Capítulo 1
Boca Raton, Florida
Sabiduría, no guerra.
Era el principio de todo.
Ser más listo, actuar con astucia. Utilizar el cerebro en lugar de los músculos.
Eso era lo que Emmet Garrett enseñaba a sus alumnos en el Doyang.
Con todo su conocimiento y experiencia, él intentaba que los niños no sólo comprendieran el Taekwondo, sino que lo sintieran y lo transmitieran.
Era importante que los niños supieran cómo defenderse, pero incluso más importante era tener disciplina, salud, autoestima y paz mental.
Emmet era su profesor, y cada tarde que pasaba se encargaba de que todos sus pupilos crecieran con estas cuatro virtudes, aunque él mismo no fuese capaz de tenerlas todas.
Permanecía concentrado ahí en el medio del gimnasio, ningún músculo de su cuerpo daba indicios del menor movimiento. Pero sus ojos y mente permanecían bien abiertos, cautelosos y siempre a la espera de que el ataque llegara, y así poder ser más rápido.
Una fracción de segundo más tarde, este apareció.
Su oponente le llegó por la espalda intentando someterlo. Emmet reaccionó al instante. En un rápido movimiento consiguió esquivarlo, y utilizando su peso en su contra, consiguió derribarlo justo antes de propinarle una bien aprendida patada, creada solamente para sacar el aire.
El enemigo quedó tendido en el suelo en lo que pareció no ser más de medio segundo.
Luego de que la simulación terminara, los alumnos y todos los presentes ahí aplaudieron admirados.
Emmet recuperó un poco de aire, y enseguida tendió su mano para ayudar a que su compañero se pusiera en pie.
–Bien hecho, Garrett– le dijo con la respiración entrecortada, y un tanto dolorido. –Pero a la próxima te patearé el trasero– bromeó.
Sin poder evitarlo, Emmet sonrió.
–Te estaré esperando– realizaron la inclinación reverencial que debía hacerse ante todo oponente, y enseguida se alejaron.
–¡Profesor Garrett, eso ha sido increíble!– exclamó uno de los pequeños emocionados.
–¡Usted es mi héroe!–
–¡Es el mejor!–
Con una sonrisa amistosa, Emmet miró a sus alumnos que lo rodeaban y lo miraban como si él fuese una especie de Capitán América.
Todos eran pequeños guerreros ansiosos de aprender y ser mejores día con día.
–Eh, tranquilos, niños– les dijo mientras despeinaba sus cabellos con gracia.
–¿Cree que algún día podamos ser como usted?–
–¿Qué pregunta es esa? Por supuesto que sí, y serán incluso mejores–
Los niños gritaron emocionados.
Emmet consiguió zafarse de ellos y seguir su camino.
–Nos vemos mañana. Recuerden comer muy bien, y dormir lo suficiente. Hagan su tarea– luego de las recomendaciones, saludó cortésmente a los padres de familia, que de igual manera lo miraban con admiración, y enseguida caminó rumbo a la puerta que lo llevaría a las regaderas.
Sin embargo detuvo su camino cuando algo más llamó su atención.
Ahí, en el fondo del lugar, se encontraba un niño con su padre. Los dos parecían contentos porque sonreían. El hombre le decía a su hijo lo orgulloso que estaba de él, animándolo a nunca rendirse.
Después lo abrazó, y a Emmet le dolió el alma al recordar a su propio padre.
Negó para sí mismo, porque ese no era el momento de ponerse a recordar su incapacidad de ser feliz. Entonces retomó su caminar.
Tomó una ducha rápida, y enseguida se vistió con ropa deportiva y sus tenis Nike. Guardó su dobok sudado y su cinta negra en la maleta, y enseguida la colgó de su hombro. Tomó sus llaves, su celular y su botella de agua, y enseguida salió del gimnasio para dirigirse a donde tenía estacionada su motocicleta.
Se subió en ella, y estuvo a punto de marcharse, pero antes de que pudiera siquiera ponerse el casco, recibió una llamada.
Se fijó entonces en quién era el que llamaba, y echó un suspiro al aire cuando vio que se trataba de James.
–¿Qué quieres, James? ¿Pasó algo?–
Emmet esperó la respuesta de su amigo tras la línea.
–Pasa que necesito que vengas al departamento ya mismo– contestó la voz de James un tanto alterada.
El ceño de Emmet se frunció.
–¿Por qué?–
–Tengo una noticia que darte, y prefiero que sea cuando llegues–
–¿No puede ser más tarde? Sabes que hoy tengo reunión con los chicos– se refería a sus amigos motociclistas.
James exhaló, y Emmet casi lo imaginó rodando los ojos como toda una esposa celosa.
No pudo evitar reír.
–No, Emmet. Es importante. Te irás de espaldas en cuanto te cuente–
–Bien. Estaré ahí en unos minutos más–
Sin más, Emmet colgó la llamada. Colocó el casco en su cabeza, y arrancó la motocicleta para dirigirse al departamento que ambos amigos compartían.
No sabía bien qué demonios era lo que se tramaba a James, pero más valía que fuera importante. De otro modo se ganaría una buena paliza.
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–Muy bien, James, ya estoy aquí pero te advierto que si esto es un plan para emparejarme con otra de las amiga de Kylie, puedes considerarte hombre muerto– exclamó Emmet al tiempo que entraba al departamento. –No quiero salir con esas mujeres, y no voy a hacerlo. ¡Joder! Dile a Kylie que acabas de descubrir que soy gay o algo por el estilo–
James salió de la cocina, y miró a su amigo.
–¿Qué?– al principio no comprendió, pero después sí lo hizo. –Oh, si le digo que eres gay lo único que conseguiríamos sería que empezará a presentarte a sus amigos– rió. –Bueno, y en todo caso, si tanto te disgusta, deberías decírselo tú mismo. Ya sabes que esa loca y yo no nos llevamos nada bien–
Emmet exhaló.
