Capítulo 14
Tanya dejó a Lyra con un joven león algo nervioso y desconcertado, pero estaba seguro de que Leroy no se sentía así por las nuevas órdenes a cumplir. No, era otra cosa. Sin embargo, no se animó a preguntar, solo le dio las indicaciones.
Giró hacia el pasillo de los ventanales que daban vista al patio frontal, sintió algo de alivio cuando por fin pudo ver a la enfermera en la entrada.
—¡Gala! —llamó—. Hasta que por fin apareces.
Gala se detuvo para esperarle, las dos leonas que iban con ella le comentaron algo por lo bajo, a lo que ella asintió y luego se despidieron.
—Te he visto muy poco últimamente.
Gala acomodó un par de mechones ondulados detrás de su oreja derecha, el resto de su cabello estaba recogido en una coleta holgada, pero seguía siendo un desastre de ondas, diferente al de Tanya.
—Sí... —Esperó a que agregara una disculpa, pero eso nunca sucedió, más bien, Gala permaneció mirando el pasillo vacío—. He estado ocupada en la preparación de la ceremonia de esta noche.
Su tono plano, parecía casi una escusa hasta que oyó lo último.
—¿Ceremonia?
Ahora si tenía su atención completa, los ojos oscuros de Gala fueron suaves solo un par de segundos, luego su rostro se tiñó de molestia.
—¿Patrick no te dijo?
Apenas si le hablaba lo justo y necesario.
—¿Era importante que supiera sobre eso?
Gala estrechó la mirada sobre Tanya, entonces se percató del tono decepcionado en esas palabras. Pero era verdad, Tanya conocía muy poco sobre Gold Pride y los demás no se interesaban mucho en hacérselo saber, quizá pensaban que estaría aquí por un tiempo breve, que no consideraba quedarse, que pronto encontrarían a un médico cambiante para unirlo, de preferencia otro felino, entonces ya no habría humanos merodeando por ahí... Tal vez Tanya no era tan aceptada como lo había pensado, quizá los demás se mostraban amables con ella por cortesía y no porque le tuvieran algo de estima real, quizá extrañaba su hogar desde que recordó a la mitad de su familia en su sueño la noche anterior...
Quizá el miedo de Lyra le había afectado.
—¿Me oyes? —Tanya reclamó su atención.
—¿Qué?
La mujer emitió un bufido bajo.
—No importa, hablaré luego con Patrick sobre eso. Deberás asistir a la ceremonia de esta noche.
Cruzándose de brazos, Tanya le miró impaciente, pero Gala se veía distraída.
—¿Quieres explicarme de que va eso?
Gala parpadeó suavemente una sola vez, como un intento de relajarse, ¿acaso era Tanya la qué le estaba colmando la paciencia o había algo que estaba ocultando y le tenía alterada?
—Queen solicitó un cambio de identidad a Patrick hace varias semanas, pero recién cuando Joey y el cachorro aparecieron frente a la casa, la solicitud fue aceptada. La ceremonia será esta noche.
Tanya frunció un poco el ceño, tratando de comprender... ¿Por qué Queen querría cambiarse el nombre? Cuando quiso hacer esa pregunta un suspiro cansado de Gala le robó la oportunidad.
—Cuando termines tus asuntos con Patrick, ve a ver a Alexander, le diré que te ayude y te acompañe en esto.
Uno de los leones adultos llegó por las escaleras, con una mirada cordial saludó a Tanya pero la sonrisa quedó para Gala, eso hizo que sus dudas sobre si era o no aceptada en la coalición fueran alimentadas, tragó un nudo de amargura.
—¿Tú no irás? —Preguntó mirándole de reojo.
—No —respondió sin más.
—¿Por qué no?
Gala dudó unos segundos en los que su mirada oscura divagó por el pasillo, Tanya comenzó a dudar si en realidad ella era cambiante, pues no demostraba muchos signos en su comportamiento o cambios parciales, como el color de ojos, dientes y garras.
—Debo quedarme a ayudar a cuidar a los cachorros en la guardería —comentó con tono plano—. La mayoría de adultos asistirán pero cinco matriarcas no, tengo que quedarme por si ocurre alguna emergencia.
