- 03 Notas vacías-
Las calles estaban de vueltas en soledad, el sonido de los grillos eran los únicos presentes en todo el ambiente del pueblo. La luz de las antorchas de los soldados de Zapata andaban de aquí y allá dando señal de su vigilancia ante cualquier enemigo. Sin embargo, las espuelas golpeantes en la tierra del piel canela ahijado del jefe, parecían llevando sus pesares con lentitud. Miguel no estaba del todo claro con lo que iba a hablar con aquella jovencita; ya había pasado un tiempo cuándo tuvo sus deberes con ella, estaba por seguro que dudaría de que fuera de él. Pero, la duda y desconfianza lo hacía ir hasta su casa para aclararlo, ya tenía algunas ideas para ayudarla pues de algo tenía de que no era un cobarde para dejar desamparada una cría inocente. Un niño que no tiene la culpa de nada.
- Parece que ya se fueron a dormir...pues ahorita se me levanta.-el joven se agachó para tomar unas cuantas pequeñas rocas para ayudarle a llamarle.- Chelita... ¡Chelita!...psst...
De pronto, la ventana que yacía en el segundo piso de aquella casa se abrió lentamente mostrando a una joven de piel canela, cabellos largos tejidos por una trenza que colgaba desde su hombro. La mirada de la joven parecía atónita al ver al hijo de la Muerte fuera de su hogar, hizo una pequeña señal para que se quedara allí. De nuevo la ventana se cerro y Miguel solo dejó salir un gran suspiro. No paso unos cuántos minutos cuándo la joven en bata blanca y cubierta con una chalina colorida se dejó ir hacía donde estaba el moreno dejándola una bofetada con fuerza en una de sus mejillas.
-¡Hasta que te dignas a aparecer cabrón!- exclamó con molestia y en voz baja.
-¡Cálmate, mujer! Tu sabes el porque no estaba aquí...
-Si bien sé, pero no quisiste verme desde hace tiempo. ¡Te envié un sin fin de notas y cartas! ¡Ninguna me contestaste!
-Y cálmate, si no tu madrecita va a salir a darnos de madres.
-Me encantaría que lo hiciera y te diera unos buenos jalones de orejas.
-Ya estuvo bueno, desde que llegué me tienen con regaños...pero no vine nomas de oquis. Vine por que mi padrino ya me dio la noticia del chamaco.- La morena miró a su alrededor y levantó un poco su chalina dejando ver un abultado vientre. Sino fuera por sus ropas no se notaría tan fácilmente.
-Ya no tardó en ponerme en labor...le he ocultado a mi madre de que solo es una simple dolor de panza. El padrecito hasta me ha hecho el favor de ser mi cómplice, tuve que ir directamente con tu padrino para que te dijera al menos, pero me dijo que no estabas. Aunque si medio pensé que te habías encontrado no sé, otra mujer o una adelita allá en la capital.
-Ay , Chelita...- suspiró- Tú bien sabes que no soy de estarme quieto y mucho menos en esta guerra, mujer.
-Y eso qué. Pa'mí que andas siguiendo los pasos de tu tío Pancho.
- ¿Segura que es mío?- la joven lo miró con molestia y no dudo en darle un golpe en su brazo.
- ¿Me crees capaz que me voy a ir metiendo con cualquiera? ¡Claro que es tuyo!
-Shhh, baja la voz Chelita.
-No me voy a callar, así nada más.- ambos jóvenes se quedaron en un leve silencio, Miguel no sabía que decir, todo lo tenía planeado para lo que iba seguir. Miró de nuevo a la joven quién ya estaba acariciando su vientre con mucho cariño. Tal vez tenía razón su padrino, estaba siendo algo irracional, recordó lo que le había contado cuándo el estaba pequeño quién no dudo en darle hogar y ser cómo un padre para él. Aunque la juventud estuviera a la vuelta de la esquina, dentro de él le decía que no quería dejarle solo.
-Chelita...¿Cuánto te falta para aliviarte?
-Tal vez un par de semanas...
