XXII.

Sus dedos se movían inquietos, contra la tela de su vestido, mirando de vez en cuando fuera de la celda que a la luz del día se podía apreciar más. Encontraba en cada momento el sitio vacío, sin ningún movimiento, lo cual desataba más su inquietud.

Se intentó levantar, pero la cadena en su tobillo dolía, haciendo presión en su pierna, por sus intentos de quitarla o golpearla contra la pared, sus inútiles intentos de huir. Se había aferrado a esa idea, de que debía liberarse de ahí. Pero sus opciones eran limitadas y no parecía haber oportunidad. Solo restaba esperar aunque... una idea no había dejado de darle vueltas a su cabeza, el hecho de que Damian fuera a salvarla.

En su mente habían atravesado, en todo su tiempo en soledad después de que Shopkeeper la había dejado sola, muchas escenas demasiados fantásticas de Damian llegando, rompiendo el muro y sacándola de esa oscuridad. Eso es lo que le quedaba, no era lo suficiente fuerte para romper la celda, además que no había nada que pudiera utilizar. En el retorcido caso que lograra abrirse paso en las celdas, aún quedaba el grillete en su pantorrilla y la idea de ¿Cómo saldría del castillo sin ser vista? Había tantas cosas en su contra.

Solo quedaba el pensar que Damian iría y su propio corazón se estrujó al pensar en él ¿qué habría pensando al llegar y no verla? ¿Pensaría que quizá escapó? Era ilógico que después de todo lo que había vivido pensara eso, pero considerando como era, radical y hasta impulsivo, podría ser. Esperaba que alguien la haya visto siendo arrastrada fuera del castillo. Había estado inconsciente, por lo que no estaba segura, pero esperaba que así fuera, eso hubiera dado las pistas suficientes. Se preguntó en ese momento como nadie había visto que Wheeler la arrastraba inconsciente fuera de ahí.

Hundió la cara entre sus brazos, sintiendo como todo eso se sentía tan irreal. Unas horas había despertado junto a Damian, sintiendo su aroma particular y la calidez de su cuerpo, una de las mejores sensaciones que Anya había experimentado. Y de pronto ella había terminado ahí, una vez que fue ahorcada por Wheeler. Aún le dolía la garganta y no podía hablar bien. Extrañaba tanto a Damian y quería volver a verlo.

¿Eso sería posible? No estaba segura.

Estaba en el calabozo de Keodesea, algo que ella jamás había visto, lo cual implicaba que debían atravesar todo el reino para llegar hasta ahí, una tarea complicada.

Se sentía tonta, ingenua, porque Damian se lo había dicho, que no podía creer que el rey de Keodesea actuaba de tan buena fe. En ese momento pensó que su realidad fatalista y oscura del rey de Priwidor lo hacía a desconfiar de todos. Y la vida le había enseñado que tenía razón. Aquel viejo que parecía tan bueno con ella, que le sonreía o le daba comida estando en el castillo o que le pagaba un buen dinero por sus visiones...todo eso había sido un teatro, nada de eso había sido verdad. Solo la quería a su disposición, para utilizarla cuando quisiera y de buena manera.

Él solo estaba usando a su creación.

Un nudo en su garganta imposible de tragar había evitado que tragara saliva, al pensar en todas sus revelaciones y que ella...era una simple creación. Había sido creada como un simple objeto, una herramienta ventajosa para Keodesea. Aún sentía nauseas de pensarlo, en que todo lo que ella había creado alguna vez, en realidad era una farsa.

Que las personas que durante su infancia llamó padres no eran más que alquimistas que habían experimentado con ella. ¿Por qué la habían salvado de ser asesinada como un sinfín de niños más? No podría saberlo nunca, solo le tocaba suponer que quizá se habían encariñado con ella o aún más creíble, que habían sentido la suficiente lastima por ella, para salvar al menos a una de esos niños desamparados que habían sido arrebatados de las manos de sus padres.

Padres que habían sido erradicados igual que sus pequeñas aldeas.

Se mordió el labio inferior, reprimiendo las lágrimas que querían salir. Ella venía de un pasado cruel y lleno de sangre y dolor. Ella era el resultado de las cenizas.

Siempre pensó en el hecho de sus visiones y de donde había salido esa habilidad, considerando que nadie más tenia esa habilidad ni ninguna otra. Por lo que le había preguntado a sus "padres" innumerables veces, ellos simplemente se miraban, le acariciaban la cabeza y le decían que era especial. Ahora podía entender que tan especial era, había sido la única sobreviviente de un asesinato en masa de niños, que eran conejillos de indias para ser utilizados. Su corazón se estrujó con fuerza.

¿Quién era ella? O peor aun ¿qué era lo que era? ¿podría considerarse humana?

