XV.
Oscuridad, imágenes difusas, confusión, miedo, ansiedad, caras sin gestos ni ojos, sentimiento de rechazo, un huracán de cosas que se alzaban fuertemente contra ella. Electricidad corriendo por su cuerpo, haciendo castañear sus dientes, luces, agonía y el aire escapando de sus pulmones, estaba asfixiándose, sangre corriendo por el suelo.
Sus ojos se abrieron súbitamente y se sentó rápidamente, con el sudor descendiendo por su rostro, con la sensación de asfixia aún en su cuerpo. ¿Qué era lo que había sido eso? Se cubrió el rostro con una de sus manos en un intento de tranquilizar su pulso acelerado y aquel miedo sofocante que buscaba consumirla. Había sido una pesadilla, pero parte de eso parecía tan real.
¿Pero porque en ese momento?
Un escalofrío llenó su cuerpo, sus pupilas se dilataron y su mirada se perdió al mismo tiempo que el aire se escapaba de sus pulmones. Las imágenes corrieron por su cabeza, una detrás de otra. Pero en esa ocasión era muy diferente. En vez de ver a alguna persona muriendo o algún trato siendo cerrado...Anya pudo verse a sí misma.
Una Anya encerrada en un lugar oscuro, las lagrimas corriendo por sus mejillas, una figura enfrente suya y la sangre corriendo por el suelo.
Cuando regresó a la realidad, intentó respirar pero el miedo la golpeó más, fuerte, una incertidumbre y conmoción de verse a si misma. En todo el tiempo que había tenido visiones, ella misma había descubierto cosas al respecto o lo había supuesto. Como el que no siempre sus visiones eran de muerte, sino que dependiendo de las decisiones de las personas. Sus visiones eran consecuencias de los actos de la persona de interés. Pero en todo su tiempo, había estado segura de que ella no podía verse a si misma ni su propia muerte, ella era la excepción a su poder.
Pero ella había visto su propia muerte... ella iba a morir.
Sus manos aún temblaban y le estaba costando recuperar la respiración. Cerró los ojos en un intento de calmarse y en su mente lo único que pensaba era que no quería estar sola. En las anteriores visiones Damian había estado con ella, sujetando su mano y calmándola con su mano en la espalda y en ocasiones susurrándole en la oreja. Pero ahora, esa visión había sido mucho peor, y estaba sola.
Pasó saliva en un intento de borrar el nudo en su garganta, sintiéndose totalmente perdida.
La noche anterior las cosas habían estado tan bien con Desmond, la había llevado a ese sitio, le había hablado de su madre, abriendo aquel lado vulnerable...y de la nada todo eso se había arruinado. Él se había alejado de ella en ese momento tan privado para ambos, cuando ella quiso que la besara y como si aquello no fuera suficiente, el viaje de regreso estuvo demasiado tenso. No le había dirigido la palabra y cuando llegaron al castillo, él simplemente bajó, dejándola a ella en el carruaje.
Y las ideas negativas no dejaban de darle vueltas en la cabeza, el hecho de entender porque Damian le había hecho un desplante como ese.
¿Acaso ella había actuado incorrectamente? Considerando que él siempre la besaba, ella intentó dar ese primer paso en ese momento, al sentir que era un momento especial entre ambos. Aunque tal parecía que ella había sido la única que lo había pensado. Y Damian simplemente la había ignorado y fingido que no había sucedido. Él realmente no había querido besarla.
Y ese hecho la llevó a tener un nudo en la garganta el resto de la noche, hasta que llegó sola a su habitación y tirarse en la cama, hundiendo el rostro entre las sábanas. La idea de que él se había cansado de ella, como el resto de las amantes que había tenido no dejaba de darle vueltas en la cabeza. ¿Qué era lo que había sucedido con el resto de esas mujeres que llevaron a Damian a dejarlas ir? ¿Era lo mismo que había sucedido con ella?