-No prometo nada. Pero, me haré cargo del chamaquito pues...- la joven estaba a punto de abrazarle cuándo este le detuvo.- Con una condición.
-¿Cuál?
-Me haré cargo, dile a tu ama que irás a chambear limpiando en la hacienda de mi padrino. Para que no se de cuenta cuanto el chamaco llegué. Le diré a una de las nanas que te cuidé mientras no este. Quiero que nadie sepa que tengo un hijo, porqué se pueden venir un montón de broncas y no quiero que te hagan algo. ¿Entendiste?
La joven solo se limitó a asentir, en esta guerra no quería que ningún inocente volviera sufrir por las ambiciones de muchos. Miguel no iba a tomar como mujer ya que como un sanguinario, la joven aún tenía un camino por recorrer y no tendría un digno futuro estando a su lado, sin embargo, no dejaría de lado a su hijo que no tardaría en nacer.
Mientras tanto en el palacio de Gobierno, Huerta había iniciado con el plan de llevar un grupo de ejército a las afueras de la ciudad para destruir una base del mismo Zapata y este sería comandado por el mayor de los Hamada. Hiro estaba algo en contra de la petición, pero como buen soldado solo debía limitarse en asentir y quedarse completamente callado.
-¿Estarás bien ir tú solo?- preguntó el azabache mientras observaba a su hermano alistar todas sus pertenencias.
-Tranquilo, bebé. Volveré bien de ello. Solo sacaremos a esos rebeldes y dejaremos a nuestro ejército para ir a la base central. Verás que está guerra se acabará. Por el momento solo debo llevar y limpiar la zona.
-Tadashi, promete que si hay un problema, mándame de inmediato un telegrama para ir a tu ayuda. - el mayor sonrió y solo sacudió sus cabellos para darle entender que esa preocupación se esfumara.
-Oye, tú eres el fuerte de esta estrategia. Así que, todo saldrá bien.
Hiro estaba a punto de hablar cuándo la puerta de la habitación fue golpeada. Un soldado mexicano entro al tener acceso e hizo una leve saludo a ambos capitanes
-Señor Hamada, la tropa está lista para partir.
-Partimos entonces. Hermano, regresaré. - el menor solo asintío y lo dejaron en soledad en aquella habitación. Camino a la ventana y observaba todo el movimiento del ejército dónde iría su hermano, aunque su pecho se sintiera completamente presionado debía esperar y creer en su palabra.
Sin embargo, los días habían pasado y la noche se había convertido en la única testigo de todo lo que se escondía en la obscuridad. Justamente a las afueras de la capital, un pequeño pueblo había Sido derrocado a un grupo de rebeldes fieles a Zapata, robando todo lo que podían. Ya no se podía ver algún habitante de ese pueblo todos habían sido muertos, otros fueron reclutados para acrecentar sus hombres y algunas mujeres habían sido tomadas por alguno de ellos.
Muchos estaban bebiendo y burlándose de su presidente, dejando que todos estuvieran descansando de sus luchas no muy lejos de la zona. Por ahora su plan no estaban en acercarse a la ciudad, pues sabían que todo estaba siendo peligroso solo ir en una minoría de su ejército. Pero lo que estaban orgullosos era que el mismísimo Hijo de la Muerte los estaba acompañando en esta travesía.
- Ora mi patroncito- habló un hombre que yacía sentado con otro grupo de rebeldes a mitad de la plaza del pueblo. Ya habían hecho unas fogatas para calentarse de la noche que estaba siendo algo fresca de lo normal. Había llamado la atención de uno de los ex- hacendados, Marco de la Cruz que llevaba a una mujer a su costado.
- ¿Qué pasó mi Sancho? No ves que ando medio ocupado.
-No, pos si eso ya nos dimos cuenta- rió- ¿No quiere un traguito para darse ánimos para la damita?.
-Na, si está mujer ya sabe a lo que va. ¿Si o no?- tomó el mentón de la joven quien intento besarle pero está se negaba. Se podía ver en sus mejillas de que sus lágrimas estaban marcadas por su piel. Una cosa hemos de aclarar, que aunque sean buenos jóvenes con su gente, seguían siendo revolucionarios que podían ser de los más crueles y sanguinarios. Y una de las cosas que podíamos recalcar de el De la Cruz, es cuándo si le interesa una mujer hará lo posible por tenerla a la fuerza.