Había crecido como una niña normal, por lo que pensaba que así era, pero ¿qué era lo que ese experimento había cambiado en ella? ¿y después de eso podría considerarse normal? Miró sus manos, se sentía tan fuera de su propio cuerpo, como si no reconociera sus dedos, manos ni nada de lo que era. ¿Y si era diferente antes de ese experimento? Era lo más seguro, pero por más que intentaba pensar, rememorar ese hecho, lo que había pasado en su infancia, nada venia a su mente, no tenía recuerdos lejos de vivir con sus padres. Quizá y lo más sensato, es que su propia cabeza lo hubiera bloqueado, al ser un evento traumatizante.

Y aquellos alquimistas que había llamado padres habían sido tan...ingenuos. No entendía por que se habían quedado en el reino de Keodesea considerando lo que habían hecho, pudieron irse lejos y no volver. Pero se habían quedado ahí, de haber huido, como ella en algún momento había considerado, quizá no hubiera tenido que pasar por eso, podría haber tenido una mejor infancia, más normal. Sin embargo, eso significaría que no hubiera conocido ni a los Forger y mucho menos a Damian. Y se negaba a aceptar una realidad donde ellos no estuvieran en su vida.

Aunque tuviera que pasar de nuevo por todo eso, lo haría de nuevo, si podía conocerlos.

Sus ojos picaban, estaba intentando ser lo más fuerte que podía. No podía mostrar debilidad y más ante alguien como el rey de Keodesea que no tenía la menor pizca de humanidad. No sabía que trato recibiría en ese punto, aunque sabía que nada bueno sucedería. Debía afrontarlo lo mejor posible.

Levantó el rostro cuando escuchó la puerta de metal abrirse, vio una figura avanzando por el pasillo que tenía enfrente, hasta que llegó enfrente suyo. Por un momento Anya tuvo esperanzas. Pero vio a Shopkeeper con un gesto indiferente. Giró la llave de la celda, sin despegar la mirada de la prisionera. Anya se quedó quieta, porque aunque quisiera correr, la herida en su pierna sangraba y era imposible liberarla sin una llave. Por lo que simplemente lo miró fijamente, exteriorizando su odio.

—Que mirada más hostil. —Se paró enfrente de ella, mirándola hacia abajo. — Hay que enseñarte modales, lo cual no me sorprende después de estar tanto tiempo en Priwidor.

Se arrodilló, quitándole el grillete de la pantorrilla y la tomó del brazo, tirando de ella. Anya se sorprendió de tal acto, pero pensó que podría ser una buena oportunidad de huir, pero sintió las piernas pesadas y el dolor punzante subiendo por su pierna. No parecía consciente de su propio cuerpo, debido al estar obligada a mantenerse quieta, estaba entumida.

Fue obligada a caminar, siendo arrastrada por el pasillo. Mientras más avanzaban, más era consciente de su cuerpo o podría ser la adrenalina corriendo por su cuerpo que le hizo restablecer la energía en su organismo. Intentó soltarse, pero el agarre del rey era demasiado fuerte.

—No hagas esto más complicado.

—¡No haré nada de lo que quieras! —Habló fuertemente.

—Si quieres que las cosas no sean difíciles para ti aquí, harás lo que yo te ordene. —Shopkeeper, con una mirada tan intensa para doblegarla.

—No pienso quedarme aquí mucho tiempo — Anya caminaba rápidamente, para seguir el paso en el laberinto que eran el calabozo. —Así que no cuentes con mi disposición.

Shopkeeper soltó una ligera sonrisa, deteniéndose y encarando a la mujer joven con aires de valentía.

—¿Y como estas tan segura de eso? —La miró con la ceja levantada, invitándola a seguir.

—Damian vendrá pronto. —Le sonrió con arrogancia, porque sabía la rivalidad que ambos siempre habían tenido. —Y no podrás evitarlo.

Anya realmente esperaba ver el temor que le ocasionaba el hablar del soberano de Priwidor. En el pasado había visto su frustración de ver a Desmond avanzar y acercarse cada vez más a Keodesea. Pero en cambio, Shopkeeper sonrió y dejó salir una risa.

—¿Vendrá por ti? —Tiró de su brazo con fuerza, aproximándola más hacia él y dejando ver una sonrisa maligna en sus labios. —¿Cómo vendrá Desmond si está muerto?

La sonrisa arrogante de Anya desapareció de su rostro de golpe cuando un golpe fuerte y contundente golpeó su pecho con fuerza.

—¿Qué?

—Me aseguré de eso, de que no hubiera ningún obstáculo que se interponga en mi camino.

Shopkeeper sonrió más ampliamente al ver como el rostro femenino palideció y siguió su camino, tirando de ella con fuerza cuando ella se quedó fija en su sitio. Siendo tratada como una muñeca de trapo, sin ser consciente de su entorno.

