CAPÍTULO 5

                                              Dedicado a @elyuliospug   

Pasé mis primeros 6 años de vida junto a mi madre, en la casa de prostitutas en donde ella residía, junto a ella aprendí que siempre había un arco iris esperando a que pudiésemos encontrarlo, por más pequeño que este nos pareciera, solo había que buscar y este aparecería tarde o temprano en nuestra vida para hacernos recordar que cada llovizna o tormenta que nos abatiera durante esta, tenía su recompensa cuando al fin era superada. Aprendí también que no hay mejor regalo que una sonrisa, que esta se le regala a quien la necesita y que se debe intentar provocar una a quien pareciera no saber lo que es poseer una propia.

Las demás chicas que vivían en aquella casa querían mucho a mi madre y, por consiguiente, también me querían mucho a mi por lo que siempre tenia a alguien cuidándome cuando un cliente se ocupaba de robar a robarla de mi lado. jamás me gustó tenerla lejos pero sabía que era necesario para que lográsemos seguir teniendo la vida que ya llevábamos, y a la cual me encontraba acostumbrado, por lo que siempre esperaba con calma y silencio a que regresara para volver a sentirme menos solitario dentro de un mundo en el cual parecía encontrarme fuera de lugar.

A mi madre siempre se la podía ver sonriendo y con una actitud de niña en cada gesto que hacía pero sus ojos siempre reflejaban la pena que en su interior guardaba, aunque en lo más profundo de estos siguiese resplandeciendo un destello de esperanza que se empeñaba por guardar a su propio arco iris, eran unos ojos eternamente cansados y repletos de melancolía y experiencias desalentadoras que parecían ir aumentando pero que, sin embargo, jamás lograron apagar aquella flama de vida que en ella se convertía en incendio.

Recuerdo que mi madre lloraba mucho, casi siempre la encontraba llorando, pero aún entre las lagrimas ella sonreía y se mantenía optimista con una terquedad que me parecía tan digna de elogio como ridícula al mismo tiempo. Siempre sentí que mi madre era demasiado ingenua, aunque intentaba comprenderla, era demasiado buena en un mundo demasiado miserable e insistía en ver el lado bueno de cada una de las cosas y personas que por el camino se le iban cruzando incluso cuando no hubiera nada bueno ahí.

Mi madre tenia un don, de eso estaba seguro, era alguien que podía hacer brillar al resto y hacer que su ausencia se notase aún más que su misma presencia, la cual todos añoraban tener a su lado por siempre, aquella estupidez bondadosa que poseía era equilibrada por su astucia y curiosidad ante lo desconocido . Ella brillaba no por su inteligencia sino por la manera en que lograba combinar lo que conocía para hacer que las cosas a su alrededor funcionases tal y como ella lo quería...su único defecto era el haber nacido carente de buena fortuna.

A pesar de todo mi vida era feliz junto a ella y tenia la certeza de que así seguiría siendo hasta el final de sus días, al menos me esforzaba por que así fuera, intentaba seguir sus órdenes y no causar problemas ni llamar la atención para que "el hombre de los sustos", como yo lo llamaba, no la obligase a echarme del lugar por ser más molesto de lo que él podía soportar. Pero de nada funcionaron mis deseos a las estrellas fugaces ni a las velitas de cumpleaños porque aquel horrible sujeto que, en su tiempo, me causaba tanto miedo decidió que ya estaba demasiado grande para seguir siendo mantenido allí dentro.

Mi madre lloró más que nunca antes de que el día de entregarme llegase por fin, el último día de mi vida feliz, de ahí en adelante para mí los arco iris se convirtieron en un cuento más y las sonrisas me dediqué a reservarlas para mí mismo y los momentos que realmente las ameritasen, la vida comenzó a saberme amarga y las personas me parecieron seres insoportables que a mi alrededor no hacían más que estorbar. De ahí en adelante me sentí más fuera de contexto que nunca.

