Capítulo 21
Patrick dio una ligera palmada en la mejilla de Leroy, el joven tenía la mirada ida en algún punto de su habitación. El sol de la tarde apuntando a la ventana, cálida brisa mecía las cortinas blancas, el ambiente triste era un eco del estado de su dueño.
—¿Ahora vas a decirme la verdad? ¿Huh? ¿Vas a confiar en mí?
Volvió a golpear la mejilla, no pretendía herir, tan solo sacarle el pelaje, una reacción, un gruñido, algo.
—Papá...
—Tú te callas. Quiero oírlo de él.
Su león, confundido respecto a lo que era Leroy, mostró los dientes y sacudió su pelaje. Ian estaba jugando con una bola de tenis en la cama desordenada de Leroy, ni sabía en realidad por qué lo estaba dejando quedarse, pero de alguna forma, mantenía estable a Leroy.
—Habla Leroy.
Ojos grises, con notas de celeste hacia las pupilas, le enfrentaron. Pese a ser un par de años mayor que Ian, tenía una mirada vieja, pesada.
—Nací como un macho, pero mi animal es una leona.
Eso era algo difícil de digerir.
—La biología es una perra.
—Ian...
El león se encogió de hombros y continuó lanzando y atrapando la pelota de tenis.
Patrick se llevó una mano al rostro, lo estiró en un intento por pensar. Debía ser fuerte vivir con eso, atravesar tanta confusión, verte como algo y llevar bajo la piel otra cosa completamente diferente, Patrick ni siquiera sabía que nacer así era posible entre los cambiantes.
—¿Por qué atacaste a Bea?
El cambio de tema regresó la tensión al cuerpo delgado de Leroy, Patrick lo observó con más detalle, nada en él indicaba que estuviera escondiendo el hecho de ser un chico trans, no había nada femenino en su rostro de mandíbula angulada que descendió a una barbilla cuadrada con un poco de barba. Su melena negra y ondulada crecía acorde a la edad, al ritmo que costaba en un hombre. Leroy era un león a simple vista, pero por dentro...
—Durante todo el día me presionaron para cambiar, mi leona quería salir pero yo no la dejé, Bea fue la última.
Acumulación de presión...
—Eso no justifica que hayas disparado tanta violencia contra ella.
Un temblor de labios abundantes, Leroy abrió los ojos para luego cerrarlos a medida que volvía a bajar la mirada. Sabiendo que el joven estaba arrepentido, Patrick pasó un brazo alrededor de los hombros y lo atrajo contra su cuerpo. Parte de pertenecer a algo, era la necesidad de respeto, comprensión y apoyo lo que mantenía a cada león y leona en la coalición, de otra forma ya le habrían abandonado. Patrick no le negaría el soporte a Leroy, a pesar de creer que ahora era un completo desconocido.
Jamás lo diría, por supuesto, pero le tomaría tiempo acostumbrarse a esta verdad. Y para que Leroy se sienta cómodo en su propia piel, debía acostumbrar a cada uno de los demás miembros de la coalición.
—¿En cuál sitio te transformas?
Silencio. Incluso la pelota dejó subir y bajar en el aire.
—Aquí —murmuró.
Que estas cuatro paredes las reconociera como el único sitio seguro para sacar a su animal era algo angustiante de oír, Patrick quería que se sintiera cómodo en el territorio, que corriera por los bosques, que abrazara su lado animal, y que su rugido se uniera al de sus compañeros de coalición mostrando así su confianza y dominio de la tierra bajo sus patas.
Porque Leroy tenía dominio, y si se cultivaba, estaba seguro que se convertiría en uno de los más fuertes.
—Dejarás de ocultarte.
Leroy gruñó bajo y lo empujó lejos, se puso de pie, caminando de un lado a otro alrededor de la habitación entrelazó los dedos por detrás de su cuello.
—No puedes pedirme eso —aseguró, mirándolo con ojos dorados en una vuelta.
El león de Patrick sacudió su mente ante el desafío.
—Oh claro que sí, no puedes ocultarte para siempre.
Leroy buscó a Ian, encontró silencio. Su hijo estaba de acuerdo en esto, se trataba de la salud y estabilidad, largos tiempos sin cambiar llevaban a comportamientos agresivos, irritación, estrés, salvajismo y lo peor... Perdida de la consciencia animal. Patrick no estaba dispuesto a perder a nadie.
