EPÍLOGO

Hay muchas cosas que se pueden contar y que a la gente le parecen realmente importantes de saber pero, de igual manera, hay cosas que es mejor no obligarse a recordar porque hacerlo hace demasiado daño a quien lo esta narrando. El poder enfrentar algo que parece más una tortura que un simple hecho y sobrevivir a ello no necesariamente significa que se pueda sobrevivir nuevamente al volver a recordarlo , por ello es que prefiero evitar explicar cómo fueron los días en que debí asistir al funeral de mi madre y el día siguiente en el que fueron a arrestarme.

Preferiría ahorrarme las explicaciones de los interrogatorios, los golpes, las verdades contadas a medias...el rostro de angustia de mis cercanos y los múltiples enfrentamientos que mi altanería me provocaban con los demás sujetos recién ingresados.

Me saltaré todo eso porque es algo que simplemente prefiero no recordar y simplemente comenzaré esta parte en esos días cuando ya me encontraba en una zona, relativamente, segura de la cárcel. Cuando mi juicio ya había sido agendado para tres meses más y no parecía que las cosas fueran a mejorar demasiado, aunque tampoco a empeorar, para entonces.

Aquel lugar no era peor que el orfanato, jamás pudiera serlo, en realidad era algo a lo que lograría adecuarme sin problemas mientras fuera inteligente y me alejara de aquellos sujetos con apariencia peligrosa. Los primeros días no había hecho mas que fingir, había tomado un pedazo de madera cualquiera y me había sentado en una silla en la sombra para comenzar a tallarla sin sentido ni patrón alguno y mientras hacía eso me dedicaba a observar a los demás hombres que estaban trabajando en aquel patio.

En ese lugar no era una obligación hacer algo pero a los gendarmes por lo general les agradaban más los sujetos que no perdían el tiempo y era por ello que siempre buscaba alguna buena pantalla que me hiciera ver ocupado. Por otra parte eso también me ayudaba a alejarme de los demás reos que parecían no estar muy agradados de tener a alguien con mi apariencia dentro de sus filas, ganas de enfrentarme a ellos no me faltaban pero yo no era un idiota y sabia que buscar peleas en ese lugar no era algo que me dejaría con vida.

Debía mantenerme desapercibido y sin molestar hasta que estuviera seguro de que me sentenciarían a pasar unos años más en el encierro, allí podría tener luz verde para utilizar a los contactos de Danny y haría circular las drogas que me darían un estatus en ese lugar, mientras tanto debía ser paciente e intentar descifrar lo que más pudiera de los hombres que parecían ser importantes allí dentro.

Fue como al cuarto día en que un hombre muy alto y delgado se acercó a mí, cuando yo jugaba con la madera y un cuchillo, me regaló una sonrisa que no le devolví y se sentó a una distancia razonable de mí.

-¿Qué tal chico?- me saludó con alegría.

- No mucho señor- espeté secamente.

-¿Cómo te llamas? A mí me dicen el Rufo.

-Mi nombre es Beck- dije mientras miraba la punta que había dejado en uno de los extremos de aquel trozo de madera, parecía una lanza hecha por un chiquillo.

-¿A quien buscas engañar Beck? Es obvio que no sabes trabajar la madera.

-Pero he visto como trabajan con ella, nada pierdo intentándolo- dejé caer mi obra de arte y luego limpié la hoja del cuchillo en mi pantalón.

-Espero que no pienses cortarte con eso- bromeó entre pequeñas risas y yo alcé una ceja- lo digo por tus muñecas- indicó- tienes varias cicatrices allí.

-Creo que aquí dentro hacerlo me traería problemas- comenté observando a un gendarme que se paseaba en el patio contiguo.

- Hoy es día de visita ¿vendrá alguien a verte?- yo asentí con la cabeza- no hablas mucho ¿verdad?

Cuando el horario de visitas por fin llegó la primera a quien vi fue a Luna, la abracé con fuerza y aproveché de besarla antes de que dejaran a Danny y Andrew pasar también. Hundí mi rostro entre su cuello y su hombro para inhalar con profundidad y embriagarme de su aroma como si de un vicio se tratase y su risilla fue la que me hizo despegarme de ella luego de exhalar.

- Odio que tengas que pasar por todo esto Luna- dije apenado.

-No te preocupes, las que revisan siempre me tratan muy bien- dijo sonriente- lo malo es que no dejan que Junior también venga a verte.

-No puedo creer que Danny te haya convencido de decirle así al perro- repliqué frunciendo el ceño- por cierto ¿Dónde están? Están tardando demasiado.

