Final.

Fang se mantenía firme frente a Colette, decidido a protegerla a toda costa. Sin embargo, Edgar avanzaba hacia ellos con pasos peligrosamente calculados. Sus intenciones eran claras, y el karateca lo sabía. En el instante en que Edgar levantó su bufanda, listo para atacar, Fang reaccionó.

Con un movimiento rápido, empujó a Colette lejos de la trayectoria del golpe.

Fang: ¡Vete de aquí, Colette!

Sin tiempo para asegurarse de que ella obedeciera, Fang se lanzó contra Edgar, intentando inmovilizarlo. Aunque logró sujetarlo momentáneamente, Edgar, con la ayuda de su bufanda, se liberó. Con una patada precisa, arrojó a Fang hacia un lado, haciéndolo chocar contra el suelo.

Edgar: ¡Colette, no huyas!

A pesar del dolor en su pierna, Edgar comenzó a avanzar tras Colette. Pero Fang, adolorido y exhausto, no iba a permitirlo. Desde el suelo, logró sujetar la pierna herida de Edgar, reteniéndolo con todas sus fuerzas.

Edgar: ¡Ugh! ¡Maldito niño insistente!

La frustración en Scarf era evidente, en un ataque de furia empezó a golpear a Fang con su pierna sana, apuntando directamente a su rostro. Fang, aunque debilitado, aguantó con determinación cada golpe. Sin embargo, el dolor fue demasiado, y al final, tuvo que soltarlo.

Justo en ese momento, una voz autoritaria rompió la tensión.

Colt: ¡Manos en alto! –dijo mientras irrumpía en la cabaña con su revólver en mano, apuntando directamente a Edgar.

Detrás de Colt, otros oficiales entraban en la escena para apoyar. Al ver al comisario solo , Edgar no perdió tiempo. Con un movimiento rápido y preciso de su bufanda, desarmó a Colt, haciendo que su arma cayera al suelo. Aprovechando la distracción, Scarf condujo a Edgar fuera de la vista, desapareciendo en la confusión.

Colt corrió hacia Fang, que yacía en el suelo malherido.

Colt: ¡Fang! ¿Estás bien?

Fang: S-sí... –murmuró con dificultad– Pero... ¡Colette! Ayúdenla...

Colt: Tranquilo, chico. Los oficiales se encargarán de Edgar. No tiene escapatoria.

Mientras Colt intentaba calmar a Fang, los gemelos Larry y Lawrie se movilizaron rápidamente. Con sus armas en alto, inspeccionaron la cabaña con cautela, siguiendo las huellas que indicaban la dirección de Edgar. El silencio del lugar fue interrumpido por un grito desgarrador de una mujer que provenía de una de las habitaciones.

Sin pensarlo dos veces, Larry y Lawrie coordinaron su entrada. Derribaron la puerta con fuerza, listos para enfrentar cualquier amenaza. La escena que encontraron los dejó helados.

Lawrie: ¡Alto, estás arrestado!

Allí estaba Edgar, de pie, con un cuchillo ensangrentado en sus manos temblorosas. Su ropa y su rostro estaban manchados de sangre, y sus ojos, llenos de lágrimas, reflejaban confusión y desesperación. Frente a él, el cuerpo de Colette yacía en el suelo, gravemente herido. Cerca de Edgar, la bufanda Scarf descansaba, inerte, como si hubiera perdido su fuerza maligna.

Lawrie se acercó a Edgar con cautela, su arma en una mano y las esposas en la otra. Edgar, aún con lágrimas corriendo por sus mejillas, parecía completamente destrozado.

Edgar: ¿Q-qué pasó?... Por favor... No quise hacerlo... ¡Yo amo a Colette! Por favor, créanme...

Lawrie: Estás detenido por delito mayor: intento de asesinato.

Mientras tanto, Larry se arrodilló junto al cuerpo de Colette, revisando rápidamente su estado.

Larry: La chica aún respira. Tiene signos vitales. ¡Necesitamos llevarla urgentemente a emergencias! –Sin perder tiempo, la cargó en sus brazos con cuidado.

Edgar comenzó a luchar contra las esposas, desesperado.