¿Damian...muerto?

Era imposible, totalmente improbable. Ella lo había visto huir de la muerte en dos ocasiones, además de sobrevivir de peleas, donde Anya había curado sus heridas. Había visto las heridas de su cuerpo, cicatrices profundas que dejaba en evidencia que había rozado la línea de vida y muerte. Damian había sobrevivido a todo eso ¿y ahora él había muerto con tanta facilidad?

No, se negaba a creer en eso.

Pero ¿cómo él estaba tan seguro? Solo intentaba infundirle temor pero eso no tendría el más mínimo sentido. Por que si fuera una mentira, se sabría pronto y lo único que ganaría Shopkeeper sería tiempo, uno muy reducido. Pero si sabía el tipo de relación que tenían y si su principal objetivo era tenerla ahí para usarla, lo más creíble es que se deshiciera del mayor obstáculo que tenía. Si nadie iba a buscarla, ella se quedaría ahí. Así que... podría ser cierto. La seguridad de sus palabras y el tiempo transcurrido sin ningún movimiento de Priwidor para recuperarla podrían ser pruebas suficientes.

No obstante todo su interior le decía que no era cierto, si eso era así, significaba que la había dejado sola. Que él se había ido de su lado. La oscuridad se alzó fuertemente en su interior y solo fue traída de si misma cuando escuchó una voz familiar.

—¿Anya?

Regresó de aquella oscuridad que la embriagaba, sus ojos verdes captaron el hombre detrás de la celda. Golpeado y sujetando los barrotes de aquella diminuta prisión.

—Loid...

Sus ojos completamente abiertos observaron al rubio, con su ojo morado, sangre en su rostro y los ojos azules antes brillantes, se veían nublados y cansados. Pero pudo ver la tranquilidad, pero a la par, el miedo de verla ahí, de que estuviera dentro de toda esa situación. La incredibilidad la hizo voltear a ver a Shopkeeper que solo la miraba, sin importar la visión del hombre enfrente.

—Como te dije, no dejo ningún cabo suelto. —Se acercó, tocando su cabello en un gesto paternal. —De esta forma no podrás irte de aquí, a menos que quieras que le envié los pedazos de su cuerpo a su esposa que esta por dar a luz.

El labio de Anya tembló, dando un paso hacia la celda, pero fue frenada. Solo pudo ver a Loid enfrente suyo, queriendo decir tanto, pero sin poder hacerlo al no estar solos. Giró para ver al rey de Keodesea con la expresión más mortífera.

—Si te atreves a...

—No haré nada mientras tu colabores.

Anya asintió, mirando por ultima vez a Loid, queriendo disculparse por no dejar de darle problemas y ser la razón de que su vida sea tan mala. Si la hubieran dejado sola, ellos no estarían implicados en todo eso y él estaría con Yor.

Sin poder decir nada más, fue jalada por el rey de Keodesea para alejarse del sitio, Anya intentó mirar hacia atrás pero su posición se lo impedía.

—¡Anya, no hagas nada de lo que te piden!

Loid no estuvo seguro de haber sido escuchado y una vez que el silencio llenó el lugar, se dejó caer en la cama. Se reprendió de haber sido engañado de tal forma, cuando recibió una carta de Keodesea, donde su presencia era necesitada en el reino. Pensó que podría ser algo sobre Anya, pero al llegar al castillo fue retenido, golpeado y llevado ahí.

Nadie le explicó nada, solo fue encerrado, hasta que vio a Anya. Se sintió tan mal, porque de alguna manera podría ser utilizado para algo malo. Ahora veía que era la razón para mantener a Anya ahí. Él la estaba encadenando a este sitio, cuando ella en primer lugar no debería estar ahí ¿Dónde estaría Desmond? Se suponía que su trabajo era cuidarla, él había confiado por un instante...

Solo restaba esperar y buscar alguna alternativa para salir de ahí.

Anya salió de los calabozos, ascendiendo por una escalera durante unos minutos. Se detuvieron en una habitación cerrada, donde el rey desapareció un gran rato, dejándola ahí. No había ningún lugar por donde escapar, lo había comprobado. Le enojaba tanto aquella impotencia...y había involucrado a Loid en todo eso ¿alguna vez su existencia traería algo más que calamidades?

Sus "padres", Loid y... Damian.

Sintió la fuerza perderse de sus piernas, era demasiado, era tanto en tan poco tiempo. No podía respirar, el aire estaba atorado en sus pulmones y su propio corazón latía tan dolorosamente que cada latido era como un látigo en su interior. Quería desaparecer, esfumarse y dejar de existir, esa hubiera sido la mejor solución a las vidas que había arruinado.

—Levántate.