–¿Entonces no es eso?–
–Por supuesto que no. Esto es algo importante, Emmet– la expresión de James cambió.
Cuando Emmet vio la poco usual, expresión de seriedad en el rostro de su amigo, comprendió que en serio era importante lo que tenía que decirle, así que él mismo adoptó una expresión seria.
–De acuerdo. Entonces habla ya– tomó asiento en el sofá de la sala, sin embargo cuando escuchó lo que James tenía para decirle, se quedó en shock, y su propio cuerpo lo obligó a ponerse de pie una vez más. –¡¿Qué?!–
–Ya me has oído– respondió su amigo.
–Por favor, repítelo, James– casi sin aliento, Emmet rogó.
–Han sido aceptados nuestros servicios– repitió por segunda vez aquella noche. –Estamos dentro del mundo de Robert Butera–
Escuchar de nuevo aquel nombre ocasionó que una violencia letal corroyera por todas las venas de Emmet.
Odiaba a aquel hombre, odiaba su simple mención.
¡Mierda!
–Entonces voy a tenerlo cerca– sonrió, y los ojos grises que poseía se exaltaron con evidente emoción. –¿Te das cuenta, James? ¡Lo logramos!–
–Oh, y eso no es todo, amigo. Lo que estoy a punto de decirte mejora la situación en gran manera, te lo juro. Gritarás de felicidad–
Emmet no pudo resistir tanto misterio, y prontamente sacudió al pelinegro por los hombros.
–¡Carajo, habla de una puta vez!– exigió.
–No nos han aceptado para la vigilancia de la empresa Butera– dijo de inmediato.
Aquello confundió muchísimo a Emmet que ya se había imaginado entrando por aquellas puertas.
–¿Qué dices? ¡Pero si mandamos solicitud precisamente para eso! ¿Entonces cómo se supone que...–
James sonrió. Gigantesca sonrisa de oreja a oreja que a veces hacía que Emmet deseara golpearlo.
–Nos aceptaron– dijo con autosuficiencia. –Pero no nos quieren como simples vigilantes de almacén o algo por el estilo. Nuestro hombre nos quiere en su casa. ¿Sabes lo que eso significa?–
¡Oh, joder!
Claro que Emmet lo sabía.
La emoción subió por lo largo de su cuerpo, y casi logró que las rodillas le fallaran. Cerró los ojos como eternamente agradecido, y la sonrisa apareció haciéndole competencia en tamaño a la de James.
–¿No estás jugando verdad?–
James negó.
–¡Maldita sea! ¡Sí!– Emmet gritó por la felicidad que lo embarga en esos instantes. –Así que el viejo nos quiere de sus guardaespaldas personales. Perfecto, perfecto, esto no pudo haber ocurrido de manera más perfecta– deseaba gritar de nuevo, se sentía eufórico.
–No, Emmet– tuvo que recordarle James. –Todavía no has hecho nada pero lo harás. Harás justicia. Esta es tu venganza, amigo, y has esperado demasiado tiempo para poder llevarla a cabo. Ahora más que nunca debes ser inteligente–
Emmet asintió, porque por más extraño que fuera reconocerlo, James tenía razón.
–¿Cuento contigo?– le preguntó entonces.
–Por supuesto que sí, hermano– James le mostró un puño.
Emmet enseguida sacó el suyo, y los chocaron en un saludo masculino.
Se había llegado el momento.
No podía creerlo, pero así era.
Muy pronto Robert Butera estaría en sus manos, y en ese momento Emmet Garrett se hizo una promesa para sí mismo... Ese infeliz desearía nunca haber nacido.
Emmet iba a hacer que pagara. Lo haría sufrir y lo destruiría.
Que el cielo se apiadase de aquella escoria, porque sin duda él no lo haría.
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Los Ángeles, California
El Nokia Theatre se encontraba repleto aquella noche de Abril.
Había gente de todas partes emocionada en las butacas, cantantes, actores, actrices, las más famosas celebridades se habían dado cita para asistir a tal evento de tan grande magnitud. Los MTV Movie Awards. Premios que reconocían el trabajo y el talento de muchísimas figuras del espectáculo.
Luego de que algunos galardones fueran entregados, la presentadora apareció para anunciar el siguiente performance de la noche...
Ariana Grande.
Luego de que ese nombre fuera mencionado, la audiencia entera enloqueció. Todos aplaudieron con gran emoción, y los gritos exaltados se escucharon por todas partes.
El teatro se oscureció por completo de un momento a otro, y un par de segundos volvieron a encenderse aunque de manera más tenue.
Las cámaras de inmediato se dirigieron hacia el lugar donde la joven estrella del pop haría su espectacular aparición.
El piano comenzó a ser tocado, sacando de él una relajante melodía de jazz y blues.
De repente, ella apareció en la entrada de lo que parecía ser un cine antiguo.
La palabra GRANDE aparecía en letras mayúsculas adornando la principal marquesina.
Vestida con un largo y deslumbrante vestido rosado, un chal de peluche, un impactante collar de diamantes, y homenajeando como nadie a Marilyn Monroe, la talentosa cantante se detuvo justo en la entrada colocando ambas manos en la finura de su cintura y realizando una seductora expresión que embelleció increíblemente aún más los contornos de su cara.
A los segundos fue rodeada por unos cuantos hombres, parte de la presentación, que parecían ser paparazis de los años cincuenta. Estos comenzaron a fotografiarla, y los flashes de sus gigantescas cámaras fueron lanzados uno tras otros sobre ella.
Ariana sonrió mientras la melodía del piano continuaba su curso, y de inmediato comenzó a caminar haciendo que los sujetos que la fotografiaban corrieran tras de ella.
Cuando llegó al escenario, un hombre más la tomó de la mano ayudándola a subir.
Con elegancia y una gracia natural, la cantante se colocó justo en el medio donde ya la esperaba un micrófono retro, junto al imponente piano que no dejaba de realizar su trabajo, siendo tocado por un famoso y talentoso pianista.