Edgar: ¡No fui yo! –gritó, tratando de liberarse– ¡Fue Scarf! ¡Es culpa de Scarf!

Lawrie: Larry, encárgate de la chica. Yo me llevaré a este lunático.

Edgar: ¡Por favor! –sollozó con el rostro descompuesto– ¡No fui yo! ¡Yo la amo! ¡Ella me ama! ¡No quise hacerle daño!

Los oficiales ignoraron las súplicas desesperadas de Edgar. Para ellos, era solo un joven en estado de negación. Scarf, la bufanda en cuestión, yacía en el suelo, inmóvil y aparentemente inofensiva, como un simple trozo de tela olvidado en la escena del crimen.

Al salir de la cabaña, se encontraron con Shelly esperándolos junto a la furgoneta policial.

Shelly: Increíble, chicos. Muy buen trabajo a todos.

Edgar, en cambio, no dejó de luchar ni de gritar.

Edgar: ¡No, no, no! ¡No pueden culparme por algo que no hice! ¡Fue Scarf! ¡Lo juro!

Lawrie: Ya lleva rato diciendo que fue su bufanda. – lo empujaba hacia la furgoneta– ¡Camina y obedece!.

En ese momento, Fang intervino, a pesar de estar visiblemente agotado y herido.

Fang: ¡Es que tiene razón, oficiales! No es por defenderlo, pero su bufanda... su bufanda es mágica.

Colt: Oh, cielos, ¿otra vez con esa historia?. Edgar será evaluado por un psiquiatra. Veremos si todo esto no es más que otra excusa delirante.

A pesar de sus esfuerzos por resistirse, Edgar terminó resignándose mientras lo subían a la furgoneta. Sus palabras seguían siendo las mismas.

Edgar: Por favor... No fui yo... ¡No fui yo!

Finalmente, los oficiales lo aseguraron dentro del vehículo. El ambiente en la furgoneta estaba cargado de tensión y silencio. Edgar, exhausto y derrotado, se limitó a bajar la mirada, esperando lo que el futuro le depararía.

Días después...

La noticia del crimen sacudió Star Park. La comunidad estaba horrorizada y preocupada, mientras las autoridades aseguraban tener la situación bajo control.

En el teatro Stars, Fang estaba sentado en un rincón, visiblemente abatido. Su cuerpo aún mostraba los rastros de la batalla: moretones recientes y el cansancio reflejado en sus ojos. A pesar de que los médicos le habían ordenado reposo, su mente no encontraba descanso. Buster, preocupado, hacía lo posible por levantarle el ánimo mientras lo ayudaba con las tareas que el joven karateca no podía realizar por sí mismo.

Buster: Vamos, cambia esa cara, bro. Sé que todo esto te tiene mal porque Edgar es tu mejor amigo, pero... pasó lo que tenía que pasar.

Fang: No, Buster. No lo entiendes... ¿Cómo es posible que le hayan diagnosticado psicosis?. ¡¿Cómo?! Él es un chico sano, ¡mi mejor amigo! Esa estúpida bufanda... ¡se salió con la suya!

Buster: No lo sé, bro. Honestamente, no sé qué pensar...

Fang: Joder... –gruñó, apretando los puños–. Qué impotencia siento. No encontraron a Scarf, su bufanda mágica, en la cabaña. ¡Lo tomaron por loco! Esos análisis están mal. Yo sé que están mal...

Buster: Bro, no creo que hayan manipulado los análisis. Tienes que aceptar que... Edgar estaba mal de la cabeza.

Fang: ¡No, Buster! ¡Tú no sabes nada de lo que ocurrió! Sabes qué, mejor me voy. No quiero discutir contigo.

Sin esperar una respuesta, Fang se levantó bruscamente y salió del teatro. Sus pasos eran erráticos, sin rumbo fijo. No sabía a dónde ir, pero su mente seguía llena de dudas y frustración. De repente, recordó que ese día era el día de visitas en el hospital psiquiátrico. Sin pensarlo dos veces, decidió ir a ver a Edgar. Antes de llegar, pasó por una tienda para comprarle algo de comida.

