Capítulo 13


Patrick tenía un cálido cuerpo entre sus brazos que temblaba de rabia y miedo, era puro instinto protector que buscaba huir para ponerse a salvo. Era difícil de contener, difícil de apaciguar, y sin embargo, pese a la alerta primordial que la loba blanca representaba, no pudo apartar la mirada de los ojos verdes de Tanya.

Gold Pride te cuida —volvió a susurrar, más para distraerse que para lograr que la loba se calme.

Bien, él podía entender su situación, despertar en un lugar extraño rodeada de cambiantes leones no era algo agradable, pero para que ella pudiera siquiera contarle su situación y así ayudarle, todo este nerviosismo, agresión y miedo debían irse, ahora.

—Su respiración se vuelve normal.

Patrick asintió, tenía algo en la garganta que le hacía incómodo mantener el tono fuerte. Esta reacción era molesta para él. Amaia, Amaia... Evocó el recuerdo de su mujer para disipar todo lo que sentía, tomar de ello las fuerzas que le faltaban. Detrás de Tanya percibió movimiento, el león insistió en que se pusiera entre la humana y Joey, el hombre lo frenó admitiendo que era algo imprudente reaccionar así. Sin embargo, también notó aquella débil esencia enredada con el perfume natural humano, una señal invisible que portaba un solo nombre, y eso no le agradó ni un poco.

—Joey —llamó con voz ronca, hizo que Tanya rompiera el contacto para girarse—. Ve a la enfermería y trae un par de mantas.

Joey tardó unos segundos en salir del estupor, su mirada se fijó en Tanya, Patrick no fue capaz de descifrar lo que transmitía, era demasiado neutral, distante, pero había algo en sus ojos...

—Enseguida.

Cuando Joey pasó por su lado, Tanya apartó la mirada, sin embargo al tomar las escaleras volvió a mirarlo. Sus ideas volaron lejos, Patrick intentó alcanzarlas, detenerlas.

—Está mejor —comentó ella, su voz un divague.

—Una loba como ella sabe reconocer a un Alfa.

Eso llamó su atención.

—Sí, es una Omega.

Si antes no estaba seguro, ahora que había visto sus ojos lo confirmaba completamente. Al cabo de unos minutos, llenos de un silencio que resultó poco cómodo por la cercanía de ambos, Joey bajó las escaleras cargando un par de mantas. Patrick lo siguió con la mirada, no pretendía ser duro, pero era inevitable.

—Aquí están.

—Vete.

La orden no fue tomada de inmediato, más bien, el otro león solo le frunció el ceño y luego echó un vistazo al animal entre sus brazos.

—Joey, vete.

Quedaron solos.

—Cambia —ordenó, con voz ronca, alta, demandante. La loba tembló, no importaba que le animal bajo su piel perteneciera a otra especie, la naturaleza era la misma—. Cambia.

Un gruñido le hizo saber que estaba consciente del mundo, de la realidad, de ellos. Patrick abrió sus brazos, y la loba descendió lentamente hasta el suelo en donde se transformó, el proceso fue doloroso incluso para alguien que no lo estaba atravesando, demasiado lento, potente y crudo, indicio de que había pasado un largo período en su piel de lobo. Apareció una débil mujer, casi en los huesos, de piel cenicienta, casi azulada, de cabello corto color rojizo, cortado al punto de la nuca, de un modo agresivo, desprolijo.

Sus ojos almendrados desprendían dolor y rabia en un color gris desvanecido.

Patrick sentía al animal de la chica tirando desde adentro, luchaba por poder liberarse, entonces concluyó que ella tenía un control muy frágil.

—Debemos llevarla a la enfermería —Tanya habló.

—No —le detuvo—. Irá a mi habitación.

—¿Qué?

Los ojos de la loba se ampliaron con pánico.

—Nadie te hará daño, es un lugar seguro, oculto de los demás.

No le agradó doblegarla con la mirada, pero para poder lograr siquiera una conversación debía calmarle, y en la enfermería todavía se encontraban los leones heridos, regresar ahí podría volver a asustarle tanto como para ceder el control a su loba y volverse agresiva contra todo aquel que se cruzara en su camino.