Con mirada firme y siempre confiada de su capacidad vocal, Ariana tomó el micrófono entre sus manos, y comenzó...
♪ Don't need permission, made my decision to test my limits... 'Cause it's my business, God as my witness, start what I finished. Don't need no hold up, taking control of this kind of moment... I'm locked and loaded completely focused my mind is open... All that you got, skin to skin, oh my God. Don't ya stop, boy...♫
Aquella chica frente al micrófono y de voz magnifica estaba siendo la reina de la noche.
Sus vocales fueron increíbles. Sus agudos y sus graves aún más.
Ariana derrochó talento mientras sujetaba con sus manos el pedestal.
Cada movimiento fue sensual, y también las notas que salieron de su boca.
Seducía al público, los llamaba y los hechizaba simplemente porque ella tenía ese poder.
Era una estrella, y no había otro nombre que pudiese describirla.
Brillaba resplandeciente ahí en el medio del escenario. Su luz era tan grande que iluminaba el teatro completo.
♪Nothing to prove and I'm bulletproof and know what I'm doing. The way we're movin' like introducing us to a new thing. I wanna savor, save it for later, the taste of flavor, 'cause I'm a taker. 'Cause I'm a giver, it's only nature. I live for danger...♫
Los espectadores estaban en shock. Maravillados. No podían creer aún la magnitud de tan privilegiada voz, el nivel del talento que escuchaban.
Sus oídos estaban siendo bendecidos con melodías celestiales.
♪Somethin' 'bout you makes me feel like a dangerous woman... Somethin' 'bout, somethin' 'bout, somethin' 'bout you... Makes me wanna do things that I shouldn't... Somethin' 'bout, somethin' 'bout, somethin' 'bout you...♫
Ariana siguió cantando, y el pianista la acompañó a cada instante.
Cuando el piano comenzó su solo, los falsetes que ella emitió ocasionaron que cientos de personas ahí esa noche estuviesen dispuestos a pedirle matrimonio en ese instante, hombres y mujeres.
A esas alturas de la canción ya no existían palabras para poder describirla.
Ella era la artista de la década, y estaba ahí para que la miraran, para que la escucharan. Parecía imposible de creer. No podía ser real...
♪All girls wanna be like that, bad girls underneath like that. You know how I'm feeling inside... Somethin' 'bout you makes me feel like a dangerous woman... Somethin' 'bout, somethin' 'bout, somethin' 'bout you... Makes me wanna do things that I shouldn't... Somethin' 'bout, somethin' 'bout, somethin' 'bout you...♫
Ariana terminó su estrofa final con una sonrisa impecable, y enseguida se giró en un elegante movimiento para observar a su pianista dar por finalizada la canción.
Los aplausos se escucharon por todas partes, yendo en aumento a cada instante. Poniéndose sobre sus pies, el público le otorgó una ovación de pie mientras sus palmas aplaudían más y más fuerte.
Contenta de haber realizado bien su trabajo, ella les agradeció, y enseguida pasó a backstage.
Cuando llegó ahí inmediatamente fue recibida por su manager.
–Ariana, echaste fuego. ¡Cielo santo, no puedo creerlo!– Scooter Braun la abrazó con fuerza. Parecía demasiado eufórico, extasiado.
–¿De verdad estuve bien?– le preguntó entusiasmada.
Los ojos de Scooter casi se salieron de sus orbitas.
–¡¿Bien?! ¡Caramba, Ariana, la rompiste! ¡¿No viste la cara de todos allá afuera?!–
La sonrisa de Ariana se agrandó.
Enseguida uno de sus asistentes le entregó su bebida fría, y el otro se encargó de alisarle el vestuario.
Prontamente se dirigieron los cuatro a camerinos, cuando de camino fueron rodeados por los reporteros hambrientos de las primeras declaraciones de la estrella de la noche.
–¡Ariana! ¡Ariana!–
–¡Ariana!–
Todos comenzaron a gritar intentando acaparar su atención, desesperados por lograr obtenerla, sin embargo de inmediato Scooter y los guardias realizaron su intervención para mantenerlos alejados de la cantante.
–¡Ariana, estuviste maravillosa!–
–¡Ariana, eres la mejor cantante de la época actual!–
–¡Muchas felicidades, Ariana!–
Era gracioso porque estaban felicitándola, aun y cuando ella no había ganado ningún premio aquella noche. La entrega era exclusiva para galardonar el cine y la televisión.
Permaneció en silencio mientras caminaba para poder llegar a su camerino, protegida por su equipo de seguridad.
–¡¿Es cierto que pronto contraerás matrimonio con el hijo del empresario Sykes?!– le preguntaron.
–¡¿Son ciertos los rumores de que se han comprometido tú y Nathan Sykes?!–
–¡¿Qué tienes que decirnos sobre eso?!–
Nada. Ariana no tenía nada que decirles.
Por fortuna a los pocos segundos llegó a su destino.
Estaba desesperada por entrar y tener un poco de privacidad, sin embargo antes de que pudiera entrar, él apareció con su blanca dentadura.
Los flashes se multiplicaron. Los reporteros se mostraron ávidos por obtener la imagen perfecta de aquella pareja perfecta.
–Por favor no coman ansias, muchachos– Nathan habló con total serenidad y pericia. –Pronto les daremos la noticia que tanto quieren escuchar, pero no ahora– sonrió.
La sonrisa de ese hombre era deslumbrante. Él era el sueño de muchas mujeres.
Sus ojos claros conectaron entonces con los marrones de Ariana.
Nathan le sonrió, y un tanto incómoda por las cámaras, ella forzó su sonrisa.
Entonces él la abrazó acercándola a su costado, depositó un beso en su mejilla, y con toda intención dejó que los fotografiaran en esa postura.
Los reporteros no perdieron ni un segundo, y aprovecharon cada ángulo para poder capturar el momento.
