XX.
Cuando sus ojos esmeralda captaron la espalda grande del rey de Priwidor salir de la habitación y la puerta cerrarse detrás de él, la sonrisa desapareció de sus labios. La cabeza le punzaba intensamente y la fuerza escapó de su cuerpo. Toda la mascara que había alzado para tranquilizar a Damian se esfumó.
Se dejó caer con gran cansancio en la gran cama, recostándose de lado, con aire ausente y cerrando los ojos en un intento de calmar los dolores.
No había querido preocuparlo y más cuando había escuchado de todas las cosas pendientes que tenía que hacer ese día. Y aún más cuando sabía que había dejado atrás varias cosas para llevarla a cabalgar ese día. Le había devuelto una parte de ella que no sabía que le hacia falta, esa pequeña libertad al menos por el breve instante donde corrieron rápidamente por el campo sin limitaciones, obligaciones o cosas sin sentido. El aire acariciando su rostro de forma violenta por la velocidad, la adrenalina corriendo por sus venas y un estado de plenitud.
Hasta que ocurrió, más brusca y fuerte que cualquier otra ocasión.
Una visión vino ante ella, sin aviso y sin control, las imágenes desarrollándose rápidamente en su cabeza. Quizá fue tan fuerte porque era la misma visión que había visto tiempo atrás, se había visto a ella misma. Con lagrimas corriendo por sus mejillas, con una oscuridad asfixiante y el miedo colándose por su cuerpo. Y ante ella había visto a alguien acercándose y la sangre escurriendo por el piso, hasta alcanzar sus manos, que se tornaron de color carmesí.
Había sido tan intenso y real, que no se había dado cuenta de que era una visión, ni siquiera podía salir de ella. Por lo que casi caía del caballo, si no fuera por Damian, ella hubiera sufrido un accidente importante. Le agradecía el que estuviera con ella en ese momento tan difícil, lidiar con sus visiones no era algo agradable. Por esa misma razón, no podía decírselo. La primera vez que había tenido esa visión fue incapaz de decírselo. No sabía exactamente porque razón no se lo había dicho, aunque quizá era por miedo. Miedo que al decirlo, se hiciera realidad. Por que ella sabía que todas sus visiones siempre se hacían realidad. Y eso significaba que ella terminaría en algún lugar oscuro hasta que la muerte la alcanzara.
A pesar de eso, no pudo dejar de darle vueltas durante un largo rato, sobre porque se había presentado esa visión de esa forma abrupta. Lo más importante era ¿qué es lo que eso significaba? ¿Era una clase de método de defensa, una advertencia desesperada de su cabeza para revelar su muerte e intentar salvarse? El problema es que por más que intentaba descifrarlo, no obtenía nada. Semanas atrás cuando vio esa misma visión se había sentido tan perdida al hecho de no saber qué decisión la llevaría a ese fatídico final. Ahora mismo estaba de la misma forma, pero la intensidad de la visión la hacia pensar que eso era mucho más grave de lo que esperaba.
Normalmente no podía saber en qué fecha sucederían sus visiones, pero la insistencia de ellas, junto con su sentimiento de defensa, debía deberse al hecho de que estaba cerca.
Anya moriría dentro de poco y no podía hacer nada para evitarlo.
En algún momento de cada etapa de su vida siempre había pensado que quizá su muerte traería alguna especie de beneficio para todos. Pero desde hace un tiempo que había empezado a vivir realmente, como se supone que debía hacerlo. Sin miradas de odio o repulsión, sin limitaciones y más que nada, con su corazón estrechándose ante las caricias de Damian, todo parecía tan perfecto.
Y estaba a punto de perderlo todo.
Dedicó gran parte del tiempo a intentar descifrar algo en esas visiones que quizá podrían salvarla. Si podía ubicar el sitio donde estaba quizá podría evitar ir a ese lugar o tomar alguna decisión que la llevara a un desenlace diferente. Por desgracia no reconoció el sitio, estaba demasiado oscuro, demasiado frio. Lo cual si lo restaba la dejaba con casi nada. Intentó saber quien era la persona que estaba ahí, pero no obtuvo ninguna pista. Lo único que sabía es que moriría...pero muchas preguntas acudían a su cabeza
¿Por qué ahora y no antes? ¿Qué es lo que había cambiado? ¿Quién era esa persona y que relevancia tenía? Sus visiones eran algo de siempre y si eso era el peligro hubiera muerto, pero todo parecía indicar que no. O eso querían hacerle creer.