- Si, es que ellos se quedaron a hacer la fila para que revisen las cosas que te traemos y sabes que eso toma tiempo.

-Por supuesto- murmuré fastidiado y triste.

-Además...- titubeó ella- podría servirnos para hablar un poco- yo alcé una ceja.

-¿Ocurrió algo malo?- inquirí extrañado.

-No, claro que no- respondió apresurada y luego su actitud se tornó nerviosa- es solo que...yo quería preguntarte...¿Qué somos tu y yo?

-¿A qué te refieres con eso?- pregunté fingiendo incomprensión y, por primera vez, vi como las mejillas de luna comenzaban a enrojecerse con timidez.

- Bueno es que la manera en que me saludas no es precisamente como se saluda a un amigo...pero tampoco somos algo más... ¿o sí?- yo tragué saliva sin saber que decir a aquello, entonces me miró a los ojos- es como Danny y Amapola, ellos no están casados ni nada pero viven juntos y son novios. Yo vengo aquí mucho, siempre me besas cuando me saludas y cuando te despides pero... ¿Qué somos?

-Luna yo...- pasé una mano por mi cabello- yo...no lo sé, no...no soy bueno para este tipo de cosas y...

- Prefieres dejarlo así- completó la frase con voz triste y expresión decepcionada.

-No, no es eso...digo, si pero...- suspiré- es que tú y yo....yo y tú...no podemos...

-¿Por qué no?- preguntó dando un respingo.

-Luna ¿es que no lo vez?- pregunté colocando mis manos sobre sus hombros- ¿no comprendes que si somos novios tarde o temprano nos traerá problemas?

-No entiendo- dijo con voz temblorosa- ¿no son problemas los que ya tenemos ahora?

-Pero Luna...Josef era hermano de mi madre, él y yo compartimos la misma sangre

Ella me miró fijamente durante unos segundos que parecieron ser eternos, escaneó mis ojos y analizó cada una de mis facciones como si intentara buscar alguna similitud y no pudiera encontrar absolutamente nada. Su rostro parecía sorprendido pero no impactado ni mucho menos turbado o asqueado o alguna de las reacciones que hubiera esperado recibir de ella al momento de recibir la noticia.

-Es muy triste...- dijo apacible y dudosa- pero no entiendo por qué eso debería importar tanto, tú y él no se parecen en absolutamente nada.

-Pero...- yo la solté sin comprender cómo podía estar tan calmada- tú y yo somos medios hermanos ¿no te importa?

- ¿Medio hermanos?- repitió mientras una sonrisa se formaba en sus labios y sus ojos se mostraban relajados- ¿de dónde sacas esas cosas?

-Pues...Josef es tu padre...de ahí lo saco.

- Ya veo- ella se rió levemente y me miró con ternura- Beck tienes que aprender a decirme cuando ese tipo de cosas te aflijan- yo levanté una ceja, exigiendo una explicación más clara- mi verdadero padre murió cuando yo tenia cuatro años y recuerdo muy poco de él, aunque sabía que era alguien bueno- sonrió con nostalgia- cuando tuve como siete años mi madre conoció a Josef y se casaron poco después...bueno, en realidad lo que pasó después no es importante la verdad.

-¡Demonios!- maldije con alegría- Luna, te amo- exclamé mientras la abrasaba impulsivamente.

Es difícil explicar una emoción o definir una sonrisa, al menos para mí lo es, incluso es aún peor cuando es la primera vez que algo así te embarga de aquella manera y con esa clase de intensidad. Lo que si resulta ser más sencillo es comparar y la aproximación más cercana a lo que sentí en esos momentos se encontraba entre mis recuerdos de los escasos instantes en que pude saborear la libertad en la plenitud de la euforia que esta me producía.

Por fin tuve una sonrisa amplia y sincera que reflejaba una completa alegría, en lugar del desquiciado homicida que en mi interior se ocultaba, y tuve la impresión de elevarme en el aire durante los instantes en que intenté fundirme con Luna en aquel sencillo abrazo. El color negro de mi arco iris por fin se había ido y ahora solo los colores pastel lograban componer aquella luz que Luna significaba en la obscuridad repleta de ironías que significaba mi vida.

Observé mi rostro en el desgastado espejo que se extendía por sobre los lavabos de los nauseabundos baños, el lugar se encontraba completamente vacío pero aquello no hacía que el lugar entero apestara, hice muecas a mi reflejo como había acostumbrado a hacerlo desde hacía ya un tiempo y me alegró notar que no habían vuelto a haber cambios sobre mí, al menos no por el momento, aunque mi cabello había crecido su resto durante aquel último tiempo pero supuse que los gendarmes no dejarían que lo dejase crecer por mucho más tiempo.