La pareja del año.
Así los habían nombrado, y parecían ser la favorita del medio artístico. Todo en ellos era perfección. Ambos atractivos, famosos y exitosos.
Nathan utilizó todo su encanto, y les guiñó un ojo engreídamente. Luego tomó a su novia de la mano, y juntos se adentraron en el camerino cerrando la puerta tras de sí.
Una vez adentro, la calma de la habitación cambió por completo el ambiente.
Ariana caminó directo al tocador. Estaba un poco molesta por la insistencia que Nathan tenía de mostrar su intimidad ante las cámaras. Lo habían hablado montones de veces, y aun así él continuaba haciéndolo. Sin embargo en ese momento ella no tuvo ganas de reprocharle nada. Dejó su bebida en la mesilla, y tomó el celular de su bolso para revisar si tenía algún mensaje. El abuelo Frank había estado un poco enfermo en los últimos días, y debido a eso siempre estaba al pendiente por si recibía alguna noticia suya.
Exhaló, pero cuando se giró y miró a Nathan primero de reojo y luego fijamente, el ceño se le frunció.
Él se encontraba recargado sobre la puerta y sonreía más que nunca.
–¿Qué pasa?– le preguntó ella confundida.
Nathan fijó sus ojos en ella, y su sonrisa se agrandó.
–Será espectacular– respondió con emoción.
Ariana continuó sin comprender.
–¿A qué te refieres?–
–Del momento en que vendamos la exclusiva de nuestro compromiso– repitió. –¡Será la noticia del siglo!–
Una sensación extraña dentro de Ariana apareció como cada vez que recordaba aquel hecho.
Ella y Nathan estaban a un paso de estar comprometidos. Serían marido y mujer en un día de aquellos.
Tragó saliva.
Se sentía extraña cada vez que pensaba en eso y no conseguía comprender por qué no la embargaba toda aquella felicidad que seguro experimentaban todas las mujeres que estaban próximas a casarse, por qué no estaba tan emocionada como debía estarlo.
A veces simplemente no podía imaginarse casada con Nathan, ni con nadie más.
Se preguntó entonces si estaría cometiendo una equivocación. Quizá era demasiado joven todavía, quizá no estaba preparada para dar aquel paso tan importante, quizá Nathan no era el amor de su vida...
Todavía pensaba en ello cuando la voz de Nathan irrumpió sobre sus pensamientos.
–¿No lo crees así, hermosa?–
Ariana emitió una sonrisa.
–Claro que sí, Nathan– respondió ella. Intentaba parecer contenta. –Pero pienso que más que preocuparnos por cómo será cuando la noticia se dé a conocer, deberíamos preocuparnos por cómo serán nuestras vidas–
Nathan dio un respingo y frunció el ceño.
–¿A qué te refieres?–
Ariana exhaló y se hundió de hombros.
–Bueno... crecí viendo cómo mis padres más que quererse, se soportaban, y yo no quisiera eso para nosotros. Yo quiero que seamos felices–
La expresión en el rostro del chico se suavizó. Pronto se acercó a ella y la tomó de las manos mientras le sonreía.
–Nosotros no seremos como tus papás. Nosotros nos queremos de verdad–
Muy a su pesar, Ariana también sonrió.
–Supongo que tienes razón–
–La tengo, nena– Nathan no dudó ni un instante de sí mismo. Se contemplaron por un par de segundos, hasta que él volvió a hablar. –¿Sabes? Hace unos momentos cuando estabas ahí en el escenario, no podía dejar de pensar en lo afortunada que eres–
–¿Ah sí?– le preguntó ella. –¿Realmente lo crees?–
–Por supuesto que sí, Ari. ¿No te das cuenta?– le dijo él como si fuese lo más obvio del mundo. –Eres bellísima, tienes una gran fortuna, estás en el mejor momento de tu carrera como cantante, eres famosa en todo el mundo, y tienes millones de seguidores. A todo eso súmale la mejor parte...– mostró su sonrisa de comercial, y luego alzó los brazos. –...me tienes a mí. Eres la chica más afortunada y no puedes negarlo–
Ariana lo miró fijamente por unos instantes.
>Afortunada...<
La palabra revoloteó por toda su mente.
Nathan era en ocasiones muy engreído y bastante soberbio. Sin embargo en ese momento Ariana se dio cuenta de cuánta razón tenía.
Se suponía que debería sentirse afortunada, se suponía que debía estar feliz por la vida aparentemente perfecta que llevaba.
Fama, dinero y belleza. Encima de todo, un novio perfecto.
Novio y próximo prometido, debía recordarse.
Nathan era guapo y millonario. Tenía esos ojos claros, y ese rostro tan atractivo. Era de estatura media, pero para ella era ideal.
Las mujeres morían por él, pero él la había escogido a ella.
¿Entonces por qué no podía ser completamente feliz? ¿Por qué se sentía tan triste y sola?
Las preguntas volvieron.
Ella deseó una sola cosa en esos instantes... Que su madre no hubiese muerto.
Seis meses antes, Jessica Butera había perdido su batalla contra el cáncer, y Ariana todavía no conseguía reponerse del todo.
Pensó entonces en que quizá su constante estado de depresión se debía a la falta que ella le hacía.
Ni la fama, ni el dinero, ni ninguna otra cosa podrían sustituir nunca la ausencia de la persona a la que ella más amaba.
Exhaló.
–Ya verás lo felices que seremos, lindura– prometió el chico.
–Eso espero, Nathan...– fue su respuesta. Suspiró y lo miró fijamente, sin embargo en ese instante Ariana fue consciente de algo en el camerino. Algo que no había estado ahí antes de que saliera a cantar.
Frunció el ceño, y de inmediato toda su atención quedó concentrada en aquello.
