XIII.

Anya contempló el mapa que estaba en el escritorio con interés, evaluando lo que momentos antes le habían dicho.

—¿Necesitas tomarlo por su actividad de minería?

Desvió la mirada hacía el hombre que estaba sentado en su escritorio, con sus piernas cruzadas con la elegancia que lo representaba.

—Y por cuestiones de expansión —Dio un sorbo a su taza de café. —Un distrito de minería sería una gran alza en cuestión económica.

Ciertamente el mercado de joyas preciosas era el sector más importante en todo Ostania, hasta le sorprendía que Damian no fuera por algo así en primera instancia. Tal vez porque se había centrado en darle importancia a lugares que le dieran ventaja territorial, para seguir avanzando notablemente. Podía ver que él siguió un camino pulcro, durante todos esos años, para poder llegar justo ante ese reino. Uno que se había forjado en base a las riquezas encontradas en su reino.

Un movimiento inteligente aunque no le extrañaba, considerando que era el rey más joven de todo Ostania y según tenía entendido, tomó la corona diez años atrás y en ese tiempo se había apoderado de varios distritos importantes.

Anya había visitado algunos en la última semana, a petición de Damian, para que conociera el panorama de las tierras que tenía y por supuesto, el monitoreo de las cosas. Había logrado acallar las revueltas en una de ellas hace tiempo. Revueltas debido al descontento de tomar sus tierras con tiranía.

—¿Y... has hablado con ellos?

Damian dejó la taza en el escritorio, con una ceja levantada con extrañeza.

—¿Para que necesito hablar con ellos? —Damian había trasado cada invasión solo, era un estratega de nacimiento, mucho mejor que Demetrius con sus planes absurdos sobre qué lugar tomar y que habían valido misiones fallidas. Pero con la presencia de Anya y la inteligencia que había mostrado, decidió compartir sus planes. Aunque aquello lo tomó por sorpresa. —¿Para qué me den permiso de invadirlos?

—No, no hablo de eso. —Anya giró los ojos. —Para lograr un trato, en vez de llevar a tus soldados a un enfrentamiento que pudo evitarse. — Lo idea era evitar que más descontento creciera por sus métodos tan rígidos.

Damian apoyó su mentón en su mano, en forma pensativa. Pero al verlo de esa forma, Anya se perdió pensando en lo atractivo que se veía ¿en alguna ocasión podría verse mal? Era tan perfecto, cada gesto y ademán que detonaba su nobleza y educación. Sacudió la cabeza en un intento de concentrarse.

—Esos no son mis métodos de actuar. —La observó detenidamente. —No perderé tiempo en platicas que podrían terminar en negativas, soy más rápido y efectivo.

—Si pero...en mi visión te vi logrando un trato con Trawitish de manera pacífica.

La presencia de Anya en la oficina de Damian se debía a una visión, que tuvo mientras caminaba por el jardín. Cuando acudió con él se enteró que justamente estaba considerando el invadirla en un par de días. Tenía un plan de acción, una forma de hacer las cosas, destruyendo a cuanta gente pudiera.

—Al final los lideres terminan cediendo a mis fuerzas para evitar más sangre.

Anya se sentó enfrente suyo, frustrada por aquella manía del rey por arreglar todo de esa forma. Era la forma en la cual se había manejado todo ese tiempo, por lo que podía entenderlo un poco, pero si pudiera hablar, podría lograr las cosas más fáciles sin bajas.

—¿Y has considerado el hacerlo de una manera más... pacifica? Puede que el líder de Trawitish esté interesado en una alianza que favorezca a ambas partes.

—¿Y si no, qué procedería?

—Bueno...

—¿Esa es la manera en que te manejabas en Keodesea?

Anya sintió los ojos ámbar escudriñándola, como si realmente considerara que lo que estaba diciendo eran incoherencias.

—Si, mis visiones permitían la facilidad de crear alianzas, al grado de ahorrar una gran inversión en cuestiones militares y aseguraron el crecimiento del reino. —Habló con seguridad, no queriendo mostrar debilidad ante el hombre. —Al ser la responsable de asegurar el éxito de Keodesea, deberías considerar más seriamente prestar atención a Anya.