—¿Sospechas de algún posible ataque?
Con más razón debía quedarse en vez de ir a un sitio en donde solo estorbaría, Tanya solo era la médica de la coalición, no pertenecía a ella.
—No, pero siempre hay que ser precavidos.
—Entonces debería permanecer en la enfermería.
—No, debes ir, es para que te empieces a familiarizar con los leones transformados, y las ceremonias, que por lo que ha ocurrido últimamente creo que serán muchas.
Tanya no estaba muy segura.
—¿Y Lyra?
Gala le miró extrañada, por supuesto, acababa de llegar de... Algún sitio, no estaba enterada de la última situación respecto a la loba. Así que, tuvo que ponerle al corriente, al final, Gala volvió a su semblante analítico, en donde miraba un punto fijo más allá, mientras golpeaba su pierna suavemente con los dedos, era su forma de pensar, extraña, pero al parecer le servía.
—La llevaré conmigo a la guardería esta noche.
Tanya dudó de la efectividad de ese plan.
—Aún desconfía.
Gala dirigió esos ojos oscuros hacia ella. Había momentos en que Tanya podía notar tanta fuerza en ellos que intimidaba de cierta forma. Gala acomodó los pliegues de las mangas de su camisa de mezclilla color azul oscuro.
—Pues es una buena forma de empezar a relacionarnos. No queda de otra, hay que convivir.
Terminó por acceder, no es que no quisiera continuar insistiendo en que asistir sin ser parte de la coalición era algo que le causaba mucho nerviosismo e inquietud, pero alguien llamó su nombre a través del calmo ambiente en el qué estaban, una voz algo ronca y cansada, que se oyó aún cuando la puerta de la oficina del Alfa estaba cerrada.
Bien, a los leones se les daba muy bien la vocalización.
—Ve, yo me encargo de la enfermería.
Tomando aire, Tanya compuso una expresión que le ayudara a combatir los nervios que de pronto afloraron, quería creer que era por la ceremonia y no por estar a solas con el león. Sí, debía ser lo primero, manejarse con Alfas era un asunto delicado, ella ya lo había hecho antes.
—Adelante —Patrick respondió cuando ella llamó a la puerta, no supo por qué lo hizo cuando ya le había gritado su nombre.
La oficina le parecía más grande que la última vez en que estuvo, al borde de lanzarse al hombre que se atrevió a minimizar su valor y capacidad solo por ser humana. Desechó ese recuerdo, su mirada captó la figura de un hombre que le daba la espalda detrás del sillón individual negro ubicado en el escritorio de madera roja. Era el tono predominante en el lugar, los libreros, el piso, hasta algunas plantas decorativas tenían ese color aunque las paredes eran de un tono salmón desvanecido.
—¿Qué necesitas? —Preguntó caminando hacia el escritorio, el silencio era tal que sus pasos volvieron a tener ese eco molesto.
Patrick no respondió, permaneció de espaldas a ella, observando en el ventanal corredizo qué conectaba al largo balcón, como también lo hacía con su habitación y la enfermería.
El silencio se prolongó entre ellos, tenso, incómodo, su corazón latía con prisa, como si con ese sonido pudiera romperlo. Tanya batallaba entre esperar a que el león saliera de ese estado meditativo o acercarse para hacerlo reaccionar. Al final ganó un impulso susurrante, una necesidad por saber en qué estaría pensando, qué lo tendría en ese estado.
Tanya rodeó el escritorio y se detuvo a su izquierda. Le observó de reojo, fue curioso recordar su melena con un tono castaño claro casi rubio y ahora ese tono se había oscurecido un poco... O tal vez era la acción de la luz...
—Hiciste una vídeo llamada a BlueCreek —dijo, su voz era suave, un murmullo que le recorrió el cuerpo—. ¿Estás pensando en regresar a casa?
No había decepción, o siquiera un poco de tristeza en sus palabras, más bien un tono plano que no revelaba más de lo que quería decir.
—No. Y en todo caso, ¿por qué espías mis llamadas?
—No se trata de ti —afirmó sin siquiera reaccionar a su indignación—. Tengo el registro de todas las comunicaciones de la coalición.
