XVI.
Contempló las casas y edificios pintorescos qué sé extendía a su alrededor, las jardineras y flores destellando ante los rayos del sol, la fuente de agua cercana y el ambiente animado de las personas que se movían por los lugares comprando sombreros, víveres o paseando en compañía.
Todo parecía tan normal, a excepción de las miradas dirigiéndose hacia ella. Algo qué Anya intentaba ignorar pero eran tantas, observando cuando pasaba a su lado y sus recuerdos de Retuiryn vinieron a su mente, pinchando, señalándola y cargando un gran peso y repulsión.
—¿Anya?
—¿Por qué están mirándome? — Fue lo primero que pudo decir, sin perder la intensidad.
—¿Por donde empiezo? — Becky se llevó un dedo a la barbilla en aire pensativo. — Eres ajena a Wessex, tu elegancia y vestimenta detona tu importancia, —Comenzó a levantar un dedo cada que decía una de las razones. — tu belleza atrae la atención y la razón más importante, estás conmigo — Becky sonrió como si aquello fuera la unía explicación.
Los Blackbell era la familia más importante de Wessex, a pesar del hecho de su oficio de confección, habían ganado su estatus al vestir a la gran mayoría de familias importantes de Ostania. Por lo que el que recibieran visitas era un acontecimiento de interés público, ya qué ella atendía a la realeza de varios reinos.
—¿Mi belleza? —Anya repitió aquella afirmación, ignorando el resto de las cosas o no dándole la importancia que Becky quería.
—Si, ya lo sabes— Giró los ojos, no solía dar cumplimos a otras mujeres, la gente que frecuentaba no lo necesitaba.
Esas mujeres en vez de necesitar cumplidos, requerían a alguien que le desinflada sus ideas. Algunas eran poco agraciadas y pesaban qué eran hermosas.
—La belleza no es algo en lo que he pensado demasiado, Anya es bastante ordinaria. —Anya se veía ausente, su belleza o el que fuera bien parecida nunca fue de su interés. Lo único que siempre había importado era su habilidad, sus visiones.
—¿Qué? — Becky detuvo su caminata en una de las calles del reino.
Ella había insistido en llevar a Anya a conocer el reino de Wessex cuándo acepto venir para la última prueba de su vestido. El baile era mañana, pero no podía dejar atrás el qué conociera su reino.
—Anya no es atractiva.
Blackbell la observo en búsqueda de alguna pizca de falsa modestia y que la realidad es que ella quería cumplidos. Pero no detectó nada oculto.
—Anya no suelo decir cumplidos al sector femenino pero realmente lo eres — Miró a su alrededor viendo como algunos hombres tenían la atención fija en su amiga. — Si hubieras nacido en la nobleza tendrías varias propuestas de compromiso, pero Damián te ha colonizado.
—No había escuchado nunca nada sobre eso. — Fue lo único que Anya agregó, ignorando el hecho que había dicho que Damian la había colonizado.
Becky pensó en Desmond y como todo esto debía ser su culpa.
—¿Qué es lo que te dice el tirano de Desmond para llevarte a la cama? Es su trabajo el atraparte con cumplidos. — Tenia ganas de golpearlo por tal indiferencia. — Me hace pesar que se lo dejas muy fácil, Anya.
La realidad es que en comparación con las demás mujeres con las que Desmond había estado, demasiado superficiales, Anya era tan diferente. No sabía cómo Desmond se había fijado en alguien de clase tan baja como ella. En todo el tiempo que me había compartido con Anya le parecía tan divertida y ocurrente y si no fuera por los vestidos qué el mismo Desmond se había asegurado de proporcionarle, lo mínimo que podía hacer, cualquiera pensaría qué era la hija de un conde o alguien importante. Anya no quería hablar demasiado al respecto de eso y sabia que no debía meterse en sus relaciones n, pero que él no le hubiera dado cumplidos era el colmo del descaro.
¿Acaso Desmond era del tipo de persona que solo quería recibir cumplidos? Indudablemente, no le extrañaría.
