas las horribles cosas que él había cometido contra ella, Ariana no le deseó ningún mal. Sino todo lo contrario, se lamentó muchísimo por el hecho de que fuese a acabar de aquel modo.

Un jovencito con toda una vida por delante, un futuro mejor de lo que seguramente había sido su infancia, y todo truncado por una mala decisión.

Intentó entonces buscar su mirada, sólo con la esperanza de poder leer algo en aquellos ojos fríos y apagados, pero él ni siquiera la miró. Se mantuvo mirando hacia el suelo en todo momento.

–¿A dónde lo llevan?– preguntó Liam prontamente.

–Ya ha sido procesado, y será trasladado a la cárcel de Boca Ratón ahora mismo–

–¿Por qué tan pronto?– preguntó Emmet.

Pero los policías no respondieron la pregunta pues no estaban autorizados. De inmediato retomaron su camino llevándose a Jackie con ellos, portando sus armas, y apuntándolo como si fuese el peor de los asesinos seriales.

Ariana no dejó de mirarlo hasta que desapareció por el pasillo mientras un nudo se atoraba en su garganta.

–El juez es buen amigo mío– intervino Perlman sonriendo. –Le pedí de favor especial que... adelantara todo este proceso–

Robert y Nathan fueron los únicos que sonrieron.

–Muchas gracias, amigo– le dio una palmada en el hombro.

–Gracias, papá– secundó Nathan emocionado.

Sintiéndose satisfecho consigo mismo, Perlman se hundió de hombros.

–Bueno, saben que yo haría lo que fuera por la mujer que mi hijo ama. Arianita, yo te quiero como a la hija que nunca tuve–

Ariana lo miró, pero se sentía demasiado aturdida como para responder algo. Desvió de inmediato la mirada.

Emmet permaneció callado. No se sentía ni siquiera un poco seguro de que aquel chico fuese realmente el culpable de todos los acosos hacia Ariana.

La complexión de Jackie Radinsky no coincidía en nada con el hombrecillo que él había visto en el vídeo. Muchas cosas ahí no cuadraban, pero las averiguaría. Infiernos si no. Emmet estaba decidido a descubrir la verdad ahora más que nunca.

En ese momento Ariana habló.

–Me siento muy mal, quiero irme a casa–

De inmediato el guardaespaldas se acercó para recibir cualquier indicación de ella, sin embargo Nathan pasó por un lado suyo para llegar junto a la castaña, aprovechando el momento para pasar su brazo por su espalda.

–Yo te llevaré–

–Eso– asintió Perlman. –Llévala, hijo. Ariana necesita ahora mucho apoyo, ¿y quién mejor que tú?– sonrió.

–Por supuesto, yo siempre estaré para apoyar a mi chica–

Ariana se sentía tan afectada que no fue capaz de replicar nada, aceptó que Nathan la acompañara.

–Me da mucho gusto saber que ya nada amenaza tu vida, Arianita– Perlman miró de reojo a Emmet, insinuando que ya no serían necesarios sus servicios. –Nicole estaba muy preocupada por ti, y desde luego también yo. Por fortuna no hay nada que lamentar–

–Gracias– le respondió Ariana secamente.

–Ve a casa y descansa, hija– le dijo Robert al tiempo que depositaba un beso en su frente.

Ansel y Liam se acercaron a ella para abrazarla. Ariana respondió al abrazo de ambos, y se sintió agradecida de tenerlos.

Luego salió de la delegación en compañía de Nathan, con Emmet siguiéndoles los talones.

–Nos iremos en mi auto, guardaespaldas. Tú puedes seguirnos si quieres, o mejor aún, podrías adelantarte y comenzar a hacer tu equipaje–

Emmet miró al junior presumido, y sonrió con sorna. No respondió nada porque en el fondo bien sabía que quizá aquello sería lo que tendría que hacer. Empacar y marcharse, despedirse de Ariana... La idea le afectó más de lo que hubiese querido.

Sin embargo se dijo que mientras no recibiera nuevas órdenes, continuaría cumpliendo con su trabajo como hasta el momento.

–Los sigo– respondió con voz dura, luego se apartó para entrar a la camioneta.

Desde ahí, Emmet observó cómo Nathan abría la puerta caballerosamente para que Ariana pudiese entrar.

