XVIII.
El sol ascendiendo lentamente por el cielo, algunas aves volando alrededor del gran jardín, los rayos ligeros del sol iluminaban cada uno de los pétalos del gran jardín, flores de todos colores y formas. Los soldados caminando en la periferia. El sol avanzaba, hasta alcanzar una ventana con las cortinas corridas, la luz filtrándose en la ventana se expandió por la habitación, iluminando la penumbra.
Los ojos verdes se abrieron con gran pesadez, vio la luz entrar por la ventana y volvió a cerrarlos. Hasta que sintió la necesidad de ir al baño y refunfuñó para sí misma. Le molestaba que sus necesidades la llamaran cuando estaba cómoda. Apartó las sábanas, bajó de la cama, su cuerpo se tambaleó ligeramente, como si no tuviera demasiada fuerza en las piernas y sentía un ligero dolor en las caderas. Aún somnolienta se dirigió a la puerta más cercana que era el baño. Hizo sus necesidades y se dirigió a lavar las manos, observando su reflejo del espejo pequeño.
Se vio a sí misma, con los ojos entrecerrados y el sueño aún evidente en todo su rostro, solo quería hundirse en la calidez de las cobijas de nuevo. Pero algo en su reflejo llamó su atención, pequeñas manchas rojas en su cuello. Llevó su mano a su cuello y las tocó, de pronto el sueño que tenía se esfumó, justo cuando los latidos de su corazón se incrementaron y su piel pálida se coloró cuando muchas imágenes vinieron a su cabeza
La noche anterior se reprodujo en su cabeza sin descanso.
Un cosquilleo incesante sacudió la boca de su estómago, y se cubrió la boca. Con cierto temor regresó sobre sus pasos, ¿un sueño? Tendría que ser un sueño demasiado vivido, porque su propio cuerpo lo resentía. Una vez en la habitación lo notó, su vestido al pie de la cama y...un traje. Sus ojos esmeralda captaron al hombre recostado en su cama, durmiendo boca abajo, con la cabeza recostada en una de sus mejillas, el torso desnudo y las sábanas cubrían de la cintura para abajo.
Anya sintió su propio corazón detenerse, las imágenes repitiéndose de nuevo y sintiéndose más avergonzada. En el calor y acobijados por la oscuridad de la noche, las cosas habían fluido con tanta facilidad. Pero en el día, todo el peso de sus acciones de la noche pasada la sacudieron.
Ese momento de debilidad en el baile, que no pudo controlar por más que pudo y Damian acudiendo a ella y después... sonrió de forma torpe, sentándose en la cama, de donde se había parado. Ahora entendía el dolor en su cuerpo que momentos atrás le había desconcertado. Contempló al hombre recostado, su cabello despeinado y la expresión más relajada y vulnerable que Anya había visto en él. Siempre estaba atento, serio, indiferente...pero en ese momento Anya podría verlo tan diferente.
Sus dedos se estiraron acariciando ligeramente su cabello, algo que ella jamás había hecho. Había tantas cosas que no habían hecho por más sencillas que eran. Su cabello era más suave de lo que esperaba, la piel de su rostro era suave, una palabra que no iba para nada con él. Aunque algo llamó su atención, unas heridas en su espalda. Cicatrices en la zona de los omoplatos. Un sentimiento extraño la aturdió, entre furia y protección, ella hubiera querido protegerlo de los maltratos de su padre. Él jamás había especificado que tipo de castigos recibían del antiguo rey, pero era evidente.
Con un dedo recorrió alguna de las cicatrices, hasta que la mano masculina sujetó su muñeca y tiró de ella, girando en la misma cama y antes de que Anya pudiera notarlo, estaba en la cama, rodeada por los brazos fuertes de Damian y él hundía su nariz en su cuello.
—Lo siento, te he despertado. —Anya podía escuchar su propio corazón reaccionado a la cercanía masculina, una que le gustaba.
—Esto es demasiado bueno para ser real —La nariz del rey acarició su garganta. — ¿Mi mente no ha dejado a mi cuerpo salir del sueño?
Anya se estremeció de la cabeza a los pies ante el contacto, hasta que el soberano de Priwidor apoyó la barbilla en su pecho y abrió los ojos lentamente, dedicándole su primera mirada a la fémina enfrente suya.