Omega no significaba que fuera una criatura débil, Patrick lo sabía, y era mejor andar con cuidado con ella porque luchaban hasta la muerte.

—Estarás bien.

Tanya le rodeó, tomándole de los hombros con gentileza y suavidad, se quedó ahí esperando, su paciencia se veía infinita, la de Patrick estaba bajo ceros, sentía los cuchicheos lejanos de aquellos que merodeaban alejados de la sala, la curiosidad felina era implacable. Ahora se convertía en un problema.

—Ven, vamos.

Trastabillando, la mujer se puso de pie, siendo ayudada por Tanya en todo momento, subieron las escaleras. No hubo un segundo en que ella dejara de mirar para todos lados, ver esa inseguridad tan grande era angustiante para el león.

—Ve por algo de ropa a la despensa de la enfermería —ordenó—. Y luego regresa.

No sabía por qué pero necesitaba a Tanya en esto.

Patrick puso su huella dactilar en el lector hasta que hubo una luz verde, entonces, deslizó la puerta, retrocedió dos pasos y espero. La mujer se quedó en su lugar, Patrick recordó que jamás le daría la espalda a un desconocido, tuvo que dar el primer paso, se adentro en su habitación hasta los sillones y de ahí giró para verla. Seguía plantada en su lugar, aferrándose a las mantas con tanta fuerza que tenía los nudillos blancos. Esto sería difícil, pensó.

—Adelante, pasa —dijo Tanya, su voz un murmullo amable, ella pasó por su lado y se quedó a unos pasos en el interior—. Es seguro.

El débil olor de la sangre le dijo que se estaba mordiendo la parte interna del labio.

—Puedes hacerlo. —Tanya le sonrió, Patrick se distrajo en eso, su rostro redondo era más luminoso cuando hacía eso—. Te he traído ropa, ¿quieres cambiarte?

La mujer dio un asentimiento tímido. Tanya buscó la mirada de Patrick durante un escaso momento, el hizo un gesto señalando la dirección en donde se encontraba el baño. El andar fue lento, cauteloso, más que una loba, la mujer parecía un cervatillo aterrado.

Tras varios minutos que le parecieron eternos, divisó movimiento en el balcón, una sonrisa le atravesó el rostro al instante. Naiara jugaba con una hoja que el viento había dejado ahí, no era el lugar más seguro para la pequeña leona, pero aún así, su corazón rebosaba de ternura, Patrick se levantó solo para abrirle el ventanal corredizo un poco y luego regresó a su sitio.

—Toma asiento por favor —la voz de Tanya detrás le hizo cosquillas—. Tenemos una charla pendiente.

Ahora la mujer se veía más pálida por el suéter color vino y el par de pantalones oscuros, ella tomó lugar frente a él. Huía de su mirada, pero Patrick sentía al animal luchando por emerger. Era fuerte, el lado humano... Era un asunto diferente. Tanya rodeó el sillón, se ubicó a su izquierda, demasiado cerca para su gusto.

—¿Cómo te llamas? —Ella comenzó, y eso hizo que su león alzara la cabeza en su interior, se movió.

Por primera vez, la mujer mantuvo un contacto visual prolongado. Confiaba en Tanya, eso era algo con lo que podía trabajar.

—Lyra... —Respondió a media voz—. Lyra Blackwell.

Patrick ladeó la cabeza un poco. Como el suéter le quedaba grande, podía verse una mancha grisácea desvanecida que iniciaba en su hombro derecho y probablemente seguía por su espalda. Parecía ser un tatuaje removido.

—¿Vienes de algún clan?

Lyra comenzó a jugar con sus dedos, estaba nerviosa.

—Dawn Stars.

Patrick y Tanya compartieron una mirada, para él, saber eso suponía la posible existencia de un clan de lobos cercano a su territorio, para ella, era la prueba que tenía para justificar su huida. No todos los clanes eran buenos y nobles.

—Los que te perseguían..., ¿quiénes son?

El labio inferior le tembló, Lyra lo mordió con fuerza.

—Cazadores, me encontraron en South Valley, me han perseguido desde ahí.

