Hechos Extraños


~Capítulo 2~

Estuve en Italia por tres meses antes de salir a una nueva misión y lo dicho por Sombra me acompañó desde el momento en que habló. No lo volví a ver y a pesar de la curiosidad que sus palabras me causaron, no iba a buscarlo nunca; su cercanía me hacía daño, me daba falsas esperanzas y eso solo me volvería loca.

Terminé de ducharme y después de secarme con la toalla y envolverme con ella, salí hacia la recámara y me paré frente al espejo de cuerpo completo; comencé a secarme el cabello con una toalla más pequeña y dejé caer la de mi cuerpo. Por un momento me quedé observando la cicatriz que ya era parte de mí y me recordaba el mayor dolor de mi vida, y no el que sentí al ser marcada sino el de haber perdido a quien más amaba.

Acaricié la marca en mi abdomen con dos de mis dedos y la sensación que ese acto me provocó, me hizo recordar lo que menos imaginé.

Sombra colocó su mano con demasiada delicadeza sobre ella y sin importar los guantes que él usaba y la ropa que yo tenía, su tacto me quemó de una forma que no esperé y recordaba a la perfección el cosquilleo que quedó en esa zona cuando dejó de tocarme.

Estabas mal colega, en serio necesitabas un hombre con urgencia.

Como una total estúpida me avergoncé por las palabras de mi conciencia, no era correcto que me sintiera así, no con Sombra ni con ningún otro hombre; eso era traicionar la memoria de mi tinieblo y me negaba a eso.

Como mujer y después de haber tenido relaciones sexuales, sentía la necesidad de estar con alguien, pero siempre me negué a ello. Prefería tocarme yo misma antes de permitir que alguien más lo hiciera y así seguiría siendo.

Unos suaves toques en la puerta de mi habitación me interrumpieron, recogí la toalla que había dejado caer al suelo y la coloqué alrededor de mi cuerpo, fui hasta la puerta y me encontré con Caleb; compartíamos apartamento desde que inició nuestra misión. Su mirada me recorrió entera cuando me vio semidesnuda y noté cómo me quemaba la piel, sus ojos azules se oscurecieron de inmediato y me sentí expuesta ante él y su forma de mirarme.

Caleb era una buena opción para que desahogaras todos tus deseos.

Eso ni pensarlo.

¿Preferías a Sombra?

— ¿Necesitas algo? — cuestioné, ignorando la estúpida pregunta que se hacía en mi cabeza.

— A ti — respondió en un susurro y lo miré mal —. Digo... ¿Quieres cenar conmigo? Tenemos trabajo que hacer — una sonrisa juguetona apareció en su rostro —, aunque sería un gusto para mí que me dejases comerte a ti, serías como un manjar de dioses... ¡Auch! — se quejó cuando le di un puñetazo.

— ¡Basta, Caleb! No sigas intentándolo — advertí, me di la vuelta y fui directo hacia la maleta que contenía mi ropa.

— ¡Oh vamos, linda! Te aseguro que no te arrepentirías — alegó entrando a mi habitación y tumbándose en mi cama boca arriba, con sus manos por debajo de su cabeza. Su cabello rubio y un poco largo se acomodó a los lados de él y en su frente, sus bíceps se contrajeron con el movimiento de sus brazos, su camisa se subió un poco dejando al descubierto parte de su abdomen, revelando su piel dorada y dejándome admirar su paquete de seis.

Jamás negaría la belleza de la que ese idiota era dueño, pero así como era bello... también era un completo rompecorazones.

— Ya hemos tenido esta conversación un millón de veces — bufé mientras pasaba unas bragas por mis piernas, a pesar de todo nos teníamos una confianza inmensa — y el resultado siempre es el mismo, no me acostaré contigo — pasé una camiseta por mis brazos y después de colocarla, saqué la toalla que me había protegido de la mirada acosadora de ese pervertido —. Además, no quiero problemas con Maokko — le recordé a mi loca amiga y él se estremeció solo con escuchar su nombre.

— Solo quiero ayudarte ¿sabes? — puse mis ojos en blanco cuando siguió, ignorando la mención de su némesis — Vives amargada todo el tiempo, solo quiero hacerte liberar un poco de... ¿estrés? — contra todo lo que podía hacerle en esos momentos, solo pude carcajearme divertida y él me acompañó al ver mi reacción.

— Eres imposible — zanjé y tiré la toalla sobre su rostro, el muy cabrón la olió como un maniático sexoso.

— Solo soy irresistible — susurró — y así tenga que recibir una bala por ti con tal de que te acuestes conmigo, sé que caerás pequeña sigilosa — utilizó el apodo que él mismo me puso y decidí que era el momento de ignorarlo.

En definitiva, nada sucedería entre nosotros.

