XII.

Sus pies acariciaron las suaves sabanas que tenía encima, el colchón cediendo a sus movimientos, cuando se recostó de lado, aún con los ojos cerrados, pero las sábanas y la comodidad tal como si estuviera durmiendo en una nube, le dejaba en claro que estaba en Priwidor.

No recordaba cómo había terminado llegado ahí, ultimo que recordaba era el salir de la masa de gente que habían ido a su casa para sacarla del pueblo. Siempre había visto cuanto esas personas le temían y se mantenían lejos de ella, pero lo que sucedió anoche fue mucho peor de lo que hubiera imaginado. Al grado de tirar piedras a su casa y agredirla, aquella sensación había sido dolorosa, haciéndola pensar de nuevo que ella no encajaba en ese mundo, que no podría volver a ver a los Forger porque dudaba que la dejaran entrar de nuevo a Retuiryn.

¿Cuál era su lugar en el mundo? ¿Sería aceptada? ¿Y qué mal debió hacer en su antigua vida para que en esta estuviera tan maldita?

Se removió, sintiendo sus caderas adoloridas, seguramente era por la forma en que la habían tratado. Si no hubiera sido por Damian posiblemente la hubieran golpeado más. Aún recordaba su rostro enloquecido mientras golpeaba sin parar a aquel hombre que la golpeado...él había intervenido para protegerla. Su corazón se agitó, él parecía ser la única persona que le había estirado la mano en todo eso... debía agradecerle por todo lo que había hecho. No sabía como pero confiaba en que encontrar una forma.

Pensó en levantarse, pero su cuerpo aún dolía y la sensación de las sábanas era realmente agradable. Además que aún los recuerdos del día anterior seguían jugando con su mente, se sentía tan rechazada que solo quería estar en la cama. Pero su estómago le exigió comida dolorosamente ¿Por qué de pronto tenía tanta hambre? Podría pedir que se la llevaran ahí y quedarse en cama todo el día.

Abrió los ojos lentamente, la luz se filtraba por el espacio no cubierto de las ventanas, iluminando la habitación. Pero Anya no fue consciente de como el viento hacia ondear las cortinas o del desayuno servido en la mesa cercana. Sus ojos esmeraldas se quedaron estáticos y su propia respiración se quedó atorada en su garganta cuando vio a Damian Desmond enfrente suyo.

Estaba dentro de la cama, sentado, leyendo un libro y...sin camisa.

Él estaba desnudo, a su lado, juntos en la cama. Un estremecimiento la aturdió al considerar sus caderas adoloridas y el miedo se abrió paso en su interior.

—¿Qué haces aquí? —Su voz sonó insegura y débil, haciendo eco a la forma en que su corazón se movía.

Damian dejó el libro a un lado, observándola con aquello profundos ojos ámbar.

—Es mi habitación

Fue en ese momento que Anya fue consciente del dosel y la cortina roja que descendía por los lados. Sintió la boca seca ¿cómo había terminado en la habitación de Desmond? La simple hizo latir su cuerpo adolorido ¿acaso...ellos? Debía mantener la calma y no mostrar el caos que gobernaba su interior.

—¿Acaso nosotros...sucedió algo...hicimos algo anoche? —Su seguridad desapareció y su rostro reflejó su nerviosismo.

Damian sonrió de aquella forma arrebatadora que detuvo el corazón de Anya, se inclinó hacía ella, tan cerca que sus ojos ámbar la atravesaron. Se acercó, depositando un ligero beso en su cuello. Toda la piel de Anya se erizó al sentir los labios masculinos y su interior gritó.

—¿No lo recuerdas? —Susurró contra su piel.

Anya se removió, con su cabeza gritándole que saliera de ahí. Pero en un limpio movimiento Damian tomo sus muñecas y la aprisionó en la cama, con esa sonrisa torcida. Se acercó, mirándola desde arriba.

—Si tú era la que no quería alejarse de mí.

El rostro femenino enrojeció al escuchar tales palabras ¿ella...había iniciado todo eso? No eso era imposible, ella no podía haber algo como eso sin recordarlo ¡Era algo importante y lo recordaría! Él simplemente sonrió, mientras la soltaba y se erguía de nuevo en la cama. Anya se levantó, cubriéndose con las sábanas al ver como el vestido que tenía ayer había desaparecido y tenía su ropa normal para dormir...él de verdad lo había hecho.