Desperté como a las 12:00 de la mañana, aquella noche había regresado demasiado tarde como para pensar en despertar temprano por mi propia voluntad, no me costó demasiado identificar el lugar en donde estaba y rápidamente los recuerdos de lo que había vivido durante la noche llegaron a mí como el golpe de una almohada, pesado pero blando al mismo tiempo, con inconciencia llevé una mano a mis labios y los palpé con el remordimiento atacando mi conciencia de forma inclemente sin lograr que sintiera arrepentimiento por lo que había hecho.

Salí de mi cuarto, aún en pijama, y me dirigí al baño en donde lavé mi rostro y bebí algo de agua. Observé mi reflejo y la multitud de gotitas que de él se escurrían mientras desconocía mi propia imagen , algo en mí habia cambiado pero no podía definir el qué, comencé a hacer muecas que el extraño frente a mí se dedicó a replicar con suma precisión pero sin alcanzar a convencerme de que era a mi mismo al que estaba viendo. Entonces busqué en mis ojos aquella humanidad que luna aseguraba haber encontrado en mis ojos y supe que era yo el del espejo al no encontrar aquel valioso rasgo aunque hubo algo más, sin embargo, que llamó mi atención de forma repentina.

Pegué mi rostro al cristal, como si intentara atravesarlo, contuve la respiración tanto como se me hizo posible para que luego el espejo se empañase al momento de exhalar el aire que había contenido al interior de mis abultadas mejillas, parecía un chiquillo estúpido jugando con su propio reflejo, cuando me separé del cristal volví a observar mi rostro y me di cuenta de que, efectivamente, era yo el del reflejo y que solo mis ojos habían cambiado. Ahora en ellos brillaba un destello que nunca antes habían tenido...o quizás sí, durante mi infancia más tierna.

Aquel destello era insignificante pero poderoso, podía percibirlo sin siquiera meditarlo, pero me resultaba intrigante verlo sobre mi persona cuando hacía mucho me había convencido de que en mí no podía haber nada diferente a una profunda obscuridad. Ahora había algo brillando al final de mis ojos y no sabía que sentir al respecto, era extraño y no me desagradaba pero no por ello podía decir que estaba contento de aquel cambio en mí...indiferencia, podría llamarlo, aún cuando hubiera algo de curiosidad entremedio.

Odiaba tener que comer tanto como odiaba el sentir hambre por lo que, luego de pasar un rato más en el baño, me dirigí a la cocina con la esperanza de encontrar algo rápido y ligero que poder servirme. En cuanto llegué a la cocina me encontré a Mimi lavando algunos platos, dando la espalda a Andrew quien la contemplaba con excesiva atención mientras intentaba hablar con ella sin lograr resultados demasiado favorables. Él se encontraba con la espalda apoyada en la pared junto a la entrada por lo que pudo detectar mi llegada al lugar al instante y, casi de inmediato, sus ojos recayeron sobre mi persona para escanearme con intriga durante unos instantes.

-Me alegra saber que sigues vivo- comento sonriente.

-No exageres, solo dormí un poco de más- espeté con sequedad.

- Buenas tardes Beck-

-Algo ligero, por favor Mimi- respondí y ella asintió para luego mirarme durante unos instantes, yo alcé una ceja- ¿Qué ocurre?

-Nada, es solo...que te sienta bien dormir- dijo dudosa.

- Supongo que sí- me encogí de hombros- ¿Danny dejo algún trabajo para nosotros?

- Nada para hoy al menos- respondió Andrew- nos dejó el día libre.

-Genial ¿y hay alguna razón para haberlo hecho?- él se encogió de hombros

- Tal vez solo fue amable. Por cierto Beck ¿me prestarías dinero?- yo alcé una ceja.

- ¿Para qué lo necesitas?

-Pues...no tengo ropa para cambiarme y pensé que podía aprovechar de comprar algo ya que tenemos tiempo.