Sus ojos decaídos y nublados vieron al hombre enfrente suyo, el rey había vuelto por ella. No supo en que momento, pero pronto era guiada por otras escaleras, hasta que finalmente la luz le dio de golpe en el rostro. Se llevó la mano al rostro, para bloquear aquella luz. Vio que estaban en el balcón del castillo, lo había visto tantas veces que no fue difícil determinarlo. La hizo caminar un par de pasos más hasta que se detuvieron y él avanzó un par de pasos más, hasta llegar al borde. Los gritos de vitoreo llenaron el lugar, gente gritando su nombre, al alegrarse de verlo.

—Habitantes de Keodesea. —El rey sonrió ligeramente, aquella sonrisa ensayada que tanto conocía. —Se viene para nuestro reino una nueva era de prosperidad u riqueza, he visto como nuestros territorios se extenderán y nuestros enemigos caerán uno a uno y será nuestro derecho el expandir nuestro dominio ante todos. —Se llevó una mano a su pecho, observando a cada uno de los habitantes de Keodesea que estaban debajo del balcón. —Tenemos un recurso que nos permitirá conocer todo aquello en el futuro y podremos forjar nuestro propio destino, la he traigo aquí para que por su ayuda y nuestras fuerzas, nos ayude a levantar nuestro reino.

Shopkeeper tiró de su brazo, haciendo que ella se asomara en el balcón y todos aplaudieran sin poder contenerse. Ante las palabras de animo y de total éxito de su rey. Los gritos y celebraciones sucedían debajo, sentimientos que no eran presentes en el rostro de Anya, que los miraba con amargura ¿les importaría lo que su rey había hecho para llegar ahí? ¿Lo que había detrás de su éxito? No, lo sabía. Lo había visto toda su vida, la forma en que todos se preocupaban únicamente por sí mismos.

—¡Keodesea, Keodesea! —Los gritos se alzaban entre toda la gente.

Shopkeeper solo podía sonreír ante la era que se alzaba ante él. En el pasado había mantenido todo eso como un secreto, pero no había razones para seguir ocultarlo. Con una vidente en sus manos, se sentía invencible, nada podría tomarlo por sorpresa. La etapa más grande de su reinado se abría paso, cada experimento hecho por fin tendría sus frutos.

Observó a Anya a su lado que parecía encogerse en su sitio, con la mirada perdida. El rey vio a los habitantes debajo suyo, contempló toda la ciudad, lo que había logrado en todo ese tiempo. Hasta que algo llamó su atención, un punto más allá del reino. Debía ser su ejercito que había enviado a reclamar la materia prima de una de sus múltiples aldeas. Pero pronto vio a sus soldados en el muro moverse inquietos.

Aquella sombra se aproximaba cada vez más, hasta que ese punto se multiplicó, una y otra vez. La sonrisa en su rostro se fue cuando vio a sus soldados aproximarse ante él y uno en particular para informarle.

—Señor, se aproxima una fuerza militar.

—Suban las puertas, todos vayan a la puerta y no los dejen entrar.

Shopkeeper presionó con fuerza la mandíbula, porque no se suponía que eso sucediera. Momentos antes hablaba de un cambio, de cosas mejores y ¿ahora estaban bajo ataque? ¿Quién se había atrevido a arriesgarse a ir contra él? Miró a Anya que parecía confundida, por supuesto que no lo vería venir.

La puerta comenzó a cerrarse y aquellas manchas, que parecían incrementarse, comenzaron a desplazarse más rápido. Querían alcanzar las puertas antes de que se cerraran. Shopkeeper se tensó cuando vio algunos hombres llegar corriendo y atravesar las puertas que en ese momento eran especialmente lentas.

Los habitantes en la plaza miraban a todos lados, confundidos sobre que sucedía. Jamás habían sufrido un ataque, no desde que Anya estaba ahí.

Un caballo cabalgó a gran velocidad por el camino y cruzó a través del agujero que aún quedaba en las puertas, en el justo momento antes de que se cerraba. Los soldados enemigos comenzaron a golpear la puerta con troncos y algunos escalaban las paredes, para conseguir el acceso. Los habitantes de Keodesea comenzaron a gritar cuando los soldados enemigos que habían logrado ingresar, comenzaron un ataque con los soldados en el camino.

Por su parte el caballo avanzó por las calles, esquivando y golpeando a quien se atravesara en su camino. Hasta que se detuvo, de pronto, en la plaza principal. El pelaje negro del corcel centelló por la luz del sol y su jinete alzó la mirada, hacia donde estaba Shopkeeper.

El rey de Keodesea fue inundando por la incredibilidad y la ira burbujeante.

Anya, quien se había mantenido absorta en sus pensamientos y desolada por la sucesión de hechos, sintió su corazón latir fuertemente. Dio un par de pasos hasta alcanzar el borde del balcón, con los labios entreabiertos y los ojos sorprendidos, al ver la figura masculina en el caballo oscuro.

