PROLOGO: UN DIA NORMAL PARA LIZETH Y LUCAS.



Lizeth, mientras preparaba algunas mezclas para una sustancia, mientras su hijo se desarrollaba tranquilamente en la pequeña pesera pegada a un tubo metálico.

El sótano se hacía cada vez más caluroso y Lizeth, como no podía bajar la temperatura por su hijo, decidió quitarse el suéter, quedando solamente en sostén; dejando expuesta su espalda, con la abertura para dejar salir a su doble cárnico.

El sudor caía por todo su cuerpo, su abdomen estaba húmedo, sus pechos empezaban a oler a leche materna y su espalda desprendía un hedor pútrido de carne vieja y cortada con hongos; un hedor húmedo y sofocante.

Sudando y sudando, la travesía por hacer el suero perfecto se volvía dolosa y horrida. No obstante, en el momento que sintió que la sustancia había tomado la forma y la apariencia perfecta, fue excusa suficiente para secarse el sudor y salir del sótano.

Poniéndose su suéter subió hacia la sala de estar de la casa.

Su piel morena se había hecho brillosa, su hermoso y fino cabello ordenado se había humedecido, sus ojos verdes pálidos se cerraban lentamente y su sensualidad se mantenía aun en periodo de descanso.

Lucas, un hombre de cabello negro, tez morena y con vestimenta oscura, había llegado de un largo viaje en la carretera. El viaje fue misterioso para él y mucho más para Lizeth, quien solamente de reojo lo miró.

- ¿Lizeth? – Preguntó Lucas - ¿Estás bien?

-Si (Jadeo) solo (Jadeo) un poco (Jadeo) cansado (Jadeo)

-No estás bien. Mírate, estás jadeando.

Lucas tomó un trapo, lo humedeció y se lo puso en la frente a Lizeth.

-Estoy (Jadeo) bien (Jadeo)

-Tranquila Lizeth – Dijo Lucas acariciando su frente – Tranquila.

Lizeth empezó a tranquilizarse y tan rápido como se calmó, quedó completamente dormida.

***

Lizeth tuvo un sueño un tanto extraño, pero no por el hecho de que hubiera criaturas o seres más muertos que vivos, si no que, en realidad, era un sueño normal.

Parecía estar sola en un salón, con sus pensamientos. Horridos pensamientos.

No obstante, realmente su soledad era por imaginaciones suyas. Frente a ella, había una hermosa mujer, de traje, con chaleco negro y moño en su cuello; tenía cabello negro, con lentes y una sonrisa hermosa. En un momento dado, empezó a sentir palpitaciones en su pecho, su estomago parecía sentirse alterado, sus mejillas pecosas se enrojecieron y de un momento a otro, sintió como su vagina empezó a humedecerse. Era una sensación demasiado extraña para su ella actual, pero tan nostálgica para su ella de antaño.

La mujer dio la vuelta y vio a Lizeth.

-Ah ¿Cómo estás Liz? No te había visto.

Lizeth escuchó su voz, tan suave, tan tierna, sin embargo, tan hermosa y cálida como para no ser molesta.

-Liz – Dijo la mujer – Lamento lo que ocurrió ayer... yo me había vuelto un poco loca, el vino me había alterado... no... no se como disculparme contigo. En verdad lo siento.

Lizeth no dijo nada, sin embargo, sintió como sus piernas empezaron a moverse, se levantó, meneando sus muslos debajo de una falda color caqui, apretados por medias blancas, de una forma poco convencional. Mirando de forma profunda con su semblante ojeroso.

- ¿Li-Li-Lizeth? – Dijo la mujer con nervios.

Antes de que ella pudiera volver a hablar, Lizeth la tomó de su camisa y le dio un beso, con pasión oculta, pasión que no se relacionaba con la ciencia y esa enfermiza profesión de crear hijos deformes; una pasión que jamás había vuelto a sentir desde... desde...

***

Lizeth se había despertado del extraño sueño y notó que no era de día, si no que había dormido hasta la noche siguiente.

Decidió no moverse, solo quedarse recostada, notando que su suéter lo tenía puesto y dejándose llevar en sus sueños...

Con ese acto de divagar en los recuerdos en forma de sueños, vio a una niña con cabello abultado, desordenado, con ojeras, pecosa, un poco gordita, con grandes muslos y cierto andar jorobado; esa pequeña niña, con más vida que ella, era...

Ella misma.

Tras haber vuelto a sus actividades normales, con total desprecio y violando las leyes de la naturaleza, Lizeth seguía haciendo alimento para su crea.