____****____

Entramos al club al que Caleb me había informado antes que iríamos — después de que sus locas hormonas se calmaron —, la música sonaba por todo lo alto, rap de unos años atrás se reproducía haciendo que mi cabeza se moviera. Esa no solo era una salida de amigos. Nuestro objetivo estaba cerca y se trataba de un político corrupto, que estaba usando sus influencias para abastecer de armas a un grupo ligado con el narcotráfico y prostitución de mujeres — y él era uno de los que se aprovechaba de esas mujeres —. La Orden por supuesto que estaba en contra de eso, aun cuando había algunas chicas que lo hacían por su propio gusto.

— ¿Bailamos? — preguntó Caleb cerca de mi oído para que pudiese escucharlo.

— Sabes que eso no pasará — dije apartándolo. Hizo un puchero propio de un niño de cinco años y rodé mis ojos ante su actitud.

— Tenía la esperanza de que aceptaras y así rozabas tu hermoso culo en mi po...

— ¡Basta! — dije y alzó sus manos en señal de rendición, a la vez que no podía ocultar su sonrisa juguetona.

— Okey, linda... solo decía — puso cara de niño bueno y mordí mi labio para no reírme por las estupideces que se le ocurrían — ¿Vamos por un trago? — asentí a eso y comenzamos a caminar hacia la barra.

Nuestros ojos estaban en todas partes esperando encontrar algo que nos hiciera llegar al tipo que buscábamos, el maldito sabía cómo cubrir sus porquerías ya que no habíamos logrado descubrir nada en el tiempo que llevábamos ahí y ya comenzaba a frustrarme, sobre todo porque no me gustaba estar mucho tiempo lejos de Italia.

A lo lejos y cerca de un privado vi cómo dos tipos se decían cosas al oído y uno de ellos me señaló, esa era una señal de que habíamos llegado al lugar indicado y sonreí para mí misma. Al llegar a la barra le comuniqué a Caleb lo que sucedía y se puso alerta ante todo lo que pasaba.

Diez minutos después y con nuestro trago servido, decidimos quedarnos en la barra porque sentados ahí teníamos una buena vista de todo el club, pero de nuevo nada pasaba y esperar no era una de mis virtudes.

— ¡Hola, bonita! — me tensé al escuchar la forma en la que me llamaron, recuerdos de Elijah llamándome así llegaron de inmediato a mi cabeza y ese no era el momento para flaquear con mis memorias. Me di la vuelta y vi al chico que me llamó con aquel apelativo, parecía un universitario hippie con sus pantalones cortos y playera con estampado de flores, era delgado, su cabello un poco largo y necesitaba con urgencia un corte.

— Hola — respondí y sentí a Caleb girarse para verlo con disimulo, el chico tenía dos copas en sus manos, llenas de lo que me pareció ser vino.

—¿Puedo invitarte a una copa? — preguntó y mi respuesta podría haber sido no, sin embargo, asentí y tomé la copa que me tendió; algo en él fue extraño y lo noté en su forma de verme. Caleb se tensó cuando me vio tomar la copa, pero confiando en mis acciones se quedó callado y se dio la vuelta de nuevo, haciéndose como que ignoraba lo que estaba sucediendo — Podríamos pasar un buen rato juntos — sugirió y eso fue muy estúpido de su parte, sonreí y acerqué la copa a mis labios no sin antes olerla sin que él lo notara y confirmé mis sospechas.

Él no estaba ahí para pasar un buen rato conmigo.

La copa contenía vino tinto y también cianuro; me obligué a mantener la sonrisa para que el chico no se diera cuenta de que lo había descubierto y así cambiar las reglas del juego a mi favor. Casi un año bebiendo veneno con el maestro Cho, me enseñó a conocer los tipos de químicos que podían ser letales y las bebidas con las que se camuflaban. No fue una enseñanza para nada grata, pero estaba viendo sus frutos y supe que valió la pena.

En aquel entrenamiento que fue casi la última fase que tuve que superar, el maestro me envenenaba a propósito — en cantidades mínimas — para que siempre estuviera al pendiente de lo que recibía de otras personas, llegó un momento en que ya no le aceptaba ni el agua por el miedo a esos horribles calambres en mi estómago, pero aprendí que debía enfrentarlo y reconocer qué iba a beber o a comer. Como en ese instante, el cianuro podía camuflarse con el vino y si no tuviese esa enseñanza, pronto habría sido un cadáver y ya no estaba dispuesta a morir y menos de esa manera.

— Vamos a los baños — propuse con voz sensual, vi una sonrisa triunfante en su bonito, aunque descuidado rostro y Caleb entendió mi mensaje.

Sabía que me seguiría pronto.

— Vamos, pero... no olvides tu copa — recalcó y con eso solo firmó su sentencia. Sonreí de lado queriendo parecer emocionada por lo que según él, estaba a punto de pasar entre ambos.

— Jamás lo haría.

