Capítulo 33




-Hola, disculpa por molestarte en tu día libre, pero..., tengo una situación aquí.

Patrick escuchaba a esa sombra hablar mientras iba y venía, su cuerpo inmóvil, atravesado por el dolor en cada parte, cada musculo, pero, por sobre todo había una punzada en su costado que dolía más con cada movimiento de su respiración, aguda y penetrante, con el tibio olor metálico de la sangre.

Su sangre.

Y un borde ácido, como metal y corrosión...

-Lo sé, pero no te llamaría si no fuera urgente, sé bien como manejar el subclan. -La voz comenzó a aclararse, a abandonar la sensación de eco en casa palabra-. Pero encontré algo metros más adentro de la carretera, y lo traje a mi cabaña.

Apenas escuchó un gruñido distorsionado.

-Trae a Nat, realmente está mal, luego habrá tiempo para respuestas.

Cuando se hizo el silencio, Patrick abrió los ojos, de una forma pesada y lenta, la bruma había disminuido su capacidad de enfoque, las cosas eran borrosas pero el piso debajo de su cuerpo se sentía frío y olía a polvo y madera. Rayos de luz blanca le apuntaban desde un ventanal enorme, aun con eso el ambiente estaba iluminado de una forma tenue.

-Dios, hombre, ¿a quién cabreaste tanto para terminar de esta forma?

Un matiz de amable distancia en la voz de un hombre, era rica y un poco profunda, ligero arrastre en las palabras. Parecía joven. Patrick escuchó algo más, un sonido que provenía de su cuerpo, un silbido agudo y débil cada vez que dejaba salir el aire. Estaba realmente mal, casi no sentía al león bajo la piel. Pero estaba dormido, por suerte no lo había perdido.

Tiempo después, no supo cuanto, el ruido de un motor se escuchó acercándose. Pronto, el rechinido de una puerta y los pasos asomándose le hicieron sentir incomodo, una cruda necesidad de huir clavándose en su pecho.

-Dios santo... -murmuró una voz sorprendida, su dueña se acercó con cautela-. ¿Quién lo ha hecho?

Una respiración, un latido...

-Es un león.

Firmes manos giraron su cuerpo para quedar de espaldas en el suelo, entonces Patrick vio el techo de madera, con una pronunciada inclinación en cuña, en la parte superior un rectángulo de cristal unía las partes ascendentes y descendentes, podía ver el cielo blanco por ahí.

-Tabique roto -mencionó la mujer, esas manos fueron ásperas sobre su rostro, pero con un cuidado delicado-. No hay huesos rotos además de ese, el cráneo está bien.

Parpadeó, por eso el silbido en su respiración. Tragó saliva, un asqueroso gusto a sangre en la boca. Cuando la mujer, que parecía ser doctora o enfermera, palpó su pecho, Patrick apretó los dientes para no dejar pasar ningún sonido, a pesar de que el dolor lo atravesaba como una ola furiosa estrellándose desde el musculo a la piel.

-Golpes internos -comentó la mujer.

La apertura de un cierre le llamó la atención, Patrick apretó los ojos con fuerza, una y otra, y otra vez, las formas comenzaban a aparecer, tan lento. Un par de ojos marrones le encontraron observando, la mujer que tenía un avanzado escáner manual revisando su pecho de un lado al otro, se parecía tanto a Tanya, ella tenía la misma mirada tan llena de preocupación pero eficiente y precisa a la vez, mirada de sanadora. Dejó de pensar en huir cuando supo, por una suave sonrisa en un rostro con arrugas de tiempo, que le estaban ayudando.

Y él quería aferrarse a eso. Porque había un asunto de extrema urgencia, por el bien de los suyos debía sanar rápido.

Cabello castaño claro con gris asomando en las raíces y en sus sienes, cayó por el lado de su rostro al acercarse más al sitio donde el dolor era más agudo, la punzada se movió. Su camiseta gris fue rasgada.

-Luke, avisa a Sean sobre esto -ordenó la mujer, con una tranquilidad que parecía querer abrazarlo-. Cooper, cuando te diga, haz presión en esta parte.