—Te dormiste en el trayecto a Priwidor y al intentar llevarte a tu habitación, me pediste que no te dejara sola, así que te traje a mi habitación. —Admitió Damian.

El aire regresó a los pulmones de Anya, quien se relajó, aunque aún así, no recordaba haberle pedido que se quedara con ella. ¿Podría estar mintiendo? Pero había dormido bien, mejor de lo que esperaba y quizá eso fue por su compañía, lo cual se sumaba a las cosas que debía agradecerle. Y no había manera de posponerlo teniéndolo ahí enfrente.

—Es un poco ofensivo que pienses que me aprovecharía de ti en un momento de debilidad para intentar algo.

Anya lo miró con reproche, no es que realmente lo pensara, pero ayer ella estaba realmente mal, al grado que el llegar ahí era un misterio. Y el encontrarlo compartiendo la cama, había sido una gran impresión.

—No pienso eso.

Damian repetidamente se inclinó hacía ella, atrapando su barbilla entre sus dedos, para obligarla a alzar el rostro. Se aproximó tanto que sus labios casi se tocaban y el aliento de Damian la golpeó.

—El día en que realmente suceda, me encargaré de que no puedas olvidarlo.

Anya vio los ojos ámbar encendidos, y su propio corazón se detuvo en su pecho. Sus labios entreabiertos y él aproximándose tanto, hasta que sus labios se tocaron como un suspiro. El corazón de Anya revivió, latiendo tan fuerte y desembocado que estaba segura que él lo escucharía. Conmocionada por esas palabras, su rostro enrojecido, una corriente eléctrica perturbando todo su interior y el aliento del hombre en su rostro, retrocedió, empujándolo tocando la piel desnuda de su pecho. Finalmente Anya terminó cayendo de espaldas fuera de la cama.

—¿Anya?

La fémina se levantó con la espalda adolorida y salió corriendo de la habitación, sin la valentía de mirar atrás y que descubrieran su rostro rojo. Aunque Damian lo había visto.



Anya tenía el rostro transformado en una mueca furiosa, mientras peinaba su cabello. ¡No podía creer que él hubiera dicho algo como eso! De solo recordarlo su cuerpo se estremecía. Sabía la arrogancia y seguridad que Damian Desmond poseía, lo cual lo había llevado a conquistar tantos sitios. Pero el estar tan seguro que ella terminaría...teniendo sexo con él, era totalmente pretencioso.

Ella no terminaría de esa forma.

Había decidido irse con él después de su desastrosa estancia en Priwidor, pero ¿eso le aseguraba que terminarían en algo así? Dejó de peinarse y su mirada se perdió en el espejo al recordar el pecho desnudo de Damian y como sus manos lo habían tocado, su piel había sentido una corriente tan extraña y cálida...como él había besado su cuello y el calor la invadió en zonas que nunca había sentido. Y aquella mirada que parecían acariciar su piel... y por un momento quiso que sucediera.

¿A qué se refería a que no podría olvidarlo?

Anya no tenía ni la más mínima idea del sexo o detalles, pero tenía una noción. Nunca se había interesado en nada de eso, su vida era lo suficiente tranquila y fuera de cualquier situación que detonara alguna especie de interés en el sector masculino. Ella lo único que siempre deseaba era Maní. Podía intuir, que por su edad, su gran posición en la nación de Ostania y su gran atractivo, de que Damian lo había hecho en otras ocasiones. No sabía con qué mujeres, pero una desazón la atacó al pensar que él pudiera hacerlo con alguien más.

Sus palabras significaban que ¿él tenía una gran virilidad?

Se reprendió a sí misma por estar pensando en eso ¡No era de su incumbencia y no podía importarle menos! Terminó de arreglar su cabello y se levantó, observando el vestido morado que había elegido ese día.

No quería ver a Desmond, no después de esa escena vergonzosa en su habitación. Agradecía que no insistiera en que desayunaran juntos, por lo que una vez lista fue al último lugar que lo encontraría, al jardín.

Descendió por las escaleras y siguió el camino que conocía de memoria para el patio. La idea de acostarse en el césped era demasiado tentadora. Por lo que salió más deprisa de lo normal, cuando el sol golpeó su rostro alzó su mano para bloquear la luz. Sus ojos esmeraldas captaron el jardín enfrente suyo al mismo tiempo que el viento sopló fuertemente, dispersando una fragancia floral.