Ella lo hizo al instante.

Pensó que arrancarían de inmediato, sin embargo no fue así.

Por algún motivo, el señorito Sykes decidió que todavía no encendería el motor.

Emmet deseó desesperadamente saber qué era de lo que estaban hablando.

Dentro de su BMW último modelo, Nathan metió las llaves para encender el motor, pero no lo hizo al instante, sino que exhaló y se giró para mirar a la bonita y distraída castaña que llevaba de copiloto.

–Ariana...– la llamó. –Lo lamento muchísimo–

Ella frunció el ceño.

–¿Qué lamentas?– preguntó sin comprender.

Nathan la miró con obviedad.

–Bueno... todo lo que dije aquel día en el restaurante–

Fugazmente Ariana lo recordó.

–Ah, eso– a decir verdad lo había olvidado, no había vuelto a pesar en ello desde aquel día.

–Hablo en serio– insistió Nathan poniendo su expresión más triste. –Me tomaste desprevenido, y por eso reaccioné de aquella penosa manera. Debes comprender que uno de mis más grandes sueños es tener descendencia, sin embargo te prefiero a ti–

Ariana lo miró entonces fijamente.

–¿Me prefieres a mí?– cuestionó ella todavía un tanto desconcertada con respecto al tema.

–¡Sí!– exclamó Nathan. –Si el precio que debo pagar por estar contigo es olvidarme de tener hijos, entonces lo acepto. Estoy dispuesto a todo por ti, Ariana, pero por favor perdóname. Me mata ver todas esas notas amarillistas que se han encargado de difundir el supuesto rompimiento de nuestro compromiso. No hay otra maldita cosa que me pregunten cuando salgo a la calle. Y yo... yo no sé qué demonios responderles. Ariana... ¿Seguimos juntos? ¿Nuestra boda sigue en pie?–

Ariana lo miró sin saber qué demonios debía responder.

Ciertamente aquel era su novio, lo había sido un año completo, y desde antes de aquello había sido uno de sus amigos más cercano. Lo conocía desde que ambos usaban pañales, y desde siempre habían estado destinados a estar juntos...

Sin embargo el beso que se había dado con Emmet Wyatt ocupó enseguida todos y cada uno de sus pensamientos.

¡Cielo santo!

Aquel hombre rubio la abrumó. Su cuerpo se tensó ante el recuerdo. De pronto sintió los labios de nuevo encima de los suyos, las manos tocándola, aferrándose a ella de manera desesperada, apasionada, hambrienta. La sangre le hirvió entonces, y el color rojo apareció en sus mejillas.

Ariana negó buscando disimular, fingir que ninguno de aquellos recuerdos había existido. Que Emmet y ella jamás se habían besado, que no había conocido su sabor, ni su pasión.

Pero antes de que pudiese decir algo, Nathan se adelantó.

–Por favor dime que sí, amor– le suplicó. –Fui un estúpido, pero te amo. No quiero que esto termine por esa discusión, ni por nada más. Quiero seguir siendo tu prometido, quiero casarme contigo, quiero que estemos juntos por el resto de nuestras vidas, tal y como lo teníamos planeado, por favor, te lo ruego– entonces un tanto desesperado por recuperarla, Nathan tomó su rostro entre sus dos manos, y besó su boca como tantas veces anteriormente la había besado.

Ariana se estremeció sintiendo de pronto un pánico extraño al darse cuenta de que la sensación no era la misma de antes.

Era como si después del beso de Emmet, ya no pudiese sentir nada más, por nadie más... ¡Maldición, no!

Abrió los ojos horrorizada.

–Nathan...– se apresuró a decir. –Nuestro compromiso no se ha roto. Discutimos, pero eso no es motivo para cancelarlo todo. Nos casaremos. Tengo un compromiso contigo, y pienso cumplirlo– lastimosamente Ariana se dio cuenta de que sus palabras sonaban más a penitencia. Casi como si lo hiciera solamente porque aquello sería lo único en lo que complacería a su padre después de haberle dado tantos disgustos.

>No< se negó a sí misma. Ella amaba a Nathan. Lo amaba. Siempre lo había amado.

La sonrisa en el rostro del chico apareció, y justo después soltó un gritó de alegría y triunfo. Tomó la mano de su prometida, y depositó un beso en el dorso.