Un hombre acercó su presencia, fuerte, firme y dominante, la punzada comenzó a arder cuando sintió algo abandonar su cuerpo, un objeto extraño, con filo. Un cuchillo. Algo más suave tocó su piel tan rápido como el cuchillo fue extraído con una precisión cuidadosa, el olor a sangre se hizo más fuerte en el aire, una ligera presión entre la sexta y la séptima costilla.

El rechinar de la puerta ahogo un gemido apretado entre sus dientes.

-Es pequeño -comentó el hombre, mientras la mujer mayor analizaba algo en la hoja del cuchillo-. Debería haberlo quitado.

Un golpe severo en la parte trasera de la cabeza lo hizo quejarse.

-Mal, muy mal -reprendió la mujer, sus ojos volviéndose dos líneas agudas-. Es pequeño, pero tienes tanto tacto como un elefante. -El regaño escondía un matiz más suave que la dureza en su voz revelaba-. Tuvo suerte, el ligero movimiento podría haber dañado un órgano importante.

Acercando la hoja ensangrentada a su nariz, la mujer respiró profundo, y luego pareció erizarse por completo, sus pupilas dilatadas rodeadas por oro.

-Aleación de amonium -gruñó.

-Eso te deja débil como una hoja.

-Exacto, quien le enterró el cuchillo no lo quería muerto, ¿cómo lo encontraste?

Un pinchazo suave en su costado, la mujer estaba inyectando anestésico local alrededor del corte. La punzada filosa dejó de doler minutos después, transformándose solo en un molesto picor que no se comparaba con los golpes que le habían dado en el cuerpo. Porque sentía cada uno, los identificaba a la perfección, patadas al estómago, pecho, brazos, piernas, una en la cabeza.

Si hubieran sido hechas con mayor fuerza, debería estar muerto.

-Estaba a veinte metros de la carretera principal -habló el hombre-. Yo y mis hermanos volvimos de un viaje a Lake Saint Jerome. -Una risa baja-. Todavía me duele el estomago por comer tantas de esas galletas.

-Comiendo con Alexei, ¿huh?

-No exactamente, pero la pareja vincular de Theo tenía muchas de esas galletas.

-Ah, tendré que darte un té digestivo. Sigue contando, parece que este herido está bastante lúcido.

Solo entonces, el rostro del hombre entró en su desgastada línea de visión, sus rasgos eran angulares, bastante cincelados, cabello revuelto color castaño oscuro con reflejos claros a la luz, y ojos de un marrón más suave.

-Fue suerte que me encontrara en la parte trasera de la camioneta de Theo cuando pasamos, los demás idiotas pierden un poco sus sentidos cuando se distraen. -Otra risa, nostálgica y afectiva-. Cuando percibí el olor de su sangre los detuve para bajarme a investigar, lo encontré cubierto de hojarasca y maleza.

Pequeños pellizcos, la mujer estaba cociendo su herida.

-¿Quisieron enterrarlo?

-Eso ni siquiera se le parece, pero quien sea que le hizo esto, no quería matarlo solo joderle la existencia al molerlo a palos.

Esa era una definición precisa.

-¿Puede que sea un traficante o un cazador?

Patrick sintió algo calentarse al escuchar eso, un profundo sentido rabioso que se anudaba alrededor de su corazón. Intentó usar sus cuerdas vocales, su propia voz no estaba por el momento. Completamente inútil y vulnerable, los malditos cumplieron con la tarea demasiado bien. Pero no contaban con que este león podía enojarse tanto, que algunos golpes y una puñalada con un cuchillo envenenado no bastaría para detenerlo.

Patrick iba a tener su venganza, solo debía recobrar el control de su cuerpo y su león.

-No tengo idea, por eso llamé a Luke, él y Sean sabrán que hacer.

Un olor áspero, la picazón subió por su nariz, Patrick tosió fuerte, el dolor estalló en su garganta, sus ojos se volvieron brillosos. Un brazo fuerte lo levantó un poco, la mujer se convirtió en su apoyo, suave, firme. Una sensación sobrecogedora embargó su cuerpo cuando ella le pidió al hombre que le trajera un vaso con agua, su voz tan consternada y dulce...

Se encontró a si mismo extrañando tanto a Tanya...

-Bebe -ordenó la mujer-. Tu voz volverá.