Anya entreabrió los labios al contemplar el panorama que se habría ante ella.

El jardín había sido su lugar favorito desde que llegó ahí, un refugio que le hacía recordar sus días en su pueblo, corriendo por el campo. Por eso solía dar largas caminatas en ese gran sitio, con un claro central con césped y los árboles rodeándolo. No había nada más, bastante sencillo, salvo por algunos arbustos por ahí y por allá. Pero en su ausencia, todo eso se había esfumado.

Ante ella el gran claro de césped había sido transformado en un mar de flores, flores de todos los colores se movían por el viento. Y en el centro un kiosko sumamente elegante que parecía flotar en medio del agua, agua que corría en una especie de rio dividiendo el jardín. Había arbustos de rosas de diferentes colores por la periferia.

¿Acaso seguía soñando?

Vio al rey de Priwidor sentado enfrente de una mesa y se aproximó a él, cruzando por un puente que se alzaba encima del rio. Subió las pocas escaleras que lo separaban de ahí. Él despegó la mirada de los papeles que estaba leyendo cuando ella llegó.

—¿Cuándo...cuando ha sucedido esto?

—Tú ausencia fue muy bien aprovechada.

Anya levantó una ceja... ¿habían hecho todo eso en dos días?

—No puedo creerme que transformaron el jardín en dos días.

—Cuando doy una orden, esta es obedecida, no es que tuvieran opción, aunque para ser más exactos, demoraron un poco más, pero tu despertar en mi cama dio un poco más de tiempo. —Sonrió de forma cómplice.

Anya ignoró sus provocaciones, sabía que buscaba molestarla.

—¿Te gusta? —Preguntó Damian, viéndola girar en el kiosko observando todo.

—¿Y eso...porque es relevante? —Contempló el agua debajo del kiosko, parecía realmente un rio real.

Apreciaba el hecho de que el rey decidiera hacer un cambio tan grande en su jardín, considerando otros reinos, este jardín quedaba realmente mal visto. Debía admitir que Damian tenía un buen gusto y más por querer impresionar a la gente que lo visitara.

—Porque...—La duda en la voz del rey la hizo girar. —Es para ti.

—¿Para mí? —Anya estaba realmente confundida.

Damian se quedó en su asiento, cubriendo ligeramente su boca, ocultando el sonrojo en sus mejillas. No estaba acostumbrado a dar ningún cumplido ni presente a nadie, pero había planeado eso desde hace semanas. Y el acceder a regresar por ella al día siguiente y llegar tan tarde ese día, fue para monitorear el avance del jardín. Había contratado a cuanto hombre pudo para terminar con eso en la fecha límite. Los hombres habían trabajado día y noche, por supuesto que los había recompensado muy generosamente.

—Todo este jardín lo hice para ti. —Desvió la mirada, al sentirse expuesto ante la mirada profunda femenina. —Cada una de las flores presentes, son para ti.

Anya observó el jardín de nuevo, viendo las lavandas, rosas, violetas y gerberas en el jardín además de flores silvestres. Y aquello desató un recuerdo en su cabeza. Cuando ella le había dicho de la colina que solía frecuentar con sus padres y que estaba llena de flores. Lo miró de una forma diferente... ¿él había hecho eso...por lo que ella le había dicho aquella vez? Había pasado varias semanas desde de eso y ¿lo recordaba?

Damian regresó su atención en ella, ahí de pie a un par de metros.

Algo en el interior de Anya se agitó tan furiosamente que el solo respirar hacía que sintiera los aleteos en su estómago que subían hasta su pecho. Su corazón latiendo cálidamente, al ver es jardín que él le ofrecía, el que la defendiera ante la gente que buscaba hacerle daño, el día en el festival y cada momento a su lado. Se acercó hasta quedar enfrente de él.

—¿Por qué harías algo como eso?

Damian se sentía inestable ante la mirada jade, como si decir algo, cualquier cosa estaría entregándole su corazón en las manos, para que hiciera con él lo que quisiera.