Al llegar al hospital psiquiátrico, Fang se dirigió a la sala de visitas. El ambiente era desolador: pacientes en sus camillas y un silencio pesado que sólo era interrumpido por murmullos lejanos. Entre los presentes, Fang reconoció a Edgar, sentado en una esquina, con la mirada perdida.

Fang: Hola, Edgar...

Edgar levantó la mirada lentamente al escuchar la voz de su amigo. Sus ojos estaban hinchados y enrojecidos, reflejando una mezcla de confusión y tristeza.

Edgar: ¿Fang? ¿Qué haces aquí? ¿Vienes por lástima, verdad...?

Fang: No, no, claro que no. Estoy aquí porque somos amigos. ¿Lo recuerdas?

Edgar bajó la mirada, susurrando para sí mismo mientras se llevaba las manos a la cabeza.

Edgar: Yo no lo hice... Yo no lo hice...

Fang: Hey, tranquilo... Yo... yo te creo, amigo. Todo esto es culpa de...

Fang se detuvo en sus palabras, recordando que no debía mencionar los eventos recientes. Si lo hacía, Edgar podría sufrir un ataque de histeria. De todos modos, la situación era desgarradora y él se sentía atrapado en ese doloroso dilema.

Fang: Mira, te traje unos tacos de carne. ¿Te acuerdas cuando solíamos venir a comer estas delicias?. –le ofreció con una sonrisa forzada, intentando mantener la conversación en algo ligero.

Edgar: No... no... yo... no lo hice... ¿dónde está Colette?. –preguntó, con una mirada perdida, como si aún no pudiera procesar la realidad que lo rodeaba.

Fang: Ella... ella está bien.–intentó calmarlo.– Está de viaje... se fue por algunos asuntos personales, pero no te preocupes, vendrá pronto...

Improvisó una excusa con rapidez, sabiendo que no podía decirle la verdad: Colette le tenía miedo y no quería verlo en pintura.

Edgar: Espero que le vaya bien... la extraño tanto... tanto...–su voz se desvaneció en un susurro, mientras sus ojos se nublaban de tristeza.

Fang lo observó, sintiendo una mezcla de impotencia y frustración. No podía aceptar que su amigo estuviera pasando por esto, que la mente de Edgar se estuviera desmoronando. Pero lo peor era saber que, aunque él quería ayudar, había poco que podía hacer.

Fang: Pero me tienes a mí, Edgar. Estoy aquí contigo, a pesar de todo, lo sabes, ¿verdad?. –tomó la mano de Edgar con firmeza, como un recordatorio de su promesa de nunca abandonarlo.

Edgar:¿Por qué estoy aquí...?. No lo hice... me están volviendo loco, Fang... no lo hice... –su voz temblaba, como si intentara aferrarse a algo que lo anclara a la realidad.– Quiero salir de aquí... ayúdame...

Fang: Tranquilo, amigo. Vas a salir de aquí. Lo prometo. Volveremos a lo que éramos antes. Tú y yo, siempre...

Fang lo abrazó con fuerza, y Edgar, casi instintivamente, correspondió al abrazo, aferrándose a él como si fuera lo único que aún tenía. Las lágrimas comenzaron a caer de los ojos de Edgar, aunque intentaba reprimirlas. En ese momento, Fang sintió que su corazón se rompía al ver a su amigo tan vulnerable, tan quebrado.

Fang susurró en su oído, intentando transmitirle algo de calma: "Todo esto es solo una confusión, ¿entiendes? Estás bien. Estás bien."

Fang prometió, en silencio, que estaría allí para él, sin importar qué. Sabía que la enfermedad mental de Edgar era incurable, según los análisis, pero eso no lo detendría. Estaba dispuesto a ser el apoyo que su amigo tanto necesitaba, aunque todo lo demás pareciera desmoronarse.




Fin.

♤♡♤

Se terminó gente después de mil años.

Bueno queridos lectores el final podría ser peor pero que más da. Ya estaba bloqueada. Pero ya lo terminé.

Solamente me queda decir que gracias por seguir hasta aquí esta historia y darle su apoyo como siempre. <3

Nos vemos en otra historia quizás!


Bye ♡









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