–¿Y eso?– preguntó al momento en que señalaba el ostentoso y gigantesco ramo de rosas. Ariana se acercó, notando lo hermosísimo que era. –¿Lo has traído para mí?– muy en su interior ella no pudo evitar emocionarse. Para cualquier mujer, o la gran mayoría, siempre sería una muy grata sorpresa el recibir flores.
Sonrió mientras lo admiraba, hasta que la respuesta de su prometido la hizo mirarlo con confusión.
–Yo no las envié. Ni siquiera me había dado cuenta de que aquí estaban–
–¿Hablas en serio?–
–Por supuesto, Ariana. ¿Por qué te mentiría? Yo no traje esas flores–
Ariana de pronto miró con fijeza el precioso ramo de rosas rojas, y recordó fugazmente que Nathan no solía ser un hombre detallista.
–Es muy extraño...– murmuró para sí misma un tanto confundida.
Sin embargo Nathan hundió los hombros con indiferencia, y rodó los ojos.
–¿Por qué le das tanta importancia? No es la gran cosa. Ni que fuera la primera vez que recibes este tipo de obsequios. Te llegan globos, arreglos florales y regalos de todas partes y todo el tiempo. ¿Por qué te extrañan ahora unas simples rosas?–
Ariana no sabía por qué no podía responder a eso.
Era cierto. Le llovían regalos por centenas, era algo particularmente normal en su vida cotidiana.
¿Entonces por qué la inquietaba tanto aquel inofensivo ramo?
Se dijo entonces que debía quitarse aquellas ideas de la cabeza. Nada malo pasaba.
Se relajó.
–Tienes razón, supongo que las han enviado mis productores–
Aquella parecía la explicación más lógica, y Ariana estaba dispuesta a quedarse con ella, y no preguntarse nada más al respecto. Sin embargo en ese instante tocaron a su puerta.
Nathan se ocupó de abrir, y entonces con sorpresa Ariana observó lo siguiente que ocurrió.
Un montón de empleados del lugar entraron a su camerino en fila sólo para hacerle entrega de los presentes que mandaban para ella de parte de la producción.
Un minuto más tarde, cuando los empleados se marcharon, Ariana y Nathan quedaron completamente rodeados de arreglos florales, canastas y un montón de cosas más, todo cortesía de MTV.
Ariana ni siquiera les prestó atención. Todos esos nuevos obsequios significaban que los productores no habían sido los responsables del primer ramo.
De inmediato se acercó a él, y tomó la tarjeta para hacer lo que debió de haber hecho desde el primer instante en que lo descubrió.
Los elegantes dedos comenzaron a abrir el pequeño sobre.
Cuando consiguió romperlo, Ariana se encontró con una tarjeta del mismo tamaño.
Estaba ansiosa por leer, así que prontamente lo hizo.
Sin embargo al instante se arrepintió.
Las manos que sostenían el trozo de papel temblaron. Un vuelco en su pecho se vio reflejado en sus facciones. Palideció, y la sangre en sus venas se heló de horror.
De pronto se sintió envuelta dentro de una confusión de la cual fue imposible salir.
Algún día serás mía, Ariana. Algún día...
Te lo juro.
Cobra.
Ariana se sintió entonces sucia y avergonzada, aunque sabía que no debería. La rabia la inundó, y sin más, arrojó aquella maldita nota al suelo tan rápidamente como si le hubiera quemado.
Aquello tenía que ser una pesadilla, se dijo asustada.
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¿Cómo debía sentirse?
Se preguntó Emmet muchísimas veces aquella mañana.
¿Cómo se supone que debía controlar las emociones, la violencia, la desesperación que corría por sus venas?
Diecinueve años habían transcurrido. Diecinueve largos años en los que había puesto a prueba su paciencia y el deseo de venganza.
Y este todavía estaba ahí.
Emmet deseaba vengarse, y todo ese tiempo transcurrido solamente había servido para hacer que su odio aumentara.
De pronto las manos comenzaron a hormiguearle en una sensación desesperante.
Se preguntó a sí mismo cuál sería su reacción, y su propia pregunta lo dejó pensando unos instantes.
¿Cómo iba a reaccionar cuando tuviera frente a frente al asesino de su padre?
Iba a tener que controlarse, se advirtió prontamente.
Iba a tener que mantener el control y contenerse.
Su odio hacia Robert Butera era gigantesco, más fuerte que sus propias fuerzas. Lo dominaba por completo.
Emmet había sido sólo un niño de doce años cuando aquel hombre se había encargado de destruir a su padre sin piedad.
Lo había estafado, lo había acusado de fraude, y después se había acostado con su esposa.
Luego de todo aquello Nicholas Garrett, sumido en la quiebra y la peor de las depresiones, se había suicidado.
Y Robert Butera había sido el culpable de todo aquello, tan culpable como si él hubiese apretado el gatillo del arma que había acabado con su vida.
Así es...
Robert Butera era el hombre que le había quitado lo que más quería, y juraba por lo más sagrado que iba a destruirlo.
Por eso era consciente de que necesitaba ser más inteligente que él. No podía permitirse que su deseo de romperle la cara con sus propios puños saliera a flote y lo arruinara todo. Necesitaba jugar bien sus cartas. Nada podía salir mal.
Por tanto tiempo había esperado aquella oportunidad, y al fin había llegado.
Era ese el momento, y nada podía ponerlo más contento.
La emoción lo embargó, y prontamente se controló.
–Emmet...– la voz de su amigo lo llamó.
Emmet se giró para encontrarse con James.
Los dos llevaban traje oscuro y casi no podían creerse lo elegantes que estaban. Impecables. Dos hombres altos y bien fornidos, imponentes.
–¿Ya es hora?– preguntó un tanto impaciente.
James se alisó el sacó y asintió.
–Nos esperan en la oficina principal. Butera quiere conocernos–
Ante la mención de aquel sujeto, el pecho de Emmet se inflamó con aire contenido. Luego lo dejó salir en un suspiró que lo hizo temblar de frío.
Finalmente asintió para sí mismo, e hizo ademán de marcharse, sin embargo su amigo lo detuvo asiéndolo del brazo.