Caminé detrás del chico y cuando llegamos al sucio y apestoso baño, fue curioso que todos los que lo usaban salieran de inmediato. Puse mi copa cerca de los lavabos y vi cómo él cerraba con llave.

— ¿Cómo te llamas? — pregunté.

— Para lo que haremos no necesitarás saber mi nombre — se acercó a mí queriendo parecer sensual, aunque solo me parecía un chiste. Intentó besarme, pero giré mi rostro antes de que lo lograra.

— Para lo que haremos no necesitarás besarme — usé sus palabras y sin esperárselo golpeé su ingle.

El maldito se retorció de dolor y cuando se dobló para llevarse las manos a sus bolas, golpeé su mandíbula y lo hice caer al suelo; él tipo intentó levantarse y fui más lista que él al sacar mi arma con silenciador incluido, dispuesta a matarlo, pero antes a interrogarlo.

— ¿Quién te envió? — cuestioné, escupió sangre y después comenzó a reírse con sus dientes manchados de la misma.

— ¡Mi misión era matar a la puta reina Grigori! — espetó y quité el seguro de mi arma cuando escuché la forma de llamarme. Derek me había nombrado así antes y no era bueno que lo recordara — Tenía que ser de forma silenciosa, sin dejar rastro.

— ¡Y fallaste, estúpido! Pero créeme que yo disfrutaré mucho de matarte de otra forma — bufé con una sonrisa burlona —. Esta puta reina Grigori sabe muchos trucos y si no comienzas a hablar, te mostraré algunos.

— No te tengo miedo reina y ten por seguro de que si no lo logro yo, muchos vendrán tras de ti y te haremos caer a como dé lugar.

Diversos sonidos se escucharon fuera del baño, sabía que Caleb había llegado y se estaba enfrentando a una pelea; escuché que luchaban para abrir la puerta y cuando esta estuvo a punto de ceder, el tipo que intentó envenenarme sacó un arma y me apuntó dispuesto a lograr su misión.

Pero como dije antes, no sería fácil matarme, así que me adelanté y le disparé una sola vez directo en medio de sus ojos, mismos que segundos después me veían sin verme en realidad. Sonreí por lo que hice, no porque me agradaba sino porque recordé la primera vez que asesiné a alguien de la misma manera y lo traumada que quedé entonces.

Subí mi mirada a la persona que presenció todo, ya que justo en el momento que la puerta se abrió, halé el gatillo.

— Se lo dije a este maldito y te lo digo a ti — hablé con la voz ronca. Apunté mi arma hacia él, aunque no se inmutó —. No será fácil matarme y antes de que lo logréis, arrastraré a muchos conmigo.

— Bien sabes que no quiero matarte — aseguró con su voz robotizada —. Vine aquí porque me avisaron que te vieron entrar con este hijo de puta — señaló con su cabeza al cadáver del tipo que falló en su misión y vi el asco en su mirada.

— ¿Querías comprobar con tus propios ojos si había logrado su misión? — pregunté con sarcasmo sin bajar el arma. Siendo valiente, Sombra cerró la puerta tras de él y caminó más cerca de mí.

— Quería deshacerme de él con mis propias manos, pero te adelantaste — sus ojos negros me escrutaban con detenimiento y esos irises eran los únicos que me hacían tener los pies sobre la tierra, confirmándome que él no era mi demonio —. Sé por qué estás aquí y quiero ayudarte — eso me sorprendió mucho y bajé el arma, manteniéndome alerta —, tengo la información suficiente para que lleves a ese mal nacido tras las rejas — se refirió al político que vigilábamos, me tendió un pequeño USB y lo tomé; sus dedos cubiertos por esos guantes negros rozaron los míos y un cosquilleo me recorrió después de su contacto —. Vete de aquí, Bella y llévate a tu novio — sabía que con lo último se refería a Caleb, en esos momentos me pregunté ¿Dónde estaba ese idiota y por qué nunca llegó? —. Mi amigo lo está reteniendo afuera — o leyó mi mente o mi expresión me delató, según su respuesta inmediata.

— Algún día me encontrarás de malas y terminaré dándote un tiro en la cabeza — inquirí —. Insistes en cruzarte mucho en mi camino y eso no es bueno.

— No, no es bueno y créeme que alejarme de ti es lo que más deseo — su voz a pesar de ser camuflada por ese aparato, se escuchó fría y me molestó lo que dijo ya que si tanto quería alejarse de mí, entonces no tenía por qué estar en cada lugar donde yo me encontraba —, pero es una lástima... o suerte, el que tu camino siempre se cruza con el mío y también un peligro.

— Peligro para ti — me mofé.

