XIX.
Sus dedos tomaron el tenedor, picando un trozo de fruta y llevándoselo a la boca, contemplando el follaje de los árboles moverse como una balada. Se llevó otro trozo de fruta antes de desviar su mirada hasta su acompañante a un lado.
Damian Desmond, Rey de Priwidor estaba sentado a su lado, con aquella posición elegante cruzando sus piernas, con unos papeles entre las manos. Estaba sumido en lo que sea que estaba leyendo que Jeeves le había traído momentos antes. Anya picó otra fruta, se inclinó, ofreciéndosela al hombre.
Él apartó la mirada de los papeles y abrió la boca, con cierta vergüenza escrita en las mejillas y tomó el bocado que le ofrecían. Anya le dedicó una sonrisa extraña. No era normal que el rey más desarmado se avergonzara o se sintiera tímido.
Él regresó a lo suyo, concentrándose en los papeles en su mano.
Habían bajado, a petición de Anya, a desayunar al jardín, su lugar favorito. Aunque Damian pensaba que era su manera de huir de aquella rutina de él buscándola cada mañana. Ella había insistido efusivamente en comer fuera y saliendo de la cama cuando Damian comenzó a besarle el cuello. Desmond no entendía su comportamiento.
Aunque la realidad es que Anya se sentía avergonzada de que Jeeves se enterara de esa rutina cuando acudiera a su habitación, la antigua habitación del rey Desmond y ahora habitación de ambos y los descubriera. No podía ver a Jeeves a la cara desde esa primera mañana y la idea de que ambos compartan la habitación antes, a petición de Damian quien le ordenó a la servidumbre en llevar toda su ropa a su habitación, le avergonzaba.
La primera noche que estuvo ahí, donde fue encerrada en el calabazo, jamás hubiera imaginado que algo así hubiera pasado. Que ella terminaría enredándose con el rey y él...le ofreciera un anillo de procesa. Observó la joya en su dedo y sintió su corazón latir animado. Aún no creía que fuera real, pero cada día al despertar entre sus brazos era un recordatorio. Aunque solo había pasado dos días de aquella petición, era normal que le fuera increíble.
Intentaba regresar a la normalidad o sentirse de nuevo en la rutina que antes tenía, para no pensar que todo estaba sucediendo demasiado rápido y asimilarlo. Por eso necesitaba un día normal donde no desayunaran en la cama y fuera en el jardín como anteriormente era normal.
—¿Hoy tienes un día ocupado?
—Tengo unos asuntos pendientes que debo resolver antes de salir
—¿A dónde irás?
—Trawitish, para arreglar unos asuntos con el rey antes de empezar la alianza.
Anya asintió, una de las cosas que a pesar de su tiempo en el palacio no sabía era que asuntos mantenían a Damian ocupado gran parte del día. Compartían juntos la comida, pero sabía que tenía varias cosas que hacer, aunque no con claridad. Tal vez ella podría ayudarle.
—¿No llegaras hasta la noche?
—Probablemente.
Anya picó más de la fruta antes de llevársela a la boca y degustar sin decir algo más.
Damian desvió la atención de los documentos una vez que Jeeves vino por ellos y observó a Anya. Era verdad que siempre estaba ocupado, el dirigir un reino y varias aldeas anexas era una tarea grande. Siempre había dedicado su absoluto tiempo a su reino y sus obligaciones como soberano, ese era su estilo de vida y no conocía algo más. Por eso no había pensado que un evento tan relevante como su relación con Anya, debía influir en su rutina diaria.
¿Ella quería pasar más tiempo con él?
—¿Quieres que hagamos algo antes de irme a Trawitish?
Anya se llevó él último trozo a su boca y lo contempló con cierta duda. Vio a Jeeves, que aún seguía ahí y parecía algo alarmado por la proposición del rey. Podía intuir que los pendientes que tenía encima eran relevantes o que el tiempo no rendija para intentar hacer todo en el tiempo.
Jeeves contempló al rey con intensidad, hasta que Damian le dedicó una mirada tranquila y dura, como advirtiéndole que no dijera nada. Al final el hombre simplemente se fue de ahí, con los papeles en su mano.