Él no era un hombre demasiado cariñoso ni expresivo a cada minuto con ella, aunque le había regalado su jardín, había recordado lo que ella le había dicho. Parecía recordar sus comidas favoritas que pedía que preparaban con frecuencia, estaban compartiendo cada comida juntos, él realmente parecía interesado y atento a cada una de las cosas que involucraba a Anya. Y con esas acciones ella pensó que aquello que sentía y lo que ella misma sentía por él era lo suficiente fuertes para dejar el pasado amargo con el que habían empezado.
Tal vez Damian simplemente decía lo que esperabas escuchar y ese jardín realmente no era para ella, solo decidió hacerlo.
Como si todos esos pensamientos torturando a su cabeza no hubieran sido suficientes, aquel sueño... ¿acaso estaba relacionado con el desagrado de Damian? No lo creía capaz de hacerle algo así ¿no? No, sería imposible. Pero ambas cosas no dejaban de oscurecer su cabeza, de preguntarse que era lo que estaba haciendo ahí. ¿Cuál era su lugar en el mundo? Cuando parecía que todo iba bien, de alguna manera terminaba derrumbándose.
No le sorprendió no ser llamada aquella mañana para compartir el desayuno con el rey, ni mucho menos la comida. Lo cual fue una excusa suya para quedarse en cama, sin comer lo que las mujeres de servicio traían para ella.
La realidad de las cosas es que fuera del tema de Damian que la mortificaba demasiado...aquella visión la había trastornado, despertando un miedo que jamás pensó experimentar. Por primera vez pensó que tal vez de esa manera se habían sentido las personas a las cuales ellas había visto morir en sus visiones cuando se enteraban. Por que a fin de cuentas, sus visiones siempre se cumplían. Y Anya se había condenado a si misma. ¿Cuándo sería y en que lugar? Por más que intentaba recordar alguna pista entre sus memorias de la visión, no pudo detectar nada que le diera alguna idea. ¿Eran los calabozos de Priwidor? No, esos los conocía de memoria... ¿entonces que sitio era? ¿Cómo sus decisiones la llevarían a un lugar que no conocía? La idea no dejó de dar vueltas en su cabeza, martirizándose en que en cualquier momento, podría tomar una decisión que la condenaría a morir sola.
Las lágrimas salieron de sus ojos al considerar que no había visto a Loid ni a Yor de nuevo, que realmente quería volver a verlos si aquello sucedía. Quería conocer a su hermano.
Intentó calmarse a si misma, que si prestaba la suficiente atención a su alrededor, si cuidaba sus decisiones y palabras, podría cambiar aquella decisión que la llevaría a ese sitio. Solo debía ser cuidadosa. Se odió a si misma por no darle una mejor pista con la cual tener un panorama más amplio de sobre que o quien debería tener cuidado.
Aquel día, sus pensamientos ruidosos fueron tan asfixiantes que terminó saliendo por la tarde al jardín, sentándose en el rincón más alejado del rio falso y sumergiendo los pies. Le recordaba tanto a Retuiryn, deseaba estar ahí, aunque sabía que no era bienvenida.
—¿Esta bien?
Sus ojos esmeraldas que estuvieron perdidos sin rumbo en las piedras del fondo del rio se alzaron, viendo a un hombre rubio de pie a su lado. Él se inclinó y un aire de reconocimiento vino a su mente, aunque no pudo ubicarlo con claridad.
—Si.
—Pareces algo afligida
Anya observó el uniforme que delataba que era un soldado, lo cual le pareció curioso. En todo su tiempo en el castillo, los soldados la saludaban con una inclinación de cabeza. No sabía que era lo que ellos sabían de ella ¿sabían lo que ella podía hacer? ¿Qué era lo que sabían de la relación de Damian y ella? A pesar de que ahora mismo dudaba que existiera algo entre ellos ¿Ellos pensaban que era una prisionera o una invitada? La curiosidad de que ordenes tenía respecto a ella la perturbaban, pero siempre se mantenían distantes. Lo cual dejaba en claro que para que aquel soldado se acercara, debía verse muy mal.