Él pareció considerarlo un momento, con cierto recelo. Esa era la razón por la que había apostado muchos meses a traer a la fémina a su castillo, pero no sabía que el reino había forjado su éxito en tratos limpios, le resultaba imposible.

—¿Y estas segura de eso? ¿Qué siempre han jugado limpio?

—Si, totalmente.

—Me cuesta creerlo —Damian se levantó de su asiento. —No creo que todas las ciudades que le pertenecen accedieran a que Keodesea tomara dominio simplemente por alianzas.

Anya lo miró duramente, porque estaba poniendo en duda sus habilidades.

—Si no crees en mi ¿qué es lo que hago aquí? —Lo atacó con cierta reprenda en su voz.

Damian se acercó hasta ella, apoyándose en el escritorio a un lado de ella.

—No dudo de ti, sé lo que puedes hacer, solo estoy dudando de Keodesea, él que siempre hicieran lo correcto. —Se inclinó, tomó un mechón de cabello de la mujer y se lo llevó a los labios. —El rey siempre debe tomar decisiones difíciles para obtener sus objetivos y las cosas no siempre resultarán bien y siempre cometerán actos cuestionables por su reino.

—Pero esa gente no tiene a Anya, quien puede ver el futuro.

Damian sonrió, se inclinó y la besó un poco, alejándose al instante, dejando a Anya con ganas de más. Por lo que se levantó de su asiento y se acercó de nuevo a él, rodeando su cuello.

—Yo te quiero para mucho más. —Él estaba apoyado en la mesa. —Pero haré las cosas a tu modo esta vez.

Anya se puso de puntas y atrapó los labios masculinos antes de que él terminara de hablar. El rey se estremeció cuando sus bocas se encontraron y su propio interior ronroneó, besándola con delicadeza, saboreando cada centímetro de sus labios. Hasta que la boca ansiosa de Anya lo presionó, buscando más y él se hundió en esa danza húmeda y desesperada. Rodeó su cintura, atrayéndola hacía él. Su lengua se introdujo en la boca femenina con hambre, encontrándose con la lengua contraria y jugando.

La puerta de la entrada se abrió, dejando ver a Jeeves un instante después de que Damian se alejara de ella. Pero cuando el hombre ingresó notó los movimientos extraños de ambos y como Anya se sentaba en la silla y a Damian huyendo al otro lado del escritorio.

—Siento interrumpir alteza.

—Realmente espero que sea algo bueno. —Los ojos furiosos de Damian reprendieron a su hombre de mayor confianza.

—Su correspondencia. —Le entregó los sobres a rey antes de salir.

Anya permaneció en la silla, con el corazón latiendo fuertemente al ser casi descubiertos por Jeeves. Realmente no sabía que era lo que Damian le había dicho a él o a la servidumbre, pero dudaba que les informara del cambio de su relación en el castillo. Y el hecho de verlos a ambos, en plena demostración de afecto era vergonzoso. Y más porque...no había sido un simple beso. Anya sentía todo el cuerpo caliente, su corazón latiendo fuertemente y sus labios picar al recordar la intensidad que representaba a Damian Desmond.

—¿Algo interesante? —Anya preguntó, en un intento de entablar conversación y calmar a su activo corazón.

Fue cuando comenzó a pensar quien le enviaría correspondencia a Damian, aún había cosas que no sabía del rey. ¿Tenía amigos? No parecía ser alguien de ese estilo.

—Nada realmente, aunque... —Alzó la mirada hacía la mujer. —¿Quisieras ir a un baile conmigo?

Anya esperó cualquier cosa, menos una invitación para un evento social de ese estilo.

—Depende ¿qué es lo que Anya debe hacer? —Se mostró curiosa al respecto. —Nunca he ido a uno, no se que se supone que debería hacer.

—No te preocupes, no debes hacer nada, solo acompañarme. —Meneó el sobre en sus manos. —Y podré poner en marcha aquella sugerencia tuya sobre ser más...diplomático. —Observó el sello en el sobre, tenía un objetivo más claro y no había razón para ocultárselo. — El rey de Trawitish muy posiblemente este ahí.

—Aceptó su invitación —Se inclinó levemente Anya, en señal de cortesía, antes de salir de la oficina.