—Tengo a una jodida leona aquí. —Su voz fuerte, palabras ásperas, con un dedo golpeó su sien—. ¿Sabes lo que he tenido que vivir solo porque el azar se equivocó conmigo? ¿Lo sabes?
Un gruñido vibró en su garganta.
—No.
Leroy flexionó y estiró sus dedos, conteniendo las garras, las venas de su cuello y brazos se marcaban contra la piel de un tono cálido.
—Escogí unirme a tu coalición esperando escapar de toda esa..., mierda discriminadora que me tiraron desde siempre. —Apretó los labios, furia danzando en sus ojos—. Mi padre intentó matarme cuando me transformé por primera vez, ¡joder!
Un ida y vuelta nervioso regresó, esta vez con la mirada en el suelo, Leroy negaba, mechones negros caían por su frente, ocultando sus ojos.
—No necesito de eso aquí, o tendré que irme.
—No lo tendrás, no lo harás.
Poniéndose de pie, Patrick alcanzó un brazo pero Leroy lo esquivó moviéndose con fuerza hacia un costado. Ojos brillantes, fuertes, llenos de enojo, dolor y... Miedo.
—Tu hogar es en Gold Pride.
Puso cada gramo de sí mismo en su declaración, no podía siquiera considerar que Leroy se viera a sí mismo como menos. Había llegado a la coalición como un adolescente escuálido pidiendo por comida, un explorador por obligación, ahora entendía por qué llegó así, en ese tiempo ellos estaban en otro territorio, pero la cercanía con dos clanes de pumas enemistados los puso en una incomoda línea de fuego.
Esa fue una de las razones por las que mudó a toda la coalición a un punto más seguro... Al menos esperaba que así se mantuviera.
Dándole una mirada seria a su hijo, quien comprendió al instante la orden implícita de no separarse de Leroy, Patrick salió al pasillo, abandonó el pabellón de leones al tiempo que su teléfono celular vibraba en el bolsillo con un mensaje de Marshall. Respondiendo en el camino, sabiendo que el león le estaría esperando en su oficina, se tomó un minuto para ir hasta su habitación y lavarse el rostro con agua fría.
Había estado sintiendo tanto dolor en su cabeza que su capacidad visual estaba disminuyendo ligeramente, Patrick no podía permitirse andar con sus habilidades reducidas, era el Alfa, quien cuidaba y protegía, debía dar hasta el 110% siempre.
El vínculo destrozado solo era una carga que dejó un amor que debería haber durado hasta la muerte. Pero no fue así, y él solo pagó el precio agónico por una muerte que se pudo evitar. Podría haberlo previsto, podría haber advertido que Amaia no habría resistido el parto, se haberse emparejado...
Pero ella no era su compañera, y habían cosas que no se podían forzar, al menos, así lo entendía él.
Con la cabeza más fresca, sus sentidos marchando a una potencia aceptable, Patrick se dirigió a la oficina, llena de luz, la deslumbrante vista verde de los árboles más allá de la casa matriz, el olor rico del café caliente que Marshall había pedido para saciar su hábito de cafeína. Un matiz más suave, el suyo tenía leche.
—Buen día —Saludó al entrar.
Girándose sobre su asiento, Marshall sonrió de forma breve, el saludo poco formal, casi cómplice. El de alguien que lo conocía tanto como Nolan. Después de todo, ellos, junto a los demás tigres, fueron los primeros en llegar a él cuando abrió la solicitud para iniciar una coalición.
—¿Noticias?
—Muchas.
Rodeando el escritorio hasta su silla, su piel picando por la fuerza contenida del otro león, tomó su lugar junto a la taza de café con leche. A estas horas de la tarde era algo inusual que tomara cualquier cosa, su calendario de comidas era algo estricto y eso todos, incluso Alexander, lo sabían bien. Pero Marshall hacía caso omiso y Patrick lo permitía únicamente por los recuerdos de un hombre que fue llevado al borde de la inanición cuando apenas era un cachorro de diez años.
Marshall no desperdiciaba comida después de haber salido de eso...
—Sobre el clan Night Shadows...