Patrick se enfocó en el otro hombre, su expresión demasiado tranquila como para adivinar su siguiente movimiento, pero su cuerpo atlético se inclinaba un poco hacia adelante, era obvio que estaba listo para tomar a la mujer y alejarla si Patrick atacaba. Jamás haría algo así, está gente le había ayudado, a él, un completo extraño, vería la forma de retribuir cuando solucione sus problemas.

Porque lo haría, diablos, sí, aunque la tierra se partiera, Patrick haría pagar a cada maldito que se atrevió a dañar a los suyos.

La mujer tuvo razón, el agua fresca disolvió la arena en su garganta, hasta le fue más fácil respirar, pero todavía dolía.

-H-hola...

Una sonrisa amplia, maternal, se dibujó en el rostro de la mujer, sus ojos volvieron a ser humanos de nuevo, café oscuro y brillante.

-Hey... -Una mano arregló los enredos de su melena sucia-. Pobre hombre.

Un gruñido de advertencia de parte del otro sujeto.

-Que no te encante todavía Nat. -La advertencia tácita y precavida, la protección brillaba en su voz más profunda-. No sabemos quien es este tipo.

Tomando aire, hizo el mayor esfuerzo para que sus palabras salieran claras.

-Patrick..., Mcgraw... -respiró-. Gold..., Pride...

Miradas de ceños fruncidos, confusión y curiosidad en el aire, pero la bruma del sueño volvió a envolver sus ojos, su cuerpo pedía descanso y ante eso, no pudo hacer nada...

• • •

La siguiente vez que salió del sueño profundo fue porque su león le dio un cabezazo con tanta urgencia que sacudió su cuerpo entero, una forma difícil de despertar, sobre todo si el sitio en el que había dormido no era su habitación.

Todavía el dolor muscular era una molestia para poder moverse bien, pero al menos pudo sentarse sobre la cama grande sin tener que pedir ayuda. Porque era evidente que no estaba solo a pesar de ser el único en la habitación, mientras unía pieza tras pieza de recuerdos, Patrick echó un vistazo.

Tres ventanales grandes a su derecha mostraban un patio con césped salvaje y algunos pinos más allá, colgando cerca de estos ventanales y justo a la mitad, un asiento redondo echo de mimbre, casi como una cápsula, pero incompleta, en cuyo interior tenía almohadones azules.

Pegada a la cama, una mesa de noche hecha de vidrio negro con una lámpara y un reloj digital. Casi las ocho del sábado. Frente a la cama, una serie de puertas cerradas con perillas redondas y pequeñas, supuso que debía ser el armario. Al bajar la mirada notó el parche blanco entre sus costillas, con diminutas gotas de sangre seca resaltando contra la gasa y la cinta.

Tan solo ver eso le trajo un profundo sentimiento, una necesidad oscura se derramó con fuerza, quemaba y dolía, la extrañaba, la extrañaba tanto... Se preguntó si habría ido a la estación de policía para verlo, si ya había advertido su desaparición, se preguntó como estarían sus cachorros...

Sus ojos ardieron, una bola de angustia clavándose en la garganta.

-Parece que estás mejor.

La mujer que había curado sus heridas apareció silenciosamente por una entrada a la izquierda del armario, ahora podía verla con claridad, pequeña, llena de curvas y con una fuerte mirada marrón, gris y castaño oscuro batallaba entre la ondulación de su cabello. Ahora, su parecido era más con el de Gala por esa fuerza en sus pasos.

-¿Nat?

-Natasha para los desconocidos -corrigió, caminó hacia él y comenzó a pasar su estetoscopio, que llevaba en el bolsillo de su camisa celeste sin mangas, por su pecho-. Tu respiración ha mejorado -mencionó, su cabello acarició parte de su rostro al cambiar el aparato a su espalda-. Sin sonidos extraños. ¿Cómo va tu control, ya puedes moverte?

Patrick carraspeó.

-Algo, mejor...

-¿Tus dolores?

-Costillas, y el estómago, también en la parte trasera de mi cabeza.

Tras murmurar que estaba progresando, Natasha sacó un escáner y comenzó a explorarlo de nuevo.

-¿Donde estoy?