- Calma tus calenturas, pendejo.- habló otra voz joven que hizo temblar a los presentes, haciéndolos levantarse de golpe y dejando el agua ardiente tirado en el suelo. Solo el mismísimo Rivera les daba el mismo miedo que su padrino con solo salir de sus labios una palabra.
- ¿Ya vas a empezar de amargado?
-No, pero ya te había dado una tarea por hacer. Ya después te vas allá arrinconado dónde nadie te vea.
-Primero déjame echarme a esta mujer para tener energías.
-Ya te dije que después. Desde hace rato ando notando mucha tranquilidad a las afueras de este pueblo. Leo ya también se peló al sur de aquí, está demasiado tranquilo.
-Ahora que lo pienso...si fue muy fácil entrar aquí...- ambos jóvenes se quedaron en un silencio para observar a su alrededor. Miguel tomo con fuerza su arma que traía en su costado, Marco aventó a la mujer y le hizo una señal para que se retirará de ese lugar. También el ex-hacendado preparo su arma y siguió mirando a su alrededor, sin embargo, el sonido de una bala en el aire hizo que ambos se colocarán en alerta.
Los hombres de inmediato también tomaron su equipo y se sorprendieron al ver soldados de Huerta entrar disparando a todos los que estaban presentes. Miguel y Marco corrieron para ponerse en lugar estratégico para luchar, pero más hombres llegaron del sentido contrario disparando en su lugar.
-¡Pelate a la iglesia, Miguel! - gritó el afelinados quién no tardó en tumbar a sus contrincantes. El hijo de la Muerte corrió evitando y golpeando a soldados para irse al lugar donde le había dicho su compañero, pues allí habían metido armas más pesadas y unas cuántas adelitas que ayudaban a curar a sus hombres y otras que estaban listas para la batalla.
Cuándo estaba a unos cuántos pasos de la iglesia apareció un hombre de rasgos pálidos, sus ojos eran rasgados y de inmediato se daba a notar que no era de por estas tierras quién levantó a su caballo para detenerle. Pero aún así Miguel preparó su arma para tumbarle del caballo, de inmediato se había dado cuenta que era un general por la placa que relucía en su pecho, por lo cuál está emboscada era de las más serias.
-¡Patrón!- gritó una mujer que salió de inmediato desde el techo de la iglesia y que no tardó en dispararle al capitán extranjero. Un quejido de dolor provino del contrario y quién tomó como oportunidad de golpearle para que cayera. Las puertas de la instalación se abrieron dejando salir a las famosas adelitas preparadas para dar cuentas contra el enemigo. Las balas iban de un lugar a otro, llegando a los cuerpos de los enemigos, cayendo con fuerza al suelo. Miguel siempre preparo a todas las mujeres que querían estar a su lado en batalla, las miraba como bestias dispuestas a proteger y ser la fuerza que necesitaría en el último momento. Cargo sus armas y también se unió a eliminar a todo intruso.
-¡Metan a este a la iglesia!
-¡Cómo diga mi señor!- un grupo de mujeres tomaron al general caído y lo arrastraron adentro. Marco y Leo se unieron a él a unos escasos minutos de haberse librado de otros más en diferentes puntos del pueblo.
Después de todo aquel altercado, el silencio volvió al lugar, dejando al descubierto unos innumerables cuerpos. Tanto como soldados y rebeldes a mano de Miguel, los que habían sobrevivido no tardaron en quitarle las pertenencias a los extraños y rescatar los recuerdos de sus compañeros. Otros fueron en busca de que no hubieran otros enemigos escondidos en los hogares que estaban destrozados por las balas de la batalla.