—Solo pienso algunas cosas.
—En ocasiones un poco de aire fresco ayuda ¿cierto? —El soldado miró por encima de su hombro. —Puede salir del castillo hacia el reino si lo prefiere, tiene total libertad. —Sonrió ligeramente. —O si necesita alguna cosa o hablar, estoy para lo que necesite.
Anya observó al soldado y le recordó tanto a Loid por que parecían tener la misma edad, que Anya se sintió segura, acompañada. Por lo que le sonrió.
—Gracias...—Fue ahí que lo reconoció. —¿Acaso...estuviste ayer en Glasgow?
El soldado sonrió con cierto gesto de complicidad.
—¡Eres el que me invitó a bailar!
—El festival por el equinoccio de otoño es un espectáculo que nunca me pierdo desde que estoy aquí y me alegra saber que pudo asistir este año.
Anya se sintió ingenua al no darse cuenta, aunque la realidad es que con el uniforme de soldado se veía muy diferente a la ropa casual que lo había visto el día de ayer.
—Anya se divirtió, gracias por eso.
Una voz se escuchó a lo lejos, otro de los soldados lo llamaba, por lo que hizo un asentimiento con la cabeza, listo para irse.
—Espera ¿Cómo te llamas? —Quería saber el nombre de aquel soldado que le había hablado e invitado a bailar el día anterior, la sensación de que le daba un aire a Loid no la dejaba tranquila.
—Soldado Wheeler a sus órdenes, señorita Clanblosson.
Y sin más el hombre dio media vuelta, alejándose hacia el llamado que había recibido, dejando a Anya sola en el jardín.
Damian presionaba sus dedos en el puente de su nariz en un intento de reprimir el malhumor que lo embriagaba al lidiar el como sus soldados habían dejado ir a un prisionero de Keodesea que habían capturado en las cercanías del reino.
Los soldados estaban parados en la zona militar del reino, seis filas de veinte hombres en cada una. Los hombres que en ese momento estaban en servicio y que habían sido asignados para el monitoreo de las zonas que gobernaba. Levantó la mirada, contemplando a cada uno de ellos, quienes no le devolvieron la mirada. Sabían que no deberían mirarlo a la cara si no querían una bala en su frente.
Mencionó el nombre de los soldados que habían dejado ir al hombre y ordenó el castigo. Un par de azotes les haría entender que un error de ese nivel de nuevo y el castigo sería la muerte. Era demasiado benevolente al darles una segunda oportunidad. Aunque terminó matando al líder de aquel escuadrón, por su ineptitud en su misión.
Dio media vuelta, su capa giró con él en ese movimiento y regresó sobre sus pasos hacía su carroza. No quería ver a las personas del pueblo, no cuando sus manos clamaban por matar a cualquiera que se atreviera a ir en contra de él o saludarlo.
Y todo ese malhumor era por aquel bastardo que se había atrevido a sacarla a bailar.
La imagen de Anya bailando y riendo con aquel hombre no dejaba de martirizar su mente ¿acaso no sabía quién era ella? Había pensado que el que todos la vieran a su lado todo el tiempo, podría dejar en claro que nadie podía acercarse. Pero lo que más le molestaba era la facilidad con el que ella había cedido a bailar con un extraño cuando él ya estaba dispuesto a acceder a bailar con ella.
Su mirada se perdió en la vista del carruaje cuando avanzaba.
La imagen de Anya riendo con alguien más que no era él, tocando las manos de otro que no era él lo habían enfermado al punto que no pudo quedarse ahí. Se alejó tan rápido y tanto como pudo antes de hacer un acto agresivo en el lugar y terminara de arruinar el evento completo con sangre derramada. Ni podía recordar el rostro del pobre infeliz, solo podía pensar en Anya riendo en brazos de alguien más.