¿Qué debería hacer ante ese panorama tan desalentador? No tenía idea. Lo único que podía pensar es que tal parecía que no había nada que pudiera hacer para evitarlo.
Permaneció en la cama, con el dolor de cabeza, segura de que Damian había salido. Jeeves se lo confirmó tiempo después, cuando acudió con un poco de comida para ayudarla con el malestar y un poco de medicinas a petición suya. Jeeves la frecuentó todo el día, velando por su salud y preguntándole si se le ofrecía algo. La monitoreaba cada hora o si él no podía, mandaba a alguna mujer de servicio.
Seguramente Damian le había dicho que estuviera pendiente todo el día. Aunque podía ver un interés genuino en Jeeves y el resto del personal. Siempre la trataban con gran amabilidad, como si la vieran como algo más que una invitada. Realmente no lo era, lo sabía, pero el pensar en las palabras de Damian y sus intenciones la hacían sentirse tan fuera de si misma. Porque a ojos de Damian ella era dueña de todo eso, o al menos pronto lo sería. Y la realidad es que aún faltaba un tiempo para convertirse en la reina de Priwidor. El solo pensarlo la hizo sonrojarse y encogerse en la cama. Quizá todos en el castillo la apreciaban tanto porque a comparación de Damian, era más amable.
No es que Damian tratara como basura a sus empleados, sino con indiferencia. Anya era más cálida y asertiva con todos ellos.
Para su suerte el dolor de cabeza desapareció después de un rato, cuando el cansancio apareció. Durmió gran parte del día y solo despertaba cuando alguien del servicio la despertaba para comer. Pero cuando el sol comenzó a ocultarse entre las montañas, fue que la energía en su cuerpo regresó, o al menos gran parte. No sentía el cuerpo pesado como antes, se sentía mucho mejor. Aunque se sentía inquieta y desanimada, con las imágenes repitiéndose en su cabeza una y otra vez. No quería estar sola, esperaba que Damian llegara pronto y de esa forma ella pudiera esconderse entre sus brazos. Quizá eso amortiguaría sus pensamientos negativos. Quizá si se aferraba a él, podría aferrarse a la vida.
Entre los brazos de Damian se sentía segura, como si nada pudiera sucederle. Como si él pudiera protegerla, algo que era tan desconocido para Anya. Nadie la había protegido como Damian lo había hecho. No lo admitiría en voz alta, pero el estar recostada en esa gran cama, sin sentir su cuerpo grande emanando calor, arrullándola y envolviéndola en un gesto dulce, le hacía demasiada falta. Desmond era demasiado dulce con ella.
Sus ojos se abrieron súbitamente cuando escuchó la puerta, viendo entrar a Jeeves con una taza de té.
—Señorita, he traído un poco de té.
Anya se levantó lentamente, con una sonrisa en los labios y sujetó la taza que le ofrecían.
—Gracias Jeeves.
—El rey pronto estará de regreso. —Agregó sin una pregunta real que responder.
Anya asintió con aire ausente mientras daba un sorbo a su té.
—Espero que todo saliera bien.
—El rey siempre logra lo que se propone.
—Pero...lo he retrasado en la mañana y me preocupa. —No quería que él dejara de hacer sus responsabilidades por ella.
Jeeves acomodó debidamente la mesa donde había dejado la comida que había traído para ella y el resto del té en la tetera. Sonrió de forma familiar.
—No debe preocuparse por eso, ahora mismo usted es la prioridad del rey, lo cual deja en claro al tener un mejor ánimo.
Jeeves había servido gran parte de su vida a la familia Desmond desde que tomaron el poder. En todo ese tiempo él había crecido a Damian Desmond debido al desinterés de su familia ante el segundo de sus hijos. Por lo que Jeeves sabía de lo que estaba hablando, había visto crecer a Damian y sus diferentes estado de animo y podía decir con total sinceridad que jamás lo había visto...feliz. Hasta que Anya llegó.
Aunque la conquista de aldeas o reinos no contaban como una felicidad real, sino como una codicia o ambición.
Todo Anya a su lado era diferente y por el aprecio que tenía por el joven Desmond, le alegraba que todo parecía ir tan bien. Y por ello se había dedicado a cuidar a Anya todo el día, porque sabía su importancia para Desmond. Adicional que era difícil no querer asegurarse que ella estuviera bien considerando su personalidad agradable.
