Capítulo 5
Willow County era el sitio más cercano para abastecerse de provisiones, además de contar con algunas tiendas y un par de parques recreativos, el pueblo poseía una escuela primaria anexada a un instituto secundario. Allí había ido a esperar la salida de sus cachorros.
Patrick esperó reclinado sobre el capó de su camioneta gris, pronto el alegre sonido de risas y gritos le envolvió junto al potente estruendo del timbre. Los niños salieron corriendo, él los observó contento, sonrientes y despreocupados, yendo hacia sus familiares y padres.
Buscó a los suyos de entre la multitud ruidosa, ahí, saliendo a los escalones de la entrada, iba su hija menor, Naiara le detectó de inmediato y su precioso rostro se iluminó por una sonrisa que le abrigaba el solitario corazón. Patrick se agachó abriendo los brazos mientras le veía correr hacia él, hubo un bajo ronroneo feliz del león que también era su padre, pero fue corto, por una razón que no alcanzaba a identificar, estaba alerta desde que estacionó en el pueblo.
—¡Papi! —Exclamó Naiara, su abrazo fue largo, con toda la fuerza de una niña de siete años.
Ella crecía rápido, a veces demasiado para su gusto.
—Hola, cariño. —Patrick le dio un beso en la mejilla—. ¿Cómo te ha ido?
—Bien, hoy Alan se ha transformado.
Bien, eso no le agradaba.
—¿Quién es Alan?
Naiara se separó para mirar atrás, estaba buscando a alguien, varias niñas le observaron al pasar con un poco de reticencia. Al ser tan pequeña, su hija todavía no dominaba a la leona en su interior, a veces expresaba los cambios externos sin darse cuenta, como los ojos amarillos que usaba para observar en detalle alrededor.
—Alan es mi amigo.
—Oh, que bueno..., ¿y es un cambiante?
Ella asintió, la masa de rizos de color castaño claro rebotaron. A diferencia de Ian, Naiara había sacado rasgos más parecidos a Patrick, pero aun conservaba los ojos verdes atenuados. Pronto se desvanecerían por su lado humano.
—Sí, es un jaguar. La maestra dijo que debíamos estar juntos.
Reprimió un gruñido. Debía hablar con esa mujer al respecto, ¿separar a los niños cambiantes de los humanos? Eso no era un buen método para enseñar tolerancia y convivencia. Sí, puede que el peligro de que los pequeños humanos fueran lastimados por error sea algo real, pero eso no daba pie para una segregación dentro de las escuelas. También los padres cambiantes debían enseñar control para evitar accidentes.
—Es bueno que hagas amigos —le dijo, arreglando el listón rojo que mantenía sus rizos bajo control—. Humanos y cambiantes.
—¿Por qué no te agrada Alan? —Preguntó.
Bien, Patrick no tenía tanto control sobre su león que se agazapaba para doblegar a la pequeña cachorra por su protección.
—No dije que no me agradara, ni siquiera le conozco. Pero es bueno que tengas amigos, muchos de ellos. —Patrick sonrió levantándose—. ¿Has visto a tu hermano?
—Dijo que me adelantara, estaba rodeado por otros chicos.
Mierda. Eso significaba una sola cosa.
—Mira, allí va Clara.
Patrick divisó a una pequeña rubia dar saltos hasta su madre, una de las leonas de la coalición. Por poco suspira de alivio al verla.
—Elena —Llamó, saludándole con una mano, la leona le sonrió y se acercó con su hija tomada fuertemente de la mano—. ¿Te quedarías con Naiara unos minutos?
—Sí, ¿sucede algo?
—No, solo debo averiguar algo. Quedate con Elena.
—Quiero ir contigo —protestó la pequeña.
—No.
—Papi...
—Quedate con Elena —ordenó.
Patrick anduvo medio perdido entre el ingreso de los estudiantes del siguiente turno, Ian debía haber salido junto con Naiara, era su deber mantenerla segura dentro de la escuela en todo momento. Pero no le veía por ninguna parte, y comenzó a preocuparse.
Al llegar a los pasillos, Patrick escuchó el sonido de mesas moverse.