–Te haré la mujer más feliz, Ariana. Seremos muy felices, te amo, te amo muchísimo–

Ariana sonrió, y rogó, rogó desde lo más profundo porque aquello se hiciera realidad. Deseaba con toda su alma llegar a ser muy feliz con Nathan. Pondría todo su empeño en ello.

–El asunto de los hijos...– comenzó a decir.

Nathan negó.

–Olvídalo, olvídate de eso– le pidió renuente.

Pero Ariana quería hablarlo.

–Yo no quise decir que no deseaba tener hijos contigo, Nathan. Tan solo... no los quiero tan pronto, ¿de acuerdo? Tengo muchos planes, muchos proyectos para mi carrera. Un bebé...– no quería llamarle estorbo, no quería herir más sus sentimientos. Aceptaba que había sido un tanto desconsiderada con él al plantear su apresurada decisión.

Se sintió una maldita perra cuando vio el brillo resplandecer en el rostro de Nathan.

La emoción lo llenó, y una nueva esperanza apareció.

–Me parece perfecto– respondió. –Sin presiones, sin nada de eso. Los hijos llegarán cuando tengan que llegar. Cuando tú lo decidas, yo no intervendré–

Ariana se vio tentada a decirle que sería dentro de diez o quince años, pero le pareció más prudente quedarse callada.

Un Nathan bastante contento volvió a alzarse sobre ella para volver a besarla, después decidió que ya era tiempo de marcharse.

Encendió el motor, y se dedicó a conducir.

Tras de ellos, Emmet los siguió en la camioneta, mientras una garra de rabia y celos le hacía añicos el pecho.

Lo había visto todo. Había visto a ese imbécil besarla, justo después de que él la hubiera besado tan arrasadoramente que todavía podía sentir la sensación quemándole en los labios. Las manos hormigueándole con el deseó de tocarla mucho más en comparación a como la había tocado.

Maldición...

>Acéptalo, jugador...Ese beso no fue nada. No significó nada. Deja de ser un puñetero imbécil, y recuerda por qué estás aquí... La venganza. Tu venganza<

Condujo en silencio, intentando mantener su mente en blanco, y no pensar en nada más.

Al llegar a la residencia Butera, Emmet aparcó el vehículo segundos después de que lo hiciera Nathan.

Enfadado con él, con ella, y consigo mismo, Emmet bajó mientras lo observaba abrirle la puerta con aquella estúpida sonrisa.

Ariana salió del auto, y Nathan le pasó los brazos por los hombros de manera posesiva. Se negó entonces a mirar al guardaespaldas. No podría mirarse en aquellos ojos después del beso compartido, y aún menos si en ese momento se encontraba bajo el abrazo de otro hombre. Su prometido.

–Deberías felicitarnos, Wyatt– le dijo entonces Nathan con toda intención, utilizando un tono de voz que dejaba ver lo contento que estaba. –Ariana y yo nos reconciliamos. Mientras tú vas a estar por ahí mendigando un trabajo, ella y yo estaremos con los preparativos de nuestra boda–

Emmet odió cada palabra que salió de su boca. Deseó borrarle la expresión arrogante de felicidad con un puñetazo. Sus manos se tensaron en puños, que él contuvo utilizando todas sus fuerzas, y todo su autocontrol.

Los ojos grises lo miraron a él, y después la miraron a ella.

Ariana seguía negándose a mirarlo, y eso le causó una punzada en el pecho que lo dañó profundamente.

–Felicidades...– murmuró secamente, y después entró a la casa.

Solamente cuando hubo escuchado la puerta cerrarse, Ariana alzó la mirada y se atrevió a mirar en dirección a él.

Se preguntó entonces a qué se debía aquel dolor en el corazón.

¡Sólo había sido un beso, maldita sea!

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Aquella tarde, después de haber pasado horas encerrada en su habitación, Ariana finalmente decidió salir y bajar. Una de las empleadas le había avisado que la cena pronto sería servida, así que ella aprovecharía para dar un nuevo aviso a toda su familia.

Al llegar al comedor, se encontró con su padre sentado en la cabecera. Ansel y Liam a ambos lados de él.

Ariana exhaló cuando vio que los tres la miraban.

