Capítulo 45
“Tu vínculo de sangre intenta llegar a mí para formar un vínculo de pareja. Pero está cortado de mi lado”
Pensó en eso mientras miraba el camino por la ventanilla, escapaba a su lógica, mientras más se metía a este mundo, tan salvaje e impredecible, más se dejaba influenciar por cosas que una vez creyó imposibles. La única verdad en todo esto era que ella era humana, sus padres eran humanos, sus tías y tíos también, incluso sus abuelos. Tanya venía de una familia muy humana, común y corriente.
Entonces, recordó las historias que Charity les contaba antes de dormir. Ella quería que sus hijos estuvieran consciente del mundo en el que vivían, que habían heredado. La raza humana, una vez, enfermó de tantas maneras que el peligro de desaparecer se volvió una amenaza real, entonces giraron sus ojos hacia la naturaleza y su perfecto equilibrio, sus habitantes naturales hechos cada uno tan perfectos según su propósito en la vida. Y comenzaron a investigar, mezclar cosas y crearon nuevos seres humanos que ya no eran humanos. Ellos cambiaban, se guiaban por los ritmos de los genes animales en los que se convertían.
Los llamaron cambiantes.
Pero como la raza humana nunca pudo aprender de sus errores, comenzaron a explotarlos por su sangre y ADN, los mismos que sanaron sus males y los hicieron más fuertes.
En algún punto... Toda la raza humana compartía algo con los cambiantes.
Esa historia era algo fantástico para una niña de diez años, tan lejos de su comprensión. Pero ahora, más de veinte años después algo encajaba en la narrativa dulce de su madre. Tanya era parte de la tercera generación nacida después de la liberación de los cambiantes, ¿sería posible que existiera algo en ella que hiciera posible un vínculo?
Ahora que lo ponía en cuestión, no pensó mucho en eso cuando Patrick formó el de sangre, simplemente lo atribuyó al hecho de que él era un Alfa y los Alfas eran fuertes, capaces de todo. Ahora veía que incluso sin tener familiares cambiantes directos, los humanos podían relacionarse con ellos de una manera mucho más estrecha que solo compartir el mismo territorio.
—Llegamos a la entrada de Paradise City —informó Patrick—. Necesito tu identificación.
Había un tono de cautela en su voz, Tanya buscó la identificación en su bolso y se la entregó, una breve mirada, su león tan fuerte y poderoso, estaba tenso y preocupado, pero le sonrió a través de eso.
El agente encargado de verificar a todo aquel que entrara y saliera de la ciudad, pidió los documentos necesarios. Debía ser un lobo, pero no tenía manera de saberlo. Tanya solo conocía al clan Moon Fighters por el compañero de Eleine, que era miembro y una conexión directa. De nuevo, recordó que no le había creído a su amiga cuando le contó que había formado un vínculo con Caleb Meyer. En su lugar Tanya dijo que tal vez Eleine había tenido una sobre estimulación por el orgasmo esa noche.
Ahora las piezas encajaban y comenzaba a verse como una idiota. Su mentalidad cambiaba a pasos demasiado rápidos.
—Cuando estuve en tu casa recordé cosas —dijo Patrick al recibir el visto bueno del agente y avanzar por la entrada—. Cosas que había olvidado hace mucho tiempo.
El tono nostálgico le hizo mirarlo, Tanya quería pasar sus manos por esa barba crecida, tomarlo por las mejillas y acariciarlo. Pero todo lo que podía hacer era mirar, y caer a lo profundo por un hombre que se le escapaba de las manos sin querer.
—¿Qué cosas?
Un suspiro largo.
—Mi familia.
Al frente comenzaba a verse la ciudad dominada por los lobos, un punto comercial importante, lleno de movimiento, vida y ajetreo. Pero ni la magnificencia de los edificios, ni el prístino color de la civilización, nada de eso era tan atrayente como el hombre que estaba junto a ella.