—¿Algo como qué? Pensé que estabas ocupado.
Él tomó la taza de café en la mesa, consumió todo su contenido y le sonrió con la taza cubriendo parte de sus labios.
Desmond tomó su mano, guiándola por el sendero del jardín, llegando a una puerta que uno de los guardias abrió sin dudar o mirar a Damian a los ojos. Anya solo lo siguió, mirando a su alrededor, porque era una parte del reino que no conocía. Nunca se había aventurado más que en el jardín, no sabía que había más allá de los muros. Por lo que grande fue su sorpresa cuando al atravesar vio un amplio campo verde ¿desde cuando estaba eso ahí? Le preguntó a Damian, pero él simplemente sonrió, sin decir ninguna palabra. Caminaron un par de metros más antes de ver una edificación elegante que podrían ser tres casas en las que antes había vivido.
—¿Qué es este lugar?
Damian simplemente tiró más de ella hasta que ingresaron. La reacción fue inmediata, los hombres que había dentro moviéndose se quedaron en silencio súbitamente y la sorpresa estaba presente en su rostro de ver al rey de Priwidor en el sitio. La tensión flotó por todos lados, pero fue roto por Anya sonriendo y aproximándose hacia un caballo de color blanco.
Se acercó lo suficiente para levantar una mano y acariciar su lomo, algo que el caballo aceptó gustoso.
—¿Te gusta este?
Anya observó el resto del lugar y la cantidad de caballos que había en el sitio. De diferentes colores y tamaños. Sabía que había caballos en Priwidor, por las carrozas que usaban, pero jamás había ido a ese sitio. Pasó enfrente de cada compartimento de cada caballo, acariciándolos, pero al final regresó con el primero.
—Todos son muy lindos, pero este es mi favorito.
—Eres libre de usarlo cuando quieras, es tuyo. —Damian la observó acariciando al animal.
Anya le devolvió la mirada con cierta seriedad.
—No tienes que dármelo.
—Yo quiero darte todo lo que quieras y desees. —Sus ojos ámbar eran tan serios pero cálidos al mismo tiempo, que Anya terminó desviando la mirada.
Acarició el pelaje del animal.
—¿Y si te deseo a ti?
Damian sonrió sutilmente, rodeando la cintura femenina que aquel día tenia un vestido rosa y blanco. Levantó su mentón con su dedo y la besó en los labios.
—Yo ya te pertenezco.
Anya bajó el rostro caliente y rojo a mirar el diamante en su anillo en su mano. Damian simplemente sonrió encantado de la forma encantadora que ella se mostraba cuando se avergonzaba.
—Preparen mi caballo y este otro.
El ver llegar a un par de hombres hasta su lugar, fue que Anya se percató que todas las personas que habían estado dentro, limpiando y cuidando a los caballos, habían desaparecido de su presencia. Y aparecieron de pronto ante el llamado de Desmond, como si esperaran sus órdenes.
Pronto los caballos tenían su silla de montar y estaban fuera, Damian intentó ayudarla a subirse a su caballo, pero no fue necesario. Anya había crecido en la humildad, por lo que andar en caballo para transportarse hacia el castillo de Keodesea o realizar alguna diligencia a aldeas cercanas. Se subió con facilidad, aunque de costado, para cuidar el vestido que tenía. Damian de igual forma se subió a su caballo con la elegancia y habilidad que lo representaba.
Se miraron mutuamente, antes de indicarle a los caballos que emprendieran la carrera, moviéndose lentamente. Anya sintió una especie de dejavu, sintiendo que estaba con los Forger, viajando a un pueblo cercano, esos paseos en caballo donde se sentía libre de todo y que podría desprenderse de aquella maldición. Aunque la realidad es que en Priwidor, no era una maldición, había dejado de serlo, ella podía ser ella misma sin miedo a ser excluida.
Damian aumentó la velocidad, cuando vio a Anya con una sonrisa traviesa en su rostro, avanzando por el amplio campo que se abría ante ellos. Él aceleró el paso, intentando igualar su camino y la carrera que Anya intentaba iniciar. Ella reía fuertemente cuando él la alcanzó, con el caballo negro cabalgando a un lado del blanco.