—Damian

Sus piernas perdieron la fuerza y agradeció el estar sostenida del borde del balcón. Pensó por un instante que estaba viendo una especie de fantasma, que era una broma cruel de su cabeza ante su mayor deseo. Pero vio la bandera de Priwidor siendo levantada desde el muro y el rostro perplejo de Shopkeeper de ver al soberado de Priwidor en Keodesea.

Su figura imponente en su caballo, su rostro gélido y un aura oscura rodeándolo.

—Desmond —Siseó Shopkeeper sin creerse el verlo ahí, se suponía que estaba muerto.

La puerta de entrada cedió cuando uno de los soldados de Priwidor logró abrirla, el resto del ejercito entró y la gente de Keodesea gritaba desesperada, corriendo en un intento de buscar refugio ante la guerra que se desataba en el reino. Los gritos, sonidos de metal chocando con metal, el sonido de la carne siendo cortada y las exhalaciones agónicas.

Aquella pelea entre Priwidor y Keodesea se había desatado.

Damian descendió de su caballo con maestría y comenzó a avanzar por el camino que sus soldados habían despejado para él. Vio a Shopkeeper retroceder y a Anya en el balcón, mirándolo con devoción y anhelo, con una súplica escrita en el rostro.

Eso fue suficiente para que él corriera rumbo al castillo, con la ira destilando en cada uno de sus pasos y atravesando a cualquiera que se atravesara en su camino hacia Anya. Terminó peleas con rapidez, con toda la ferocidad y locura que lo representaba, hasta que alcanzó el castillo. En el camino hacia ahí había ido acumulando toda su ira y frustración. No estaba dispuesto a irse de ahí hasta ver muerto al rey de Keodesea.

Algo que el mismo Shopkeeper sabía, ya que mandó a todos sus hombres al castillo, a impedir que Damian llegara hasta ahí. Hubiera querido moverse a otro sitio, pero la rapidez del rey de Priwidor no parecía darle apertura. Avanzaba masacrando a cada soldado que se le atravesaba, desgarrando cuellos y sus ojos brillando en la mayor locura.

Shopkeeper intentó pensar en alternativas, algo para poder salir de eso. Todo Ostania sabía del poder de Desmond. Era el único rey que se unía a sus tropas para pelear, algo que cualquier otro soberano nunca había hecho. Ellos estaban hechos para ordenar y gobernar, pero ¿pelear? Él hace tanto que no lo hacía y sabía que había una clara desventaja. Por lo que cuando escuchó los gritos de agonía de sus soldados, por primera vez en su vida sintió miedo. No se suponía que nada de eso sucedería.

Se suponía que Wheeler lo había asesinado y con eso el mayor de sus problemas. Él podría tomar todo lo que quisiera una vez que se deshiciera de Desmond y podría ser el reino más poderoso de todo Ostania. Sin embargo, nada había marchado de esa forma.

Debía huir, hacia la torre más alta, tomó a Anya de la muñeca y tiró de ella. Anya se resistió, frenando su avance y él tiró de ella más fuerte. Llevó una de sus manos hacia su mejilla, tomándola y presionando con fuerza.

—¡Recuerda tu lugar aquí!

—¡No! —Anya gritó a pesar del dolor en sus mejillas.

La puerta de madera que dirigía al balcón resonó abriéndose con fuerza. Los soldados que estaban rodeando al rey se pusieron en guardia cuando vieron al rey de Priwidor ante ellos. Pero él no los veía a ellos. La mirada fulminante y letal de Damian se dirigía al rey de Keodesea.

—Suéltala.

Shopkeeper se alejó lo suficiente para ver al recién llegado y le sonrió con valor.

—Puedo hacer lo que quiera, ella me pertenece.

Anya fue consciente de la mandíbula de Damian tensándose, la miel endurecida y destilando de una manera que Anya jamás había visto; en odio puro. Y esa distracción fue todo lo que Anya necesitó para pisar a Shopkeeper con gran fuerza y lograr de esa forma que la soltara. De esa manera logró salirse de su agarre y Damian actuó al mismo tiempo, lanzándose hacia los soldados, utilizando su espada con gran maestría, clavándola en la menor oportunidad en sus pechos o rebanando sus gargantas.

Ella corrió alejándose del rey y alcanzó a Damian al momento en que él terminó con el ultimo de los soldados. Anya corrió hacia sus brazos, hundiendo el rostro en el pecho de Desmond, que la recibió, abrazándola con protección.

—¿Estas bien? —Susurró él en su oreja.

—Si, si, yo estoy bien ahora que tú estas aquí...yo pensaba que tú. —Su voz estaba quebrada, la emoción de volver a verlo cuando había pensado que estaba muerto.