— No, para ti — alegó, dio un paso rápido y de inmediato estuvo cerca de mi —. Tu presencia reta demasiado a mi autocontrol y un día dejaré que eso se vaya a la mierda — como que si un cuerpo inerte no estuviese a mis pies, Sombra me tomó de la cintura con agilidad y me presionó contra una mugrienta puerta de uno de los cubículos en el baño. Su cercanía me volvía estúpida y odiaba eso; queriendo reaccionar cómo debía, llevé mi arma a su cuello, aunque logró deshacerse de ella en un segundo; con rapidez saqué mi daga y la presioné contra su entrepierna, justo cuando él sacó la suya y la presionó en mi garganta. Mi corazón se aceleró cuando acercó su cuerpo al mío, haciéndome sentir su aroma, su calidez — Mientras más luchas, más te deseo — susurró, soltó mi cintura y llevó esa mano a la mía, la que tenía la daga amenazando su pene. La hizo a un lado y casi chillé cuando su erección se presionó contra mi pelvis; estaba claro que lo hizo a propósito para que comprobara lo que decía —. Es difícil controlarme en eso cada vez que te veo — llevé mi mano libre a su pecho para poner espacio entre nosotros, pero no me lo permitió. Con ningún hombre que no fuera Elijah llegué a sentir lo que estaba sintiendo en esos momentos. Sombra lograba ese mismo efecto en mí y no era correcto, no lo podía permitir, no debía traicionar la memoria de mi demonio.

— Tendrás que hacerlo — musité tratando de escucharme segura —. De nada sirve que me desees, nunca me podrás tener — sus ojos se clavaron en los míos y sostuve su mirada intentando ser fría —. Jamás volveré a estar con ningún hombre y menos con uno que se esconde tras un disfraz — el maldito se rio de mis palabras, me esforcé de nuevo para salir de su agarre y él me lo permitió.

— Mi disfraz es para tu seguridad — señaló.

— Eso ya lo dijiste antes — le recordé —. La noche en la que te aprovechaste de tu parecido con... — me callé, no podía continuar. Dolía recordar esa noche.

— LuzBel — terminó por mí. Lo miré gélida, odiando que de su boca saliese aquel apodo con el que era conocido mi demonio.

Quise decirle muchas cosas en ese momento, pero el sonido de mi móvil me interrumpió. Lo saqué aún con mi vista en él, luego vi el aparato y fruncí el ceño cuando reconocí el número.

— ¿Eleanor? — pregunté, era extraño que ella me llamara. Siempre era yo la que me comunicaba con ellos.

¡Isa! — me llamó desesperada y noté en su voz que estaba llorando.

— ¿Sucede algo? Es extraño que me llames — Sombra se quedó de pie frente a mí y no me importó que oyera.

Es Myles, Isa — sollozos le impedían hablar bien, me preocupó escucharla así y sabía que no me diría nada bueno.

— Me estás asustando — confesé y noté a Sombra estar atento.

Los Vigilantes lo han atacado — mi corazón casi se detuvo al oír eso y miré al chico frente a mí, esa vez lo hice con odio —. Tienes que volver, por favor hija.

— ¡Malditos hijos de puta! — espeté — ¡Dime que está vivo! — pedí.

Lo han llevado a cuidados intensivos, su estado es grave... ¡Tengo miedo, Isabella! ¡Ya perdí a mi hijo, no quiero perderlo a él! — una lágrima corrió por mi mejilla al escucharla, sin pensarlo llegué a donde había caído mi arma y la tomé con más fuerza de la necesaria — Regresa, Isabella. Te necesito aquí, la organización lo hace. Myles te necesita — ira recorrió mis venas como un torrente de fuego líquido, estaba harta de que esos malditos siempre jodieran mi vida.

— Volveré — prometí y corté la llamada sin esperar respuesta.

— ¿Puedo ayudarte en algo? — esa pregunta solo hizo que la ira aumentara.

— Desaparece de mi vida tú y tu maldita organización, Sombra — increpé con odio —. No creí que lo que te dije antes llegara tan pronto — aseveré y sin pensarlo disparé en su brazo izquierdo; el dolor atravesó sus ojos. Maldijo cuando sintió el impacto, sin embargo, no hizo más que presionar la herida —. La próxima vez irá directo a tu corazón — advertí y solo me observó con asombro. La puerta del baño se abrió y un tipo enorme de piel morena apareció tras ella, cuando vio a Sombra herido quiso atacarme y me preparé para ello, pero se detuvo.

— ¡Déjala ir, Marcus! — le ordenó Sombra, reticente le obedeció y me dejó espacio para que saliera — Nos volveremos a ver, Bella y pagarás por esto — no me inmuté al escucharlo. Al contrario de eso, lo enfrenté.

— ¿Lo juras? — pregunté con una sonrisa satírica.

— No, Bella... Te lo prometo — respondió haciendo que mi sonrisa se borrara, un escalofrío me recorriera y viejos recuerdos volvieran.

Eso era muy extraño.

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