III

La ciudad de Baton Rouge era la capital del estado de Louisiana. Una bulliciosa comunidad, llena de cafés y música... A pesar de que su economía se centraba en la industria petroquímica, aún conservaba cierto aire colonial que a Medusa le recordaba a Nueva Orleans. Era como volver a casa. Pero todo sentimiento de nostalgia fue apartado rápidamente. No era momento de ponerse sentimental, debía centrarse en el objetivo que se había fijado.

Habían sido unas semanas muy ajetreadas preparando la expedición. Normalmente cuando Medusa se escapaba para realizar sus particulares búsquedas, solía dejar un profesor asistente al cargo que pudiera estar al pendiente de cualquier problema que surgiera en el departamento. Esta vez no había podido encontrar a ninguno que se hallase disponible esas vacaciones, por lo que el decano no le daba el visto bueno a su marcha, obligándola a permanecer en la universidad ya que las evaluaciones trimestrales estaban próximas.

Decir que Medusa había renegado de su profesión, y de lo limitaba que la tenía siempre, es quedarse corto. Pero necesitaba ver con sus propios ojos si el botín del bayou todavía permanecía en su escondite, esperando. Tenía que hacer ese viaje, porque no confiaba tampoco demasiado en la inteligencia de Snoops para esa tarea, de modo que no había tenido más remedio que mentir al decano diciendo que un familiar suyo estaba enfermo.

Funcionó.

Aunque según las normas, sólo tendría 5 días de permiso. Muy poco tiempo, pero si todo iba bien quizás fuese más que suficiente.

Nada más abandonar el aeropuerto metropolitano, Medusa se había dirigido a la biblioteca local, en busca de información sobre la actividad pirata en los bayous, mientras la tarea de Snoops consistía en conseguir billetes para un autobús que les llevaría a la región de los pantanos, y comprar los materiales necesarios. A la noche cuando se reunieron en el hotel, Medusa se hallaba eufórica, parecía una niña el día de navidad a punto de abrir sus regalos. Rápidamente contó a Snoops lo que había descubierto.

- Según estos archivos de 1860, durante una terrible tormenta, varios barcos que navegaban por las costas de Golfo del Mississippi se hundieron. Uno de esos barcos pertenecía a un pirata llamado Jeireddín. Junto a su tripulación fue capturado y ahorcado por piratería, pero antes, confesó que había ocultado su tesoro en algún lugar del pantano. Entre los cofres de monedas de oro, y piedras preciosas que lo componía, se hallaba un diamante. Pero no uno cualquiera. Era el diamante más grande del mundo, llamado El Ojo del Diablo. - en éste punto, Medusa casi estalla en gritos - ¡Imagínate Snoops! Un diamante tan grande como una pelota...

- Jo jo jo... Eso puede valer una fortuna... ¿Y no se encontró nunca?

En aquellas semanas, Medusa había usado todas las armas de las que disponía, y finalmente había conseguido engatusar y manipular a Snoops lo suficiente como para conseguir que hiciese todo lo que ella le ordenarse, hasta el punto de hacerle estar de acuerdo en quedarse con las riquezas que encontrasen.

- Esa es la mejor parte. Nadie se atrevió a internarse para buscar en los pantanos. Así que con el tiempo pasó a formar parte de las leyendas populares. Y gracias a ti, mi querido Snoops, ahora sólo nosotros sabemos dónde está.

- Brindemos por nuestro éxito. ¡Salud!

- ¡Salud!

Aunque las cosas no siempre son tan fáciles como parecen al principio.

Gracias a las indicaciones del plano encontraron rápidamente el lugar, sin embargo no pudieron hacerse con el diamante. Se encontraba en una caverna, situada a lo largo de un valle vacío y triste de rocas bajas costeras, y para acceder a ella se debía descender por una pequeña abertura en las rocas. Ninguno de ellos era lo bastante delgado y pequeño para poder entrar en por ella.

Probaron a buscar otro acceso, pero a consecuencia del paso del tiempo, y el efecto de las mareas, algunas de las rocas se habían desmoronado, tapando de ese modo cualquier otra posible entrada.

Los días pasaban, y no hayaban modo alguno de descender al escondite del tesoro. Medusa se hallaba frustrada, y para colmo, su permiso expiró y debía regresar a la universidad.

Pero a pesar de volver a Nueva York, y a la vida rutinaria, ya nada volvió a ser lo mismo, y todos los de su alrededor lo notaron. La obsesión de Medusa por el diamante, y por poseerlo, aumentaba más y más cada día que pasaba. Era una agonía saber que estaba ahí mismo, al alcance, y que no podía tenerlo en sus manos. Ese pensamiento la consumía día y noche.

Los meses pasaron, y Medusa se escapaba cada dos por tres al Bayou del Diablo a vigilar que nadie encontrase en la gruta secreta. Descubrió un viejo barco de vapor abandonado en el pantano, aunque se hallaba bastante desvencijado y medio hundido, decidió acondicionarlo como su base de operaciones. Se volvió una solitaria, y a los únicos que toleraba cerca de ella y con los que era cariñosa, eran dos cocodrilos que había comprado a un circo en quiebra que había estado actuando en el lugar. Los animales estaban adiestrados, y demostraron ser unos guardianes del pantano muy eficaces y letales.