Sin embargo, las espuelas de Miguel dieron señal para que le dieran acceso de inmediato a la iglesia, cuyas mujeres no dudaron en abrirle. En medio de toda sala de la iglesia, yacía el general ya en sus cinco sentidos, lazado para que no pudiera moverse y en sus costados estaban algunos de sus compañeros heridos de la misma forma. Marco y Leo tampoco tardaron en seguirle el paso a su amigo de la infancia, el moreno ya estaba de pie observando a sus rehenes para sacarles toda la información posible.
- Vaya, ¿Y a este de dónde lo sacaron? - comentó Marco quién con la punta del pie hizo que levantará el rostro del general. Pero este solo logró mantenerse en silencio. Una de las adelitas aliadas se acercó para entregarles las pertenencias de los enemigos, Miguel no tardó en tomarlos y revisar todo.
- General Tadashi Hamada. Es un gringo.- comentó el Rivera. - ¿Qué anda haciendo un gringo en tierras calientes?
El Hamada mayor solo se quedó en silencio, pero, el hijo de la Muerte no iba a quedarse así nada más. Repentinamente le dió una patada en el estómago que hizo sofocarle y caer en el suelo. Repitió un par de veces más y el contrario solo se quejaba por el dolor. Se agachó y tomó al mayor de los cabellos para que lo mirará, pero cuándo sus ojos se encontraron, Tadashi vio en aquella mirada del moreno lleno de furia y un vacío. Cómo si no hubiera nada de vida en él. Sintió como el miedo estaba inundado todo su cuerpo, jamás se había topado con un enemigo que le diera tanta incertidumbre.
-He preguntado que que está haciendo aquí, Mister.
-Hey- interrumpió la voz de San Juan quién le mostró una pequeña cartilla de servicio al gobierno mexicano.
-Con qué te mando el cabroncito de Huerta, ¿Verdad? - soltó su cabeza haciendo que está chocará de nuevo al suelo.- No creí que tenía los huevos de llamar a los gringos para esto. Ya vieron gente, los traidores hasta buscan ajenos al asunto.
- Yo...- habló el Hamada.- ...solo vengo a hacer justicia...
-¿Justicia? - sonrió el Rivera.- Esa palabra no existe desde hace años, desde que nos arrebataron todo. Tú y tu gente se metieron en una buena...
- ¿Qué quieres hacer?- comentó Marco quién estaba cargando su rifle.
-¿Cuántos hombres se necesitan para que le den un mensaje a Huerta, Mister?.- Tadashi solo se quedó en silencio, sabía que si decía algo lo iban a matar en ese instantes, pero, ya estando en esa condición no había otra salida.
Miguel no dijo nada más y tomó el rifle de su compañero quién no se negó. Sin piedad apunto a su compañero de lado y tiro del gatillo; igual tomo puntería al otro compañero que estaba quejándose por las heridas y quién no tardó en gritar clemencia. De nuevo miró al Hamada esperando la respuesta, pero solo hizo que agachara la cabeza. El gatillo fue apretado de nuevo y terminó por eliminar al único compañero vivo del general.
-Solo un hombre será. Denle una buena preparada y que no pueda hablar el hijo de la chingada.
------------------------------------------------------
Ciudad de México, dos días después...
-Señor Hamada.- habló una mujer quien traía el desayuno del azabache.
-Pasa, lamento no abrirte.
-No se preocupe. Sé que está muy ocupado con sus planes de ataque. - respondió con amabilidad dejando la bandeja con una taza de café y unos cuantos aperitivos dulces. Su escritorio estaba lleno de cartas, fotografías, mapas y otros documento de información del enemigo actual.
Ya había adjuntado lo suficiente para saber la ubicación de la base general más cercana de uno de los principales rebeldes. Sin embargo, la preocupación de su hermano lo estaba carcomiendo. No había sabido noticias de sus movimientos, si hubo algún avance o éxito. Hasta el mismo Huerta estaba completamente incomunicado de sus hombres en aquél pueblo. Pero, al fin llegaría la claridad de sus dudas.
La alarma de emergencia del palacio comenzó a sonar, dejando oír a voces correr de un lado a otro fuera de la habitación del asiático. Inmediatamente se levantó de su asiento para saber que estaba ocurriendo, pero, cuando estaba a punto de llegar a la puerta principal, un par de soldados lo detuvieron por completo para que no saliera.
