-02 El Hijo de la Muerte -

Anenecuilco, México.

El atardecer estaba ya iluminando los cielos de aquél pueblo que alguna vez estaba lleno de energía y tranquilidad, cuándo el trío de jinetes estaban llegando a los límites para entrar a la población. Un par de hombres que yacían en la entrada principal, se percataron de los tres siluetas que venían a la distancia, estaban a punto de ponerse en armas cuándo uno de ellos le colocó un brazo frente de su compañero. Este de inmediato supo que tenía que bajar el arma. 

-¡Ya viene el hijo de la Muerte!- gritó el hombre mientras tocaba una pequeña campana que estaba colgada cerca de ellos. No tardaron escucharse algunas voces y que otros hombres salieran al encuentro. Cuándo ya al fin estaban a unos cuántos pasos, el caballo relincho a la orden de su jinete y no dudo en detenerse. Los hombres sonrieron a la llegada de Miguel y sus amigos, sabían que venían con alguna nueva noticia o un nuevo lugar en dónde podrían tomar provisiones para sus compañeros. Uno de los que estaban vigilando le hizo una seña para que lo siguieran al lugar de su jefe en mando Zapata, pues su ahijado ya había regresado muy rápido de lo que le había mandado hacer a la ciudad.

Los tres jóvenes bajaron de su caballo para que les dieran alimento y cuidados para si surgía otro nuevo viaje, todos los que estaban presentes por las calles saludaban con entusiasmo al piel canela. Sin mencionar a las más jóvenes que no tardaban en dejar salir unos cuántos suspiros, Marco no tardaba en regresarles unos piropos coquetones en respuesta y claro, no se negaban las señoritas. Los más ancianos también no podían faltar para entregarles unas cuántas frutas por su regreso, pero Leo se les acercaba para entregarle otras cosas que les podía servir para sus cultivos y en sus hogares. A pesar de ser unos jóvenes sanguinarios en plena batalla, tenían un poco de humanidad de ayudar a su gente, a su pueblo, a su gran nación.

-Mira nomás - habló Miguel haciendo que su par de amigos le dieron su atención.- Tenemos visita del tío Villa. - terminó de comentar mientras señalaba a una casita que yacía al fondo de la calle principal. Casa dónde se encontraba cómo base de su padrino. Pues, fuera de ella había un grupo de hombres cuidando los caballos de su general, armados y listos para cualquier movimiento en falso.

- ¿Será que ya le vino a traer las nuevas nuevas?- preguntó Leo.

-Na, ese canijo tal vez vino a negociarle tierras para hacer nuevas bases. - respondió Marco.

-Pues, a darle que se nos hace tarde para que se enteré.- dijo el hijo de la Muerte quién aceleró su paso. Los Villistas que resguardaban no tardaron en ponerse atentos por los tres jóvenes que se les estaba acercando, sin embargo, uno de ellos les hizo un leve chiblido para que bajarán sus armas. Reconocieron al piel canela, con quién no debían tocarle ni un pelo, pues también estaba trabajando para el mismo bando. 

Miguel no tardó en hacer una leve reverencia con su sombrero como saludo y pasar a la casa sin problema. Los sirvientes que estaban dentro d ella casa no tardaron en darle la bienvenida, agua y otras frutas para comer. Los amigos no tardaron en llenarse de energía, pero, el moreno solo les hizo una leve señal de que se quedarán a descansar. Cosa que no negaron. Se colocó frente a la puerta de la oficina de su padrino, respiro profundamente y dejo salirlo en un gran suspiro para llenarse de fuerza. Se quitó su sombrero y tocó con fuerza.

-¿Quién habla?- habló una voz masculina, quién no tardó en reconocer. Era el mismo Zapata.

-Soy yo, padrino. Traigo noticias de la ciudad.

-Pasele.- Miguel acató de inmediato la orden. Al abrir, estaba Zapata sentado en su mesa que usaba para sus negociaciones y planes para la batalla, frente de él estaba un hombre algo robusto con un singular bigote y con una leve sonrisa en su rostro. Aquella en que no sabías si era por amabilidad o que en un segundo te volaría la cabeza con su rifle, exactamente, era Villa quién no dejaba de tomar una copa de aguardiente.

-Mira nadamás. Qué  muchachote te has convertido, mijo.- habló Villa. Pues desde que era apenas un chamaco lo había tratado con mucho cuidado, pues ya sabía de sus malas mañas y su manera de trabajo. Pero, se había convertido para él cómo un pariente más.

-Es un gusto verle, tío.

-Por ahí escuché, que te haz ganado una buena reputación. Casi que ya le llegas a tu padrino, canijote.

