Capítulo 10

«Virgen»

Ariana Butera era virgen, y Emmet no había conseguido olvidarlo.

Lo había intentado, por su vida que lo había intentado, pero no lo había logrado.

Ella era la representación perfecta de la sensualidad. Un sueño erótico andante.

Seductora y provocativa, tan coqueta como el infierno.

Era una mujer ardiente, y hacía alarde de ello, con todo propósito demostraba esa imagen candente, que lo hacía babear, y seguro estaba de que no era el único que sufría de aquellos efectos.

Parecía increíble que aquella hembra caliente, que exudaba calor por cada poro de su ser, nacida para tentar a cualquier macho viviente, estuviera intacta.

Pero así era.

Ariana no había sido tocada por ninguno. Ni el bailarín, ni el actor, ni el rapero, ni el quarterback, y aún menos aquel imbécil presumido de Nathan Sykes. Ninguno de ellos la había tenido entre sus brazos.

Aquella preciosa, pequeña y sensual mujer no había conocido las caricias de un hombre, nadie la había besado en el punto máximo de la pasión, ninguno había llegado al orgasmo dentro de su cuerpo.

¡Mierda!

Emmet se tensó, y su polla se endureció hasta tal punto que le causó dolor, sólo con la idea de cambiar eso.

Oh, sí, maldición. El guardaespaldas moría por quitarle esa inocencia, enseñarle cosas, mostrarle. Él la besaría con intensidad, la tocaría reverenciando cada centímetro de su piel, hasta convencerla de que era la mujer más hermosa de todo el universo. Emmet probaría la suavidad de sus pechos, y hundiría en ella sus veintisiete centímetros hambrientos... ¡Maldita sea! ¿Sería posible? ¿Sería posible que su miembro viril, siendo tan inmenso, cupiera entre los muslos de aquella diminuta belleza?

No podía saberlo con exactitud en ese momento, lo único que sabía era que deseaba averiguarlo.

La deseaba a ella.

¡Cielo santo, cuánto la deseaba! Con febril urgencia. No había nada de delicadeza en su deseo, ni nada de caballerosidad en los pensamientos que le pasaban continuamente por la cabeza.

Ariana era tan hermosa que él casi perdía el sentido.

Ahí, en el cuarto de baño de la casa Butera, Emmet negó para sí mismo mientras ordenaba a su subconsciente dejar de pensar en tales fantasías imposibles.

De inmediato abrió el grifó, y con sus manos humedeció su rostro deseando estar en su regadera y poder tomar un baño completo que consiguiera enfriar su deseo.

Debía recordarse quién era. Era Emmet Garrett, y tenía una venganza pendiente. Sin embargo en esos momentos debía posponerla. Antes de continuar con la destrucción de Butera, se había prometido que encontraría a aquel bastardo que amenazaba la vida de Ariana.

Exhaló apoyándose en el mármol del lavamanos, cuando recordó aquel asunto.

Se sentía muy preocupado por la seguridad de Ariana que sus dedos se tensaron en dos puños. Ese pervertido estaba enloqueciendo cada vez más, y Emmet estaba seguro de que continuaría dando problemas antes de que lo atraparan.

Se miró al espejo un par de segundos, intentando reconectarse con sí mismo, y entonces salió de ahí.

Se encontró en el pasillo con James que recién llegaba.

–Acabo de llegar con el viejo– informó su amigo refiriéndose a Butera. –Ha subido directo a la habitación de Ariana. Al parecer hay reunión familiar una vez más, porque también vi entrar a los otros dos–

–Debe estar informándole que no podrá marcharse de Boca Raton como ella tenía planeado–

–¿Tienes noticias del acosador?– preguntó James.

El rubio negó.

–Nada, pero sé que pronto lo atraparemos. El sujeto está cerca, así que en cualquier momento cometerá un error, y caerá–

–¿A qué te refieres con eso de que está cerca? ¿Acaso lo conoces?–

–Yo no, pero Ariana sí. Mi intuición me dice que es alguien cercano, y tú sabes que esa intuición no me falla– con los años había desarrollado un asombroso sentido de peligro, una premonición de desastre, que le habían salvado el pellejo en numerosas ocasiones.

James asintió en acuerdo.

–Eso es cierto–

En ese momento Van Damme apareció en el pasillo.

–Wyatt, el señor te llama. Están en la habitación de la señorita Ariana–

El guardaespaldas asintió, y de inmediato tomó camino.

Luego de subir escaleras y plantarse frente a la puerta de dicha habitación, tocó, y enseguida escuchó la voz de Butera.

–¡Entra!–

Emmet así lo hizo, y lo primero con lo que se encontró fue con una Ariana un tanto enfadada, aunque no como aquellas veces en las que solía cabrearse en serio con él, esta vez era un enfado diferente. Estaba triste y parecía sentirse perdida.

El guardaespaldas sintió mucha pena por ella. Nadie merecía vivir bajo aquella circunstancia.

Quien quiera que fuera aquel hijo de puta, no seguiría saliéndose con la suya por mucho tiempo más.

–¿Ha mandado llamarme, señor?–

Butera asintió.

–Ya le he informado a mi hija que no podrá volver a Los Ángeles–

Ariana se acercó hacia la ventana, y miró a través de ella, como ignorando a todas las personas ahí a su alrededor. No replicó, y aún menos mencionó palabra alguna.

Resultaba extremadamente alarmante que en esta ocasión ella no estuviese en desacuerdo con su padre, y presentándole batalla como de costumbre.

Emmet dejó de mirarla a ella, y después miró a Butera.

–Todo será como usted diga, señor–

En cualquier otra circunstancia, Robert hubiese estado contento de al fin tener el control en la vida de Ariana, pero en esos momentos era su vida la que corría peligro, así que satisfacción era lo último que sentía.

–Papá, quizá sea buena idea contratar a más hombres para que cuiden de mi hermana– habló Liam, que a pesar de su postura se encontraba inmensamente consternado por la amenaza que rodeaba a su hermanita.

Ansel, que usualmente era bromista y despreocupado, en ese momento estaba pálido y callado, pero apoyó por completo la idea de su hermano. Asintió.

–Pienso lo mismo. Si tenemos el dinero suficiente para pagar a otros veinte guardaespaldas para que cuiden de Ari, entonces hagámoslo. Mientras más protección tenga, más segura podrá estar–

Robert estuvo de acuerdo.

–Hablaré con Van Damme para que me consiga a otros dos. Con tres será suficiente. Confío en que pronto atrapen a ese infeliz–

Emmet intentó no pensar en lo que sería perder la intimidad con Ariana. Sólo ellos dos, y ahora tener que compartir espacio con más sujetos. Negó para sí de inmediato.

Ariana continuó sin replicar.Odiaba que la trataran como a una niña, pero estaba demasiado abatida para discutir el tema.

–Tengo que volver a la empresa, pero te quiero mucho, Ari– Liam la abrazó, y besó su frente.

Lo mismo hizo Ansel, y enseguida ambos salieron.

Ella intentó sonreírles aunque no lo consiguió del todo.

–Yo también debo volver a la empresa, dejé botado mucho trabajo, pero estaré pendiente de ti en todo momento. Tienes prohibida la salida de esta casa, ¿me oyes, Ariana? No es buena idea que te expongas saliendo a la calle– Robert no se acercó a su hija, aunque hizo ademán de querer hacerlo. Finalmente se dirigió al guardaespaldas. –Sigue ocupándote de ese asunto, Wyatt. No hace falta decirte que es una orden– luego se marchó.

Emmet se olvidó por un momento de todo el odio que aquel hombre le inspiraba, y concentró toda su atención en la joven y bonita castaña que todavía miraba melancólica por la ventana.

Jamás la había visto tan triste, estaba acostumbrado a verla llena de energía y juventud, arrasando con todo a su paso como un pequeño remolino brillante. No así, con la carita apagada, vulnerable, y tan malditamente frágil. Y eso estaba afectándolo de un modo que no sabía cómo explicarse.

Emmet se acercó un par de pasos, dividido entre la necesidad de abrazarla y el deseo de matar al cabrón que se había atrevido a entrar en su departamento, para masturbarse en su propia cama, y enviarle una fotografía del hecho.

–No debería tener miedo. Ya ha oído a su padre. Estará bien protegida. Todos nos encargaremos de cuidarla–

La voz de Emmet la hizo girarse para mirarlo fijamente.

Entonces ella exhaló y negó.

–No es miedo lo que siento, ¿sabes, Emmet? Es rabia. Quisiera tener a aquel maldito cerdo aquí enfrente, y también un bate de beisbol–

Emmet sonrió. Así le gustaba más. Le gustaba que presentara batalla. Esa era la Ariana que conocía. Se sintió contento de saber que seguía ahí.

–No permitiré que usted se acerque a él una vez que lo atrapemos, pero le prometo que yo le romperé la cara en su nombre–

Aunque no hubiese querido hacerlo, la cantante sonrió mientras lo miraba. Le encantaba saber que su guardaespaldas estaba tan dispuesto a darle toda su protección. La hacía sentirse como en una nube. Se sentía más protegida que nunca antes en toda su vida cuando él estaba cerca, cuando la miraba con la intensidad de aquellos ojos plateados, y le decía con su voz viril cómo la protegería.

De pronto le daban ganas de saltar sobre sus fuertes brazos, dejarse abrazar por él, y besarlo hasta que a ambos les dolieran los labios.