Hiro con furia empujó con fuerza a los militares dejándole paso para ir a ver lo que ocurría afuera, pero su aliento se desvanecía y como si una daga le clavaran en su pecho de lo que estaba viendo en ese momento.
- ¡Tadashi!- el gritó del menor hizo que el adolorido hermano desde de la camilla y su vista nublada por la sangre que corría por los golpes. Y el dolor inmenso de ambos brazos rotos, intento levantarlos para llamarle. Pero por su gravedad y de la sangre que había perdido, hizo caer inmediato inconsciente y con un Hiro que pedía explicación sobre lo ocurrido.
Más tarde en la enfermería del palacio, dejaron que el azabache pudiera verle pero el médico trato de que dejara descansar al general. Habían cortado su cuello, dañando sus cuerdas vocales, dejando por un tiempo no poder hablar. Ambos brazos y piernas habían sido rotos, pero por milagro podría volver a hacer el mismo en tiempo de recuperación. En su pecho habían marcado con un arma punzante la palabra "Justicia". Había perdido demasiada sangre, pero estaban aliviados de que pudieron salvarle a tiempo.
La rabia del menor lo había gobernado, no tardó en pedir informe de quién eran los rebeldes en que había ido su hermano a pelear. En cuanto pudo lograr tener sus respuestas pidió a Huerta ir a atacar a la base general de Emiliano Zapata en Anenecuilco. Cómo táctica dejaría una gran baja ya que allí estaría todo el armamento del grupo rebelde y si llegarán a encontrar al líder, terminarían por tener una cabeza menos. Huerta sonrió al ver lo inteligente que era el menor de los Hamada, por algo le habían apodado "La lanza de la victoria". Hiro era la mente más codiciada y con cero errores en las estrategias. Sin más, él accedió.
------------------------------------------------------
-Patron, ya le echamos todos los tiliches que necesiten para regresar.
-Muchas gracias, Chayo. Todos los hombres heridos están en buenas manos. Mandaremos que les traigan más medicamento para su recuperación.- habló Miguel quien ya estaba preparando su caballo para regresar a la hacienda grande de su padrino. Debían informar sobre aliados extranjeros y de movilizar más gente, ya que ahora de estar atentos por los nuevos enemigos.
- Rayos, ya me había acostumbrado estar en este pueblito...unas adelitas están re buenas.
- Cállate, Marco. En serio que eres un lujurioso. Yo no sé cómo vives con tu conciencia después de haber matado. - comentó Leo quién también se acercó con su caballo listo para partir.
-A ver, es que una cosa es ver sangre y otra cosa es ver...
-¡Marco!- ambos morenos interrumpieron al afelinados quién solo rodó sus ojos. Pero, un grito de un hombre hizo que pusieron toda atención a dónde provenía.
-¡Miguelito!- cayó el hombre al ver al Rivera y este no tardó en levantarle. Miguel se dió cuenta que era un trabajador de la hacienda de su padrino y le hizo extrañarle su presencia.- ¡Debe regresarse al pueblo pero a la voz de ya!
-¡¿Qué ocurre, Pedro?! ¡¿Qué ocurre allá?!.
-¡Los soldados de Huerta atacaron todo el pueblo! ¡Anenecuilco está en llamas! - los tres revolucionarios se sorprendieron a las palabras del conocido. Miguel no tardó en alertar a sus hombres y ir corriendo al pueblo.
Los caballos relinchaban en todo el camino, haciendo el esfuerzo de llegar a dónde el jinete les pedía ir con rápidez. Miguel solo pedía que pudiera llegar a tiempo al ataque y poder proteger a los suyos, pero cada tramo parecía ser eterno para llegar a su destino. Pero, el viento no tardó en darle señales de que el fuego estaba siendo presente haciendo de las suyas, sin embargo, sus ojos se abrieron de golpe al ver lo que su pueblo se había convertido.