Se alegró de ver el color inundar las mejillas femeninas, lo cual dejaba en claro que aquel percance de la mañana había quedado en el olvido.
—En breve volveré.
Jeeves salió de la habitación, llevándose las cosas que había dejado anteriormente con él.
Anya realmente había pensado que había descansado lo suficiente, pero apenas el hombre mayor salió de Anya, sus ojos pesaron como si fueran de cemento. Comenzó a fantasear con la voz de Damian llamándola y su aroma particular... ¿maderosa? No, Damian no olía de esa forma, sino a menta.
Sus ojos se abrieron súbitamente al detectar ese aroma y su corazón se sobresaltó dolorosamente cuando vio unos ojos fundirse en la oscuridad de su habitación. El miedo la embriagó y despertó todos sus instintos. Cuando quiso levantarse y gritar, una mano cubrió su boca fuertemente al grado de lastimarla.
—Quédate quieta y no hagas ruido — Una voz masculina extraña se lo ordenó.
Pero Anya no era conocida por obedecer alguna orden, por lo que intentó soltarse, necesitaba poner distancia entre ellos y salir de ahí. Quiso gritar pero la mano silenciaba su boca y se reprendió por haberse dormido. Sus forcejeos fueron suficientes para liberarse de la mano que presionaba su boca, y se preparó para gritar, cuando unas manos se cerraron en su garganta y comenzaron a presionar, con fuerza.
Su respiración se cortó abruptamente y cualquier intento de grito quedó reprimido violentamente. Anya movió las piernas y brazos desesperadamente, sin saber si era para liberarse o para tomar un poco de aire. Estaba ahogándose, su cuerpo gritaba desesperado mientras la vida escapaba de sus dedos.
—Te dije que te quedaras quieta, hubiera sido más sencillo.
La presión en su garganta aumentó y su visión se tornó borrosa, su corazón latiendo agonizante por la falta de aire y todo su cuerpo colapsando, hasta que la oscuridad la consumió, con la imagen de unos ojos azules brillando ante su agonía.
Sus parpados se sentían tan pesados, pero se obligó a si misma a abrirlos cuando tuvo un poco de consciencia. Escuchó su corazón latir dolorosamente en su pecho. Miró a su alrededor en busca de algo, de cualquier cosa que le indicara donde estaba, pero era inútil.
Solo pudo ver la más absoluta y fría oscuridad rodeándola.
Abrió la boca e instantáneamente la cerró cuando sintió un dolor embriagador recorrer su cuerpo e intensificarse en su garganta. Ardía terriblemente, como si estuviera en carne propia. Y ese dolor sacudiendo sus terminaciones nerviosas le hicieron despertar sus recuerdos. Aquellos ojos azules encima suyo y unas manos cerrándose con fuerza en su garganta, lo cual explicaba el dolor.
No intentó hablar, sabía que era inútil.
Por lo que hablar o gritar era una opción que desechó instantáneamente. Lo primero era saber donde estaba. EL suelo debajo de ella dejaba en claro que era rustico y el frio se colaba por las paredes, debía ser de noche aún. O ese sitio estaba lo suficiente debajo del suelo para evitar que el calor entrara. Comenzó a mover las manos a su alrededor en búsqueda de algo, cualquier cosa. Evidentemente la persona que la había atacado la había movido, sacándola del camino. Movió sus piernas, asegurándose que reaccionaban, estaba descalza y tenía el vestido que decidió ponerse esa mañana. Necesitaba moverse, reconocer el lugar.
De pronto una tenue luz iluminó el sitio, buscó el origen de aquella iluminación, viendo la luna a través de una pequeña ventana. Había estado oculta en una gran nube oscura, lo cual dejaba en claro que pronto llovería. No perdió más tiempo y miró alrededor, pero la luz era tan tenue que solo le daban algo de claridad. Aún así se levantó, tanteando la pared del mismo material que el suelo y pronto sus manos chocaron con algo. Algo frio y liso. Metal, metal cilíndrico, siguió tocándolo y lo percibió, estaba en una celda. Y el mal olor en ese sitio se lo confirmó.