Él la había invitado, él era su compañía, ¿acaso no era suficiente para ella para que se fuera con facilidad en una simple invitación? Era algo importante para Damian, ese lugar...era el único sitio que le recordaba a su madre y había decidido compartirlo con ella, se lo había contado y ella con facilidad se fue. Intentó todo el resto de aquella noche, mientras ella caminaba a su lado y mientras veían el no decir nada, mantenerse sereno.
Pero ella quiso besarlo y la desazón de su estómago fue más fuerte, por lo que terminó ignorando aquel gesto. Su orgullo pudo más que su deseo.
Un orgullo que se alzó durante todo el regreso hacia Priwidor y que lo hizo abandonarla en el carruaje al llegar. Aunque más que orgullo, se sentía dolido. De que aquel momento que era de ambos, se vio resumido a ello. Él no podía ver a Anya con nadie más y más cuando ella había decidido aceptarlo, pero ¿no era suficiente para ella? Torció la boca cuando la carroza se detuvo en el castillo y descendió con desgane, subiendo hacia su oficina y encerrándose ahí, con los papeles que tenía pendiente.
Necesitaba un enfrentamiento, sacar aquella ira contenida.
Para su buena suerte Ewen apareció aquel día, por lo que lo retó a un duelo de espadas. Damian sabía que él no lo rechazaría, por lo que ambos se dirigieron al sótano del castillo, que había sido ambientado para el uso personal de Damian para entrenar o practicar con la espada en soledad.
Se enfrascaron en un duelo que más que un combate, se resumió a Ewen defendiéndose duramente, bloqueando cada ataque agresivo de Damian por rebanarle la garganta. Podía ver el odio, la furia y el desenfreno en la mirada del rey de Priwidor. Se agachaba o corría usaba cualquier instrumentaría para evitar los ataques de Desmond, cuando sus brazos dolían por bloquear ataques impetuosos del rey.
—¡Ya esta! —Levantó ambas manos, cuando vio al rey acercarse con la espada hacía él y sin posibilidades de bloquearlo. —¡Ganaste!
Pero Desmond no se detuvo y la espada iracunda descendió contra él. Ewen cerró los ojos, escuchó un ruido metálico. Abrió los ojos, encontrándose con la espada clavada a un lado de su cuello, clavada. Dejó salir el aire contenido, con alivio.
Damian se alejó, quitándose el casco que tenía en el rostro para protegerse y que era a juego con la armadura que solía usar en combate. Se sentó en la zona de descanso del lugar e ingirió liquido para hidratarse. Ewen lo siguió, dejándose caer de forma teatral y derrotada.
—¿Qué es lo que le sucede?
—¿De que hablas? —Damian preguntó a la defensiva.
—Desmond lo conozco lo suficiente para saber que algo lo esta perturbando lo suficiente para necesitar desestresarse usando la espada.
Damian se quedó callado, evaluando las palabras del hombre a su lado y sintiéndose frustrado de que alguien como él pudiera deducir su estado de ánimo. Pero no es algo que fuera a reconocer enfrente de él.
—Me arriesgo a pensar que algo ha sucedido con Anya. —Sonrió al ver como Damian simplemente fijó su atención hacia el vaso de agua que tenía en las manos.
Sin embargo, lo que más le fastidiaba a Damian era el hecho de que sabía que la forma en que había tratado a Anya y la forma en que la rechazó había sido deplorable. Había sido tan mezquino y despreciable...y la culpa lo estaba aturdiendo. La había llevado ahí para que se divirtiera y terminó de esa forma.
Todo por aquella desazón incontrolable en la boca de su estómago, ese sentimiento incontrolable que le dictaba que siempre debía estar a un lado de Anya para que nadie más pudiera ver lo encantadora que era. No era consciente del efecto que podía causar con esos ojos verdes resplandecientes y ese peculiar color de cabello. Y la figura que se moldeaba con sus vestidos. Aquella idea despertó el momento en su habitación cuando ella había caído casi encima suyo. Y como aquella vez casi había perdido la racionalidad y los deseos de tomarla en ese momento eran tan dolorosos.