Anya se quedó callada, mirando alrededor en señal de vergüenza. El hecho de hablar de su relación con Damian o aquello que tenían y mucho el contar más allá de sus interacciones era algo que no era común para ella. Jamás había tenido amigos, por lo que contar cosas de su vida no era su fuerte. Pero de alguna manera quería aclararle eso a Becky.
—Él no me lleva a la cama — Mencionó Anya — Al menos no de esa forma. — Su voz salió más desanimada de lo que esperaba en vez de avergonzada.
—Espera, espera ¿estas diciéndome qué tú y Desmond no...— Dejó la frase al aire.
—Jamás —admitió avergonzada, negando con la cabeza. — ¿Anya esta haciendo algo mal para que él no se sienta atraído? — Eso era lo que más le atormentaba.
—Para nada, el imbécil es Desmond.
Becky tomó a Anya del antebrazo y siguió su camino, ingresando a una tienda de postres deliciosos.
Mientras veía como Anya de entretenida eligiendo algo, se preguntó que es lo que estaba tramando Desmond ¿qué es lo que pretendía con Anya? Solo podía pensar en dos cosas: Qué todos los rumores qué había escuchado de él estuvieran exagerados y él no estuviera tan interesado en el contacto físico. Esa era la idea que más podría coincidir con él. Porque la otra opción, más inverosímil, es que fuera una especie de romántico qué no saltaba a la acción al momento. Y Becky era incapaz de creer eso de alguien tan desgraciado como Desmond. Aunque las mujeres siempre decían maravillas de él y lo apasionado qué era, sabia que podrían ser mentiras para presumir. No podía estar segura.
Pero de algo estaba segura, si le hacía algo a Anya, se encargaría de hacerlo pagar.
—Anya es momento de regresar, que un vestido te esta esperando. —Sonrió con complicidad.
Regresaron a la mansión donde la ayudó a colocarse cada pieza del vestido. Había estado preocupada por si existía algún arreglo a último momento, pero le quedó perfecto. Becky observó su trabajo satisfecha, juntando ambas manos. La hizo girar en su sitio y al final lo aprobó.
Salió de ahí en búsqueda de un tocado qué podría utilizar en su cabello cuando se encontró con Damián Desmond saliendo de la oficina con Ewen. No sabia como el último podía ser su amigo considerando qué eran tan diferentes, aunque pensaba que el único que veía como amigo a alguien era Ewen. Siempre había sido así, al menos desde que recordaba.
Damian era el mayor entre Ewen y ella, lo habían visto un par de veces en reuniones y fiestas, donde al ser los únicos niños se veían obligados a convivir. Aunque la realidad es que ella y Ewen solían convivir más que nada, Damian siempre se mantenía al margen, como si nada de lo que fueran a decir le importaba. Por esa actitud indiferente, manteniéndose al margen de todo y por ganarle en sus peleas de espadas, Ewen terminó admirándolo, como si fuera su figura a seguir.
No lo sabía con seguridad, pero el hecho de que Damian se volviera rey, eso bajo su propia mano, hizo que Ewen lo admirara aún más. Nadie en ese reino podía matar a su familia, subir al trono y su éxito en conquistas habían animado aún más a Ewen.
Si Ewen no fuera tan atractivo y tuviera el titulo del conde se mantendría alejada, pero le era inevitable. Además que al ser ambos de Wessex, sus familias habían acordado a palabras que sería algo grato que se casaran. Algo que a Becky no le desagradaba. Ewen se acercó, tomó su mano y la besó en un gesto caballeroso de reconocimiento y saludo, ella simplemente se sonrojó. Damián solo la miro en señal de saludo o eso era lo que creía, aunque dudaba que quisiera saludarla.
—Desmond
—¿Has terminado? — Fue lo único que Damián mencionó, sabia que se refería al vestido.
—¿Con quién crees que estás hablando? — Ella hizo un gesto de fastidio y ofensa ante las dudas del soberano de Priwidor. — Por supuesto que lo he hecho.