Desmond sonrió sin poder evitarlo, hasta que la sonrisa de Anya desapareció, dejando ver una expresión seria y hasta asustada, su mirada perdida y la comisura de sus labios hacia abajo.
—¿Anya? —Él la llamó, intentando saber que es lo que sucedía, pero ella no pareció escucharlo. —¡Anya! —Grito desesperado cuando el limite del campo de aproximaba.
El caballo blanco se adelantó y él maldijo, golpeando los francos de su propio corcel, acelerando más y más, hasta que logró tomar una de las manos de Anya y tirar de las riendas para detener su avance. El caballo se detuvo abruptamente y él igualó sus movimientos bruscos, tomó a la fémina de la mano.
—¡Anya!
Clanblosson tenía el rostro aperlado en sudor y los ojos muy abiertos, pero Damian presionó su mano con fuerza. Eso pareció hacerla reaccionar, por que ella miró a todos lados desesperada, con miedo o demasiado sigilo.
—¿Estas bien? —La preocupación lo invadió, estaba pálida.
—¿Qué sucedió?
—Es lo que quisiera saber, de pronto tú parecías estar perdida.
Ella tenía un gesto pensativo, perdido y la palidez en su rostro no ayudaba.
—Regresemos.
—Estoy bien, de verdad.
Damian no la escuchó, por lo que se aseguró de ayudarla a pasar a su caballo y tan pronto como la tuvo entre sus brazos, emprendió el regreso al castillo. Detuvo el caballo en la entrada trasera del castillo y descendió, con gran cuidado, con Anya en brazos.
—Estoy bien, ¿Cuántas veces debo repetirlo para que me creas?
Él simplemente no escuchó, subiendo por las escaleras y siendo seguido por Jeeves cuando los vio llegar. Dejó a Anya recostada en la cama, que tenía un gesto infantil en su rostro.
—¿Qué le ha sucedido a la señorita?
—No lo se.
—Estoy bien, tal vez el estomago se me agitó por la cabalgata.
Las mujeres de servicio entraron para asistir a Anya con un poco de agua o té, refrescándola. Por lo que Damian tomó algo de distancia de la cama.
—Tal vez solo es cansancio. —Jeeves intentó tranquilizar al Rey que parecía alterado. —O ha sido un golpe de calor, solo necesita descansar.
Damian asintió con aire ausente, intentando recordar si había notado algo extraño en ella en el desayuno, pero no había notado nada fuera de lo normal.
—Sé que es inapropiado Alteza, pero el rey de Trawitish lo espera.
Lo sabía, sabía que había dejado atrás sus asuntos por la idea de montar a caballo, idea que ahora mismo pensó que había sido una mala idea. Se reprendió a si mismo mentalmente, antes de acercarse a su lado. Anya parecía tan normal como esa mañana, como si nada hubiera sucedido. El color en su rostro había regresado y parecía radiante.
—¿Te encuentras mejor?
—Como te he repetido, estoy excelente, así que no te preocupes.
Damian quiso reír, no podía pedirle que no se preocupara, ella era su prioridad. Pero el hecho de que el calor la hubiera afectado era la opción más cercana al ver su
—Alteza.
—Damian, sé que debes ir a ve al rey de Trawitish, puedes ir con tranquilidad, estaré bien. —Anya recordaba su agenda de ese día.
La observó durante un largo momento, antes de dirigir su atención a Jeeves.
—Me aseguraré de que la señorita Clanblosson este segura.
Desmond se aproximó, sujetando la mano de Anya, presionándola en un gesto gentil, antes de salir de ahí, con la idea de apresurarse para poder regresar a su lado lo antes posible.
Los ojos ámbar contemplaron los azules risueños que estaban enfrente, la sonrisa en la boca contraria que iba a juego con sus ojos.
—Enviaría la mercancía cada fin de semana para cumplir con mis fechas de entrega y me encargaría hacerte llegar tu parte correspondiente cada inicio de semana.