—No podrás deshacerte de mi con facilidad.

Anya se alejó de él, mirando su rostro...visualizando la sangre en su cuello y como su propio vestido se había manchado de carmesí.

—¿Damian? —Vio su rostro, que no había percibido, cansado y con cierta palidez. —¿Estas herido?

—Nada importante —Le restó importancia a pesar de que parecía presionar la mandíbula, para reprimir cualquier gesto de dolor. —Debemos irnos.

—No, tiene a Loid, yo necesito liberarlo.

Damian dejó ver una mirada que dejaba en claro que no le parecía para nada aquella idea, pero la decisión en la mirada de Anya lo hizo ceder, lo cual haría ante cualquier petición de Clanblosson.

—Anya...

—Estaré bien, regresaré pronto.

—Nadie se irá a ningún lado.

Ambos observaron a Shopkeeper con una espada en manos y un gesto enloquecido en su rostro.

—No he dedicado décadas de mi vida a ti, para dejarte ir.

Anya miró a Damian y él asintió, por lo que ella salió corriendo, algo que hizo que Shopkeeper se adelantara en un intento de detenerla. Damian se paró enfrente suyo.

—Tendremos la pelea que nuestros reinos han esperado durante décadas. —Levantó su espada. —Tomaré tu reino.

—Solo tu sangre correrá hoy, Desmond.

El soberano mayor mostró sus dientes y se lanzó hacia él. Damian bloqueó su ataque interponiendo su espada. Shopkeeper lo atacó una y otra vez, ataques que Desmond repelió, sintiendo su espada vibrar ante cada golpe. Él aprovechó una apertura para atacar y logró cortar parte de la ropa del soberano de Keodesea, alcanzando su piel y haciéndolo sangrar.

Alzó su espada para asentar un segundo ataque, pero su vista se tornó borrosa, por la pérdida de sangre antigua. Eso fue una apertura, que Shopkeeper notó, para lanzarse y clavar su espada en la herida que Wheeler le había hecho horas atrás. Damian exhaló dolorosamente y retrocedió, llevándose la mano a su costado, entrecerrando uno de sus ojos. No estaba en su mejor forma, lo cual era una clara desventaja en la pelea que había esperado hace tanto tiempo.

Eso había sido el inicio de todo, por eso había buscado a Anya, para tomar Keodesea. Pero en ese momento ese no era su objetivo, sino vengarse del desgraciado que se atrevió a tocarla.

Se enderezó con la espada en la mano, listo para atacar, cuando Shopkeeper logró asentar un segundo ataque, haciendo que la sangre brotara de sus labios. Entrecerró los ojos por el dolor que invadió todo su organismo. Los ojos miel nublados miraron a su enemigo enfrente suyo y se recompuso lo mejor que pudo.

—No es la batalla que esperabas ¿no? —Shopkeeper se burló.

—Y aún así, perecerás. —Damian respondió de forma arrogante.

Eso desató la ira de Shopkeeper que se acercó, con la espada lista para atacarlo. Damian sonrió, sintiendo el sabor a hierro en la boca, esperando que Loid...

Anya corrió tan rápido como su pierna adolorida se lo permitió, cojeando de vez en cuando y deteniéndose cuando alcanzó el pasillo principal, solo debía descender por esa escalera y alcanzaría el calabozo donde momentos antes había estado. Cuando estaba por bajar vio a un soldado subiendo, que detectó su presencia.

El hombre avanzó rápidamente hacia ella y Anya miró a su alrededor, necesitaba huir. No, la alcanzaría con facilidad, debía hacer algo más. Los ojos verdes se detuvieron en el jarrón a su alcance, tiró de el y lo lanzó hacia el hombre que estaba a un metro de alcanzarla. El jarrón lo golpeó, haciéndolo retroceder y cayendo por la larga escalera, escuchándolo gritar. Una vez que esperó un momento, esperando por su regreso, se aventuró descendiendo, encontrando al soldado inconsciente. Debió ser una caída fuerte. Ese hombre venia del calabozo, por lo que seguramente era el vigilante. Rebuscó entre sus ropas, encontrando lo que quería; las llaves.

Una vez que las cogió, avanzó hacia las celdas, pero algo sostuvo su pantorrilla herida. Cuando giró el rostro, vio al soldado despierto, que tiró de ella. Anya en un intento de escapar, avanzó, pero el hombre era más fuerte y tiró de ella, lo suficiente para hacerla caer en el suelo, de cara.

—Quédate quieta.

Anya se agitaba, lanzando patadas una y otra vez, con la adrenalina corriendo por sus venas. Lo pateó repetidas veces en el rostro, con fuerza, en su arrebato por liberarse. Logró aflojar su agarre, se levantó y corrió por los pasillos, con el corazón desenfrenado. Iban a atraparla, si eso sucedía, todo estaba perdido.