Aún recordaba aquel día cuando había recibido la correspondencia y vio una carta de Desmond dirigida hacia ella y la solicitud de sus servicios. Nada extenso, solo dejaba en claro que necesitaba sus servicios, más específicamente un vestido. Becky al inicio pensó que se había confundido. La familia Blackbell se había encargado de confeccionar cada uno de los trajes de Desmond, por lo que era un cliente habitual que su familia apreciaba. Pensó que aquel requerimiento era para un traje suyo, pero ahí estaba escrito, en su propia letra, que deseaba un vestido. Becky solo podía pensar que era una especie de broma, hasta que recordó que él no hacia bromas.
Era demasiado amargado para tener sentido del humor.
Presa de la curiosidad de lo que estaba pasando en Priwidor acudió tan pronto como pudo, quizá encontraría a Damian desquiciado y eso explicaría la razón de dicha carta. Sin embargo, una grande fue su sorpresa cuando Jeeves le indicó que la señorita estaba en el estudio. De verdad la habían requerido para confeccionar un vestido. Y fue cuando recordó aquellos rumores que se decía que habían visto a Damian rodeado de una mujer de cabellera rosada. Becky no conocía a nadie con el cabello de ese color, por lo que la curiosidad era cada vez más fuerte.
Sus labios se entreabrieron y la incredibilidad la golpeó al ver al frio, despiadado y cruel Damian aferrado a esa mujer como...si realmente la necesitara, en el piano de su casa. Sentía que estaba perdiéndose demasiado. Aún ahora no sabía demasiado como se habían conocido o como es que ella aceptó vivir ahí, pero era una realidad. Podía verlo en la forma en que Damian era muy consciente de la presencia de Anya, a pesar de que cuando ella estaba en el castillo Desmond siempre estaba en su oficina. Por lo que no estaba del todo segura que era lo que él sentía por ella, si era una simple amante más. Pero el hecho de que estuviera viviendo en Priwidor hablaba lo suficiente.
Sin embargo, Desmond era insuficiente para decirle a Anya palabras adecuadas, no sabía cuál era el pasado de Anya, pero parecía insegura de su propia presencia o lo que la gente podría pensar. Y por eso mismo ella había pasado noches en vela para terminar el vestido y que ella deslumbrara en el baile. Y a pesar de su sacrificio Desmond tenía la osadía de tratarla de esa forma. Becky estaba dispuesta a cobrarse cada una, por lo que le cobraría un precio exorbitante por su trabajo.
—Solo te recuerdo que mis precios son exorbitantes y por la urgencia del pedido, el precio aumentara. —Lo miró con dureza.
Él simplemente la miró, sin pestañear o inmutarse.
—Eso no tiene relevancia. —Sin esperar una respuesta se encaminó hacia la dirección por donde Becky acababa de salir.
Hacía la sala de muestra y probador con grandes espejos, el lugar donde cada uno de sus clientes se probaba el producto final y se hacían cambios menores. El lugar donde Becky había dejado a Anya. Blackbell caminó rápidamente, interponiéndose en su camino.
—Ni lo pienses Desmond, tú presencia no esta permitida, no podrás ver el vestido hasta mañana.
Desmond levantó una ceja, sorprendido que ella se plantara ante él. No es que lo admirara o le tuviera miedo, pero sus interacciones jamás habían pasado de probarse los trajes que le elaboraban y salir de ahí con ellos. No tenía ganas de esa confrontación, por lo que dio media vuelta y salió de ahí. Lo relevante es que Anya se sintiera cómoda y podría saberlo al día siguiente.
Becky sonrió al salirse con la suya, de ganarle al soberano de Priwidor.
Acomodó su corbata negra con detalles dorados, subiendo el nudo en movimientos mecánicos, una vez que terminó abotonó los botones de las muñecas de su traje. Con el representativo negro, camisa blanca, un chaleco oscuro y encima el abrigo largo con detalles dorados en la zona de los botones.