-Quieto -ordenó, una mano en su frente estabilizó su cabeza en su lugar mientras pasaba el aparato, tras finalizar la exploración, Natasha se veía conforme-. En el cuarto subclan.

-No entiendo, ¿dónde?

Un bufido exasperado...

-Estás en territorio White Claws, en la guarida del comandante del cuarto subclan, yo soy la enfermera asignada a esta parte de la población.

White Claws...

Pumas.

Uno de los clanes más grandes, poderosos y mejor organizados de este lado del mapa. Y Patrick había pirateado una de sus nubes informáticas cuando Amaia estaba embarazada... No sabía si era el mejor o peor sitio para despertar, pero al menos no estaba en el clan de lobos...

-Debo..., debo volver a mi territorio.

Natasha pasó los siguientes minutos atenta a la lectura de signos en la pequeña pantalla del escáner.

-¿Tienes un clan? -Preguntó después, casi se sobresalta por la claridad de su voz.

-Una coalición.

Que estaba en problemas... Tenía menos de veinticuatro horas para regresar y detener la subasta.

-Debo irme.

-No, tu sanación es extrañamente lenta -Una mirada estrecha, Natasha trataba de indagar algo-. Debes darle a tu cuerpo un poco más de tiempo para recuperarse.

Lo entendía, pero no tenía tiempo, cada hora estaba contada en un retroceso preocupante. Si Patrick no volvía, sus gatos se quedarían sin hogar y eso era algo inconcebible.

-Algo me dice que no eres de obedecer ordenes.

Patrick miró a la mujer, toda fuerza y poder en su cuerpo menudo.

-Soy un Alfa.

Control y poder eran dos partes de su naturaleza, pero trataba de enfocarlas en ayudar a los demás y protegerlos con cada célula de su sistema, Patrick hacía sus reglas, iba a donde quería y como quería, y en este momento quería regresar a Gold Pride.

Lanzando un suspiro resignado, Natasha guardó el escáner.

-Veré que tan bien te mueves, ¿puedes ponerte de pie?

Asintiendo, Patrick movió las piernas, una a la vez, arrastrándose por la cama de suaves sábanas de diferentes tonos azules, al llegar al borde, dejó los pies en el suelo de madera inclinando su cuerpo hacia adelante, dolía, pero estaba bien, nada fuera de lo normal, todo dentro del parámetro soportable. Impulsando, Patrick estuvo de pie con un par de segundos de retraso, pero de pie en fin.

-Has perdido fuerza.

Natasha le rodeó hasta quedar frente a él, y lo miró de arriba a abajo, prestando especial atención al parche que cubría su herida.

-El Amonium caliente generalmente no es mortal, pero debilita un poco. -La doctora ladeó la cabeza, sus ojos dos círculos de oro-. Pero tu reacción fue más agresiva, fue como si de verdad te hubieran envenenado con eso.

Patrick entendía la conclusión final, un cambiante normal solo sentiría adormecimiento por el químico en la hoja del cuchillo, pero él, con su sistema débil y su cerebro al borde del cortocircuito, no había podido contrarrestar el efecto lo suficiente como para que no dejara daños mayores.

-Puedo moverme.

-Demasiado lento para un cambiante sano. -Natasha estaba trabajando esa mente en puntos más lejanos, atando cabos-. Y a este punto no deberías tener una cicatriz en la nariz.

Llevándose la mano al rostro, Patrick tocó el borde, no recordaba el momento en que le acomodaron el hueso, pero supuso que lo hizo cuando se desmayó. Mejor así, habría dolido como una perra maldita.

-Sanación lenta, sistema inmunológico débil... ¿Rompimiento vincular?

La oscuridad tomó a Patrick, enredándose, apretando su corazón. En vez de retroceder, o soltar una advertencia del puma que sabía que ella tenía por dentro, Natasha solo lo miró con una compresión profunda y absoluta, como si pudiera sentir el miedo oculto en la parte más escondida del hombre, tan desgarrador y aplastante que era acero estrujando su mente de solo pensarlo. Ella comprendía el reloj de su cabeza, una marcha imparable del tiempo, consumiendo su salud, su vida deslizándose al otro lado sin poder detenerla o hacerla un poquito más larga.