Tanya dirigió su mirada a la fuente de agua en el jardín.
—No, solo...
—Puedes irte en cualquier momento si así lo deseas —dijo, cortando su respuesta—. Nadie te dirá lo contrario ni te detendrá.
—¿Me estás echando?
Patrick se tensó junto a ella, y por primera vez, le miró de soslayo, pero Tanya no se atrevió a girar para conectar con esos ojos verdes más intensos que los que ella tenía.
—No.
Esta era la conversación más monótona que había mantenido con alguien.
—Hablé con mi hermano, está dispuesto a servir como cirujano en la coalición. Te enviaré sus antecedentes, su información básica y los certificados de estudio y trabajo para que los analices. Quiere que en caso de que lo consideres para el trabajo, lo contactes personalmente.
Patrick levantó la mirada un poco, viéndose más alto, sus ojos a medio cerrar fijos en una pareja qué caminaba hacia la fuente, demasiado distraídos como para percibir que el Alfa los observaba, o tal vez lo sabían pero no tenían problema con eso.
—Se toma bastantes exigencias.
Tanya compuso media sonrisa al recordar a Trent.
—Es un jaguar, no puede esperarse menos.
Ahora, el león enarcó una ceja, giró medio cuerpo hacia ella y se cruzó de brazos, a Tanya le costó concentrarse en otra cosa que no fuera la tensión de sus músculos, que a pesar de que no eran tan abundantes, destacaban por debajo de la tela de su camiseta negra, otro detalle del león Alfa, siempre lo veía usando algo de ese color.
—Será un infierno de indisciplina —masculló—. ¿Qué tan dominante es?
Tanya bufó.
—No tengo un radar integrado para eso.
Los labios delgados de Patrick se curvaron en una media sonrisa que le tomó desprevenida. Sorprendente era que pudiera mostrar algo diferente a una seriedad absoluta.
—Eres...
Su argumento se detuvo de golpe cuando retrocedió un paso, bajando los brazos, sus manos vueltas puños, una mueca de dolor que duró menos de un segundo tras ser borrada por completo al tensar su mandíbula, el sonido de los dientes chocando fue un corte violento.
—Siéntate —ordenó, sus nervios crecieron mientras intentaba analizar síntomas a toda prisa.
—No —respondió en medio de un gruñido bajo—. Va a pasar.
Pero entonces, tambaleó y cerró los ojos con fuerza, encorvando un poco su figura. Tanya arrastró la silla del escritorio y luego tomándolo de los hombros lo empujó, procurando ser suave para no ganarse otro gruñido, algo imposible puesto que fue exactamente eso lo que recibió, un choque de miradas tan feroz que removió algo en el centro de su pecho, un pulso acelerado.
—Dime que sucede.
—Ya va a pasar —respondió, su voz áspera, Patrick forzaba una respiración tras otra.
—Soy tu doctora —afirmó con fuerza—. Debo saber que tienes para ayudarte. Es mi trabajo.
Tanya colocó una mano sobre su frente, el hombre ahogó un gemido. No tenía temperatura alta, tal vez solo era un simple dolor de cabeza, aunque por lo que sus ojos dejaban ver, era mucho más intenso que eso.
—Iré por medicamentos y mi equipo de emergencias.
—No —le detuvo, su agarre firme sobre su muñeca, su mirada salvaje y tan llena de emociones que de pronto ella pensó que le estaba pidiendo que no le dejara solo. Algo absurdo—. Lo tengo bajo control —replicó, liberándole—. Envía todo lo que tengas sobre tu hermano, tendré una decisión para mañana al mediodía. Debes ir con Alexander, te está esperando para ponerte al día con la ceremonia de esta noche.
—Pero Patrick tú...
—Es una orden —interrumpió, su voz una fuerza arrasadora, el león tragó saliva y luego el tono se fue al otro extremo, una suavidad inmediata—. Doctora Rivers, haga lo que le pido.
