Capítulo I


Oh, indefenso omega

"No sé porque duele, si se supone que ya me había acostumbrado "

Anónimo.

Una estruendosa alarma lo sacó de su ensueño, incorporándose rápidamente en su lugar, se levantó y se dispuso a ir en busca de su pago.

Salió de la celda sin importarle mucho lo que pasaba a su alrededor, varios oficiales custodiaban el enorme pasillo por el que se desplazaba. Miró detenidamente cada rostro y cada detalle del lugar.

Reconoció entre todos los oficiales al policía que le había ayudado a entrar a ese infierno, sus pasos se aceleraron hasta llegar a él.

-No seas tan obvio, maldita sea -gruñó el beta.

-No hables como si todos aquí no fueran corruptos -espetó en voz baja, su alfa estaba furioso, no estaba exactamente en sus planes del mes estar en una maldita prisión de alta seguridad solo para recibir una paga, claro que tampoco lo estaba que su padre muriera y le dejara todo el maldito desastre de su vida y sus negocios a él.

-¿Qué necesitas, Payne?

-Omegas. ¿Cuántos hay aquí? Específicamente, uno que haya entrado hace tres días.

El beta entrecerró los ojos, rememorando los últimos días, su pulso se alteró un poco al notar la intimidante y para nada paciente mirada de Liam.

-No hay muchos omegas, de hecho, creo que no hay ninguno.

Liam gruñó y lo estrelló contra la pared, el beta contuvo un gemido de sorpresa y dolor, las manos de Liam aprisionaban su cuello, exigiendo una respuesta.

-No juegues conmigo, beta. Esta es posiblemente la única cárcel en el mundo en donde mezclan omegas con las demás razas, tiene que haber aún que sea uno, en especial, un Malik.

-¿Un Malik? -tembló ligeramente al escuchar el apellido, ¿un omega de apellido Malik? Era difícil de creer-. Creo, que escuche algo de eso, pero no estoy seguro, no sé si es él pero hay un chico que llegó ayer, no tengo idea de porque está aquí, pero dejaron en claro que nadie podía tocarlo. Ni siquiera sé si es omega.

Liam soltó su agarre y se tranquilizó un poco. Su alfa interno gruñía de furia y se abstenía de las ganas que tenía de golpear y probablemente matar a alguien. Quien sea.

-Nombre -exigió.

-No lo sé, pero te puedo decir como es, tal vez te sirva -excusó con la voz temblorosa, Liam rodó los ojos e hizo un ademán para que continuara-. Delgado, cabello negro, ojos cafés, tatuajes y un olor que puede que reconozcas.

-¿Qué olor? ¿Cuál es su aroma?

-Menta y tabaco -respondió recordando el dulce pero también amargo aroma del chico, que definitivamente volvería loco a cualquier alfa-. El chico no a hablado con nadie desde que llegó, y aunque los alfas de aquí se mueren por comérselo, no lo han hecho. Al parecer alguien de afuera lo ordenó.

Liam asintió y se volteó para alejarse del beta.

Tabaco y menta; ese olor se quedó en su imaginación, ese aroma era exquisito se solo pensar. Un olor dulce, fresco y amargo a la vez, lo que pone las hormonas de cualquier alfa a funcionar, aunque ese tabaco no le agradaba mucho. Un omega no debe fumar ni mucho menos si quiere durar, si esa era su paga; le prohibiría fumar. Los omegas no estaban hechos para esas cosas, eran delicados y pequeños, normalmente un omega que fume sería considerado un bastardo de la familia o simplemente un defecto de fábrica. En el mundo en el que vivían hay que apegarse a su naturaleza, no ir en contra de ella; esa era la única ley que Liam seguía decorosamente.

-¡Hora del desayuno! ¡Todos al comedor! -escuchó gritar a un guardia por lo lejos. Bufó de fastidio y siguió caminando, cada vez el aroma a comida se hacía más y más fuerte. Claro, comida asquerosa al igual que ese lugar, cuando menos se lo espero ya había entrado al comedor.

Miró expectante el recinto, el asqueroso olor de alfas sin bañar le inundó provocando una mueca de disgusto en su rostro. Todas las miradas se posaron en él, algunos ni siquiera lo conocía. En forma de defensa todos los presentes invocaron a su alfa haciendo que sus ojos se tornaran rojos, tratando de someter a Liam, quien solo enfureció más de lo que estaba.