-Suena lógico- dije en un suspiro- de acuerdo, por mi no hay problema.

A causa de mi buen humor Andrew pudo convencerme de acompañarlo en su tediosa tarea de buscar algo de ropa, fuimos en el auto que Danny acostumbraba prestarme y el único que quedaba en la cochera de este, por fortuna nos tardamos menos de lo que esperaba por lo que no se nos hizo demasiado tarde cuando ya nos disponíamos a regresar a casa pero, cuando estábamos por entrar al vehículo, la mano de Andrew me detuvo por la muñeca para impedir que pudiera abrir la puerta. Extrañado lo observé unos instantes, esperando a que explicara qué demonios pretendía, entonces pude percibir que se encontraba inusualmente nervioso.

-Necesito pedirte algo más...- dijo sin soltarme.

-Pues habla rápido- exigí con impaciencia.

-Necesito... ¿crees que podrías...?- dio un suspiro- ¿crees que podrías hablar con tu madre un momento?

-¿Y por qué tendría que hacer eso?- inquirí cerrando el puño cuya muñeca seguía siendo sujetada.

-Porque ella quiere hablar contigo...dijo que era algo importante.

- Suéltame Andrew- pedí doblando el brazo para que desistiera de su agarre pero no lo hizo- no pienso hablar con ella, no me hace falta.

-Vamos Beck- insistió con ojos suplicantes- no será mucho rato y si no lo haces ahora puede que te arrepientas más tarde.

-¿Cuándo hablaste con ella?- pregunté dando un tirón con mi brazo, logrando que el rubio me soltara- ¿Cómo sabes que me arrepentiré si no hablo con ella?

-Ayer...cuando saliste corriendo- dijo cansado- Beck, tu madre sigue viva y está preocupada por ti ¿no crees que deberías aprovecharla ahora que puedes? Cuando yo llegué al orfanato mis padres habían muerto pero tu aún tienes viva a tu madre y lo único que pide es verte una vez más, ojalá yo tuviera esa posibilidad.

Observé a Andrew por unos instantes, el nerviosismo se había ido por completo y ahora una profunda tristeza era lo que podía verse en su rostro, creo que aquella fue la primera y única vez en que lo habia visto de esa manera tan...apagada y eso me dolió. Pasé una mano por mi cabello mientras observaba el cielo y la obscuridad que se aproximaba en él, si pretendía hablar con ella debería apresurarme, eché una última mirada a Andrew y por fin abrí la puerta del conductor.

-Sube rápido, si llegamos más tarde quizás no logré encontrarla- aseguré mientras él obedecía mis palabras.

El camino hacia el prostíbulo fue rápido y silencioso, cualquier pregunta que pudiera hacer la respondería mi madre en su momento, no estaba demasiado seguro del porqué me negaba tanto a tener que hablar con mi madre siendo que no le había guardado rencor durante todo ese tiempo en que estuvimos separados, o eso era lo que creía yo, por mucho que me molestara el haber sido entregado al peor orfanato de la ciudad ella seguía y seguiría siendo mi madre aunque no lo quisiera. Pero algo en mí no quería volver a verla ni tener que lidiar con su constante buen humor y la euforia que, en mi infancia, tantas veces le había admirado y juzgado al mismo tiempo.

Cuando llegamos al orfanato le indiqué a Andrew que me esperara en el auto, de todos modos no tenía nada más que hacer en todo ese asunto, luego me bajé y caminé hacia la puerta de aquella enorme y antigua casa para tocar con los nudillos la madera que, se notaba, había sido pintada en años recientes. Debí esperar durante algunos instantes antes de que una mujer bajita y de cabello enrulado me abriera la puerta, tardé unos segundos en reconocer de quien se trataba, a diferencia de a mi madre a ella sí le había dejado marca el tiempo pero buscaba cubrirlas bajo un excesivo maquillaje que, a mi gusto, tan solo empeoraba su aspecto aún cuando cumpliera el objetivo que ella buscaba.

