Te Conocí

Te conocí

Nunca había visto una belleza tan magnífica como la que presencié al ver tu rostro, esos pómulos rosados, esos labios entre abiertos, tu cabello moviéndose de un lado a otro con el viento que te sacudía y unas cuantas plumas blancas cayendo en mi dirección. Una de esas pequeñas plumas se posó sobre mi nariz la cual se sacudió de un manera extraña que te causó una leve risita, te había divertido con un estornudo que tu misma me habías causado. Fue un inefable momento, algo tan cálido que envolvió mis corazones, sentí tanto calor en mi rostro como si este se hubiera encendido en llamas o puesto repentinamente rojo...

Carajo, no puedo describirlo con exactitud, no puedo ni comprenderlo realmente, era simplemente eso, inefable.

¿Quién era esa patética criatura alada? ¿Quién osaba paralizarme de esa forma? ¿Por qué demonios tenía una mirada tan fija y penetrante? ¿Acaso no sabía quién era yo? Parecía saberlo, pero ignoraba lo hostil que yo era y por eso prefería burlarse a huir.

Olvidé, incluso, lo que había ido a ir a ese lugar, asesinar a el pueblo que estaba bajo tu protección, asesinar a cualquiera que se pusiera en mí camino...asesinarte a ti.

El recordar las órdenes de Padre, que habían caído sobre mí como una piedra que buscaba aplastar me hasta matarme (yo habría preferido eso) por fin reaccione parpadeando y frunciendo mi ceño con enojo, el baño en la sangre era algo tan común como respirar y soñar con gritos de dolor y pánico era algo tan común como el parpadear. Cada pizca del consuelo y la piedad que me había traspasado como a una flecha maldita se evaporo tan rápido como esta había logrado herir mi alma.

La ira de que un ser divino causara tales horrores como lo que había hecho, jure en mi interior que iba a pagar caro la burla hacia un dios como yo, la maldad en mi mirada puso a aquella escoria pálida cambiando su diversión y maravilla a una serenidad única e inquebrantable y sin sentir nada más que enojo me lance a la batalla.

¿Cuánto fue? El choque de la magia hizo sangrar mis oídos en un punto en específico que no supe diferenciar, la sangre, el sudor, los jadeos de cansancio y por más comprometedor que eso haya sonado no tenía nada que ver con un placer carnal. Maldita diosa inmunda, no sabía quién eras en ese momento, pero estaba seguro de que ya te odiaba más que a nada en este mundo. Tú destreza en batalla, tú serenidad imperturbable, no era capaz de acercarme lo suficiente hacia ti y tú luz era tan brillante que mi oscuridad no podía entrar a envenenar tú corazón desde la raíz. ¿Quién te creías? Te odiaba, te detestaba tanto que deseaba cortar tú cabeza y ponerla sobre mí pared como un trofeo, ver tu belleza destruida con la cara del horror impregnada en ella, beber tu sangre en la mejor copa del reino demoníaco y deleitarme con tu alma pura como almuerzo.

Te odiaba, te odiaba tanto...

Tanto que mi fuerza se fue y me quedé paralizado con esa luz a milímetros de mi cuello quemando la superficie. Gruñi como un animal enfurecido, debía de ser inexorable y hacer lo que debía de hacer, pero me era imposible moverme, mis músculos estaban tensos mi sangre bañaba mi rostro y por más que intentaba seguir adelanta simplemente me era imposible, mi espada cayó al suelo en un ruido sordo que nos dejó aún más paralizados a ambos en la que la batalla acababa de decidirse.

Mi espalda ardía como el fuego  indicando algo que yo ya sabía y sentía en esos momentos, el odio...¿Qué sentido tenía tener el mandamiento del amor cuando no era capaz de cumplirlo? Si ni siquiera su propio portador se podía salvar del odio, era esa una de las razones por las que debía de renunciar a las llamadas emociones.

—Pobre alma—murmuraste con pena al ver como casi quería salir espuma de mi boca por la cólera que cegaba mi vista—Te daré paz—susurraste tan bajo que creí que era una alucinación, quizá fue por la luz que te daba un aspecto fantasmal, quizá era por el cansancio que empezaba a hacerse presente gracias al bulo movimiento de mi cuerpo. Ya no había escapatoria, iba a morir de la forma más patética y todos se iban a burlar de mi, murió bajo el efecto de su propio mandamiento a manos de una diosa.

Estaba listo...algo así...

La muerte nunca fue algo de lo que yo me sintiera asustado, lo veía como un final y ya, como un pozo oscuro sin final, mi alma finalmente iría al purgatorio solo para convertirme en una bestia del lugar y seguir cometiendo las atrocidades que hacía en vida. Con frecuencia me preguntaba la forma que iba a tomar cuando finalmente fuera derrotado y no me asustaba tener que ir a un lugar que conocía desde tantos años atrás.