Intentó recordar el porque estaba dispuesto a ir a aquel baile lleno de pretensiones y viéndose obligado a relacionarse. En ocasiones anteriores donde había sido invitado, lo había rechazado sin titubear, él no se prestaba a aquellos bailes a menos que sus intereses coincidieran. Además que desde que aquellos rumores se acrecentaban en esos bailes, solía evitarlos lo mejor posible. Pero en esa ocasión no podía, debía hablar con el rey de Trawitish, como le había prometido a Anya en un intento de seguir otro tipo de métodos en su avance. Además que la compañía de Anya haría todo más llevadero.
Las cosas con la fémina de igual forma estaban algo detenidas, al menos por su parte. Había evitado el quedarse a solas en un lugar privado con ella. Después de aquel encuentro en su habitación Damian no sabía como comportarse o actuar, él había perdido la cabeza un instante, al grado de llevarlo al límite. Había traspasado una línea de la cual le costó toda su fuerza de voluntad el regresar. Ella lo tentaba mucho, él quería demasiadas cosas de Anya, pero ¿ella realmente lo quería de la misma forma?
Aunque debía admitir que aquel miedo era suyo y de los errores que había tenido en el pasado con ella, las cosas que había hecho. Anya era demasiado para él, no la merecía y aún así todo su cuerpo lo obligaban a estar cerca, de tal forma que dolía. Debía mantenerse cuerdo, no podía aprovecharse de ella. Era demasiado pura y jamás había parecida interesada en eso, solo aquella cabeza... su cabeza estaba tan confundida sobre que era lo que debía o no hacer con ella y cuáles eran sus límites.
La deseaba como nunca antes había deseado algo.
El dormir aquella vez con ella, refugiándose en su pecho había sido un golpe duro. La ausencia cada noche después de eso era ensordecedora. El experimentar algo que no sabías que necesitabas hasta que lo has vivido y Damian no sobrellevaba bien el no dormir con ella cada noche. Y no poder besarla como quería.
¿Qué era lo correcto? No lo sabía, se sentía tan perdido.
Salió de su habitación una vez que se aseguró de su apariencia por última vez y bajó por las escaleras hasta llegar al recibidor, cerca de la puerta principal. El carruaje aguardaba en la entrada y solo restaba esperar a Anya.
Jeeves se acercó en ese momento consultándole un par de cosas y firmando un par de papeles urgentes. Eso lo distrajo lo suficiente, no le gustaba esperar y mucho menos que lo hicieran esperar. Consideró que las empleadas que estaban ayudando a vestirse estaban siendo deficientes. Torció la boca, girando hacia el jardín, pero escuchó unas voces en la planta alta.
Levantó la mirada al percibir una figura en lo alto de la escalera y su corazón se detuvo.
Anya estaba de pie ahí de la manera mas deslumbrante que Damian hubiera visto en toda su vida. No podía ni imaginar jamás haber visto algo tan hermoso. Ella comenzó a descender por la escalera lentamente con una sonrisa ligera en los labios.
El vestido de tonalidad rosa dorado muy ligero que acentuaba la tonalidad de su piel, era en capas con la más exterior suave y delgado, casi transparente. Tenía un escote pronunciado, con los hombros descubiertos y las mangas caídas de tres cuartos era de una tela delgada. La cintura ajustada moldeando su figura. El vestido tenía encaje en las orillas de la capa final, de la falda, el encaje y las mangas, además de tener pequeños puntos del mismo material por la capa exterior. Su cabello estaba sujeto, pero algunos mechones enmarcaban su rostro.
Damian olvidó como respirar y no pudo apartar su mirada ni pestañear hasta que Anya llegó a su lado. Su propio corazón reaccionó violentamente al tenerla ante él, como si fuera demasiado bella para existir. Se cubrió la boca y parte de las mejillas en un intento de cubrir el sonrojo que le había ocasionado. Sus propias piernas temblaron ante la idea de caer ante ella y la apariencia celestial.
—Desmond —Anya mencionó esperanzada.
—El carruaje esta esperando.