Bajo de golpe del caballo para ir de inmediato, Marco les dió una orden a sus hombres para que buscarán sobrevivientes. Miguel corría con fuerza en dirección a la hacienda, pero su pecho fue apuñalado con la desgracia frente a él. Todo estaba destruido y algunas habitaciones estaban en llamas. Los cuerpos de los que ayudaban yacían en el suelo en charcos de sangre. Sus dos amigos llegaron también sorprendidos por lo que había ocurrido, mirando que todo parecía un cementerio inmenso.
- ¡¿Hay alguien?! - gritó con dolor Miguel quién no tardó en ir en dirección al cuarto de su padrino. Pero por suerte, Zapata no se encontraba en el lugar.
-No estaba aquí...- comentó Leo.
-¡Esos hijos de la chingada!- exclamó con furia Marco quién no tardó en golpear una silla que estaba en el suelo. Pero, se extrañaron cuándo Miguel salió corriendo en dirección a una habitación del segundo piso. Pues pensaban que solo estaba preocupado por su padrino, pero de igual forma le siguieron.
Pero el moreno se detuvo en mitad de una habitación que estaba al final del pasillo, Leo y Marco se asombraron al ver a la Nana de la hacienda muerta junto a una joven que no se le podía ver el rostro por la chalina que le cubría parte de la cabeza. San Juan con sumo cuidado se acercó a los cuerpos para saber de quién se trataba.
-Es...
-Chelita...- terminó Miguel con una voz débil. Aunque nunca mostraba sus sentimientos, su mirada parecía muerta. La escencia de su alma se había ido. No dejaba de ver a la joven que estaba a unos escasos centímetros de él.
- Miguel...está mujer estaba embarazada...¿Tú sabías...?
-Yo...- estaba a punto de hablar cuándo el llanto de un bebé los hizo tomar atención. Ese llanto provenía detras de un pequeño mueble que estaba en una esquina y este estaba cubierto por sábanas. Marco no tardó en mover todo aquello, pues pensaba que lo estaba lastimando, pero cuándo al fin despejó. Sacó un pequeño bulto lleno de sangre, Miguel no tardó en acercarse y tomarlo con sumo cuidado.
Aquella inocente criatura aún estaba llena de sangre y fluidos del vientre de su madre y su cordón umbilical estaba cortada con rápidez. Leo al darse cuenta, no tardó en buscar para ayudar a cortar perfectamente el cordón del pequeño.
-Este chamaco...- habló Marco.
-Es mío y de la Chelita...- Marco suspiró y se acercó al cuerpo de las mujeres, acomodandolas y cubriendo para tenerlas listas para más tarde llevarlas a darle sepultura.
- Pues fue fuerte...protegiéndolo, amigo mío. - Miguel no pudo más y comenzó a llorar con fuerza y abrazando al pequeño. El ojo afelinados nunca había visto llorar a su mejor amigo de esa manera, pero sabía que aquella frialdad había un dolor que necesitaba sacarse.
Todos los hombres habían sacado los cuerpos que irían a enterrar y encontrar algunos cuántos heridos, había mujeres, ancianos, niños,pero eran pocos de los que pudieron imaginar. Anenecuilco había muerto. Y la noche lo había convertido más en un pueblo fantasma con calles vestidas de sangre y muerte.
Cómo pudieron, levantaron la hacienda para tener en dónde quedarse esa noche, las notas de una guitarra ambientaba el lugar. No era música de felicidad, esas notas eran vacías y dolorosas, jamás habían Sido escuchadas por los cercanos al Hijo de Muerte. Pero, compartían el dolor junto a su melodía por la muerte de sus familias y amigos.
Leo se acercó a la habitación principal del Rivera para llevarle algo de comer. Tocó un par de veces pero las notas no dejaban de tocar. Respiro profundamente y abrió sin más, dejando ver al moreno sentado en su ventana, junto a él yacía una botella de tequila con la mitad de su contenido. Las velas estaban apagadas y solo la luna era la que ayudaba a mostrarle que su amigo estaba allí.