No lo hizo, sino que negó para sí misma, e intentó no pensar en lo que sería ser besada por aquel hombre.

–Emmet, sácame de aquí– le pidió entonces.

Perplejo, él la miró.

–¿Qué dice?–

–Que me saques un rato de esta cárcel– rogó, y lo tomó de un brazo. –Te prometo que me portaré bien. No me separaré de ti, y te obedeceré en todo, pero por favor, vayamos al cine o por un helado–

Emmet negó.

–Lo lamento pero no puedo. Su padre dejó órdenes de que usted no saliera de esta casa–

Pero Ariana podía llegar a ser muy persistente.

–¡Te lo ruego, guardaespaldas! ¡Vamos! Siento que me volveré loca aquí encerrada. Sólo será un par de horas, te aseguro que no sucederá nada. Tú me cuidarás, y además el acosador está en Los Ángeles, ¿o no?–

Exhalando, Emmet sopesó unos segundos lo que ella le pedía.

Podía comprender su deseo de salir y respirar aire fresco. Después de lo ocurrido, seguro le haría bien salir y distraerse. Sería algo bueno para su salud mental, al contrario de quedarse ahí en las cuatro paredes de su habitación, pensando y atormentándose con respecto al enfermo que la perseguía.

Butera se enfadaría muchísimo, eso sería un hecho, pero muy a su pesar, él decidió complacerla. En el fondo sabía que no podría negarle nada en esos instantes a aquellos ojitos tristes.

–Joder...– susurró negando. Luego soltó un suspiro. –De acuerdo– aceptó.

El rostro de Ariana volvió a resplandecer con una gigantesca sonrisa que hizo que el pecho del guardaespaldas saltara estúpidamente.

–¡Gracias, gracias, Emmet!– saltó ella de alegría como si fuese una niña. –Seré una buena chica, lo juro–

Él le creyó, y sonrió.

–Eso espero. Ahora vístase, y la esperaré en la sala– pronto Emmet salió de la habitación.

Todavía sonriendo de oreja a oreja, Ariana miró a su guardaespaldas marcharse, y no pudo evitar sentirse muy agradecida con él.

Lo siguiente que hizo fue correr a su armario. Rompería record de tiempo, pues deseaba ya salir de ahí aunque fuese sólo un rato.

Sabía que había la posibilidad de que su acosador todavía estuviera siguiéndola de muy cerca, pero confiaba en Emmet tanto, que ponía su vida en sus manos.

Él era valentía y fuerza. No dejaría que nadie le hiciera daño, estaba segura de eso. Su corazón se lo decía.

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Ariana bajó escaleras corriendo entusiasmada, tan animada como no se había sentido en las últimas horas. Se había colocado un pantalón negro de licra que se pegaba a sus piernas como una segunda piel, un croptop a rayas que mostraba la planicie de su vientre, un par de Converse blancos, y se había recogido el cabello en una cola de caballo.

Cuando Emmet la vio salir de la enorme casa, no pudo evitar pensar en lo hermosa que lucía, especialmente en ocasiones como aquella, cuando no era la diva del pop, con cien kilos de maquillaje, y vestuarios que brillaban tanto como si estuviesen hechos sólo de purpurina.

Al natural era perfecta. Parecía ser una chica normal viviendo la mejor etapa de sus veintes, pero la realidad era otra. Su vida no tenía ni una pizca de normalidad. Era una estrella famosa ahí, en China, y en muchas otras partes del hemisferio, y además, un loco obsesionado con ella estaba amenazándola de manera alarmante.

Se dijo entonces que él ayudaría esa misma tarde a hacer que se sintiera mejor, se distrajera un poco y olvidara todo ese asunto de su acosador. De pronto sintió la fuerte necesidad de hacer perdurar esa sonrisa que en ese momento veía en ella.

Sonriendo era hermosa.

Y Ariana, completamente ajena a lo que pasaba por la mente del guardaespaldas, se acercó a él contenta.

–¡Muero por salir de aquí, y ver las calles de Boca!– exclamó entusiasmada.

–De acuerdo, entonces no nos demoremos más, y marchémonos de una vez– respondió Emmet mientras abría la puerta del auto para que entrara. Pero Ariana negó.

–Esta vez prefiero ir al frente– dijo, y de inmediato entró al asiento de copiloto sin darle oportunidad a su guardaespaldas de que le abriera él mismo.

Emmet no replicó, y prontamente se colocó tras el volante.

Sin embargo cuando el coche llegó a la cabina del guardia, este se mostró reacio a dejarlos salir.

–El señor Butera dejó órdenes muy claras de que la señorita Ariana tiene prohibida la salida de esta casa–

Emmet intentó no perder la paciencia.

–Soy su guardaespaldas, ¿debo recordártelo? Yo la cuidaré–

–Lo lamento pero lo que me dijeron fue que no le permitiera salir, con nadie– aclaró con énfasis en lo final.

El guardaespaldas enseguida bajó del auto. No quería pelear con aquel imbécil, pero le había prometido a Ariana que saldrían a pasear, y estaba condenadamente decidido a cumplir esa pequeña promesa.

–Escucha... ¿Cómo te llamas?–

–Ben– el hombre lo miró un tanto asustado. No había esperado realmente que él fuese a bajarse para enfrentarlo.

–Escucha, Ben. Yo soy el encargado de la seguridad de la señorita Grande, no tú. Yo soy quien la mantiene protegida. Estoy bastante convencido de que tengo la fuerza suficiente para hacerlo. ¿No lo crees? ¿Por qué no lo compruebas?– aquella era una clara invitación a un duelo de golpes. Emmet realmente no planeaba golpearlo, pero si con aquella amenaza conseguía dejar que los dejara salir, le sacaría provecho.

Tal y como imaginó, el guardia se acobardó ante el alto, musculoso y rudo sujeto que era Emmet, y prontamente accedió.

–De acuerdo, de acuerdo. Pueden irse, pero más vale que regresen antes de que el señor Butera lo haga–

Con una sonrisa de satisfacción, Emmet entró de vuelta al auto.

–Gracias, Ben. Sabía que serías comprensivo– le guiñó un ojo con diversión, y justo después arrancó.

Ariana casi no pudo creerse lo que había sucedido en la entrada de su casa. Todavía no terminaba de creer el poder que conseguía ejercer sólo con su simple presencia.

–¿Siempre utilizas tu tamaño y fuerza para intimidar a los demás?– le preguntó.

La pregunta tomó un tanto desprevenido a Emmet, que conducía con la mirada fija al frente.

Prontamente se hundió de hombros.

–Sólo cuando es necesario, pero normalmente no me gusta alardear–

Ariana soltó entonces una larga carcajada.

–¿Que no te gusta alardear, dices? Oh, vamos, Emmet, pero sí eres un presumido–

El rubio abrió la boca fingiendo indignación, pero riendo al mismo tiempo. De pronto le estaba gustando muchísimo tener aquel tipo de acercamiento con ella. Era una chica auténtica y muy divertida.

–¿Presumido yo? Seguro me confundes con otro–

Ariana achicó los ojos, y lo miró suspicaz.

–No estoy confundiéndote. Hablo de ti– le dijo todavía riendo. –Tienes una altura bastante descomunal, además todo tu cuerpo es una montaña de músculos, y lo sabes. Sacas provecho de ello–

Esta vez Emmet no lo negó.

–Bueno, quizá tenga un poco de razón, pero dígame una cosa, ¿cree usted que eso es malo?–

–No– respondió la cantante sin dudárselo. –No creo que sea algo malo. Al contrario. Es algo bueno, y mejor aún si lo utilizas a mi favor– sonrió traviesa refiriéndose al hecho de haberse salido con la suya al salir de casa.

–Pues de nada– bromeó el guardaespaldas.

Ahí en el asiento del copiloto, observándolo conducir, Ariana sonrió.

–¿Sabes, Emmet? Creo que tú eres perfectamente capaz de cuidar de mí, sin ayuda de nadie más–

El rubio también lo creía, sin embargo no lo mencionó.

–Su padre ya ha tomado una decisión– dijo sin más, aunque en el fondo no pudo evitar volver a pensar en lo mucho que le disgustaba la idea de tener a otros dos sujetos tras el bonito, pequeño y redondo trasero de Ariana. No lo había admitido antes, pero le había gustado mucho la intimidad que comenzaba a formarse entre ambos, y que pronto se iría debido a la presencia de los nuevos guardaespaldas.

Exhaló, y se mantuvo en silencio por un prolongado tiempo, dedicándose únicamente a conducir el auto.

–Los golpes en tu rostro parecen ir mucho mejor. Creo que hice un buen trabajo– sonrió orgullosa de sí misma.

Emmet no pudo detener una risotada.

–En efecto, señorita. Es usted una buena enfermera. Oh, y hablando de eso, olvidé mencionarle que la policía ha recuperado su auto. Lo encontraron en un pueblo cercano a la ciudad, pero en perfecto estado. Seguro ahora lo llevan de camino a su casa–

Ariana ni siquiera le prestó importancia.

–El auto es lo que menos importa, Emmet. Lo importante es que esos sujetos no te hicieron nada peor–

El guardaespaldas decidió no contarle sobre la nueva sospecha que ahora tenía. Una nueva teoría que había sacado esa misma noche sobre la posibilidad de que la golpiza que él sufrió fuese obra del acosador.

Se suponía que la había sacado para que se distrajera, y se olvidara de todo aquello aunque fuese por un rato.

–¿A dónde desea que la lleve?– preguntó.