Pesé a saber eso, la idea de morir seguía siendo algo extraño que me causaba un sentimiento inexplicable que prefería ignorar. En esos momentos no lo sabía, pero ahora se que era miedo, miedo a no haber vivido en realidad, miedo de no poder escapar del ciclo que se me había hecho cumplir desde que tenía memoria.

La ira me impedía darme cuenta de que era mi final, el demonio más malo de todos finalmente iba a perecer en batalla ante la luz de la hipocresía. Lo sentí, sentí perfectamente como la muerte se arrimaba hacia mí cuerpo y cuando tú finalmente clavaste tu rayo en mi...me curaste con una espada que perforó mi ser y sano mi cuerpo.

La muerte del demonio era completamente metafórica, había sucedido en mi cabeza como si fuera una de esas obras teatrales que les ponen los humanos a los infantes. Solo pude tomar conciencia de eso cuando el arrebol llamó mi atención, mi sangre se seco y las heridas sobre mi cuerpo fueron restauradas con una calidez tan deliciosa y placentera que el demonio falleció dentro de mi a manos de una diosa con expresión ataraxica, en manos tuyas.

Cuando tú cara se tenso quise de verdad estar muerto y no tener que ver el arrepentimiento en tu expresión, era una respuesta clara a que ni tú misma sabías lo que habías hecho, no tenías idea de porqué habías curado mis heridas y nuestros ojos chocaron como si quisiéramos conseguir la respuesta a esta duda en la mirada del otro. Mis pupilas se dilataron, mi magia incluso me abandono por unos instantes que el color prohibido de mis ojos lo vio una diosa que por fin pude reconocer. La despiadada ellie, la sanguinaria ellie, aquella mujer que tanto odiaba con sólo escuchar su nombre por la cantidad de demonios que ha asesinado a sangre fría. Ni siquiera el llamado "ángel de la muerte" era tan cruel con sus víctimas como lo era tú mujer, si es que amabas derramar sangre demoníaca ¿por qué no habías acabado con mi vida y ya? Pudiste haber conseguido una victoria única para tú facción, ¿qué te impidió matarme?.

—Te pondrás mejor, demonio —escupiste esas palabras con cierta sorna sin dejar de mirar a mis ojos, clavando tus espadas en mi alma, esos ojos, incluso el cielo azul debía de sentirse celoso por el color vivo en tus iris brillantes, llenas de un alma tan radiante que seguro iba a quemar mi estómago si es que osaba comerla como lo había planeado en mi lapsus de odio ciego.

Te fuiste de ahí parpadeando varias veces intentando romper con el contacto visual que tuvimos durante largos segundos que me parecieron horas y yo me quedé ahí, esperando a que el efecto de mi mandamiento se terminara y el odio innecesario que llegue a sentir por ti se desvaneciera para liberarme de mi prisión.

Nadie merecía esa alma tan pura, ningún demonio merecía devorarla y ninguna diosa merecía ser amado por una luz tan llena de paz y amor. Si ninguna diosa era merecedor de algo tan grande como eso, ¿qué podía esperarse de un ser maligno?

Los efectos del mandamiento se fueron horas después de que te fueras de la escena, las ganas de destruir a la aldea cercana se habla ido, sentía algo raro dentro de mí que me daba un mal sabor de boca, ¿Era sangre quizá? No, era algo que planeaba ingnorar, una extraña fascinación que buscaba saciar con algo que no deseaba ver y a la vez quería buscar, algo se había metido en mi cabeza y todos lo notaron a mi llegada, estaba extraño, distraído, sentado en el trono con la mirada perdida ignorando cada palabra de alabanza de chandler.

¿Acaso las diosas tenían un poder de control mental del cual yo no estaba enterado? ¿Acaso esa era una magia única de la despiadada elizabeth? Debía de ser eso, se me hacía algo asqueroso que tú te hubieras metido en lo más profundo de mis entrañas, habías usado magia estaba tan seguro de eso.

No pude dejar de pensar en aquel encuentro durante mucho mucho tiempo, esa voz dulce con un tono tan bajo que seguía sumbando dentro de mis oídos como una molesta abeja que no me dejaba en paz. Lo pensé día y noche, dormido o despierto, peleando o descansando, yendo de cuartel en cuartel para liderar las filas demoníacas sin poder olvidar esos ojos azules tan...perfectos.

Inefable, así me sentí nuevamente durante los interminables días en los que todo me daba vueltas y más vueltas sin parar. Todo mi mundo se estaba desmoronando si es que seguía tan concentrado en descubrir lo que no debía de ser descubierto... O tal vez, en realidad, mi mundo apenas estaba siendo construido. Frustrado, así me sentía también, incapaz de comprender nada más notando los hilos sobre mis brazos que me volvían el títere de mi padre.

Zeldris no dejaba de seguirme incapaz de comprender el repentino cambio que había tenido de un día a otro, los mandamientos me veían raro, incluso las diosas se habían vuelto menos atractivas a mis ojos, ya no me salían esas ansias destructivas de matarlas sin sentir nada como una roca inútil.

Paso una semana, luego tres, luego un mes, dos meses, cuatro meses...