-Lizeth – Dijo Lucas desde el piso de arriba, obligando a Lizeth a salir del sótano.

- ¿Qué ocurre Lucas? – Dijo Lizeth.

- ¿Esto es tuyo? – Dijo Lucas, mostrándole una vieja libreta de color morada con hojas amarillentas que Lizeth tenía oculta, o eso recordaba, en el armario de su habitación.

- ¿Dónde encontraste eso? – Preguntó Lizeth recordando, aunque poco, el contenido de esa libreta.

-Estaba en el sillón – Dijo Lucas.

Al pensar que, por haber estado en el sillón no era importante, le dijo a Lucas.

-Puedes quedártelo si quieres, no creo que importe.

-Bueno.

Todo ese cuaderno, con trozos rotos y dibujos extraños, era ahora posesión de Lucas.

Entonces, sin dudarlo, empezó a leerlo.

***

Lizeth.

Tengo que confesarme con total veracidad, ante todo. Hay algo en Diana que no cuadra para mí. Existe algo que me hace sentir distinta...

Me hace sentir...

¿Feliz?

***

-Lucas – Lizeth habló con Lucas de forma tranquila, aun así, sacando del transe a el pobre hombre, que al oír su voz, se estremeció.

-Tranquilo Lucas – Dijo Lizeth con calma – Solo quería decirte que... gracias por todo.

- ¿Cómo?

-Si... se que no lo he dicho mucho, pero quiero que sepas que, sin ti, jamás hubiera superado el hueco en el cual me encontraba, si te soy sincera.

-Bueno...

-Bien. Voy a estar en mi laboratorio.

-Está bien.

Lizeth, con tranquilidad, caminó hacia el sótano. Lucas se sintió extrañado, no obstante, no le prestó atención a ella, puesto a que, tanto en la preparatoria como en ese momento, actuaba tan extraña y aleatoriamente que sinceramente, era como si ella fuera la misma persona ahora como lo era antes.

Aun y con ello...

Lucas empezó a leer...

El diario de Lizeth...

***

Lizeth se había quedado dormida tras una larga jornada en su laboratorio. Los problemas ya no eran algo importante, ya nada valía la pena por preocuparse. Todo había terminado.

Entre sus sueños, tal vez tuvo una pesadilla. Todo era extraño y lo extraño sacó de su sueño a Lizeth.

-¡Ah! – Dijo Lizeth asustada, jadeando y dándose cuenta que en su cuarto brillaba todavía la luz del atardecer. No había gran responsabilidad y todavía había dinero. Realmente podía volver a dormirse, sin embargo, algo le hizo sentir nostálgica.

Era una sensación de años. Demasiados años.

No se podía describir fácilmente; tenía similitudes con lo que había tenido con Nata. Se sentía igual que los días con él.

Pero ¿Por quién eran esas sensaciones, ese sentimiento, ese sentir?

Su corazón empezó a palpitar rápidamente, sus mejillas morenas y pecosas se hicieron rojizas.

Comenzó a tener calor. Se quitó su cobertor y jadeó, como si le faltara aire. Nerviosa, ese sentimiento seguía en su ser, sus latidos se hicieron más rápido, y mientras su cuerpo se retorcía y se electrizaba, gimió.

Volteó su mirada hacia la nada, hundiendo su cabeza, sintiéndose penosa, mientras el sudor de su frente caía lentamente hacia sus labios.

Se levantó de la cama, se quitó su pantalón, dejando expuestos unos hermosos muslos morenos, piernas con cicatrices y moretones y con sus pies dañados, como si estuvieran contorsionados.

Recostándose en su cama, subió su suéter, empezó a tocar sus pechos y a su vez, metiendo su mano izquierda en su entrepierna, empezó a tocarse lentamente.

Mientras esto ocurría, Lucas se mantenía despierto, leyendo tranquilamente el diario de Lizeth, viendo escritos sin importancia hasta llegar al más importante de todos.

A su vez que vio la hoja donde todo inició, realmente inició en el diario, escuchó un alarido de Lizeth. Hizo caso omiso, sabiendo que cosas seguramente pudo haber hecho Lizeth, por lo que siguió leyendo.

Por otra parte... Lizeth se había corrido en la cama, y aun con ello, siguió acariciando su vagina, reposando su cabeza en el brazo derecho...

Todo se había resuelto. Habían pasado demasiados años desde que se masturbó... no ocurrió desde que... desde la preparatoria... lo recuerda perfectamente...

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