—No es un sueño —Fue lo único que Anya atinó a decir, con la voz en un susurro.
—Eres tan hermosa aún al despertar.
Damian realmente no necesitaba haberlo visto para saberlo, lo sabía con total seguridad, que Anya de cualquier forma era perfecta. Con esos ojos brillantes y sus sonrisas que sonrojaban sus mejillas. Pero su cabello despeinado, aquella camiseta de tirantes suelta y sus ojos un poco rasgado por el sueño. Y el aroma de Anya al despertar era alucinante.
El rubor llenó las mejillas de Anya, que intentaba recordar como respirar ante la mirada inquisitiva del rey de Priwidor y sus palabras cálidas.
Él la atrajo hacía él, acurrucándose a su lado de manera tan cálida y protectora, que Anya simplemente se dejó arrastrar ante sus fuertes brazos. La calidez en ese gesto era tan acogedora que Anya pensó que podría vivir ahí toda la vida. Podría quedarse así por siempre y eso es lo que quería. Percibió el aroma representativo del rey de Priwidor, a menta y madera.
—Hueles tan bien. —Susurró, aunque realmente no quería decirlo y se arrepintió.
Él se alejó, mirándola y le sonrió.
—¿Te avergüenza decir algún cumplido aún ahora cuando ayer no dejabas de suplicarme que...—Anya le cubrió la boca con la mano y podía ver la burla en los ojos del rey.
—¡Cállate, no digas cosas tan vergonzosas!
La realidad es que en todos sus encuentros y el tiempo que tenían juntos, ella no le había dicho nada bueno a Damian. Él era el que siempre le decía cumplidos, aun cuando le regaló el jardín, ella solo aceptó lo que él le ofrecía. Anya debía dejar más en claro sus sentimientos, sabía lo agradable y necesario que era escucharlo.
Él retiró la mano de Anya de su boca, se estiró y la besó.
—Quiero despertar de esta forma siempre.
Anya lo observó detenidamente.
—¿Cómo?
—A tu lado.
¿Anya podría morir de vergüenza tan temprano en la mañana? Estaba a punto de averiguarlo.
—Pero tú casi no duermes. —Agregó Anya en un intento de desviar la atención en algo más que no sean sus reacciones y los latidos fuertes de su corazón. —¿Cierto?
Anya recordaba haber escuchado algo así de Jeeves, cuando temprano en la mañana el mayordomo aparecía en su habitación y le informaba que Damian estaba en su oficina. Damian siempre estaba en su oficina, o en el cuartel de soldados, siempre trabajando. Tal exceso de trabajo la llevó a preguntarle a Jeeves por qué siempre trabajaba.
—Antes de su llegada, el rey Desmond no se...distraía con nada, ni se demoraba tiempo en dormir, toda su vida ha sido ver por el avance de su reino.
Anya se había sentido algo torpe en ese momento al pensar que ella simplemente estaba distrayendo al rey Desmond, pero con el tiempo pudo entenderlo, que distraer significaba relajarse y dedicar su tiempo a algo más que sus obligaciones. Jeeves quería que entendiera que ella más que nada le hacía un bien.
—Jamás había dormido tan profundo y durante tanto tiempo como ahora —Admitió Damian, con aire relajado.
Anya se movió, hasta que ella se recostó en su pecho y lo miró desde ahí.
Damian podía jurar que sus ojos esmeralda jamás habían brillado tanto y su corazón se estrujó con ganas de abrazarla y nunca más soltarla.
—Tú puedes distraerte con Anya cuanto tiempo como quieras.
Por supuesto que a sentido de Anya, se refería a pasar tiempo juntos, como el Jeeves de su recuerdo lo había dicho. Pero debido a la situación de las cosas, la mente de Damian se fue hacia otro lado. Su propio estomago se contrajo en una sensación extraña ¿de verdad se estaba ofreciendo de esa forma?
Él sonrió de forma arrebatadora y fue cuando Anya pensó que sus palabras podrían ser malentendidas. Pero Damian se había acercado lo suficiente para besarla. Anya simplemente se dejó llevar, con los nervios presentes. La puerta de la habitación sonó tres veces y Anya se sobresaltó como si hubiera sido descubierta en un crimen.