—Además de cierto porcentaje de la producción.
—Si, lo tengo presente —El hombre regordete le sonrió nuevamente, era bastante animado. —Ha sido un placer el lograr este acuerdo que nos beneficia a ambos.
—Concuerdo con usted
—Algo que fue una verdadera sorpresa, la forma en consigues alianza es muy popular en Ostania. —Soltó una carcajada.
Por supuesto que se refería a la colonización violenta de cada una de sus tierras.
—Decidí una manera que me redujera los costos militares.
—Ha sido una buena decisión, ya que nos ha beneficiado gratamente a ambos.
Damian contempló la oficina del rey donde había sido recibido. Las paredes de color blanco con los detalles en dorado y adornos en diferentes clases de piedras preciosas, lo cual dejaba en claro la opulencia de su reinado.
—Una alianza que confió dure varios años.
—Cuenta con eso —Él rey de Trawitish, tomó la copa de vino que tenía a un lado, sirviendo el liquido en dos copas y le ofreció una a su invitado. —Brindemos por el éxito que se aproxima.
Él aceptó la copa, chocándola con la contraria en una ceremonia de celebración privada entre ambos.
El rey de Trawitish dejó salir una risa, mientras seguía hablando sobre los planes y futuras negociaciones. Algo que Damian escuchó atento ante la ventaja que eso podría representar. No por nada la minería era la actividad comercial más redituable actualmente, si aquella alianza se alargaba sería benéfica para él. Podría ofrecerle mano de obra o quizá protección si buscaba expandir la minería a otras áreas. Había tantas posibilidades.
Por lo que, sin poder negarse, aceptó la invitación para comer junto a la familia real. No se extrañó de notar que todos eran igual de risueños como el monarca, su esposa y sus dos hijos. Lo cual no iban del todo con él, pero le pareció un momento pasable. Una vez que terminaron el té después de la comida se despidió, con una promesa de encontrarse un mes después de iniciar sus movimientos para evaluar su rendimiento y se subió a la carroza.
Esta avanzó sin perder más tiempo, abriéndose paso en la noche sin estrellas que dominaba. Había demorado más tiempo del que pensó, algo que no había contemplado. La idea era terminar esa negociación con los puntos finales y salir de ahí, para volver con Anya. El altercado en el caballo había sido algo que lo había alarmado, por lo que la idea de dejarla sola tanto tiempo lo abrumaba. Intentó mantener la calma en la mesa al recordar ver su rostro mejor antes de salir y las promesas de Jeeves.
Aunque de igual forma la idea de estar lejos de ella lo dejaba intranquilo, por lo que le propondría el acompañarlo en los viajes. Quizá su habilidad o su personalidad podría ayudarle a conseguir mejores tratos.
Cuando llegaron al castillo se sentía fatigado, solo quería darse un baño e ir a la cama junto con Anya. Quizá ella estuviera durmiendo, lo cual esperaba, prefería que ella descansara adecuadamente y más considerando que no se había sentido bien. Esperaba encontrarla con el animo y salud que la representaba.
Fue recibido por Jeeves, que siempre lo esperaba cuando él viajaba, brindándole los reportes y documentos que llegaron en su ausencia mientras subían por la escalera. Él los dejó en su oficina, mañana se ocuparía de eso. Jeeves se retiró para ordenar que prepararan su baño privado que estaba a un lado. Damian ingresó a su habitación, percibiendo a la distancia el bulto en la cama. Todo el cansancio que sentía pareció desaparecer, aunque más que cansancio era pesadez y descontento, algo que la presencia de Anya había mejorado.
Se acercó, sentándose a su lado y tomando la cobija para poder contemplarla mejor.
Cuando las sabanas se apartaron se dio cuenta que ahí solo había varias almohadas. Sus ojos ámbar viajaron por toda la habitación en búsqueda de Anya, pero desde que entró era evidente que no estaba ahí. Se asomó en el baño del cuarto, en el gran closet y de manera instintiva caminó al que antes había sido el antiguo cuarto de Clanblosson, quizá la idea de dormir sola en su habitación había sido demasiado. Pero este estaba vacío, sin rastros de que hubiera estado ahí.