Una pausa, la mirada de Marshall se convirtió en la forma áspera y determinada del animal. Encontraba gran satisfacción en la búsqueda de información, tenía una mente sagaz.
—Dime.
—Son osos polares.
Sorprendido, su león arañando bajo la piel, Patrick ladeó la cabeza hacia un costado, su melena cayó también.
—¿En este país? ¿Justamente cerca de nuestro territorio?
Sonaba loco. Pero todo era un misterio alrededor de esos cambiantes, los clanes escasos, herméticos, y la información casi nula.
—Sí. —Seguridad total sobre lo que hablaba—. Se originaron en laboratorios de Groenlandia, pero sus clanes más fuertes están en Canadá, Rusia, Islandia y más recientemente... Estados Unidos.
Canadá... Hace rato que no escuchaba sobre su país de nacimiento.
—Canadá no admite clanes.
Marshall se encogió de hombros.
—Lo sé, pero esas políticas no duraron mucho tiempo, hubo revueltas y reclamos. Hoy tiene algunas coaliciones, un par de clanes de lobos y osos. —Entrelazando los dedos sobre su regazo, el león lo miró esperando su respuesta.
—Y Night Shadows...
—Son antiguos. —Se encogió de hombros, un brillo depredador en sus ojos oscuros—. De dos generaciones.
—¿Jerarquía?
—Todo lo que se sabe es que quien los dirige es un tal... Anori.
Frunciendo el ceño por el nombre extraño, Patrick indagó:
—¿De apellido?
—No tiene, creo que según sus costumbres usan nada más que nombres de la lengua perdida Inuit y tomaron parte de esa cultura.
Algo fascinante, pero no quitaba que fueran un peligro potencial.
—¿Por qué no se ha sabido sobre ellos?
—Mantienen un perfil neutral, pero su clan es cerrado a más no poder, solo se relacionan con los demás clanes de osos polares.
—Comprendo, ¿saben sobre nosotros?
—Solo cuando intenté contactar con Anori, pero es un clan cerrado hasta el extremo. Y con la muerte de esa chica..., no tienen los mejores ánimos, no recomiendo que te acerques a ellos.
Patrick gruñó bajo, el temperamento protector del león levantándose con lentitud, intenso, agresivo. La oportunidad de descartar a su coalición como sospechosos de ese crimen estaba descartada, temporalmente. Aun así sentía que querían manchar el nombre de su hijo solo porque era un amigo cercano de Yana.
—¿En qué piensas? —tras un sorbo de café, Marshall preguntó.
—Si lleva dos generaciones en estas tierras, debe tener un número alto.
—seiscientos veinte.
Esa era una mierda aterradora, si un león podía aplastar a un lobo, un oso polar podía molerlos sin mucho esfuerzo. Ante un ejército bien entrenado estarían indefensos por más determinados y fuertes que fueran sus leones.
Patrick no estaba seguro, pero un presentimiento lo tenía dudando de si estas tierras se convertirían en un hogar o en un campo de guerra con los vecinos que tenía.
—¿Qué sugieres? —Consultó, la opinión de otros ojos, otra mentalidad, era muy valiosa.
—Mantener una postura neutral, y no meternos en sus asuntos a menos que ellos de un paso equivocado.
Patrick meditó eso mientras terminaba su café con leche, Marshall esperó paciente.
—De acuerdo, estaremos al margen.
Marshall pasó sus dedos sobre la barba castaña de algunos días.
—Algo me dice que no estás convencido con eso.
Ahí estaba, esa mente afilada.
—No, pero no tengo más opciones que esa. —Una pausa, un latido después el vinculo roto en su cabeza sangró con un dolor lacerante—. ¿Tienes algo más?
Sacó sus garras por debajo de la mesa y cerró el puño para contrarrestar el dolor con otro, procuró de no sacarse sangre para que Marshall no lo advirtiera. Nadie en la coalición sabía del deterioro mental, y prefería que siguiera así.
—El alcalde de Willow County quiere una reunión contigo.
—¿Sobre?
—Tal vez por fin tratarán sobre el anexo del pueblo al territorio.
Pensar en eso fue una agradable distracción.
—Dile que lo llamaré.
Patrick no debía ceder nada cuando se trataba de negociar con la ley o con los políticos.
—Entendido, te hablaré cuando consiga más información, ¿necesitas algo más?