Ariana se dejó caer sobre el asiento, y miró por la ventana con una tenue sonrisa.

–A donde tú quieras, Emmet. Sorpréndeme–

Pero Emmet pareció tomárselo muy en serio.

Recordó la feria que solía ponerse en los alrededores de Hillsboro, junto al negocio de Kylie, que desde luego él había visitado tantas veces.

Le parecía curioso que un lugar tan familiar, como lo era la feria, estuviese precisamente a unos metros del Keeping Up. Se dijo entonces mentalmente en que no acercaría a Ariana por ahí. Aquel no era lugar para ella. Tan sólo dejaría que se subiera a algunos juegos, y después se marcharían.

–¿Alguna vez ha ido a la feria que se pone a las afueras de la ciudad?–

Ariana negó pero su entusiasmo demostró que le había agradado la idea.

–¿Vas a llevarme?– preguntó emocionada.

Emmet asintió.

–Así es, pero con la condición de que sea discreta y no intente llamar la atención. Podría ser peligroso si alguien la reconoce–

–Lo prometo. Intentaré pasar desapercibida– aseguró Ariana. Lo que fuera con tal de que la llevara con él.

Al llegar, la cantante se mostró impresionada.

Hacía muchos años que no iba a un lugar como ese. Su mamá solía llevarlos a ella y a sus hermanos, y debido a eso le atraía buenos recuerdos, junto con una sensación agradable y familiar.

Unos pasos alejado de ella, Emmet la observó fascinado por lo feliz que se veía. Casi como si fuese una niña pequeña. Parecía resplandeciente, desprendía una luz fascinante, brillaba más que las mismas estrellas en la noche.

–¡Vamos, Emmet!– lo animó a entrar.

El guardaespaldas despertó de su trance y así lo hizo.

Fue una completa y afortunada sorpresa el hecho de que nadie reconociera a Ariana. Todos parecían tan inmersos en las atracciones y las tiendas ambulantes que no prestaban atención a nada de lo que ocurría a su alrededor.

Más emocionada que en un principio, Ariana se dedicó a observarlo todo, deteniéndose en los puestos para comprar pulseras, recuerdos y un montón de nimiedades más. Quería caminar y mirarlo todo antes de subirse a alguno de los juegos mecánicos.

Cuando llegaron al otro extremo, se encontraron con un sujeto que realizaba actos de magia. Al ver a Emmet, el mago de inmediato lo invitó a pasar al frente, pero antes le mostró el tablero que decía 5 dólares por apuesta.

No muy convencido de permitir que lo utilizaran como protagonista del acto, el rubio sacó el billete y lo tendió sobre la mesa.

Satisfecho, el mago comenzó a revolver las pequeñas tazas que escondían la pequeña pelota roja.

Emmet estuvo bien atento, y no perdió de vista el objetivo principal.

Estuvo bien seguro de cuál de todas era la que albergaba la pelotita, y entonces la señaló.

Casi se fue de espaldas cuando el mago la levantó y la encontró vacía.

–¡¿Pero qué...– exclamó confundido.

El mago se hundió de hombros riendo, y pronto llamó a su siguiente víctima.

Maldiciendo entre dientes, Emmet salió del círculo.

Ariana reía divertida.

–¿Qué es tan gracioso?– le preguntó él.

–Que acabas de ser estafado en tus propias narices. ¿No viste que se metió la pelota entre las mangas de la camisa?– le preguntó ella, y entonces lo giró para que mirara. –Mira–

En efecto Emmet pudo ver al gran tramposo que era aquel mago.

–No puedo creer que me haya engañado. Iré a reclamarle por esto– estuvo a punto de caminar hacia él, pero Ariana lo detuvo.

–Mejor olvídalo y vayamos por algodón de azúcar–

Emmet dio un respingo olvidándose por completo de aquel estafador.

–¿Algodón de azúcar, dijo? ¿Y qué pasó con eso de que no come grasas ni glucosas?–

Ariana rodó los ojos.

–Ay, por uno no engordaré– replicó.

Emmet asintió en acuerdo.

–Me alegra ver que ahora piensa de ese modo. No se preocupe tanto por las calorías– entonces él mismo se encargó de comprarle uno.

Ariana se convirtió entonces en la chica más feliz de todo el universo mientras comía su golosina, y a Emmet le dio un vuelco en el pecho cuando la vio reír por el hecho de que dicho caramelo hubiese pintado su lengua de azul.

Ambos reían dándose cuenta de que podían llevarse bien, y disfrutar de la compañía del otro, cuando el momento fue interrumpido por el celular de Ariana.

La cantante miró la pantalla y se dio cuenta de que era Nathan quien llamaba, y que además ya le había dejado más de nueve mensajes en su contestadora.

Su sonrisa se borró al instante y en su lugar apareció una genuina expresión de enfado. Pronto rechazó la llamada, y apagó su celular. Volvió a colocarlo en su bolso, e intentó fingir que nada había ocurrido.

Desde su altura Emmet la observó detenidamente, deseando preguntarle si en serio había dejado al muñequito de porcelana. Después de todo, desde el día de la discusión no la había vuelto a verla usando el horroroso anillo de compromiso.

–¡Quiero jugar esto!– exclamó entonces la voz emocionada de Ariana.

Emmet la siguió. Era un juego de basquetbol. El objetivo era encestar el balón al menos una vez de las tres oportunidades, y ganar así uno de esos gigantescos osos de peluche que lucían adorables en la estantería.

Ariana pagó los tres dólares solicitados, y  pronto se preparó para encestar.

No lo consiguió.

Un tanto decidida a ganar, volvió a pagar para poder obtener tres oportunidades más.

Tampoco lo logró.

Para el tercer round, Ariana ya se encontraba inquieta, frustrada e incluso más llena de determinación sólo por el hecho de ganar al condenado Mickey Mouse de peluche.

–Lo que tiene que hacer es concentrarse– le dijo Emmet después de observar todos sus fallidos intentos.

–Es muy difícil. Enséñame, Emmet– suplicó Ariana entonces de manera tan dulce que hubiese sido imposible decirle que no.

El guardaespaldas tomó el balón, y después se colocó detrás de ella intentando explicarle en qué posición debía estar para conseguir encestar.

Sin embargo la cercanía entre ambos fue de pronto demasiado significativa. Ariana sintió tras su espalda el abrumador calor que emanaba de aquel inmenso cuerpo masculino que de pronto pareció cubrirla.

Emmet contuvo un estremecimiento, pero una ardiente sensación le recorrió el brazo a toda velocidad, y los latidos de su corazón adoptaron un ritmo candente. Enseguida se aclaró la garganta.

–Debe flexionar el  brazo contra su pecho, y tener sujeto el balón con la palma bien abierta. ¿Comprende?–

–Muy bien–

–¿Lista?–

Ariana asintió.

Emmet se apartó para darle espacio, y entonces sucedió.

La cantante falló.

–¡Maldición!– exclamó un tanto irritada. –Creo que soy pésima en esto–

El guardaespaldas de inmediato negó.

–No diga eso. Sólo le falta práctica. Vamos, inténtelo una vez más– le ofreció el balón, pero Ariana negó reacia.

Emmet suspiró. Decidió que no insistiría, pero en su lugar hizo algo más.

Tomó el balón él mismo, y entonces lo arrojó directo a la canasta más alta consiguiendo una impecable y perfecta puntuación.

Con la boca abierta, Ariana lo miró, y se sorprendió aún más al verlo tomar el gigantesco Mickey que le ofrecía el encargado impresionado.

Las grandes manos de Emmet lo tomaron consiguiendo así empequeñecerlo un poco sólo por su tamaño. Luego se lo entregó.

–¿Contenta?– preguntó arqueando una ceja.

Pero Ariana se sintió incapaz de responder.

Emmet había ganado el peluche para ella. ¿Estaba contenta? ¡Mucho! ¿Qué debía decir? No tenía una maldita idea.

Quería decirle que le encantaba, y darle las gracias por supuesto. Abrió la boca para decir algo pero las palabras no salieron.

Lo intentó una vez más, y de nuevo estas continuaron sin salir.

Todavía se encontraban ahí los dos, en medio de la feria, mirándose fijamente sin prestar atención a nada de lo que ocurría a su alrededor cuando de pronto un adolescente se acercó a ellos.

–Un hombre me ha pagado veinte dólares para que le diera esto– le informó y luego le entregó lo que parecía ser un sobre aparentemente normal.

Emmet no permitió que Ariana recibiera la entrega, y fue él quien se encargó de tomarlo.

El jovencito se marchó al instante.

Esta vez el corazón de Ariana comenzó a palpitarle mientras Emmet abría el sobre para averiguar de qué demonios se trataba aquello. El guardaespaldas casi podía asegurar que no sería nada bueno, sino todo lo contrario. Sintió la amenaza en el aire, volviéndose más fuerte por momentos. Algo malo iba a ocurrir, podía olerlo. El peligro y el desastre eran dos cosas que el rubio había aprendido bien a identificar.

Ariana apretó los puños para impedir que le temblaran las manos.

–Está aquí, ¿no es así?– de pronto comenzó a ponerse más y más histérica.

Emmet arrugó el papel, y lo metió al bolsillo de su pantalón.

Has hecho enfurecer a Cobra. Pagarás por eso.

Lo siguiente que él hizo fue tomarla de los hombros intentando tranquilizarla.