Tanya humedeció sus labios mientras luchaba contra las emociones que le abordaban con una intensidad desmedida, preocupación, enojo y pena, por ser incapaz de arrastrarlo a la enfermería y dejarlo ahí hasta saber la causa de su malestar, pero por sobre todo, por el hecho de que no le permitiera ayudarle.
—¡Que..., necio eres!
Patrick elevó la mirada en un movimiento brusco, la tensión creció tanto hasta volverse agobiante, ninguno iba a bajar la mirada, y ninguno iba a demostrar que eso era tan intrigante como atractivo, la fuerza de ambos era como fuego al borde de quemarlo todo.
—Para su información —Patrick contestó en voz alta, ella no retrocedió ni siquiera cuando se puso de pie acercándose con movimientos ágiles, ignorando el episodio de dolor qué había sentido segundos antes—. Soy un Alfa y eso es parte del paquete. —Un gruñido hizo estremecer su cuerpo, advirtiendole sobre lo cerca que tenía al león—. Vaya con Alexander, y luego regrese a sus obligaciones.
Tanya se puso firme frente a él, verlo a los ojos, su rostro tan duro como suave a la vez, le hizo dudar si era correcto contradecirlo. Pero su oficio, al que amaba con cada fibra de su cuerpo, exigía ayudar a los demás y velar por su salud. Siempre.
—Bien, quedate con tu dolor en un rincón, pero si empeoras, llamaré a cada león de la coalición para que te lleve a la enfermería aunque tengan que arrastrarte para lograrlo.
Tanya avanzó un paso, la distancia entre ellos... No eran más que escasos centímetros, y aún con eso, el calor que sintieron, las emociones, los pensamientos que fueron callados... Todo eso se mantuvo rodeándoles, en una tensión que le estaba costando la cordura a un hombre que estaba siendo devorado por la fuerza de una mujer humana. Los segundos que pasaron silenciosos, se fugaron en el contacto visual.
—¿Y bien? —Tanya habló, pareciera como si no lo hubiera hecho en años, su voz salió baja, las palabras apresuradas, como el ritmo de su corazón—. ¿No vas a repetirme cuál es mi lugar?
Patrick hizo de su mano derecha un puño en el que resonaron sus nudillo, por un segundo pensó que la violencia sería la única respuesta, pero de pronto, esos ojos verdes cayeron a sus labios y un segundo después se veían tristes, desolados.
—Lamento haberte ofendido —dijo, tomándole por sorpresa una vez más. Estos cambios repentinos de humor le desconcertaban—. No es fácil para mí aceptar que alguien me cuide, cuando ese es mí trabajo... Yo cuido de todos.
Patrick retrocedió, no sin antes recaer su mirada en los labios firmes de Tanya, ocultó las manos dentro de los bolsillos de su pantalón de mezclilla gris, y luego, simplemente volvió a vigilar la vista del balcón.
Este hombre... Era tan enigmático como desesperante. Tanya recompuso su propia respiración mientras con un último vistazo al gran león, se dirigía hacia la puerta.
—Espera... —Tanya se detuvo, le miró por sobre su hombro, creyó que giraría hacia ella pero no fue así—. En la ceremonia de esta noche, te presentaré como miembro a prueba de la coalición.
Un rubor dominó sobre su rostro, no supo por qué de pronto, la expectación corrió con tanta fuerza en su interior cuando antes se había resignado a su lugar ajeno a todo. Quizá quería pertenecer... Estar cerca de este mundo.
—Gracias.
⊰᯽⊱┈──╌🦁╌──┈⊰᯽⊱
—Oh vaya, ¿y esa sonrisita a que se debe?
Tanya levantó la mirada al oír el tono suspicaz de Alexander, apenas lo hizo se encontró con que el león rubio había levantado una de sus cejas y esperaba ansioso la respuesta. Tanya no pudo evitar reírse aunque todo lo que quería era decirle que no era asunto suyo, es más, ni siquiera había notado que estaba sonriendo.
El león rubio estaba doblando una toalla de cocina blanca, de pie en la apertura que conectaba la barra con el interior de la cocina.
—Me enviaron contigo porque tienes algo que enseñarme.
—Ah, si, Gala, ¿no es así?
—Correcto, también Patrick.
—Oh entonces de ahí vienes.