Dio un sorbo a su taza de té, visualizando la vista del jardín tan colorido que se habría paso ante ella. Le gustaba la manera en que todo parecía tan bien estructurado y como una cosa no podía existir sin la otra. Y amaba las flores, cada una de ellas. El pensar que el hombre enfrente suyo, revisando unos papeles le había dado algo tan delicado dejaba entrever su lado apasionado.

Algo que Anya disfrutaba para ella misma.

¿Él siempre había sido de esa forma? ¿Cuánto más le faltaba saber de Damian Desmond? Sus ojos esmeraldas se desviaron hacia el piano de cola que había en la sala de estar, de un color oscuro. Recordó el piano similar que había visto en la habitación del rey.

—¿Hay alguna razón para que haya un piano aquí y otro en tu habitación?

Damian levantó los ojos hacía ella y después se dirigieron hacia el piano de cola que estaba a un costado. Pareció perderse en ese instrumento durante unos segundos, como si estuviera recordando algo en particular.

—No en realidad.

—¿Es para la decoración?

Damian la contempló unos segundos, sin decir nada.

—La familia Desmond eran habilidosos en el arte de la música, por lo que desde jóvenes eran inculcados en la disciplina. —Mencionó Jeeves mientras rellenaba la taza de Anya.

El mencionado simplemente siguió leyendo sus papeles, irritado de que Jeeves se atreviera a decirlo, aunque lo prefería. No quería hablar de eso con Anya, no cuando involucraba a su familia, no cuando recordaba lo que su padre hacía cuando no podía replicar una melodía a la perfección a su corta edad. La importancia de aquello en la familia Desmond le costó heridas en las manos. Observó sus palmas, para suerte de su padre que cuidaba las apariencias, nadie pudo ver ninguna.

—Entonces... ¿Desmond, tocas el piano? —Anya lo observó con gran curiosidad.

—El joven rey es realmente un prodigio en el piano, a su corta edad podía tocar sonatas sin necesitad de una partitura. —Jeeves realmente parecía estar orgulloso de él, a pesar de que no era una persona que demostrara sus emociones con el rey.

Lo había visto crecer y él se encargó de educarlo, cuando su padre lo ignoró por su hermano.

—Jeeves

Aun así, no le gustara que hablara de más.

El hombre simplemente se inclinó, saliendo de la sala de estar, dejándola en completo silencio. Anya se preguntó que era lo que le molestaba a Damian sobre lo que había dicho Jeeves. Sabía que tenía una especie de cariño por el hombre mayor, pero ahora parecía incomodo. Tal vez había algo que lo estaba perturbando. Aunque había algo más que encendía su curiosidad.

—¿Tocarías algo para mí?

—Ahora mismo estoy con...—Pero fue interrumpido.

—Toca para Anya.

Damian vio los orbes esmeraldas resplandecer de la forma más encantadora y dulce. Su interior se retorció, dejando atrás su negativa. Temía que ella supiera la clase de debilidad que ella ejercía en el rey más temido de Ostania.

Se levantó, dejando los papeles en la mesa que tenía a un lado y se dirigió al piano, abriendo la tapa que cubría las teclas. Hace un tiempo que no tocaba nada, no tenía el tiempo ni las ganas para hacerlo. Sus dedos se deslizaron en las teclas familiarizándose con ellas, respiró y finalmente comenzó a tocar.

La melodía inundó la habitación lentamente, como un susurro, algo tan delicado. Las notas ascendiendo acariciando todo a su paso, los pétalos de las flores descendiendo lentamente hasta alcanzar el suelo.

Anya contempló las manos hábiles de Damian moverse por el piano como si lo conociera tan bien, como una caricia, tan delicada, pero a la vez llena de tanta intensidad. Su cuerpo moviéndose con la música, dejando caer ligeramente su cabeza hacia atrás y fue cuando ella observó que tenía los ojos cerrados. Se levantó, acercándose hacía él desde su espalda y sentarse a su lado en el banco de terciopelo. Visualizó como aquellas manos que muchas veces pensó que solo fueron hechas para matar, ahora tocaban algo tan maravilloso.

Los dedos corrieron una vez más antes de detenerse y Anya apoyó su cabeza en su brazo.