—Porque tú te mereces esto y mucho más. —Él sentía sus latidos fuertes en su pecho, se sentía tan frustrado de como en la habitación ella parecía tan vulnerable y ahora con esto él no podía estar más expuesto. —Y yo quiero dártelo todo, mi castillo, mi reinado y mi propia vida, si tú me aceptas, yo estoy dispuesto de entregártelo todo.

Anya con el corazón en la garganta y sin poder contenerse más al ver la intensidad de la miel derretida de los orbes masculinos, se inclinó y presionó sus labios contra los de Damian. Él se quedó quieto ante la impresión, pero Anya se inclinó más, sentándose en sus rodillas. Eso animó a Damian a rodear su cintura y atraerla más.

Damian pudo sentir su alma derretirse ante la suavidad y elixir de los labios femeninos, su corazón martilleando fuertemente en su pecho y un inmenso sentimiento abriéndose paso en su interior. Ella lo había besado. Por lo que deslumbrado por el acto, profundizó el beso que solo había sido sus labios en contacto. Comenzó a mover los suyos, buscando que encajaran perfectamente con los labios femeninos, su interior ronroneando por las sensaciones eclipsantes.

Anya seguía los movimientos de Damian un poco nerviosa, pero con el corazón en la garganta, el cuerpo estremecido, como sus terminaciones nerviosas a flor de piel al sentir las manos masculinas a su alrededor, atrayéndola más. Sintió la lengua masculina abriéndose paso en su boca, encontrándose con la suya. Un estremecimiento cálido y fuerte la aturdió, descendiendo por su estómago hasta llegar a su entrepierna.

El beso se convirtió en uno desenfrenado que estaba a punto de detener el corazón de Anya, sus labios intentando seguir a los labios que la devoraban y le quitaban el aliento, su cabeza estaba dando vueltas y el calor se incrementaba a niveles alarmantes. Hasta que él se alejó, apoyando su frente con la de ella. Y una sensación incomoda inundó a Anya, porque ella...quería seguir, quería sentir los labios de él más tiempo, su cuerpo se estremecía y respiraba agitadamente en un intento de controlar los latidos de su corazón desembocado.

—Anya lo tomará todo. —Dijo en respuesta a los ofrecimientos que él le había dado antes del beso. —Solo no te arrepientas cuando domine el mundo.

Damian simplemente sonrió, abrazándola y hundiendo su rostro en el cuello femenino.

—Puedes tomar todo lo que quieras.



Damian leyó los papeles que tenía ante sus manos y se reclinó en la silla de su oficina, sentía los hombros tensos de tantas horas leyendo informes y reportes de sus pueblos, el sector económico y el avance en las tierras de cultivo que hace poco había tomado. Además que en esa última batalla su ejército sufrió bajas importantes. Hace un par de batallas que no iba a pelear, pero no era nada importante.

Pronto quería tomar otro punto estratégico de avance hacía Keodesea, un pueblo cercano que era un principal aliado dedicado a la elaboración de armas. Por consiguiente era un enemigo fuerte y sus bajas le daban cierta desventaja.

Quería llegar lo antes posible a Keodesea, aunque...no sabía la postura de Anya al respecto de ellos, después de lo que sucedió. Y esa era la razón de su desesperación; Anya Clanblosson, la mejor carta del reino de Keodesea. Él había evaluado todas las opciones que Keodesea haría una vez que se la llevara. Podrían lanzar un ataque directo con el fin de recuperar a la razón de su éxito. O esperarían el mejor momento para actuar, sea infiltrándose o hacer un plan de recuperación.

Por lo que cuando llegó a Priwidor después de aquella pelea y se enteró que ella llevaba dos días ahí, entendió que sería la segunda opción. Que en vez de actuar con desesperación, se habían ido con la calma, lo cual era lo más adecuado. Al menos lo que ellos pensaban, el esperar algún descuido de Desmond. Pero no podían estar más equivocados, él nunca bajaba la guardia contra un enemigo.

Había reforzado su seguridad y utilizó todas las influencias que tenía en los pueblos de paso hasta Priwidor para obtener información de primera mano sobre las acciones de Keodesea. Sabía que no le tomaría mucho tiempo al rey saber que estaba ahí, solo bastaba con preguntar en Retuiryn, porque sus hombres habían sido lo suficiente ruidosos.