—Ya veo. —Patrick enderezó su postura—. ¿Deseas volver a tu clan de origen?

Lyra tembló, un efímero segundo y sus ojos grises le encontraron, había temor ahí. Pero algo no concordaba en esa reacción, Patrick intuía en que algo ocultaba.

—N-no..., no puedo..., no quiero...

—Tranquila —Tanya se inclinó hacia ella, dejando los antebrazos reposar en sus piernas—. No te obligaremos a regresar si no quieres.

Pero Patrick necesitaba información, tenía muchas dudas alrededor de quién era Lyra, cómo había terminado ahí y por qué no quería volver a su hogar, los lobos de clan eran dependientes hacia los suyos. Un roce en su rodilla le obligó a prestarle atención a Tanya, ella lo pedía.

—Se quedará, ¿cierto?

Había tanta calma en sus ojos verdes...

—Sí.

No debió haber cedido tan rápido. Patrick rearmó sus fuerzas, dejó de mirar a la mujer humana que le estaba haciendo reaccionar de formas incorrectas.

—Pero como cualquier miembro de la coalición, deberás ganarte tu lugar si quieres vivir en Gold Pride, ¿podrás con eso?

Lyra paseó su mirada gris de Tanya a él y de regreso.

—Sí.

—Bien, por las primeras semanas dormirás con las Cazadoras, hasta que te adaptes. Luego podrás tener una habitación propia. Ante cualquier comentario, acción o actitud ofensiva hacia tu persona, estás habilitada a usar los colmillos, no toleramos las faltas de respeto.

—Pero si puedes resolver los conflictos hablando, es mucho mejor.

Patrick miró de reojo a Tanya, un gruñido bajo vibró en su garganta.

—¿Qué? —Ella se encogió de hombros—. La violencia no es la única manera de resolver problemas.

—Tiene razón —agrego Lyra con un poco más de firmeza en su voz.

—¿Lo ves? —Tanya sonrió.

—Da igual. —Patrick se enderezó en su sitio—. Si las ofensas prosiguen, no dudes en recurrir a mi, no permito ningún tipo de discriminación hacia nadie, ¿queda entendido?

—Sí.

—Ah, y cualquier cosa que sepas hacer, debes decirlo a las Cazadoras, ella te ayudarán a buscar un trabajo en el pueblo para que te ganes tu sustento. Gold Pride no es una coalición millonaria para que sus miembros anden de holgazanes, aquí cada uno se gana lo suyo.

—Está bien.

—Pero comida, estudios básicos y atención médica no les han de faltar.

Eso le hizo recordar que tenía asuntos pendientes que solucionar respecto al estado de la enfermería...

—Una cosa más..., tendrás a un cuidador para que te enseñe todo sobre nosotros. —En su mente barajó todas las posibilidades..., y el único miembro que a simple vista puede pasar como inofensivo era precisamente aquel que estaba necesitando sentirse útil—. Leroy Adams.

Lyra se encogió un poco.

—¿Estás bien con eso? —Tanya preguntó.

Patrick no lo hizo porque eran sus condiciones, lo que todos los aspirantes a vivir en su coalición debían cumplir.

—Sí.

—Bien... —Patrick se tomó la barbilla, echándole una mirada a la loba—. Tanya, lleva a Lyra con Leroy.

—Pero está en la enfermería, y con reposo.

—Ya no, salió de ahí por su cuenta cuando la dejaste sin supervisión.

Sintió su tensión apenas terminó de decir lo último, no quería remarcarle un error sabiendo que solía ser una perfeccionista, ¿de dónde lo sabía? Gala era buena para hablar si se sabía escoger las palabras, Patrick solo había pedido información sobre su desempeño, no es como si estuviese desesperado por saber de ella...

—Es un buen chico, de tu edad, por cierto... ¿Cuántos años tienes?

—Treinta y nueve.

Rayos. El león no pudo disimular su sorpresa, Lyra parecía de mitad de veinte, luego recordó que en la mayoría de los cambiantes la edad no concordaba con el envejecimiento del cuerpo...

—Oh, bien, Leroy es más joven, tienen veintidós.

—Un cachorro —murmuró ella.