Alexander amplió su sonrisa, tenía en su mirada azul una pizca de malicia que acentuaba el tono y le permitía saber que se estaba armando un cuento, de nuevo.
—Ordenes son ordenes —agregó, ya en tono serio—. Así que dime, Alexander, ¿de qué se trata?
—Creo que no has entendido que puedes llamarme Alex cuando quieras...
Tanya sonrió.
—Está bien, Alex.
—Ya vas entendiendo.
Alexander echó un vistazo a la sala comedor, por la hora no había casi nadie a excepción de un par de leonas en la última mesa, los demás estaban en sus rondas diurnas y en sus trabajos en el pueblo.
—Ven a la cocina.
Solo él y sus ayudantes pisaban tal terreno, así que la oferta le demostró otro pedacito de confianza. Tanya ingresó por la puerta de Metal gris que encontraba a la izquierda de la barra. Se encontró con tubos de luz blanca incandescente en el techo que junto a la pintura, de un tono celeste muy claro, le daba un ambiente un poco frío. El lugar era estrecho, a izquierda y derecha había repisas de metal repletas de utensilios de cocina, platos y cubiertos. Pero del lado derecho, un pequeño lavabo dejaba algo de espacio, más allá de este, otro conjunto de repisas hacia el final donde apareció Alexander, supuso que del otro lado de la pared derecha estaba la cocina en sí.
—Bienvenida a mi humilde territorio —dijo, la toalla blanca descansaba sobre su hombro izquierdo, una sonrisa en su rostro, un par de arrugas extras en las comisuras de sus labios le añadían un toque encantador—. No es muy espacioso pero sirve para preparar la comida necesaria.
—Es acogedora.
—Oh, no hay necesidad de mentir. Es una humilde porquería, pero no me animo a pedir ampliaciones, tampoco refacciones, entiendo el estado del presupuesto. —Alexander se llevó una mano al cabello rubio, solo ahí pudo ver una G tatuada en su antebrazo, la manga azul oscuro de su remera gris no había alcanzado a ocultarla. Al notar que le había visto, bajó el brazo de inmediato—. En fin, la ceremonia está pactada para las diez, pasaré por ti a la enfermería, cerca de las nueve y media.
—Espera un momento, ¿no se suponía que debías explicarme de qué se trata?
Un brillo atravesó el tono azul.
—Prefiero que lo descubras por tu cuenta, es parte del asombro.
Tanya se tomó el puente de la nariz, sin mucha fuerza.
—De acuerdo, estaré lista para ese entonces.
—¡Genial! —Su alegría fue efímera, Alex cambió a un nerviosismo que no disimulaba muy bien—. ¿Sabes si Gall va a ir?
—¿Quien?
Alex movió un hombro.
—Gala, todos le llamamos así.
—Oh..., ehm..., ella me dijo que se quedaría ayudando en la guardería.
Alex bajó un poco la mirada, Tanya no supo si era decepción eso que pudo ver cuando retomó el contacto con ella, pero se desvaneció completamente un segundo después al ofrecerle otra de sus encantadoras sonrisas.
—Bien, te veré a las nueve y media.
—De acuerdo..., oye Alex, ¿debo llevar algo en especial, algún tipo de vestimenta?
Alexander movió la cabeza en un gesto negativo que hizo que los mechones rubios cayeran sobre su frente. Él los observó, y soplando, intentó que volvieran a su lugar, sin éxito.
—Es algo casual, de todas formas... —Le echó una mirada de cuerpo completo hasta detenerse en sus ojos—. No es que se lleve mucha ropa, todos irán transformados a excepción de Patrick.
—¿Incluso tú?
—No, por esta vez seré la excepción, te acompañaré en todo momento en mi deslumbrante forma humana.
Tras decir eso, hizo una reverencia sobre actuada que le arrancó una risa.
—¿La arrogancia es típica de los cocineros?
Alex se encogió de hombros.
—Es típica de los leones, con Patrick te darás cuenta —terminó, y luego le guiñó un ojo.
Tanya no hizo más que responder con una negación suave, y una media sonrisa, aún cuando por dentro la intriga echaba sus raíces...
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top