—¡Oiga! ¡Usted! —Alguien le llamó desde el final del pasillo.
—¿Qué necesita?
El hombre, bajo y regordete le hizo un gesto de cabeza apresurado.
—¿Es el padre de Mcgraw?
—Sí, lo estoy buscando.
—Excelente, venga, su hijo se ha metido en una pelea con sus compañeros.
Patrick apretó la mandíbula, Ian estaba completamente descontrolado desde que había conformado la coalición.
—¿Está herido?
El hombre le miró, sus ojos azules estaban llenos de miedo.
—No podemos separarlo del más grande.
—Genial... —Masculló.
Al final del pasillo ensombrecido por la mala iluminación, el olor de la sangre tibia le guió hacia una de las aulas, al entrar vio el desastre de mesas y sillas desparramadas, paredes manchadas con gotas de sangre y dos jóvenes batiéndose a duelo encima de un escritorio.
—Dijo que eran tres —murmuró.
El hombre palideció.
—Enfermería ha retirado a los otros, pero a ellos no podemos separarlos, no nos oyen.
Oh, pero a Patrick sí lo harían.
El león saboreó la violencia impregnada en el ambiente, y rugió al ver cómo aquel joven presionaba a Ian contra el escritorio, apretando su cuello con brazo mientras su hijo se retorcía tratando de zafarse.
Controlando la furia protectora, se acercó con cautela, sabía que ningún humano podría estar sometiéndolo de esa forma, y si era cambiante, el joven debía ser uno de los grandes, tigre... O tal vez un oso.
—Aléjate de Katya —le oyó gruñir entre dientes.
Genial. Ya sabía el motivo de la riña.
Patrick tomó al joven por un hombro, clavando las garras en la piel, no le haría daño..., pero estaba considerando darle una lección, nadie lastimaba a su cachorro.
—Dejalo —demandó.
El joven lanzó un codazo que alcanzó a esquivar de suerte. No le dio muchas opciones, Patrick rodeó su cuello con su brazo y lo jaló hacia atrás, logró alejarlo de Ian, el chico trató de usar su peso para derribarle al inclinarse, advirtiendo ese movimiento, giró todo su cuerpo, levantó una rodilla para golpear su columna sin demasiada fuerza y lo volteó al suelo. Presionó su pecho, ejerciendo peso pero sin aplastarlo por completo, solo para mantenerlo bajo control. Sus ojos oscuros destellaban con rabia animal, el joven estaba fuera de sí, tanto que luchaba con sus garras arañando su pierna, destruyendo la tela de su pantalón. A pesar del dolor, Patrick continuó presionando.
—Padre, sueltalo —dijo Ian detrás, su voz se oía apenas.
El león gruñó. Pidiendo un castigo más severo para aquel que se había atrevido a dañar lo más valioso en su vida.
—No vuelvas a tocar a mi hijo —amenazó.
—¡Que lo sueltes!
El grito de Ian resonó en el aula. Patrick se giró, sus dientes expuestos y el cuerpo lleno de agresión, el joven león retrocedió. Al hacerlo, perdió el agarre sobre su presa, el atacante se arrastró alejándose y sosteniendo su peso con los codos.
—¡Este no es el lugar ni la forma de resolver sus problemas! —Vociferó, el animal se dejó oír, era potente, amenazador. Ahora debía sacar a su hijo antes de que hubiera más problemas, girando hacia el joven herido le observó con dureza—. No quiero que te acerques a mi hijo de nuevo.
—Papá...
—Y tú... —le apuntó, a grandes zancadas se acercó, pero las heridas en su rostro y cuerpo hicieron que su regaño se aplazara. Por ahora, lo principal era llevarlo de regreso a la coalición—. Hablaremos de esto después —masculló—. Vámonos.
Sosteniendo su estómago con su brazo, Ian compuso una mueca de dolor al caminar detrás de él, afuera del aula les esperaba un grupo de ocho personas, entre ellas el director de la escuela. Oh no..., lo último que necesitaba era que los retuvieran para una “charla” y un reporte de conducta. Los obtendría de todos modos, pero no ahora.