Entre mis divagaciones la puerta sonó, distrayéndome de forma molesta, había sido cerrada por dos hombres de abundantes tatuajes y rostros amenazadores que parecían sentirse felices de haberme encontrado en ese lugar. Uno de ellos era grande y macizo como un orangután mientras que el otro era algo más delgado pero fibroso de todas maneras, los dos me provocaban más miedo del que me hubiera gustado sentir pero la costumbre ayudó a que ellos no lograsen notármelo en el rostro.

-Mira nada más, hemos encontrado al cabeza de zanahoria- dijo el más delgado mientras pasaba un Brasov por mis hombros- ¿Qué tal chico? ¿te han tratado bien?

Yo no respondí y observé nuestros reflejos, la sonrisa de malignidad en su cara hacía que la inexpresividad en la mía se acentuara aun más, era evidente la diferencias de contexturas y de actitudes entre nosotros y aún más era la que se presentaba con aquel mastodonte que también sonreía parado a nuestras espaldas.

-Parece que quiere seguir sin hablarnos- habló el gigante y el que me tenía agarrado me lanzó hacia él como si yo no fuera más que una simple pelota.

-Te crees muy listo como para hablarnos ¿no?

- No lo creo, lo soy- dije entre dientes al ver que no tenía opción alguna de ganar en una pelea con esos dos neandertales.

Mi visión futura me mostraba a mi mismo desangrándome en aquel mugroso suelo y no pensaba quedarme callado sabiendo que mi final resultaría ser más o menos el mismo si me mordía o no la lengua. Tal vez podría enfrentarme a ellos, intentar responder a sus golpes, pero era obvio que sería inútil y que solo si tenia mucha suerte podía caer el caso de que los tres terminásemos casi muertos ahí mismo, después de una considerable pelea suicida de mi parte, pero era claro que yo no me destacaba por tener suerte y prefería esperar a que todo terminase rápido en lugar de hacer algo estúpido antes de tiempo. Crucé mis dedos para que no terminasen matándome, cualquier otra cosa la podría soportar sin problemas, y cerré los ojos al sentirme lanzado nuevamente a los brazos del más delgado quien se ocupó de inmovilizarme mientras el gorila hacia tronar sus dedos como una amenaza.

- Te enseñaremos a no ser tan respondón - dijo mientras el otro se reía.

- ¡Hey! ¡déjenlo ya o estarán muertos!- se escuchó el eco de una voz luego del estruendoso ruido producido por la puerta al abrirse de golpe.

-Mierda, el Rufo- murmuraron al unísono mientras yo era lanzado para ser recibido por el aire.

Mientras una alargada figura se acercaba hacia mí los otros dos hombres escapaban por la puerta recién abierta, yo no lograba comprender absolutamente nada, cuando el Rufo estuvo lo suficientemente cerca me sonrió cálidamente y extendió su mano a modo de saludo. Luego de dudar unos instantes la estreché.

-Muchas gracias señor- dije al soltarlo- le debo una.

-Nada de eso muchacho- negó con la cabeza- me caes bien y un poco de buena suerte no le viene mal a nadie.

-Sí...tiene razón- murmuré recordando haber visto aquella frase escrita alguna vez sobre un diario de páginas amarillas.

-Ven, te invito a caminar un rato- ofreció y yo asentí con la cabeza

No tuve el valor de preguntarle a aquel hombre las razones de su repentino interés en mí ni el porqué me había salvado de aquellos sujetos cuando tan solo habíamos hablado solo una vez el día anterior. Sin embargo me ardía la curiosidad por saber cómo era posible que alguien de apariencia tan apacible pudiera provocar tanto miedo entre los demás y cómo rayos había llegado a parar a ese lugar siendo que tenia la apariencia de ser alguien demasiado listo como para resultar fácil de atrapar así como así.

Para mi resultaba obvio que él no era alguien demasiado mayor aunque demostrara lo contrario, quizás a causa del encierro, su cabello era negro y veteado de canas en alguno que otro sector mientras que sus ojos eran grises y su piel algo tostada. Era muy alto y delgado, poseía un mentón aguzado y unos labios delgados bajo una nariz aguileña que era atravesada por una cicatriz que cruzaba su rostro de mejilla a mejilla.

Había algo en él que me resultaba familiar por alguna razón y no podía definir qué era exactamente aquello, sin embargo tampoco me molesté demasiado en descubrirlo y en poco tiempo me decidí por dejar de observarlo. Sin embargo en cuanto aparté mi mirada fue él quien comenzó a escrutarme de forma silenciosa como si también quisiera identificar algo en mí o, más bien, como si ya supiera lo que había en mí que le causaba interés y no terminara por convencerse de lo que veía.