Inclinó la cabeza hacia un lado, intentando pensar en que otro lado podría estar.
Por lo que bajó por las escaleras directo al jardín, su lugar preferido. Se detuvo ante las pequeñas escaleras que daban al jardín. Contempló el agua descendiendo y corriendo por todo el lugar, las flores iluminadas por las farolas y algunos soldados caminando en la periferia, vigilando. Pero no había rastros de Anya. Un sentimiento de incomodidad lo aturdió ¿Dónde podría haberse metido?
—Alteza su baño...—Fue interrumpido.
—¿Dónde está Anya?
Damian observó al hombre que estaba a su lado, con una expresión de total extrañeza.
—¿La señorita? Esta en su habitación.
—¿Crees que te estaría preguntando si no me hubiera asegurado de su ausencia en nuestra habitación? —La voz afilada brotó con fastidio de su boca.
Los ojos ámbar atravesaban cualquier cosa cuando se lo proponía, haciendo menguar y temblar a cualquiera que los contemplaba. Jeeves sintió un estremecimiento ante esa mirada.
—Estaba en su habitación, media hora atrás me aseguré, le llevé el té que me había pedido.
—¿Estás diciéndome que no tienes idea de donde esta?
La voz se atoró en la garganta de Jeeves, sintiéndose apuñalado por las palabras del rey. Retrocedió, llamando al primer guardia que vio y pidiéndole que buscara en el castillo. Y como si no fuera suficiente, el mismo Jeeves retrocedió para buscarla. No quería quedarse ante el rey que parecía irritado y con hambre de sangre en su mirada.
Damian presionó su mandíbula con fuerza por la incompetencia de todos su hombres. Hace mucho que no asesinaba a nadie, quizá hacía falta para dejar en claro su lugar. Regresó sobre sus pasos a su habitación, incapaz de mantenerse quieto. ¿Quizá se había escondido? No tenía el mínimo sentido, pero quería asegurarse. Pero no había rastros de ella ahí. ¿Acaso salió al reino? No, ella no salía de noche. Las veces que habían salido al pueblo lo hacían juntos, de día. Caminó inquieto en su habitación, mientras la ira crecía en su interior ante la falta de noticias. De verdad iba a asesinar al primero que se atravesara y le dijera que no la encontraban.
Se pasó la mano por el cabello, despeinándolo, sintiendo su cuerpo tenso, ante los pensamientos que buscaban alzarse en su cabeza pero intentaba reprimir, la idea de que...hasta que un brillo captó su atención. Se aproximó al piano de cola que había en el centro de la habitación y lo tomó entre sus dedos, observando la gema de rubí.
Un doloroso latido invadió su pecho y un nudo se formó en su garganta.
Era el anillo de promesa que le había dado días atrás. Un sentimiento demoledor y oscuro lo invadió cuando la explicación de porque estaba ahí lo golpeó de lleno. La puerta de su habitación se abrió de golpe, dejando ver a Jeeves, con el rostro pálido y el gesto que demostraba lo que iba a decir antes de hacerlo.
—No está por ninguna parte.
Anya lo había dejado, había huido de él.
Una posibilidad que había intentado desechar desde que no la encontró en su habitación, pero su ausencia y ese anillo parecían confirmarlo. Además del hecho de que nadie la había visto. Lo había hecho en el pasado, de esa misma forma, nadie se había enterado que huyó hasta después de mucho tiempo. El aire se atoró en sus pulmones y se sintió mareado.
Lo había abandonado.
Muchas preguntas vinieron a su mente, pero la que más se alzaba ante él era ¿Por qué? Él de verdad había pensado que...ella era feliz, que le gustaba estar ahí y que había aceptado ser la futura reina de Priwidor, ella se había entregado a él, él estaba seguro de lo que había sucedido entre ellos... ¿Por qué ella había decidido huir? ¿A dónde había ido? Era de noche y Retuiryn estaba descartado, ya que no era bienvenida. ¿Acaso algo malo había sucedido? Se inclinaba a pensar más en eso, ¿acaso ella estaba herida? ¿La había perdido? Su pecho se contrajo dolorosamente.