La castaña miró a su alrededor intentando reconocer cualquier cara que le resultara familiar o peligrosa. Pero no encontró nada. Nada salvó familias pasando el rato agradablemente sin siquiera darse cuenta de que ella se encontraba ahí.

¡Cielo santo!

Su acosador estaba ahí. De nuevo se había acercado, silencioso como el humo, e invisible como el aire.

El pánico la atravesó, y después sintió la energía que la impulsaba.

Medio segundo más tarde, un estruendoso ruido hizo vibrar la engañosa calma que hasta entonces había predominado.

Al segundo Emmet supo que había sido un disparo, y lo comprobó al instante cuando el polvo comenzó a esparcirse por todo el ambiente.

La primera reacción del guardaespaldas fue cubrir a Ariana con todo su cuerpo. La tomó, tan ligera como ella era, la pegó a su pecho y la hizo inclinarse sobre el suelo mientras la protegía. La segunda fue sacar el arma que siempre llevaba en la cinturilla de su pantalón.

A su alrededor las personas comenzaron a gritar y a correr despavoridos intentando salvar sus vidas.

Maldijo entre dientes mientras sentía a Ariana estremecerse violentamente bajo él.

¡Maldita sea!

Ariana se volvió a estremecer. Contuvo un grito. Emmet la estrechó con más fuerza, abrazándola más.

Salvarla era algo instintivo. Tan primordial como respirar.

Un sonido se estranguló en la garganta de Ariana. Emmet, sobre ella, protegiéndola con su cuerpo. Ambos se observaron mutuamente en medio de todo aquello.

La cantante estaba lívida. Tenía los ojos abiertos y en su expresión se reflejaba un terror absoluto, todo miedo existente.

–¡¿Emmet, qué está pasando?!– exclamó Ariana invadida de pánico, mientras Emmet procuraba no soltarla.

–¡No lo sé!– respondió él, pero se dijo que lo averiguaría. Entonces miró hacia todas partes en busca de una explicación.

Lo único lo que se encontró fue el caos que se había formado.

Personas corriendo aterradas, gritos, sollozos, puestos derribados, la feria entera viniéndose abajo. Toda una locura.

Abrazó a Ariana con más urgencia, y de pronto se dio cuenta de que ella se aferraba a él. Y de que temblaba.

Decidió entonces que debía sacarla de ahí.

–¡Abráceme!– le exigió.

–¡Ya estoy abrazándote!– respondió Ariana intentando no ponerse a gritar histéricamente en esos momentos.

Pero Emmet negó.

–¡Pues abráceme más, maldita sea!– le habló duramente. –Rodéeme con sus piernas. La pondré a salvo–

Ariana así lo hizo. Se colgó de su guardaespaldas como si fuese un koala, y entonces Emmet la rodeó con uno de sus brazos justo antes de correr, mientras apuntaba con su pistola hacia cualquier amenaza.

Mientras corría con la castaña, Emmet se dio cuenta de una cosa... Las balas iban dirigidas hacia ellos. Hacia Ariana.

¡Joder!

>No te lo voy a permitir, cabrón< Si ese hijo de perra le tocaba un solo cabello a Ariana, Emmet lo acabaría. Entonces comenzó a correr de manera más acelerada sintiéndose un tanto frustrado por no conocer la ubicación de aquel malnacido, y no poder utilizar su arma para dispararle, había demasiada gente alrededor como para correr el riesgo.

Cuando llegaron a uno de los muros que los protegía, Emmet la bajó al suelo, y prontamente asomó la cabeza intentando averiguar si la balacera había terminado. Al parecer así había sido. Una rápida mirada hacia la altura por donde habían salido los disparos, le dijo al rubio que el tirador había desaparecido. Eso o estaba buscando una ubicación mejor aprovechando el caos.

–Mierda...– siseó porque sabía que tenía que sacar a Ariana de ahí cuanto antes.

–Tenemos que llegar al auto y salir de aquí– le dijo la cantante obligándose a sí misma a mantener la calma. Ella misma había entendido que el atacante de aquella tarde era sin duda su acosador.

Emmet negó.

–No podemos acercarnos a esa zona. El tirador puede estar entre toda aquella multitud. Aparecer ahí sería como firmar nuestras sentencias de muerte–

Ariana tragó saliva e intentó que aquellas palabras no la aterrorizaran incluso más.

–¿Entonces qué haremos?–

–Llamaré a la policía–

Pero ella negó de inmediato.

–¡No!– le pidió.

Con el ceño fruncido Emmet la miró.

–Estuvieron a punto de matarla, ¿y está diciéndome que no llame a la policía? ¿Pero es que no quiere que atrapen a ese loco?–

Ariana exhaló.

–Claro que quiero que lo atrapen, pero si llamas a la policía, ellos llamarán a papá. Él me prohibió salir, y seguro después de esto querrá matarme–

–¿Desde cuándo le importan los regaños de su padre? Creí que su pasatiempo favorito era hacerlo rabiar–

Pero Ariana estaba hablando en serio. Pronto negó.

–No se trata de eso. No tengo miedo de él, o de sus regaños, sólo no quiero que te despidan–

Emmet casi no pudo creerse que en serio ella hubiese dicho eso. ¿Había escuchado mal? No. Ariana estaba realmente preocupada por el hecho de que Butera lo despediría por haber desobedecido sus órdenes, y poner la vida de su hija en riesgo.

Los ojos grises miraron entonces fijamente a los marrones.

El guardaespaldas se negó a dejar fluir la emoción que embargó su pecho. Fingió entonces que esas palabras no habían significado gran cosa.

–Pero si yo no siquiera le caigo bien– le dijo de inmediato.

–Bueno, eso era al principio– aclaró Ariana. –Ahora he aprendido a tolerarte, y además ni siquiera conozco a los otros dos guardaespaldas nuevos que me pondrá. Al menos tu rostro es familiar para mí–

Otro vuelco atesó contra el corazón del rubio. Todavía la miraba con fijeza.

–Se acostumbrará a ellos... Luego de un par de semanas sus rostros serán incluso más familiares que el mío–

Pero Ariana negó.

–No quiero a otro guardaespaldas. Sólo confío en ti, Emmet–

Oh, joder. Ella confiaba en él.

Emmet decidió entonces que no llamaría a la policía. Pero se dijo entonces que no lo hacía porque Ariana se lo hubiese pedido, y aún menos porque ella sólo quería tenerlo a él como su custodio. Lo hacía porque necesitaba seguir cerca del viejo. No podía arruinarlo todo y hacer que lo despidieran.

Pero tampoco podía dejar que mataran a Ariana.

Prontamente comenzó a idear un plan.

–De acuerdo, venga conmigo– la tomó de la mano, y en silencio, la condujo por las calles, metiéndose en los callejones. Se oyeron más disparos tras de ellos.

Emmet apretó aún más la pequeña mano de la joven, y tiró con fuerza de ella, obligándola a correr. Salieron por la parte trasera de una tienda a un callejón oscuro y estrecho.

Se escucharon de nuevo una serie de disparos, esta vez más cerca de ellos, haciendo que aumentaran su velocidad.

Al final del callejón, afuera de los terrenos del edificio, llegaron a una puerta metálica pintada de negro y con unas letras rojas donde se podía leer Keeping Up, sólo personal autorizado. Incluso con la puerta cerrada, se sentía la vibración de la música y del gentío en su interior.

Por experiencia, Emmet sabía que la puerta estaría cerrada con llave, levantando un puño, golpeó la puerta con todas sus fuerzas, sin importarle hacer una abolladura. Mientras esperaba, miró por encima del hombro para ver si alguien los seguía.

Enseguida sonó un nuevo disparo, haciendo saltar esquirlas de los ladrillos a veinte centímetros del hombro de Ariana.

–¡Hijo de puta!– Emmet comenzó a desesperarse y a perder el control, golpeó ruidosamente la deteriorada superficie metálica otra vez. –¡Que alguien abra esta maldita puerta!–

Ariana sintió el desespero correr por todo su interior. Estuvo a punto de soltarse a llorar cuando por fin alguien abrió.

El rubio arrastró a Ariana consigo y ambos entraron de inmediato cerrando al instante.

La chica que les había abierto los miró sorprendida.

–¿Emmet? ¿Qué demonios te pasa?–

–Hay un sujeto armado acechándonos. Necesito tu ayuda–

Ariana miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaban en un pasillo que conducía a un par de cuartos más que le recordaron mucho a la zona de backstage cada vez que terminaba alguno de sus conciertos. Se sorprendió entonces muchísimo cuando miró a lo lejos un anexo que conectaba a un escenario apenas iluminado, con retumbante música.

–¿Un tirador? ¡Mierda! ¿A quién has cabreado esta vez?– preguntó la chica sorprendida.

Emmet negó.

–Kylie, ella es...–

–¡La conozco! ¡Ariana Grande! ¡Wow! ¿De verdad estás en mi club?–

–Shhhh– Emmet la silenció. –No digas su nombre en voz alta–

Ariana que intentó relajarse aunque no lo logró del todo, extendió la mano para saludar a Kylie. No le sonrió, sino que a pesar de la violencia que la había recorrido, la analizó detenidamente.

La chica era alta y bastante atractiva. Tenía cabello negro, ojos color chocolate, labios de ensueño y unos senos impresionantes.

Ariana se sintió de pronto demasiado pequeña e infantil. No pudo evitar preguntarse si esa mujer y Emmet tendrían algo que ver, físicamente.

–Señorita, esta es mi amiga Kylie, ella es jefa y dueña de este lugar–

¿Amiga?