-No me lo alborote, compadre. Mi chamaco es todo un guerrero. Aún le falta mucho por crecer, pero, estoy orgulloso muchotote. Dígame, ¿Qué es lo que me traes?- le señalo para que se sentará en la otra silla que estaba libre. Miguel no tardó en sentarse y mirar a ambos mayores con seriedad.

-Nos venimos tras la mocha, porqué allá en la capital dieron la noticia de que Madero y Pino Suárez ya les dieron pase con San Pedro.

-Ajijo, esto es serio compadre. - comentó Villa algo sorprendido dejando su vaso en la mesa.- Pos, eso ¿Cuándo pasó?.

-Justo ayer en la noche. Un hombre empezó a decir que los habían ya ejecutado. Sin embargo, los pinches militares comenzaron sus andadas a saquear y checar gente que no fueran de nuestras tropas.

-Huerta- habló Zapata con voz sería e indiferente. Se levantó de su silla y caminó a una de las ventanas que iluminaban aquella habitación.

- Yo también pensé lo mismo, padrino. Ese cabrón me lo advirtió cuándo estuve en esos jodidos días frente al palacio. Me dijo que nos la iba partir a todos y que íbamos a saber lo que es  pelear.

-De una cosa, le dió un estate quieto a Madero- comentó Villa- pero, no pensé que el soldadito ese se le pusiera al brinco y le diera para cenar. ¿Nos ponemos atentos o qué?

- Calmate, mi buen. Primero hay que pensarlo bien antes de ponernos cómo loco jugandole. Huerta no es cualquiera, es un tipo rudo. Estoy seguro que ya está haciendo también su movimiento. Estoy seguro, que ahorita va a empezar a dar los cambios en el país. Regrésate a tu base y abastece todo lo necesario. Yo también pondré a mis hombres a buscar más armamento.

- Dígame cuándo partimos, padrino.- respondió Miguel, pues sabía que Zapata lo mandaría a ello.

- Para allí tus caballos, chapulín. Primero aguardece y descanse. Ya hizo mucho. Descanse unos días mientras me pienso las cosas. Ya te anda buscando por una cría que le dejastes a la hija de Doña Flor.

- Chingada madre...- quejó el moreno dándose una zape en la frente y pasándolo por su rostro.

- Jajajaja chamaco andariego. - rió a carcajadas Villa  mientras se levantaba de su asiento.- ¡Hay que dejar buena sangre, Zapata! ¿Quién nos dice que en la siguiente batalla ni llegamos?

-Si, si. Pero este calenturiento se pasa. Ya hemos hablado de esto.

-Uy, no pues con su permiso. Porqué luego salgo yo regañado también. Nos estaremos informando compadre. - le dió unas cuántas palmadas al hombro del menor quién le regaló un guiño del revolucionario. La puerta se cerró de nuevo por la salida de este, Zapata dejó salir un suspiro fuerte. Tomó su mejor botella de tequila y se sirvió un poco para acompañar su charla. Miguel solo tragó en seco al saber que le iba dar su buen jalón de orejas por parte de su padrino, pues varias veces le había advertido de no andar de pica flor dejando criaturas que al final no iba mantener.

- Pos, ¿Algo que decir?

- Ijole, ¿Y está segura que no es de Marco?

-Mijo, ya sabe lo que siempre le he platicado. Sabía que algún día iba a pasar y que un chamaco por allí iba salir. Pero no creí que tan pronto. Todavía ni los calzones te lavas solo.

- ¡¿Qué?! ¡No diga esas cosas! - las mejillas rojas del Rivera no tardaron en ponerse coloradas. Zapata solo comenzó a reírse por lo que hacía el menor, con fuerza revolvió los cabellos del canela con su mano.

- ¿Y qué? ¿Va a ser se cargo? Ya sabe que Doña Flor es de mano dura y unos buenos chanclazos no tardará en darte si no vas y te presentas. Al menos te sugiero, que le digas tus razones.

- Pero yo no quiero chamacos ahorita...

-Pos eso debió pensarlo antes de meterse por la calentura. Le vas a tener que rendir cuentas. Ándele váyase a echarse agua fría y descanse, pero va a tener que ir hablar con la Juanita. Pobre chamaca se metió con el más pendejo.

-Ya estuvo, ¿Mucho limón a la herida, no?

-Sabes que eres un hijo para mí. Y te he cuidado bastante, sé que yo ando metido en unas buenas pero, usted mijo; no quiero que ande cómo yo. Eres buen muchacho, fuerte, valiente y que no se deja de nadie. Cuándo todo esto se acabé, quiero que sea un hombre de bien. Esa música que cantas, merece ser escuchada por todos los siglos. Por eso, piénselo bien con lo que hace.