-Ya llegaron -anunció, sin embargo, su voz fue plana, carente de emoción-. Te daré ropa para que te cambies, trata de no hacer mucha fuerza con las costillas o los puntos podrán salirse.

Natasha salió de la habitación, volviendo un par de minutos después con una bolsa de cartón.

-Mi Alfa ha venido para hablar contigo.

Genial, malditamente genial.

Revisando la bolsa, Patrick sacó las prendas, apretó los dientes con cada oleada dolorosa al ponerse la camiseta blanca sin mangas, se quitó sus pantalones vaqueros manchados con tierra y sangre, los reemplazó por otro par, más ajustados y de color negro, abrigó su cuerpo con una delgada chaqueta verde musgo, veteada con otros tonos oscuros, finalizando por unas cómodas botas de trabajo.

Su melena era un desastre, pero trató de arreglar los nudos más grandes con los dedos mientras se dirigía a la puerta. Salió a un pasillo, al frente una apertura semi circular daba acceso a la cocina. Por los murmullos, debía ir a la sala. Girando a la izquierda por el pasillo, llegó al espacio amplio donde dos hombres lo congelaron en el acto.

Su león se levantó, mostrando los colmillos en una posición defensiva.

Jamás podría olvidar a alguien como Sean, su camuflaje era perfecto para manipular todo a su conveniencia, y ocultar el poderoso cambiante que vivía al filo de su piel. Compacto, pequeño y con un aura de tranquilidad aparente, era imposible adivinar sus reacciones, nunca pudo descifrarlo, Sean Wells usaba bien el lenguaje corporal para hacer creer a los demás que no representaba una amenaza.

De hecho, incluso todavía la gente creía que no podía ser un Alfa, más allá de su tamaño, a Sean le convenía que le creyeran débil, así su bestia la guardaba como su As.

-Patrick.

-Sean.

Natasha pasó por su lado con una bandeja en las manos, en ella había dos tazas de chocolate caliente y un vaso de agua con un sobre negro brillante. Pronto, fue incapaz de seguir ignorando al otro hombre que se mantenía como un pulso pasivo, una fuerza preparada para estallar con un chasquido de dedos.

-Luke.

Una mirada de ojos fríos, azul glacial con notas grises hacia las pupilas, signo de su emparejamiento. Odiaba el cuchillo afilado de los celos al ver eso, simplemente no podía evitarlo. Luke llevaba el cabello corto a los costados de la cabeza, y un poco más largo arriba, algunos mechones negros se escapaban hacia adelante, cayendo por su frente.

-Toma asiento -Sean dijo, una orden camuflada.

Patrick rodeó el sillón grande color marrón para sentarse en una punta, mientras ambos hombres tomaban una taza de chocolate y se sentaban uno en cada sillón individual que rodeaba una pequeña mesa de cristal negro.

Natasha se quedó de pie, rompió el sobre que parecía contener un polvo, en efecto, lo hacía. Vertió todo su contenido en el vaso de agua y lo revolvió con una cuchara hasta que hizo efervescencia, quedando con una coloración azul grisácea. Tomando el vaso entre sus dedos con ligeras arrugas lo empujó hacia él y con severidad en su tono dijo:

-Bebe, todo.

Un sabor ácido y amargo le hizo arrugar la nariz, pero vació el vaso, sintiendo por alrededor de dos minutos más el picor de las burbujas en la lengua.

-Cooper dijo que estabas mal herido a un costado de la ruta -dijo Sean, un tono practico, casi cálido, el puma bebió un poco de su chocolate-. ¿En qué lío estás ahora?

Dos pozos oscuros, mezcla de marrón y negro, le enfrentaron, un instante de cambio al dorado con esquirlas de azul desvaneciéndose, como si nadaran hacia lo profundo de los ojos del puma, luego regresaron al oscuro. Sean estaba emparejado, a quién, todavía no lo sabía.

-Por esta vez, no he hecho nada para merecer los golpes y el puñal.

No había matado, ni robado, ni agredido a nadie. Lo único que había hecho era tratar de darle una vida mejor a aquellos que decidieron seguirlo. Pero para este Alfa que no parecía tan Alfa a menos que dejara salir al puma, Patrick seguía siendo el delincuente cibernético.

-¿Qué has hecho Patrick? -La demanda de Luke, claridad de hielo en una voz profunda, le hizo erizar el pelaje.