-¿Qué tal Mona?- saludé con familiaridad- ¿crees que mi madre se encuentre libre?

-¡Dios mío!- exclamó ella cubriendo su boca con las manos y abriendo mucho los ojos- Beck... ¿eres tú? ¡Mira que grande estás!

-Herencia de mi padre, supongo- declaré con una leve sonrisa.

-Ven, entra y ponte cómodo mientras llamo a Beck- Ella se apartó de la puerta para dejarme entrar y luego desapareció a través de un pasillo que, según recordaba, llevaban a las escaleras que conducían al segundo piso.

Mientras esperaba observé el recibidor del cual recordaba muy poco y el cual, de todas maneras, evidenciaba los cambios hechos durante los años en que estuve ausente, aquella ya no era mi casa desde hacía demasiado tiempo, los muebles y su distribución habia cambiado mientras que las paredes habían sido pintadas de otro color. El lugar se veía bien para ser lo que era y me di la libertad de caminar hacia la puerta que conducía al enorme patio interior de la casa, en donde se hacían las fiestas nocturnas de los fines de semana, ese lugar seguía exactamente igual que cuando me había ido.

Las paredes estaban repintadas, es verdad, pero en estas habían procurado mantener el mismo color mientras que el suelo seguía siendo de un áspero cemento el cual se cubría por la sombra y la suciedad que el parrón proporcionaba. Casi podía verme de niño en ese lugar saltando, corriendo y jugando para terminar con las rodillas sangrando y lágrimas en los ojos.

Me adentré en el patio y estiré una mano para tomar del parrón un pequeño racimo de uvas, podía sentir la euforia saltar en mi pecho, al fin era lo suficientemente alto como para alcanzarlas y eso me hacía sentir bien ya que estaba cumpliendo uno de los sueños más inocentes que había tenido cuando niño, época en que todo me parecía enorme y en la cual temía heredar la altura de mi madre.

- ¡Mi hijo!- chilló una voz a mis espaldas mientras yo comía las uvas que recién habia sacado- pero qué grande está, es todo un hombre- me giré en dirección hacia la puerta.

Planeaba decir algo en respuesta pero todo lo que pude proferir fue un quejido de impresión dolorida al sentir la súbita embestida que mi madre acababa de darme, su cabeza no alcanzaba a tocar mi pecho, sus brazos me rodearon mientras yo perdía la respiración y ella seguía hablando acerca de lo grande que estaba, de lo mucho que me había echado de menos, de las cosas que tenia que contarme...pero para que aquel encuentro durara necesitaba seguir vivo por lo que debí apartarla para que yo lograse volver a respirar.

-¿Tienes que ser siempre tan efusiva?- pregunté con mis manos sobre sus hombros, sus ojos se encontraban llorosos y su sonrisa no podía ser mas grande en su pequeño rostro.

-Lo siento Beck pero es que...estoy tan feliz de que hayas venido...no sabes cuanto...- y las lágrimas estallaron...

-Sí mamá, yo también estoy feliz de verte- dije en un suspiro que le dio a mis palabras el aire de estar siendo obligadas.

Como me agradaba el patio decidimos quedarnos allí por lo que acercamos un par de sillas que se encontraban ubicadas junto a las paredes y nos sentamos el uno frente al otro. Cuando mi madre al fin pudo dejar de llorar pude ver que en sus ojos seguía refulgiendo el brillo ingenuo de la esperanza que su arco iris tanto le daba pero, además, pude notar que la tristeza que los enmarcaba habia aumentado, como si la herida que en ella se había mantenido abierta ahora también estuviera sangrando.

- Andrew me dijo que tenías que decirme algo importante- dije sin muchos rodeos.

-Bueno...pensé que si no exageraba un poco las cosas no querrías venir- se rió nerviosa.

-Siempre tan astuta madre- dije alargando las palabras.

-Hijo ¿no te da calor con esas cosas en las manos?- inquirió inclinando la cabeza.