La idea le sacó todo el aire del cuerpo, se sentía superado, al límite, totalmente confuso.
—¿Alteza?
Damian levantó la mirada, dejando ver su frente aperlada en sudor y sus ojos desquiciados.
—¡¿Qué haces aún aquí?! ¡Búscala, no me importa lo que tengas que hacer, tráela ante mí!
Jeeves salió de ahí con rapidez, dejando a Damian quieto en su lugar. ¿Qué era lo que había pasado en su ausencia? Necesitaba mantenerse cuerdo, objetivo para poder determinar su paradero. Por que ella no sería capaz de dejarlo, no después de todo lo que había pasado entre ellos, no después de tantas promesas...
Aunque ella jamás le había dicho que lo quería.
Aquella idea se sembró dolorosamente en su cabeza, de forma agonizante.
Necesitaba pensar, concentrarse, ver un panorama más amplio...no, él necesitaba un trago, algo que amortiguara el dolor que se expandía en su pecho. Se movió hasta llegar a la puerta y siguió el camino que se sabía de memoria hacia su oficina. Se sentó en su silla y se cubrió el rostro con sus manos.
Ella no podía haberlo déjalo, no pudo haber huido.
—Alteza, disculpe.
Alzó el rostro cuando escuchó la voz cerca, visualizando a uno de sus soldados, le resultó irreconocible. Pero la realidad es que no sabía el nombre de ninguno de sus soldados, los reconocía de rostro y los que habían permanecido con él durante un largo tiempo conocía su apellido. Intentó concentrarse.
—¿Qué?
—Solo quería informarle que en la periferia no hemos encontrado a la señorita Clanblosson, pero si lo autoriza podríamos salir del reino a los pueblos cercanos, para expandir la búsqueda.
—Hagan lo que sea necesario. —Volvió a ocultar su rostro entre sus manos.
No escuchó los pasos del soldado, por lo que cuando volvió a alzar el rostro, lo vio de pie aun ante él. Estaba a punto de asesinarlo.
—¿No escuchaste?
—Lo siento alteza, es solo que...se ve realmente mal y estoy preocupado.
—¡Lárgate! —Damian sentía que estaba a punto de explotar.
—Me aseguraré de encontrarla, se lo prometo o le entregaré mi cabeza. —El soldado se llevó la mano al pecho en señal de respeto. —Pero antes quisiera asegurarme que se sintiera mejor.
El soldado se aproximó a la mesa donde estaban el alcohol, tomando el vaso que Damian no había logrado tomar y le sirvió una copa. Se la ofreció, dejándola enfrente del rey de Priwidor, que parecía tan fuera de si mismo.
—Se sentirá mejor, le ayudará a aclarar la mente.
El que ella huyera en dos ocasiones y no hubiera sido vista no tenía el más mínimo sentido. ¿Qué era lo que no estaba viendo? ¿Había visto alguna señal? Ella se había sentido mal esa mañana ¿eso había sido una trampa para despistarlo? ¿De que se estaba perdiendo? Contempló el vaso enfrente suyo con el liquido amarillo, necesitaba deshacer el nudo en su garganta que buscaba aplastarlo, él necesitaba apagar su mente un instante de todos los pensamientos negativos.
Lo tomó entre sus dedos, balanceando, sin dejar de ver el líquido. Lo llevó lentamente hasta sus labios y su boca de abrió, inclinando la cabeza para que el liquido entrara a su boca. Los ojos ámbar que habían estado fijos en el vaso, de pronto contemplaron al hombre enfrente suyo, con la mirada más mordaz.
—¿De verdad pensaste que algo así funcionaria? —La mirada ámbar se oscureció aún más. —¿Asesinarme con veneno, Soldado Wheeler? —Sonrió de forma arrogante.
Dejó el vaso en la mesa, que dejó entrever un par de burbujas que ascendieron hasta la superficie.