—Nunca me hablaste de ellos —Tanya agregó.
Una breve sonrisa se formó por un momento antes de que él dijera:
—No los recordaba. Todavía uno puedo, ha pasado tanto... Ni siquiera recuerdo el nombre de mi clan.
Tanya giró hacia él.
—¿Fuiste parte de un clan?
Patrick asintió.
—Hasta los diez, cuando vivía en Canadá.
Por la sombra oscura en sus ojos Tanya tenía miedo de preguntar, pero tal vez necesitaba hablar de esto con alguien. Patrick era un hombre lleno de secretos que ni siquiera los miembros de su coalición sabían.
—¿Qué sucedió?
—La ley —voz grave, un arrastre animal—. No recuerdo los rostros de mis padres, sus nombres, solo tengo la vaga conclusión de que el clan era pequeño y que llegaron buscando a los Alfas jóvenes.
—La política de control —concluyó Tanya, su cuerpo se tensó por la forma en que Patrick gruñó.
Ella había leído algo de eso en sus tiempos libres durante la escuela de medicina, Canadá había exterminado a sus propios clanes por el fanatismo religioso que comenzó a hacer presión añadiendo que los cambiantes eran peligrosos para los seres humanos y debían ser controlados.
—Vi un retrato de tu padre —él dijo minutos después—. Y recordé a mi Alfa, era similar.
Tan pocas palabras... Pero cada una de ella tenía muchas sensaciones mezcladas, tristeza, amargura, una pesada nostalgia y algo más...
—Él me dijo: vete lejos, esparce tus semillas y velas crecer en nuevas tierras. Llevas la sangre del clan.
Y entonces comprendió, que Patrick había sido deportado de su país junto a muchos otros niños cuyos padres habían temido por sus vidas, por sus futuros, y entonces desesperados por protegerlos, los enviaron lejos, a lugares donde estuvieran mejor.
—Tu clan entró en guerra —dijo ella, atando los hilos—. Sabían que al ir por los cachorros, los adultos los defenderían a muerte.
Era parte del plan, parte de la exterminación. Los clanes, sin importar el tipo de animal en el que se convertían sus miembros, compartían un rasgo en común: proteger a los vulnerables, cachorros y ancianos entraban en la categoría. Intenta tocarlos, y la guerra se abrirá sin piedad.
—Patrick, yo...
Sacudió la cabeza, su mano grande acarició su brazo de una forma gentil.
—Ya no importa, es solo que..., llega un momento en que comienzas a pensar en todo lo que has vivido y..., haces un balance entre lo bueno y lo malo.
«No hables como si fueras a morirte ahora mismo» se guardó el regaño para sí misma. Tanya quería que confiara en su intuición, por más difícil y absurdo que sonara eso.
—Me siento nostálgico, solo es eso.
Patrick apretó los labios, una sonrisa breve. Las calles de Paradise City los recibieron con tumultos de autos eléctricos, y la vida retumbando por todas partes, a cada tramo, cada vuelta, la ansiedad comenzaba a apretarse alrededor de ella con un pulso vicioso. La incertidumbre comenzó a cavar en su mente, al final no tenían nada asegurado más que solo una reunión. Pero urgía la ayuda, y ella la conseguiría.
El espacio de la universidad de Crawford era grande, cerrado por vallas de seguridad negras y con cámaras de vigilancia apuntadas no solo en la entrada, sino en algunos puntos del vallado. En la entrada, tuvieron que esperar a que le llegara la confirmación de permiso de la directora al guardia de seguridad. Faltando quince minutos para la hora acordada, el hombre les dio el acceso.
Prados verdes a ambos lados de un camino de grava, césped cortado de una manera precisa y bien cuidada. Rodearon una fuente de agua y se metieron en la zona de estacionamiento, de ahí debían seguir a pie.