—No es nada de eso.
—¿Seguro? —Ewen se atrevía a apostar al respecto, porque sabía que la única capaz de causar ese enojo en Damian era cierta mujer de cabello rosado. —Es bueno saberlo, porque seria inapropiado tratarla de esta forma.
—¿Qué?
—Si se comportas como un maldito tirano con ella, no lo tolerará y se irá a la primera oportunidad.
Damian recordó aquel día donde había huido del castillo y su corazón se contrajo ante la idea de perderla.
—¿No lo tolerará?
Ewen sonrió interiormente, al ver el primer gesto de duda que le había visto en el rey de Priwidor.
—Es una mujer hermosa, digna y con el suficiente carácter para golpearle cuando se comporta de esa forma, si la trata mal, ella no lo soportará ¿Quién quisiera estar con alguien que la procurara de esa forma, sin razón?
Sabía que el rey de Priwidor cuando estaba de malhumor se desquitaba con cualquiera que se le atravesara. Por desgracia Anya vivía con él y no había muchos sitios a donde irse. Por lo que seguramente debía estar soportando ese comportamiento desagradable. Ewen se preguntó que es lo que Anya "había hecho" para enfurecer al rey. Le sorprendía que no quisiera decirle, considerando que le había confesado cuando lo había golpeado. Lo cual dejaba en claro que eso era mucho más vergonzoso para él.
Habían llegado a él los rumores de ver a Damian con una señorita de cabello rosado y encantadora. Además de escuchar de la misma Becky la forma posesiva en que ella había visto como Damian se comportaba con Anya, por lo que no había dudas de que era lo que estaba sucediendo en Priwidor.
—¿O debería llevármela conmigo a Wessex?
La expresión de duda en el rostro de Damian se transformó en una expresión sádica y de completa alerta.
—No me hagas volver a repetirlo.
Ewen soltó una risa, al entender la manera en que Anya había envuelto al rey de Priwidor.
Desmond más tranquilo siguió con el papeleo en su oficina cuando Ewen se fue, o mejor dicho cuando él lo terminó corriendo. La idea de que estuviera ahí cuando no sabía donde estaba Anya no lo dejaba tranquilo.
La puerta de su oficina se abrió, dejando ver a Jeeves con una taza de té que dejó en su escritorio.
—La señorita Clanblosson se ha negado a comer en el día, ha estado deambulando en el jardín en la tarde, pero ha regresado a su habitación.
Damian siempre recibía los informes de la actividad de Anya cada noche, por lo que escuchar eso lo sorprendió. ¿No había comido? Ella disfrutaba la comida, por lo que podía intuir que algo la estaba perturbando ¿acaso...su rechazo? La culpa lo golpeó nuevamente, había arruinado las cosas con ella y debía arreglarlo.
Selló un par de documentos y finalmente se levantó, dejando la taza completamente llena.
No podía dejar las cosas de esa forma, no cuando él había ocasionado parte de esa actitud en la mujer. Y la idea de verlo ante él con los ojos cerrados y pidiéndole un beso, había sido demasiado para su corazón. Él siempre había tenido la iniciativa en esas muestras de afecto, pero en ese momento ella lo había buscado y él lo arruinó. No tenía experiencia ni sentido común en esto de las relaciones sociales y mucho menos cuando se trataba de una mujer, pero la idea de que su comportamiento terminara alejando a Anya al grado que terminara en las manos de otro hombre, era algo que no podría tolerar. No permitiría que nadie más se acercara a ella, no se la entregaría a nadie.