De inmediato sus hermanos se pusieron en pie para recibirla.

–Ari, ¿cómo te sientes?– le preguntó Liam de inmediato.

–¿Descansaste bien? ¿Necesitas algo?– secundó Ansel.

La cantante les sonrió. Los dos eran adorables cuando se preocupaban por ella.

–Estoy bien, chicos, pero gracias–

Prontamente uno de ellos le arrimó la silla para que pudiese sentarse.

Robert miró a su hija un tanto serio.

–Al fin apareces, Ariana. No es bueno que estés tanto tiempo sola en tu habitación. Necesitas distraerte, hacer algo para olvidarte de ese horrible episodio del acosador–

Resultaba curioso que su padre lo hubiese mencionado. Quedaba muy conveniente con lo que ella tenía para decir.

–Lo sé, papá, y es por eso que quiero informarles que esta misma noche sale mi jet privado–

Los tres hombres Butera la miraron con confusión.

–¿Qué dices?– exclamó Robert, no luciendo muy de acuerdo con eso.

–¿Regresarás a Los Ángeles?–

Ella negó.

–No, no todavía. Me darán las llaves del nuevo penthouse hasta en un par de días–

Ansel frunció el ceño.

–¿Entonces a dónde planeas ir?–

–A Las Vegas– respondió.

–¿Las Vegas?– cuestionó su padre. –¿Y a qué demonios irás a Las Vegas?–

–Mañana son Los Billboard, y quiero estar ahí, ya lo he hablado con Scooter esta misma tarde. Además mi álbum está a días de salir, tengo mil pendientes de los que ocuparme antes. Ya no quiero cancelar ni retrasar nada–

Sin embargo Robert no fue capaz de comprender.

–¿Pero no crees que está muy reciente todo este percance? Creo que deberías tomarte algún tiempo para superarlo–

Ariana negó.

–No tengo nada que superar. Atraparon al acosador, y el tema ya fue. No voy a permitirle que afecte mi vida ni un día más. He estado en Boca desde el accidente que tuve en el caballo, y pienso que ya fue suficiente–

–Ari, pero mañana es tu cumpleaños, ¿en serio piensas pasártela trabajando?–

¿Liam hablando sobre la adicción al trabajo? Resultaba gracioso viniendo de parte suya.

Se hundió de hombros.

–Bueno, a mí me parece una buena forma de celebrarlo–

Robert tomó entonces la palabra de nuevo.

–No intenten convencerla porque no habrá poder humano que la haya desistir de lo que ella ya ha decidido– comentó resignado, y acostumbrado al carácter de su hija. –Puedes irte si así lo deseas, Ariana, nadie te detendrá, pero debes estar informada de que Wyatt continuará encargado de tu seguridad–

Los ojos marrones de la cantante se abrieron de par en par, y miraron a su padre con más emoción de la que hubiese deseado mostrar.

–¿De... de verdad?– había creído que con el hecho de la captura de su acosador, su padre decidiría prescindir de los servicios del guardaespaldas. Se negó a pensar en el rayito de alegría que la inundó cálidamente, se negó a pensar en el sentimiento que surgió.

–Por supuesto. El hecho de que se haya acabado la pesadilla del acosador no significa que no necesitarás protección, sobre todo siendo una figura pública. He hablado ya con él, y está dispuesto a seguir con este trabajo–

A Ariana le dio un vuelco en el pecho al pensar en Emmet aceptando seguir siendo su guardaespaldas.

De inmediato lo borró de su mente y fingió indiferencia.

–Es igual por mí. De todos modos ya me acostumbré a su presencia–

Luego de su respuesta, vio a Ansel beber de su copa de vino, y mirarla con picardía.

Ariana lo fulminó con la mirada prohibiéndole rotundamente que abriera la boca y dijera alguna de sus imprudencias.

–Me alegra que estés de acuerdo– respondió entonces Robert.

La cantante se puso en pie de inmediato.

–No me quedaré para la cena. Mi avión sale en cuarenta minutos, así que debo marcharme ya mismo– de inmediato se despidió de todos con un beso en la mejilla, pero antes de que pudiera irse, su padre la llamó de nuevo.