-Gracias, padrino.

- Andese pues. Vaya a descansar, ya después nos estaremos informando. - el joven piel canela solo se levantó a regañadientes y salió de la habitación. Zapata era todo un rebelde, sanguinario y de malas andas, pero no quería que Miguel fuera por ese camino. Le deseaba lo mejor, por eso solo lo mandaba a batallas pequeñas, saqueos o información. Ahora más sabía que está guerra iría a aumentar de fuerza y ahora más preocupación tenía por el Rivera de que en una de ellas no volviera.

Esa misma noche en Ciudad de México, el tren proveniente de los Estados Unidos Americano  llegaba a la estación. Un grupo de militares mexicanos estaban esperando la llegada de la locomotora, pues un grupo de personas importantes que el mismo Victoriano Huerta había mandado traer. Personas o mejor dicho sus mejores piezas para redimir a los revoltosos, llegarían para unirse a su "victoriosa restauración".

La gran bestia dió un silbato al dar señal de su llegada de su camino, los pasajeros comenzaron a bajar, entre ellos un par de jóvenes de rasgos asiáticos vestidos con el icónico uniforme americano. Mostrando en su pecho sus brillantes insignias. Uno era alto que el otro por unos centímetros, su semblante era seria pero se podía ver qué no tenía un rostro que le temerías a primera vista. Se veía que era un joven no tan cerca de los treintas, pero era muy apuesto y muchas jóvenes que venían junto a ellos no dejaban de mirarles. El otro joven, no pasaba de los veinte, sus cabellos alborotados podían verse saliendo por debajo de su sombrero, era indiferente al mayor, no sonreía y su semblante siempre parecía estar molesto con algo.  Caminaron a dónde estaban los soldados mexicanos esperándoles con un recto saludo, quiénes no dudaron en responder.

- "Bienvenidos a México, nuestro general está contento de tenerles de apoyo" - habló el líder del grupo en su idioma natal.

-No se preocupen por hablarnos en español. Estamos capacitados para hablar cualquier idioma. - sonrió el mayor.

- Oh lamentamos ello, señor.

-Esta bien. Los generales Hamada reportándose. Llevenos cuánto antes con su general. Nuestro equipo nos encontrará en el palacio.

-Por aquí, entonces. - dijo el soldado quien les señalo para seguirles. Ambos jóvenes no dudaron en subirse en el auto para llevarles directamente dónde se encontraba Huerta. El menor de los Hamada dentro se quitó el gorro para acomodarse el cabello, sin embargo, este no estaba ayudándole para estar quieto en su lugar. El mayor sólo lo miraba con detenimiento a lo que estaba haciendo, le parecía gracioso que los nervios de su hermano menor lo estaba intentando disimular con el cabello.

- Sabes que aún estando nervioso se irán desordenando más, Hiro.

-Agh...No estoy nervioso, Tadashi.

-Si claro, desde que salimos de nuestra casa no has dejado de estar "peinando" tu cabello. Eres fácil de leer.

-Bien, me acorralaste. Si, lo estoy. No sabemos con qué peleamos y venimos a pelear junto al general Huerta. O se te olvida todo el antecedente que tiene el país. ¡Están locos! El pueblo luchando contra su gobernante, ¿Qué más sigue? ¿Qué la Reina de España venga a pelear?.

-Claro que lo sé. Pero, no podemos ir en contra de nuestras órdenes, pidió refuerzos porque los rebeldes están creciendo. Sólo quieren tomar de nuevo control de su país hermanito. - sacó de su bolsillo de su pantalón una pequeña bolsa de terciopelo rojo que le colocó frente al menor- toma un caramelo para que baje ese nerviosismo. Nos irá bien cómo otras batallas. Ya lo verás.

-Tienes razón, ningún Hamada se rinde.- tomó uno de los caramelos y lo levanto haciendo una señal de "salud" y llevándolo a su boca. Tadashi y Hiro Hamada tenían un gran historial de victorias y grandes movimientos en defensa de su Nación, excelentes generales especializados en la gran planeación de ataques masivos. Era lo que Huerta estuvo buscando y ahora ya los tenía de su lado.