De pronto Ariana deseó saber si era de ese tipo de amigas que proporcionaban cierto tipo de derechos a sus amigos varones.

¿Estaba celosa? ¡Por supuesto que no!

–Quiero decirte que tu nuevo single, Dangerous Woman, es impresionante. La escucho todo el tiempo, oh y además es la canción que uso siempre para el show principal. También amo Prolem, The Way, oh y Break Free. ¡Joder! ¡Esa canción es un himno!–

Ariana no comprendió a qué se refería con eso del show principal, pero se abstuvo de preguntar.

Emmet fue el siguiente en hablar.

–Bueno, dado que por lo visto eres una súper fan, acierto al suponer que te encantará ayudarme a mantenerla con vida para que pueda seguir haciendo más canciones–

–¡Pero claro que te ayudaré!– respondió.

–Bien, ese hombre nos siguió desde la feria hasta este lugar, así que sabe bien que ahora estamos aquí dentro, así que no podemos salir. Al menos no como nosotros mismos–

Ariana no comprendió.

–¿Cómo saldremos entonces?–

–Te vestirás como una bailarina–

–¿Una bailarina?– la cantante continuó confundida.

Emmet asintió.

–Sí, así como las que trabajan aquí. Kylie te proporcionará la ropa adecuada–

–Y también necesitará maquillaje– señaló Kylie. –Debemos dejarla irreconocible–

–Es toda tuya, Kylie. Hazlo–

–¿Emmet?– Ariana pronunció su nombre con inseguridad, y voz temblorosa.

Emmet sintió un pinchazo interior, y la tensión anudándole las entrañas.

No le gustaba nada oír el miedo y la cautela en ella. La prefería discutiendo y cabreada con él.

–¿Estás seguro de que esto funcionará?– preguntó.

Maldita sea. Ariana cantaba para ganarse la vida, no esquivaba balas.

Pero Emmet la salvaría.

–Muy seguro. Hace unos momentos usted dijo que confiaba en mí. ¿Hablaba en serio?–

Ariana estaba muerta de miedo, pero aun así logró asentir con la cabeza.

Muy tarde había comprendido que aquel lugar era un table dance, y quienes bailaban ahí no eran más que strippers.

Aun así no quiso preguntar. Se sentía más segura sin hacer preguntas.

–¡Emmet!– enseguida aquella voz los hizo voltear.

Ariana se sorprendió cuando vio aparecer al guardaespaldas de su padre. ¿Cuál era su nombre?

Si mal no recordaba, su apellido era Franco.

–James, al fin apareces– Emmet le habló con tanta familiaridad, que Ariana supo que además de compañeros de trabajo también eran amigos.

–Disculpa, es que me costó mucho convencer a Van Damme de que me cubriera. ¿Están bien?–

Emmet asintió.

–Lo estamos, pero el peligro sigue ahí afuera. Kylie y tú deben sacar a Ariana de aquí–

–¿Sacarla?– preguntó James confundido.

Los ojos de Ariana miraron con angustia a Emmet al comprender que tendría que separarse de él.

–Sí, sacarla. Tenemos que engañar al acosador. Saldrá de aquí vestida de stripper en compañía tuya y de Kylie, mientras yo intentaré salir por otra de las puertas. Lo importante aquí es que no la reconozcan, y que no sepan que venimos juntos, ¿de acuerdo?–

–¡No! ¡No me dejes sola, Emmet!– le rogó entonces Ariana.

–Lo lamento, señorita. Pero no podemos salir juntos. El atacante nos tiene identificados. Será más fácil para usted pasar desapercibida si yo me mantengo apartado–

Sí, Ariana sabía que su guardaespaldas tenía razón pero aun así no quería que se alejara solo por el hecho de que en esos momentos confiaba solamente en él.

–¿A dónde quieres que la llevemos?–

Si la llevaban a su casa corrían el riesgo de que ahí estuviese el sujeto esperándolos, así que de inmediato lo descartó.

–Al departamento– dijo refiriéndose al lugar donde solía vivir él y James antes de que obtuvieran aquellos trabajos de guardaespaldas. –Yo llegaré después que ustedes, y ahí veré qué será lo siguiente que haré–

El pelinegro asintió.

–Entendido, Emmet–

Ariana exhaló y bajó la mirada con un montón de sentimientos encontrados.

Emmet que adivinó sus pensamientos hizo que volviera a mirarlo.

–Kylie y James son mis dos mejores amigos en el mundo, y confío en ellos más que en nadie. Crea en mí cuando le digo que estará a salvo con ellos. Yo me reuniré con ustedes luego, pero antes debo ir a buscar a ese desgraciado. Con un poco de suerte podré encontrarlo, y le juro que lo despedazaré–

Ambos se miraron por prolongados momentos, como si quisiesen decirse algo.

Ninguno lo hizo.

Antes de alejarse, Emmet miró una última vez a su amigo, quien entendió el silencioso mensaje que reflejaba su mirada.

>Protégela. Que nadie se acerque a ella<

Pronto el rubio se marchó de ahí, y mientras lo observaba marcharse, Ariana comenzó a sentirse más y más sola. Casi desprotegida.

Un escalofríos la recorrió.

–Manos a la obra– exclamó Kylie conduciéndola hacia uno de los camerinos.

Obedientemente, Ariana la siguió. Sin embargo la pelinegra se detuvo en seco cuando vio que James caminaba detrás de ellas. Lo miró con desdén.

–No te necesito para transformarla en una de mis chicas–

–Mi deber es cuidarlas– argumentó James prontamente.

–Ajá, cuando salgamos de Keeping Up. Ahora mismo no corremos ningún peligro. Triple H jamás dejaría que ese loco entrara aquí–

–Emmet dijo que yo estaba a cargo– el tono de voz que James utilizó ahora fue como el de un niño pequeño, muy orgulloso de sí mismo.

–Sí, bueno, puedes hacerte cargo de la máquina de sodas. Ariana y yo podemos arreglárnoslas solas por ahora. Gracias– intentó pasar, pero de inmediato James se colocó justo al centro impidiéndoles el paso.

–La máquina de sodas y una mierda. ¿Siempre debe hacerse tu santa voluntad, Kylie?–

La curvilínea chica asintió.

–Siempre, así que muévete, idiota–

Kylie y James se miraron fijamente desafiándose en una guerra que parecían sólo ver ellos dos.

Ariana observó la escena con el ceño fruncido. Kylie y James se caían realmente mal. Muy mal, lo cual resultaba extraño siendo que según Emmet, ambos eran sus mejores amigos.

–¿Hola?– los llamó Ariana a ambos. Los dos la miraron. –Hay un tipo allá afuera que desea meterme una bala entre ceja y ceja. ¿Podrían ayudarme a seguir viva?–

De inmediato Kylie y James la recordaron.

–Oh, claro. Lo importante ahora es Ariana. De acuerdo, musculitos de esteroides, puedes venir con nosotras– sonrió con sorna por el apodo intencional que utilizó para llamarlo.

Kylie inició su camino. Ariana la siguió por el estrecho pasillo. James fue tras ellas, refunfuñando que él jamás había usado esteroides.

Cuando llegaron al camerino, Kylie se giró para mirar a James.

–Hasta aquí llegas tú– le aclaró.

James alzó las manos en señal de paz y acuerdo. Después de todo era un caballero.

Al entrar al lugar, Ariana no pudo evitar mirar a todo su alrededor.

Más que un camerino, parecía ser más una oficina. Había un escritorio al fondo. Una televisión gigantesca que mostraba la transmisión en vivo de distintos puntos captados por cámaras de seguridad. Al otro extremo había un par de estanterías con un montón de tazas en diferentes diseños, que demostraban la curiosa afición que Kylie tenía por coleccionar aquellos artefactos. Sin embargo lo que llamó aún más la atención de Ariana fue un cuadro al centro de una mujer desnuda que parecía dormir en una nube.

–¿De... de verdad eres la dueña de este... burdel?–

Sin ningún tipo de vergüenza o duda, Kylie asintió.

–No me gusta ser presumida, pero sí. Soy la dueña y señora aquí, sin embargo debo aclararte que no le llamamos burdel, mis chicas sólo bailan, no follan con los clientes–

Ariana entendió la diferencia entre ambas cosas.

–Lo lamento si te ofendí–

Pero Kylie le restó importancia.

–Oh, no me has ofendido, tranquila, mejor pongamos manos a la orden– respondió, y enseguida comenzó a rebuscar en una especie de closet que tenía ahí mismo. –Quedarás espectacular, ya lo verás– exclamó emocionada, pues no había nada que Kylie amara más que las transformaciones de aspecto. Había conseguido asombrosos resultados con sus chicas. Algunas habían llegado ahí siendo chicas comunes y corrientes, sin ningún atractivo aparente, pero ella las había transformado en las mujeres más hermosas de la noche.

A los pocos segundos la expresión de Kylie se iluminó cuando encontró lo ideal.

–¡Esto!– exclamó. –Toma, este es el indicado– le mostró entonces un sostén adornado sólo de pedrería, y unas braguitas diminutas del mismo material con un montón de listones.

Ariana se mostró un poco impresionada cuando miró las prendas. Se imaginó entonces vestida únicamente con ellas, y de pronto soltó el aliento que no sabía que estaba conteniendo. Estaba acostumbrada a lucir sexy, a dar una imagen sensual, y usar vestuarios entallados, cortitos, que mostraban su escote, sus piernas, incluso parte de su abdomen, pero aquello... Mientras se imaginaba Ariana comenzó a sentir cómo su femineidad florecía.