—Nunca creí que pisaría un sitio como este —Patrick dijo, echando un vistazo alrededor.
Toda la administración estaba en el edificio principal, los salones, dormitorios y laboratorios se encontraban en edificios separados rodeando el campus interno más allá del principal. Al ingresar, el león se veía aturdido por la cantidad de personas que iban y venían de un sitio a otro.
Cuando un par de jóvenes le tiraron un par de miradas, Tanya lo tomó de la mano, él tensó la espalda, pero luego levantó una ceja mientras la miraba. Su confusión por el entorno vivo y acelerado dio paso a esa intensidad habitual. Tanya tomó aire.
—Hay que ir a la oficina de la directora.
En el segundo piso, la secretaria de Janice Wolsten, una mujer alta y de aspecto desgarbado con ojos cristalinos y cabello gris oscuro, los condujo hacia la las puertas de la oficina, les pidió que esperaran hasta que recibiera la confirmación de la reunión. Minutos después, la mujer les permitió la entrada.
El ambiente cambió de una forma radical, del estilo tradicional en madera antigua a algo más moderno. Piso blanco, suave y limpio, recubierto por una alfombra negra que llegaba hasta el escritorio del mismo color donde una mujer mayor los esperaba. Las paredes de los costados eran del mismo tono del piso, con estanterías adheridas, llenas de libros viejos.
Los libros físicos eran obsoletos, la humanidad había optado por lo digital para evitar la tala de árboles. Esos libros debían ser más reliquias que algo de uso común.
—Bienvenidos.
La voz de la mujer tenía un tono rico y fluido, que capturaba la atención al instante. Ella tenía el tono de piel más oscura que la de Tanya, el bronceado algo profundo que hacía su cabello gris y negro un contraste severo. Sus ojos marrones eran pequeños y rasgados a los bordes, le daba un aspecto felino y una mirada potente.
Para ser la directora de una de las universidades más importantes del Estado, debía ser cambiante. Porque este sitio de conocimiento y realización, estaba destinado a alojar exclusivamente a las mentes cambiantes.
—Gracias por recibirnos tan pronto —Tanya habló, porque Patrick aun estaba analizando a Janice—. Este sitio es impresionante.
Una mirada de orgullo se cruzó con ella en el instante que apretaron manos en un saludo cordial.
—Lo es —Janice sonrió—. Tomen asiento.
Volteando hacia el león, Tanya le tomó de la mano, el contacto lo hizo reaccionar, Patrick se inclinó con una formalidad curiosa hacia la mujer mayor. Ambos tomaron lugar en las dos sillas negras frente al escritorio ordenado y limpio.
Control, era algo que se podía saber apenas al entrar en este lugar.
—Gracias por el interés que han mostrado para viajar desde tan lejos.
Leyendo su tono, no era un buen comienzo.
—Estamos dispuestos a aceptar todos sus términos —Patrick habló, un poco subyugado.
Janice era un poder en sí misma. Y cuando se sentó en su silla, parecía una reina que intimidaba, antes de tomar la dirigencia debió enseñar en la universidad, de ahí su fina presencia, la chaqueta blanca con bordes oscuros y los pantalones de traje negros.
—La universidad Crawford mantiene un estricto protocolo de trabajo respecto a las investigaciones en el área de salud y medicina cambiante. No es como ir a un hospital y donar sangre.
—Lo entendemos perfectamente.
Janice miró a Tanya, inclinó su cabeza hacia un costado, ni un solo cabello abandonó la posición dentro del peinado, una trenza apretada.
—El prestigio —agregó—. Es importante. Y mi deber es mantener no solo eso, sino la buena integridad y la transparencia correcta desde adentro hacia afuera. Mis estudiantes conocen eso, y esperan que el lugar donde estudian sea un ámbito coherente.
Tanya no podía ver a donde llevaba la conversación, pero el poder de esa voz tan nítida era inquietante.