Casi rio al considerar que eso era tan irónico, porque su llegada a Priwidor fue de la misma forma. ¿Acaso sería una rutina al llegar a un nuevo sitio? Pero de alguna manera sabía que no eran las celdas de Priwidor, aquel hombre no podría llevarla ahí sin ser visto por todo el personal. Debió llevársela lejos, ¿con que fin? No podía saberlo.
Intentó ir más allá, caminando y tomando los barrotes como guía. Hasta que una fuerza la detuvo. Un sonido metálico, cadenas. En ese momento fue que percibió la cadena que rodeaba su pie, estaba atada como un animal. Eso era mucho peor de lo que hubiera esperado y el miedo comenzó a hacerse camino en su interior.
Necesitaba tranquilizarse y pensar, deducir donde estaba y sus alternativas.
Alguien se había metido a Priwidor, y no cualquier persona. Alguien lo suficiente hábil para llegar hasta la habitación principal. Lo cual le hizo el pensar ¿qué era lo que habían buscado? ¿Acaso el intruso esperaba encontrarse a Damian y asesinarlo? Era la opción más acertada, a fin de cuentas era el rey del lugar, si se metían a su castillo era para encontrarlo. Podía intuir que no se esperaban encontrarla ahí, por lo que tuvieron que actuar en consecuencia a su error. Habían sido lo suficiente inteligentes para filtrarse al castillo, pero no para saber que el rey no estaba ahí.
O quizá... ¿se habían metido a la habitación con el fin de esconderse y atacar a Damian cuando menos lo esperaba?
Esa idea la asustó mucho más que el hecho de estar encerrada en ese sitio. Ella había sido condenada por si misma. Había visto su propia muerte y sus visiones como siempre, se estaban volviendo realidad. Estaba en aquel sitio oscuro, era cuestión de tiempo. A pesar de pensar mucho en su muerte, siempre pensó que estaría más asustada. Pero de alguna manera...más que miedo, sentía pesar. Le hubiera gustado ver a Damian y a los Forger una vez más. Jamás conoció a su hermano. Pero podía aceptarlo, si aquello aseguraba el bienestar de Damian.
La incertidumbre de que hacía ese hombre en la habitación principal la aturdía ¿estaría esperando? ¿Damian había sido atacado con la guardia baja? ¿Estaría lastimado? La simple idea la congeló y presionó fuertemente su corazón. Realmente esperaba que no, que el que la encontraran ahí hubiera arruinado los planes de...
Las imágenes venían a su mente, los ojos azules brillando en la oscuridad y una sonrisa repugnante en sus labios. Pero más que nada su voz, una voz que ella había escuchado antes. Un individuo que había hablado con ella anteriormente en el pasado, en aquel pueblo y después en el jardín. Y unas palabras reproduciéndose en su cabeza.
"Soldado Wheeler a sus órdenes, Señorita Clanblosson"
De pronto la ultima imagen antes de desmayarse al ser ahorcada vino a su mente y en vez de unos ojos azules, el rostro claro de Wheeler fue claro. Él la había atacado pero ¿Por qué? ¿Acaso...él quería hacerle daño a Damian? Si ese fuera el caso, como había pensando anteriormente, al ser un soldado hubiera tenido muchas oportunidades, en los enfrentamientos con otras aldeas. Pero no lo había hecho ¿acaso esperaba un momento especial? O quizá esperaba verlo con la guardia baja, algo muy difícil con Damian.
Pero... ¿y si Damian no era el objetivo?
La epifanía vino a su mente como si hubiera sido golpeada fuertemente en el rostro, mientras las piezas se unían una a una.
Ella había bailado con Wheeler en el equinoccio de Glasgow y él la había abordado en el jardín al día siguiente. Y en algunas ocasiones lo había visto en el palacio haciendo guardia y él siempre la saludaba, dejando en claro que si necesitaba algo, podía acudir a él. Estaba ganándose su confianza... ¿ella era su objetivo? Más que una pregunta, era bastante evidente. Él de alguna manera la estuvo rondando, pero ella siempre, siempre estaba con Damian. Cuando Wheeler parecía dispuesto a hablar con ella, en algunas ocasiones que lo había visto en el palacio, Damian siempre aparecía, dejando en claro con una sola mirada que se perdiera.