—¿Qué, quién es?
—Debe ser Jeeves, no me he presentado a mis labores diarias. —Sus pocas horas de sueño le permitían estar con todos sus pendientes apenas salía el sol, por lo que su ausencia era bastante evidente. —Pasa.
La puerta de la habitación se abrió y Anya se ocultó completamente debajo de las sábanas, hasta los cabellos. Se sentía tan avergonzada de que Jeeves estuviera ahí. Porque el que Damian estuviera temprano en la mañana en su habitación, sin camisa y con la ropa en el suelo solo podía indicar algo. Anya no estaba dispuesta a la vergüenza de ser descubierta.
Damian levantó una ceja extrañado ante su comportamiento... ¿se daba cuenta que eso no serviría de nada? Porque...estaban en su habitación a fin de cuentas y el bulto oculto en las sábanas era evidente. Ella era tan adorable cuando se lo proponía.
Jeeves apareció en la habitación con cierto sentido de discreción, sin mirar alrededor, fingiendo no ver más de lo necesario. Eso era lo que Damian agradecía de Jeeves, su discreción. Aunque fue consciente de que vio el bulto en la cama y él no pudo evitar sonreír.
—¿Qué sucede?
—Siento la interrupción Alteza, pero... es algo tarde y en un par de horas llegará el conde de Wessex y más tarde se ha proclamado la intención de la señorita Blackbell de visitar a la señorita Anya y tiene una reunión con el jefe de la unidad militar y finalmente el rey de Trawitish vendrá para afinar unos detalles.
—Puedes retirarte Jeeves, en breve estaré contigo.
—En breve le traerán el desayuno.
Damian sonrió, Jeeves jamás informaba de sus siguientes pasos y mucho menos tocaba la puerta y se quedaba esperando para pasar. Al menos en el pasado no había sido así. Pero desde la presencia de Anya y con un poco de sentido común, de encontrar su habitación vacía, dejaba en claro que no había pasado la noche ahí. Y no era algo que sabía que le fuera relevante a Jeeves, pero le gustaba estar informado. Pero él sabía que lo estaba haciendo por el pequeño bulto a su lado y con intención de recuperar un poco la compostura, además de evitar ser impertinente. Aunque eso no era algo que le importara a Damian.
Por lo que una vez que Jeeves salió de ahí, tiró de las sábanas, dejando al descubierto el cuerpo de Anya y sus mejilla extremadamente coloradas.
La simple imagen de Anya doblando las piernas y cubriéndose como si de verdad hubiera sido descubierta al cometer un crimen...se veía tan vulnerable y linda que Damian no pudo resistir las ganas de inclinarse y besarla. La besó profundamente, sintiendo a Anya estremecerse debajo suyo.
Sus labios descendieron por su cuello besando delicadamente su clavícula y sus hombros. Su atención recayó en los pezones levantados a través de aquella blusa delgada de tirantes. Sonrió para sí mismo ante la sensibilidad del cuerpo femenino. Con sus labios sujetó el tirante de su camisa suelta y lo recorrió hasta que cayó lo más bajo que pudo y subió aquel camino de piel descubierto con sus labios.
—Damian...—Su voz era un ronroneo agradable. —¿Qué crees que haces?
—Nada —El agregó, mientras repetía el mismo proceso con el otro brazo.
—Damian...detente, Jeeves volverá.
El rey de Priwidor casi reía ante sus palabras, porque sonaban tan débiles, tan fuera del carácter que la representaba y con nula resistencia, que sus palabras de detenerse sonaban extrañas en ella.
Atrapó uno de sus pezones entre los labios, por encima de la ropa y la vio arquear la espalda. Sus manos empujaban sus hombros, pero su propio rostro dejaba en claro que lo que menos quería era que se alejara de ella. La camisa suelta descendió y él comenzó a degustar de los pechos expuestos, junto con sus botones rosas levantados.
—Es de día, no podemos quedarnos...Becky y...—Un gemido escapó de sus labios cuando sintió como él mordía ligeramente uno de sus pezones.