-No quiero ser descortés con usted- hablé por fin- pero debe de saber que me molesta cuando se me quedan mirando demasiado- el rió levemente.

-Ahora entiendo por qué duras tan poco rato en un solo lugar, muchos aquí están molestos con tu actitud de indiferente soberbia ¿sabes?-yo me encogí de hombros.

Claro, ya me había dado cuenta de ello y también era consciente de que esa precisamente era la razón por la que muchos allí hubieran adoptado la manía de mirarme con odio cada vez que me encontraba dando vueltas por allí. Que me miraran me molestaba pero no lo suficiente como para no soportarlo, sin embargo cuando un par de ojos se mantenía más del tiempo necesario sobre mí ya comenzaba a parecerme algo sumamente molesto que hacía removerse en mi interior los deseos de golpear a alguien. El solo pensarlo hacía que mis músculos se tensaran y no me di cuenta cuando ya me encontraba con los puños apretados, me había puesto a la defensiva sin querer.

- ¿Por qué te metieron aquí?- preguntó él luego de un rato.

-Maté a alguien y por ser idiota un sujeto me vio- espeté secamente.

-Esos testigos, son una piedra en el zapato ¿no?- yo asentí- a mí me liberarán en un par de años más, ya llevo como 18 aquí...más o menos

-¿Qué piensa hacer cuando salga?

- No lo sé...quizás vaya donde una vieja amiga y le pida que se fugue conmigo- miró el cielo y sonrió con nostalgia- ella es maravillosa, a veces viene a verme y hablamos un poco ¿sabes? No debe faltar mucho para que vuelva a darse una vuelta por aquí otra vez.

-¿Era su novia?- inquirí con curiosidad mientras ambos nos deteníamos y nos sentábamos en una banca del patio, muy rústica y de madera.

-No, claro que no- respondió algo triste- jamás tuve el valor de decirle cuanto la amaba y hacerlo después de haber caído aquí adentro no tenía sentido. Podrías tomarlo como una lección para ti ¿no lo crees?

-Sí, eso creo- murmuré- ¿Por qué no intenta decírselo cuando salga de aquí?

-Podría hacerlo, ella jamás a hablado de algún otro hombre...en el fondo siempre he sabido que ella también me ama.

-Supongo que los dos fueron unos idiotas- le dije con sinceridad y el rió.

-Si no fueras así de serio diría que eres su hijo ¿sabes?- bromeó haciendo que se me erizara la piel- eres idéntico a ella en los ojos, la piel y el cabello. Creo que por eso me agradas tanto chico- palmeó mi hombro

Entonces volví a mirarlo, incapaz de poder decirle algo en respuesta, había comprendido al fin que no era él el que se parecía a alguien sino que era yo quien me parecía a él y por ello se me hacía tan familiar pero irreconocible. Era una posibilidad y podía encontrarme en un error pero todo me parecía tan obvio que las dudas sinceramente me parecían una ridiculez en esos momentos.

-¿Señor?- dije irguiendo mi espalda- ¿podría decirme cual es su nombre real...por favor?- él me miró extrañado unos instantes.

-George, muchacho, George Noksville

-Dios mío- murmuré pasando una mano por mi cabello.

De pronto agradecí que nos hubiéramos sentado porque sentí que todo mi cuerpo comenzaba a languidecer mientras que a nuestro alrededor las cosas parecían desvanecerse en una espesa niebla que no me dejaba respirar. Me sentía observando a un fantasma y no sabia qué hacer o decir frente a él, quería correr pero no tenía adonde y deseaba decirle infinidad de las cosas que siempre soñé con decirle pero las palabras tampoco lograban salir de mi garganta.

-¿Muchacho?- preguntó algo asustado-¿te encuentras bien? Te has puesto pálido.

Yo tragué saliva, intentando deshacer el nudo que me impedía hablar, lo miré por una última vez para intentar convencerme de lo que tenía frente a mí y lo que me estaba pasando. Luego observé el cielo y pensé en lo irónico de aquella situación, entre las nubes pude ver aquel color que tanto me recordaba a mi madre y pude sentir ánimos para sonreír antes de volver a mirar al sujeto frente a mí.

-Tengo muchas cosas que contarte- le dije mirándolo a los ojos supongo que comenzaré contándote que tuviste un hijo con la mujer que dices amar y que ese niño...soy yo...

FIN

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top