Y eso había confirmado que estaban esperando. Eso mantuvo a Damian en contraste vigilancia hacia Keodesea. De hecho, una de las razones por las que pensó demasiado en dejar a Anya ir a ver a los Forger, fue porque temía que Keodesea se enteraran de su presencia ahí. Retuiryn les pertenecía y era cuestión de horas que supieran de su presencia. A pesar de que sabía eso, terminó cediendo, tomando todas las precauciones, un carruaje lo más humilde que pudo conseguir y cuando él regresó a Priwidor con el fin de monitorear el jardín, había dejado sus hombres cuidando la periferia del pueblo. Y el no ver a nadie de Keodesea, algo que agradeció al inicio, al final lo hizo sentir inquieto.

Había transcurrido más de un mes desde aquello y aunque Damian realmente pensó que estaban esperando actuar en el momento indicado, todo parecía indicar que había una alternativa más. Que realmente no estuvieran haciendo nada para recuperarla y eso es lo que más le perturbaba. ¿Realmente no intentarían hacer nada para conseguir a la carta que los posicionó entre los reinos más prósperos de Ostania? Era tan extraño. Pero su ausencia de movimientos parecía comprobar esa teoría.

Algo de todo eso no lo dejaba tranquilo y quería resolverlo, aunque solo restaba esperar a que hicieran un movimiento. El hecho de esperar era algo que le desagradaba y más aún que las cosas con Anya estaban realmente bien, no quería que nadie se interpusiera en su camino ahora que ella había decidido estar a su lado.

Esperaba poder saber que pensaban con todo eso, tal vez lo mejor era infiltrar a alguien en las tropas de Keodesea...

La puerta de su oficina se abrió apartándolo de sus pensamientos al ver una cabellera rosada. Tenía aquel vestido sencillo blanco para dormir y parecía un ángel bajado del cielo ¿acaso se había quedado dormido para contemplar aquella maravillosa imagen?

—¿Anya? —Miró su reloj de bolsillo. —Es tarde ¿Qué haces despierta? —Eran cerca de las dos de la mañana.

—Eso mismo te pregunto —Anya se adelantó hasta quedar enfrente de su escritorio.

—Tenía algunas cosas que terminar...además que no duermo demasiado.

Había cenado con ella horas atrás, una rutina que él sobreponía a cualquier trabajo, compartir cada comida a su lado.

—Antes lo habías dicho pero... ¿a qué te refieres? —Anya se sentó en la silla que tenía a un lado. —Dormiste conmigo hace unas noches. —Anya se sonrojó de recordarlo.

—Eso fue diferente.

—¿Diferente por qué?

—Por ti, dormí a tu lado y tú presencia me tranquiliza...

Damian recordó aquella maravillosa noche, que a pesar de que se reprimió de tocar el cuerpo femenino, el solo tenerla en la misma cama y sentir su calor emanando, fue un tranquilizante para él. Había dormido profundamente.

Anya se sonrojó ante esa respuesta tan directa, él siempre decía cosas que la avergonzaban tanto. Pensó en decirle que podían dormir juntos, pero la sola idea fue demasiado para su corazón.

—Puedo ayudarte a relajarte si eso necesitas.

Damian levantó una ceja, confundido al verla pararse de su asiento, caminar hacia él, hasta quedar a su espalda.

Clanblosson recordaba haber visto en varias ocasiones a Loid haciendo masajes descontracturantes con sus pacientes que tenían dolencias. Anya no entendía a cierta ciencia que eran, pero había visto a Loid tanto, que confiaba en sus habilidades.

—¿Qué haces?

—Confía en mí. —Una sonrisa extraña y arrogante llenó el rostro femenino.

Colocó sus manos en los hombros del rey y comenzó a presionar, con ayuda de sus dedos, con algo de fuerza y haciendo movimientos extraños, recordando a cada paso a Loid. Siguiendo la manera en que lo hacía.

Damian se estremeció al sentir los dedos clavándose en sus hombros y como a cada movimiento una nueva oleada de dolor lo sacudía. Iba a atravesarle el hombro, además que presionaba en puntos sumamente extraños. Lo presionaba con tanto descuido que él pensaba que estaba siendo atravesado por una lanza y en vez de relajarse, más tenso se sentía al respecto.