-Siempre las uso mamá –repliqué cerrando los puños.

-¿Qué te ocurrió en la mano?- se aventuró a preguntar tomando mi mano izquierda y observando con miedo las heridas que habían dejado los fragmentos del espejo cuando se incrustaron.

-Algunos problemas en el orfanato- contesté quitando mi mano con brusca rapidez- no es importante.

-Pensé que alguien te habia adoptado...aún no cumples los 18 como para que te hayan dejado salir.

-¿Recuerdas la fecha de mi cumpleaños- alcé una ceja.

-Claro que sí, eres mi hijo ¿no?- fingió indignación- además, planeaba ir a verte ese día

-¿Por qué no fuiste a verme antes?- intenté no sonar dolido.

-Porque no podía hacerlo, es un orfanato no una guardería- aclaró- no tiene sentido que te haya dado en adopción si de todas maneras iba a verte.

-Sí...supongo que tienes razón- murmuré observando el cielo.

-Pero siempre supe de ti- agregó apresurada- hay un hombre que trabaja allá y v viene mucho, me dijo que te llevara allí y que te cuidaría mejor que a ningún otro niño.

-¿Y qué te dijo?- pregunté sin escucharla demasiado, con la vista aún en el cielo

-Dijo que tuviste muchos amigos cuando llegaste pero que después empezaste a pelearte con ellos y, además, a desobedecer muchas reglas...Yo solo le pedia que te tuviera paciencia- guardó silencio unos instantes- ¿él jamás te dio los recados que te mandaba?

-¿Recados?- pregunté mirándola con incomprensión

- Así es- asintió con la cabeza- te mandaba recados y dinero a veces, no era mucho pero...

-¿Quién era ese hombre mamá?- la interrumpí.

-Jack Lebini- musitó temerosa.

-¡Maldito hijo de...!

-Beck Esterling, por favor- exclamó enfadada, no estoy seguro si le molestaba que maldijera o si se sentía ofendida ante aquella exclamación.

-Madre, ese hombre me hizo la vida imposible desde el primer hasta el último día en que estuve al interior de ese horrendo lugar- me desprendí de una de mis vendas y puse frente a ella el dorso de mi mano que continuaba herido- así es como me cuidaba y esto es lo menos que me ha hecho.

-Hijo yo no...- sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas

- Nada mamá, no pensaste en nada cuando me dejaste en manos de un maldito imbecil- exclamé perdiendo el control- después de todo lo que has pasado no aprendiste absolutamente nada, sigues siendo igual de ilusa que siempre y yo tuve que pagar por cada uno de tus errores ¿Di cómo demonios no te diste cuenta de que él no decía la verdad? ¿Qué diablos te hizo pensar que podía ser alguien en quien confiar?

-No seas tan duro conmigo- gimió llevando sus manos al rostro- yo quería lo mejor...jamás creí...yo no podía...

- ¿Sabes que?—bufé por fin, bajando el tono de voz pero sin dejar de estar iracundo- ya no importa, yo me voy de aquí

-Espera- suplicó ella mientras yo me alejaba- no te vayas aún...

Pero no la escuché, no quería hacerlo, simplemente seguí caminando para entrar a la casa. Por alguna razón el camino se me hizo eterno y detestaba que no pudiera correr para salir de ese lugar con mayor rapidez, no era necesario llamar la atención más de lo debido, cuando me faltaba poco para ingresar al edificio sentí como la ansiedad me exigía cruzar aquel salón de la forma más apresurada posible pero entonces mi brazo fue detenido por un par de diminutas manos que temblaban y parecían no tener fuerza, de no haber sido mi madre podría haber dado un solo manotazo para liberarme de ella sin dificultad alguna.