—Eso fue...realmente mágico.

Él la abrazó, hundiendo su rostro en el cuello femenino, algo que solía hacer con regularidad para percibir el olor particular femenino. Olía tan bien que siempre lo calmaba, aún en ese momento donde por un instante recordó el dolor en sus manos por los golpes de su padre. Ella era su reconforte y él pensar en ella después, lo calmó, permitiendo que siguiera la melodía.

—Alteza.

Damian no se movió de su sitio, considerando realmente despedir a Jeeves por las interrupciones con Anya. Por lo que se quedó ahí, sujetándola entre sus brazos y permitiendo captar el aroma femenino.

—Damian...

Anya se sentía avergonzada de ver al hombre mayor en la puerta, esperando. Lo vio desviar la mirada, para darles algo de privacidad, lo cual a Anya sonrojarse. Y más por la forma posesiva en la cual Damian la sujetaba.

—Siento interrumpir Alteza, pero Lady Blackbell ha llegado, como solicitó.

Damian rozó la garganta de Anya con la nariz en un gesto de despedida, realmente frustrado por no tener más privacidad. Al levantarse la mujer estaba ahí, con un rostro radiante, como si hubiera visto algo realmente fascinante.

—Blackbell

—Desmond

Anya se sorprendió de la familiaridad con la que parecían hablarse, a pesar de que ella se inclinó ligeramente, su forma de llamarle o sonreír dejaba ver que más respecto por ser el rey, había algo más. Clanblosson la contempló, era realmente una mujer hermosa. Con su cabellera oscura que caía por sus hombros y un vestido blanco con un corsé oscuro que moldeaba su gran figura, podía ver adornos dorados en toda la falda, era como si fueran hechos a la medida para ella. No lo dudaba, la nobleza era de esa forma. La misma ropa de Damian era hecha a la medida.

—¿Es ella? —La mirada clara de aquella mujer se fijó en Anya, con gran interés.

—Solo limítate a hacer lo que te pedí.

—Relájate Desmond.

El rey de Priwidor salió de la sala de estar, sin mirar hacía atrás. Anya simplemente se quedó observándolo un instante, hasta que su espalda desapareció. Y tuvo que centrarse en la mujer que avanzaba hacía ella.

—Al fin te conozco, Anya Clanblosson

—¿Me conoces?

—Todas las mujeres de Ostania te conocen — Sus ojos brillaron interesados, caminó a su alrededor, como si estuviera evaluándola.

Anya se sentía nerviosa ¿acaso...sabían de lo que era capaz? Pero ella no parecía temerle.

—¿Por qué? —Aún así necesitaba saberlo, si el hecho de su habilidad había llegado a oídos de todo el reino.

Se preguntó a si misma que clase de repercusiones tendría para Damian el que todos supieran sobre lo que podía hacer.

—Están interesadas en la mujer que ha atrapado al rey Desmond. —Becky tomó un cabello femenino, evaluó fijamente su rostro y se alejó con un gesto de aprobación.

—¿Atrapado?

—Se ha visto al rey Desmond rodeado de una mujer de cabellera rosado, un rumor que ha llegado a oídos de muchas mujeres que no creen que eso fuera capaz y quieren conocer a esa mujer y si esta a la altura del gran soberano —Giró los ojos.

Anya se relajó un poco al saber que sus ideas estaban equivocadas y que las cosas eran diferentes. No la reconocían por sus habilidades sino por su presencia en la vida de Damian. Lo cual, al pensarlo, no sabía que podía significar eso. Pero había algo que le daba más vueltas que el hecho de conocer lo que se estaba diciendo de ella.

—¿Y tú quién eres?

—Becky Blackbell, de la familia Blackbell del reino de Wessex, soy la que diseñará y confeccionará tu vestido para el baile.

Anya la contempló ¿una modista? La forma de moverse, su vestimenta y su relación con Damian no parecía indicar algo como eso.

—¿Familia Blackbell?

—Si, nos encargamos de confeccionar la ropa de las familias más importantes de Ostania.