—Señor Mcgraw —habló el director.
Patrick cortó su argumento con un gruñido bajo.
—Sé que todo esto ha sido malo, y que el comportamiento de mi hijo, así como del otro chico, han ido contra las reglas de la institución. Pero Ian está herido y...
—Tiene que ir a la enfermería —terminó el hombre.
Patrick negó.
—Prefiero que lo atiendan en Gold Pride, le aseguro que este incidente tendrá su debido castigo, pero ahora solo quiero llevar a mis hijos a casa.
No esperó una respuesta, después de todo, no podían obligarlo a permanecer en la dirección. Patrick caminó a la par de Ian, mirando sus heridas de reojo, tenía varios cortes en el rostro, desgarros en el pecho y brazos, además de los golpes internos y las marcas rojas en el cuello. Todo eso por una mujer..., miró al frente, averiguaría el trasfondo de todo este lío después, cuando la bronca se le pasara y el león estuviera más relajado.
Al llegar a la camioneta, Elena le tocó bocina dos veces, había actuado rápido al llevarse a las dos cachorras en su vehículo. Patrick le sonrió mientras le abría la puerta trasera a Ian. Esperó unos minutos en silencio a que los otros dos conductores que le habían encerrado se dignaran en salir. El león advirtió de una presencia del otro lado de la calle, allí, reclinado sobre un poste de alumbrado, había un joven pálido de ojos azules que le estaba mirando fijo. Parpadeó, y ya no estaba. Gruñó por el espejismo.
—Papá...
—Ni una palabra —cortó—. Hablaremos después.
Al llegar al espacio reservado para todos los vehículos, se aseguró de que el de Elena estuviera ahí. Tras confirmarlo le abrió la puerta al león magullado. Como un huracán irrumpió por las puertas de la gran casa de Gold Pride.
—Austin —llamó a uno de los dos adolescentes que iban con un grupo de tres adultos hacia la sala de juegos—. ¿Dónde está Gala?
El joven prestó más atención al estado de Ian que a su pregunta, así lo hicieron sus acompañantes.
—¿Dónde está Gala? —Alzó la voz.
—Salió con Queen al bosque. Pero Tanya está ahora en la enfermería.
Genial...
La mujer humana estaba leyendo en su anotador digital cuando le sobresaltaron al entrar sin siquiera golpear la puerta. Tanya, después de salir de su impresión, se puso de pie, tomó un par de guantes de látex y corrió a atender a Ian.
—Dios, niño, ¿contra quién te peleaste? —Le tomó del rostro y giró de un lado al otro observando los cortes—. ¿Gala no ha vuelto? —Le preguntó a Patrick.
Estático, se quedó enfrentado con esos ojos verdes, hubo algo en él que tembló ligeramente.
—No, sigue afuera todavía —contestó Ian.
Patrick caminó hacia el gran mueble blanco.
—¿Qué necesitas?
—Hisopos, el frasco de desinfectante, hilo y aguja de suturas. Están en la primera puerta que dice asistencia primaria.
Patrick recogió todo, lo puso en el carro de metal y se lo acercó a ella, luego retrocedió para darles espacio. Le observó curar las heridas de su hijo con el mayor de los cuidados, una paciencia que ni siquiera Gala tenía, Tanya era dedicada y suave, consciente de que Ian sentía mucho dolor, por más que quisiera reprimirlo y parecer fuerte.
Tras una hora, Tanya hizo de la camisa roja dañada una bola y la arrojó a un cesto.
—Tardarás entre veinticuatro y cuarenta y ocho horas en sanar por completo —le dijo—. No cambies en ese lapso, ¿de acuerdo?
Ian asintió obediente. Tanya se quitó los guantes y se dirigió a él.
—Necesita descansar.
Patrick gruñó molesto.
—Necesita una lección.
Ian tragó duro.
—La lección puede esperar.