—¿Anya? — La fémina visualizó la celda del rubio. —¿Qué sucede?

Ella alcanzó la celda y con sus manos temblorosas, intentó acertar la llave en la cerradura, fallando una y otra vez, mirando de vez en cuando hacia atrás. Escuchaba la voz muy cerca, logró acertar la llave y la giró con gran trabajo ante su nerviosismo. Miró a ve a su espalda y vio al soldado a punto de atraparla. Un sonido en la cerradura resonó en el silencio. Loid abrió repentinamente la celda, golpeando al guardia contra los barrotes, el golpe fue suficiente para hacerlo caer inconsciente en el suelo.

Anya por fin dejó salir el aire que había retenido en esa persecución, hasta que fue envuelta por los brazos de Loid de forma protectora. Ella se dejó envolver por ese sentimiento cálido, que le hacia pensar que todo estaría bien.

—Tenemos que salir de aquí. —Loid demandó.

—No, Damian esta peleando con Shopkeeper, yo necesito.

—No, tú necesitas salir de aquí, no eres de utilidad en una pelea. —Loid la miró fijamente a los ojos en un intento de que entendiera. —Te sacaré de aquí y una vez que estés segura, vendré a ayudarlo, aunque dudo que lo necesite.

Loid recordaba la fuerza y habilidad de Damian, era evidente que era un rival muy fuerte y duro de vencer. Había sido lo suficiente fuerte para irrumpir en el castillo y lograr tomar la delantera. Loid solo regresaría para asegurarse. La tomó del brazo y la guio hacia la salida más próxima. Lograron salir por la entrada principal, donde soldados aún seguían peleando en una guerra desgarradora.

La luz del sol alcanzó sus cabezas mientras avanzaban por la plaza principal. Pero algo los hizo detenerse, un grito desgarrador que detuvo a todos, quienes miraban hacia arriba. Anya se detuvo y giró sobre si misma, viendo dos figuras en el balcón. Su visibilidad estaba afectada por el sol, por lo que lo único que pudo ver es un cuerpo colgando del balcón, hasta que su agarre cedió y el cuerpo cayó hacia el suelo.

Su corazón se estrujó fuertemente y la ola de miedo más abrazadora y paralizante la invadió.

—¡Damian! —El grito resonó por todo el sitio.

El cuerpo se estrelló fuertemente contra el suelo y la sangre carmesí brotó de su boca y sus ojos sin vida.

—Anya...—Loid intentó decir algo, sin saber qué.

Las piernas de Anya cedieron ante esa vista y al contemplar el cuerpo sin vida enfrente suyo, mientras las lagrimas corrían por sus mejillas sin poder contenerlo. De como todo, cada acción y decisión habían fulminado de esa forma. En que Damian... los soldados de Priwidor comenzaron a retroceder, cuando los soldados de Keodesea soltaron sus espadas.

Anya sintió la mano de Loid en su hombro, que lo presionó y la obligó a levantar la mirada. Los ojos esmeralda contemplaron la figura surgir del castillo y acercarse a paso lento hacia ella. La fémina se levantó, con las piernas débiles y corrió hacia el cuerpo, cuando lo alcanzó lo rodeó fuertemente con sus brazos.

—Eso duele

—No vuelvas a hacerme eso, Damian Desmond. —Su voz estaba rota. —Yo pensaba que tú...

El rey de Priwidor sonrió con cierta pesadez, había logrado tomar cierta ventaja en ese último ataque, aprovechando la espada en su interior, logró atacar a Shopkeeper, haciéndolo retroceder, acertando otro ataque en su pecho al verse desarmado. Eso fue suficiente para que retrocediera y tropezara con el balcón. Damian clavó su cuchillo en cada dedo, hasta que él terminó cediendo y cayendo al vacío, alcanzando el suelo de un golpe fuerte.

Cuando estaba por dejarse caer, había escuchado la voz de Anya llamándolo. Él siempre iría a donde ella lo llamara o necesitara, sin falta. Él la buscaría hasta el mismísimo infierno si era necesario. No podía morir, no en ese sitio, no cuando ella lo quería y una vida juntos se abría ante ellos. Eso fue suficiente para que su cuerpo se moviera y descendiera hacia la plaza principal.

Los brazos femeninos rodeándolo con dulzura y su propio cuerpo sintiendo un poco de vida regresar a su cuerpo. Aún así necesitaba todo su fuerza de voluntad para mantenerse de pie. Le dolía el cuerpo como el demonio y sus parpados pesaban, pero el tenerla entre sus brazos era tranquilizante.

—Que poca fe me tienes.