Intentó replicar, decir algo, pedirle a Kylie que buscara algo menos...

Sin embargo no salieron palabras de su boca. Tomó las prendas, y pasó al baño para vestirse.

Si disfrazarse de stripper la mantendría con vida, estaba perfecto. Prefería eso a morir esa noche a manos de un disparo de su acosador.

Luego de unos minutos salió ya vestida, o desvestida, no podía saber cómo se sentía en esos instantes con tanta piel al descubierto.

Kylie alzó las cejas sorprendida, y asintió aprobatoriamente.

–¡Wow!– fue lo primero que dijo. –¡Te ves como toda una diosa del tubo! ¿No quieres un trabajo extra? Serías la sensación aquí–

Sin un poco de humor, Ariana negó con la cabeza.

Kylie rió.

–Era sólo una broma, ay vamos– bufó.

–¿Crees que esto realmente vaya a funcionar?–

–Por supuesto– respondió Kylie. –Emmet nunca se equivoca–

Los celos aparecieron de nuevo. Ariana los sintió revolviendo su estómago y dejándole una fea sensación. De inmediato lo ignoró.

–Lo sé– respondió, pues muy a su pesar ella también confiaba en él, tan ciegamente como Kylie parecía hacerlo.

–¿Quieres verte en un espejo?– Kylie no esperó a que la cantante respondiera sino que descolgó el que colgaba de una de sus paredes, y lo colocó justo frente a ella. –Tienes un cuerpo hermoso, Ariana. Eres bajita, pero estás llena de curvas, y ese par...– señaló sus senos en tono juguetón. –Voy a darte un consejo, no le enseñes las tetas a Emmet nunca a menos que quieras volverlo loco de lujuria–

Ariana sintió un vuelco en el pecho al recordar que Emmet ya los había visto, y también mucho más...

–No pienso enseñarle a Emmet mis pechos– aclaró mientras se ajustaba el sujetador, deseando de nuevo estar un poco más cubierta.

Kylie la miró con una sonrisa suspicaz como si no le creyese ni una sola de sus palabras.

–Ya, claro–

Las mejillas de Ariana se tiñeron de rojo al pensar en la posibilidad de que Kylie fuese una especie de adivina.

Prontamente negó.

–Démonos prisa. Necesito salir de aquí cuanto antes– le pidió justo antes de caminar hacia la puerta.

De inmediato Kylie la detuvo.

–¿No pensarás salir así, verdad?–

Ariana frunció el ceño.

–¿De qué hablas? Fuiste tú la que me dijo que me pusiera estos trozos de tela–

–No, boba. Me refiero a tu cara. No sé si lo recuerdes pero eres famosa. Tu rostro es uno de los más conocidos en todo el mundo–

¡Demonios!

De golpe Ariana lo recordó. Ella tenía razón.

–¿Cómo solucionaremos eso? Dijiste que me maquillarías–

Kylie asintió.

–Sí, te maquillaré pero también necesitaremos algo más– se lo pensó un poco, y luego camino hasta su escritorio. Sacó una llave de su pronunciado escote, y la utilizó para abrir.

Ariana se sorprendió un poco cuando la vio sacar una peluca de rizos rubios.

–Esto te quedará perfecto– sonrió.

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Emmet salió de Keeping Up, teniendo buen cuidado de no llamar mucho la atención de las personas.

Había cambiado su traje formal de guardaespaldas por un par de pantalones de chándal, una chaqueta, tenis deportivos y una gorra de Miami Heat.

Intentó lucir casual, como cualquier otro hombre que sale por la noche a ver mujeres desnudas bailando. Sacó entonces un cigarrillo, y comenzó a fumarlo, no sin dejar de analizarlo todo a su alrededor.

Intentando encontrar algo sospechoso, algo que pudiese decirle quién demonios era el maldito enfermo que les había disparado.

Pero no encontró nada. No había nada. Nada más que oscuridad, y unos cuantos autos transitando. Todo normal. O eso parecía.

Estuvo unos cuantos minutos ahí de pie frente a la entrada del lugar, aparentemente haciendo nada más que fumando. Sin embargo luego de un tiempo premeditado empezó a caminar en dirección hacia donde se encontraba la feria.

Conforme iba acercándose, Emmet pudo visualizar las luces rojas y azules que le informaban la presencia de patrullas en el lugar.

Gracias al cielo ya habían policías encargándose del asunto.

Inmediatamente Emmet sacó su celular y abrió el navegador. Entró a Google, y ahí escribió el nombre que le interesaba.

Ariana Grande.

Enseguida un montón de resultados de la cantante fueron arrojados, y Emmet los leyó rápidamente.

El link de su página oficial, información básica de una celebridad como sus redes sociales, su plataforma de vídeos, y su biografía. Reportajes que hablaban sobre el éxito de su nuevo single, y lo que prometía el lanzamiento de su próximo álbum. Más abajo encontró lo que buscaba... Noticias más recientes.

Para fortuna de todos lo primero que se encontró fue con un montón de notas sobre el supuesto rompimiento de su compromiso con su prometido Nathan Sykes. Al parecer nada la había relacionado con la balacera acontecida momentos antes, y eso era bueno.

Luego de aquello se encargó de googlear el nombre del lugar: Hillsboro.

Prontamente se encontró con el artículo que informaba del alarmante tiroteo y de la presencia de autoridades que todavía se encontraban en la zona intentando encontrar al culpable.

Después de leerlo completo, Emmet sintió alivio de saber que no había heridos.

Apresuró entonces sus pasos, y su determinación también aumentó.

Casi no podía creerse la rabia tan inmensa que lo dominaba cuando pensaba en el peligro que había corrido Ariana aquella tarde.

El poder de aquella reacción lo tenía tremendamente preocupado. Tanto como la obsesión que estaba perturbándolo desde el día en que la vio desnuda...

¡Joder!

Tras aquel episodio, Emmet se había visto obligado a reconocer ante sí mismo lo que veía, lo que sentía y olía cada vez que la tenía cerca, lo mucho que lo afectaba hasta rayar sus más primitivos instintos.

El recuerdo de aquel cuerpo de mujer estaba casi volviéndolo loco... Pechos erguidos, pezones rosados, cintura diminuta, caderas redondeadas, y...

De inmediato negó.

Intentó olvidarse de aquello cuando llegó hasta uno de los oficiales que se encargaba de hacer algunas notaciones.

–Fue terrible lo que sucedió aquí, ¿eh?– le dijo para llamar su atención.

El policía se giró para mirarlo.

–Claro. Terrible– asintió.

–Yo vine esta misma tarde con mi familia, pero corrimos con mucha suerte. Mi esposa comenzó a sentirse mal, y tuvimos que marcharnos con los niños minutos antes de que todo comenzara–

–Eso es correr con suerte, amigo. Pero por fortuna no hubo ni un herido. Ese loco tiene pésima puntería–

–Gracias al cielo. Bueno, yo sólo regresé porque una de mis hijas dejó olvidado en algún lugar su oso de peluche, y ya sabe cómo son los niños. Se niega a dormir sin él, así que debo encontrarlo–

–Ah claro, yo también soy padre– sonrió. –Suerte con eso. Sólo evite la zona marcada por cinta–

Emmet hizo ademán de marcharse, sin embargo no se marchó al instante.

–Eh... ¿De casualidad  sabe si ese intento de francotirador sigue por aquí? No me gustaría encontrármelo–

El policía negó.

–Ha huido, y seguro se encuentra ya a kilómetros de aquí, pero de todos modos tome sus precauciones. Encuentre el oso de su niña, y después márchese–

Emmet asintió.

–Desde luego, oficial. Nos vemos. Espero que encuentren pronto al responsable de esto–

Mientras caminaba de regreso al table dance, el guardaespaldas se dijo a sí mismo que en verdad esperaba que ellos lo encontraran primero, por el propio bien de ese bastardo, pues si lo hacía él...

Emmet no terminaba de creerse eso de que había huido. Sabía que seguía ahí, casi podía olerlo. Miró hacia el frente como si nada ocurriese y continuó caminando.

>Dispara, cabrón. Estoy esperándote<

Pero nada sucedió.

La tranquilidad de la noche no se rompió con nada.

Un tanto inquieto sacó su celular esta vez para llamar a Kylie.

Ella respondió al instante.

–¿Lo has encontrado?– preguntó obviamente refiriéndose al agresor.

–No. Supuestamente ha huido, pero yo no estoy tan seguro de eso, y no pienso arriesgarme. Quiero que saquen a Ariana por la puerta de entrada–

–¿Qué? ¿Pero no crees que será más seguro que lo hagamos por la trasera?–

–Si salen por atrás levantarán más sospechas. Seguro el hijo de puta está esperando que salgan por ahí, así que olvídalo. Saldrán por delante como cualquier otra persona–

–De acuerdo– respondió Kylie. –Eres tú el que sabe de esto, yo sólo obedeceré–

–Tengo todo bajo control, así que no te preocupes. Yo estaré vigilando en el momento en que salgan, me quedaré aquí un rato para asegurarme de que nadie los siga, y después los alcanzaré. Vayan en tu camioneta, porque yo tengo las llaves del auto de James–

–Entendido–

–Kylie– la llamó Emmet antes de colgar.