–Recuerda que tienes que permanecer tranquilo, Emmet– le dijo James un tanto preocupado.
Emmet rodó los ojos como exasperado.
–Ya lo sé– respondió molesto.
–Sé que odias a ese tipo, pero por eso mismo no debes hacer ninguna tontería, ¿lo oyes? Después de esto ya habrá tiempo para hacerle todo el daño posible–
La sonrisa blanca de Emmet apareció enseguida.
–No puedo esperar– fue su última respuesta antes de entrar al elevador y dirigirse a su destino.
Emmet Garrett no tenía ni idea, pero aquel día su vida cambiaría por completo.
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–¡Esa niña es una insensata!– gritó Robert enfurecido al momento que golpeaba su escritorio con los dos puños, provocando un ruido ensordecedor.
–Papá, tranquilízate– le pidió su hijo mayor, Liam.
Oh, pero el temperamento Butera no funcionaba de aquel modo.
Era imposible decirle a un Butera que se tranquilizara, y esperar a que en serio lo hiciera.
Lo sabía el padre, y lo sabía el hijo.
–¡Cuando la vea la mataré!– exclamó. –Si es que no me mata a mi primero de un infarto–
–¡Hey!– una voz los llamó a ambos. –¿Pero qué es lo que sucede con ustedes dos? ¿Por qué esos gritos?– era Perlman Sykes quien se acercaba a ellos con bastante curiosidad. –Los necesito tranquilos porque hay algo muy importante que debemos ver... Ese nuevo proyecto del que hablamos esta mañana debe ser cancelado por completo. No se pueden hacer millones y millones de dólares al año vendiendo tecnología obsoleta–
Robert miró a su amigo y socio, y negó de inmediato.
–Ahora no, Perlman–
Con la enorme sonrisa que siempre había caracterizado al hombre canoso y de piel rojiza, lo miró.
–¿Ocurre algo? Oh, vamos, Rob, sabes que puedes decírmelo. Hemos sido amigos desde hace años. Puedes confiar en mí. ¿Qué o quién te ha hecho enfadar tanto?–
–Ariana, ¿quién más?–
Perlman comprendió que el asunto era serio, y su expresión juguetona se tornó seria.
–¿Ha seguido recibiendo esos... mensajes anónimos?– cuestionó con tono consternado.
Robert exhaló con tensión. Luego asintió.
–Sí. Los ha seguido recibiendo. Y se fue a Los Ángeles aun cuando yo le dije que lo mejor era que se quedara en casa. Lo peor es que no permitió que la policía la escoltara, y después de su dichoso evento, se fue a una fiesta de la que salió bastante alcoholizada. ¿Puedes creerlo? Esa ingrata está en peligro, y sigue haciendo sus estupideces–
–Bueno, amigo, pero no te pongas así. Se fue con Nathan. Mi hijo es todo un hombre y hará lo que sea por cuidar de ella. Confía en él– la voz de Perlman sonó llena de orgullo. Su único hijo lo era todo para él, y estaba más que contento de que estuviese próximo a casarse con la hija de su mejor amigo, y socio. Además de maravilloso, era bastante conveniente.
Las dos familias eran muy influyentes y poderosas ahí en Florida. La fusión de sus fortunas sería espectacular.
–No es que no confíe en Nathan, pero aun así temo por mi hija– continuó Robert.
–Bueno, ¿y al menos ya saben quién es ese loco que la acosa?–
Lleno de tensión, Robert negó.
–No. Ojalá lo supiera pero no lo sé todavía. Sólo sé que quisiera tener a Ariana aquí mismo en este instante, y poder castigarla de por vida–
Perlman no pudo evitar reír.
–Bueno, eso sería interesante, pero aunque quisieras, Ariana es ya una adulta–
–Lo sé...– respondió desganado.
Luego de un segundo, Liam lo asió por los hombros para hacer que lo mirara.
–El problema está a punto de solucionarse, papá, ¿recuerdas? Los guardaespaldas están aquí–
El rostro de Robert se relajó, también su reacción.
–Al fin– murmuró. –¿Pero cómo lo sabes?–
Los dos hombres habían estado en la sala de juntas cuando Robert vio en televisión el asunto de Ariana y la alocada fiesta a la que había asistido después de la premiación.
–Acababa de decírmelo tu secretaria cuando saliste como loco de la sala–
Robert exhalo.
–Perfecto. Que los hagan pasar. Necesito dejar zanjado este asunto cuanto antes. Esa hermana que tienes ya ha colmado mi paciencia, y no toleraré ni una sola más de sus imprudencias–
–Están en tu oficina. Kate los ha dejado entrar. Nos esperan–
Muy a su pesar, Robert sonrió, y tomó la nunca de su hijo en una caricia paternal.
–Estoy contento de tenerte como hijo y que seas mi primogénito... Gracias, Liam. Ojalá Ariana y Ansel fueran más como tú–
Decir que Robert estaba orgulloso de su hijo mayor era poco. Liam era un hombre hecho y derecho, poseedor de los ojos marrones Butera y también de esa venita de ambición.
Robert se veía a sí mismo reflejado en él.
Tenía grandes planes para los dos, pero en sus ratos libres debía ocuparse de sus otros dos insensatos hijos. Ariana en esa ocasión. La oveja negra de la familia.
Liam sonrió.
–Creo que cada uno tenemos nuestra forma de ser, y no le veo lo malo. Pero no estaría mal que esos dos fueran un poco más maduros–
Robert asintió.
–Sería un milagro, hijo... Un enorme milagro. Ahora vamos. Ariana tiene que tener protección lo más pronto posible, o al menos antes de que ella provoque su propia destrucción–
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La paciencia no era su mayor virtud. Esperar no era su fuerte.
Emmet se sentía desesperado.
Necesitaba que todo ocurriera pronto.