—Un adulto —corrigió Tanya—. Ya tiene su melena.

Patrick torció los labios en una media sonrisa que se esfumó de inmediato al ver cómo Lyra fruncía de pronto el ceño.

—Costumbre de la coalición —fue Tanya quien habló—. Ya lo entenderás.

De pronto le gustó esa confianza que inundó su voz al referirse a la coalición, era como si la sintiera propia, su hogar. Entonces recordó que nunca le había preguntado si tenía aspiración a formar parte como miembro permanente, ¿debería hacerlo? Un tanto incómodo al saberse observado por la mujer humana, Patrick miró la hora en su reloj.

—Tengo un par de cosas que hacer. —Patrick miró a Tanya, porque debía o por una escusa, no importaba—. Lleva a Lyra con Leroy, explícale todo lo que ha pasado y su nueva tarea a partir de ahora.

—De acuerdo. —Tanya hizo una breve sonrisa y luego buscó la mirada de Lyra—. Ven, vamos.

Tras darle una sonrisa amable a la loba, ella se puso de pie, Patrick fingió interés en su teléfono solo para que ella pudiera ver que no estaba en peligro si le daba la espalda. Los lobos y sus manías... Algo se removió en su memoria, días de encierro, aislado, una agónica soledad separado de la mujer que amaba, dejó de aplicar fuerza al aparato, un poco más y el daño sería irreversible, no podía darse el lujo de gastar en uno nuevo.

Cuando vio que la humana estaba casi cerrando la puerta, le detuvo con la mirada.

—Regresa cuando termines, tenemos un par de asuntos pendientes.

Hubo un rubor en sus mejillas... Le tentó de una forma descomunal... Que de pronto se sintió indefenso.

—Claro.

Cerró la puerta, quedó solo otra vez. No por mucho tiempo, menos de diez minutos pasaron antes de que Ian irrumpiera sin siquiera llamar antes. El cachorro se veía como si hubiese visto al Diablo en persona, la palidez le preocupó, era raro que Ian sintiera miedo, frecuentemente era un joven cuya imprudencia frustraba a más de uno.

—¿Qué pasa hijo? —El león se hizo sentir en su voz, Patrick pudo sentir al de Ian muy cerca.

—Leroy —respondió en un hilo de voz, todo su cuerpo tenso.

—¿Qué hay con él?

—Lo he visto.

Frunció el ceño.

—Sé más específico.

—Lo he visto —reiteró levantando el tono de su voz—. Entré a su habitación por error y... —Tragó saliva, su mirada divagó por el entorno, perdida.

—Ian.

—Estaba transformado. —Ian caminó hacia los ventanales corredizos, Naiara se había dormido en el balcón, aún en su forma animal—. No es un león.

Eso era loco.

—¿Qué? ¿Pero...?

Ian se giró, un par de ojos verdes, estaban alterados, había consternación oscilando en ese color, lo único que ambos compartían, el resto era la viva imagen de su madre.

—Es una leona, papá, Leroy se transformó en una leona.

Mierda.

—¿Estás seguro? —Hubo un temblor ligero en su pregunta, reacción de la consternación de semejante dato—. Puede que hayas visto a una de las Cazadoras con las que siempre anda.

—Forzó otro cambio apenas me vio..., era él, Leroy es mujer.

Su mente hizo cortocircuito.

—No...

—Por eso nadie le ha visto transformado, por eso peleó en forma humana todo el tiempo, por eso su masa muscular no se desarrolla, papá... —Ian disminuyó el tono a un murmullo aquejado—. Tengo miedo.

Ahora tenía toda su atención, Patrick se levantó de su sitio y de acercó hasta quedar a su izquierda.

—¿Por qué?

—Temo que la coalición entera lo rechace, ya sabes, no es...

—¿Normal?

Ian tragó saliva, asintiendo.

—Créeme hijo, Leroy es solo uno entre miles, los hay en todas partes.

—Pero nuestra raza...

—Los ocultan, se ocultan. —Patrick colocó una mano sobre el hombro de Ian, apretó ligeramente—. No digas nada de esto a nadie, hablaré con él.

Este sería un día largo...

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