La universidad terminó casándose de sus continuas marchas y de su falta de interés en sus responsabilidades como profesora hacia los alumnos y la dieron un ultimátum: o empezaba a cumplir, o sería suspendida de trabajo y sueldo. La respuesta de la mujer fue su absoluta dimisión. No pensaba volver.

Vendió las joyas que había robado para pagar gastos, pero el dueño de la tienda de empeños a las que se las vendió resultó ser un timador, que apenas le dio por ellas un tercio de su verdadero valor.

Sin trabajo, con apenas dinero y sin amigos, a Medusa ya no la quedaba nada. Sólo Snoops siguió a su lado. El hombre realmente se había enamorado de ella, y no pensaba abandonarla, aunque Medusa le trataba más como un esclavo que como un compañero.

- ¿Qué vamos a hacer ahora Medusa? - se lamentaba Snoops, una tarde en casa de Medusa.

- ¿Cómo qué qué haremos? Conseguiremos dinero, y seguiremos intentando conseguir el diamante.

- Pero, ¿de dónde vamos a sacarlo? Apenas nos dieron lo suficiente con tus joyas familiares...

Decir que obviamente Medusa no le había contado la verdad del origen de aquellas piedras preciosas.

Pero el recuerdo de aquel sinvergüenza timador le dio una idea a Medusa. Brúscamente se levantó del sillón y comenzó a dar vueltas, al principio lento y después cada vez más agitada, por su apartamento. Finalmente se volvió a Snoops con un brillo de triunfo en la mirada.

- Abriremos una boutique.

- ¿Una boutique? Es una brillante idea.  Pero... ¿qué venderemos?

- Podemos vender los muebles... la vajilla... - enumeró Medusa, mientras abría armarios e iba de aquí para allá - Oh, si, esos vestidos son muy vulgares... No los necesito...

- También podriamos aceptar depósitos a modo de empeño... - - el hombre estaba feliz. Esa era la Medusa que el conocía y a la que adoraba. Una Medusa activa y con soluciones para todo - Ya sabes, con los intereses de la devoluciones ganariamos un porcentaje añadido...

- ¡Oh, bien pensado mi querido Snoops! Puede que no seas tan tonto como parecía... - eso último lo murmuró lo bastante bajo como para que no la oyese.

Tras buscar el local más barato, encontraron una pequeña tiendita donde montar su negocio, a varias cuadras del zoo.  Por mucho que Medusa alardease a sus clientes de que aquella era una "elegante boutique", la realidad era que sólo consistía en una casa de empeños de mala calidad, en un barrio aún más humilde. Pero todo eso le daba igual a Medusa, pues en su mente aún seguía muy vivo el deseo de conseguir el diamante algún día.

Y en cuanto vio una posible oportunidad de conseguirlo, la aprovechó.

Una lluviosa tarde del mes de octubre, Medusa y Snoops habían terminado su jornada de trabajo, y se disponían a cerrar la tienda, cuando un gato de color marrón apareció de pronto, y comenzó a maullar y a restregarse contra la pierna de Medusa.

- Arg, que asco de bicho... ¡vete y déjame saco de pulgas! – protestó la mujer con repugnancia, mientras le daba una patada al animalito, que con un maullido lastimero comenzó a alejarse. – Asqueroso animal...

- ¡Rufus, Rufus! ¿Dónde estás? – oyeron una voz infantil en ese momento.

Al girarse ambos, vieron que en su dirección venía una niña de unos 8 años de edad, pelo rubio recogido en dos coletas y con un vestido sucio y viejo.

- Disculpe señor – se dirigió a Snoops cuando llegó junto a ellos - ¿No habrá visto a un gato? Tiene el pelo marrón y está algo viejo.

- ¿Es aquel de allí? – Snoops le señaló al gato que aún se hallaba cerca.

- ¡Sí! ¡Rufus! – la niña corrió a abrazar al gato, que al verse en sus brazos comenzó a ronronear. – Muchas gracias señor.

- De nada, niña. Ahora deberías marcharte a casa, es ya muy tarde y tus padres estarán preocupados.

- Yo no tengo papás... Vivo en el Orfanato Morningside, es aquel edificio que se encuentra calle abajo. No nos permiten salir, pero Rufus se escapó por una ventana que se quedó abierta por culpa de la tonta de Sarah, y...

- ¡Penny! – la llamó una señora de aspecto mayor que se encontraba en la puerta del orfanato - ¡Menudo susto! Ya sabes que no debes salir sola.

- Tengo que irme. Adiós señor, adiós señora. – se despidió la pequeña Penny de ellos de manera jovial.

Snoops observó a Medusa, quien había contemplado toda la conversación en silencio y pensativa.

- ¿En qué piensas Medusa?

- En que creo que hemos encontrado la solución a nuestro problema, Snoops...


FIN


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