–¿Sí?–

–Cuídala– le rogó. –Es importante para mí el bienestar de esa chica–

–Por supuesto, Emmet. Yo cuidaré bien de tu novia, lo prometo–

Después de aquello él sólo le agradeció y colgaron. Ya habría tiempo para explicarle que no había nada romántico entre ellos.

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–Bien. Esto es lo siguiente que haremos...– comenzó Kylie, pero enseguida James la interrumpió.

–¿Y por qué tienes que ser tú la que dé las indicaciones? Yo también puedo hacerlo–

La pelinegra rodó los ojos con irritación.

–Este no es momento para tus niñerías, Franco, así que cierra el pico y obedece–

Por increíble que sonase, James así lo hizo.

Kylie entonces pudo explicar el plan.

–Saldremos por la puerta de entrada, porque en caso de que el acosador se encuentre ahí afuera, con toda seguridad estará esperando a que salgas por la de atrás–

Ariana asintió porque aquello bien podría ser cierto.

–De acuerdo–

–Intentaremos actuar lo más natural posible. James, tú fingirás que estás borracho, y nos llevarás a ambas abrazadas en cada brazo. Tenemos que hacerle creer al bastardo que Ariana y yo no somos más que dos strippers que cobrarán mucha plata a cambio de un buen trío–

Ariana evitó a toda costa estremecerse. ¡Por los cielos! Parecía una mojigata, ella que cantaba sobre el sexo y aparentaba ser una mujer tan experimentada.

Además todo aquello no era más que un pequeño sacrificio a cambio de permanecer viva.

James no se mostró escandalizado por el contrario, sino que metió ambas manos a uno de sus bolsillos, y lo que sacó las confundió a ambas.

Un bigote falso.

–¿Y eso para qué es?– preguntó Kylie de inmediato.

–Bueno, dado que ese acosador parece conocer todo sobre Ariana, supongo que también debe saber muchas cosas de su familia, incluyendo su padre, así que seguro habrá visto mi cara en alguna parte. Soy el guardaespaldas de Robert Butera, por si no lo sabías, Kylie–

–Es cierto. Qué bueno que lo pensaste– dijo Ariana.

Kylie lo miró con cejas arqueadas.

–Vaya, al parecer no eres tan idiota, James. Felicidades– le dijo con burla. –Bien, ¿están listos?–

Ellos asintieron.

James se preparó mentalmente para su papel haciendo un tipo de calentamientos faciales muy extraños, a los que Ariana y Kylie miraron con el ceño fruncido, y después sonrió.

–Listísimo... ¿Cuánto...– hipo. –...cobr...an mu...ñecas?– la expresión de ebriedad era buenísima, a Kylie le encantó.

–Perfecto. Ahora sí, Ariana. Debemos actuar como si sólo nos interesara la billetera de este hombre, y estuviéramos dispuestas a hacer lo que sea por conseguirla–

Cada una se colocó bajo cada brazo de James, y así los tres salieron del lugar casi tambaleándose, mientras reían y parecían lucir muy divertidos.

Sin embargo bajo aquella fachada, Ariana sentía los nervios de punta, temiéndose que en cualquier instante un disparo fuera a caer sobre ellos.

Por fortuna no fue así, y en un abrir y cerrar de ojos consiguieron llegar hasta la camioneta de Kylie.

James fue quien se encargaría de conducirlo. La pelinegra subió al asiento del copiloto, y Ariana al asiento de atrás.

Una vez adentro, la cantante sintió un alivio muy profundo cuando escuchó el motor encenderse. Enseguida se marcharon.

Desde el otro lado de la acera, Emmet los observó.

–Maldita sea...– había siseado furioso cuando vio las diminutas prendas que Ariana llevaba puestas, deseando jodidamente poder llamar a James y exigirle que le prestara su saco o algo que pudiese cubrirla.

Para su mala suerte no podía hacerlo. No quería que nadie ahí lo viera usar el teléfono.

Se encargó entonces de revisar hacia todas partes asegurándose de que ningún vehículo fuese a seguirlos.

Eso no ocurrió, así que luego de unos minutos, Emmet se dijo que ya era tiempo de ir con ellos. Apagó entonces el cigarrillo que había estado fumando, y después dio marcha.

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Al llegar al edificio en el que se encontraba el departamento donde solía vivir con James, se dio cuenta de que ellos no habían bajado de la camioneta todavía, y mantenían el motor encendido.

Se bajó enseguida del auto, y corrió hasta ellos.

Para eso, se había encargado ya de dar algunas vueltas por la ciudad, y asegurarse de que nadie lo había seguido a él.

En cuanto lo vieron todos bajaron del vehículo, pero lo primero en lo que los ojos grises de Emmet se clavaron fue en el atuendo de Ariana desde luego.

Sin embargo su expresión no detonó deseo, sino enojo y preocupación.

–Les pedí que la transformaran en una pole dancer no que se encargaran de que cogiera una pulmonía, mierda– al instante se quitó la chaqueta que llevaba puesta, y se la colocó encima a la cantante.

Mentalmente Ariana se lo agradeció, pues llevaba ya más de media hora muriéndose de frío.

Él la vio temblar, y maldijo por lo bajo. Intento no fijarse en lo bien que lucía aquel color de cabello que asemejaba al oro.

–Todavía tiene mucho frio– le dijo.

Ariana se encogió de hombros.

–Suelo ser muy friolenta– aunque si era sincera, el calor que le proporcionaba la chaqueta era inmediato. Aquella prenda de Emmet era tan grande que envolvía su cuerpo como una nube cálida y suave que se extendió más allá de todo.

¡Joder!

Emmet se dijo entonces que él con gusto podría calentarla. Lo deseaba muchísimo.

–¡Date prisa, James!– le exigió a su amigo que no había conseguido encontrar las llaves que abrirían el portón del edificio.

Cuando vio que estas se le resbalaban de las manos para caer al suelo, siseó una palabrota, y prontamente se acercó a la castaña.

Tras ellos, Kylie y James comenzaron a discutir sin prestarles atención.

–Le daré un poco de calor– Emmet rodeó a Ariana con sus brazos, y la sostuvo contra su pecho. La cabeza de Ariana apenas le llegaba al hombro, recordándole lo bajita que ella era, poniéndolo tan duro que dolía.

Qué bueno que era abrazarla, maldición. La sensación era deliciosa mientras la protegía del viento de la noche.

Ariana se acurrucó entonces de manera inconsciente contra él, y Emmet se preguntó entonces si era el frío la causa de que ella se estremeciera.

De pronto sus ojos grises se encontraron con los marrones, haciéndolos más y más conscientes de que él era un hombre, muy hombre, y ella una mujer.

Ariana lo miró, y su corazón sufrió entonces de un vuelco.

Erguido en su postura, su expresión firme, y el cuerpo de un guerrero. Nunca podría negar que en efecto Emmet Wyatt era perfectamente capaz de mantenerla apartada de cualquier peligro.

–Ha sido usted muy valiente, señorita Grande– la voz del guardaespaldas le sonó entonces más apasionada, más viril.

Todavía encandilada por el poder de aquellos ojos plateados, Ariana negó.

–No– negó. Había estado muerta de miedo.

–Sí que lo ha sido– insistió Emmet. La había visto no rendirse, y negarse a dejarse llevar por el pánico. Eso lo admiraba.

–He estado a punto de morir–

–Pero está viva–

Sí... Él tenía razón. Estaba viva. Eso debía significar algo, ¿o no?

Cuando estuvo a punto de decir algo, James los llamó.

–¡¿Van a entrar o no?!–

Emmet la tomó de la mano, y la condujo dentro del edificio.

Las primeras en entrar al departamento fueron Ariana y Kylie, quien se apresuró a pasar a las habitaciones.

La cantante por su parte tomó asiento en uno de los sofás, e intentó esclarecerse la mente.

James y Emmet permanecieron en el arco de la puerta.

–Debo volver a Hillsboro– le dijo el rubio a su amigo.

–¿Para qué?– preguntó James. –Creí que el sujeto había conseguido huir–

Emmet asintió.

–Probablemente ahora sea cierto, y él ya no esté en la zona, pero yo dejé algo pendiente, y tengo que ir a ello ya mismo. Confío en ti, y sé que la cuidarás– dijo señalando a Ariana con el mentón.

–Claro, viejo. Sabes que te apoyo en todo– sin embargo en esos momentos las cosas estaban muy confusas para James.

Le parecía demasiado extraño el hecho de que Emmet estuviese interesándose más de la cuenta en la hijita de Butera.

Emmet pareció no advertirlo, y enseguida se dispuso a marcharse.

–Yo debo salir ahora–

Los ojos cansados de la cantante se abrieron en ese instante con angustia cuando se dio cuenta de que saldría.

–¿Te irás de nuevo?– le preguntó temerosa.

El guardaespaldas asintió.

–Debo hacerlo, pero le prometo que volveré y no tardaré. Mientras llame a su padre o a alguno de sus hermanos. Dígales que pasará la noche con alguna de sus amigas. Deben estar preocupados–

Ariana negó.

–No me dejes aquí– le pidió.

Emmet soltó un suspiro.

–No puedo llevarla conmigo porque puede ser peligroso. Por favor, déjelo todo en mis manos. Yo la mantendré segura, y para eso necesito que se quede con mis amigos–

Ariana no hubiese querido separarse de nuevo de él, pero sabía que sería ridículo comportarse como una niña pequeña.

Aquel hombre tenía un poder misterioso, cualidades que la tranquilizaban por un lado e inquietaban por otro.