Y estos, ¿quién mierda se creían?

Su alfa salió a flote, gruñendo tan fuerte y demandante que todos en la sala bajaron inmediatamente la cabeza. Sometidos ante Liam. Un aroma dulce instintivamente calmó a su alfa, sus colmillos desaparecieron sin su permiso junto con sus garras y sus ojos volvieron a ser de un oscuro café.

Ese olor. Ese maldito olor, pensó sin poder evitarlo.

Encuéntralo. Gruñó su alfa hipnotizado por el aroma.

Liam se tambaleo un poco hacia atrás, no estaba acostumbrado a que el aroma de un -a lo que puede adivinar a ciegas-; omega tuviera tanto control en su alfa. Y eso no le gustaba, odiaba que alguien tuviera control sobre él.

Aunque, eso le recordaba una de las muchas reglas que le a impuesto a su forma de vida.

El control está sobrevalorado.

El aroma era mil veces mejor a como lo había imaginado, claro, había que destacar que los betas no perciben ni un cuarto del verdadero aroma que desprendía de tanto los omegas como los alfas.

Miró a su alrededor, enfureciéndose al ver como a todos los alfas del lugar se les oscurecían los ojos ante la lujuria provocada con tan solo olfatear ese aroma.

Su lobo gruñó.

Mío. Mi omega.

Frunció el ceño al notar lo que estaba pensando.

Demonios.

Sacudió la cabeza ante ese pensamiento, él no tenía omega, ni lo tendría. Solo putas para pasar el rato sin mucho indecoro.

Aunque, al fin y al cabo, ese aroma, su paga era suya. De su propiedad, y nadie tocaba o siquiera miraba de esa forma algo que es suyo.

Volteó su cuerpo en busca del delicioso aroma que profanaba sus fosas nasales. Y entonces lo vio.

Definitivamente la descripción del beta no le hacía justicia al pequeño omega que tenía frente a él.

Simplemente poseía esa clase de belleza exótica que siempre lo había atraído de los omegas. Era él.

Tal vez Yaser no estaba tan demente después de todo. Ese chico era una perfecta paga a cualquier crimen, incluso por un momento, el enojo y la furia acumulada después de la pérdida de su padre se disminuyó un poco.

Su cabello era negro como el azabache, despeinado cayendo vagamente por su rostro, cejas gruesas y pestañas largas. Dios, definitivamente tendría una debilidad por esas pestañas.

Sus labios no eran ni gruesos ni finos, eran perfectos. Su cuerpo era perfecto para encajar con el suyo, ligeramente más bajo, delgado pero contorneado adornado por diversos tatuajes.

Y sus ojos del avellana más hermoso que había visto nunca.

El omega mantenía la cabeza baja, sometido ante el alfa, sabía exactamente porque estaba allí. Era estúpido pensar que siendo quien era su padre lo dejaría tranquilo. Sabía que, al ser omega, solo era un simple objeto de intercambio para los alfas. Después de tanto tiempo, ya no le quedaba más que aceptarlo.

Lágrimas amenazaban peligrosamente por salir, su omega se encogía y se sometía ante Liam. Se sentía pequeño y débil. Estúpido omega, maldijo.

Liam gruñó exigiendo que levantará la mirada. Primera orden de muchas, pensó el más pequeño. Primera humillación de muchas.

Obedeció, encontrándose con unos enormes y fríos ojos color miel.

El hombre que estaba frente suyo era notablemente más alto que él, más grueso y musculoso. Si no estuvieran en esa situación definitivamente lo hubiera encontrado atractivo, pero en ese momento solo le daba asco de solo pensar en toda la sangre que tenía manchada sus manos.

Liam lo tomó del brazo bruscamente, lastimando al pequeño en el proceso, no pudo evitar no gimotear, su omega estaba aterrorizado y a la vez un poco fascinado extrañamente con la presencia del alfa.

Lo siguiente que sintió fue la nariz del alfa hundirse en su cuello, deleitándose con su aroma sin poderlo evitar. Podía sentir como su respiración chocaba en su sensible piel y como su omega se estremecía y pedía por más contacto.