Necesitaba tener frente a frente al maldito Butera para saber si sería capaz de controlarse.
En ese instante él tenía solamente dos alternativas.
La primera, se mantendría frío y calculador. Fingiría que no era nadie más que un simple guardaespaldas en busca de trabajo, y entonces poco a poco iría completando su venganza. Lo destruiría y destruiría su emporio, su fortuna, su reputación y su jodido buen nombre.
La otra era que sería incapaz de contener todo su odio por aquel hombre, y terminaría rompiéndole la cara hasta mandarlo al hospital.
Sonriendo Emmet se dijo que si se iba por la segunda opción, muy posiblemente su plan se iría a la mierda, pero nadie podría quitarle nunca la satisfacción de haberse desquitado con los puños.
–Emmet...– la voz de su amigo irrumpió sus pensamientos.
–¿Qué pasa?– le preguntó un tanto irritado.
James bien podía adivinar lo que él estaba pensando en ese momento.
Había sido su mejor amigo desde siempre. Desde que eran pequeños, aunque de diferentes status económicos, eso nunca les había importado. James y sus padres, los Franco, habían sido los únicos que le brindaron apoyo moral y emocional cuando se quedó sin nada.
Emmet siempre estaría agradecido por ello.
–Ya sé que te lo he dicho muchas veces en las últimas horas, pero en serio tienes que controlarte. No vayas a echar esto a perder. Es tu gran oportunidad–
Sí, James tenía razón.
Por más que fuese Emmet a disfrutar machacando a aquel cabrón con sus propias manos, por mucho prefería destruirlo por completo.
Y para eso llevaría tiempo. Tiempo que utilizaría trabajando para él.
–Lo sé. Créeme que lo sé, y te aseguro que no haré nada estúpido. Ya te lo dije–
–Bien– asintió James satisfecho.
En ese instante Emmet exhaló intentando destensarse. Sabía que tenía que lucir lo más relajado posible.
Cerró los ojos para centrarse en lo importante, sin embargo al abrirlos algo lo distrajo por completo.
Una foto...
Los ojos grises se entornaron con gran sorpresa, y entonces, teniendo buen cuidado de que James estuviese mirando hacia otra parte, Emmet acercó su rostro para poder mirar mejor.
Una niña, fue lo que había llamado su atención. Una niña pequeña y simpática. Parecía muy tierna ahí en la playa, haciendo una divertida pose. Era una bebé muy hermosa y digna de admirar.
Lo extraño ahí era que él no había estado enterado de que Butera tuviera una hija. A decir verdad, no se había detenido mucho a investigar acerca de su vida privada. Había leído brevemente que era padre de dos hijos varones, y que había enviudado hacía muy poco tiempo, pero nada más. Le había interesado más la información acerca de la empresa.
Era extraño, sin embargo decidió no pensar más en eso. Sólo era una tontería, y no formaba parte de su venganza.
Exhaló de nuevo, y miró su reloj.
Ya estaban tardándose, y él estaba perdiendo su paciencia.
Por fortuna en ese instante la puerta se abrió.
El primero en entrar fue Van Damme. El jefe de seguridad, y con quien habían tenido todo el trato hasta el momento.
Después entró un chico joven, a quien Emmet no reconoció. Tenía ojos marrones y cabello castaño.
Enseguida entró Butera, y fue entonces cuando la sangre de Emmet hirvió.
>No puedes matarlo< se repitió constantemente. No podía matarlo en ese instante, no podía hacerlo, aunque era lo que más deseaba. Acabarlo con sus propias manos y dejarlo tan muerto como ahora lo estaba su padre.
Emmet utilizó todo su autocontrol, e incluso se admiró de sí mismo, pues por momentos creyó que no lo soportaría.
Apretó los puños, y sus entrañas se retorcieron con furia.
Tantos años imaginando cómo sería ese momento, y al fin lo estaba viviendo. Al fin estaba cara a cara con el asesino de su padre.
Robert Butera.
El hijo de puta le sonreía.
Emmet deseó borrarle aquella sonrisa de un puñetazo.
Descubrió entonces que su odio por él era aún mayor a lo que había pensado.
Lo aborrecía con cada poro de su cuerpo, y Emmet creyó entonces que sería imposible estrechar su mano cuando se presentó.
–Señor Butera, déjenme presentarle a sus nuevos guardaespaldas, este es James Franco, y él es Emmet Wyatt–
Ni de coña iba a darle su nombre real, o al menos no completo. En esos momentos no podía permitir que lo relacionaran con Nicholas Garrett, por eso había optado por fingir que Wyatt era su apellido, cuando en realidad era su segundo nombre.
Por fortuna él y James tenían un contacto en el bajo mundo, y habían conseguido documentos e identificaciones falsas.
–Encantado de conocerlos– Butera todavía tenía alzada la mano.
Emmet la miró con fijeza, sin embargo se obligó a sí mismo a hacerlo.
Se la estrechó.
–Encantado, señor Butera– escupió las palabras.
Robert frunció el ceño un tanto confundido.
James que observaba todo con nerviosismo, de inmediato intervino.
–Es un gusto, señor. Nos sentimos muy honrados de estar aquí con usted, y que nos haya dado esta oportunidad de trabajar en su equipo–
La atención de Butera fue de inmediato hacia él.
–No agradezcan nada la verdad es que estoy satisfecho de haberlos contratado. He leído sus currículos, y me han dejado impresionado. No sólo saben manejar armas y son expertos en defensa personal, sino que usted, Franco estuvo en el ejército, y usted Wyatt es cinturón negro en artes marciales. Eso me hará sentirme seguro teniéndolos de mi lado– de inmediato Robert pasó a su escritorio y tomó asiento en su amplia y cómoda silla. No los invitó a sentarse, pues a pesar de mostrarse educado con ellos, y contento de haberlos contratado, para él seguían siendo sus empleados.
–Le aseguro que no lo lamentará, señor Butera– dijo James con profesionalidad.