Anya se alejó, mirándolo con el ceño fruncido, los ojos llorosos. Se puso de puntas y lo besó, sintiendo su propio corazón y cuerpo reaccionar ante el contacto del rey de Priwidor. El miedo e incertidumbre desapareció cuando sus labios se entrelazaron en un beso dulce, que filtraba el temor ante la idea de perder al otro.

—Nunca te vayas de mi lado. —Anya mencionó una vez que se alejó, mirando aquellos ojos miel derritiéndose ante ella.

—Siempre estaré contigo, el tiempo que tú me quieras a tu lado. —Él acarició las mejillas femenina con ternura.

—Eso será por siempre. —Anya lo miró hacia arriba.

—Cuento con ello. —Damian sonrió.

Hasta que el cuerpo de Damian terminó por ceder, quedando inconsciente, escuchando por última vez la voz de Anya y Loid llegando a su lado. Si ese era su final, había sido mejor de lo que pensaba.

Ecos, voces y oscuridad, su mente iba y venía, la pesadez envolviendo su cuerpo, impidiendo que escuchara algo con claridad. De esa forma estuvo, emergiendo y sumergiéndose en la oscuridad, hasta que finalmente los ojos miel se abrieron lentamente.

Se quedó quieto unos segundos, hasta que vio los ojos esmeralda más bonitos que había visto en toda su vida.

—¡Damian, estas despierto! —Sintió que sujetaba su mano. —Estaba tan preocupada.

Los segundos pasaban y la fuerza regresaba lentamente a su cuerpo, lo cual lo llevó a querer sentarse adecuadamente, a pesar de las protestas de la fémina enfrente suyo.

—No te levantes. —Ella bramó con fingido enojo. —Has estado inconsciente días, aún estas débil.

Días que habían sido sofocantes y mortificantes para Anya, en que cada segundo el miedo de que él no reaccionara. Loid le había informado que por la gravedad de sus heridas y la pérdida de sangre él no reaccionaria, algo que Anya se negó a aceptar.

—Estoy bien. —Él elevó sus manos y las flexionó, evaluando su extremidades. —¿Qué sucedió?

—Te desmayaste después de la pelea...

—Me hice cargo de tus heridas. —El rubio estaba apoyado en el marco de la puerta, observándolo fijamente. —Me sorprende que aún sigas vivo después de la perdida de sangre, pero si morías a mi cuidado, tu reino no me lo permitiría.

Anya rodó los ojos ante la frialdad de Loid, cuando lo había salvado se veía tan nervioso y alarmado, quizá porque sabía que si lo dejaba morir, Anya no podría superarlo nunca.

—Loid es el mejor médico que existe.

Damian lo miró un instante, asintiendo en forma de agradecimiento, aunque no sabía si él hombre quería salvarlo o solo lo hizo por obligación. No tenían demasiado clara su relación, lo único que los mantenía en el misma habitación si atacarse era Anya.

—Iré con Yor, cualquier cosa avísame Anya.

El rubio salió de escena y Anya acarició la mano masculina, él la tomó entre las suyas y tiro de ella, motivándola a acostarse a su lado. Ella apoyó la cabeza en la del rey de Priwidor y él hundió el rostro en su cuello.

—De verdad por un momento yo pensé que tú no despertarías.

—Yo siempre volveré a ti, estés donde estés. —Damian proclamó, mirándola fijamente.

—Y yo te esperaré en cada ocasión.

Anya se inclinó y besó al rey de Priwidor con ternura, cuidando de no lastimar sus heridas. Sintiendo la calidez embriagando su cuerpo, al tenerlo ante ella de nuevo. Y sin poder pensar que es lo que haría sin él en ese momento. Había estado dispuesta a esperarlo el tiempo que fuera necesario, al no concebir una vida sin él.

Volvió a hundirse entre sus brazos, esperando estar de esa manera tanto tiempo como fuera posible.

¡Y con esto llegamos al final de esta historia!

Resultó más larga de lo que inicialmente había esperado (8 capítulos) pero lo hice con la finalidad de explorar esta idea lo mejor posible. Espero de verdad que lo hayan disfrutado tanto como yo al escribir cada uno de los capítulos ¿Algún comentario final o cosa que quisieran agregar? Siempre es bienvenido al final de una historia.

De igual forma quiero agradecer a Leiviv quien fue la que primero escuchó esta idea y me ayudó a darle la forma inicial y a la cual dediqué esta historia. 

Y como última cosa... estoy feliz por la gran aceptación de la historia y a pesar de que los últimos capítulos de demoré más en traerlos, fue por una razón en especial. Quiero comunicarles que...pueden esperar noticias importantes de esta historia el año que viene, en febrero. ¡Aún hay mucho detrás!

Que estén muy bien y muchas gracias por leer y seguir esta historia ¡bye-bye!

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