Pero él sin su lado animal no sentía eso. No. Solo repulsión.

-Nombre -exigió Liam aún hundido en el cuello del contrario. Al omega le temblaban inevitablemente las piernas. Las palabras no salían de su boca, solo pequeños suspiros. Liam gruñó, exigiendo su respuesta.

-Zayn -dijo con la respiración entrecortada-. Zayn Malik -completó con un amargo sabor al pronunciar el apellido que tanto odiaba y que tanto sufrimiento le había provocado.

Liam se separó del menor, mirándolo directamente a los ojos con un rostro inexpresivo.

-Mi pago. Mi propiedad -demandó con voz ronca, aún sin soltar su fuerte agarre del brazo de Zayn, el más pequeño bajó la mirada asintiendo suavemente-. Dilo.

Zayn cerró sus ojos humillado, sintiéndose impotente y dominado. Tenía que obedecerlo en todo lo que le dijera, por más que se odie a si mismo por ello, no tenía opción.

-Tuyo -murmuró por lo bajo con la voz quebrada-. Tu propiedad.

Liam sonrió satisfecho.

-Haré lo que quiera contigo y tú te limitarás a cerrar la boca y obedecer, ¿entendiste?

Zayn se encogió en su sitio, sintiéndose como su omega temblaba de miedo y gritaba por ayuda, buscando inconscientemente un alfa en el cual refugiarse.

-S-sí -tartamudeó.

El alfa lo sacó a rastras del comedor, dirigiéndose a su celda con el omega siendo arrastrado junto a él. Varias personas los miraban con clemencia en sus ojos, como si le desearán suerte al más pequeño.

Una vez llegó, lanzó al omega dentro, haciendo que cayera y lloriqueará un poco. Abrazó sus piernas en el suelo obligando a su omega a guardar silencio y no soltar un sollozo que probablemente solo haría molestar más al mayor.

Liam volcó el colchón de su cama metiendo su brazo en el así sacando una pequeña caja negra, lo que Zayn supuso era un teléfono desechable.

Marcó el número registrado y colocó el celular en su oído.

El otro lado de la línea se escuchaba turbulencia y varias voces.

-Lo tengo. ¿Dónde estás? -anunció Liam.

-Lejos, creo -dudó, el alfa rodó los ojos fastidiado, quería salir ya de ese lugar. No soportaba estar tan encerrado-. Tendrás que pasar la noche ahí, por la mañana ya todo se estará haciendo y saldrás de ese lugar antes de mediodía. Lo prometo.

-No creo en promesas -espetó antes de colgar.

Contuvo las inmensas ganas de aventar el celular contra la pared y se limitó a esconderlo de nuevo, del colchón sacó las armas que había encargado. Un par de pistolas y una daga de plata la cual tomó entre sus manos analizándola, incluso parecía que la estaba admirando.

Zayn se estremeció al ver el arma, había visto muchas armas en su vida, pero en definitiva odiaba aquellas dagas. Cabe mencionar que la plata tiene una horrible reacción en la piel de los alfas, betas y omegas. En especial en estos últimos por ser los más débiles tanto física como emocionalmente.

-Vamos cariñito, ¿por qué no bailas para papá? -su rasposa voz retumbó en su mente-. Tu piel es hermosa y delicada, pero un poco descolorida, ¿no crees? -añadió pasando el filo del cuchillo por la longitud de su vientre.

Zayn soltó un gritó ahogado ante el recuerdo, abrazando más sus piernas se quedó en su lugar, ahora sí, lagrimeando y sollozando bajito.

-Prometo que la plata será tu nueva mejor amiga, ¿te duele? -el pequeño asintió gritando de dolor cuando la daga se clavó en su muslo izquierdo-. Si hubieras sido un alfa no estarías sufriendo, omega maricón. Y yo no tendría que aguantar verte la cara todos los días. Ver mi maldito fracaso.

Su omega gimió exigiendo protección, Zayn volvió a la realidad regañándose mentalmente por estar montando esa escena en frente del alfa no quería molestarlo. No quería meterse en más problemas.

El alfa de Liam se alertó ante el aroma de miedo y tristeza que sucumbió el recinto. Gruñó sin poder evitar que su instinto de alfa se preocupará por el pequeño omega que estaba allí, era su naturaleza, brindar protección y seguridad a los más pequeños, para eso existían. Aunque él siempre se abstuvo de ese instinto, lo ignoró olímpicamente y se volteó con el ceño fruncido.