Emmet prefirió permanecer en silencio. Era eso, o escupirle todo el veneno.
–¿Wyatt no dice nada?– inquirió Robert arqueando la ceja. Fijó miradas con él.
Una descarga eléctrica recorrió a Emmet por completo. De nuevo apretó los puños, y esta vez estuvo a punto de echarlo todo a perder hasta que por fortuna James lo sujetó de un hombro.
–Sucede que mi compañero está muy emocionado, y se le han ido las palabras. Pero él también está contento– miró con censura a su amigo.
–Será un honor trabajar para usted– Emmet habló por fin, y de nuevo se maravilló de lo buen actor que era.
Robert se reclinó en su silla.
–Me alegro, me alegro que estén contentos porque quiero lo máximo de ustedes. Quiero que den su vida en este empleo, que no haya nada más importante para ustedes que cumplir con la misión que se les ha encomendado–
Esta vez Emmet no pudo evitar sonreír.
–Por supuesto que no habrá nada más importante, señor Butera. Lo único que nos importará será cumplir esta misión. Se lo juro–
Los ojos grises destellaron, y el juramento brilló en ellos.
Una vez más, James se vio obligado a intervenir atravesándose en el medio de ellos como si hubiesen estado a punto de iniciar una pelea.
–Eso no lo dude, señor. Nosotros nos tomamos nuestro trabajo muy en serio–
–Perfecto– Robert estaba feliz. Le gustaba siempre obtener lo que se proponía. Se había propuesto conseguirse a los mejores hombres de seguridad que pudiese encontrar en todo Florida, y ahí los tenía. –Él es mi hijo, Liam– los presentó, mientras el chico que había permanecido en silencio junto a su padre, les estrechaba la mano a ambos. –Ya irán conociendo a los demás miembros de la familia. Es muy importante para mí que los ubiquen a todos–
–Así será, señor– afirmó James.
–Ahora quiero que pasemos a la parte importante. Asignarlos a cada uno–
James y Emmet fruncieron el ceño sin comprender.
–Disculpe, pero creí que mi compañero y yo trabajaríamos juntos. Que seriamos sus guardaespaldas, señor–
–Así será, Franco– respondió Robert de inmediato. –Pero yo sólo necesito a uno, pues ya tengo a Van Damme–
La respuesta que les dio los dejó aún más perplejos.
–¡¿Qué dice?!– exclamó Emmet más exaltado de lo que hubiese deseado sonar.
De inmediato James lo asió del brazo para intentar controlarlo.
–Tranquilo. Tranquilícese, Wyatt. No estoy diciendo que voy a dejar a uno de ustedes sin empleo. Me refiero a que uno será mi custodia, y el otro el de mi hija–
A Emmet le dio un vuelco en el pecho.
James respingó de sorpresa.
–¿Su hija?– él también, como Emmet al inicio, había ignorado la existencia de aquella hija.
–Así es– asintió Robert. –Y quiero serles completamente sincero... La razón principal por la que los he contratado es ella–
Aquello también les cayó de sorpresa. Nadie en ningún momento les mencionó ese dato importante.
Aun así permanecieron en silencio esperando a que fuese el mismo Butera quien se los explicara todo.
–Tengo una hija que... es algo así como una figura pública. Tiene mucha fama, y eso quiere decir que la conocen en todas partes. Se dedica a... es cantante, y bueno, no puedo decir que me enorgullezca, pero ya no puedo hacer nada con respecto a eso. Ella ha elegido su camino, y no me permite entrometerme–
–¿Va a obligarnos a oír la historia de la hija rebelde y el padre que quería que fuera empresaria en lugar de cantante?– Emmet hubiese deseado no sonar tan rudo, sin embargo las palabras salieron antes de que pudiese detenerlas.
Para su fortuna Butera no se las tomó a mal, sino que sonrió.
Eso lo confundió, pero se mantuvo imperturbable, e ignoró la mirada asesina que James le dirigió.
–Por supuesto que no planeo aburrirlos con esa historia, Wyatt. Lo que pretendo es informarles cuál es la cuestión, y el motivo por el que están aquí–
–Pues hable– respondió Emmet con la misma frialdad.
–Mi hija está siendo amenazada y acosada por un depravado del que no conocemos su identidad. Probablemente sea algún admirador obsesionado con ella, pero no quiero esperar a ver hasta dónde puede ser capaz de llegar. Debido a eso necesito que tenga la máxima protección. He decidido que será usted, Wyatt, quien cuide de ella. Yo me quedaré con Franco–
Emmet frunció el ceño. La idea no le agradó.
Mierda.
Le disgustó muchísimo.
–Me gustaría más ser su guardaespaldas, señor. Franco puede ocuparse de la seguridad de su hija–
Robert negó de inmediato.
–Lo lamento, pero eso no está en discusión, Wyatt. Te he analizado, y me he dado cuenta de que tienes pelotas– sonrió. –No dejas que jueguen contigo. Impones tu autoridad, y eso es justo lo que necesito para esa niñita caprichosa. Franco, no te ofendas, pero tú eres más blando. Mi hija te manejaría a su antojo–
Si James se sintió ofendido no lo demostró en absoluto.
Emmet exhaló con irritación. Tenía que aceptar sí o sí. No le convenía replicar.
No había contado con aquello, pero al menos estaría cerca del viejo.
–¿Y quién es su hija?– cuestionó a manera de resignación.
La sonrisa de Butera desapareció como cada vez que le tocaba dar cuentas sobre la identidad de su famosa hijita.
Suspiró, y enseguida respondió.
–Ariana Grande–
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Déjenme sus comentarios sobre qué les pareció este primer capítulo, pls.
Esta novela tendrá cosas muuuuy interesantes, y no pueden perdérselas. Esperen el siguiente.
Oh, y como dato curioso, Doyang es el gimnasio donde se entrena Taekwondo, y Dobok es el uniforme blanco que portan los que lo entrenan.
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