—Necesito la verdad —continuó, Janice puso los codos en la superficie suave del escritorio y juntó los dedos de las manos—. Un león macho no viaja tan lejos dejando su lugar de residencia solo para contribuir a la medicina.
—No somos una amenaza, si es lo que insinúa.
Voz de león, el arrastre de poder fundido en el sonido.
—¿Un cambiante con antecedentes de delitos cibernéticos y una doctora humana con más de siete reportes de conductas indecentes durante sus residencias? Eso dice mucho.
La sangre de Tanya se calentó, fluyendo rápida como el pulso, el león junto a ella se tensó, buscando un peligro inexistente.
—Mire, necesitamos ayuda y el proyecto L23 es nuestra oportunidad más valiosa. —No controló el tono fuerte de su voz, tampoco el coraje acerado dentro de ella, como si tuviera su propia bestia, sus propias garras—. Él es Patrick Mcgraw, Alfa de la coalición Gold Pride, padre de dos cachorros y el hombre al que amo. —Una pausa, su garganta áspera, la conmoción pinchando en la parte trasera de sus ojos—. Tiene graves secuelas de un rompimiento vincular, necesita tanto el tratamiento tanto como ustedes un sujeto con el que probar su medicina.
Al terminar, la intensidad de su respiración se sentía pesada, como si hubiera corrido por todo el campus del lugar. Pero había algo más dentro, una necesidad clavada en lo profundo, que le hizo sostener con fuerza la mano de Patrick cuando Janice se detuvo a observarlo con más detenimiento.
Ella jamás se había sentido así, con tanto miedo en el corazón y tanto coraje.
Patrick acarició sus dedos con el pulgar, tranquilo a pesar de la ola explosiva que ella impulsó violenta en su discurso desesperado, cuando ella volteó hacia él, el dorado en sus ojos tenía una satisfacción plena.
—¿Estás segura que no tienes sangre de león? —Preguntó sonriente.
• • •
Tanya no lo sabía, pero estaba demostrando signos de una protección y posesividad equivalentes a las de una leona muy dominante. Y le gustaba, como le gustaba.
Pero sus apasionadas palabras no cambiaron la expresión seria de Janice. Ella era una figura difícil de leer, la criatura dentro de ella demasiado controlada como para alcanzarla. Pero estaba seguro que era cambiante, esta institución era segregacionista y exclusiva.
—El proyecto L23 está destinado a encontrar una forma segura de corregir las secuelas mentales de los rompimientos vinculares, los leones fueron seleccionados como objetivos porque son los que están más severamente afectados. —Un giro de ojos oscuros hacia él, una fuerza primaria y segura en su voz cuando continuó la explicación—. El proyecto lleva en prueba desde hace dos años, es demasiado incierto si funcionaría en su caso, demasiado peligroso si hay vínculos de sangre drenando su energía. No puedo tomarlo como un sujeto más para el proyecto, el riesgo es alto.
La decepción quería agarrar su corazón para estrujarlo, pero Patrick no iba a considerar un no como respuesta, al menos no con esto.
—Usted no sabe lo que sucederá a menos que lo intente.
Janice elevó la mirada, una auténtica reina considerando si era merecedor o no de su presencia, la fuerza picaba contra la piel de su león débil. Pero era un Alfa todavía, no iba a rendirse hasta el último respiro.
Y eso no estaba sucediendo ahora mismo.
—Yo coordino todos los proyectos en curso, conozco cada detalle de cada uno y los resultados de los voluntarios, usted no...
—Señora Janice... —Interrumpió una voz mecánica a través del intercomunicador integrado en el escritorio.
Janice sostuvo su mirada mientras hacía presión en una parte, debía ser el tablero digital.
—Delilah, ahora no, estoy ocupada.
-Pero... Tatiana... Dile que me deje pasar —exigió otra voz, diferente—. Tengo que ser parte de esto. ¡Janice!