Damian estaba encantado de la sensibilidad del cuerpo femenino y como reaccionaba ante él. A fin de cuentas eso era algo que solo había soñado en el pasado, el poder intimar con Anya Clanblosson. Y que la noche anterior se hiciera realidad, aún se sentía irreal.
Pero su propio cuerpo era atraído por la dualidad de dulzura y sensualidad del cuerpo femenino. Él necesitaba tenerla entre sus brazos pero la noche anterior, él había dejado salir un sentimiento que jamás pensó que tenía: deseo Algo incontrolable y creciente difícil de contener, como si durante toda su vida lo hubiera almacenado y ahora se desatara sin control. Aunque antes de ella jamás había deseado a una mujer antes.
Y ahora todo su olor, el color de su piel, sus mejillas sonrojadas, su propio cuerpo cerca del suyo lo atraía incontrolablemente.
Sus besos siguieron descendiendo, por encima de la blusa, hasta que se detuvo. Anya confundida levantó la mirada.
—¿Qué es lo que estas...? —Soltó un gemido fuerte cuando la lengua de Damian tocó su entrepierna.
Lo vio hundirse, acariciando lentamente todo con su lengua, la fémina arqueó su espalda por las oleadas de placer que le ocasionaba la lengua masculina. Intentó cerrar las piernas, alejarlo, porque tanto placer la abrumaba tanto, pero él siguió en lo suyo vigorosamente, usando sus dedos y su lengua al mismo tiempo. Damian la mirada a través de sus pestañas, con un sentimiento de satisfacción al verla estremeciéndose ante sus caricias y sus propias reacciones lo guiaron a saber que intensidad usar o cómo hacerlo. Ella realmente parecía derretirse entre sus brazos y la claridad del día lo hacía aún más excitante.
Anya lo tomó del cabello, tirando de él ante las descargas de placer, hasta que algo grande la abrumó, como una ola inmensa, fuerte y desenfrenada se abría paso en su entrepierna.
Un gemido fuerte salió de su garganta cuando aquella ola colisionó, saliendo de su cuerpo y haciendo temblar sus piernas. Toda la fuerza de su cuerpo desapareció.
—¿Qué hiciste?
Él regresó hasta colocarse encima de Anya y levantar una de sus piernas.
—Solo quiero hacerte sentir bien —Susurró en su oreja.
Anya lo observó, con los ojos entrecerrados, esos ojos dorados ardiendo en deseo, mirada que no se apartó aun cuando él entró en su interior. Anya gimió ante la sensación de sentirse llena por completo y de sentir todo su cuerpo a flor de piel, cada caricia, beso o solo el rose de las sábanas era una descarga de placer en su entrepierna. Damian comenzó a moverse, primero de forma lenta y después más rápido y vigoroso.
Anya, sin ningún sentido en particular, pensó en aquella ocasión que había pensado en la virilidad de Damian y...justo ahora podía comprobar su gran fuerza.
Ella rodeó su cintura con las piernas y él siguió moviéndose, besándola al mismo tiempo, Anya pensó que había tocado el cielo y había regresado, después de aquello que Damian había hecho antes, pero esto era demasiado. Cada penetración era más fuerte y placentera que la anterior y su propio alma estaba estremeciéndose.
Estaba quemándose entre los brazos de Damian Desmond.
No podía controlar los gemidos que salían de su garganta, era difícil controlar cualquier cosa. Iba a morir calcinada en el placer delirante que él le ocasionaba y lo aceptaba, ella quería eso. Finalmente él dio una última penetración profunda, que le sacó el aire de los pulmones y se quedaron quietos.
Lo sintió salirse de su interior y recostarse a su lado, con la respiración agitada.
Ella giró, recostándose en su pecho, en búsqueda de algo de calidez, él la abrazó y la observó unos instantes.
—El autocontrol...será algo complicado.
Damian lo dijo para sí mismo y no esperaba que ella entendiera, pero si por él fuera...se quedaría en esa habitación todo el día. Pero sus responsabilidades lo llamaban y debía levantarse. Sabía que el mismo Jeeves se estaba tomando su tiempo para regresar con el desayuno.
La contempló de nuevo e intentó pensar en que sería tan complicado el salir de ahí pronto.
Las manos juntas en señal de disculpa estaban enfrente de su cara con insistencia, así había sido desde hace un minuto donde Anya solamente la había observado con gesto de reproche.