Sin esperar una respuesta, dio media vuelta y caminó hacia afuera, con la sensación de que debía estar en un sueño. Por que no podía existir una mujer tan perfecta como ella.
Por su parte Anya se quedó quieta en su sitio, ante la indiferencia del rey ante su apariencia. El vestido tomó semanas de confección y desde temprano ella comenzó a arreglarse. ¿Y él no había dicho nada?
Siguió los pasos del rey hasta que subieron a la carroza, con Anya totalmente confundida, aturdida y decepcionada. No sabía que debería pensar o sentir. Realmente esperaba otro tipo de reacción o más específicamente alguna reacción de su parte, pero él parecí tan indiferente que su pecho se contrajo dolorosamente.
Aquel día que ella le pidió que se quedara y se habían besado de forma intensa, Anya pensó que las cosas estaban realmente bien. Se sintió querida, entre los brazos del rey de Priwidor, dispuesta a enfrentar a cualquier mujer del baile con total seguridad. Pero después de aquel día apenas había visto a Damian y las platicas con Becky la habían perturbado.
Desde el primer momento Becky pensó que ella era la amante de Damian, una lo suficiente importante para que viviera en su casa y le pidiera confeccionar su vestido. Anya realmente se lo había creído pero el enterarse de las amantes que Damian había tenido y que ellas dormían en la habitación del rey y mucho más, que él había intimado con ellas...había sido un golpe duro a su seguridad. Él jamás había hecho esas cosas con ella ¿él no la deseaba? ¿realmente... quería estar con ella? ¿le era atractiva? Las ideas no dejaron de darle vueltas en la cabeza, una peor que la otra mientras avanzaban y ante la idea de ver a todas esas mujeres que habían compartido la cama con Damian de maneras que ella no...Anya se sintió tan minúscula, tan perdida, que quiso bajarse de ese carruaje. No podía hacerlo, realmente no podía.
—¿Estas bien? —Damian notó su rostro contraído.
—Necesito bajarme...yo necesito aire.
Aquello alertó al rey de Priwidor, quien se acercó lo suficiente para tomar su mano una vez que se aseguró de abrir la ventana para que transitara el aire. Si aquello no era suficiente, detendría el carruaje, pero primero quería saber que sucedía.
—¿Qué sucede?
—Yo... demoré tanto y tú... —Sentía que el aire le faltaba, sujetó fuertemente el abrigo del hombre, buscando su mirada con desesperación, con puntos de ira brotando. —¿No tienes nada que decir? —Su voz de reproche salió más fuerte de lo que esperaba. —¿Realmente ocasiono algo en ti?
Anya recordaba aquel Damian de tiempo atrás que había dicho que sería más honesto con sus sentimientos...si eso era de esa forma ¿significaba que él dejó de verla como antes? ¿Las cosas habían cambiado? Ella no era suficiente, jamás lo había sido para nadie, lo único relevante era su habilidad de ver el futuro.
—¿Qué...porque crees eso?
—Por que nunca me has dicho algún cumplido, aún ahora que intenté verme lo suficiente bien para ti. —Más que débil, su voz era una acusación directa.
Damian vio los ojos verdes dolidos y se dio cuenta de su error, aquello que prometió que sería diferente. Él le había dicho que sería más honesto con ella conforme a sus sentimientos y había fallado rotundamente. Tomó el rostro femenino entre sus manos y se acercó lo suficiente.
—Siento mi descortesía, el verte momentos antes descender hacía mi fue tanto que la conmoción me abrumó. —La observó directamente a los ojos, el carruaje seguía en movimiento. —Eres simplemente hermosa, tu belleza me ha cautiva tanto que no he podido expresarlo con palabras, el tenerte aquí, a mi alcance me hace pensar que desaparecerás, que no eres real, al ser tan deslumbrante, tan encantadora...
Anya sintió su corazón latir fuertemente ante cada una de las palabras del rey y como su mirada parecía derretirse y envolverla. Ella acortó el espacio entre ellos y lo besó con el corazón en la garganta, desesperada por sentir aquella calidez. Damian la envolvió entre sus brazos, besándola de tal forma que le quitó el aliento. Con ferocidad, necesidad y calidez. Ella quería quemarse en el fuego que era él.