-El chamaquito ya cayó rendido. Por suerte una mujer de las sobrevivientes estaba lactando y acepto alimentarlo hasta que lo necesite...- sin embargo, su amigo no dijo nada más y continuo tocando su guitarra. - ...solo venía a decirte eso...y dejarte algo para que cenes. No es bueno que tomes sin comer algo.
Cómo no obtenía respuesta alguna, pensó que el Rivera necesitaba su tiempo a solas, pero cuándo estaba a punto de regresar la voz de su compañero hizo detenerle.
-Ven... necesito que me acompañes, San Juana...- sonrió levemente para que su amigo no se preocupara. Leo asintío y cerró la puerta para sentarse junto a él.
- Si quieres...puedes pedirme espacio
...
-No, ya me encuentro un poco mejor. Sabes...tu bondad y amabilidad...siempre me tranquiliza...
-Sabes que para eso estamos los compadres. ¿Puedo preguntar algo?
-Claro...con confianza.
-¿La Chelita y tú, estaban juntos?
-No, pero...de todas las mujeres era diferente. - habló mientras volvía ver afuera.- Era orgullosa...no se dejaba intimidar. Quería protegerla, aunque nunca se lo dije directamente. Pensaba que si la tenía cuidando aquí, el chamaquito nacería sin problemas. Y tenía planeado...después de toda esta guerra, llevarlos lejos y que nadie supiera que el mismísimo hijo de la Muerte había tenido mujer.
Me arrepiento de haberle dicho ...que no quería nada serio...
Miguel estaba a punto de ahogar su llanto en alcohol, cuándo la mano de Leo hizo detenerle. Ambos morenos se quedaron viendo por unos segundos en silencio, y al fin ex-hacendado le quitó la botella. Comenzó a reír el Rivera por la bondad de su compañero.
-En serio...te hubiera quedado la sotana...
-¿Qué? Jajajaja no yo no doy para esos rumbos. Aunque me hubiera encantado seguirle al negocio de la panadería. Pero pues...heme aquí tratando de sacar de los apuros a mi mejor amigo.
-Gracias, Leo... pensé que siendo el más sanguinarios no iba a doler todo esto...
-A veces es buenos saber que te duele. Habla que tienes sentimientos. Y no eres una bestia bruta lista para matar. Ahora debes pensar con una nueva criatura.
-Voy a cuidarlo. Pero lo voy a tener bien escondido. ¿Te acuerdas de la hacienda que nos hicimos allá por Jalisco?.
-¿A la de las tierras bonitas para el agave?
-Esa mera. Mañana, dile a la mujer que lo crié, no le va a faltar nada, dinero, comida, todo. Y ya los fines de semana me daré las vueltas para ver a mi hijo. Qué nadie sepa, solo queda entre nosotros.
-Entendido. Oye...¿Y que nombre le pondrás?
-Quiero que se llame ...Enrique. Cómo mi padrecito que está allá en el cielo. Si le pongo su nombre, tal vez me lo bendiga y proteja.
-Ya verás que sí.
-Ajem...- una voz hizo interrumpir la charla de ambos jóvenes. Teniendo a un Marco recargado en el marco de la puerta. - Lamento interrumpir pero, hay testigos a un par de pueblos aquí que vieron a soldados de Huerta movilizarse para allá. ¿Quieres que movamos a nuestros hombres?
-No. - ambos amigos se quedaron atónitos a la respuesta del Rivera. De la Cruz estaba a punto de hablar para que recapacitará pero su amigo continuo. - Vamos a ir nosotros tres para averiguar cuántos hay y quién los comanda y cuando todo pasé...
...les daremos en toda su madre.
CONTINUARÁ.......
Hello gente bonita!!! Aquí reportándome después de un buen mes pesado y teniendo problemas de acceso con mi Wattpad andamos aquí jajaja.
Espero que les haya gustado este capítulo. 💕💕
En verdad no quería escribir más pero me quedé con ganas de más. 👌👌
Sin más, nos vemos en el siguiente capítulo. LOS AMO!!! 💕💕💕💕💕💕
TEORÍAS?
DUDAS?
PRONÓSTICO?
PAÑUELOS?
Beka-san~
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top