—De verdad Anya, lo siento, estábamos en camino pero... Ewen demoró mucho tiempo en hablar con mi padre y pronto estábamos celebrando y yo no sabía que sucedía, pero mi padre me dijo sobre el interés de Ewen sobre desposarme en unos meses y todo se centró en eso, pero de verdad quería ir al baile.
Anya parpadeó un par de veces.
—Entonces ¿vas a casarte?
Becky sonrió de forma avergonzada, desviando la mirada y asintiendo, un gesto algo infantil.
—Aún es una promesa, primero quieren arreglar algunas cosas, unos negocios pero a fin de año podremos formalizar el compromiso.
Becky estaba resplandeciente, con una gran sonrisa, no era un secreto lo que sentía por el conde de Wessex y la unión de su familia sería un gran beneficio. Anya la sujetó de ambas mandos y le sonrió.
—Me alegro mucho por ti Becky.
La morena sonrió, pero se recompuso, adoptando una expresión seria.
—Pero me he enterado que las antiguas pretendientes de Desmond te han hecho la vida imposible en el baile, tú me necesitabas y te he dejado sola.
Becky había escuchado a algunos nobles que habían asistido de Wessex mencionar un altercado de camino a los baños.
—No te preocupes, me lo he arreglado. —Anya recordó a Bertram, aquel hombre que besó su mano. —Y ya no tengo dudas sobre Damian.
El tono de voz de Anya alertó a Becky, quien la observó detenidamente, levantando una ceja evaluando el rubor en sus mejillas. La sorpresa atravesó el rostro de Becky y finalmente se rio, abrazando a su amiga. Si su relación con Damian iba tan en serio, no había nada de qué preocuparse, era cuestión de tiempo de que esas mujeres terminaran con la boca callada.
—Me alegro por ti, Desmond es un amargado estirado, pero si te trata bien, lo aceptaré.
Becky se percató de que en la sala ingresó Damian, quien la observó con ese gesto frio y duro que lo representaba, pero ella lo sabía, lo había escuchado. Pero no podía darle igual.
—Por fin has hecho algo bien, Desmond.
Él la miró con severidad, antes de cruzar la sala, acercarse a Anya y susurrarle en la oreja. Para después dar media vuelta y caminar hacia la salida.
—Pero que falta de modales, el hablar a escondidas de una invitada.
—No eres una invitada.
Becky sintió el contrataque de su ofensa y lo miró con cierto rencor, antes de que su espalda se perdiera en la distancia.
—¿Qué te ha dicho?
—Saldrá a una aldea cercana por un percance.
Becky observó a la mujer enfrente suyo, sin entender como alguien tan dulce y pura como Anya se había fijado en un tirado desalmado como Damian Desmond.
La sonrisa en sus labios desapareció cuando salió de la sala de estar donde Anya estaba con Blackbell. No esperaba su visita de la modista pero parecía que no tenía nada que hacer en su casa en Wessex, aunque podía intuir que su presencia ahí era más que nada por Ewen, habían venido juntos.
La presencia de ambos había obligado a Damian a levantarse de la cama, asearse y recibir al conde. Pero se sorprendió de ver a Blackbell ahí de igual forma, aunque sabía que Anya se alegraría de verla ahí. A él le parecía irritable y algo molesta su personalidad, pero si Anya estaba bien con ella, lo aceptaba. No podría imaginar el negarle algo.
Caminó hasta la entrada del palacio, con Ewen siguiéndolo de cerca. Se subieron ambos a la carroza y está avanzó rápidamente. Damian solo podía
Damian contempló a la ventana, hasta que sus ojos se enfocaron en su acompañante que estaba en el asiento de enfrente. Dos hombres lo habían acompañado en esa ocasión, solo que estaban en la parte delantera, moviendo el vehículo. Solo usaba escolta cuando salía a algún lugar peligroso o con disturbios que no fueran levantamientos completos.
—Sabes que no hubiera venido si no tuviera que ver esto directamente con Wessex
Había rumores de que la disconformidad en uno de las aldeas conquistadas, era por su enlace con Wessex y que estaban planeando un levantamiento.
—Deberías prestar más atención a tus hombres que pensar en propuestas matrimoniales.