Damian cortó el beso, intentando despejar su mente de aquella neblina oscura.
—Si haces eso de nuevo...harás que pierda la cabeza —Su nariz se acercó al cuello femenino, inhalando su aroma y sintiendo su interior estremecerse, sus ojos perdiéndose en el escote pronunciado.
Anya podía sentir el calor emanando de su propio cuerpo y la tensión palpitante en el reducido espacio que los separaba. Su propio cuerpo le exigía el sentir las manos masculinas sobre su piel.
—No quiero que te contengas.
Los ojos ámbar se pusieron turbios al escuchar esas palabras y él se acercó, aprisionándola contra el sillón. Anya cerró los ojos, esperando lo que fuera a hacer, pero en cambio solo sintió los labios masculinos en su nariz.
—Lo haré.
Se sentó erguido en su asiento, cruzó las piernas y la mirada ámbar se perdió en la ventana, dejando a una Anya realmente confundida. ¿Cómo podía contenerse de esa forma considerando la situación? Ella sentía su cuerpo quemarse y él simplemente tomó su distancia con facilidad.
El resto del viaje transcurrió en silencio, hasta que los muros de Wraryn, el lugar anfitrión para el baile de aquel año. La carroza avanzó por las calles, una ciudad pintada en mayoría de azul y con mucha gente transitando y observando los vehículos ingresar. Llegaron hasta el castillo que estaba rodeado de un rio y finalmente el carruaje se detuvo. Damian se bajó primero, rodeando el vehículo y ayudando a Anya a bajar a continuación.
Anya contempló el castillo con una apariencia rustica, varios soldados moviendo los vehículos o cuidando los alrededores. Sin esperar más tiempo, él la guio por el interior del castillo, hasta una sala al fondo. Ingresaron al gran salón encontrando una apariencia más cálida y cómoda de lo que hubiera esperado considerando el exterior. Paredes con pintura luminosa, un gran candelabro colgando de techo, la música flotando en la sala y gente, gente por todos lados. Desde meseros moviéndose ofreciendo bebidas y aperitivos, hasta hombres hablando entre ellos. Algunas parejas se movían en el centro del lugar al son de la música. Pero eso no es lo que llamó la atención de Anya, sino la gran cantidad de miradas que se centraron en ella desde su primer paso en la sala. Todas de mujeres.
Una desazón la aturdió, ella realmente sabía a lo que iba a enfrentarse en el baile, había sido advertida de los rumores o el descontento en el sector femenino. Se había preparado mentalmente para esa situación. Sin embargo, nada de lo que hubiera hecho la hubiera preparado para la realidad. De las miradas de odio, recelo, resentimiento, ira y burla que le dedicaron la mayoría de las mujeres en la sala. Eran al menos unas veinte mujeres y ninguna despegó la mirada de ella aun cuando ella las observó y mucho menos cuando Anya desvió la mirada, podía sentir aquella punzada que en el pasado fue tan recurrente que indicaba que la estaban viendo.
Se removió incomoda, de alguna manera esas miradas la atravesaban.
—¿Vamos? — Damian podía sentir el agarre en torno a su brazo tenso, ella nunca había venido a un evento social como ese y tal vez era demasiado para ella.
—Si, vamos.
Se entremezclaron entre la gente y Damian mismo se vio obligado a saludar a la gente que se le acercaba. Algunos Condes, Duques y reyes de otros reinos. Anya se mantuvo a su lado, con la sonrisa que tanto Jeeves y Becky le enseñaron. Los hombres les sonreían o la trataban con propiedad, sin hacer demasiados comentarios. Quizá por que no era una novedad que Damian trajera acompañante.
Anya comenzó a preguntarse si había sido correcto el aceptar venir. Se sentía incomoda y a pesar de que Becky le había dicho que estaría ahí, no podía verla por ningún sitio. Además que sabía que debía acompañar a Damian gran parte de la noche, a fin de cuentas había venido con él.