Su mirada se hizo suave, y el león no podía huir de ella, era algo magnético que le guiaba a un plácido calor que hace tiempo no había sentido. Mirando hacia su hijo, Patrick lo despachó con un gesto brusco, Ian bajó la cabeza y se retiró. Él también debería haberlo hecho, pero sus pies se anclaron al suelo mientras le veía acomodar las cosas. Esos rizos oscuros que caían por su espalda se veían más que tentadores para un animal sensitivo..., tragando un gruñido, Patrick le ayudó a guardar las cosas en el mueble.
—¿Qué le sucedió? —Ella preguntó.
Abrió una de las puertas, cuando ambos fueron a poner el desinfectante y la caja con hisopo, sus manos se rozaron apenas, hubo una chispa, un resplandor, que los mantuvo mirándose fijo. Un tono rosáceo dominó sus mejillas, de nuevo, al león se le secó la boca.
—Peleó contra un grupo de compañeros de escuela —afirmó, uso el mismo tono de siempre, solo que esta vez, ya no podía aplicar algo de dureza—. Creo que es por una chica.
Tanya sonrió.
—Típico de los jóvenes... —Cerró las puertas del mueble y regresó a su asiento para continuar leyendo—. Debes enviarlo si se queja mucho de dolor, o si tiene temperatura muy alta.
—De acuerdo.
Sin nada más que hacer en ese lugar, Patrick se dirigió a la salida, pero antes de atravesar el umbral, miró a esa mujer humana una última vez. Al salir, dos leones se le quedaron mirando con curiosidad en el pasillo. Patrick estrechó la mirada sobre ellos.
—¿Algún problema?
—No, no.
Tras verlos bajar por las escaleras, Patrick se dirigió al balcón frontal, la vista de la primavera era un agasajo para el animal que moraba dentro, abajo, saludó a Gala que regresaba con Queen de su caminata. Recordó un detalle que le inquietaba sobre la enfermera, nadie le había visto transformada desde que llegó a Gold Pride, debería indagar sobre eso más tarde.
—¿Tu cachorro tuvo su primera pelea? —Byron se acercó al balcón.
—Por desgracia.
El imponente tigre se detuvo junto a él, lo miraba de reojo mientras una sonrisa se asomaba para burlarse de la situación.
—Ya verás cuando nazca tu cachorro.
Byron rió.
—Oh, vamos, también fuimos jóvenes. No seas muy duro con él.
Patrick lo pensó, solo un segundo, aunque el tigre le tenía mucha estima a su aprendiz, esto no podía ser pasado por alto sabiendo que ocurrió en un lugar muy peligroso. Ian podía tener mil argumentos para su conducta, pero los humanos no comprenderían ni uno de ellos, y si pretendían anexar Willow County como parte de su territorio, no podían admitir hechos de violencia de ningún tipo o se arriesgaban a tener una mala reputación.
—Debe aprender dónde pelear y dónde contenerse —replicó—. Su ímpetu no le sirve de nada si crea temor a su alrededor.
—Fue en defensa de una chica, quien resulta ser de mucho interés para su león.
Patrick giró hacia el león. Genial, el tigre ya había hablado con él, a veces sentía que era más cercano que ningún otro en la coalición.
—¿La ha elegido?
Byron se encogió de hombros.
—No lo sé, está tratando de averiguarlo.
—¿Quién es ella?
—No me ha querido decir, debes darle tiempo, está tratando de protegerla y ese otro chico lo ha presionado demasiado.
Dicho eso, y con una ligera inclinación, Byron lo dejó solo.
Ahora tenía un nuevo enfoque, y en cierta forma, la historia parecía repetirse para su hijo. A esa edad él también andaba tras la huella de una mujer humana que alteraba sus sentidos de una forma que no comprendía bien, pero la gran diferencia entre ellos dos residía en el hecho de que Ian estaba en una mejor condición, tenía una familia, una coalición, estudios, amigos..., y Patrick no tuvo nada de eso. Estaba solo en ese tiempo, convertido en un delincuente cibernético para sobrevivir. Pero eso nadie debía saberlo.
Tras tomar una gran bocanada de aire, Patrick bajó a la primera planta y se internó a la salvaje naturaleza exterior, fue rumbo a la pequeña laguna en la parte sur, un suave espejo de agua alimentado por un arroyo que se desprendía de un río mayor al norte. La tranquilidad era un respiro de toda esa agitación, sentándose en una gran piedra, se quedó observando las aguas calmas. Por dentro, su león se relajó cerrando los ojos. El gran momento de paz..., No duró mucho.