Había sido de esa forma un tiempo, donde Damian no había abandonado el castillo, hasta ese día. Donde Anya se quedó sola, lo cual facilitó que pudiera acercarse. Pero...nada de eso tenía sentido. Bien, entendía que encajaba más que ella fuera el objetivo que Damian pero ¿Por qué Wheeler la quería? Era un simple soldado, no tendría razón de ser...a menos ¿era una trampa para ser utilizada como carnada para Damian? O quizá ¿sabía de su habilidad?
Cualquier persona quisiera tener a su lado a alguien que tuviera la capacidad de ver el futuro. Ella era una gran ventaja y por eso, ella no le había contado nunca a nadie. No había forma que supiera a menos que escuchara alguna platica con Damian. No podía saberlo a menos que le preguntara. Pero toda esa situación dejaba en claro que Wheeler la había secuestrado por algún beneficio y que él sería su verdugo, él que le quitaría la vida. ¿De que servía saber quien era el objetivo o como había sido planeado todo?
Ella moriría esa noche y aquella verdad la sacudió por completo.
Su pecho se contrajo dolosamente y se formó un nudo en su garganta, de haberlo sabido ¿hubiera hecho las cosas diferentes? Lo curioso es que lo había sabido, lo había visto y... ahora se arrepentía de no haberle dicho a Damian. Se arrepentía de no haber ido a visitar a los Forger de nuevo, de escuchar la voz de Loid regañándola por responder grosera o a Yor abrazándola con fuerza, hasta pensó en Becky y como le había dicho que debían organizarse para salir a comer. No volvería a ver a nadie, la realidad la golpeó fuertemente y el nudo en su garganta era incontrolable, que las lagrimas comenzaron a descender por mejilla, sus ojos picaban tanto.
Los pensamientos negativos aplastándola más fuerte que nunca, la oscuridad volviéndose densa a su alrededor. Cada vez más le costaba respirar. No había manera de salir de eso, todo estaba perdido.
Levantó el rostro en un intento de tomar un poco de aire, sorbiendo por la nariz en un intento de detener las lágrimas. Pero se detuvo abruptamente, cuando vio a alguien de pie detrás de los barrotes, mirándola fijamente. Su corazón dio un brinco violento y se detuvo al mismo tiempo, con el miedo disparándose en su cuerpo. ¿Cuándo había llegado ahí? No había percibido ningún sonido, ni el más mínimo. Ella misma solía llorar en silencio, una conducta aprendida del pasado. Sin embargo, ahí estaba.
Una sonrisa de la persona permitió ver parte de sus dientes.
Él verlo ahí, sin decir nada o si quiera si escucharlo respirar la hacía sentir minúscula, pequeña en su sitio. Quiso levantarse, dejar ver que no era insignificante. Pero sus piernas no reaccionaron y su garganta seguían ardiendo lo suficiente para poder hablar.
Estaba siendo tan débil ante él, el que la había llevado ahí. No lo había podido ver bien por la oscuridad del sitio, pero estaba seguro que era Wheeler, a fin de cuentas él la había llevado a ese lugar inmundo. Se preguntó que es lo que pretendía y si en ese momento obtendría una respuesta. Quería obtener al menos una respuesta antes de morir, sobre de que se trataba todo esto. Sabía que no podría escapar, no cuando estaba en una celda y una cadena rodeaba su tobillo, un poco de verdad la haría acoger su muerte.
La figura enfrente suya, con los ojos resplandeciendo en la oscuridad dio un paso hacía ella, lo suficiente para que la débil luz de afuera pudiera delimitar su figura. No podía reconocer su cara, aunque la conocía de memoria. Anya tenía una muy buena memoria con las caras y jamás olvidaba una voz. Vio a la figura abrir los labios.
—Tanto tiempo sin vernos, Anya Clanblosson. —La voz salió con lentitud, como un susurro en la lejanía y viendo como aquella figura parecía inclinarse ante ella.
Sus pensamientos y todo su cuerpo se paralizaron cuando Anya la reconoció, reconoció aquella voz, una que jamás podría olvidar. Que ante esa primera frase quiso desecharlo firmemente, porque era totalmente imposible. Su corazón latía fuertemente y con gran dolor en su pecho y las lágrimas en sus ojos por fin se detuvieron ante la gran sorpresa.
Se negaba a aceptarlo, pero la luz de la luna entró más fuerte por aquella pequeña ventana y eso permitió que pudiera ver aquellas facciones, reconociéndolo y comprobando sus peores temores.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top