Clanblosson no reconocía el nombre ni el apellido porque no era algo que hubiera formado parte de su vida o que fuera relevante en el mundo donde vivió. Pero por la manera en que se expresó aquella mujer, parecía que debía conocerla porque era alguien importante.

—No te conozco, lo siento.

Becky se frustró ante esa respuesta ¿Quién era ella? Esa era la pregunta que todas las mujeres que habían buscado ir tras el rey de Priwidor se habían hecho. Algo que ni la propia Blackbell no se había creído, pensando que esos rumores eran exagerados. Sin embargo, se quedó totalmente callada y curiosa la ver al gran, imponente y arrogante Damian Desmond de forma tan...apasionado con aquella mujer cuando entró. Y aquello fue tan deleitable que despertó toda la curiosidad de Becky.

¿Qué era lo que ella tenía diferente y peculiar para atrapar a alguien como Damian?

—No importa, pongamos manos a la obra.

Se trasladaron a la habitación de Anya, con dos mujeres siguiéndola, que tomaron las medidas de Anya, una vez que se deshicieron de su ropa. Anya permaneció en silencio, evaluando lo que Becky le había dicho ¿estaban hablando sobre como ella estaba con Damian? No pensaba que alguien fuera del castillo pudiera saber que existía algo sobre ellos. El verlos en los lugares que eran de Damian no significaba nada...es decir, en ese caso si tenían razón pero no era el caso.

Los pensamientos de Anya se detuvieron cuando una idea vino a su cabeza... Becky decía que todas esas mujeres estaban hablando de ella pero ¿Quiénes eran esas mujeres? Y la idea de que aún había cosas que no conocía de Damian la aturdió.

—¿Y...esas mujeres quiénes son?

Becky estaba sentada en un sillón enfrente de Anya, a la cual las asistentes de Becky tomaban las medidas necesarias. Cuando ella habló, Blackbell centró su atención en ella.

—¿No lo sabes? —Dejó el lápiz con el que estaba dibujando. — ¿De los rumores que corren sobre Desmond? —La cara de duda en la mujer de cabellos rosados se lo confirmó y sonrió de forma cómplice—Sobre las múltiples amantes que ha tenido, mujeres de gran jerarquía, de buenas familias que beneficiarían muchos tratos políticos pero que a pesar de eso...Damian nunca formalizó con ninguna. —Tomó el lápiz de nuevo, dibujando mientras observaba a Anya.

—Igual sobre el amante apasionado que es. —Mencionó una de las mujeres que medía la cintura de Anya.

—Y que es romántico detrás de esa mascara de frialdad. —Agregó la otra mujer que medía su brazo.

Ambas rieron con nerviosismo y la misma Becky se mostró interesada en lo que sus ayudantes decían. Se decían tantas cosas, de las cuales Becky no estaba tan segura, pero lo había escuchado tantas veces que comenzó a creerlas. Ninguna de esas mujeres se contradecía y no obtendría nada de Damian a pesar de los años que tenían de conocerse. Becky jamás se había interesado en el rey de Priwidor, mucho menos de niños ni cuando ascendió al trono. Aunque era lo suficiente honesta para admitir su atractivo, pero eso no tapaba el tirano y patán que era.

Había visto a Damian tratar a las mujeres de forma grosera, ignorando su presencia, despegándose de ellas cuando buscaban un contacto y dedicándoles una mirada soez. Por esa razón cuando escuchó los primeros rumores sobre sus encuentros con mujeres, se convenció que no podría ser así. Pero los rumores siguieron llegando de otras mujeres y como se mostraba necesitado por el contacto físico y lo rudo que podía ser en la cama.

Y a pesar de todas las cosas que se habían dicho, nadie había logrado convertirse en su reina.

Hasta que los rumores de que lo habían visto con esa mujer llegaron a sus oídos y Blackbell sabía que debía conocerla. Hasta ese momento la aprobaba, era muy bonita, con aquel cabello peculiar y grandes ojos, una buena figura y parecía algo...inocente, tranquila. ¿Ese era el gusto de Damian? Siempre pensó que él buscaría a alguien que tuviera su misma actitud, pero ella parecía tan sencilla y blanda, dejando en claro que a Damian le gustaba dominar, no era de extrañarse. Pero había algo en Anya, que le gustaba.