Por supuesto que había notado las burbujas extrañas en el alcohol, que aquel soldado de seguro pensaba que no notaría por su estado desenfrenado. Pero Damian Desmond, Rey de Priwidor, no bajaría la guardia de tal forma. Para hacerlo debía confiar ciegamente en una persona y él no confiaba ni en su propia sombra.
Se recostó en la silla, cruzando las piernas y uniendo ambas manos.
—¿Qué es lo que planeabas hacer después de que me vieras tomarlo?
El soldado enfrente suyo se había quedado quieto totalmente, sin mostrar algún gesto a pesar de las acusaciones del rey. Pero al escuchar esa pregunta del parte del soberano, encarnó una ligera sonrisa de satisfacción.
—Verlo retorcerse en la agonía hasta que diera su última respiración.
Damian sonrió de forma arrogante mientras se levantaba, daba la vuelta, contemplando el gran ventanal que estaba a su espalda y daba un panorama a la entrada principal del castillo. Le dio la espalda totalmente al soldado, pasando sus manos detrás de su espalda.
—Debo reconocer tu osadía, por lo que me aseguraré que tengas una muerte rápida.
Wheeler desapareció el espacio que había entre ellos rápidamente, tomando la navaja que tenía oculta y lanzándose contra el cuerpo del soberano. Damian lo esquivó con ayuda del reflejo del cristal un segundo antes de que el filo acariciara su garganta. Dio media vuelta, repeliendo un segundo ataque, anteponiendo el antebrazo que chocaba con el contrario.
Damian desarmado y con desventaja logró golpearlo en el rostro, siendo contratacado con varios ataques con la navaja que buscaban encontrar la piel de su garganta. En el bloqueo de un ataque, lanzó una patada logrando lanzar a Wheeler contra el escritorio. Eso le dio oportunidad de correr hacia una de las paredes de la oficina y tomar una de las espadas que tenía expuestas y girar gusto a tiempo para hacerle frente al soldado.
De una tajada logró desarmarlo del cuchillo que tenía, cortando la piel de la mano de Wheeler, que retrocedió al ver el cambio de la situación. Damian por su parte se quedó quieto, con una sonrisa en los labios.
—¿Y con ese nivel tan deficiente pretendías asesinarme?
Wheeler enfureció ante sus palabras y en un rápido movimiento terminó tomando la otra espada de la pared. Un enfrentamiento entre filo de espadas se desató, Damian avanzaba rápidamente por su gran habilidad, pero en un segundo Wheeler terminó repeliendo sus ataques y siendo él el que atacara, logrando que Damian comenzara a retroceder. El filo cortó su barbilla cuando la navaja pasó cerca de su cuello.
El soldado sostenía con fuerza el mango de la espada a pesar de la sangre que escurría de su mano. Wheeler pensó que estaba siendo más fácil de lo que esperaba, el gran soberano y rey temido por todo Ostania, estaba dejando las aperturas necesarias para hacerlo y eso le permitió avanzar, logrando arrinconar al rey Desmond.
Damian simplemente repelía los ataques, atravesando su propia espada para que no alcanzaran su cabeza o su estómago, que era donde Wheeler intentaba acertar. No podía concentrarse como era debido, su cabeza estaba distraída, ese no hubiera sido un buen momento para un encuentro. Minutos atrás estaba en a punto del colapso, se sentía fuera de si mismo, si eso seguía así, terminaría muerto.
—No te preocupes, ante tu muerte me encargaré de cuidar de Anya. — Wheeler apuntó a su cabeza pero Damian terminó chocando su propia espada, ambas formaban una x y eso dio oportunidad a que ambos se miraran por un breve instante.
Sorpresivamente Damian arremetió ante él con ferocidad, con ataques fuertes que hacían temblar las defensas de Wheeler, pero el soldado se antepuso, lanzando varios ataques y clavando su espada a un costado del rey. Él aprovechó ese momento para atacar, pero sus espadas volvieron a encontrarse, hasta que el filo de una se movió rápidamente, acertando su objetivo.
La sangre escurrió por el filo, haciendo fluir el liquido carmesí hasta el suelo y posteriormente una tos con sangre, junto con los ojos ámbar apagándose.
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