—No por el momento, puedes retirarte.
Asintiendo, una mirada solemne, Marshall se puso de pie justo cuando otra oleada dolorosa impactaba el cerebro de Patrick, no pudo controlar un quejido, hizo todo por atenuarlo pero aún así el león de melena castaña y ondulada le echó un vistazo por encima de su hombro mientras sostenía la perilla de la puerta.
—Gracias Marshall —una breve sonrisa antes de que pudiera preguntar.
—Para servirte.
La duda en sus ojos oscuros, pero por fortuna suya, se fue.
Sosteniendo su cabeza en sus manos, las garras pinchando entre su cabello para distraerlo del infame dolor, cerró los ojos. Esta agonía lo estaba agotando tanto... Siete años parecieron una vida entera.
Cuando el atardecer estaba cerca de llegar, estaba considerando seriamente en cancelar la salida que le había propuesto a Tanya.
«Tanya» El león saboreó ese nombre como un trozo de carne fresca, saliendo del umbral del dolor. Patrick no dejó pasar ese detalle, el animal ya no abrazaba la agonía de su vínculo roto. ¿Significaba algo?
Tomando aire, tomó una ducha caliente. Un poco más cuerdo, se vistió con una camisa negra y vaqueros desgastados, botas negras, y un suéter rojo sangre por si bajaba la temperatura. Nervios picaron su estómago, dudas asaltaron su cabeza, ¿esto estaba bien? ¿Era correcto, necesario? ¿Podía dar marcha atrás? Un sabor amargo en la boca lo tuvo dando vueltas junto al recuerdo de su hermosa pareja humana, tan humana como Tanya, pero ella tenía el corazón de una leona.
Donde Amaia fue suavidad, Tanya era determinación inquebrantable. Y si seguía cerca de ella podría volver loco al león, y quizás también al hombre. Pero un detalle lo sorprendió mientras caminaba hacia la puerta, pensar en ella hacía su dolor menos intenso.
—Demonios —masculló.
«Hay que intentarlo»
Yendo hacia la enfermería, golpeó un par de veces, una voz femenina a la distancia le dijo que podía pasar. La enfermería estaba quieta, a excepción del vivo aroma, la esencia humana cálida contra sus pulmones, marcaban cada parte como suyo. La pertenencia de Tanya. Unos minutos y ya no estuvo solo. Su boca un desierto, su corazón un loco frenético, vio a una deliciosa mujer que lo miraba con tanta intensidad que se sentía marcado.
Su piel picó.
Con esa ropa podría pasar por cualquier mujer cambiante letal, con esa forma de mirar se asemejaba a una leona al acecho.
—¿Nervioso león? —Su pregunta, calentó su sangre, la intensidad marcó su pulso—. Esto no es una cita, solo es un paseo.
El león gruñó, garras arañando las paredes. No era una negativa, pero tampoco una señal.
—Nunca dije nada sobre eso.
Una sonrisa, la humana se veía tan bien al hacerlo... Un par de pasos lentos lo tuvo cerca de ella en un instante que le robó un pensamiento de fuego hambriento.
—De todas formas lo agradezco, hasta los doctores tercos como yo necesitamos un poco de aire fresco.
Oh... Ella se lo había ganado.
—Es bueno saber eso, ¿nos vamos?
Pese a que sus manos hormigueaban buscando un contacto, Patrick no le tomó de la mano al salir de la enfermería, ni al cruzar la sala común hacia la entrada, ni afuera bajo el cálido beso de un atardecer desvanecido en la suave oscuridad susurrante. Sin embargo, iban caminando cerca, tanto como para que un par de roces accidentales los mantuvieran respirando fuerte. Había tensión ahí.
Al llegar al sitio donde dejaban los pocos vehículos compartidos, divisó a un león de ojos color miel y cabello castaño claro. Una sonrisa suspicaz, dedos formando un corazón, una mirada divertida que no bajó aun cuando supo que había sido atrapado espiando, Patrick estrechó la mirada sobre Fabián.
El otro león respondió con un guiño y el pulgar levantado. Patrick se tragó un gruñido.
Gold Pride tendría un nuevo chisme muy pronto...
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Anori: nombre groenlandes, de la cultura y lenguaje Inuit, significa Viento.
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