Eso fue suficiente para tocar dos veces en la habitación de la fémina, sintiéndose extraño por el acto, pero la situación de casi verla desnuda fue una advertencia. Esperó unos segundos y entró en la habitación, estaba a oscuras, solo la lampara junto a la cama alumbraba el lugar. Vio un montículo en la cama, parecía tan pequeño lo cual le hizo recordar cual pequeña era ella en comparación a su altura. Se aproximó, sentándose en la cama, observando a la mujer que estaba oculta entre las sábanas.
¿Acaso estaba durmiendo? Era algo tarde, pero le preocupaba que pudiera estar mal después de no comer en el día. Por lo que tomó la sabana entre sus dedos y tiró de ella, contemplando el rostro femenino somnoliento, como si estuviera durmiendo. Los ojos esmeraldas se abrieron súbitamente, asustados, alertas y desenfocados, hasta que lo ubicaron a él enfrente.
—¿Qué haces aquí? —Su voz sonó alarmada.
—Yo solo...quería hablar.
Anya se incorporó, sentándose en la cama, con la mirada perdida y con sudor descendiendo por su frente. Había tenido una pesadilla de la visión que había tenido, con Damian dejándola en medio del bosque y aquella sombra alcanzándola, hasta que agonizaba. El miedo la había paralizado al despertar...hasta que vio el rostro del soberano ante ella y la idea de que la había dejado sola. ¿había ido ahí para terminar todo eso? Tenía un nudo en su garganta que no podía pasar por más saliva que tragaba.
—¿Vas...a pedirme que me vaya?
Damian se impactó ante las palabras de la mujer ¿de que estaba hablando? ¿Qué se vaya? ¿Ella quería irse de su lado? La idea lo golpeó con fuerza, ante la idea de que ella no quisiera estar a su lado por su comportamiento, como Ewen había dicho.
—¿Quieres irte? —Se aventuró a preguntar, con el aire acumulándose en sus pulmones, incapaz de dejarlo salir.
—No he dicho eso, es solo que desde ayer no pareces cómodo con mi presencia.
Desmond vio las sombras debajo del rostro femenino ¿no había estado durmiendo adecuadamente? ¿La idea de que él no la quería en el castillo la estaba mortificando de tal forma? Acercó su mano al rostro femenino, acariciando sus mejillas.
—Jamás dudes de cuanto te necesito a mi lado. —Se acercó, apoyando la cabeza en el hombro de la mujer. —Siento mi comportamiento de ayer...el hecho de verte en manos de otro hombre me enloqueció, no pude soportarlo. —Sus labios se movieron antes de entender lo que sus palabras representaban y como podían sonar.
Anya sintió una calidez inmensa en el interior de su pecho ante las palabras del rey de Priwidor ¿acaso él había estado celoso de verla con Wheeler? La idea le pareció tan graciosa y tan adorable considerando que venía de un hombre que era conocido como un tirano.
—Usted no debería preocuparse de verme en brazos de nadie más, porque solo quiero estar entre los suyos.
Anya se avergonzó, bajando la mirada, al darse cuenta de sus palabras ¿Cuándo ella había dicho algo así antes? Había sido tan atrevida, que su corazón latía fuertemente. Se animó a mirarlo cuando detectó un silencio sofocante. Sin embargo, al alzar el rostro él atrapó sus labios contra los suyos con desesperación e impulsándose, inclinándose hacía ella. Los labios masculinos la poseyeron con ferocidad, con deleite y anhelo, reconociendo aquel sabor y fundiéndose entre ellos.
La lengua de Damian se abrió paso en la boca contraria, jugando con la contraria, provocando que Anya dejara escapar una exhalación ahogada y más cuando él avanzó hasta que estuvo encima suyo. El cuerpo masculino apresando el suyo contra la cama, sus labios moviéndose enloquecidos. Su corazón latiendo desquiciado, su interior estallando, incinerándose, consumiéndolo ante las palabras que ella le había dicho, dejando explotar aquel deseo que lo estaba matando. Sus manos descendiendo por su cintura, presionando a través de la tela de la camisa suelta de Anya y ella estremeciéndose ante cada toque.