Una mano tocó su cintura y ella se estremeció, ante ella estaba Damian.
—Vuelvo en un momento.
Anya asintió, mientras lo veía alejarse hasta encontrarse con un par de hombres de los cuales no sabia ni su nombre ni su título. Tal vez hubiera sido correcto el investigar al respecto. Se sentía tan fuera de lugar, cada quien tenía un grupo con el que hablar. Gente que se conocía de años, además de las miradas que parecían querer torturarla.
—Señorita
Anya giró, observando a un hombre rubio con el cabello peinado para atrás.
—¿Esta usted sola? —Él sonreía con amabilidad.
—Solo un momento, pronto volverán. —Anya no solía hablar con la gente con facilidad, por lo que dijo lo primero que se le ocurrió.
—Eres realmente encantadora para estar sola —El hombre estiró la mano con seguridad y tomó la de Anya. —Soy Emile Elman, Conde de Wraryn, una dama no debería estar sola y yo puedo ser una gran compañía. —Acercó la mano femenina a sus labios.
Anya se sentía tan extraña con ese comportamiento ¿Por qué él la había tomado con tanta seguridad? ¿ella podía oponerse o podría tomarlo como una grosería? No quería arruinar aquel evento que era importante para Damian y más cuando ella misma se lo pidió, que negociara con el rey de Trawitish. Debía tomar su distancia de manera discreta, aunque estaban en la vista de todos.
Una mano sujetó la muñeca del hombre que estaba por besar su mano. Anya levantó la mirada, encontrándose con dos orbes ámbar contemplando al rubio a su lado. Los ojos miel que siempre solían derretirse con ella, estaban endurecidos, furiosos y tiránicos.
—Elman
—Alteza Desmond.
—Apártate de ella.
La confusión, seguido de la comprensión se presentó en el rostro de Emile. La mano de Damian presionaba con una fuerza abrumadora su muñeca y estaba seguro que de quererlo, ya se la hubiera roto. Emile logró soltarse, tomando una distancia entre ellos.
—¿Ella viene con usted? —Al ver el rostro de odio de Damian, rio con nerviosismo. —No lo sabía, lo siento.
—Si aprecias tu vida, no volverás a poner tus manos encima de ella. —Lo atravesó con una mirada de advertencia que Emile sintió como un puñetazo.
Damian la sujetó de la cintura y la atrajo hacia él, en un movimiento posesivo. Miró a su alrededor, el altercado con Emile había atraído la atención de los presentes en la sala. Lo cual no podía importarle menos, por lo que tomó a Anya de la mano y la guio a la pista de baile.
—¿Damian que haces? —Anya no se había atrevido a hablar por la tensión entre ambos hombres.
—Dejando en claro las cosas.
Su mano rodeó más su cintura, atrayéndola lo suficiente para que ambos cuerpos estuvieran lo suficiente cerca. La mirada ámbar recorrió todo el sitio con una sola advertencia clara, ella le pertenecía. No estaba dispuesto a que nadie la tocara o si quiera pensaran que tendrían una oportunidad.
La guio en la pista, la música resonando lentamente, Anya no podía dejar de mirar a Damian y aquella expresión seria y reservada. Ambas miradas encontrándose y de pronto solo existían ellos dos, moviendo sus cuerpos como una extensión del otro. Ella girando en su sitio y él recibiéndola, eliminando cualquier distancia. Sus cuerpos moviéndose como uno solo y Anya siendo atrapada por esa mirada ámbar. La manera en que él la sujetaba, sin intenciones de soltarla aún cuando la siguiente canción ameritaba el cambio de parejas. Damian la envolvía entre sus brazos, la calidez de su cuerpo y sus labios pegados a su oreja susurrándole tantas cosas.
Anya se dejó arrastrar contra aquella ola aplastante que el rey de Priwidor ocasionaba, anhelando siempre permanecer en sus brazos, en ese mundo donde solo estaban ellos dos y nadie más que ambos corazones resonando a la par.
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