-Beck...no te vayas aún- rogó con la voz cortada y yo me giré con brusquedad, mirándola con unos ojos que la hicieron soltarme y retroceder- al...al menos...prométeme que volverás pronto

Apreté mis puños con rabia y tensé mis mandíbulas antes que mi garganta pudiera proferir alguna respuesta, la cual seguramente no sería algo que ella quisiera oír, prefería el silencio antes de arrepentirme por decir alguna estupidez fomentada por la ira.

Sin decir nada me volví a girar y atravesé el portal para luego llegar el recibidor y salir de aquel lugar, que ahora me producía una profunda sensación de asco, con un portazo me despedí de mi pasado y luego entré al vehículo en donde Andrew me esperaba con una mirada perdida en el vacío. Cuando entré al auto lo único que pude hacer fue aferrarme al manubrio con rabia, este crujió ante el brutal agarre que estaba recibiendo, entonces Andrew volteo hacia mí y me observó con pánico e intriga.

Cuando estás demasiado enojado el sueño parece abandonarte por completo y el insomnio es quien te hace sentir más iracundo que el hecho mismo que te provocó la rabia inicial. Yo no podía dormir, me mantenía observando la negrura del techo de mi cuarto como si algo muy interesante estuviese a punto de mostrarse a cada segundo, me sentía somnoliento pero no me encontraba cansado por lo que era una situación muy incómoda en donde deseaba dormir pero no estaba en condiciones de hacerlo, sin contar que mis sentimientos tampoco me lo permitían.

Junto a mi se mantenía encendida la lámpara de mi velador, muy útil cuando el desvelo inspiraba una lectura, aunque en esas instancias esto resultaba un mero desperdicio de energía puesto que no me encontraba haciendo nada que requiriese una luz cerca. Pero estar despierto y a obscuras era algo no muy agradable cuando los pensamientos más horribles se encontraban rondando en tu mente, la obscuridad parecía darles fuerza, y sentía que aunque no los alejara lograba hacer que pudiera enfrentarlos con mayor facilidad.

De pronto un golpe en la madera de la puerta me hizo estremecer, como un ratón asustado, al observar mi celular pude notar que ya eran las 2:37 de la mañana y la lógica me decía que no era posible recibir una visita a aquellas horas, debía de estar alucinando, por ello preferí ignorar aquel ruido y volver a ensimismarme en las tablas blanquecinas que recorrían el techo. Sin embargo, cuando intenté acomodarme nuevamente, aquel ruido se hizo presente una vez más y esta vez un murmullo acompañó aquel inesperado suceso.

-Ábreme, sé que estás despierto- se escuchó una voz fuerte que procuraba no resultar estridente ante el silencio nocturno.

Con un suspiro me puse de pie y fui hacia la puerta tras la cual me estaba esperando Danny quien entró al cuarto sin esperar una invitación de mi parte, yo rodeé los ojos, mientras él inspeccionaba el lugar con exagerado interés. Cerré la puerta y esperé a que dijese la primera palabra. Ciertamente su presencia allí no me molestaba pero sí me desconcertó enormemente y cualquier cosa que yo quisiera decir no lograría abarcar la cantidad de preguntas que en mi mente comenzaron a revolotear de forma descontrolada.- Andrew me contó que casi se matan de camino a casa- habló con seria ligereza.

-Exagera por un poco de velocidad- mentí secamente.

-¿Ocurrió algo malo?- inquirió preocupado- supe que hoy te decidiste a hablar con tu madre...si quieres hablar de eso...

-No creo que hayas venido a hablar únicamente de eso- lo interrumpí sin estar demasiado seguro de mis palabras.

-Pues...era mejor matar dos pájaros de un solo tiro ¿no lo crees?- admitió mientras yo solo lo miraba- quería que hicieras un trabajo que manchara tus manos de sangre.