No tardó mucho cuándo el auto se detuvo frente al Palacio, ambos asiáticos bajaron del auto asombrandosé por el lugar. Hiro no tardó en mirar en el suelo unas manchas extrañas, oscuras que no se lograron limpiar, también observó detenidamente en la estructura frontal, estaba llena de balas y otras manchas más. Pero, cuándo estaba a punto de detenerse a observar con más detenimiento, un soldado le interrumpió para que siguiera su camino. Las amplias puertas fueron abiertas para que los americanos pasarán, el eco de sus pasos inundaban y rebotaban por todo el lugar. Había demasiada vigilancia en cada rincón, Hiro se había dado cuenta que en verdad esto era un asunto muy grande y no era una simple batalla como le habían comentado. México estaba en un gran problema.

- Huerta los espera aquí - dijo el guía quien no tardó en dar la orden para que pudieran pasar. La habitación era tan grande, jamás creyeron que tuvieran un espacio bastante elegante  para ser de gobierno.

- Generales Hamada- habló aquél hombre que les había solicitado.- Me alegra que hayan llegado con bien. ¿Ningún inconveniente?

-Ninguno. A mi hermano y a mí nos alegra poder trabajar a su lado. Nos sentimos honrados de servirles.- habló Tadashi mientras hacía una postura firme, quién no tardó también en imitar el azabache.

- Me parece perfecto, por lo visto están enterados de nuestra situación. ¿Es así?

-Si, señor.- respondió Hiro- cada minúsculo detalle. Por lo cuál, estamos listos para llevar a cabo su plan. Nuestro equipo también se encuentran en el país.

-Me agrada oírlo. Sin embargo, por ahora quiero que descansen por el viaje, a primera hora mañana les daré asignación de dónde deberán ir. Hay grupos rebeldes de Zapata cerca y lejos de nuestra ciudad, necesitamos que hacer control antes que nuestra gente...sea víctima de sus robos y asesinatos. ¡Señorita Fabela!

El sonido de unos tacones apresurados no tardaron en acercarse a ellos, dejando ver a una joven de tes morena clara y con un traje formal que no se le podía ver ninguna arruga. Su perfume de violetas era agradable al paso que ella caminaba de prisa hasta su general, con una leve reverencia a los asiáticos pregunto por su servicio. Huerta ordenó llevarles a las habitaciones que les habían preparado para sus nuevos aliados. Con una media vuelta fueron a descansar, el silencio dentro del palacio le hacía sentir un extraño escalofrío a Hiro. Cómo si todo lo que estaba apenas sucediendo no le estaba agradando nada, tenía sus dudas del porque necesitaba "controlar " a su pueblo. Desconocían los motivos iniciadores del movimiento, sin embargo, mucha gente estaba muriendo y la rebelión estaba aumentando drásticamente. ¿En verdad, era demasiada "maldad"?.

Pasaron las horas y al fin había llegado la media noche. Hiro yacía en la cama sin poder dormir, se movía constantemente dentro de ella, no podía estar calmado cuándo allá afuera estaban las guerras y sangre cayendo al suelo. Se levantó y camino a la inmensa ventana que daba a la plaza principal, todo estaba demasiado tranquilo. Aún se podían ver soldados haciendo su rondín por el lugar. En verdad que se sentía en un mundo completamente diferente a lo que estaba acostumbrado.

Llevó una de sus manos para sacar de sus bolsillos un pequeño relicario de plata, en él estaba una pequeña foto de una joven muy hermosa. Cabellos lacios y castaños,  ojos grandes y vistosos que a cualquiera enamoraría.  El azabache solo sonrió nostálgicamente aquél recuerdo, aquella joven que le había robado su corazón y que había perdido en otra antigua batalla. Una promesa de estar juntos que jamás sería real.

Pero, él mismo se había hecho una promesa de poder ayudar a los demás, hacer justicia y pelear para que nadie vuelva a perder a un amado o ser querido.

A veces sacrificarse, tenía varias consecuencias...

...que no el mismo destino puede cambiar.

CONTINUARÁ......








Helloooo gente bonita!!! Aquí reportándome!! Lamento haber perdido estos días. Pero estuve algo desmotivada por unos asuntos familiares pero por ahora están calmando las cosas.

Ya tenía este cap a medias y tenía que terminarlo lo antes posible. Me alegra muchísimo el apoyo que les dan a mis historias, su paciencia por esperarme.💕💕

Ya pronto estaré subiendo más caps de los demás. ¿Día? No sabría decirles, pero, iré poco a poco uwu 💕💕

Sin más nos vemos en la siguiente!!!

Recuerden que algunos datos o historias que vaya añadiendo a los históricos es para darles continuidad. Así que puede que haya cambios o diga cosas que no sean ciertas. Pero es porque lo hago para añadir a los personajes  y su desarrollo. ❤️👌 Alguna duda pueden comentarme. Teorías también ❤️

¡Los amo! ❤️❤️❤️

Beka-san~










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