Los dedos masculinos descendiendo aún más, perdiéndose en aquel delirio y sucumbiendo cuando sus dedos alcanzaron la piel desnuda de sus piernas. Se alejó un momento para recuperar el aliento.
Anya contempló los ojos ámbar encendidos y derritiéndose de una manera que ella jamás había visto. Su cuerpo estaba temblando ante las manos del hombre en su cuerpo y como él hundió su rostro en su cuello, dejando besos ligeros en su cuello y provocando que exclamaciones salieran de sus labios. Ella tiró de él, para que sus labios volvieran a encontrarse, entregándose en esa danza desmedida. Anya colocó la mano encima de la de él que acariciaba su pierna y lo invitó a subir, a subir y desaparecer aquel fuego que buscaba consumirla.
Aquel acto provocó que él se alejara y la mirara detenidamente, usando sus brazos para no aplastarla, como ella respiraba agitadamente. Observó los orbes esmeraldas resplandeciendo, brillando y envolviéndolo, las mejillas femeninas sonrosadas y sus labios hinchados. Damian maldijo ante la imagen que tenía ante él. Se levantó, cayendo a un lado de ella en la cama. Anya parpadeó sin saber que es lo que había sucedido ¿ella había hecho algo malo?
No se movió mientras intentaba regular su respiración, los segundos pasando hasta que giró para ver al rey de Priwidor a su lado, cubriendo sus ojos con su antebrazo.
Damian sentía como su corazón estaba a punto de salirse de su pecho, estaba siendo superado por la abrumadora ola inmensurable de emociones que lo consumían. Iba a estallar, sus manos ardían y estaba a punto de perder la cabeza con el sonido de las exclamaciones de Anya repitiéndose una y otra vez en su cabeza. Su rostro estaba ardiendo y todo su cuerpo palpitaba por acercarse y continuar con eso, por seguir el camino que la mano de Anya le guiaba, pero la realidad es que no sabía si podría soportarlo.
Su corazón estaba a punto de estallar en cualquier momento, iba a sufrir un ataque. Debía salir de ahí, se sentía tan vulnerable, casi podía sentir que ella tenía su corazón en sus manos y podría hacer cualquier cosa y él no se opondría, hasta destruirlo.
Se sentó, incapaz de mirarla, listo para poner una distancia apropiada entre ellos, pero la mano femenina tocó su brazo y a pesar del traje que llevaba pudo sentir la calidez de aquel toque. Giró hacia ella y la observó con un gesto suplicante.
—No te vayas, quédate aquí esta noche.
Damian sintió su casi inexistente voluntad de irse desaparecer ante esas palabras. Se deshizo de sus zapatos y su abrigo, dejándola en la silla cercana. Regresó a aquella cama que podría ser la peor tentación que podría tener en ese momento. Fue recibido con Anya buscando su cuerpo y recostando su cabeza en su pecho y él dejó de respirar ante ese acto.
—Yo solo puedo dormir contigo a mi lado.
El rey de Priwidor fue consciente como su corazón que apenas estaba regresando a sus latidos normales se aceleró de nuevo ante esas palabras ¿ella sería consciente del poder que sus palabras tenían en él? ¿Qué podía ordenarle cualquier cosa y él obedecería sin oponerse? ¿Qué tenía su corazón en sus manos para hacer lo que quisiera con él? Suspiró y su mano, de manera inconsciente, acarició el cabello femenino.
—Podría pasar mi vida en esta dulce claudicación. —Susurró, siendo honesto.
El estaba totalmente rendido ante ella, sin posibilidades de escapar y sin ganas de hacerlo. Aunque se percató que ella se había dormido. Él permaneció gran parte de la noche escuchando su respiración y recorriendo su espalda en suaves caricias, mientras llevaba mechones de su cabello a su nariz, captando aquel aroma embriagante.
Damian estaba dispuesto a pasar el resto de sus noches de esa forma, con el cuerpo femenino entre sus brazos.
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