El segundo hombre más fuerte del clan White Claws era un hombre de respetar.

Entendió que una estrategia defensiva no resultaría con dos personas que se quedaron con lo peor de él, y del que no sabían en que clase de hombre se había convertido, uno mejor, por supuesto. El precio de ese cambio, sin embargo, fue demasiado alto. La herida escoció, el vínculo roto una huella latente, ardiendo. No dejó que aquellos dos hombres lo notaran, pero no pudo escapar a la mirada de la enfermera, su mente era demasiado hábil, incluso con las señales más débiles.

Patrick decidió abrirse a un Alfa y su lugarteniente, a dos hombres que conocían lo que él no, un lazo emocional tan fuerte y profundo que solo la muerte podría destruirlo. Al final de su relato sin tapujos ni detalles ocultos, Sean continuaba inescrutable, pero un poco más relajado.

-¿Y piensas que alguien está tirando los hilos? -Preguntó.

Era lo más evidente, desde el principio lo quisieron borrar del mapa, primero aniquilando un peón inocente para poner en su contra todo el peso de la ley, pero como eso no era suficiente para mantenerlo controlado, decidieron llevarlo más allá, tan lejos como fuera posible antes de la subasta.

-Alguien quiere mis tierras, pero no sé quién y por qué.

Necesitaba averiguarlo. Rápido.

-¿Necesitas ayuda?

La inesperada oferta de Sean le hizo girar bruscamente su mirada de la ventana al puma, un sorbo de honestidad se dejó ver en el dorado cristalizado. Era como ver fuego y hielo unidos en una danza íntima.

-Tengo que irme.

-Estás tan débil como un gatito -fue la cruda respuesta de Luke, el hombre era tan alto como él, su figura estirada en su lugar pero tensa y preparada-. Nat puede darte un suplemento energético más potente que el que te dio, pero necesita que se asiente en tu sistema antes de hacer efecto.

-Con eso, volverías a la normalidad en doce horas.

Patrick miró el reloj colgado en lo alto de la pared, detrás del sillón de Sean. Casi las nueve, si accedía para estar de nuevo en toda su capacidad, perdería doce horas, quedándole un estrecho margen de ocho horas.

-¿Cómo podrías ayudarme?

-Mi compañera necesita viajar antes de enloquecer. -Un destello de orgullo, una corriente de afecto poderosa que atravesó la barrera de su máscara de tranquilidad-. Ya sabes como son algunas clases de felinos independientes.

Patrick le daba vueltas al asunto de qué clase de felino sería la compañera de este hombre mientras consideraba la oferta.

-¿Por qué enviarías a la segunda parte de ti, a un sitio que podría ser peligroso?

El semblante de Sean no cambió los siguientes segundos, hasta que una carcajada rompió el silencio, Patrick ladeó la cabeza un poco.

-Ella me desollaría vivo si yo no la creyera capaz de defenderse.

Otra risa baja, esta vez provenía del lugarteniente.

-Ella puede matar al diablo.

El pecho de Sean se infló de orgullo.

-Te daremos los recursos para que no pierdas las tierras -dijo después.

Patrick frenó en seco, negando.

-Ya le debo a otro Alfa.

Una sonrisa afilada.

-Tómalo como un favor. No estás en condiciones de mostrarte quisquilloso.

El maldito tenía razón.

Patrick barajó la idea, ambos pumas le dejaron pensarlo mientras hablaban despreocupadamente con su enfermera, sobre la revolución en el subclan generada por la visita de su Alfa, como algunos respirarían un poco por el hecho de que el comandante a cargo de esta gente se fuera de paseo a la Guarida Mayor.

El tic tac del reloj, tanto afuera como en su cabeza, le hizo tomar una decisión determinante. Patrick vendería su alma por ver a sus felinos a salvo...

-Aceptaré tu oferta.

Lo daría todo, pensó, si con eso ganaba la oportunidad de robarle un beso a su doctora humana, era capaz de enfrentar a esa mujer que podía matar al diablo...

-Nat -llamó Sean, la orden implícita en la oscuridad de su voz, como el depredador a punto de iniciar la cacería-. Prepara los suplementos para que esté listo para irse en la mañana.

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