Zayn estaba hecho un ovillo en el frío piso de la celda, con varias lágrimas escurriéndose por sus mejillas ligeramente sonrosadas. Su cuerpo temblaba y por poco Liam creyó que entraría en un ataque de pánico.

-No llores -exigió malhumorado, Zayn rápidamente se limpió las lágrimas con brusquedad-. El olor tristeza que está saliendo de ti realmente me enferma.

El omega se atragantó con los insultos que estaban a punto de salir de su boca y asintió.

Trató de tranquilizarse, respirando profundo y decidido a estar callado el resto del día. Lo único que puede desear en ese momento es que el alfa soltará esa estúpida daga.

Liam lo miró con curiosidad.

-¿No preguntarás nada? ¿No gritarás por ayuda o tratarás de escapar? -preguntó incrédulo y burlón al pequeño que tenía en frente-. Vaya, Yaser tenía razón, no eres más que un omega sumiso y temeroso, perfecto para ser mi puta -se burló amargamente.

Zayn se maldijo a si mismo por ser tan débil, pero, a decir verdad, prefería aceptar de una buena vez la mierda de su vida y dejar de escapar. Diecisiete años tratando de huir, ya se había cansado.

-Créeme que si me hubieran vendido como un maldito muñeco de trueque hace unos años estuviera pasado justo lo que acabas de mencionar -decretó orgulloso de si por no tartamudear, la presencia de un alfa siempre lo ponía nervioso.

-No maldigas -ordenó-. No suena bien en un omega.

Zayn rodó los ojos. Malditos estereotipos, pensó el menor tragándose una vez más sus palabras, no lográndolo tan bien como la última vez.

-¿Por qué? ¿Te preocupa lo que piensen de mí? Un omega vendido, maleducado y con mal A.D.N, no creo que ahora me tengas para presumir, es más, puedo apostar que lo único que harás conmigo es saciar tus celos, o simplemente me vendas a alguien más cuando te aburras -Liam lo interrumpió.

-¿Eso es lo que hacían? ¿Lo que te han hecho todos? -preguntó conforme se fue acercando-. ¿Te vendían, abusaban de ti y luego el ciclo se repetía una y otra y otra vez? -Zayn tembló ante su tono, su omega comenzó a lloriquear más fuerte-. ¿Puedes siquiera darme un número aproximado de las veces que abusaron de ti? O, ¿perdiste la cuenta? ¿Tu infancia fue un trauma? ¿Puedes decirme cuantos dueños has tenido antes que yo? -el menor permaneció callado con la cabeza baja, Liam se acuclilló a su altura, esperó unos segundos, el silencio reinaba, si se concentraba lo suficiente podía sentir el sufrimiento del moreno-. Eso creí, no eres nada. Solo un pequeño omega, y, ¿sabes para que fueron creados? Para abrir las piernas y cerrar la boca -su tono se había alzado, lágrimas comenzaron a resbalar por las mejillas del omega, conteniendo sus gemidos de miedo y mordiéndose el labio, para evitar sollozar, tan fuerte que comenzó a sangrar-. Todos los alfas que han pasado por ti no son nada comparados conmigo, no me conoces pero lo harás pronto, y no te gustará hacerme enojar como ahora. No permitiré insolencias de ese tipo de un omega. Vas a respetarme y a limitarte a cerrar tu maldita y preciosa boquita y a obedecer en todo lo que diga. Te vas a dirigir a mí como tu alfa. Y si sigues molestándome con tus lloriqueos, juro que cuando salgamos de aquí te enseñaré a obedecer y aprenderás que conmigo solo hay un modo, y no es el bueno. Y, te aseguro que no te librarás tan fácil de mí.

Liam se levantó del lugar y salió de su celda, dejando a un muy asustado Zayn hecho un ovillo en el frío suelo del lugar. Gimiendo bajito y con su mente demasiado ocupada reviviendo sus palabras.

Una.

Y, otra vez.

-¿Puedes siquiera darme un número aproximado de las veces que abusaron de ti?

Sí podía, pero era algo poco creíble.

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