-Que poético- ironicé como si nada,

En mi historial podían verse muchísimas agresiones, era verdad y no lo negaba, pero solo contaba con un asesinato y lo había hecho por ayudar a Danny quien no podía quejarse ante mis acciones de ese día. No negaba el hecho que el remordimiento no me hubiese atacado ni en el momento de disparar el arma ni en los días siguientes a este, pero no por ello podía decir que cualquier tipo de asesinato me provocase el mismo tipo de indiferencia, yo mismo quería creer que no, aún cuando aquello fuese más una ventaja que un peligro en aquel mundo en el que al fin lograba integrarme más que como un simple ejecutor de trabajos básicos y musculares.

-Se trata de un sujeto que le ha traído algunos problemas a otras de las familias y Drake no se quiere arriesgar a que moleste a la nuestra también- explicó entonces- si haces el trabajo podría servirte para crearte un nombre y hacer que mi recomendación tenga más peso después.

-Yo soy músculo Danny- le recordé con obviedad- a los que son como yo no los ascienden muy seguido y lo sabes,

-Te tengo como músculo porque sé como aprovechar a mis hombres , Beck, pero sabes tan bien como yo que tus ideas nos han logrado dar mucho dinero- yo bufe sin ánimos- además te quiero a ti para esto porque creo que lo disfrutarás.

-¿Y qué te hace pensar eso?- inquirí alzando una ceja.

-Porque se trata de Alfred Lebini- explicó con una sonrisa- puedes llevar a Andrew si quieres, le servirá para ambientarse- se encogió de hombros.

-¿Para cuando lo necesitas?- pregunté con renovado interés.

- Mañana te diré los pormenores- anunció mientras caminaba hacia la puerta- quizás piense en darles otro día libre si todo sale bien.

En cuanto Danny se fue yo pasé una mano por mi cabello y pude distinguir una especie de euforia recorrer mi espina dorsal, aquella noticia solo confirmaba mi creencia de que la vida era una constante ironía, pero no por ello lograba sentirme más tranquilo puesto que el hecho que el asesinato fuera netamente un trabajo otorgado implicaba distintos factores con los que debía lidiar irremediablemente. Por fin, me sentí superado por absolutamente todo y, sin pensarlo demasiado, decidí colocarme el polerón en donde aún se resguardaba mi navaja y salí de mi cuarto procurando no hacer demasiado ruido con mis pasos.

Siempre había procurado no cortarme en interiores porque sabía bien que la sangre manchaba demasiado y que cualquier desastre hecho por esta tendría que ser limpiado por mi mismo, ahorrarme ese trabajo era algo gratificante, por eso buscaba lugares en donde mi sangre no causara sospechas ni molestias innecesarias además de algún sustillo matutino de algún peatón desafortunado y paranoico que luego tomaría la sangre como una señal de algún crimen perpetrado por algún loco cualquiera.

Observé la luna con detenimiento mientras los primeros cortes iban dejando rojizas marcas sobre el cálido asfalto, resguardando las temperaturas del día, a pesar de mis años observando el cielo nocturno, yo no dejaba de asombrarme ante los cambios que tenía la luna con cada día que iba pasando, ella era como los humanos, ella era un ser de cambios que podían predecirse con facilidad pero no por ello podían sentirse iguales...las sensaciones que me transmitía aquel lejano satélite eran tan duales que hacía tiempo había desistido en mis esfuerzos por comprenderlos y darles una línea recta, la dualidad que inspiraba resultaba estar entre sus cualidades más llamativas.

Aquella vez volví a tener la tentación y la idea de hundir la hoja más de lo debido al interior de mis venas, casi logré ver la puerta del más allá frente a mis ojos en una imagen borrosa que se volvería tangible con una simple aplicación de fuerza extra por mi parte, pero me detuve por una razón que no podía explicar ni deducir por mi mismo porque simplemente no la comprendía. Algo hacía que mi voluntad ante el liberador panorama de la muerte flaquease pero no era lo suficientemente atento o experimentado como para saber algo más que el simple nombre que llevaba aquel impedimento de mis acciones, el cual resultaba ser el mismo nombre que provocaba mis remordimientos más grandes, Luna.

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