—Todas esas mujeres estarán esperando verte caer en aquel baile y yo me encargaré de que puedas callarles la boca, con el mejor vestido que he creado.

Becky realmente se luciría para hacer que Anya Clanblosson resplandeciera en ese baile.



Anya se dejó caer en el césped del jardín, totalmente afligida después de la visita de Becky. Era una persona bastante animada y conversadora, algo que hubiera sido agradable para Anya en condiciones normales. Pero su mente se había quedado perdida cuando ella mencionó a las múltiples amantes de Damian.

No una, sino muchas. Y como todas estarían en el baile, esperando que se equivocara.

La idea de ser el centro de atención de por si la aturdía en demasía, era algo con lo que toda su vida había experimentado y no de la mejor manera. La habían evitado y tratado como si fuera una clase de ser despreciable. Nunca salía nada bueno siendo ella el centro de atención. Y cuando pensó que había dejado todo eso atrás, ahora se enfrentaría a las mujeres que habían compartido la cama con Damian antes que ella.

La inseguridad se abrió fuertemente ante ella, sobre que es lo que pensarían esas mujeres de ella cuando la vieran.

El peso de la idea de quien era ella jamás le había mortificado hasta ese momento. Porque ella, una plebeya, estaba con el rey de Priwidor. El hombre que estuvo con tantas mujeres elegantes, sofisticadas y hermosas, algo que Anya nunca podría ofrecerle. Eso la llevó a considerar ¿qué es lo que él había visto en ella? Fuera de su habilidad para ver el futuro... ¿Qué es lo que lo había atraído? Él jamás se lo había dicho como tal, solo había mencionado que la necesitaba pero ¿qué es lo que necesitaba de Anya?

Él le había dicho que ella no debía hacer nada en aquel baile, pero Anya sabía que si no hacía nada, esas mujeres buscarían sentirse superiores. Y más si se daban cuenta por su forma de comportarse que ella era una simple plebeya. Y no permitiría eso.

Se incorporó, contemplando al ayudante de Damian acercándose hacia su posición con aquella expresión seria que lo representaba.

—Jeeves.

El mencionado giró en su rostro, con una charola de comida en las manos y caminó a su lado mientras ambos se dirigían hacia el lugar donde el gobernante estaba.

—¿Sucede algo? —Llevaba dos platos de comida para cada quien, siguiendo las indicaciones del rey sobre que iba a compartir con Anya

—Es solo que necesito... comportarme mejor ahora que viene el baile ¿podrías ayudarme con eso?

Jeeves se quedó quieto unos segundos, antes de retomar el camino hacia Damian que ya se encontraba sentado en la mesa pequeña esperando. Algo que al soberano no le gustaba,

—Claro que si, señorita Clanblosson.

Anya sonrió, sentándose en la mesa a las afueras del jardín que brindaba un gran panorama y que por eso mismo Damian intentaba que tomaran el té o comieran juntos con frecuencia en ese lugar que sabía que era el favorito de Anya. Una vez que la comida estuvo servida, Jeeves se fue con una señal hacia Anya antes de desaparecer.

—¿Qué es lo que necesitas de Jeeves?

Por supuesto que Damian había escuchado sobre eso.

—Nada relevante, solo he he pedido que quería comer algo mañana.

Damian tragó la carne que se había llevado a la boca y la observó con esos orbes ámbar derretidos, como si considerara lo que acaba de escuchar. Si estaba dispuesto a creer esa excusa que solo buscaba ocultar la realidad o no. Podía entender que Anya quisiera tener algún secreto y confiaba plenamente en Jeeves, si fuera algo grave, se enteraría él primero que nadie.

—¿Es todo? — Quiso probarla.

—Si, Anya quiere tarta de Maní.

Damian sonrió al notar lo mal que Anya mentía, pero se lo permitió.

Anya no podía decirle la verdad, era demasiado vergonzoso. Tal vez se estaba tomando demasiadas molestias y no iba en torno a ella misma, pero su inseguridad latía persistente. Una inseguridad que nació de ser juzgada desde niña- Y no es que tuviera clases de cero, podía medio manejarse ante gente importante, pero eso era diferente.

Anya esperaba que su plan funcionara adecuadamente.

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