Una presencia alertó sus sentidos, lentamente giró, encontrándose con el sujeto del espejismo..., era real, y estaba a varios pasos de él. Era un poco más bajo, pálido, con esos cristalinos ojos azules que reflejaban una distante mirada, su cabello tenía una mezcla de tonos marrones oscuros por el impacto de la luz, pero en mayor medida era negro. Llevaba un sobretodo color negro de botones cruzados que cubría casi todo su cuerpo y se veía ligero.
—¿Quién eres tú y qué haces en mi territorio? —Demandó.
¿Cómo es que nadie lo detectó?
El sujeto se inclinó ante él, su actitud era calma, pero esa mirada, aguardaba peligro.
—Descuida, no he venido aquí para ocasionar problemas.
Estaba exactamente ahí para eso.
—¿Quién eres?
—Evan Hatchet —le extendió la mano, Patrick la dejó en el aire—. Alfa del clan Fire Heart.
Patrick se puso de pie, a la defensiva. No esperaba encontrarse justamente con otro rival, lo analizó, recordó que Marshall había dicho que era un cambiante felino, pero no sabía con exactitud de qué tipo.
—¿Cómo es que llegaste hasta aquí?
Evan, le miró de costado.
—Puedo ser un fantasma cuando quiero.
Estrechó la mirada sobre el felino, ambos se observaron, un análisis frente a frente que buscaba determinar la siguiente movida.
—¿Qué eres? ¿Qué quieres?
Evan flexionó y apretó los puños seguidamente, ese gesto desataba sus nervios, no podía saber sus intenciones.
—Leopardo de las nieves —respondió, enderezó su postura, elevó su mirada—. Y he venido para hablar contigo, no busco tierras, ni poder, mucho menos expulsar a tu coalición, lo único que me interesa es Joey.
Patrick afirmó los puños, tensándose. Pero en el fondo se sorprendía que un leopardo de las nieves liderara un clan de leopardos, sin embargo, su instinto le susurraba que mantuviera la distancia.
—Tu espía.
Un gruñido bajo le llegó como una amenaza.
—Aun no he caído tan bajo como para recurrir a ese recurso.
—Mi coalición no es abierta.
—Joey necesita estar con los suyos, un rasgo de su naturaleza se ha activado y ya no es feliz en mi clan.
Silencio. Patrick lo escrutó, el león se hallaba inquieto. No veía a Evan como una posible amenaza, era de un menor tamaño, estaba seguro que podía vencerlo si esta ácida tensión se transformaba en violencia.
—Y por eso lo echas.
—No, él ha decidido irse en cuanto supo que tu coalición se había instalado en el sur.
Esbozó una sonrisa afilada.
—¿Crees que me voy a creer eso?
El leopardo se cruzó de brazos.
—No. Y entiendo tu reacción, acaban de llegar, desconocen nuestro origen y reputación, comprendo que intentes mantener a tu coalición en un círculo cerrado, yo también soy nuevo en todo esto, pero conozco a Joey, es honesto, confiable, fuerte..., y necesita estar con leones, su naturaleza lo demanda.
—¿Qué quieres, convencerme? Pierdes tiempo, soy dueño de mis acciones y no pienso retractarme, entenderás también que solo busco lo mejor para mi gente.
Evan bajó la cabeza sin dejar de mirarle de frente, y retrocedió, lento, paso a paso.
—Entiendo. Pero..., ¿no es muy contradictorio? Proteger a tu gente y al mismo tiempo cerrarle las puertas a quien te necesita, no es algo coherente para un alfa.
Dicho eso, el leopardo se retiró sin darle la espalda, hasta desaparecer en el denso bosque. Patrick quiso seguirlo pero se dio cuenta que realmente era un fantasma, pues casi no dejó huella. El maldito Alfa era sigiloso, y eso, no era algo bueno, sobre todo cuando sus últimas palabras le hicieron ruido en la mente...
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