Siempre había considerado a Anya como un ser de luz, capaz de hacer lo que quisiera cuando quisiera. Pero el ver lo mal que estaba haciendo eso...le hizo darse cuenta que no todos eran buenos para cualquier cosa. Anya era buena estratega y tenía la habilidad de ver las decisiones futuras de las personas. No obstante, fuera de eso, el arte de un masaje, era notablemente...terrible. Más que deshacerse los nudos de estrés, le estaba formando otros nuevos.

—Anya. —Dejó salir una mueca.

—¿Te gusta? —Anya estaba realmente orgullosa de lo que había estado haciendo.

—Realmente no, detente por favor.

Anya obedeció, viendo al hombre más tenso de lo que se suponía que estaría. Se sintió mal de pronto, al no darse cuenta de lo que había hecho. Tal vez el solo observar a Loid no tenía el mismo efecto que practicarlo debidamente. O quizá aplicó demasiado fuerza...

—Lo siento —Bajó la mirada, avergonzada, aún a espaldas del rey.

Cuando Damian ignoró el dolor en sus hombros causado por aquel "masaje" sonrió ligeramente.

—Hay algo que Anya puede hacer para ayudarme a relajarse.

Ella alzó la mirada emocionada de ayudarlo a lograr que él pudiera dormir profundamente. Damian giró ligeramente en su silla, la tomó de la muñeca, tiró de ella, hasta que terminó por sentarse en sus piernas. Él acarició su mejilla con los nudillos. Ella se estremeció ante su tacto y su corazón latía agitado ante la cercanía pronta de sus cuerpos y más porque esa vez solo tenía una especie de bata de dormir de algodón.

Presionó sus labios contra los femeninos, adaptándose a ese sabor dulce y familiar.

—Esto no te ayuda, deja de poner excusas. —Habló ella en contra de los labios masculinos.

—Claro que me ayuda.

La besó suavemente, degustando cada centímetro de sus labios, pasando su lengua por la superficie, mordiendo ligeramente y pronto la besó con más intensidad, solo un poco más, con su interior alterándose ante el sabor del aliento femenino y como sus labios parecían encajar. Ella sabía tan bien, que era adictiva.

Ella siguió aquel beso y al final lo profundizó, besándolo con mayor urgencia, algo que Damian siguió fascinado. Su mano se perdió en la espalda de la mujer, con aquella bata ligera, él acarició la piel desnuda de su espalda. Algo que hizo sobresaltar a Anya, pero que desató una descarga eléctrica en su cuerpo. Las manos de Damian eran tan fuertes y seguras y su lengua en su boca era tan húmeda, que todo su cuerpo parecía derretirse, destruirse y construyéndose de nuevo.

Anya colocó su mano en el pecho del rey y su dedo índice acarició su garganta descubierta, ya que él se había quitado la corbata. Eso lo hizo contener un suspiro y se alejó, con la respiración agitada.

—Esto más que ayudarme a dormir, me deja verdaderamente ansioso. —Él acercó la nariz en el cuello femenino. —Todo en ti lo hace y debo contenerme tanto...

Anya intentaba recuperar el aliento, escuchando las palabras del rey tan cerca de su oído, pero entendiendo a que se refería. Podía sentir su cuerpo caliente y...por un segundo Anya pensó sentir un abultamiento en su trasero. Vio las mejillas rojas de Damian y su mirada nebulosa, como si realmente hubiera perdido la razón.

Anya se preguntó... ¿qué sucedería si él supiera que ella estaba tan ansiosa como él? Su propio cuerpo le exigía que no se detuviera y fuera más allá. Deseaba realmente sentir las manos del rey en su cuerpo y aquel sentimiento la avergonzó.

¿Qué pasaría si en ese momento ella le hubiera dicho que quería que dejara de contenerse?

La misma Anya se había levantado de la cama al despertar después de soñar con Damian y esas sesiones de besos intensos y la hizo sentir una clase de hambre que ella desconocida. Por lo que fue a buscarlo a su oficina, obteniendo lo que había estado soñado.

Damian apagó la luz de su escritorio y la tomó de la mano, saliendo de la oficina, dirigiéndose hacia sus habitaciones. Anya tuvo que utilizar toda su fuerza de voluntad para evitar pedirle que se queda con ella, porque sabía que si lo hacía, no habría vuelta atrás.

¿Quién no moriría de amor por Damian haciendo algo así? Amé este capitulo!

¡Nos vemos mañana!

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