Ewen se lo había contado apenas lo vio en su oficina, el cómo pronto ya no sería más soltero. Damian no lo felicitó ni dijo nada al respecto, algo que Ewen no esperaba, él era de esa forma, un desgraciado. Y aun así él siempre iba a visitarlo, poniéndolo al tanto de eventos interesantes de su vida.
—Podría decirte lo mismo — Ewen se burló. — Sé que aún no te has propuesto pero, los temas amorosos te tienen tan atrapado que te estás ablandando. —Sonrió con burla.
Damian le lanzó una mirada de advertencia letal, esos ojos ámbar que podían atravesar dolorosamente a cualquiera. La sonrisa de Ewen se paralizó y contempló hacia otro lado.
—Sabes a lo que me refiero. — Agregó, dejando atrás su burla. — ¿No has visto señales de Keodesea?
Damian se llevó un dedo a sus labios con aire pensativo. Y después le dedicó una mirada, pensando si sería o no pertinente decir las cosas. Siempre era reservado con lo que sucedía en su vida, sus planes y movimientos, a menos que necesitara de alguna manera el titulo de conde de Ewen. Pero considerando que se sentía un poco confuso con la situación, decidió que no tendría nada contraproducente comunicarle lo que sucedía.
—He infiltrado a uno de mis hombres entre las tropas de Keodesea.
Ewen giró el rostro para verlo con un gesto de total sorpresa en su cara.
—¿Qué?
—Un par de semanas atrás se unió a sus filas. No se había comunicado en todo ese tiempo. — Damian no tuvo que explicarlo, porque Ewen lo entendió, una constante comunicación en una infiltración podría traer el fracaso de la misma si era descubierto.
Había sido una operación en total secretismo, aquel mismo día donde ellos habían ido a Retuiryn visitar a los Forger, el resto de ese día Damian desapareció, encontrándose con el soldado a cargo de tal compromiso, y dejando en claro sus órdenes. Obtener información con respecto a Keodesea pero más que nada de temas que involucraran a Anya. La idea de que transcurriera más de un mes y que no hubiera ninguna actividad o efecto en su contra era sumamente extraño. Ella era su arma secreta, su as bajo la manga desde siempre, ella había posicionado a Keodesea en el nivel que tenía ¿no? era imposible que les fuera irrelevante su desaparición. ¿estaban planeando algo? ¿esperaban que él bajara la guardia en algún momento? Necesita obtener información de alguna forma y por eso decidido mandar a uno de sus hombres, sin saber que obtendría o si sería capaz de regresar con vida si era descubierto.
Podía sentirlo, que algo estaba sucediendo y él necesitaba estar informado para prepararse fuera lo que sucediera.
—¿Y bien, recibiste noticias?
Damian lo observó detenidamente, finalmente asintió.
—¿Y que fue? —Preguntó Ewen después del largo periodo en silencio que se mantuvo la carroza avanzando.
El rey de Priwidor lo observó, recordando la carta que le había entregado Jeeves esa mañana, había llegado por la noche, en sentido de urgencia. Damian no había podido verla hasta esa mañana, pero no hubiera tenido sentido. No había más que tres palabras, que lo dejaron sumamente pensativo todo el día.
—Ellos saben demasiado.
Ewen esperó para saber si agregaría algo más, pero entendió que so había sido todo.
—¿Y que crees que signifique eso?
Damian con las piernas cruzadas y los dedos sosteniendo su barbilla desvió su mirada hacia la ventana, con un sentimiento extraño y confuso en su interior.
—No lo se
Podrían ser muchas cosas y sus ideas eran una peor que la otra, pero esa sensación de intranquilidad no se había ido en todo el día.
Contempló la caja abierta con indecisión, aquella caja que hace tanto tiempo no había visto. Miles de pensamientos pasando por su cabeza sobre sus siguientes acciones. Un pensamiento que no había dejado de pensar al escuchar, de forma accidental, la conversación de Blackbell con Anya.
Damian no sabía exactamente que era lo que había sucedido en el baile pero a palabras de Blackbell algún altercado con unas mujeres que habían atormentado a Anya. Él jamás había considerado que esos rumores absurdos podrían tener una consecuencia en el futuro. Lo real era decir que él jamás se hubiera imaginado el estar en una situación como la actual, donde estaba a merced de una mujer.