Los ojos de Janice se hicieron más afilados al escuchar a la mujer que se interpuso en la comunicación.
—Que pase.
Irrumpió con una fuerza conocida, la mujer llevaba el fuego ardiendo en el cabello rojo sostenido en un moño apretado detrás de la cabeza, cuando ella se acercó Patrick cedió su asiento pero la mujer simplemente se acercó a él. Ojos tan cristalinos como el cielo lo examinaron de una forma inquisitiva, ella lo rodeó.
Llevaba una camiseta celeste a juego con el pantalón liso, le recordó al uniforme medico de Tanya.
—Sus condiciones externas parecen normales para un individuo de su tipo y edad. —Tocó su melena en otro giro—. Mitad de los treinta si no me equivoco.
—Delilah, ¿qué haces? —Exigió Janice, su tono al borde de rayar en el animal desconocido—. No había terminado la reunión y esto es privado.
—Buena masa muscular. —Delilah le apretó un brazo—. Pero lo que me interesa es lo que hay aquí adentro. —Con el índice tocó su frente.
Cuando se encontró con esos ojos, hubo un cambio ligero de color, un círculo ámbar que rodeó la parte externa de su pupila, desplazándose un poco hacia lo blanco. Ella estaba emparejada, con un felino. Pero no era exactamente uno.
Sus movimientos y la necesidad de tocar, eran típicos de un lobo. Y el olor..., oh..., sí..., era el mismo sobre Janice. Pero su vínculo estaba incompleto de una forma que no alcanzaba a comprender.
Como no lo hacía con el de Tanya.
—Delilah, no.
—¿Qué? —La pelirroja se giró, un choque de miradas demasiado íntimo—. Es perfecto para probar el compuesto.
Las líneas de expresión en el rostro de Janice eran rígidas.
—Fue un prisionero del clan Moon Fighters, no lo quiero como voluntario en esta institución. Demasiado riesgo mediático.
Patrick se tragó un gruñido.
—¿Y eso que importa? —Delilah se cruzó de brazos—. El sello de confidencialidad ha sido impecable.
La expresión de la mujer mayor, una fuerza inflexible.
—Hasta ahora. —Janice se giró hacia Tanya—. ¿Cómo supieron lo del experimento?
La orden exigía obediencia. Patrick estaba más seguro de que no había un dominio normal en esta mujer. Pero Tanya había aprendido a tratar con cosas así, porque él había sido igual.
—Una fuente confiable y segura. Nada saldrá de estas paredes, es nuestra promesa.
—¿Lo ves? No hay nada de que preocuparse. —Dejando una palmada en el hombro de Patrick, Delilah le apretó la mano—. Delilah Allen-Wolsten.
El reclamo fue evidente.
—Patrick Mcgraw, mucho gusto.
Soltó su mano casi al terminar.
—Estás perdiendo la razón. —El tono frío de Janice heló a través de la sonrisa cálida de la pelirroja—. El clan Moon Fighters aporta la mitad de los recursos y...
—El clan no será un problema Janice —cortó la mujer, firme—. Ya no, este es el primer voluntario que tenemos en siete meses, dejame continuar, por favor.
Janice se enfrentó a un mohín lobuno que podría derretir a cualquiera, y con ella, lo hizo, o al menos provocó que echara un suspiro al aire. Era obvio que ceder no era un comportamiento habitual en ella.
—Bien. Pero que esté consciente del contrato de confidencialidad y de los pro y contras del proyecto. No quiero lidiar con problemas legales si los efectos secundarios se desplazan a través de otro Alfa.
—¡Perfecto!
Un chillido enérgico, Patrick podía sentir la energía corriendo frenética en ella, un pulso de vida con pelaje de lobo. Delilah le arrojó una sonrisa grande a Janice que estiró sus propias lineas en su rostro, y luego se enfocó en ellos dos.
—Vamos al laboratorio para prepararlos.
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