—¡Basta! —grite con fuerza al arrancar la cabeza de la diosa que rogaba piedad en mis manos y lance su cráneo lejos de mi vista. Oculte mi rostro entre mis manos manchadas de sangre sin importarme el olor agrio de óxido ni el color que iba a dejar sobre mi piel, había entrado en crisis perdido en mis pensamientos que no pude controlar mi fuerza, no necesitaba una espada cuando podía destrozar con las manos nada más. Negué varias veces, inhale hondo intentando volver a mi compostura habitual ignorando las miradas de los demonios grises y naranjas que venían siguiendome en esta misión.

No podía soportarlo más, debía de buscarla, de encontrarla de alguna manera y poder saciar lo que había plantado en mi corazón sin que yo lo quisiera. ¿Dónde había quedado el despiadado demonio? Ya lo sabía, pero me negaba a admitirlo sin antes luchar por la vida del único yo que conocía a la perfección. Debía de intentarlo al menos, no podía rendirme sin antes ser capaz de creer por completo que yo había dejado de ser yo...o que apenas había empezado a ser yo mismo.

—Encarguense de esta escoria—rugi mirando a los demonios que se asustaron al ver ni apariencia tan desastrosa en esos momentos, abrí mis alas y me alce en vuelo sin saber a dónde ir en realidad.

La marca de mi mandamiento en mi nuca volvía a arder como cuando caí bajo su efecto aquella primera vez en la que te vi y lanzaste una flecha perfecta hacia mí alma empezando a corromperla desde adentro, buscando el núcleo de la maldad para destrozarlo. ¿Era eso lo que yo quería en realidad?

Surcaba los cielos sin un rumbo fijo buscando el inicio de mis problemas, había un lugar donde estaba seguro de iba a poder encontrarte, pero era la misión más difícil que iba a hacer nunca. Infiltrarme al palacio celestial era el allanamiento más difícil que iba a hacer nunca, burlar a los montones de guardias, la presencia de la deidad suprema que podría sentir mi presencia por mi poder, incluso el imbécil de ludociel iba a reconocer mi esencia si es que me acercaba un kilómetro a aquel palacio flotante. Iba a ser tan difícil que apenas podía convencerme.

Era un idiota. Dispuesto a arruinarlo todo solamente para cumplir un capricho sin pies ni cabeza.

—¿Eh? —escuche esa suave voz nuevamente llamando mi atención por completo. No vi nada más que nubes y nubes esponjosas a mi alrededor, tuve una discusión  conmigo mismo intentando saber si es que había sido un espejismo de mi mente por no dejar de pensar en un reencuentro incómodo y peligroso—¡Hey tú! —

—¡Carajo! —esquive rápidamente una flecha de oro cargada de una magia rosada que ya había visto antes. Por suerte esta no había causado ningún daño pues alcance a vislumbrar el arco que la había lanzado desde lejos y gracias a eso pude ver la ubicación de aquella voz que estaba buscando. Un teatro abandonado y destrozado que parecía que el viento más leve iba a derrumbarlo, tu cabello ondeaba con el viento aún incapaz de saber si disparar la siguiente flecha o esperar a ver lo que me hacía seguir adelante.

Titubeaste por demasiado tiempo, en pocos segundos ya estaba frente a ti suspendido en el cielo con mi mirada fría y los labios apretados y tu seguías con la cuerda del arco tensa esperando cualquier movimiento para volver a disparar hacia mí. Iba desarmado incluso, había dejado mi espada en el campo de batalla, ya me imagina a los demonios intentando levantarla sin lograrlo al no tener la suficiente fuerza. Solo uno de los mandamientos iba a poder cargarla de regreso al reino demoníaco.

Te mire, me miraste, tu cuerpo tembló cuando un viento helado acarició tu espalda descubierta y mi piel se puso de gallina por aquella brisa helada. Nos mostraba mis indiferentes y rencorosos hacia el otro gracias a una guerra sin sentido ni final.

—Tú—mumure

—Tú—dijiste con recelo repitiendo lo mismo que yo. Una sonrisa arrogante e involuntaria del demonio se asomo desde mis labios lo cual te hizo rodar los ojos con fastidio, tensas te más la cuerda ahora si dispuesta a disparar, pero contrario a lo que tu mente había decidido, tu cuerpo no se movió y sólo nos quedamos inmóviles en el lugar que se volvería nuestro santuario para poder vernos y una conversación con tan pocas palabras que lo decían todo.

—Hola, diosa—fue lo único que dije sin abandonar esa expresión confiada.

Te conocí

Y eso fue lo mejor que hice en toda mi jodida vida.

*

Bueno pues ya vieron como esta la cosa.

¿Les gustó? Espero que si ¿alguna queja? ¿Si herencia? ¿Cuál fue su parte favorita? Trato de narrar a un meliodas que quedó fechado de inmediato y a una elizabeth desconfiada, pero flechada. Espero se haya entendido QwQ

Disculpen faltas de ortografía, las corregiré luego. Sin más que decir nos veremos en alguna otra historia💕

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