–Antes de que te vayas quiero decirte algo, Ariana–

–¿Qué cosa, papá?–

–Que me haces muy feliz con tu próxima boda con Nathan– sonrió.

Y Ariana respondió a su sonrisa. Pero no quiso pensar en nada más. Solamente se marchó de ahí.

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Ariana miró por la ventana de su avión porque aquello era una de sus cosas favoritas del mundo... Mirar el cielo de noche. Era algo que nunca le había contado a nadie, porque sabía que la acusarían de ser una fantasiosa, pero le encantaba sentirse cerquita de todas esas estrellas, y también de la luna, sin embargo en aquellos momentos le fue imposible concentrarse.

La razón era el enorme, viril y apasionado hombre que se encontraba en la cabina continua.

«Emmet»

Maldito Emmet. Hasta entonces no había conseguido dejar de pensar en él, sacárselo de la cabeza, y también aquel beso que se habían dado.

Increíble beso.

Ariana cerró los ojos, y se sintió temblar, cuando su mente lo revocó una vez más. Se llevó una mano al cuello, e intentó recuperarse, pero no lo logró porque la imagen seguía ahí.

Ella y el guardaespaldas besándose con ansias, con anhelo, desespero. Llenos de una promesa salvaje, un atardecer en el desierto, caliente y hambriento.

Un beso perfecto, un beso que había hecho que todos sus impulsos femeninos hubiesen cobrado vida.

¡Por el cielo bendito!

Sin embargo en esos momentos recibió un mensaje de texto proveniente de su mejor amiga. Ariana de inmediato lo leyó.

Debes contarme ya mismo en dónde pasaste la noche pasada, y con quién. ¡Quiero detalles!

Pero la cantante negó, y prontamente escribió su respuesta.

Oh, no, Bella, no quieres saberlo...

A unos cuantos metros de ahí, el guardaespaldas también observaba la noche desde su ventana, mientras pensaba en una sola cosa... El anillo, el maldito y horroroso anillo que Ariana había vuelto a poner en su dedo. Símbolo de su reconciliación con Nathan Sykes, y su próxima boda.

Emmet se dijo con furia que aquello no debía importarle, que no debía enfurecerlo como lo hacía, pero maldita fuera, no podía contenerse, no podía controlar la rabia y los celos.

Jodidos celos que no lo dejaban tranquilo.

Después de haberla besado no podía soportar la idea de que aquel junior de mierda fuese a ser el único que disfrutara de esos besos.

¡Joder!

Él que deseaba besarla una vez más, se moría sólo de pensar que no podría hacerlo de nuevo.

Lo peor del caso era que aún podía saborearla. Lo recordaba todo con demasiada perfección. La expresión de los ojos marrones cuando después que ella lo abofeteara, él la tomara entre sus brazos bruscamente, y la besara hasta dejarla sin respiración. Pero la mayor sorpresa había sido la que él mismo se llevó cuando la cantante le pasó las manos por la nuca y se colgó de su cuerpo como si fuera hiedra, buscando de nuevo sus labios...

Emmet había comprendido en ese momento que el deseo era mutuo, que la pequeña castaña respondía a él y a su pasión con el mismo anhelo.

Entonces, como si una ráfaga hubiese cruzado por su mente en una milésima de segundo, algo se estrelló en su mente, y se fue expandiendo hasta abarcarlo completo.

La idea que había surgido le pareció entonces el mejor plan.

¡Sí!

Incluso sonrió.

No dejaría que Ariana Butera, ni el deseo que sentía por ella se interpusieran en su camino ni en su venganza, sino todo lo contrario... Lo utilizaría a su favor, y en el proceso volvería a probar esos labios, y también mucho más.

¡Oh, sí!

Ariana sería su arma para vengarse, y se lamentó entonces por no haberlo pensado desde un principio.

La princesita dorada, era lo que Robert más quería en el mundo, y Emmet la seduciría para hacerlo pagar. Le quitaría la inocencia, la enamoraría, y después la destruiría.

Lo mejor era que él disfrutaría durante todo el proceso.

La sonrisa se agrandó.

¡Maldición, y cómo disfrutaría!

Su dulce venganza.

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¿Qué piensan del beso? ¿Y de la nueva decisión de Emmet respecto a Ariana y la venganza? Se prendió esta mierdaaa...

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