Confiaba en él, muy a su pesar.

–Está bien, pero prométeme que no tardarás–

–Se lo prometo– sonrió él de medio lado. Luego se puso en pie y se dispuso a marcharse.

Con ojos un tanto llorosos, Ariana lo miró mientras lo hacía.

Cuando Kylie la llamó, de inmediato limpió las lágrimas que habían estado a punto de salir.

–Ven conmigo, Ariana. He preparado una de las habitaciones para que puedas descansar un poco–

Ariana negó.

–No quiero dormir hasta que Emmet vuelva–

–Escucha, él podría tardarse. No creo que sea buena idea que lo esperes–

Pero la castaña necesitaba esperarlo porque no podría sentirse segura a menos que su guardaespaldas estuviese cerca.

Pero no hablaba de cualquier guardaespaldas, sino especialmente de él... Emmet Wyatt.

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No fue hasta dos horas más tarde, que Emmet entró por fin por la puerta del departamento.

Kylie y James exhalaron de alivio en cuanto lo vieron aparecer.

–¡Al fin llegas, hombre!– exclamó su amigo.

–¿En dónde estabas metido, Emmet? Te llamamos mil veces al celular. Estábamos preocupados por ti– secundó esta vez su amiga, como toda una madre. A veces ella actuaba de aquella manera con ambos.

El rubio se dejó caer en uno de los sillones, y su expresión demostró lo cansado que se sentía.

–¿Dónde está Ariana? ¿Ya se ha dormido?– preguntó.

Kylie se cruzó de brazos, y negó.

–Estaba demasiado intranquila como para poder dormir, y se negó a hacerlo. Dijo que no podría estar en paz hasta que tú llegaras. La he dejado en la terraza, dijo que quería tomar aire y estar sola–

Emmet sopesó las palabras, y de pronto una sensación, ya familiar, pero no menos extraña, comenzó a crecer de nuevo en su pecho.

–Maldita sea...– siseó sin poder evitarlo. Luego llevó sus dedos al puente de su nariz intentando que la tensión bajara aunque fuese un poco.

–Iré a llevarle un té a Ariana, y a ver cómo está– anunció Kylie justo antes de marcharse de la sala.

Cuando estuvieron solos, James se acercó a su amigo. Entonces lo vio colocar una cajetilla de cigarros sobre la mesilla de centro.

–¿Cuándo empezaste a fumar otra vez?– le preguntó entonces.

Emmet exhaló antes de responder.

–Hace un par de horas–

Hacía años que había dejado el tabaco, y aunque lo odiaba, esa noche había sentido que lo necesitaba.

James decidió no cuestionarle respecto a eso, pero sí que tenía más preguntas que hacer.

–¿A dónde fuiste? ¿Qué era eso tan importante que tenías que hacer?–

Emmet le mostró entonces lo que llevaba en la cinturilla de sus pantalones. Un casete de vídeo.

–¿Qué es eso?–

–Son las cintas de grabación de la feria, que dan a un edificio de enfrente. Curiosamente la misma altura en la que fueron disparadas esas balas. ¿Entiendes? Aquí puede estar grabada la identidad de aquel sujeto–

James abrió los ojos con sorpresa.

–¿Y qué esperas para verlo?–

Emmet se hizo la misma pregunta... ¿Qué esperaba?

Ariana.

Necesitaba verla primero. Saber que estaba bien.

–Lo veré más tarde. Antes quiero ver cómo está Ariana– mientras decía aquello, el rubio se puso en pie.

–Espera... Hay algo que quiero decirte– le dijo James haciéndolo detenerse.

–¿Qué cosa?–

–Creo que estás preocupándote demasiado por esa chica, Emmet. Más de lo de lo que deberías, tomando en cuenta que inicialmente sólo estás en este trabajo porque buscas vengarte de su padre–

De inmediato Emmet lo hizo callar.

–No vuelvas a repetir eso cuando ella esté tan cerca– le exigió casi furioso.

James alzó las manos en señal de paz.

–Tranquilo, viejo. No lo repetiré, pero sabes que es verdad–

Los ojos endurecidos de Emmet miraron a su amigo.

Maldición. ¿Tan obvio era?

–No estoy haciendo nada que no sea cumplir con mi deber. Debo cuidar ese trabajo, por los mismos motivos que acabas de mencionar–

Sin decir una sola palabra más, Emmet se marchó de ahí.

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Ariana se encontraba mirando las estrellas, ahí en aquella terraza, en casa de su guardaespaldas, casi sin poderse creer nada de lo que había ocurrido desde aquella tarde, meses cuando el primer mensaje de aquel hombre llegó...

"Cobra te vigila"

¡Cielo santo!

Ella había creído en un principio que todo se trataba de una broma, algo inofensivo, un admirador como cualquier otro, demasiado enamorado.

Pero ahora... Eso...

Las balas.

Al recordarlo Ariana se estremeció. Las lágrimas rodaron libres por su rostro, corriendo el rímel que se había puesto.

Odiaba llorar, porque el llanto sólo la hacía sentirse débil, pero en esos instantes a causa del miedo no podía evitarlo.

No se dio cuenta cuando Emmet apareció tras ella.

Pero el guardaespaldas se mantuvo en silencio con toda intención.

No fue capaz de acercarse en el primer instante.

Ella se había quitado ya la peluca color dorada, pero todavía llevaba su chaqueta puesta, y debajo seguramente debía seguir aquel provocativo disfraz de stripper.

Sin embargo, aquello no causó tanto en él como el hecho de verla llorando.

Un ansia creciente lo invadió haciendo que comenzara a dominarlo el incontrolable deseo de correr hacia ella, abrazarla y jurarle que él siempre la protegería. La otra parte de su ser estaba aterrado de esas reacciones.

¡Pero mierda!

No era así como había previsto la venganza.

No había esperado encontrar en la hija de Robert Butera aquello que había encontrado en Ariana. Eso que lo conmovía profundamente y lo dejaba sin aliento.

Era un imbécil, se dijo, y justo antes de que pudiese recuperarse de la rabia por sí mismo que sintió en esos instantes, Ariana se giró para mirarlo.

Los ojos marrones parecieron destellar cuando se encontraron con los de él, y Emmet supo que aquel resplandor que brillaba en ellos se debía únicamente al velo de sus lágrimas.

En el instante en que lo miró, Ariana corrió hacia él para abrazarlo porque necesitaba desesperadamente aquel contacto.

Ella estaba asustada, muy asustada. Quería sentir su fuerza, aferrarse a su inmenso y protector cuerpo, sentir aquellos penetrantes ojos grises sobre ella.

Muy a su pesar, y un tanto conmocionado, Emmet la rodeó con sus brazos, apretando su espalda con una mano, y acariciando su cabello con la otra, sintiéndola sacudirse a causa de los sollozos, proporcionándole la protección y seguridad que ella estaba necesitando, mientras a él mismo se le partía el alma.

–Desahóguese...– le susurró. –Estoy aquí–

–Estuvo demasiado cerca de mí...– sollozó Ariana. –Demasiado cerca...–

Sí, y a Emmet lo inundaba la rabia cada vez que lo recordaba.

–Todo va a estar bien– le aseguró en un intento de controlarse a sí mismo. –Estaré siempre alerta. Siempre, ¿lo oye? La protegeré. ¿O cree que dejaría que le ocurriera algo?–

Ariana negó

–No, pero...–

–Nunca– la interrumpió él. –Jamás dejaría que le pasara nada– hablaba en serio, y las palabras iban mucho más allá.

Maldición si permitiría que aquel bastardo la hiera más.

Tal vez ese hijo de perra se había estado saliendo con la suya hasta ese momento, pero aún no se había topado con alguien como él. Eso lo lamentaría...

Se miraron entonces nuevamente, y los más secretos temores de Emmet brillaron reflejados en aquel marrón acaramelado.

–Ariana, tómate este té que preparé para ti, te aseguro que te ayudará a conciliar el sueño–

En cuanto Kylie apareció, la cantante se separó de los brazos de Emmet.

Sin poder evitarlo, la pérdida de contacto provocó un efecto en el guardaespaldas que desechó al instante.

–Gracias, Kylie– respondió Ariana justo antes de beber de la taza.

–Puedes irte ya mismo a la habitación. James consiguió ropa cómoda para ti. Debe estar sobre la cama–

Ariana le sonrió, y luego se dispuso a marcharse. Ya conocía la ubicación de dicha recámara. Era de Emmet, según le había contado, y el hecho de saber que dormiría en el mismo lugar donde él había dormido tantas veces, le provocó algo extraño.

Antes de hacerlo compartió una mirada íntima con Emmet. Los ojos de ambos ardieron, pero ninguno de los dos mencionó nada.

Justo cuando Ariana atravesaba por la puerta que conectaba el departamento con la terraza, James apareció.

–Hasta mañana. Ojalá duermas bien–

–Gracias– Ariana le mostró de igual forma una cansada sonrisa, y entonces desapareció.

James se dirigió ahora a sus amigos.

–Luce bien– comentó señalándola.

Emmet exhaló.

–Espero que amanezca mejor–

Sin embargo en ese instante un horrorizado y femenino grito se escuchó desde adentro.

Era Ariana, y al escucharla, un Emmet lleno de adrenalina corrió a su auxilio mientras James y Kylie lo seguían consternados.

Algo malo le había ocurrido.

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Disculpen la tardanza, estaba sin inspiración, pero ya ha vuelto, así que trabajo en el próximo

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