Si hubiera sabido, hubiera detenido todos esos rumores en el pasado. Desgraciadamente no podía regresar el tiempo, pero había algunas cosas que podría hacer al respecto. La puerta de su habitación se abrió y él tomó el objeto de su atención, guardándolo en su bolsillo. Giró sobre si mismo viendo a Anya Clanblosson con su cabello suelto y un vestido azul que él había elegido para ella. Él había elegido gran parte de su guardarropa, pero quizá debería aprovechar el tiempo libre excesivo de Blackbell para pedirle nueva vestimenta para ella.
—Damian, me ha dicho Jeeves que me buscabas.
Él camino hasta su cama, sentándose y haciendo una señal con su dedo para que se aproximara. Anya obedeció, acercándose y deteniéndose enfrente del rey de Priwidor, él tomó su mano y tiró de ella, obligándola a sentarse en sus piernas. Anya se avergonzó de tal acción ¿qué era lo que se proponía? Sintió su aliento en su cuello y todo su cuerpo se estremeció.
—Damian ¿todo ha ido bien en tu viaje?
Él alejó su rostro de su cuello, hechizado aún por su aroma atrapante.
—Hemos podido resolverlo.
Un poco de dialogo por parte de Ewen y amenazas de Damian habían bastado, además de mandar a más soldados para vigilar cualquier anomalía y erradicarla de ser necesario.
—Me alegro pero... ¿Por qué me has pedido venir a tu habitación?
Damian la observó moverse un poco en su pierna para observarlo a la cara, aquella expresión tan seria que lo representaba.
—Nuestra habitación. —Desmond la corrigió.
Anya lo contempló con total confusión, debía haber escuchado mal.
—¿Nuestra? —La palabra salió con cierta duda y timidez.
—¿Habría alguna razón para no compartirla ahora?
Anya sintió el rostro caliente y los nervios llenarla cuando contempló de reojo la gran cama, mucho grande que la suya. Las implicaciones que "su habitación" cambiara a algo como nuestra, de ella compartiendo esa habitación y refiriéndose a ella como suya. El dormir cada noche con él y despertar a su lado. Su corazón se agitó fuertemente ante esa idea.
—No, digo sí, es que...—Habló con nerviosismo, intentó levantarse de su regazo, se sentía demasiado acalorada por la vergüenza.
Pero el soberano de Priwidor no aflojó su agarre, impidiendo que se levantara.
—No creo que pueda volver a dormir sin sentirte en mis brazos. —Susurró en la oreja femenina. La tomó de la mano, deslizando algo en su dedo anular. —Mejor dicho, no quiero hacerlo y no puedo concebir una vida sin ti a mi lado.
Su corazón latiendo fuertemente, sus piernas temblando ante sus palabras, pero Anya observó el anillo que él había puesto en su mano, con detalles delicados en el aro de oro y una gran gema roja.
—Esto es...
—Una promesa, pronto me encargaré de cambiarlo por uno adecuado, es algo simbólico, ha pertenecido a la familia de mi madre por generaciones, quiero que lo tengas para que no queden dudas sobre tu lugar aquí.
—¿Mi lugar?
Damian lo observó fijamente a los ojos, esos ojos ámbar derritiéndose y atrapándola en aquella calidez aplastante a la par que sus dedos acariciaron la barbilla femenina en una dulce caricia.
—Como la futura reina de Priwidor.
Anya pudo sentir como su corazón se detuvo en su pecho y súbitamente los latidos se incrementaron de manera dolorosa y alarmante en su pecho, ante las palabras del soberado de Priwidor. Sonrió sin poder evitarlo y se acercó besándolo con el corazón en la garganta.
Ella se abalanzó ante él, besándolo más intensamente, dejándose llevar por todos los sentimientos que la embriagaban y dispuesta a aceptar todo lo que Damian Desmond le ofrecía.
Y ella estaba dispuesta a entregarle todos sus sentimientos.
¡Un poco tarde! pero últimamente las cosas no me están saliendo como quisiera, por lo que agradezco su paciencia.
Que esten bien y gracias por leer, espero traer la continuación el martes.
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